La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XL
De una plática que hizo Panuçio al Emperador Marco, su señor, estando en la hora de la muerte, en la qual le reprehende porque teme la muerte.


¡O!, Marco, señor mío, ya no ay lengua que calle, ni coraçón que lo suffra, ni ojos que lo dissimulen, ni seso que lo permitta. La sangre se me yela, los nervios se me secan, los poros se me abren, y el ánima se me arranca, y las coyunturas se me descoyuntan, y el spíritu se me desmaya por no tomar para ti, que eres sabio, el consejo que davas tú a otros simples. Véote, señor, morir, y bien vees tú quánto a mí me puede y deve pesar de tu muerte, pero lo que en el coraçón siento es que viviste como sabio y agora mueres como simple. Diez años da de comer un cavallero a un cavallo para que algún día le saque de peligro y lo que estudia el sabio en muchos tiempos ha de ser para passar la vida con honra y tomar la muerte con cordura.

Pregúntote, sereníssimo señor: ¿qué aprovecha saber el piloto la carta del marear y después peresçer en la tormenta? ¿Qué aprovecha al capitán hablar mucho de la guerra y después no saber dar la batalla? ¿Qué aprovecha al cavallero tener buen cavallo y caer en la carrera? ¿Qué aprovecha enseñar a otro el camino llano y él perderse por el barbecho? Quiero dezir: ¿qué aprovecha en la fuerça de tu vida tuvieses tan poca la vida, que muchas vezes buscases la muerte y agora que hallaste la muerte lloras por tornarte a la vida?

¡Qué cosas escreví yo, siendo tu secretario, de mi mano propria ordenadas por tu alto juizio acerca de la muerte! [162] ¿Qué fue ver aquella carta que embiaste a Claudina sobre la muerte de su marido? ¡Qué cosas escreviste a Antígono quando se te murió el infante Veríssimo, en la qual tu cordura consolava a tu tristeza! ¡Qué tan altas cosas escreviste en el libro que embiaste al Senado en el año de la pestilençia, consolándole de la gran mortandad passada, adonde ponías en quán poco se avía de tener la vida y qué provecho se nos seguía de la muerte! Y agora yo, que te vi blasonar de la muerte en la vida, véote agora llorar la muerte como si tuvieras perpetua la vida. Pues los dioses lo mandan, tu edad lo requiere, tu enfermedad lo causa, naturaleza lo permitte, Roma lo meresçe, la fortuna lo consiente, en hados de nosotros cae que ayas de morir, ¿qué as?

Los trabajos que de necessidad han de venir con esforçado coraçón se han de esperar, porque el coraçón fuerte no siente tanto el combate, y el que es flaco primero es caído que combatido. Un hombre eres tú, que no dos; una vida te dieron los dioses, que no dos; y una muerte deves a los dioses, que no dos. Pues ¿por qué quieres enterrando el cuerpo por una vida tomar dos muertes con dolores y matando el spíritu con sospiros? ¿Después de tantos peligros, al tiempo de tomar puerto seguro quieres alçar velas para engolfarte otra vez en el piélago? ¿Hate corrido el toro, y escapas del cosso acossado, y rehuyes la talanquera de do tú te agorrocharás seguro? ¿Sales con victoria de la vida y quieres morir en el alcançe de la muerte? ¿Peleaste sesenta y dos años en el campo de la miseria y temes agora encastillado en la sepultura? ¿No te despeñaste del risco en que estava enriscado y tropieças agora por el camino? ¿Tuviste por cierto el daño de la vida y agora pones dubda en el provecho de la muerte? ¿Entraste en el campo en desafío con el mundo y quieres bolver las espaldas al tiempo de echar mano a las armas? ¿Sesenta y dos años has acoçeado la fortuna y agora çierras los ojos quando te quiere dar alguna herida?

Quiero dezir que, pues de voluntad no te vemos tomar la muerte presente, tenemos sospecha de tu vida passada. ¿Qué has, sereníssimo príncipe? ¿Por qué lloras como [163] niño? ¿Por qué sospiras como desesperado? Si lloras porque mueres, no rieras tú quando vivías, que del mucho reír en la vida viene el mucho llorar en la muerte. ¿Quieres tú lo que no puedes y no te contentas con lo que puedes? ¿Los baldíos communes quieres acotar por tus dehesas, los exidos de toda la república llamas heredad propria? ¿De alcavala de viento quieres hazer iuro perpetuo?

