La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Una década de Césares
Comiença la vida del Emperador Helio Gábalo,
copilada por el señor don Antonio de Guevara, Obispo de Mondoñedo,
predicador y chronista y del Consejo de Su Magestad.


>>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo primero

Del linage y criança del Emperador Helio Gábalo.

La segunda muger del Emperador Severo se llamó Julia, madre que fue de Geta y madrastra de Bassiano; y esta Julia, quando casó con Severo, truxo consigo a palacio una hermana suya mayor que no ella, la qual se llamava Mesia, muger que fue en su compostura assaz hermosa y en su condición muy astuta. Esta Mesia tenía dos hijas donzellas consigo, a la mayor de las quales llamavan Semiamira y a la segunda Mamea, las quales nascieron en el palacio del Emperador Severo y se criaron y estuvieron después mucho tiempo en casa del Emperador Bassiano, su hijo. Los escriptores que de aquel tiempo escrivieron no nombran quién fue marido de Mesia y padre de Semiamira y de Mamea, y por esso se presume que fueron concebidas de adulterio o que el padre fue de linage muy ínfimo.

Estando, pues, Mesia en el palacio de Severo con sus dos hijas, donzellas que eran moças y hermosas, Bassiano, hijo de Severo, uvo accesso a la Semiamira y parió dél un hijo que se llamó Antonino Caracalla; y por amor de Julia, su tía, y porque la donzella no fuesse de Severo menospresciada, diose la abuela tan buena maña en el negociar, que ninguno de palacio sintió a la hija parir ni menos supieron dó se dio el niño a criar. El antiguo linage desta muger Mesia fue de Fenicia, nascida en una ciudad que se llamava Mesania, acerca de la qual en otros tiempos uvo una muy cruel batalla entre los rodos y fenices. Fue, pues, Antonino Caracalla por partes del padre hijo del Emperador Bassiano y por partes de la madre hijo de Semiamira y concebido en adulterio. Ya que el niño [772] avía cinco años, truxéronle a palacio, y allí se criava con la madre y abuela; mas en todo el tiempo que bivió su padre Bassiano no osaron dezir que era su hijo, a causa que Julia, su tía y madrastra de Bassiano, se avía casado con el mismo Bassiano, y si ella tal supiera, al mochacho matara y a la sobrina desterrara y a la hermana despidiera. Fue esta muger Mesia tan astuta y sagaz, que en tiempo de Severo la servían en palacio todos y después en tiempo de Bassiano lo mandava y governava todo; y fue esto en tanto extremo, que con ella se aconsejava él para la governación de la república y consigo la llevava quando salía de Roma, aunque fuesse a la guerra.

Era esta Mesia muy libre en el hablar, no muy recogida en el bivir, aunque muy cautelosa en todo lo que se atrevía a hazer, porque, dado caso que todos tenían della grandes sospechas, muy poquitos alcançavan sus secretas obras. Aunque por una parte la accusan de ser absoluta en su bivir, también la loan que era muy cuerda en todo lo que avía de aconsejar; y paresció esto bien, porque en diez y seys años que estuvo en la corte y casa de aquellos príncipes, los quales por su parescer y consejo se governavan, jamás la vieron poner en ninguno la lengua, ni aconsejar cosa que estuviesse mal a la república. Con ser hermana de Julia, la emperatriz, y ser tan accepta de aquellos príncipes, fue esta Mesia muy riquíssima, y la causa desto fue porque todo lo bueno que vacava en el Imperio pedía y todo lo que le davan tomava.

La segunda hija de esta Mesia, que se llamava Mamea, casó con un cónsul que uvo nombre Verio y parió dél un hijo al qual llamaron entonces Alexio, que después se dixo el Emperador Alexandro, por manera que esta Mesia tuvo a una hermana por emperatriz y vio a dos nietos suyos emperadores. Temiéndose Mesia que algún día no viniesse a noticia de Julia, su hermana, que Antonino Caracalla su nieto era hijo de su marido della, acordó de embiar ambos nietos a su propria tierra de Fenicia por tenerlos allí más guardados y mejor doctrinados.

Avía en la provincia de Fenicia un templo muy sumptuosíssimo dedicado al dios Helio Gábalo, la fábrica del qual era todo de piedras asserradas como madera, entre las quales no se parescía ninguna juntura, sino que juzgavan todos los que [773] no sabían el secreto ser todo el templo de una piedra. No avía en aquel templo lo que avía en los otros templos, es a saber: alguna ymagen o simulachro de algún dios; lo que avía en él era un piedra negra muy suzia y grande, debaxo ancha y en lo alto angosta, y estavan esculpidos en ella el sol y la luna, y era tan prima y tan subtil la obra, que se perdía en ella la vista humana. Dezían los de Fenicia que el templo avía sido fabricado por manos de hombres, mas la piedra que la avían embiado desde el cielo los dioses, y a esta causa offrescían en él plata y oro y joyas y otras muy grandes riquezas, y venían a visitarle no sólo los naturales de Fenicia, mas aun de muchos pueblos de Asia. Avía en aquel templo no sólo sacerdotes, mas aun muchos philósophos, a fin que sacrificassen los unos y que doctrinassen y enseñassen los otros, porque estava aquel templo de tantas riquezas dotado, que avía para lo uno y para lo otro.

Siendo Helio Gábalo de edad de catorze años y Alexio, su primo, de doze, púsolos su abuela Mesia en aquel templo para que se abezassen a offrescer sacrificios y aprendiessen philosophía de los philósophos. Andavan los dos hermanos vestidos a la manera de sacerdotes, es a saber: las camisas de lino y lana, las vestiduras de oro y algodón, las mangas abotonadas con botones de yedra, las ropas arrastrando, las cabeças cubiertas con redes de seda, collares de oro en los pescueços, los pies descubiertos por lo alto, anillos de plomo en los dedos meniques y de oro en los pulgares, y sobre todo que no podían comer sino en sus casas y dormir sino en los templos. Por causa que Antonino se crió y fue sacerdote en el templo del dios Helio Gábalo, que quiere dezir sacerdote del sol, le llamaron a él después Antonino Helio Gábalo, y aun porque muchos días después que subió a la alteza del Imperio tenía las vestiduras y llevava las rentas de su antiguo sacerdocio.

Era Helio Gábalo de mediana estatura, los cabellos roxos, la cara blanca, la boca pequeña, las piernas algo cortas, pocas pestañas, muchas barbas; y como a la sazón era mancebo y hermoso, y que las vestiduras de sacerdote le adornavan mucho, aunque ninguno sabía el secreto de quién fuesse hijo, todos presumían que fuesse generoso. [774]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo II

De cómo el capitán Macrino se alçó y tyranizó el Imperio, muerto Bassiano.

Después que Marciano mató a Bassiano, su señor, por consejo del capitán Macrino, luego Macrino se alçó o, por mejor dezir, tyranizó el Imperio, y dado caso que le eligieron los exércitos y le aprobaron los romanos, no fue porque les plazía con Macrino, sino por verse ya libres de Bassiano. Fue tanta la alegría en todo el Pueblo Romano de ver a Bassiano muerto, que no echaron de ver si Macrino, que le succedía, era bueno o malo; porque los coraçones lastimados y los hombres affrentados, quando a sus manos vienen sus enemigos, no miran el provecho que sacan, sino la vengança que toman.

Onze días que Macrino se vio hecho emperador, le dio una batalla Arthabano, rey de los parthos, para vengar la injuria que el Emperador Bassiano le avía hecho, la qual batalla fue por ambas partes tan porfiada y tan ensangrentada, que por nadie quedó aquel día la victoria, aunque es verdad que la parte de Macrino fue la menos dannificada. Ya que el rey Arthabano supo que su enemigo Bassiano era muerto, y aun porque la cólera se le avía amansado, hizo paz con los romanos y retraxo a sus tierras los exércitos. Después que Macrino se vio eligido y confirmado en el imperio, y que el rey Arthabano era retirado, y que no avía lança enhiesta contra él en toda Asia, fuese para la ciudad de Antiochía, no con intención de reformar los exércitos, sino a fin de darse todo a los vicios.

Fue, pues, el caso que, puesto en Antiochía, no entendía [775] en otra cosa sino en yrse a los vaños, curarse los cabellos, untarse la barba, andarse a caça, entender en glotonías, darse a mugeres y, lo que era peor de todo, que huýa de los negocios y se yva en pos de los vicios. Quando alguna vez salía a ver Macrino su gente de guerra, no llevava lança, sino una caña en la mano, lo qual sentían los exércitos por muy grande injuria, porque era ley entre ellos que ninguno pudiesse atravessar por sus vanderas si no fuesse armado de algunas armas. Ley era muy usada y guardada entre los romanos que sus príncipes nunca entrassen en el Senado con armas ni visitassen sus exércitos sin ellas, pues en el un lugar se tractava la paz y en el otro no, sino guerra.

Oyó dezir Macrino que el buen Emperador Marco Aurelio hablava poco y muy baxo y él, por remedarle, respondía a los negociantes pocas palabras y aquellas muy baxas, de manera que en el hablar immitó a Marco y en el bivir a Nero. A ninguno de los de Antiochía, ni de toda Asia consentía que le hablasse a solas palabra, ni le sirviesse a la mesa, ni entrasse a su cámara, ni durmiesse en su casa, sino que a manera de tyrano andava de los suyos recatado y de los estraños muy sospechoso. A los hombres ancianos y a los mílites veteranos y a los capitanes de sus exércitos no los mandava levantar aunque se hincassen de rodillas, ni los mandava cubrir aunque le quitassen los bonetes, en lo qual siempre los príncipes romanos solían ser muy mirados y muy comedidos, porque la buena criança cuesta poco y aprovecha mucho. Los dineros que a Macrino le traýan de sus rentas o le presentavan de las ciudades todos los expendía en sus vicios y en buscar passatiempos, y por otra parte ni quería pagar lo que devía ni socorrer a su gente de guerra, por manera que los pueblos estavan desesperados y los exércitos andavan mal pagados. Muy affrentados estavan todos los romanos de ver lo que el tyrano Macrino hazía y de ver lo que los asianos les dezían y corrían, porque les dezían que él no avía heredado el Imperio, sino que ellos le avían eligido, y que tanto eran dignos de mayor culpa, quanto avían eligido por emperador a tan mala persona.

En las ropas que traýa y en los manjares que comía y en las [776] costumbres que tomava quería Macrino immitar a los de Asia y no a los de Roma, de lo qual los romanos tenían grande enojo porque los olvidava y los asianos también estavan affrentados porque tan mal hombre los immitava. Los exércitos romanos, como no avía ya guerra en Asia, ni en todo Levante por mar ni por tierra, quisiéronse bolver a Roma; mas Macrino no les quería dar licencia porque se temía que, como andavan descontentos, no se juntassen con el Senado y concertassen de quitarle el imperio. Muy culpado fue Macrino en no se partir luego para Roma, y muy mayor la tuvo en no pagar o despedir luego a su gente de guerra, porque a las vezes más daño se les sigue a los príncipes de tener a sus exércitos descontentos que no de ver a sus enemigos armados.

Dentro de breve tiempo cobraron los exércitos muy mortal odio con su príncipe Macrino, lo uno por verle tan absoluto tyrano, lo otro por verle tan dissoluto vicioso, y aun lo otro por verle tan elato y superbo, porque se presciava de mandar y se affrentava de rogar. Era Macrino hombre baxo de cuerpo, bullicioso y ambicioso y aun cobdicioso, mas junto con esto era muy animoso en las cosas de la guerra y que buscava buenos medios para venir a la paz, y con todas estas condiciones buenas y malas, nunca le quitaran el imperio y la vida si no se mancara en los vicios de Asia. [777]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo III

De cómo la gran matrona Mesia compró el Imperio para su nieto Helio Gábalo.

En el tiempo que Macrino residía en Antiochía estavan las huestes romanas en guarda de la provincia de Fenicia a causa que aquel año estava aquella tierra abundosa de pan y no estavan los pueblos fatigados de guerra. Ya diximos cómo avía allí un templo dedicado al dios Helio Gábalo, el qual era superbo en hedifficios y muy poblado de sacerdotes. Muchos de los capitanes romanos se yvan muchas vezes a ver y visitar aquel templo, los unos por lo ver y los otros por orar y aun otros por algunos sacrificios allí offrescer, porque naturalmente se presciavan los romanos de ser grandes cultores de sus dioses y de tener en grande reverencia los templos. Estavan a la sazón en aquel templo dos mancebos sacerdotes, primos hijos de hermanos, el uno de los quales se llamava Helio Gábalo y el otro Alexio, los quales mancebos, aunque en las ropas que traýan y en la vida que hazían los juzgaran como sacerdotes, por otra parte bien parescían en la gravedad que tenían ser hijos de príncipes. Fue la matrona Mesia tan discreta y secreta y astuta, que avían los moços más de cada quinze años, y ni ellos ni otro por ellos sabían ni aun sospechavan quiénes eran sus padres ni que era ella su abuela, sino que dezía ella a todos que eran aquellos niños huérfanos, hijos de unos criados suyos antiguos.

Quando Macrino tyranizó el Imperio, entre otros yerros que hizo, fue que mandó echar de palacio a la gran matrona Mesia, no porque él sospechasse que de mano della le podría venir algún daño, sino de puro mal acondicionado y vicioso, [778] porque todos los príncipes, sus predecessores, la avían tenido como a madre y honrrádola como a señora. En palacio de ocho emperadores por espacio de cincuenta y tres años se avía criado la gran matrona Mesia, con los quales todos ella se supo tan bien valer y su persona tan bien extimar y aun dellos se aprovechar, que, quando Macrino la echó de palacio, llevó ella más riquezas al destierro que halló Macrino en el Imperio.

Fuese la matrona Mesia para Fenicia, a do estavan sus dos nietos, Helio Gábalo y Alexio, y como allí estavan otros cavalleros romanos mal pagados y peor contentos, juntávanse con Mesia y Mesia con ellos a platicar y murmurar de cómo Macrino avía muerto a trayción a su señor, el Emperador Bassiano, y de cómo avía tyranizado el Imperio, y esto hablavan ellos con personas que desseavan remediar aquella tyranía y aun tomar de aquel tyrano vengança. Ymmenso fue el plazer que tomó la gran matrona Mesia de oýr con sus orejas y de ver con sus ojos y sentirlo con su coraçón quán mal estavan todos los del exército con el tyrano Macrino y que no estava en más el negocio de en hallar quien meresciesse el imperio, porque los romanos estavan muy aborridos de que no los avía pagado y la matrona Mesia estava lastimada por su destierro.

