La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XXXVI
De quién fue el gran philósopho Plutarco, y de las palabras que dixo al Emperador Trajano; y cómo el buen príncipe es cabeça de la república; y que, estando sana esta cabeça, no puede estar enferma la república; y de cinco leyes de los rodos que dispone la manera del castigar a los malos; y de cómo si es bueno bivir debaxo de justa ley, es muy mejor bivir debaxo de justo rey.


En los tiempos de Trajano Emperador floreció en su corte un philósopho por nombre Plutarco, varón muy limpio en la vida y muy sabio en la sciencia y muy estimado en Roma; porque el Emperador Trajano precióse mucho de tener sabios en su compañía y de hazer notables edificios por doquiera que andava. Éste es el que escrivió las Vidas que llaman de Plutarco, conviene a saber: de muchos griegos y romanos; sobre todo compuso un libro el qual intituló Doctrina de príncipes, y ofrecióle al Emperador Trajano; en aquella escriptura mostró él la integridad de su nobleza, el zelo a la república, la alteza de su eloqüencia y la profundidad de su sabiduría; porque fue muy elegante en el escrevir y muy dulce en el hablar. Entre las otras cosas dignas de notar que escrivió en aquel libro fueron aquellas palabras las quales avían de estar escriptas con letras de oro do dizen assí: «Hágote saber, señor mío Trajano, que tú y tu Imperio no soys sino un cuerpo místico, a manera del cuerpo vivo y verdadero, porque han de estar tan conformes que el Emperador se alegre en tener tales súbditos y el Imperio se precie de tener tal señor. Y porque pintemos el cuerpo mýstico que es el Imperio a manera de un hombre vivo, has de saber que la cabeça, que [240] es sobre todos, es el príncipe que lo manda todo; los ojos con que vemos son los buenos en la república que seguimos; las orejas que oyen lo que dezimos son los vassallos que hazen lo que mandamos; la lengua con que hablamos son los sabios de quien las leyes y doctrinas oýmos; los cabellos que cuelgan de la cabeça son los agraviados que piden al rey justicia; las manos y los braços son los cavalleros que resisten a los enemigos; los pies que sustentan a todos los miembros son los labradores que dan de comer a todos los estados; los huessos duros que sustentan a la carne flaca son los hombres sabios que llevan el trabajo de la república; los coraçones que no vemos público son los privados que dan los consejos en el consejo secreto; finalmente la garganta que junta el cuerpo con la cabeça es el amor del rey y del reyno que hazen una república.»

Estas palabras dixo el gran Plutarco a Trajano, y de verdad el ordiembre y repartimiento fue de muy alto juyzio, porque tres propriedades tiene la cabeça, las quales convienen mucho al governador de la república. La primera condición es que assí como la cabeça en el cuerpo es lo más alto de todos los otros miembros, assí la auctoridad del príncipe es mayor que la de todos los otros estados; porque sólo el príncipe tiene auctoridad de mandar y todos tienen obligación de le obedescer. Caso que aya muchos nobles, muchos ricos y muchos generosos en la república, siempre deven reconoscer vassallage al señor della; porque los generosos príncipes cada día relevan a muchos de la servidumbre, pero jamás esentan a nadie del vassallage. Los que son muy valerosos y muy poderosos en un reyno dévense contentar con lo que se contentan las almenas en el castillo, conviene a saber: que están más altas que el adarve y más baxas que el omenaje; porque el hombre cuerdo y de honrado estado no ha de mirar al príncipe que es omenaje poderoso, sino a la barrera y barbacana, que es el pobre menospreciado. Quiero dezir una palabra y enójese quien se enojare della, que no es otra cosa los grandes señores querer mandar al rey y a su república, sino tener siempre los braços y las manos encima de la cabeça. Por lo mucho que he oýdo, y por lo mucho que he leýdo, y aun por lo mucho que en mis tiempos ha acontescido, aviso y [241] amonesto a todos los que vernán después deste siglo que, si quieren gozar de su hazienda, si quieren tener segura su vida, si quieren ser libres de tyranía, y quieren vivir en paz en la república, no consientan aver más de un rey en un reyno y un señorío; porque regla general es que en la república do mandan muchos, al fin ella y ellos se han de perder todos. Vemos por experiencia que naturaleza nos compuso de muchos nervios, de muchos huessos, de muchas carnes, de muchos dedos y de muchos dientes, y de todos éstos se compone un cuerpo, y este cuerpo no tiene más de una cabeça; porque de muchos estados se compone la república, y no ha de aver más de un príncipe para governalla. Si fuesse en mano de los hombres poner príncipes, también ternían auctoridad para quitarlos, pero si es verdad, como es verdad, que los pone Dios, a mi parescer ni puede, ni deve quitarlos otro sino Dios; porque las cosas que ya van medidas por el juyzio divino, no tiene licencia de echarles el rasero el parescer humano. No sé qué ambición pueden tener los medianos, ni qué embidia los menores, ni qué sobervia los mayores para mandar y no querer ser mandados, pues somos ciertos que en este cuerpo de la república el que vale más valdrá por un dedo cortado de la mano, o por una uña seca del pie, o por un cabello cortado de la cabeça. Viva cada uno en paz en su república y reconozca a su príncipe obediencia, y el que no lo hiziere y contradixere, sépase que como dél procede la culpa, en él redundará la pena; porque antigua sentencia es que el que contra el príncipe alçare lança le ponga a sus pies la cabeça.

