La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XL
De una carta que embió Marco Aurelio Emperador a Pulión, su amigo, en la qual reprehende a los romanos los quales querían que sus emperadores fuessen cortos en el escrevir, y por otra parte dissimulavan si eran largos en el robar; y que la vida del príncipe no es sino un relox que concierta a toda la república; y de quién fue Periandro el tyrano, y de los epigramos que puso en su sepultura, y de las leyes buenas que hizo; y de cómo fueron muy varios los fines en que los antiguos pusieron su bienaventurança.


Marco, Emperador romano, tribuno del pueblo, pontífice magno, cónsul segundo, padre de la patria, monarcha de toda la monarchía; a ti, Pulión, su amigo antiguo, buenos hados contra la siniestra fortuna te dessea.

La carta que me embiaste desde Capua recebí aquí, en Bithinia, y, si la escreviste con buen coraçón, yo la leý con buenos ojos, de lo qual deves tú estar muy contento; porque antiguo dicho es del Homero que aquello que con buenos ojos se mira, con dulce coraçón se ama. En fe de los immortales dioses te protesto que no te escrivo como emperador romano, que es como suele escrevir el señor al siervo, ca desta manera avíate de escrevir muy breve y muy de propósito, lo qual no conviene hazerse con el peculiar amigo; porque las cartas de hombres pesados nunca avían de començar y las cartas de nuestros amigos nunca se avían de acabar. Escrívote, mi Pulión, como a un particular amigo, como a un antiguo compañero, como aquél que es de mis desseos fiel secretario, en cuya conversación jamás tomé pesadumbre, y en cuya boca nunca [265] hallé mentira, y en cuya promessa jamás sentí falta; y, esto siendo, pues, como es assí, trayción cometería yo en ley de amicicia si de mis entrañas te ascondiesse alguna cosa; porque todo lo que está represado en el coraçón lastimado no ha de ser sino para comunicarlo con el buen amigo. ¿Piensas tú, Pulión, que un emperador romano que tiene poco trabajo en escrevir como emperador, en hablar como emperador, en andar como emperador, en comer como emperador, finalmente estar de propósito como emperador? Y desto no me maravillo, porque a la verdad la vida del emperador virtuoso no es sino un relox que concierta o desconcierta al pueblo. De lo que yo me maravillo es de la locura de Roma, de la vanidad de la república, en que dizen todos que el príncipe, para que sea grave y del pueblo muy estimado, ha de andar muy passo, ha de hablar muy poco, ha de escrevir muy breve, de manera que en escrevir cartas le quieren corto y en conquistar reynos estraños no le reprehenden que sea largo. Los hombres sabios deven dessear que sus príncipes tengan la condición mansa porque no decline a tyranía; y tengan la intención buena para hazer a todos igual la justicia; tengan los pensamientos buenos para no dessear reynos agenos; tengan el coraçón limpio para que no esté apassionado; tengan las entrañas sanas para perdonar las injurias; tengan amor a los suyos para servirse dellos; tengan conocimiento de los buenos para honrarlos; tengan noticia de los malos para resistirlos; que en lo demás poco nos va que el rey ande rezio, que coma mucho, que escriva breve; porque no está el daño en los defectos que ay en su persona, sino en el descuydo que tiene de su república.