Como vio la matrona Mesia que avía muy buena coyuntura para hazer a su nieto Helio Gábalo emperador romano, llamó en gran poridad a seys capitanes romanos, de los más principales que avía en todos los exércitos, los quales todos eran de mucha auctoridad y no menos gravedad. A estos seys capitanes dixo Mesia en gran secreto en cómo su nieto Helio Gábalo era hijo del Emperador Bassiano y de Semiamira su hija, y que le avía tenido abscondido en Asia por amor de la Emperatriz Julia, la qual, si lo supiera, matara al hijo y desterrara a la madre. No se contentó Mesia con dezirles y certificarles a los seys capitanes que era verdad ser aquel moço hijo del Emperador Bassiano y nieto suyo, mas aun junto con esto los metió dentro de su cámara y les mostró muy grandíssima suma de oro y plata, la qual juró y prometió en las aras del templo de repartirlo todo en el exército si a su nieto davan el [779] Imperio Romano. A los seys capitanes de quien la matrona Mesia fió el secreto y amostró el thesoro, prometióles y juróles de hazer con Helio Gábalo, su nieto, que les daría los más honrrados officios que uviesse en el Imperio, en caso que ellos se diessen maña en hazerle emperador, por manera que si todos los otros quedassen pagados, ellos quedarían pagados y honrrados. Muy prudente fue la matrona Mesia en fiar aquel tan grande negocio de aquellos honrrados capitanes, los quales como eran en los exércitos tan acreditados, luego fueron de todos creýdos, del qual exemplo pueden los príncipes y grandes señores colegir que no ay más peligro ni seguridad en algún negocio de pensar en cúyas manos está fiado.

Las cohortes pretorianas, como estavan mal tractadas y peor pagadas, mucho amaron oýr que Helio Gábalo era hijo de Bassiano y que para él pedía su abuela el imperio, lo qual todos ellos acceptaron y de rescebirle por príncipe se obligaron, lo uno por vengarse del tyrano Macrino y lo otro por gozar del dinero. Como el templo a do era sacerdote Helio Gábalo estava fuera de la ciudad y él morava en él, concertaron los del exército con su abuela Mesia que luego aquella noche, ya que fuesse muy tarde, se llegassen ella y su nieto cabe el muro de la ciudad y que con unas sogas los meterían dentro para que al reýr del alva ellos se alçassen con la ciudad y Helio Gábalo con el imperio. Ni la matrona Mesia fue perezosa en cumplir lo que le pidieron, ni los pretorianos faltaron en lo que le prometieron, sino que, llegada al pie del muro Mesia y su nieto Helio Gábalo, los subieron y metieron dentro de la ciudad, y puesto el moço en medio de todos los capitanes romanos, creyeron ser él hijo de Bassiano porque le parescía en el rostro y en una berruga que tenía como Bassiano en la mano.

Muy gran plazer tomaron todos los del exército romano de ver a Mesia y a Helio Gábalo su nieto, mayormente que el moço era dispuesto y hermoso, y en viéndole dezían todos que, pues tenía buena cara, ternía buenos hechos; mas lo contrario paresció en él después, porque apenas uvo vicio de que no fuesse notado ni virtud de que fuesse loado. La gran matrona Mesia, como muger que tractava negocio peligroso [780] y escandaloso, quiso primero que diesse su dinero assegurar para su nieto el imperio, y fue el caso que hizo a todos los principales del exército que jurassen luego allí a Helio Gábalo por único emperador y le besassen la mano como a su natural señor. Cosa, por cierto, fue monstruosa y assaz digna de encomendar a la memoria la solicitud y presteza que truxo aquella noche Mesia, y parescióse bien en que dentro de seys horas sacó a su nieto del templo, lo hizo subir por el muro, le confessaron por hijo de Bassiano, le juraron por emperador, le besaron la mano por señor, repartió su dinero al exército, tomó las fuerças de la ciudad y puso a toda la hueste en armas.

Venida, pues, la mañana, tocan las trompetas por las torres, ponen las vanderas sobre las almenas, pintan las armas en las puertas, appellidan todos por la calle: «¡Biva, biva el Emperador Helio Gábalo, hijo del buen Bassiano!» Esto hecho y pregonado, salió Helio Gábalo por la ciudad, no a pie ni cavalgando, sino en los hombros de los más honrrados y más ancianos de los exércitos, y llevava sobre su cabeça la corona imperial y en la mano el ceptro real, sobre los hombros la insignia que llamavan Augusta y delante sí el pendón del águila, porque en estas señales se conoscían los emperadores de Roma. Ya que las vanderas estavan puestas y las fuerças estavan tomadas por Helio Gábalo y que públicamente los del exército avían pregonado y rescebido a Helio Gábalo por su señor y emperador, luego allí les entregó la gran matrona Mesia todos sus thesoros, assí de plata como de oro, sin faltar de lo que avía offrescido una palabra, ni guardar para sí ni sola una joya. Quedaron los romanos tan contentos de la matrona Mesia, que a grandes bozes juraron y perjuraron allí luego de tener por madre a ella y por señor a Helio Gábalo y de matar al tyrano Macrino. [781]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo IV

De cómo el tyrano Macrino escrivió una carta a la gran matrona Mesia de que supo que ella le avía hecho privar del imperio.

Muy descuydado se estava el tyrano Macrino en la ciudad de Antiochía quando le descomponían a él del imperio en Fenicia; porque assí fue y assí es y assí será que, quando los príncipes viciosos están más en sus vicios rebueltos, entonces se les están urdiendo los grandes peligros. No avía diez y siete años Helio Gábalo quando fue alçado por emperador y, como llegó la nueva a Macrino (que estava en Antiochía) de lo que passava en Fenicia, tomóle muy gran risa y hazía dello burla, mayormente de que se certificó que Helio Gábalo era tan mochacho y que Mesia, su abuela, avía tramado todo aquello, a la qual él tenía por muger ambiciosa y bulliciosa. Los que estavan allí con Macrino, de que oyeron aver otro emperador nuevo y que todas las huestes romanas le avían besado la mano, avisáronle y rogáronle que no tuviesse aquel hecho en poco, sino que con grande y maduro consejo mirasse y pensasse en el remedio dello, porque ya podría ser que de tomarlo él de burla se quedasse el otro con el imperio de veras. Como naturalmente era Macrino ambicioso, orgulloso y superbo, pidió tinta y papel allí luego y escrivió una carta muy colérica de su propria mano a la matrona Mesia en esta manera:

Macrino Ancio, único Emperador y universal señor, a ti, la matrona Mesia, dessea poca salud a la persona y menos gracia con los dioses. [782]

Acá he sabido que en offensa de los dioses y en gran desacato mío has intentado con los de mi exército de hazer otro emperador romano, y bien paresce ser obra ésta de muger sediciosa y ambiciosa como tú eres, pues sabes bien que por miedo de tu lengua y por rebolvedora de la república te eché yo de mi casa.

También me dizen que el emperador que hazes es moço, es sacerdote, es espurio y es tu nieto; y a esto no ay que responder más de que a ti castigaré como a muger y a él como a niño, es a saber: mandando a él açotar y a ti hilar. Yo te juro a los immortales dioses, Mesia, que si me pones en necessidad de tomar en la mano la lança, yo te constriña a ti a poner en la cinta la rueca, porque a las mugeres como tú más honesto les es estarse en sus telares texendo que no andar por los reales amotinando.

También me dizen que has dado immensos thesoros a mis exércitos para que contra mí se amotinassen y a tu nieto en emperador eligiessen, y también esto como lo otro son hazañas de tus mañas, porque de ti sola y de otra jamás se dixo ni se dirá que robasse el Imperio para comprar el imperio. Si todos los príncipes passados te conoscieran como yo te conozco, ni dieran fe a tus palabras ni aun creyeran en tus fingidas obras; mas tú eras tan solícita en los servicios y tan entremetida en los negocios, que mandavas sus casas y desfrutavas sus haziendas. Muchas vezes te oý alabar que naciste en casa del buen Marco Aurelio y te criaste con Antonino Pío y moraste en las casas de Cómodo, de Pértinax, de Juliano y de Severo, esclarescidos príncipes que fueron; y si desto tú te acordaras, nunca tan grande maldad como has hecho hizieras, porque no puede ser en el mundo mayor alevosía que quien se crió en casa real haga trayción a persona real. Si por caso los dioses lo permitieren, mis tristes hados lo acarrearen, que en esta empresa yo pierda la honrra y la vida, séte dezir, Mesia, que los escriptores que de ti y mí escrivieren podrán con verdad dezir que el Imperio Romano vino a mis manos por electión y a las tuyas por trayción. Si tú fueras muger de honrra y de vergüença, no desonrraras tan públicamente a [783] tu hija Semiamira, la qual dizes que se echó con Bassiano y parió dél a esse moço que llaman Helio Gábalo, para el qual tú procuras agora el imperio, porque en las casas de los rostros vergonçosos y coraçones generosos en más se tiene una onça de honrra que todos los estados y riquezas de esta vida. No eres tú de éstas, ¡o, Mesia!, no eres tú déstas, sino que por vengarse de mí tu coraçón ravioso y por hazerle príncipe a tu nieto has levantado testimonio falso a Bassiano, has infamado la casa real de averse allí hecho el incesto, has deshonrrado a tu hija Semiamira de impúdica, has puesto mácula en la Emperatriz Julia de consentidora y has infamado a ti de encubridora. Pues era ya muerto Bassiano, era muerta Julia, era muerta Semiamira y era muerto Severo, ¿por qué quisiste, ¡o, traydora de Mesia!, desonrrar a tantos muertos por honrrar a un solo bivo? Agora conozco, ¡o, Mesia!, quán trabajoso y aun quán peligroso es tractar los hombres pacíficos con las mugeres bulliciosas y apassionadas como tú, las quales, como no tenéys hierro para herir en nuestras carnes, hazéysnos obras que nos infaman y dezísnos palabras que nos lastiman. Esta trayción y esta alevosía que tú has cometido contra mí yo espero de verme della vengado y mi coraçón muy satisfecho, porque es tan grave crimen el de la trayción que, si es de los hombres cometerla, es a cargo de los dioses de vengarla.

Dízenme también que esse tu nieto era sacerdote en el templo del dios Helio Gábalo, y en este caso yo no me entremeto ni hablo, pues la injuria no la hiziste a los hombres, sino a los dioses; mas junto con esto te osaré dezir que, pues le sacaste del templo a do estava a los dioses consagrado, nunca dél verás buen gozo, porque para tú hazer servicio a los dioses avía de príncipes hazer sacerdotes, y no de sacerdotes príncipes. Los dioses ninguna cosa nos piden de las que tenemos, mas si por caso alguna cosa les ymos a offrescer, no quieren después que se la tornemos a quitar; y a essa causa te digo y prophetizo desde agora, ¡o, Mesia!, que por aver sacado tú a tu nieto del templo sancto, él perderá el imperio y tú avrás menos el dinero. La confiança que tú tienes en la gente de guerra por averles [784] dado y repartido entre ellos tanto oro y plata, yo espero en los immortales dioses que todo te saldrá a burla, porque antigua costumbre es en las huestes romanas no dar el imperio al que mejor le meresce, sino al que mejor se le paga. La cosa que más en esta tu trayción siento, ¡o, Mesia!, es pensar que, siendo yo hombre y príncipe romano, me tomo con una muger, peleo con una muger y competo con una muger, porque no puede ser en el mundo ygual affrenta que yr hombre a tomar armas con quien no tiene sino palabras. Sea, pues, la conclusión que por aver tú nascido en el palacio del buen Marco Aurelio y por ser tu nieto Helio Gábalo, si tú quieres apartarte de essa locura y reduzirte a mi subjectión y obediencia, a ti alçaré el destierro y a Helio Gábalo, tu nieto, daré un consulado; donde no, a tiempo somos llegados tú y yo a do los hombres harán lo que pudieren y los dioses lo que quisieren. [785]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo V

De una carta que escrivió la gran matrona Mesia al tyrano Macrino en respuesta de la que él embió a ella.

Quando rescibió la carta del tyrano Macrino Mesia, estavan presentes su nieto Helio Gábalo y todos los más principales capitanes del exército, los quales todos la estuvieron de industria mirando a la cara, al tiempo que leýa aquella letra; y fue cosa de espantar y aun de notar que, viniendo la carta tan llena de malicias y tan poblada de lástimas, ni se demudó quando la leýa ni habló palabra después que la leyó. Sobre todos los hombres y sobre todas las mugeres de su tiempo tuvo dos excellencias la gran matrona Mesia, es a saber: gran solicitud en los negocios y suprema paciencia en los trabajos; y assí es que muchas vezes dezía ella que nunca se le perdió negocio por descuydo, ni respondió palabra a hombre enojado.

Helio Gábalo y todos los que con él allí estavan le rogaron mucho a la gran matrona Mesia que les leyesse aquella carta o les dixesse lo que venía en ella; mas ella ni se la quiso leer ni menos mostrar, diziéndoles que ella haría gran mal si entonces se la leyesse, y lo haría muy peor si después en su tiempo y lugar no se la mostrasse. Esto hecho, retraýda a solas Mesia, respondió a la carta que le embió Macrino en esta manera:

Mesia Fenicia, a ti Ancio Macrino, salud a la persona y consolación en los dioses consoladores te dessea.

No te desbendigo ni te maldigo en el principio desta mi [786] carta como tú me desbendixiste y me maldixiste en el principio de la tuya, porque mucho nos presciamos las personas que nos criamos en las casas reales de que nos alaben de bien criadas y no nos noten de maliciosas. La urbanidad y la benivolencia y la criança ninguna enemistad ha de aver para que se pierda, ni occasión para que se olvide, porque entre personas generosas y vergonçosas, aunque se hagan obras malas, no se suffre que se digan palabras feas.

Acordarte devieras tú, Macrino, que era yo muger a quien escrevías y que eras tú hombre el que me escrevías, y que si de mí te tenías por offendido y desacatado, te avías de vengar con la lança como generoso y no con la péñula como covarde. Las armas de las mugeres es la lengua, mas las del hombre no han de ser sino la espada o lança; y por esso dezía Severo, mi señor, que en el hombre era poquedad vengarse con las palabras y en la muger era liviandad quererse aprovechar de las armas. Será el caso que, pues tomas el officio mío, que es de hablar, tomaré yo el tuyo, que es de pelear, porque la gloria que tienes de aver muerto a tantos hombres la pierdas toda en morir a manos de una muger.