Quiero dezir: murieron, mueren y morirán todos, ¿y entre todos quieres tú vivir solo? ¿Quieres tú de los dioses por lo que ellos son dioses, y es que, siendo tú mortal, te hagan immortal; y que tengas tú por privilegio lo que ellos tienen por naturaleza? Yo que soy simple pregúntote una cosa, señor mío, a ti que eres sabio y ançiano: ¿quál es mejor o, por mejor dezir, quál es menos peor, bien vivir o mal morir? Bien vivir ninguno lo puede alcançar. Por cierto, hambre, frío, sed, soledad, persecuçiones, çoçobras, desdichas, enfermedades, disfavores: ésta no se puede llamar vida, sino muerte prolixa. Si un hombre ançiano hiziese alarde de su vida dende que salió de las entrañas de su madre hasta que entra en las entrañas de la tierra, y el cuerpo dixese todos los dolores que ha passado, y el coraçón descubriese todos los golpes de la fortuna, imagino que los dioses se maravillasen y los hombres se espantasen de cuerpo que tal ha suffrido y coraçón que tal ha dissimulado. Yo tengo por más cuerdos a los griegos, que lloran quando nasçen los niños y cantan quando mueren los viejos, que no a los romanos, que cantan quando nasçen los niños y lloran quando mueren los viejos. Por cierto, de reír es en la muerte de los viejos, pues mueren para reír, y de llorar es en el nasçimiento de los niños, pues nascen para llorar.

Pues la vida queda sentençiada por mala, no queda sino que approbemos todos la muerte ser buena. ¿Quieres que te diga una verdad? Siempre lo vi, que al hombre más sabio le falta más aýna el consejo. Todo aquel que quiere guiar todas las cosas por su paresçer, de necessidad en algunas cosas o en las más ha de errar. ¡O!, Marco, señor mío, ¿y tú no tenías adevinado que, como enterraste a tantos, alguno avía de enterrar a ti; y que si viste el fin de sus [164] días, otros avían de ver el fin de tus años? Pues mi paresçer es que más vale mueras y te vayas para tantos buenos, que no que escapes y vivas entre tantos malos.

Si sientes la muerte, no me maravillo porque eres hombre, pero maravíllome que no la dissimulas, pues eres discreto. Los que son de iuyzios claros, muchas cosas sienten en el coraçón que les da pena, pero dissimúlanlas de fuera por el pundonor de la honrra. Si toda la ponçoña que está opilada en un coraçón triste se derramase hecha granos por la carne flaca, ni abastarían paredes para arrimarnos ni uñas para rascarnos. Por cierto, la muerte es un juego en el qual, si los jugadores son diestros, aventuran poco y ganan mucho, y miren bien los que le iuegan que es iuego de maña y no de fuerça, y que también pierden unos por carta de menos en no temer la muerte, como otros por carta de más en amar mucho la vida.

¿Qué otra cosa es la muerte, sino una trampa con que se çierra la tienda adonde se venden todas las miserias de nuestra vida? ¿Y qué perjuyzio nos hazen los dioses sino de casa pagiza mudarnos a casa nueva? ¿Y qué otra cosa es la sepultura sino un castillo en que nos encastillamos contra los sobresaltos de la vida y contra los baibenes de la fortuna? Por cierto más cobdiçia te ha de poner lo que hallarás en la muerte que lástima lo que dexarás en la vida.

Pregúntote, sereníssimo príncipe: ¿qué es lo que más te pena por lo qual penas dexar la vida? Si te pena Elia Fabricia, tu muger, porque queda moça, no te fatigues, que ella bien descuidada está en Roma del peligro en que está tu vida, y desque lo sepa, yo soy çierto que ella no penará mucho porque te vas, ni tú deves llorar porque la dexas. Las moças casadas con viejos, al tiempo que escapan de aquella carcoma, los ojos tienen en qué han de hurtar y el coraçón con quién se han de casar; y si lloran con los ojos, retóçales la risa en los pechos. Y no te fíes que la Emperatriz no hallará otro Emperador para se casar, que las tales, si se determinan, trocarán brocado raído por sayal con pelo. Quiero dezir que más quieren un pastor moço que un emperador viejo. [165]

