La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XXXII
Cómo el Magno Alexandro, después que venció al rey Darío en Asia, fue a conquistar a la gran India, y de lo que le acontesció con los garamantes, y cómo tiene más fuerça la buena vida que ningún aparato de guerra.


En el año ab urbe condita de quatro mill y novecientos y setenta, en la quinta edad del mundo, siendo summo sacerdote en Jerusalem Jado, y siendo cónsules Romanos Decio y Mamilio, en el tercer año de la monarchía de los griegos; el Magno Alexandro, hijo de Philippo, rey de Macedonia, dio la última batalla a Darío, rey de Persia, en la qual Alexandro escapó herido, el rey Darío quedó muerto, y el imperio de los persas se passó a los griegos; porque los príncipes mal fortunados no sólo pierden las vidas con que nacieron, mas aun pierden los reynos que eredaron. Después que Darío fue muerto, y Alexandro se vio señor del campo, y los persas y medos quedaron subjectos a los griegos, aunque muchos reyes y señores en aquellas crudas batallas fueron muertos, parecióle al gran Alexandro que era poco verse señor de los reynos de Asia, y acordó de yr en persona a conquistar a la gran India; porque los coraçones superbos alcançando lo que desseavan mucho, luego comiençan tenerlo en poco. Reparados sus exércitos y puestos governadores en todos los reynos de Asia, partióse el Magno Alexandro a conquistar la India, y, como tuviesse jurado y a sus dioses prometido que en todo el mundo no avía de aver más de un Imperio, y éste que avía de ser suyo, y que jamás pornía sus pies en reyno ageno que no quedasse por suyo, toda la tierra por do Alexandro yva, a mejor librar quedava destruyda o sojuzgada; porque a la verdad [220] los coraçones tyránicos hasta conseguir su propósito malo ningún respecto tienen al daño ageno.

Yendo, pues, Alexandro su camino, conquistando reynos y destruyendo provincias, acaso dixéronle que de la otra parte de los montes Ripheos, a las vertientes que corren a la India, avía unas gentes bárbaras, los quales se llamavan los garamantes, y que éstos jamás de persas, ni medos, ni romanos, ni de griegos avían sido conquistados; porque dellos no alcançavan triumpho, pues no tenían armas, ni sacarían provecho, pues no tenían riquezas. El Magno Alexandro, que para tomar reynos superbos era muy animoso y de ver cosas estrañas era muy amigo, acordó no sólo de embiar a ver la tierra, mas aun de yr él mismo en persona y dexar de sí allí alguna eterna memoria como lo hizo de hecho, en que dexó allí unas aras como Hércules dexó en Gades unas colunas; porque es el coraçón humano tan superbo que no sólo trabaja por igualar con muchos, pero aun procura de passar a todos. Fueron embaxadores para que dixessen a los garamantes cómo venía el Magno Alexandro, y les contassen las feroces guerras que avía fecho, y las crudas batallas que avía vencido, y cómo el poderoso rey Darío era ya muerto, y que toda Asia estava so su imperio, y que toda la tierra se le rendía, y que contra su mandamiento no avía lança alçada. Estos y otros muchos miedos les pusieron, porque muchas vezes espantan más las palabras de los hombres animosos que no las lanças de los hombres covardes. Dize Lucio Bosco, libro iii De antiquitatibus grecorum, cuyo es el original desta historia, que aquellos bárbaros, después que les hablaron los mensageros de Alexandro, ni se turbaron con la embaxada, ni se pusieron en huyda, ni hizieron aparejo de guerra, ni tomaron en las manos armas, ni se pusieron en resistencia y, lo que más es, que de la ciudad do estavan no se fue persona, ni salió ninguno fuera de su casa; finalmente, que a ninguno de los de Alexandro hablavan palabra, ni dieron respuesta. A la verdad en lo que hazían estos bárbaros eran cuerdos, porque muy por demás es persuadir con palabras a los hombres que de hecho hazen una cosa.

Cosa es espantable lo que cuentan destos garamantes los historiadores, conviene a saber: que todas las casas eran iguales, [221] todos los hombres andavan de una manera vestidos, no tenían más eredades unos que otros, en el comer no eran voraces, en el bever vino eran temperatíssimos, pleytos y enojos totalmente dellos eran agenos, no sufrían entre sí hombres ociosos, no tenían armas porque no tenían enemigos; finalmente hablavan pocas palabras, y las que hablavan eran muy verdaderas. Informado el Magno Alexandro de los garamantes y de su vida, y cómo a sus capitanes no hazían ninguna resistencia, y que no querían hablar palabra, acordó llamarlos en su presencia, y rogóles mucho que si avían sabios entre ellos viniessen, y por escripto o por palabra le hablassen alguna cosa; porque Alexandro era tan amigo de sabios que todos los reynos que tomava luego los dava, excepto a los sabios que tomava y llevava para su persona. Cuenta Quinto Curcio que muchas vezes dezía el Magno Alexandro que un príncipe era bien empleado gastar sus thesoros todos en conquistar un reyno sólo por cobrar y alcançar la conversación de un sabio, y de verdad tenía razón Alexandro; porque más provecho les será a los príncipes estar en la vida arrodeados de sabios que no dexar en la muerte muchos tesoros a sus erederos. Venidos, pues, en presencia de Alexandro algunos de los garamantes, uno dellos, al parecer más anciano, y a la verdad más sabio que todos, habló él solo callando todos, y dixo estas palabras en nombre de todos. [222]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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