Dizes por tu carta que me desterraste de tu casa y me echaste de Roma por muger de mala lengua y rebolvedora de la república: séte dezir, Macrino, que no me pesa tanto de lo que me embías a dezir quanto de la occasión que me das a te responder, porque no podré satisfazer a tu maldad sin prosponer mi gravedad. Si yo fuera muger de mala lengua y rebolvedora de la república como tú dizes, ¡o, Macrino maldito!, ¿suffriéranme en sus palacios y tuviéranme en sus casas el buen Marco Aurelio, Antonino Pío y mi señor Severo? En los palacios de los príncipes y aun en las casas de los plebeyos, todos los vicios se cubren y se encubren, excepto el hombre reboltoso y deslenguado, el qual ni se puede suffrir ni tampoco absconder. A los immortales dioses pongo por testigos si en cincuenta y tres años ha que me crío y resido en palacios de príncipes, si nunca fuy en hazer mal a alguna persona ni de mi boca salió una mala palabra; y en esto verás que es verdad: en que era amada [787] de todos porque hazía por todos. Desterrásteme tú, Macrino, de tu palacio por tener más libertad de ser vicioso, que bien sabes tú y aun lo sabían todos en Roma que no podía caber so un tejado tu liviandad y mi gravedad.

Dizes en tu carta que a mi nieto Helio Gábalo has de açotar por ser mochacho y a mí has de embiar a hilar pues soy muger. A palabra tan descomedida y tan lastimosa como es ésta no se suffre responder sino que se ha de vengar. Si, quando escrevías tan feas y ynormes palabras a mí y a mi nieto, te acordaras quién yo era y quién tú eras (es de saber: que fue mi padre un cavallero de Fenicia y que fue el tuyo un herrero de Capua), avías de pensar que, embiándome tú a hilar la rueca, que te avía de embiar yo a soplar la fragua. A lo que dizes que más honesto me sería estarme en los telares texendo que no andar por los exércitos sobornando, como tú lo dizes assí lo he hecho yo, porque te hago saber que yo he tramado una tal tela, que ni tú la sabrás desatar de como ella está urdida, ni tampoco la podrás cortar, aunque la halles texida. Menester avías, Macrino, saber más y aun poder más para a mi nieto Helio Gábalo açotar y a mí hazer hilar; porque nosotros tenemos los pensamientos baxos y la fortuna alta, mas tú tienes la fortuna baxa y los pensamientos altos.

También dizes en tu carta que por hazer emperador a mi nieto Helio Gábalo repartí todos mis thesoros entre los del exército, y que de mí sola se dirá que robé el Imperio para comprar el imperio. A esto te respondo que avías dicho muy bien si, como eres tyrano, fueras emperador; mas yo el imperio no le compré para mi nieto, sino que le rescaté de ti, que eres un tyrano, y soy cierta que los padres del Sacro Senado aprobarán mi electión y descompornán tu tyranía. Pues dezir tú que robé el Imperio para comprar el imperio es muy gran maldad y no pequeña falsedad, pues sabes tú, Macrino, muy bien que para ser yo rica no tenía necessidad de robar la república, porque mi patrimonio era muy gruesso, mi marido me dexó mucho, Julia mi hermana me mandó su thesoro, Severo mi señor siempre me dava dinero, el cónsul Furio mi tío cada año me dava [788] un tanto, todos los por quien yo hazía siempre me presentavan algo, de manera que siempre tuve qué dar y nunca me vi en necessidad de pedir. Pues si esto es verdad como es verdad, siendo yo señora tan rica, ¿por qué tú, Macrino, me infamas de ladrona? Créeme tú, Macrino, que si yo me diera a cohechar y a robar como tú dizes las repúblicas de los príncipes, nunca yo cupiera en casa de los emperadores, mayormente que las princesas y grandes señoras como yo alegrámonos de hazer mercedes y affrentámonos aun de rescebir servicios. Estando como estavan los exércitos tan pobres, tan destroçados y tan mal pagados, si tú fueras hombre virtuoso y presumieras de limpio romano, no dixeras que mi liberalidad fue cohecho, sino que fue generoso socorro.

También dizes en tu carta que, aviéndome yo criado en la casa real, cometí trayción a la persona real. A esto te respondo, Macrino, que averme yo criado en la casa real confiéssolo, mas dezir que cometí trayción a persona real niégolo, porque quitarte a ti el imperio y darlo a Helio Gábalo es quitarlo a un traydor y darlo a un emperador, hijo de otro emperador. Llámasme tú a mí traydora, siendo tú el verdadero traydor, pues es ya notorio a todos que por tu consejo y mandado mató Marciano al Emperador Bassiano, el qual por tus enormes hechos tenía determinado de cortarte la cabeça y por esso tú le quitaste a él primero la vida; por manera que no llamarán traydora a mí porque eligí a Helio Gábalo, sino a ti porque mataste a Bassiano. Yo pongo por testigos a los dioses que agora lo veen y a los hombres que después lo sabrán: entre ti y mí ¿quál de nosotros es traydor, tú que mataste al Emperador Bassiano o yo que para vengar su sangre di todo mi thesoro? No has tú de dezir, Macrino, que la matrona Mesia es traydora a la casa real, sino que es vengadora de la sangre real. Descuydo sería de los dioses si tal permitiessen, y affrenta sería de los hombres si tal consintiessen, es a saber: que tú, Macrino, siendo hijo de un herrero, sobrino de un ollero, enemigo de Severo y aviendo muerto a Bassiano, estuviesse en tu mano el imperio, porque la honrra no está en tener el [789] imperio, sino en merescer ser emperador. Si tú fueras criado en la casa real y fueras de la sangre real y tuvieras el ceptro real, yo te obedesciera la primera y nunca contra ti hablara palabra; mas, siendo como eres un tan cruel tyrano y que contra voluntad de todos usurpas el imperio, yo espero de averme contigo de tal manera, que los muertos se den por vengados y los bivos por desagraviados. Pues tú, Macrino, me llamas traydora, assentémonos tú y yo a cuenta para ver quién y cómo, quándo y por qué cometí la alevosía, porque en cosa tan fea como es ésta que se me levanta, justa cosa es que sea oýda la triste Mesia. Si tú, Macrino, dizes que eres el señor de todos y el emperador de los romanos, razón es que muestres la toga, la muça, la corona, el cetro, la fortuna, el águila, el anillo y el sello; y aun también es razón que muestres quién te eligió, quién te pidió, quién te confirmó o quién te dio el imperio, porque si muestras alguna electión, yo confessaré mi trayción. La actión que yo hallo tener tú el principado es que mataste a Bassiano, te alçaste con el exército, robaste el thesoro, tyranizaste el Imperio y te hiziste llamar emperador, de manera que ni le alcançaste por justicia ni le uviste por herencia, sino que le robaste con tyranía.

También dizes por tu carta que, si mi nieto y yo te queremos dar la obediencia, alçarás a mí el destierro y a él darás el consulado. A esto te respondo yo que están ya las cosas tan al cabo, que no es tiempo de hablar en partido; y ya que uviéssemos de entender en esso, tú avías de tomar lo que te diessen y no escoger lo que quisiesses, porque los partidos en semejantes casos no los suelen hazer los traydores, sino los señores. A tan estrecho tiempo somos llegados tú y yo, Macrino, que los dioses y la fortuna y aun las armas han de declarar tu malicia y mi innocencia, tu tyranía y mi justicia, tu trayción y mi fidelidad, tu mentira y mi verdad, tu crueldad y mi zelo, tu soberbia y mi paciencia, tu alevosía y mi intención, lo qual hecho darán el imperio no al que lo quisiere, sino al que lo meresciere. [790]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo VI

De cómo el tyrano Macrino fue muerto en una batalla que uvo entre él y Helio Gábalo.

Escripta Mesia su carta y despachados los mensageros de Macrino con ella, fuese Mesia para los más principales capitanes del exército, a los quales todos les leyó la carta que Macrino le avía escripto y la que ella le avía respondido, y affearon todos las descortesías que dezía Macrino y loaron mucho la respuesta de Mesia. Como en su carta dezía Macrino que las huestes romanas no davan el imperio a quien más le merescía sino a quien mejor se le pagava, mucho se affrentaron y lastimaron los capitanes romanos de aquella palabra, y luego allí juraron y perjuraron una y muchas vezes que no satisfaría Macrino aquella injuria menos de con la cabeça. Mucho erró Macrino en desterrar a Mesia y mucho más en escrevirle aquella carta, y muy mucho más en dezir de los capitanes romanos aquella palabra, porque fue total occasión para que los exércitos cobrassen a Mesia más amor y que Macrino perdiesse con ellos el crédito. Deste exemplo tan notable deven tomar exemplo los príncipes y grandes señores que, quando sus pueblos o sus vassallos o criados estuvieren alterados o amotinados, miren mucho y muy mucho no sólo lo que hazen, mas aun lo que dizen y escriven; porque en los tiempos enconados y reboltosos a las vezes daña más una palabra o una carta que en otro tiempo una notable injuria.

Como la gran matrona Mesia estava del destierro affrentada y de la carta lastimada, ni dormía de noche ni parava de día, proveyendo lo que era necessario para la guerra y [791] despachando correos para Ytalia, porque su fin era de sustentar lo de Asia con armas y lo de Roma con cartas y promessas. Era la ciudad do estava Mesia de dos mil fuegos y hízola reparar y pertrechar de ingenios con que tirassen y baluartes con que se defendiessen, y más y allende desto mandó que los hombres más esforçados y los capitanes más escogidos se metiessen dentro para que a Macrino resistiessen y aun offendiessen. Quando Macrino leyó la carta que Mesia le escrevía y le dixeron los suyos que quando ella leyó la de Macrino ni se avía turbado ni palabra dicho, mucho le pesó a Macrino dello, porque tenía a la matrona Mesia en possessión que las injurias sabía mucho dissimular y después vengar.

Era prefecto del exército de Macrino uno que avía nombre Juliano, y a éste embió Macrino con toda la más gente que pudo a do estava Mesia y su nieto Helio Gábalo, y diole por mandato que trabajasse mucho de tomarlos bivos por cumplir en ellos lo que avía prometido y jurado, es a saber: que a Mesia avía de hazer hilar y al nieto mandar açotar. Era Juliano capitán animoso y valeroso, y como pusiesse cerco sobre la ciudad do estava Mesia y la tuviesse a su parescer en más estrecho que ella estava, dándole un día un combate muy rezio, acordó de subir él mismo por el muro, el qual apenas uvo subido quando los de Mesia le cortan luego allí la cabeça y la cuelgan de una almena. Otro día que esto passó, mandó llamar Mesia a ciertos capitanes de Macrino, los quales como sobre seguro se allegassen y hablassen cabe el muro, díxoles ella: «Lo que os quiero dezir, amigos, es que miréys quál está sobre aquella almena el triste de vuestro capitán Juliano, y que digáys a vuestro amo Macrino que aquella lança es la rueca con que yo hilo y aquella cabeça es la maçorca que yo devano.» Quando llegó la nueva a Macrino del desastre que avía acontescido a su capitán Juliano y oyó lo que la matrona Mesia avía dicho a los de su exército, dizen que dixo a boz en grito: «Llegados son mis hados, venida es mi hora y acabada es mi fortuna.» Cayó sobre el coraçón de Macrino tan grande miedo, que luego començó de tractar en secreto con la matrona Mesia de partir el imperio con su nieto Helio Gábalo; [792] mas ella, como estava tan apercebida y aun lastimada, ni lo quiso hazer ni aun lo amó oýr, diziendo que ya que se uviesse de partir el imperio, avía de ser con otro emperador y no con un traydor.

Visto por Macrino que ni le aprovecharon los offrescimientos que hizo, ni las palabras que dixo, ni los medios que tomava, ni las riquezas que dava a Mesia y a su nieto, acordó de tentar otra vez la fortuna por ver si hallaría alguna mejoría en ella; porque es tan variable la fortuna, que muchas vezes hiere sin que amenaze y otras vezes amenaza y no hiere. Recogidas y pagadas todas las huestes que tenía Macrino en torno de Antiochía, fuese para Fenicia y assentó su real muy cerca de do estava la matrona Mesia y su nieto Helio Gábalo, los quales embiaron a dezir luego a Macrino que no tomasse trabajo de combatirles el pueblo, que dentro de muy breves días saldrían a darle la batalla al campo. Dos exércitos romanos y dos emperadores romanos estavan en Fenicia los unos contra los otros, y la parte de Macrino cada día más se disminuýa y deshazía, y la de Helio Gábalo crescía y prevalescía, a causa que muchos de los que venían con Macrino se passavan al campo de Helio Gábalo, porque a la hora que sabían que era hijo de Bassiano, le reconoscían por emperador y le besavan la mano por señor.

En los muchos que cada día se le yvan, y en las palabras dobladas que le dezían, y en el servicio tibio que le hazían, y en el poco y pocos que le acompañavan, y en el tibio pelear que peleavan, conosció claramente Macrino que no sólo no avría victoria de sus enemigos, mas aun que andava vendido entre los suyos. Acordó, pues, Macrino de mostrar buen coraçón a los suyos de pelear y por otra parte siempre estava apercebido para huyr, en que todas las vezes que yva a las escaramuças y salía a los rebatos cavalgava en cavallo ligero y yva disfraçado. Como fuesse avisada Mesia que el tyrano Macrino tenía más ojo a salvar la vida que no la honrra ni la hazienda, proveyó que de súbito le saliessen a dar la batalla, la qual, aunque por ambas partes fue bien ensangrentada y no poco porfiada, al fin fue el tyrano Macrino vencido y en una aldea por do yva huyendo descabeçado. [793]

Éste, pues, fue el fin del tyrano Macrino, al qual duró el dominio romano quatorze meses y diez días; y fue tan cruel, allende de ser vicioso, que le llamavan los suyos no Macrino, sino Marcelino, que quiere dezir carnicero, porque según la sangre humana que derramava, más parescía ser carnicero que no príncipe romano. [794]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo VII

De una carta muy notable que escrevió la gran matrona Mesia al Senado romano, pidiéndoles la confirmación del imperio para su nieto Helio Gábalo.