¿Tienes pena por los hijos que dexas? No sé por qué, que si a ti pesa porque mueres, mas les pesava a ellos porque bivías. Apenas ay hijo que no desee la muerte a su padre: si es pobre, por no le mantener; si es rico, por le heredar. ¿Cantan ellos y lloras tú? ¿Temes la muerte y lloras porque dexas la vida? ¿Y tú no sabes que tras la noche prolixa viene la mañana húmida, y tras la mañana húmida viene el sol claro, y tras el sol claro viene el ñublado escuro, y tras el ñublado escuro viene el buchorno pesado, y tras el buchorno pesado vienen los truenos espantosos, y tras los truenos espantosos vienen los relámpagos repentinos, y tras los relámpagos repentinos vienen los rayos peligrosos, y tras los rayos peligrosos viene el pedrisco importuno, y tras el pedrisco importuno viene la serenidad alegre? Quiero dezir que tras la infançia viene la pueriçia; tras la pueriçia, la iuventud; tras la iuventud, la senectud; tras la senectud, la muerte; y tras la muerte temerosa esperamos la vida segura.

Créeme una cosa, señor, que principio, medio y fin tienen y han de tener todos los hombres. No me paresçe que es de hombres muy cuerdos desear bivir muchos años. Por çierto si te tomaran en flor de la yerva, si te apartaran verde del árbol, si te segaran en la primavera del campo, si te comieran en agraz de la viña; quiero dezir, si al primero sueño de la iuventud, quando es dulçe la vida, la salteadora muerte tocara la aldava de la puerta, razón fuera de quexarte. Pero agora que está ya la pared desmoronada, la flor marchita, la uva podrida, la vayna seca, la lança embotada y el cuchillo seco, ¿tienes agora deseo del mundo, como si nunca huvieras cognosçido al mundo? ¿Sesenta y dos años has estado preso en la cárçel del cuerpo, y ya de antiguos se te quieren quebrar los grillos, y tú, señor, quieres hazer de nuevo otros nuevos? Quien no se harta en sesenta y dos años de bivir en esta muerte o de morir en esta vida, no se hartará en sesenta mill.

Augusto, el Emperador, dezía que, después de cinqüenta años que los hombres biven, o se avían de morir o hazer que los matasen, porque hasta allí es la cumbre de la [166] feliçidad humana: todo lo que más bive se le passa al triste viejo en enfermedades graves, en muertes de hijos, en pérdidas de hazienda, en importunidades de yernos, en enterrar amigos, en sustentar pleytos, en pagar deudas y en otros infinitos trabajos, los quales le valiera más a ojos çerrados esperarlos en la sepultura que no teniéndolos abiertos suffrirlos en esta vida. Por çierto fortunado entre los fortunados y muy privado es de los dioses aquel que en la cumbre de cinqüenta años de vida pierde la vida, porque todo lo demás va cuesta baxo, no caminando, sino rodeando, tropeçando y cayendo.

¡O!, Marco, señor mío, ¿no sabes que por el camino que va la vida viene la muerte? ¿No sabes que ha sesenta años que hos buscávades el uno al otro, y tú partiendo de Roma, do dexas tu casa, y ella saliendo del Illírico, do dexa una gran pestilençia, hos avéis topado aquí en Pannonia? ¿Y tú no sabes que quando de las entrañas de tu madre saliste a enseñorear la tierra, luego la muerte salió de la sepultura en busca de tu vida? ¿Y tú no sabes que, si honravas los embaxadores de los reynos estrangeros, has de honrar a ésta que viene de los dioses? ¿Qué señorío pierdes oy en la vida que no le halles mayor en la muerte? ¿No te acuerdas quando Vulcano, mi yerno, me entoxicó porque estava más deseoso de mi hazienda que no de mi vida, y tú, señor mío, fuiste con el amor que me tenías a consolar la muerte de mi triste iuventud, y me dixiste que los dioses eran crueles en matar a los moços y eran piadosos quando llevavan los viejos? Y dixísteme más: «Consuélate, Panuçio, que si nasçiste para morir, agora mueres para bivir.» Pues, sereníssimo señor, lo que me dixiste te digo, y lo que me aconsejaste te consejo, y lo que me diste te torno. Finalmente, de aquella vendimia toma esta rebusca. [167]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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