Gran consolación recebí, mi Pulión, con tu letra; mayor la recibiera con tu presencia, porque las cartas de los amigos antiguos no son sino un despertador de los tiempos passados. Mucho gozo es al mareante de hablar del peligro en el puerto; al caçador, hablar del frío que ha passado estando al huego; al caminante, fablar del camino quando está ya en reposo; al capitán, hablar de la batalla en el día del triumpho. Quiero dezir que es un gozo sobre todos los gozos los que se veen prósperos y fueron viejos amigos hablar de los acérrimos trabajos que passaron quando eran moços. Créeme una cosa, y [266] no dudes en ella, que no ay hombre que sepa fablar, ni sepa posseer, ni sepa conocer, ni sepa gozar, ni sepa conservar los bienes que le dieron los dioses sino aquél que le costaron muchos trabajos; porque muy de coraçón amamos aquello que con nuestro puro sudor alcançamos. Pregúntote una cosa: ¿quién deve más a los dioses, o quién es más estimado entre los hombres: Trajano el justo, criado en todas las guerras de Dacia, Germania y España, o Nero el cruel, criado en todos los plazeres y regalos de Roma? Por cierto, él uno no fue sino entre las espinas rosa y el otro no fue sino entre las flores hortiga. Esto digo porque el buen Trajano en todos los siglos advenideros a todos olerá la rosa de su vida, y Nero el cruel a todos los advenideros hará ronchas con la hortiga de su infamia. No digo todos porque muchos son que fueron buenos, pero por la mayor parte los príncipes que fueron criados en regalo cada uno dio mal recaudo de su reyno; porque como no han experimentado en sí qué cosa es trabajo proprio, descuýdanse y tienen en poco el trabajo ajeno.

No quiero, mi Pulión, que pienses ya te tengo olvidado después que los dioses me subieron al Imperio, porque si entrambos subimos el rebentón de la mocedad, yo quiero que juntos descansemos en lo llano de la vejez. Bien me acuerdo que tú y yo barbechávamos en Rodas por las letras, y después sembramos en Capua por las armas; plugo a los dioses que las miesses de mi fortuna madurassen aquí en Roma, y a ti y a otros mejores que no yo no quiso dar la fortuna ni sola una espiga. No doy licencia que tu pensamiento esté de mí sospechoso, pues en mi coraçón estás pregonado de fiel amigo, porque si la variable fortuna fió de mí que yo le vendimiasse su viña, créeme que no te faltará en mi casa una buena rebusca. Nunca los dioses justos lo manden, ni mis tristes hados lo permitan, que hallando yo veynte años tus puertas abiertas, hallasses tú un momento mis entrañas cerradas. Después que a la cumbre del Imperio me truxeron mis hados, dos cosas he mucho tenido delante los ojos, conviene a saber: no me vengar de mis enemigos, ni ser ingrato a mis amigos; porque ruego a los dioses que, si con ingratitud ha de ser infamada mi fama, antes con olvido sea en la sepultura enterrada mi vida. [267] Ofrezca un hombre quantos sacrificios quisiere a los dioses, haga quantos servicios pudiere a los hombres, que el amigo que fuere ingrato amigo, en todo y de todos merece ser reprochado. Porque veas, mi Pulión, los amigos antiguos en quánto han de ser tenidos, quiérote contar un exemplo de un philósopho, del qual no recibirás pena en oýrlo.

Cuentan las muy antiguas historias de los griegos que entre los siete sabios de Grecia fue uno que llamaron Periandro, el qual fue príncipe y governador mucho tiempo, y concurrió en él tanta biveza de ingenio por una parte, y tanta cobdicia de los bienes deste mundo por otra, que dudan los historiadores quál fue mayor: o la filosofía con que doctrinava en la Academia, o la tiranía con que robava la república; porque a la verdad la sciencia que no está sobre verdad fundada mucho daña a la persona. En el año segundo de mi imperio estuve en la ciudad de Corintho, y allí vi la sepultura do estavan los huessos de Periandro, en torno de la qual sepultura de letras griegas y antiguas estava este epigrama.

Aquí cabe Periandro en esta estrecha sepultura, cuya tyranía no cabía en toda la gran Grecia.
Aquí yaze Periandro, muerto do comen sus carnes los gusanos, el qual biviendo comía los bienes de los huérfanos.
Aquí yaze Periandro el tyrano, el qual vivió en perjuyzio de muchos y murió en provecho de todos.
Aquí yaze Periandro el tyrano, cuya vida quitó muchas vidas, cuya muerte escusó muchas muertes.
Aquí yaze Periandro el tyrano, cuya vida fue derramar sangre de pobres y cuyo fin fue aprovecharse de sudores agenos.
Aquí yaze Periandro el corintho, el qual en las leyes que ordenó se mostró justo y en no guardar ninguna se mostró tyrano.
Aquí yaze Periandro el tyrano, el qual en ochenta años acabó su tyranía y para siempre durará en Corintho su infamia.