Muerto y descabeçado el tyrano Macrino, luego los dos exércitos que estavan contrarios se hizieron a una y, dado caso que los unos avían seguido a Helio Gábalo y los otros a Macrino, parescióle a la matrona Mesia de no poner en disputa quáles avían sido traydores ni quáles eran fieles, diziendo que era más tiempo de ganar voluntades que no de vengar injurias. Aunque en todas las cosas passadas se mostró la matrona Mesia ser muy sabia, en ésta más que en todas se mostró ser prudentíssima, porque (hablando la verdad) en los tiempos reboltosos y en los pueblos bulliciosos no se han de occupar los príncipes en castigar, sino en apaziguar y assossegar. Todos los capitanes del tyrano Macrino que escaparon de la batalla a do él murió y ellos se perdieron, visto que la matrona Mesia mandó por edicto público que ninguno fuesse osado de llamarlos traydores ni dezirles feas palabras, ellos todos se fueron de su propria voluntad a reconoscer a ella por señora y a besar la mano a Helio Gábalo por emperador.

Supremo fue el gozo que tomó la matrona Mesia de verse vengada del tyrano Macrino y de ver que los dos exércitos reconoscían por señor a su nieto Helio Gábalo, y paresciósele esto bien, en que siendo ella ya en edad de sesenta y seys años no parescía tener quarenta. Aunque la matrona Mesia tenía por seguro el imperio de su nieto Helio Gábalo, lo uno [795] por ser ya muerto su enemigo Macrino y lo otro por averle besado la mano el un exército y el otro, proveyó en que Helio Gábalo no se intitulasse universal señor ni único emperador hasta que de los romanos fuesse rescebido y del Senado confirmado. No seys días después que esto passava en Fenicia, despachó la matrona Mesia una solenne embaxada para Roma, y de secreto dio a los embaxadores muchas joyas que repartiessen entre los del Senado y que de su parte les hiziessen grandes offertas para en lo futuro, a fin de atraerlos a su propósito con las joyas y de entretenerlos con las esperanças. Esto hecho, escrivió Mesia al Senado una carta assaz bien escripta en esta manera:

Mesia Fenicia al Sacro Senado de Roma: salud y gracia.

A varones tan illustres en hazañas y tan graves en doctrinas como soys vosotros, Padres Conscriptos, cosa os parescerá muy nueva osar una muger escrevir al Sacro Senado de Roma, del qual affamado nombre los dioses se espantan y los hombres tiemblan. Las cosas que con mis embaxadores os embío a dezir, ni porque yo sea muger y pueda poco las avéys de tener en poco, porque no son los hombres tan prudentes que no yerre alguno, ni son las mugeres tan inábiles que no acierte alguna. Las cosas que en esta carta leyéredes y las que de boca de mis embaxadores oyéredes, yo os juro por los dioses immortales y por los sepulchros de mis mayores que todas son verdaderas y no fingidas, porque en una señora como yo menos infamia le sería ser impúdica que no ser mentirosa. A Marco Aurelio, mi señor, oýa yo dezir siendo niña que en las mugeres siempre andavan juntas verdad y castidad, y que nunca muger verdadera fue sino casta y que nunca muger mentirosa fue sino impúdica.

Algunos de los que agora soys bivos os acordaréys quando la Emperatriz Julia, mi hermana, vino a ser muger del Emperador Severo, y cómo vine yo en su compañía a palacio, en el qual yo estuve largos años servida de muchos y perseguida de hartos, porque en los palacios de los príncipes, como van allí todos a medrar, no se occupan sino en [796] unos a otros perseguir. Aunque en los palacios de los príncipes que estuve fuy perseguida, infamada y embidiada, a los immortales dioses ruego que el tractamiento que yo hize entonces a los que me querían mal, aquél y no otro me hagan agora los que me quieren bien. En cincuenta y tres años que estuve en varios palacios de príncipes, nunca quité a nadie la habla, nunca dixe palabra lastimosa, nunca reñí a nadie con yra, nunca perjudiqué a nadie en la fama, ni nunca tomé de injuria vengança, porque en las casas de los príncipes ninguno puede medrar si no sabe suffrir. Esto que aquí relato, Padres Conscriptos, no es porque me loéys, sino para que me creáys, porque si no está bien acreditada mi persona, de ningún effecto será mi embaxada.

Hablando más en particular, digo que bien sabéys cómo ha muchos años que con el Emperador Bassiano salimos de Roma yo y mi hermana Julia, y al fin después que el traydor de Macrino mató a nuestro Emperador Bassiano, sintiólo tanto la sinventura de su muger Julia, que se murió de pura tristeza. No quiso fortuna quitarme a mí la vida quando dio la muerte a mi hermana Julia, y esto no lo hizo ella por me querer olvidar, sino por más me lastimar; porque en los grandes peligros y infortunios, si entonces con algunos dissimula fortuna, no es tanto por honrrarlos entonces quanto por vengarse dellos después. De la muerte de Bassiano, mi señor y vuestro emperador, si como fue en mi mano llorarle fuera también deffenderle, o nunca fuera muerto, o ya fuera resuscitado, que a la verdad, aunque Bassiano era moço, vano, liviano, absoluto y dissoluto, era por otra parte paciente, suffrido, callado y piadoso; y pudiera ser que, en cargándole más la vejez, olvidara los vicios de la moçedad. Ni ay que confiar de hombres cuerdos ni que desconfiar de moços livianos, pues no vemos otra cosa cada día sino que muchas vezes haze llevar fruta la edad a quien no pudo hazer llevar hojas la razón. El que de hecho puso las manos en Bassiano fue el malvado de Marciano, mas el que se le mandó matar fue el traydor de Ancio Macrino, hombre por cierto baxo de condición, infame en la vida, obscuro en el linage, ydiota en las letras, [797] descomedido en las palabras, vicioso en las costumbres y tyrano en todas sus obras.

Bien veys, Padres Conscriptos, que a un hombre tan infame era infamia tenerle por príncipe, porque en los grandes estados y señoríos no abasta que los príncipes sean esforçados, sino que sean también honrrados, es a saber: en las personas dispuestos y en las sangres yllustres. Ninguna cosa destas avía en el tyrano Macrino, el qual, allende de ser en el linage obscuro, en la vida infame, en la condición cruel, en las palabras doblado y en las promessas fementido, tenía la cara negra, el cuerpo pequeño, los pies estevados y los ojos vizcos. No se contentó Macrino con matar a Bassiano, sino que usurpó también el imperio, y por añadir maldad a maldad, juró y perjuró en las aras del templo sacro que no le avía él muerto, de manera que el pérfido Macrino, no contento con el homicidio, fue también perjuro. Como los dioses sean tan justos en pagar a los buenos y no descuydados en castigar a los malos, y que la electión que avían hecho los hombres no la avían confirmado los dioses, dímonos acá tan buena maña Helio Gábalo, mi nieto, y yo, que al tiempo que el tyrano Macrino estava más rebuelto en los vicios de Antiochía le cortamos la cabeça, por manera que Asia quedó libre de la tyranía y la muerte de Bassiano bien vengada. Los exércitos, que estavan derramados, descontentos, divisos y mal pagados tenémoslos nosotros recogidos, contentos, pagados y unidos, y lo que más es de todo, que en tiempo del tyrano Macrino nadie en toda Asia osava nombrar a Roma y agora todos le hazen obediencia, no ay quien contra ella tome lança ni aun abra la boca.

También quiero, Padres Conscriptos, que sepáys en cómo siendo bivo y después de muerto Macrino eligieron los exércitos en emperador a mi nieto Helio Gábalo, la qual electión no quiero negaros que la desseé, la negocié, la procuré y aun la compré, porque me parescía que, estando el Imperio en manos de un tyrano como era Macrino, no era comprarle sino rescatarle. Si en esta venta del Imperio tengo culpa, yo quiero obligarme a toda pena, [798] mas quiero que sepáys que le compré de mi dinero y públicamente y de vuestro exército y de un tyrano y fuera de Roma y en tiempo rebuelto y para el hijo de Bassiano; y digo para el hijo de Bassiano, el qual por justo título el imperio heredara si Macrino no se le occupara. No me paresce, Padres, que seré yo digna de culpar, ni menos de castigar, pues con mi industria y propria hazienda pagué vuestros exércitos, assossegué a Asia, maté al tyrano, rescaté el Imperio y sobre todo vengué la muerte de Bassiano y di la herencia que le pertenescía a su hijo. Según vuestros exércitos acá dizen y allá os escriven, estavan tan pobres y destroçados, que más se puede con verdad dezir que los socorrió mis dineros que no que les soborné sus votos; porque los más dellos, como no tenían ya qué comer ni vestir, se andavan por los montes a saltear y por los pueblos a hurtar.

Pues mi nieto es hijo de Bassiano, nieto de Severo y el moço paresce de suyo ser bien inclinado, no me paresce que erramos en le eligir y aun vosotros no erraréys en le confirmar, porque en la biveza paresce al padre y en el ánimo al abuelo. Tampoco reprobaréys esta electión en dezir que mi nieto ha sido mal criado y peor doctrinado, que como sabéys no se crió en los vicios, sino en los templos; no con hombres profanos, sino con sacerdotes honestos; no salteando caminos, sino offresciendo sacrificios; no derramando sangre, sino lágrimas; no andando dissoluto, sino estando recogido; no persiguiendo a los hombres, sino sirviendo a los dioses. Desde niño muy niño offrescí yo a mi nieto Helio Gábalo a los immortales dioses en el templo, y allí le enseñaron a ser manso, casto, callado, suffrido, sobrio, piadoso y recogido; y si por caso fuere después otro del que es agora, serlo ha él por la libertad que terná, mas no por la doctrina que aprendió. Todos los príncipes passados fueron eligidos solamente de los hombres, mas mi nieto eslo de los hombres y de los dioses, porque yo le crié para offrescer sacrificios y los dioses me lo tomaron para governar reynos.

Loáysos mucho los romanos que a Quinto Cincinato le sacastes para ser ditador de donde estava arando; pues más [799] es de loar mi nieto, que estava en el templo orando, porque de mayor excellencia es el que ora delante de los dioses que no el que ara en pos de los bueyes. En los tiempos passados siempre en Roma el sacerdocio fue diviso del imperio, mas agora veys lo que nunca vuestros antepassados vieron, es a saber: que el sacerdote sea Emperador y el Emperador sea sacerdote, por manera que con el sacrificio nos reconciliará con los dioses y con el imperio nos deffenderá de los enemigos. Immensas gracias hemos de dar, Padres Conscriptos, a todos los dioses, pues nos dieron emperador que sabe orar y puede pelear, que, como sabéys, pocas victorias se alcançan por lo que pelean los hombres, sino por lo que disponen los dioses.

Aunque la electión de mi nieto fue por los exércitos hecha y es de creer que fue por los hombres confirmada, ni quiero que rija el Imperio ni aun que se firme emperador hasta que por vosotros sea vista y por todo el Sacro Senado confirmada, porque yo no tengo por emperador al que obedescen en Asia, sino al que aman en Roma. Pues este mancebo Helio Gábalo es hijo de príncipe, nieto de príncipe, sobrino de príncipe, hermano de príncipe y electo en príncipe, hemos de presumir que será buen príncipe, porque muy grande obligación tiene a ser bueno el que desciende de muchos buenos. En quanto yo biviere trabajaré mucho que sea tal su vida qual yo le di la doctrina y criança; y si fuere malo después de yo muerta, no será entonces mía la culpa que, como sabéys, Padres Conscriptos, no ay culpa que culpe a los ya muertos, ni ay disculpa que disculpe a los que son bivos. [800]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo VIII

De cómo el Senado romano aprobó la electión de Helio Gábalo y se conosció luego en él que avía de ser malo.

Llegados los embaxadores a Roma, y dada su embaxada, fueron muy espantados todos los del Senado, y aun todos los de pueblo, de saber las hazañas que Mesia avía hecho en Asia y de oýr la carta que avía escripto a Roma, de la qual se sacavan muchos traslados y se embiavan a otros pueblos. En muy gran confusión se vieron en Roma sobre determinarse en lo que les embiava a pedir la matrona Mesia, porque los del Senado temían lo que adelante podría hazer, y a esta causa dilataron tanto la respuesta, que los embaxadores se quexaron al tribuno de la república. Por letras de sus embaxadores fue avisada la matrona Mesia de la dissensión que avía entre el Senado y el pueblo acerca de la electión y confirmación de su nieto Helio Gábalo, y determinóse de partir luego de Asia y venir a Ytalia con determinación y juramento que hizo de constreñir a los del Senado a que hiziessen por fuerça lo que no avían querido hazer de grado. Como supieron los del Senado que la matrona Mesia partía de Asia y venía a Roma, y que no traýa intención de negociar sino de pelear, acordaron de aprobar la electión de Helio Gábalo, su nieto, mandando por públicos pregones que dende en adelante todos le tuviessen por su señor y le obedesciessen como a emperador. Si los del Senado tuvieran en Ytalia a su gente de guerra y tuvieran en Roma de quien hazer cabeça, nunca aprobaran la electión que de Helio Gábalo avían hecho los de Asia, porque a la madre [801] dél tenían por impúdica, a la abuela por absoluta y a él por dissoluto.

Quando los del Senado aprobaron la electión de Helio Gábalo, ya la matrona Mesia venía camino de Asia para Roma, la qual como lo supo, detúvose en los confines de Grecia porque para tornar atrás estava lexos y para navegar a Ytalia era muy tarde. Passado el invierno, luego a la primavera navegó Mesia para Ytalia y se fue derecha para Roma, a do fue muy bien rescebida y no menos festejada, aunque es verdad que al principio fue de los romanos más temida que no amada; mas era ella tan astuta y tan suffrida, que sabía muy bien dissimular las injurias y agradescer los servicios. Fue tan cuerda y tan prudente Mesia, que ni en gesto, ni en palabras, ni en obras, ni en secreto, ni en público conoscieron en ella estar con alguno mal, ni quererle hazer mal, sino que a todos los tractava como a hijos y los honrrava como a hermanos. Estavan todos en Roma tan contentos de la gravedad que tenía en el hablar y de la honestidad que mostrava en el bivir, que se juntaron un día los del Senado con los del pueblo y le fueron a rogar con mucha instancia fuesse servida de tomar la mano en la governación de la república, pues tenía de governar tanta experiencia y estava su nieto el emperador en Asia. A esta demanda les respondió Mesia: «Mucho os agradezco, Padres Conscriptos, lo que me dezís, mas a mí no conviene hazer lo que me rogáys, porque a las mugeres pertenesce parir emperadores y a los hombres governar los imperios.»