Lo segundo es comparado el rey a la cabeça porque la cabeça es principio de la vida humana. Todas las más cosas que naturaleza cría hazen sus operaciones hazia arriba. Vemos la tierra que vaporea hazia arriba, las plantas crecen hazia arriba, las mares ondean hazia arriba, los árboles brotan hazia arriba, el fuego todo su fin es subir a lo alto; sólo el mísero honbre crece hazia abaxo, porque la carne humana que no es sino tierra, y nació de tierra y vive en la tierra, todo su fin es yr a parar en la tierra. Bien dixo Aristóteles que el hombre no era sino un árbol plantado al revés, cuya raýz es la cabeça, el tronco es el cuerpo, las ramas son los braços, la corteza es [242] la carne, los ñudos son los huessos, la tea es el coraçón, la carcoma es la malicia, la goma es el amor, las flores son las palabras y las frutas son las buenas obras. Para el hombre andar a derechas, do tiene los pies avía de tener la cabeça, y do tiene la cabeça avía de tener los pies, pues la cabeça es la raýz y los pies son las ramas; pero en este caso yo juro que correspondemos con nuestro principio, porque si al revés tenemos plantada la carne, muy más al revés tenemos encaminada la vida.

Viniendo, pues, al propósito, digo que no menos principio tiene el reyno del rey que el rey del reyno, lo qual paresce claro porque las leyes y fueros el rey las da al reyno, y no el reyno al rey; las mercedes y dones del rey vienen al reyno, y no del reyno al rey. Inventar guerras, tomar treguas, hazer pazes, premiar a los buenos y reprimir a los tyranos, del rey al reyno procede, y no por lo contrario; porque a la magestad sola del príncipe pertenece ordenar y mandar, y a la república pertenesce autorizar y obedescer. Assí como en el superbo edificio es mayor peligro que esté movediza una piedra del fundamento que no que se caygan quinientas tejas del tejado, assí es más de acriminar una sola desobediencia hecha a la justicia, que no cien excessos hechos en la república, porque de una pequeña desobediencia hemos visto levantarse mucho escándalo en la república. ¡O!, quánto le va al rey en ser de su reyno muy amado, y ¡o!, quánto le va al reyno que sea de todos su rey muy temido, porque el rey que no es de su reyno amado, no puede vivir quieto, y el reyno que de su rey no es temido, no puede ser bien governado. El reyno de Trinacria que agora llaman Cicilia, siempre fue en sus príncipes muy estremado, porque en los tiempos antiguos o lo governavan reyes muy virtuosos y esforçados, o lo governavan tyranos crudos y maliciosos.

En los tiempos de Severo el Emperador uvo en Cicilia un rey que uvo nombre Lelio Pío, assaz virtuoso y en todo el Imperio Romano muy estimado, y a este propósito hallamos que se hizieron las siguientes leyes en aquel reyno:

Ordenamos que si entre personas iguales se hizieren unos a otros injurias, dellas sean castigadas, dellas dissimuladas; [243] porque do está la enemistad arraygada más aprovecha reconciliar las voluntades que no castigar las personas.

Ordenamos que si el mayor fuere ofendido del menor, la tal ofensa sea poco reprehendida y sea muy bien castigada; porque el atrevimiento y desvergüença del siervo no se remedia sino con grave castigo.

Ordenamos que si alguno contradixere el mandamiento del príncipe en público, sin tomar más dilación muera por el;o, porque del injusto mandamiento han de suplicar con reverencia y no desacatarlo con escándalo.

Ordenamos que si alguno contra el príncipe levantare la república, qualquiera sin pena le pueda cortar la cabeça; porque muy justamente es privado de la cabeça propria el que quiere que aya muchas cabeças en república agena.

Es auctor de todo lo sobredicho Heriano, libro iiii De regibus rodorum, do pone muchas y muy singulares leyes y costumbres que tuvieron los antiguos no para pequeña confusión de los modernos; porque a la verdad no sólo nos excedieron en hazer obras buenas, pero aun en dezir palabras profundas. Tornando, pues, al propósito, mucho trabaja la vida humana por defender siempre la cabeça, en tanto que alguno se dexa cortar la mano por no ser en la cabeça herido, para denotar que un enojo en la república es cuchillada que manca, mas la desobediencia al príncipe es herida que mata. Si a mí me preguntassen qué connexidad han de tener entre sí los príncipes con su república, yo les respondería esta palabra.

Digo que todo el bien del reyno y del rey está en que el rey se acompañe de buenos y no sufra entre sí malos; porque es impossible que el príncipe sea amado de su república si la compañía que tiene cabe sí es sospechosa. Ítem deve el rey amar de veras a su reyno y el reyno no deve servir de burla a su rey; porque la república que conoce de su príncipe ser amada ninguna cosa para su servicio hallará dificultosa. Ítem el rey trate a sus súbditos como a fijos y los súbditos sirvan a su rey como a padre; porque al fin al fin el buen padre no puede sufrir ver peligrar a los fijos, ni los buenos hijos no saben desobedecer a su padre. Ítem el rey deve ser justo en sus [244] mandamientos y el reyno deve a su rey ser fiel en los servicios; porque si es bueno vivir debaxo de justa ley, muy mejor es estar debaxo de justo rey. Ítem deve el rey defender a sus vassallos de los enemigos y ellos deven a su rey pagarle muy bien sus tributos; porque el príncipe que tiene a la república limpia de tyranos, justamente es señor de los bienes de todos. Ítem el rey deve tener en paz a su república y el reyno deve tener en mucho acatamiento a su persona; porque el príncipe que es tenido en poco, jamás su mandamiento será bien obedecido; finalmente te digo, que el buen rey deve velar por hazer a su reyno plazer y el reyno fiel dévese desvelar por quitar a su rey de pesar; porque no se puede llamar desdichado el príncipe que de su república es bienquisto. [245]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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