Tomo segundo
Censura
del Rmo. P. Mro. Fr. Juan Interian de Ayala, del Claustro, Teólogo, y Catedrático de Regencia de Filosofía, y en propiedad, y Jubilado en la de Sagradas Lenguas de la Facultad de Teología en la Universidad de Salamanca, Predicador, y Teólogo de Su Majestad en la Real Junta de la Inmaculada Concepción, Padre de la Provincia de Castilla, del Real, y Militar Orden de nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos, &c.
M. P. S.
Obedeciendo con el debido respeto el superior orden de V. A. he leído con toda atención el Libro intitulado: Teatro crítico Universal, Tomo segundo, escrito por el Reverendísimo Padre Maestro Fray Benito Jerónimo Feijoo, Maestro General de la Religión del Gran Patriarca San Benito, y Catedrático de Vísperas de Teología de la Universidad de Oviedo, &c. Y si este encargo, o ministerio pudiera satisfacerse, y ejecutarse del modo que lo practicaba la seria circunspección, y severidad de nuestra Nación en otro tiempo, en que se escribieron, sin ofensa de la edad presente, mayores, y mejores libros, pocas, y ceñidas palabras pudieran, y debieran bastar, no sólo para aprobación, sino para elogio de esta erudita Obra, y de su Autor; pero hoy, con no sé qué espíritu de relajación de la ya insinuada, y nunca bastantemente alabada severidad, se han introducido otros usos que no puedo, ni quiero contenerme de llamarlos lo que ellos son; esto es, abusos: y se piden de los que dan su Censura, o Aprobación, cosas muy distantes, y muy distintas. En cuya consecuencia no puedo dudar que habrá muchos, si no son todos, que deseen, o esperen en este lugar un haz, o a lo menos un manojo de sentencias, y de conceptos, cogidos, o sacados de los amenos jardines de los Poetas, y de los fértiles, y bien cultivados [XXV] campos de los Oradores, y los Históricos; y esto para adorno, y formación de una cosa tan sencilla, y de su naturaleza tan seria, como es la Censura de un Libro, en que el Superior que la manda dar, sólo pide parecer, y no Panegírico; confieso, no sin empacho (que es oportuna circunstancia de buena confesión) el que yo mismo en otros años (pues ha verdaderamente muchos que se me han fiado estos mandatos) caí frecuentemente en este género de inconveniente, aprobando Obras de mucho menos monta; o sea llevándome de la inclinación de contentar al ajeno deseo; o sea también buscando insensiblemente en las Aprobaciones de Obras ajenas el propio aplauso. Es muy cierto que no conocía yo entonces el poco favor que en esto me hacía a mí mismo: pues fue, si no causa, a lo menos ocasión para que muchos, con menos noticia de mis estudios, imaginasen, y podrá ser que publicasen que yo era un grande, y elegante Humanista. Yo, ni niego, ni afirmo el que en este género de Letras tenga, o haya tenido, conducido, y de la abundancia del genio que nuestro Señor fue servido de darme, o de alguna mayor aplicación al empleo, o poco desperdicio del tiempo, algún razonable, o moderado caudal. Nada de esto afirmo, ni tampoco niego; pues el verificarlo, o no verificarlo no es del caso presente. Lo que digo, y esto muy seriamente, es, que mi profesión, tratada con la dignidad que me ha sido posible, y que vio en muchas, y repetidas funciones Teológicas, y aprobó uno de los más insignes Teatros de Letras, y doctrina de la Universidad de Salamanca, no ha sido, ni es de Humanista, sino de Teólogo. Y como esta sola calidad es la que puede, y debe servir para decir en esta parte con algo de peso, y de autoridad mi dictamen, digo que en esta Obra, que como llevo dicho, he leído con atención, ninguna cosa hay que se oponga a las reglas de nuestra Santa, y Católica Fe, ni a las de las buenas, y cristianas costumbres, como ni a las regalías, y derechos de S. M. (que Dios guarde); mucho sí hay por cierto en obra tan varia, tan amena, y tan erudita, [XXVI] que conduce a la ilustración de unas, y otras. El asunto de las merecidas alabanzas del Autor ya le satisfacieron, y le llenaron condignamente otros mayores hombres: en el de las que merece esta Obra tan varia, tan especiosa, y tan discursiva, no me atrevo a entrar: porque a la verdad no me hallo con ánimo para ayudar fructuosamente al doctísimo Autor a ejercitar el arduo, y tan mal recibido oficio, de que se ha encargado, como es el de distinguir las verdades, y las fábulas, y como le llama el familiar estilo Desengañador, en una Nación tan severa, y tan constante, y aun tan tenaz de lo que una vez aprehende, como la nuestra. Con esto he dicho enteramente mi parecer, salvo siempre, &c. En este Convento del Real, y Militar Orden de nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos de Madrid, a veinte y ocho de Diciembre de mil setecientos veinte y siete años.