Quando estas cosas passavan en Roma, estava Helio Gábalo en Fenicia, esperando la respuesta de su abuela Mesia, la qual como le escriviesse que ya le avían rescebido en Roma por señor y declarado por emperador, vínose luego a Antiochía, con intención del año siguiente passarse en Ytalia. Como se vio Helio Gábalo salido del templo y confirmado en emperador, y fuera de tutores y absente de su abuela, y que tenía libertad para hazer lo que quisiesse, luego se conosció en él que avía de ser muy malo y que si algún bien avía hecho, avía sido fingido, porque las malas inclinaciones que tienen los moços puédense por algún tiempo dissimular, mas puestos en libertad no las pueden encubrir. La primera [802] insolencia y liviandad que Helio Gábalo hizo en Asia fue que se vistió una ropa texida de oro y seda y algodón y lino y lana, la qual era larga hasta los pies, sembrada toda de perlas y piedras presciosas, y púsose en la cabeça una corona a manera de thiara y en las muñecas traýa axorcas y en las orejas chocallos, de manera que a los simples dava que mirar y a los vanos que dezir y a los cuerdos de que se espantar. En todo aquel invierno no se occupó sino en deprender a tañer flautas, gaytas y tamborines, y a baylar como pastores, a cantar como bárbaro, a burlar como juglar, de manera que qual pensó tener adelante la vida, tal buscó para sí la escuela.

Venido, pues, el principio del verano, partióse Helio Gábalo para Roma y salióle su abuela Mesia a rescebir al puerto de Hostia, y de que vio al nieto tan libre en el bivir y tan peregrino en el vestir, rescibió grandíssima affrenta por los romanos que yvan con ella y uvo muy grande enojo de los privados que venían con él. Como la matrona Mesia era tan sabia en lo que aconsejava y tan cuerda en lo que hazía, llamó al nieto en secreto y rogóle mucho que en ninguna manera fuesse osado de entrar con aquella vestidura en Roma, porque podría ser que viéndole en hábito peregrino se escandalizasse y alborotasse el pueblo. Bien oyó Helio Gábalo lo que su abuela le aconsejó, mas no hizo nada de lo que le rogó, y fue esto para ella muy grande affrenta y no poca pena, porque oýa ella a sus orejas, y aun se lo dezían los romanos en su cara, quán contrario era lo que hazía su nieto a lo que ella dél les avía desde Asia escripto.

Fuese Helio Gábalo para Roma en la qual fue rescebido con mucha solennidad y alegría de toda la gente común de la república (dezimos de la gente común y no honrrada), porque todos los nobles y patricios romanos, como le veýan tan presumptuoso en el mandar, tan pressuroso en el hablar, tan vorace en el comer, tan peregrino en el vestir y tan liviano en el andar, no se hartavan de sospirar y menos de murmurar. Como dixesse un senador a la matrona Mesia que por qué no mandava a su nieto Helio Gábalo que dexasse aquel vestido peregrino, respondióle ella con un muy grande sospiro: «No me pesa a mí tanto de su vestido peregrino quanto [803] de las malas costumbres que ha tomado, porque la ropa podémossela hurtar, mas las costumbres malas no se las podemos mudar.» Para celebrar unas fiestas que llamavan quirinales, hizo matar Helio Gábalo muchos animales, las assaduras de los quales mandó que llevassen encima de las lanças los más ancianos y más honrrados del Senado, de manera que no pensava él que hazía poca honrra al que dava una lança y una assadura. Visto por la matrona Mesia que su nieto Helio Gábalo se yva cada día más y más empeorando, y que el pueblo se yva dél escandalizando, y que a ella no la quería creer ni menos reverenciar, acordó de dexar a Roma y tornarse a Fenicia a do ella avía dexado su casa y aun su riqueza. [804]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo IX

De muchos vicios que tuvo el Emperador Helio Gábalo.

Querer por menudo contar los vicios del Emperador Helio Gábalo sería obligarnos a agotar el río Nilo o a vadear al gran Danubio, porque son tantos y tan feos y escandalosos, que sería vergüença escrevirlos y tiempo malgastado leerlos. De los muchos escreviremos algunos pocos, y de los feos escreviremos los menos desonestos, porque vean los que leyeren esta escriptura quán culpados fueron en Roma en tener y suffrir por emperador a tal bestia, porque no sólo no era para governar república, mas aun que estava en él muy mal empleada la vida. Escrivimos su mala vida para que también sepan su mala muerte, porque, según dezía el divino Platón, aunque los hombres las culpas que otros cometen dissimulan, no por esso los dioses sus injurias perdonan.

Ya que este infelice príncipe fuesse tan vicioso y tan absoluto y dissoluto, de lo que más nos hemos de espantar dél es cómo no se cansava jamás de ser malo y vicioso, porque, si cansan las virtudes, también empalagan los vicios. En tomando Helio Gábalo el imperio, luego hallaron en su casa cabida todos los mentirosos, fementidos, juglares, chocarreros y maliciosos, a los quales ni negava la entrada de su cámara, ni los secretos de su casa. Holgávase mucho Helio Gábalo en representar la fábula de Paris el troyano y de la diosa Venus, y de tal manera se vestían él y los otros que la representavan, que al mejor tiempo que estavan en la fábula se les caýa de sobre sí toda la ropa que tenían vestida, por manera que a todos los hombres graves davan que dezir y a todos los livianos que reýr. [805] Cosa era ésta no sólo indigna de la hazer, mas aun escandalosa para delante un príncipe representar, porque a los príncipes y grandes señores no abasta que sean honestos, sino que delante dellos no se hagan ni se hablen desonestidades.

Celebrava cada año una fiesta que en griego se llamava Salabona, la qual fiesta durava tres días, en el primero de los quales se sangravan y lavavan, y en el segundo callavan y sospiravan, y en el tercero se vestían y holgavan en memoria de Adonides, el mayor enamorado que uvo en el mundo; y el fin desta fiesta era representar qué trabajos, sospiros, dolores, favores y disfavores passan los enamorados hasta venir a gozar sus muy desseados amores.

Tuvo Helio Gábalo en su cámara a un mancebo que llamavan Zótipo, en el cuerpo y rostro muy hermoso y en las costumbres y condiciones muy corrupto, porque era en lo que dezía mentiroso, en lo que tractava doblado, en lo que prometía fementido, en lo que assentava perjuro y en lo que pensava malicioso. Muchas vezes fue avisado Helio Gábalo de lo que dezía y de lo que hazía Zótipo; mas como reynava en él más la affectión que no la razón, no sólo no le quería de sí apartar, ni lo que dél le dezían creer, mas aun las burlas contava por gracias, los engaños por bivezas, los tráfagos por diligencias, las travessuras por donayres y las malicias por subtilezas. Muy digno era Zótipo de ser castigado y mucho más merescía Helio Gábalo, su amo, ser reprehendido; porque los príncipes y grandes señores, si las culpas de sus criados y privados tienen licencia de dissimularlas, no la tienen de aprobarlas, que de buena razón ninguno ha de ser al príncipe tan accepto, que públicamente ose ser malo.

Al tiempo de su comer, muchas vezes mandava venir allí filósophos y oradores, los quales disputavan no de los cursos naturales, sino de los fornicios impúdicos. Quando con él negociavan embaxadores, o senadores, o otras personas graves, estava jugando de manos y guiñando a otros los ojos, de manera que los negociantes se yvan corridos y no respondidos. En caso de mugeres no perdonava a matronas, a casadas, a vírgines, ni biudas, sino que todas las que bien le parescían o [806] las alcançava o las infamava. En el comer y cenar no tenía orden ni tiempo señalado, sino que muchas vezes pedía de comer en quebrando el alva y otras vezes puesto ya el sol. En el bever era también desordenado, a causa que unas vezes bevía vino; otras, agua; otras, cerveza; otras, sidra; otras, agua cozida; otras, agua dorada; otras, agua estilada; y aun otras vezes no bevía sino cozina.

En la manera del comer ni tenía auctoridad ni guardava gravedad, porque unas vezes comía assentado en silla, otras en vanco, otras andándose passeando, porque dezía él que de aquella manera comía y digería. Naturalmente dormía poco a causa que era flaco de cabeça, y lo que dormía dormíalo a do se le antojava, es a saber: en el templo, en el Senado, en la huerta, en el vaño, en la cama y aun en la plaça, de manera que a ninguna cosa se sabía hazer fuerça de todo aquello a que la sensualidad le inclinava.

Inventó Helio Gábalo en Roma una manera de fiesta que llaman Festum vindemiarum, que quiere dezir «la fiesta de las vendimias», la qual fiesta fue tan dissoluta y tan vergonçosa al parescer de la república, que jamás después se consintió celebrar en Roma. Era muy amigo de jugar a la pelota, y quando tenía enojo de algún senador viejo o de algún romano anciano y honrrado, embiávale a llamar para jugar, con el qual algunas vezes jugava tanto, que se yva después el triste a su casa cansado, sudado, brumado, y aun a las vezes de sus dineros despojado. Era muy amigo de jugar a la vallesta, en especial que hazía conveniencia con los truhanes en que a tantos passos le esperassen en sus traseras tantos tiros, a los quales él embiava bien pagados y bien lastimados. Pocas vezes yva a los templos, no era amigo de hombres sabios, jamás le veýan leer en los libros, aborrescía mucho los negocios, era descuydado de pagar ni aun de corregir los exércitos, dávase poco por tener amigos ni enemigos; finalmente era amicíssimo de su opinión y mortal enemigo de la razón. [807]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo X

De cómo su abuela del Emperador Helio Gábalo le escrivió al nieto una carta muy lastimosa.

La gran matrona Mesia, como supo en Asia los muchos vicios a que se dava su nieto Helio Gábalo en Roma, escrivióle una carta en esta manera:

Quando tú, hijo mío Helio Gábalo, partiste de Asia para Roma, tales nuevas pensé yo oýr de ti, que alegraran a tu república y a mí dieran muy gran gloria; mas, según lo que oyo acá y me escriven de allá, allá das a todos que murmurar y a mí acá bien que llorar. Sesenta y seys años ha que en este mundo nascí, en los quales enterré y lloré a mi padre Torcato y a mi madre Aristima y a mi hermana Philys y a su marido Tharso. También enterré y lloré a mi marido Arístipo y a mi hijo Lucio Franco y a mi hija Dolobela y a su marido Marciano. También enterré y lloré al buen Emperador Marco Aurelio y a la Emperatriz Faustina, mi señora, en cuya casa yo nascí y en cuyo palacio yo me casé. También enterré y lloré al Emperador Cómodo y al Emperador Pértinax y a Annio Pastor, mi tío, y a Mirtha, mi tía, y a Camillo, mi nieto, y a Jojana, mi bisnieta. También enterré y lloré al Emperador Juliano y al Emperador Severo, mi único señor y famoso emperador. También enterré y lloré al infelice de tu padre, mi muy caro y muy desseado hijo, cuyo nombre no oso ni me osan mentar, porque, en nombrándolo, me tomo a llorar.

He querido, hijo, traerte a la memoria a todos estos tus antepassados para que veas quán poca razón ay que llore yo a los que soys bivos, pues he llorado toda mi vida a [808] tantos muertos. Quando tú naciste a hurtas y yo te abscondí y encubrí; quando yo te saqué de Roma y te truxe a Grecia; quando yo te hize aprender las letras griegas y criarte con hombres sabios; quando yo te offrescí al dios Helio Gábalo y te hize ser sacerdote en su sagrado templo, pensé yo, hijo, que todo esto era para más descanso de mi vegez y no para llorar tus moçedades. En esto conozco quán desplomados son los juyzios de los dioses del parescer de los hombres, en que los dioses determinan uno y los hombres tienen pensado otro, lo qual ha acontescido a ti y a mí, ¡o, hijo Helio Gábalo!, porque las moçedades que hazes y los vicios que tienes no sólo pensava yo que no los avías de cometer, mas aun que ni por el pensamiento te avían de passar. Quando yo te puse con el gran sacerdote Gorgias y te hize vestir de la vestidura talar y tú oravas cada día a los dioses y cada semana offrescías los sacrificios en los templos, pensava yo que avías de ser un dechado de virtudes y no, como agora eres, un prodigio de todos los vicios.

Si tú quisiesses mirarlo, muchas cosas te combidan y aun te obligan a ser bueno y ninguna a ser malo, es a saber: ser hombre racional, aver sido sacerdote, ser tu nascimiento en Roma, ser agora emperador, averte criado en mi casa y descender de sangre tan generosa y limpia, porque mucho combidan a los hombres a hazer lo que deven acordarse de dó descienden. Créeme, hijo mío, que a menos costa y a más descanso serás virtuoso que no vicioso; porque los vizios aplazen al cuerpo quando se cometen y atormentan al coraçón después de cometidos, mas las virtudes no dan tanta pena quando las obramos quanto dan de plazer después que a los vicios resistimos. No sé yo qué fortuna adversa ha sido la tuya o qué tristes hados han sido los míos, pues te crié verdadero y sales mentiroso, te crié casto y sales impúdico, te crié sobrio y sales vorace, te crié recogido y sales traviesso, te crié vergonçoso y sales absoluto, y lo que es peor de todo, que ni temes offender a los dioses ni de escandalizar a los hombres.

Ya que no fuesses bueno por no offender a los dioses que te criaron y por no escandalizar a los hombres con [809] quien bives, devríaslo de ser por no enojar a mí, triste vieja de tu abuela, pues sabes que te compré el Imperio a poder de dineros que saqué de mis arcas y a peso de lágrimas que lloré de mis entrañas. Bien sabes tú, hijo mío, que por hazerte a ti príncipe romano di a los templos grandes dádivas, offrescí a los dioses immensos sacrificios, di a los pretorianos todos mis thesoros, hize a los sacerdotes grandes offertas, embié a los senadores riquíssimas joyas; y no es nada esto, sino que si fuera possible, yo diera mi sangre a los immortales dioses para que tú fueras uno dellos.

Si erré en comprarte el Imperio, mucho más errara en hazerte uno de los dioses, pues no ay virtud que en ti se halle ni vicio que en ti falte. Hiziéronte los dioses hermoso de rostro, elegante en cuerpo, rezio de fuerças, docto en las letras, diestro en las armas, animoso en el coraçón, delicado en el juyzio y en los peligros esforçado; mas ¿qué aprovechan todas estas gracias, pues eres tan enemigo del parescer ageno y tan enamorado de tu parescer proprio? Sigues la vanidad como liviano, sigues la sensualidad como loco y sigues la edad como moço, las quales cosas puédense por algún tiempo dissimular, mas no se pueden mucho suffrir, de manera que o el imperio se ha de perder entre tus manos o tú has de morir dentro de breves días. La silla del imperio, como está consagrada a los dioses, no suffren mucho tiempo en ella estar malos príncipes, lo qual podrás ver en Thiberio, Calígula, Claudio, Nero, Galba, Otho, Vitello, Domiciano, Cómodo, Juliano, Bassiano, Nigro, los quales todos uvieron tan mal fin, que por do entró el hierro de sus enemigos, por allí salió el ánima de sus carnes. ¡Ay de mí, triste sinventura, hijo mío Bassiano, que desde agora lo tengo ya tragado y también lo ten tú por dicho, que pues eres discípulo de sus malas costumbres, que también has de ser immitador de sus desastradas muertes!

Siendo yo muy niña oý dezir a Marco Aurelio, mi señor, que los immortales dioses más aýna matavan a los malos príncipes que no a los otros hombres que eran malos; porque un hombre malo es solamente malo para su casa y persona, mas un mal príncipe bive en daño de toda la república. [810] Edad y abilidad tienes, hijo mío, para ser bueno, y si quieres, bien puedes dexar de ser malo, porque los dioses en nuestras manos pusieron el abraçar las virtudes o el tropeçar en los vicios. No por más te compré el Imperio de porque en ti se resuscitasse la memoria del buen Emperador Antonino Pío; mas ¡ay de mí, ay de mí!, que tengo miedo, y aun lo tengo por cierto, que, como se acabó en Nero el generoso linage de los Césares, se acabará también en ti el limpio linage de los Antoninos.

En los tiempos que estuve allá en Roma lo conoscí, y después que estoy acá en Asia lo he visto, que en dicha de un bueno se levantan muchos y en desdicha de un malo se acaban otros. Dízenme que en tu casa y cámara tienen mucha entrada y familiaridad hombres de mala vida y de poca prudencia, y tales hombres como éstos son en las casas de los príncipes muy peligrosos y muy perniciosos, porque los tales querrán que sigas los consejos que te dieren y que les dissimules los excessos que hazen. Si tú eres malo y los que cabe ti andan son malos, ¿cómo ternás ojos ni osadía de castigar a ningún malo? Para reformar a los otros primero has de reformar a ti, y para castigar a los otros primero has de castigar a tus criados; porque de ser los privados de los príncipes dissolutos vienen a ser los de su república absolutos.

En tiempo de Marco Aurelio, mi señor, vi su casa llena de virtuosos, y en tiempo de su hijo Cómodo vi su palacio poblado de viciosos, y séte dezir, hijo, que quales estavan sus casas, tales andavan sus repúblicas. Si quieres bivir quieto y no andar siempre desassossegado y sospechoso, ten en tu casa y compañía hombres honestos, graves y cuerdos, porque los hombres honrados y prudentes en las casas de los príncipes auctorizan con sus personas y aprovechan con sus consejos. Agora sino nunca te podrás alçar a tu mano para dexar de ser malo y obligarte a ser bueno, porque de todo lo passado echaríamos la culpa a la mocedad, mas si no lo hazes, echarla hemos a tu vanidad y liviandad. Mucho haze al caso ser el príncipe de buena vida para ayudarle a governar bien su república, porque los súbditos que tienen príncipes virtuosos immitan lo que veen y hazen lo que les mandan. [811]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo XI

De algunas leyes que hizo en Roma el Emperador Helio Gábalo.

Algunas leyes hizo el Emperador Helio Gábalo, de las quales algunas fueron buenas, otras razonables y otras ni buenas ni malas, sino livianas, porque según él dezía, tanta auctoridad tienen los príncipes en sus reynos como los dioses en los cielos.

Hizo ley que ninguna virgen vestal hiziesse voto de castidad, sino que estuviesse en su libertad de se encerrar y de se casar, porque dezía él que las mugeres eran muy flacas para guardar votos y que cada hora estavan de varios paresceres y acuerdos.

Hizo ley que ninguna muger biuda pudiesse casarse dentro del año que muriesse su marido, lo uno porque llorasse bien al que murió y lo otro porque pensasse bien en el que avía de tomar.

Hizo ley que ninguna carne, ni pan, ni vino, ni fruta se vendiesse en Roma a ojo, sino por peso o medida, porque dándose las cosas a peso y medida, dan por ellas lo que merescen y no lo que piden.

Hizo ley que todos los sastres, al tiempo del hazer las ropas, las tomassen por peso, porque no pudiessen hurtar ninguna cosa del paño.

Hizo ley que ningún mancebo que estuviesse debaxo de governación de padre o madre o ayo pudiesse dar ni tomar ni jugar dinero, porque se presumía que el tal, pues no avía heredado, que lo avía malbaratado o lo avía hurtado.

Hizo ley que todas las donzellas se pudiessen casar después [812] que uviessen cumplido los veynte y cinco años, si sus padres no las quisiessen casar, porque dezía él que los buenos padres más cuydado avían de tener de remediar a una hija que de criar diez hijos.

Hizo ley que los días que en Roma fuessen festivos o uviesse públicos regozijos no enterrasen públicamente los muertos, diziendo que era muy mal agüero para la república si al tiempo que reýan unos començavan a llorar otros.

Hizo ley que ningún romano fuesse osado de echar de su casa a algún siervo, esclavo o cavallo o otro qualquier animal, aunque fuesse un perro, por causa que fuesse viejo o estuviesse enfermo, diziendo que para esso sirven los hombres dende que son moços: para que los socorran quando fueren viejos.

Hizo ley que a los ladrones no les diessen la pena que mandassen los censores, sino la que quisiessen los dueños de los hurtos, diziendo que era tan gran delicto el que cometían los ladrones, que por manos de todos merescían ser castigados.

Hizo ley que ningún ciudadano romano fuesse osado de arrastrar, empozar, degollar, o ahorcar a ningún esclavo suyo por delicto que hiziesse, diziendo que a los dioses y a los príncipes sólos pertenescía matar y a todos los otros no más de castigar.

Hizo ley que, si alguna muger casada cometiesse adulterio con algun pariente o amigo de su marido, no la pudiesse castigar ni denostar, provando ella que el marido le avía algunas vezes traýdo a él primero a casa, diziendo que la muger naturalmente es de suyo flaca y que, puesta en occasión, no tiene ninguna resistencia.

Hizo ley que libremente todos los que morassen dentro de los muros de Roma se pudiessen apartar el marido de la muger y la muger del marido, después que uviessen estado juntos seys años, diziendo que, pues a un hombre se le haze largo tiempo mudar vestidura de año a año, no es mucho que mude muger de seys en seys años.

Hizo ley que en toda Roma no uviesse botica a do se vendiessen medicinas compuestas, sino que solamente se vendiessen materiales simples y yervas benditas, porque dezía él que [813] las bodegas avían de ser boticas y las boticas bodegas, pues en las bodegas no avía sino vinos nuevos y en las boticas medicinas viejas.

Hizo ley que todos los que se uviessen de casar en Roma se casassen con sus yguales, es a saber: mercader con mercader, platero con platero, escudero con escudero y rústico con rústico, porque dezía él que por casarse los hombres con sus desiguales se esfuerçan más de lo que pueden y gastan más de lo que deven.

Hizo ley que quando en Roma se quemasse alguna casa fuessen todos los circunvezinos a socorrerla, so pena que al vezino que se le provasse no la aver ydo a socorer contribuyesse después para ayudarla a tornar hazer.

Hizo ley que, en caso de amores, si alguna muger se dexasse servir y se diesse a rescebir, tornasse lo que avía rescebido o cumpliesse con su enamorado.

Hizo ley que las alcahuetas fuessen ásperamente castigadas si las tomassen hablando con las donzellas, mas que, si se provasse que de voluntad le dieron tres vezes la puerta, que la tal alcahueta quedasse sin culpa, porque dezía él que la muger que huelga de oýr y se dexa servir indicios son para presto caer.

Otras muchas leyes hizo Helio Gábalo, según ponen sus hystoriadores, indignas de escrevir y no muy púdicas para leer. [814]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo XII

De cómo se casó tres vezes y hizo casar a los dioses.

Después que Helio Gábalo vino de Asia, un año estuvo sin se casar en Roma, el qual passado se casó con una romana, hermosa en rostro y generosa en sangre, y bien paresció que se casó con ella más por ser hermosa que generosa, porque apenas passó un año quando con ella hizo divorcio. No sólo le quitó la honrra y la echó de su casa y le tomó todas las joyas y ropas, mas aun la constriñó que a hilar y texer públicamente ganasse su vida.

Repudiada la primera muger, enamoróse de una de las vírgines vestales y sacóla del templo y casóse con ella públicamente, del qual hecho el Senado se entristesció y toda Roma se escandalizó, porque aquellas vestales estavan offrescidas en el templo a los dioses y tenían jurado y votado de ser perpetuamente vírgines. De que supo averlo todo el pueblo tanto sentido y los senadores dello murmurado, subió un día al Senado y díxoles que no estuviessen tristes por averse casado con la virgen vestal, que aquél, si era peccado, era peccado humano; y que, pues él era sacerdote, no le convenía tomar sino muger sacerdotisa; y que si esto no abastava, abastasse que él era supremo príncipe y emperador, a la grandeza del qual pertenescía hazer las leyes y que no tenía obligación de guardarlas. Más de un año y menos de dos estuvo casado con esta virgen vestal, a la qual no menos que a la del primero matrimonio dio libello de repudio, y vino la triste muger a tanta miseria y pobreza, que si la otra lo ganava a hilar, ella lo ganava a adulterar, por manera que [815] de virgen consagrada y de emperatriz generosa vino a ser muger pública.

Casóse la tercera vez con una matrona romana y biuda, y para esto tomó occasión diziendo que descendía del linage de Cómodo y que ya no quería tomar muger sino que fuesse en sangre muy alta y en hermosura única y en condición discreta. Muchas vezes dezía Helio Gábalo cómo algún príncipe podía acertar en el primero matrimonio, porque si la muger que tomava era en condición baxa, teníala en poco; si era fea, aborrescíala; y si era nescia, matávala.

A tanta demencia vino Helio Gábalo, que no sólo burló de los matrimonios humanos, mas aun burló de los matrimonios divinos, porque se determinó de casar públicamente a su dios Helio Gábalo, y que con otra diosa celebrasse y consintiesse matrimonio. Fue, pues, el caso que la cosa que los romanos tenían en Roma más guardada y reverenciada era la ymagen de la diosa Pallas, la qual dezían aver caýdo del cielo sobre los muros de Troya, y a esta ymagen mandó Helio Gábalo sacar del templo do estava abscondida y llevarla a su casa, y desde el día que se truxo de Troya nunca ojos humanos la vieron hasta aquel día. Hizo hazer un carretón de plata todo sobredorado y encima mandó poner a la diosa Pallas vestida de ropas muy ricas y cargada de joyas preciosíssimas, y los bueyes que llevavan el carro el uno era blanco sin tener mancha de negro y el otro era negro sin tener mancha de blanco. Yva Helio Gábalo con una vara o aguijada delante del carro guiando los bueyes y llevava buelta la cara hazia el carro, de manera que por tener siempre a la diosa delante caminava hazia atrás. Como sabían los romanos que Helio Gábalo avía de ser aquel día el carretero, proveyeron en que desde las casas imperiales hasta el templo se hiziesse un ancho y arenoso camino, porque caminando hazia atrás, ni hallasse en qué tropeçar ni menos pudiesse caer. Llegados todos al templo, toman al dios Helio Gábalo y a la diosa Pallas, y cásanlos y júntanlos en uno como marido y muger, y hiziéronles en medio del templo una cama muy rica en la qual durmieron juntos la noche toda.

Mucho pesar tomaron todos los romanos de ver hazer a [816] Helio Gábalo estos desatinos, porque presumiendo ellos como presumían de ser tan grandes cultores de los dioses, parescíales que en hazer aquellos casamientos era hazer burla dellos y que podría ser que lo que él hazía de burla pagassen ellos de veras. Ya que los dioses eran casados, quiso Helio Gábalo regozijar los casamientos, y para esto mandó que se hiziessen o jugassen los juegos circenses lurules, en los quales mandó matar infinitas bestias, y ora fuessen buenas, ora malas, constriñó a todos que comiessen dellas, por manera que comieron carnes de leones, ossos, lobos, pardos, tygres, rinocerontes, onças, cavallos, asnos, perros, bueyes, búffanos y otros animales, excepto de puercos, y esto no porque no los mataron, sino que en Fenicia do él se crió no los comían. Ya que las fiestas eran acabadas y todos los juegos hechos, quiso Helio Gábalo mostrar la grandeza de su ánimo y la riqueza de su persona, y fue en que subido encima de las gradas más altas del templo derramó entre los que le miravan gran muchedumbre de dineros y arrojóles también muchas joyas de sus thesoros, y por tomarlas los unos antes que los otros hiriéronse y ahogáronse y matáronse muchos, y no fue tan pequeño el daño, que no fue muy mayor la tristeza que uvo en Roma y en toda Ytalia por los muchos que murieron, que no el plazer que uvieron por los dineros que cobraron. [817]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo XIII

De cómo vendía los officios y de muchas liviandades que hizo.

Todos los officios de justicia y del Senado, assí como censores, ediles, pretores, tribunos, centuriones, todos los vendía y baratava, por manera que no el más virtuoso, sino el que dava más dineros llevava mayor officio. Era costumbre en Roma que no se eligiessen los senadores si no fuessen en linage patricios y en edad por lo menos de cincuenta años, y eligió él los más dellos de personas baxas, assí como de hortolanos, olleros y sastres, y otros que eran tan mancebos que no passavan de veynte años. No sólo vendió los officios de la república, mas aun los de la governación de su casa, assí como officio de porteros, mayordomías, cozineros, despenseros, camareros y contadores; y de aquí se siguió que después él los quería muchas vezes despedir porque le hazían mal servicio y ellos poníanselo a pleyto, diziendo que se lo avían comprado por dineros.

Siendo él sacerdote en Fenicia, tenía dos carreteros que le traýan piedra para el templo, los quales se llamavan Protógenes y Gordio, y a estos dos después que fue emperador sacó de carreteros y los llevó consigo a palacio y fueron muy acceptos a su servicio. Embió Helio Gábalo personas que por toda Ytalia y Roma le truxessen los más generosos y hermosos mochachos que se hallassen en ella, y que viniessen con ellos no sólo los padres y madres, mas aun los tíos y abuelos y abuelas. Juntos, pues, gran muchedumbre de mochachos en Roma, mandó que los llevassen al templo del dios Helio Gábalo y que los sacrificassen allí todos, y assí fue hecho, que los [818] degollaron cabe las aras de los dioses y después abriéronlos y sacáronles las entrañas, estando presentes los padres que los engendraron y las madres que los parieron. Mucho se indignaron todos los de pueblo de ver la crueldad que hizo con aquellos niños Helio Gábalo, porque, según dezían ellos, sacrificar a los dioses tan crueles sacrificios más pertenescía a la crueldad de los bárbaros que no a la clemencia de los romanos.

Presciávase él que antes del imperio immitó a Apieron, varón virtuoso, y después que vino al imperio immitava a Nero, príncipe que fue muy vicioso, diziendo que la mitad de la vida se avía de despender en virtudes y la otra mitad en vicios, porque de otra manera, estando siempre en un ser, no seríamos hombres racionales, sino animales brutos.

Mandó que se jugasse el juego de las suertes y, para ponerlo en effecto, hizo que echassen en las suertes uno siete camellos, otro siete moscas, otro siete libras de oro, otro siete cavallos, otro siete perros, otro siete búffanos, otro siete arañas, otro siete grullas y otro siete lechugas; y mandó que cada cosa déstas se partiesse en quatro partes, de manera que a ninguno pudiesse caber una parte entera, es a saber: un cavallo o un búffano, sino un quarto. Llegado el día que se avían de echar las suertes, mandó que se hiziessen pedaços todos los animales, assí grandes como pequeños, y cúpole a él por suerte un quarto de cavallo y otro quarto de mosca y otro quarto de araña y otro quarto de lechuga y otro quarto de perro, mas no le cupo ningún oro, ni plata, ni plomo. El primero que inventó este juego de suertes dizen que fue Helio Gábalo, y después passaron muchos tiempos en Roma que no se jugó aquel juego, porque les paresció a los romanos que era juego en que aventuravan a las vezes mucho y el plazer y provecho era poco.

Por maravilloso y muy subtil artificio hizo hazer unos vaños de vino y mandó traer cient cueros henchidos de viento y subieron él y otros cient mancebos encima de los cueros, y allí jugavan y peleavan unos contra otros; y como el vaño estava hondo, aunque no era de agua, y los golpes que se davan passavan de burla, fue el caso que, dellos ahogados [819] y dellos mortalmente heridos, allí quedaron más de los treynta muertos.

Supo Helio Gábalo que los sacerdotes de Marsella sabían tomar y encantar serpientes, aunque fuessen grandes y ponçoñosas, y luego embió por ellos, y como tomassen dellas muchas y muy ponçoñosas, mandó juntar todo el pueblo en unos juegos y echólas entre todos, las quales mordieron a muchos de tal manera, que les costó la vida. Muchas mugeres delicadas y otras señoras preñadas que no pudieron huyr, fue no pequeña lástima ver lo que les acontesció aquel día, es a saber: que apenas quedó ninguna que no fuesse mordida o espantada o muerta o que no malpariesse la criatura de que estava preñada.

Era Helio Gábalo muy amigo de truhanes y holgávase y conversava mucho con ellos, y acaesció que en una fiesta que se celebrava por mayo, como truxessen la víspera antes veynte carros de rosas y las echassen en una cámara para la fiesta de otro día, hizo a los truhanes echar entre aquellas rosas y como fuessen muchas y ellos no pudiessen ressollar entre ellas, allí perdieron los tristes las vidas. No poco después de la muerte déstos, le vinieron a Helio Gábalo otros truhanes algo desgraciados y mandó atarlos a una añoria y traerlos arriba y abaxo como arcaduzes de agua, y de seys que eran, los quatro escaparon descalabrados y los dos quedaron allí ahogados.

Públicamente burlava de los senadores, de los quales dezía él muchas vezes que no eran senadores romanos, sino esclavos bien vestidos. Quando era passada gran parte de la noche y pensava él que estavan los romanos en lo más profundo del sueño, embiava a llamar a los que eran más viejos y regalados, y esto más lo hazía él para desvelarlos que no para aprovecharse de sus consejos, porque era de su natural condición amigo de dar un gran sinsabor al que sentía que estava en algún gran plazer. Las camas en que él dormía todas eran de plata pura y, quando venía el invierno, mandávalas afforrrar de pellejos de liebres; y las colchas que le echavan encima de la cama eran de plumas de perdiz, y las plumas solamente se tomavan de las que nascían so las alas, porque le dezían los [820] médicos que el calor de aquéllas era apropriado para confortar el celebro y resistir la perlesía.

Como una vez, estando Helio Gábalo comiendo, se moviesse plática del trabajo y peligro que tenían los potrosos, mandó registrar quantos avía en Roma y llamarlos a todos, diziendo que tenía çurujanos griegos para curarlos, a los quales después de venidos mandó que se desnudassen y delante dél se vañassen, y como de hazer tal cosa se excussassen y a hazerlo por fuerça los constriñessen, muchos dellos que eran generosos y vergonçosos se echaron de cabeça en el vaño vestidos y los sacaron después ahogados. Avía un lugar en Roma diputado para todos los que querían tomar plazer, dentro del qual tenía cada uno libertad de jugar lo que tuviesse y burlar de quien quisiesse, y en aquel lugar mandava muchas vezes Helio Gábalo adereçar una cama en la qual se estava todo el día echado, no para corregir a los burladores, sino para incitar o inventar algunas burlas. [821]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo XIV

De muchas maneras de combites que hazía y de las burlas que en ellos inventava.

Dionisio el tyrano, Apio el tribuno y Miscenas el romano fueron en sus tiempos muy notados de glotones en el comer y de muy derramados en el bivir, a los quales tres sobrepujó Helio Gábalo en todos los géneros de vicios, en especial en el vicio de la gula, porque naturalmente fue en el comer curioso, costoso y goloso. Nunca comía sino en mesas de plata, ni se assentava sino en sillas labradas de plata y de oro y de unicornio, y el aparejo de ollas, caços, assadores, cucharas y otras cosas de cozina, todas eran de plata y todos sus cozineros andavan vestidos de seda. Tenía muy grandes artificios para que le aderaçassen manjares en todo tiempo muy sazonados; en especial fue muy curioso en comer los manjares muy calientes en invierno y bever el vino muy frío de verano. Muchas vezes usava comer crestas de gallos assadas y lenguas de pavones fritas y lenguas de ruyseñores cozidas; y destas cosas avía de aver en su mesa tanta abundancia, como si no pidiera más de carnero o vaca, por manera que ni parescía ya ruyseñor por los sotos ni se hallava pavón en los pueblos. También comía otras vezes una pepitoria compuesta de cabeças de papagayos, de sesos de tordos, de huevos de perdiz, de higadillos de pavones y de pechugas de faysanes; y para comer deste manjar tomavan sus officiales todos los papagayos que sabían hablar y todos los tordos que en jaulas sabían cantar. Combidó una vez a unos embaxadores y con ellos a otros muchos senadores, a los quales dio a comer no otra cosa sino veynte differencias de manjares todos hechos de [822] barbas de barbos, y fueron tantos los barbos que para aquel combite se pescaron, que se loava él a la mesa dar manjar que nunca en Roma se avía comido ni después se podría comer, y esto dezía él porque no se hallarían más a pescar.

Truxeron a Helio Gábalo unos perricos presentados de Mauritania y comían con él a la mesa y dormían en su cama, y no les dava a comer otra cosa sino higadillos de ansares bravas y mollejas de abutardas, y esto hizo él por vengarse de un enojo que le hizieron sus caçadores, dándoles malos días y noches en caçar para los perros. Quando era alguna gran fiesta o tenía algunos notables combidados, al mejor tiempo que estavan comiendo o beviendo o dançando, hazía por su palacio soltar a los leones y a los ossos y a algunos toros bravos; y, aunque la cosa se hazía por burla, muchas vezes parava en veras, porque algunos de los combidados, como estavan más afforrados de vino que no cargados de hierro, o caýan muertos o quedavan mortalmente lisiados.

Queriendo celebrar la fiesta del dios Genio, que era el dios de su nascimiento, combidó al Senado y obligóse a darles de comer palominos criados dentro del agua de la mar y darles también por manjar el ave fénix, que es sola ave y única en el mundo, y para esto obligóse a darles estas aves o cient libras de oro en recompensa dellas, y al fin dio los palominos marinos, mas no dio el ave fénix.

Tenía en su huerta una muy grande alverca de agua algo honda, y muchas vezes después que avía comido hazía nadar a los que le venían a visitar o con él negociar o que con él avían comido; y, como dixesen algunos que no sabían nadar, hazíalos entrar en el agua y traer nadando por la barba, y al mejor tiempo hazía señas que los soltassen, de los quales algunos se ahogavan y otros llenos de agua escapavan.

En todos los veranos hazía traer a su palacio gran muchedumbre de nieve, y ésta era en tanta cantidad, que no parescía lo uviessen de la sierra traýdo, sino que allí avía nevado; y puédese esto creer porque, al tiempo que venían los calores y se començava la nieve de su casa a derretir, tan ferozes arroyos llevava por las calles de Roma, que no dexava casa ni torre ni pared fuerte que no derrocava. [823]

Quando los príncipes romanos celebravan algunas fiestas, al tiempo del cenar, si era de noche, no encendían velas ni hachas de cera, sino unos candiles de azeyte; y Helio Gábalo, por ser extremado en todo, en lugar de azeyte hazía quemar en los candiles bálsamo, y a las vezes hallóse por verdad valer sin comparación más el bálsamo que se quemava que los manjares que dava.

Dentro del ámbito de su palacio hizo un hedifficio ni muy costoso ni muy curioso, con una puerta falsa y poblóle de malas mugeres para que allí acudiessen sus amigos y criados; y no sin falta de malicia fueron al Senado las otras mugeres públicas, al qual pidieron licencia para hazer de su ramería palacio, pues Helio Gábalo hazía de palacio ramería. Quando estava cabe la mar, no comía pescados sino de los ríos, y quando estava cabe los ríos no comía pescados sino de la mar, y esto más lo hazía él por curiosidad que por necessidad.

En el gasto de las cenas y en la muchedumbre de los manjares y en la curiosidad de los servidores y en los géneros de los vinos sobrepujó Helio Gábalo a Vitello y a Apio y a todos los otros golosos, porque se escrive dél que en la más pobre cena gastó doze mil sextercios, que pueden valer mil ducados.

Para burlar a los combidados hazía traer, en lugar de vancos, fuelles de herreros y, como se assentassen innocentemente en ellos, al mejor tiempo que estavan comiendo los combidados hazía muy subtilmente que se deshinchassen para que ellos en el suelo cayessen, por manera que muchas vezes començavan la comida assentados a la mesa y la acabavan echados en el suelo.

Hizo Helio Gábalo unas conveniencias con sus criados, y fue que buscassen todas las arañas que avía en Roma y todas las telas dellas, y que por cada libra les daría cierta summa de dinero, y en muy breve espacio le truxeron diez mil libras de arañas y de telas, y dezía él que avía hecho esto para que viessen todos quánta población avía en Roma, pues se hallavan diez mil libras de arañas en ella.

Secretamente mandó Helio Gábalo caçar cincuenta [824] cántaros de moscas, las quales traýdas a su palacio, combidó a unos romanos a comer, y como fuesse verano y tiempo de gran calor, al mejor tiempo que estavan comiendo hizo desatapar las moscas, las quales como estavan hambrientas y se vieron en libertad, dieron sobre los combidados como sobre real de enemigos, por manera que los combidados echaron a huyr y las moscas se assentaron a comer.

El día de la gran fiesta de su dios, estando todo el Sacro Senado y todo el pueblo romano offresciendo sacrificios en el templo, hizo soltar de súbito entre la gente cient gatos y diez mil ratones y cient galgos y mil liebres, y proveyó que se cerrassen por defuera las puertas del templo porque no se fuesse ninguno, y fue tan grande la pelea que truxeron los gatos con los ratones y los galgos con las liebres, que más paresció aquel día yr allí a burlar de los dioses que no a offrescerles sacrificios.

Combidava muchas vezes Helio Gábalo a sus truhanes y aun a otros chocarreros, y después que se assentavan a la mesa hazíales poner panes y carnes y frutas y otros manjares presciosos, y éstos eran no verdaderos para que los pudiessen comer, sino pintados en tablas para los poder ver y tocar, y lo que es más, que a cada manjar que les ponían pintado, avían de bever y se lavar las manos como si de comer estuvieran suzios.

Hizo una vez un combite público en el campo Marcio, para el qual hizo venir ocho hombres calvos y ocho gotosos y ocho vizcos y ocho tuertos y ocho negros y ocho gordos y ocho flacos y ocho gigantes y ocho enanos; y a los gotosos hazía comer en pie, a los gigantes ponía las mesas baxas y a los enanos muy altas, y a los tuertos ponían el manjar hazia el ojo tuerto y a los gordos hazía que, estando en pie, que comiessen en el suelo, y a los negros mandava que, atadas atrás las manos, comiessen con las bocas, por manera que a cada combidado le entrava lo que comía en mal provecho.

Concertaron él y otros romanos viciosos un género de combite muy monstruoso, y fue que se pusieron seys dellos encima del Capitolio y seys en su palacio y seys en el monte Celio y seys en la torre de Adriano y seys tras Týberin y seys a [825] la puerta Salinaria, y tenían sendas trompetas en las manos y todos comían de un manjar y avían de bever de un vino y a un mesmo tiempo, y entre manjar y manjar avían de lavarse las manos y adulterar con sus amigas, y porque supiessen los unos lo que avían de hazer los otros tocavan entre sí las trompetas y instrumentos.

Helio Gábalo y otros doze de sus amigos, los quales eran todos casados, ordenaron por orden de comer cada día unos en casa de otros y al que cabía la suerte avía de dar doze manjares que comiessen y doze géneros de vinos de que beviessen y doze mugeres hermosas con que holgassen, y el día que le cupo a Helio Gábalo dio los doze manjares y los doze vinos, y como los tenía ya borrachos, hízolos acostar ascuras con unas esclavas negras, feas, pobres y muy viejas. [826]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo XV

De otros vicios que tuvo y de cómo tomó a su primo Alexandro por compañero en el imperio.

Era Helio Gábalo muy barbado y nunca se hizo la barba a navaja ni a tigera, mas tomava un ungüento que se llamava ti?lotro, con el qual untándose la barba se caýan los pelos y quedava como si la rayera con navaja. La cámara do él dormía y el corredor do se passeava y la sala do comía y un cenadero do negociava no lo avían de barrer con escobas de esparragueras ni de palmas, sino con una escoba de hilos de oro, y al que dava aquel officio era uno de los principales de su palacio. Quando alguna vez quería andar o passearse un poco a pie, avía de ser no sobre tierra dura, sino sobre arena dorada. No se contentava Helio Gábalo con que sus çapatos fuessen de seda ni de brocado, ni de tela de oro, ni de oro de martillo, sino que las suelas eran de unicornio y de oro de Nilo y las capelladas eran de perlas y piedras riquíssimas, por manera que valían más los çapatos de Helio Gábalo que las coronas de Julio César ni de Augusto. Era muy amigo de traer anillos en los dedos, y unas vezes los traýa de hierro, otras de cobre, otras de plomo, otras de ámbar y otras de cuero, por manera que para mostrar este príncipe más su demencia, los çapatos traýa de oro y los anillos de cordován.

Viniéronle una vez diez naos de Alexandría cargadas de muchas y de muy presciosas riquezas, y como supo que eran al puerto de Hostia surgidas mandó a los marineros que las barrenassen en secreto con fin que se fuessen a lo hondo; y como le retraxessen esto en el Senado, respondióles que en [827] esto verían su poca cobdicia: en que las riquezas de la tierra gastava y las que venían por la mar anegava.

Era Helio Gábalo pródigo y curioso, no sólo en lo público, mas aun en lo secreto y no necessario, porque el orinal era de unicornio y el servidor de oro fino. Quando le acontescía salir de Roma, no salía con menos de seyscientos carros, los quales todos no yvan cargados de arcas ni baxillas ni ropas ni de otras cosas a las personas reales necessarias, sino de mugeres, de truhanes, de músicos, de caçadores, de pescadores, de vinos exquisitos y de vituallas inauditas; porque él nunca salía de Roma a visitar los pueblos o a conquistar enemigos, sino a buscar algunos lugares muy deleytosos do con más libertad se pudiesse dar a los vicios. Como le dixesse un senador que por qué gastava tanto, respondióle él: «Amigo, hágote saber que ninguno hereda a otro sino en la muerte, y por esso quiero yo hazer heredero a mí mismo de mismo en la vida.» Queriendo Helio Gábalo en todo y por todo bivir al revés de todos los otros hombres del mundo, acordó de hazer del día noche y de la noche día, y fue el caso que quando amanescía cerravan las puertas de su palacio y se yva él acostar, y quando anochecía las abrían y le davan a él de vestir. Muy arrepisos estavan todos los del exército en averlo por emperador eligido y también lo estavan los del Senado por aver su electión acceptado y aprobado, porque era tan voluntarioso en todas las cosas, que no se contentava con ser vicioso en todos los vicios humanos, sino que se presciava y desvelava por inventar otros nuevos.

Mesia, abuela que era de Helio Gábalo, la qual le avía procurado o, por mejor dezir, comprado el imperio, harto le avisava y persuadía a que fuesse bueno; mas estava ya él en la maldad tan obstinado y a los vicios tan hecho, que se dava muy poco por lo que sus amigos le aconsejavan, ni por lo que dél sus enemigos dezían. De que vio su abuela Mesia que ni aprovechavan palabras buenas que le dezía ni grandes amenazas y miedos que le ponía, acordó de poner los ojos en otro nieto que tenía, que se llamava Alexandro, para que muerto el uno succediesse el otro; porque ella por dicho se tenía que, según los muchos vicios del Helio Gábalo, muy en breve se acabarían los días de su imperio. Como era Mesia [828] anciana, aguda y experimentada, tales palabras dixo a Helio Gábalo que le persuadió a que tomasse a su primo Alexandro por compañero en el imperio, la qual electión aprobó de muy buena voluntad el Senado y fue muy grata a todo el pueblo, y dende en adelante, aunque obedescían a Helio Gábalo, el amor todo lo tenían con su primo Alexandro.

Por parte de los egipcios vinieron unos embaxadores a Roma con los quales vinieron ciertos sacerdotes, nigrománticos y adevinos, y con estos habló Helio Gábalo en muy gran poridad, rogándoles le dixessen qué tanto duraría su vida y qué tal sería su muerte, porque bien sospechava él que eran muy pocos a los que era grato y eran infinitos los que le tenían odio. Bien alcançaron los sacerdotes egipcios la infelice y infame muerte que Helio Gábalo avía de aver, mas no quisieron o no osaron públicamente se lo dezir, sino que solamente le dixeron que lo que ellos hallavan por sus artes era que, qual fuesse su vida, tal sería su muerte. Con lo que él sospechava de antes y con lo que oyó de aquellos nigrománticos entonces, tuvo creýdo que su vida sería breve y avría muerte muy desastrada. Púsose Helio Gábalo a pensar entre sí qué géneros de muertes le podrían dar sus enemigos, y halló que o le avían de degollar o de ahorcar o de despeñar o de empozar o darle con que muriesse ponçoña, y con determinación que una destas muertes le darían sus enemigos, acordó de hazer él mismo los instrumentos.

Fue, pues, el caso que hinchó una alverca de agua rosada para si le uviessen de ahogar, y al pie de la torre de su casa puso arenas de oro para si le uviessen de despeñar, y hizo hazer sogas de seda retorcida para si le uviessen de ahorcar, y mandó hazer espadas y puñales de oro para si le uviessen de degollar, y hizo una buxeta de unicornio en que tenía ponçoña para con que al tiempo de la necessidad se uviesse de matar; porque, según él dezía, poco se le dava de morir si con tales y tan generosos instrumentos le uviessen de matar. Muy al contrario de sus pensamientos le succedió todo esto a Helio Gábalo, assí en morir quando no quería como en darle el género de muerte que él no pensava, porque cosa es muy notoria a todos, que ni podemos alargar la vida quanto desseamos, ni menos desviar la muerte que aborrescemos. [829]


<<< / >>>

Una década de Césares / El Emperador Helio Gábalo
Capítulo XVI

De la enorme muerte que uvo el Emperador Helio Gábalo.

Después que Helio Gábalo tomó por compañero en el imperio a su primo Alexandro, fue muy arrepiso de averlo hecho, a causa que veýa muy a la clara que todos amavan al otro y aborrescían a él, y determinóse muy determinado de privar a Alexandro de la honrra y como pudiesse quitarle la vida. Mamea, madre que era de Alexandro, como sintió que Helio Gábalo tenía gran odio a su hijo, traýa sobre él muy gran guarda para que no anduviesse solo, ni trasnochasse fuera de casa, ni se acompañasse con hombres sospechosos, ni comiesse de los manjares presentados, ni passasse por lugares peligrosos, porque sabía ella que para matarle Helio Gábalo no buscava occasión sino que esperava oportunidad.

De que vio Helio Gábalo la mucha guarda que la abuela y la madre tenían sobre Alexandro, fuese un día al Senado y persuadióles con dulces palabras y después mandóles so graves penas que quitassen a Alexandro el nombre de césar que le avían dado, la qual demanda oýda por todos los del Senado abaxó cada uno la cabeça y no le respondieron ni sola una palabra. De que vio que el Senado no quiso hazer lo que él quería, escrivió una carta a los prefectos y más principales de los exércitos para que supiessen que dende en adelante a Alexandro ni le avían de honrrar ni menos de servir como a césar; mas los exércitos, visto que aquello procedía no de aver culpa en Alexandro, sino de sobrar en él malicia, no sólo no obedescieron a sus mandamientos, mas aun ni [830] respondieron a sus cartas. De que no pudo persuadir a los senadores ni constreñir a los exércitos, acordó de sobornar a los criados y officiales de Alexandro, a los quales prometió muchas mercedes y dio muy grandes esperanças si quisiessen darle en los manjares que comía ponçoña con que muy en breve se le acabasse la vida. Habló también Helio Gábalo con los ayos y maestros de Alexandro para ver si podría acabar con ellos que le sacassen a passear a algunas huertas o que buscassen manera para que le dexassen a solas, y a estos prometió no sólo de darles grandes riquezas, mas aun de promoverlos a grandes officios.

Visto por Helio Gábalo que ni podía corromper a los unos ni persuadir a los otros a causa que Alexandro era muy quisto de todos, mandó que le quitassen las estatuas públicas y que las echassen en el suelo y que las hinchessen de lodo, la qual cosa era entre los romanos tenida por tan gran injuria como si de hecho quitaran a uno la vida. El día que Helio Gábalo mandó derrocar y arrastrar y enlodar las estatuas de Alexandro, apercibió también de secreto a ciertos amigos suyos para que, si por caso por el quitar de las estatuas se levantasse algún alboroto y saliesse a él Alexandro, le matassen allí luego, porque era tan grande el odio que con él tenía concebido, que no veýa la hora de verle ya muerto. Un día antes que esto se uviesse de effectuar, salióse fuera de Roma Helio Gábalo a tomar plazer a una huerta y, como se començaron a derrocar y enlodar las estatuas de Alexandro, acuden a estorvarlo todos los pretores del exército y levantóse en breve espacio un tan gran escándalo, que no sólo impidieron que no se hiziesse a Alexandro aquella injuria, mas aun fueron a buscar a Helio Gábalo para matarle en la huerta.

Puesta, pues, toda Roma en armas, la madre y la abuela de Helio Gábalo van con mucha presteza a la huerta do él estava y persuádenle que tome a Alexandro consigo en una litera y se vayan juntos a passear por toda Roma, y desta manera viendo que ambos a dos son amigos y van juntos, luego los exércitos serán deshechos. Muy descuydado estava Helio Gábalo en la huerta de todo el escándalo que passava en Roma; antes aguardava cada hora con muy grande alegría quándo le [831] vernían a dezir que las estatuas estavan en el lodo y que Alexandro era ya muerto.

Quanta determinación tuvo Helio Gábalo de hazer matar a Alexandro, tanta tuvieron los exércitos de matarle a él, y para poner esto en execución fueron con gran ímpetu a buscarle a la huerta, a los quales salió a hablar no él, sino la abuela, y acabó con ellos que por entonces no le quitassen la vida, lo qual ellos le concedieron con tal condición que corrigiesse a su persona y que reformasse su casa y que visitasse la república. Luego otro día echaron de casa de Helio Gábalo a Herodes y a Gordio y a Murio, los quales eran sus muy grandes privados y compañeros en los vicios, y que de loco le tornavan muy más loco. Dende a un mes que passó esto y que estava ya assossegado el tumulto, como vinieron las kalendas de Jano, que eran en principio de enero, no quiso Helio Gábalo yr aquel día al Senado ni embiar en su lugar a Alexandro, de lo qual los senadores se tuvieron por muy injuriados y quedaron dél muy sospechosos. Ya era muy noche quando los senadores salieron aquel día del Senado, y allí a las puertas les notificaron un mandamiento de Helio Gábalo en que les mandava, so pena de la vida, que sin bolver ninguno a su casa saliessen luego a la hora todos de Roma; y, como dellos eran enfermos y dellos viejos y por tener las casas cerca no tenían allí cavalgaduras, era lástima verlos yr con la obscuridad por aquellos campos tropeçando y muy de coraçón con los ojos llorando.

Desterrados los cónsules y senadores, quedava en Roma un romano que fue mucho tiempo cónsul, que avía nombre Sabino, varón doctíssimo y a quien el gran jurisperito Ulpiano dirigió sus libros y de quien tomavan consejo los romanos en todos los graves negocios. Este Sabino no salía ya de casa por ser muy viejo, y paresciéndole a Helio Gábalo que no le quedava ya otro enemigo, llamó a uno y díxole a la oreja que fuesse a casa de Sabino y le cortasse la cabeça; y fue la dicha que, como el centurio era sordo, no entendió que le mandava matar, sino como a los otros senadores desterrar, por manera que de ser el centurio sordo vino a escapar la vida Sabino. [832]

Sabido por los pretorianos y gente de guerra que Helio Gábalo avía desterrado a los cónsules y senadores y que avía mandado matar al buen viejo Sabino y avía degollado a Silvio, maestro de Alexandro y quitado de censor a Ulpiano, van con muy gran furia a palacio y, quebradas las puertas, matan a Helio Gábalo y a la madre que le avía parido, y matan no sólo a todos sus criados y privados, mas aun a los gatos y perros y papagayos y cavallos y pavos y monos, por manera que dentro de su casa no dexaron cosa biva. Quando Helio Gábalo sintió quebrantar las puertas y que por su casa andavan cortando cabeças, pensando de salvar su persona fuesse a los corrales y abscondióse en una privada, y estando allí metido hasta la garganta le cortaron la cabeça, de manera que conforme a la vida torpe uvo la muerte suzia. Juntamente con Helio Gábalo mataron también a su madre, aunque es verdad que ella tuvo mejor coraçón que no él, porque ella murió en la cámara como señora y él murió como covarde en la privada.

Muerto Helio Gábalo y su madre, tomaron sus cuerpos desnudos y despedaçados y lleváronlos arrastrando por toda Roma, echándoles lodo y dándoles con piedras y assí los llevaron hasta el río Týberin, en la profundidad del qual los echaron para que los peces los comiessen y jamás hombres más los buscassen ni hallassen. Muchos príncipes de los que le precedieron y de los que le succedieron fueron muy malos y de muy mala vida y muy perniciosos a la república, mas entre todos Helio Gábalo assí como él solo fue en el qual no se halló ninguna buena obra, assí él solo fue el que caresció de sepultura.

En este príncipe deven tomar exemplo todos los príncipes para que no sean tan voluntariosos ni a sus pueblos tan odiosos, porque no siendo amados en la vida, no merescerán ser sepultados en la muerte. No se contentaron los romanos con matarle y con arrastrarle y con empozarle, sino que le derrocaron y apedrearon las estatuas que estavan en el Capitolio y rayeron su nombre de doquiera que estava escripto, y por mostrar más el odio que le tenían no sólo mataron a todos los amigos y privados que tenía, mas aun quemaron todas las [833] ropas y joyas que tenía, por manera que no quedó dél otra memoria en Roma sino que en nombrando su nombre escupían todos en tierra. Imperó Helio Gábalo seys años y tres meses y diez días, y bivió treynta y dos años y cinco días y quatro meses, los veynte y seys años de los quales fue mancebo muy virtuoso y sacerdote muy recogido, y los otros seys años fue el emperador más absoluto y vicioso que uvo en el Imperio Romano, porque los vicios que estuvieron por todos derramados se hallaron en éste juntos.

Fin.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Una década de Césares (1539). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 335-904, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

<<< Bassiano / Alexandro Severo >>>


Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión de la Década de Césares, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
© 1999 Fundación Gustavo Bueno (España)
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org