Más letras avía en la sepultura, sino que como la sepultura estava en un campo sola, las muchas aguas la tenían gastada, de manera que con mucha pena se leýa la letra. Y a la verdad [268] ella era antigua y en su tiempo devía ser sumptuosa cosa, pero el mal reparo la tenía perdida. Y no es de maravillar, porque al fin al fin es tan poderoso el tiempo largo, que a los hombres famosos pone en olvido y a los superbos edificios derrueca por el suelo. Si quieres saber, mi Pulión, en qué tiempo fue este filósofo tyrano, hágote saber que quando Cathania famosa ciudad fue edificada en Cicilia cabe el monte Ethna, y quando Perdica era rey quarto de Macedonia, y quando Cardieca era rey tercero de los medos, y quando Candarol era rey quinto de los libios, y quando Asaradoch era rey ix entre los assirios, y quando era xii rey Merodach entre los caldeos, y quando reynava Numa Pompilio, segundo rey entre los romanos; en los tiempos destos reyes buenos reynava Periandro entre los assirios. Razón es que sepas otra cosa, y es que este Periandro fue tyrano no sólo de hecho pero aun de fama, que no hablavan de otra cosa en toda la Grecia; pero, junto con esto, aunque tuvo malas obras, tuvo buenas palabras, y procurava que las cosas de la república fuessen bien corregidas; porque al fin al fin no ay hombre tan bueno, que no hallen en él qué reprehender, ni ay hombre tan malo, que no vean alguna cosa que loar.

Acuérdome que, siendo yo ni muy viejo ni muy moço, vi una vez al Emperador Trajano, mi señor, cenar en Agripina, y acaso movióse plática de hablar de los buenos y malos príncipes passados, assí griegos como romanos, y todos los que allí estavan loavan mucho al Emperador Octavio, y por contrario vituperavan todos a Nero el cruel; porque antigua costumbre es lisongear a los príncipes presentes y murmurar de los príncipes passados. El buen Emperador Trajano en la mesa quando comía y en el templo quando orava por maravilla le veýan hablar palabra; y aquel día, como vio que los unos se extremavan en loar al Emperador Octavio y los otros aplomavan más de lo que era menester en acusar al Emperador Nero, díxoles el buen Trajano:

«Yo huelgo que vosotros loéys al Emperador Octavio, pero pésame que en mi presencia digáys mal del Emperador Nero ni de otro ninguno; porque gran infamia es del [269] príncipe bivo consentir que en su presencia digan mal de ningún príncipe muerto. Por cierto el Emperador Octavio fue muy bueno, pero no me negaréys que no pudiera ser mejor; y el Emperador Nero fue muy malo, pero también pudiera ser peor. Digo esto porque Nero en los primeros cinco años de su imperio fue mejor que todos y en los otros nueve siguientes fue peor que todos, de manera que si ay de qué le vituperar, también ay de qué le loar. Los hombres virtuosos, quando hablan de príncipes muertos delante los príncipes que son bivos, son obligados a loar una sola virtud que tuvieron y no tienen licencia de afear los vicios que le notaron; porque el bueno merece galardón porque para la virtud se haze fuerça, y el malo también merece perdón porque pecó por la flaqueza.»

Todas estas palabras dixo estando yo presente el buen Trajano, y fueron con tanta severidad dichas, que todos los que allí estavan se demudaron las caras, de manera que dende adelante todos tenían refrenadas las lenguas; porque a la verdad no siente tanto el hombre incorregible la disciplina dura como el hombre vergonçoso siente sola una palabra áspera.

He querido contar esto, mi Pulión, para que si Trajano tornó por Nero y falló en él qué loar, no menos pienso lo mismo del tyrano Periandro, al qual si condenamos por las malas obras que hizo, salvarle hemos por las buenas palabras que dixo y por las muy corregidas leyes que hizo; porque en el hombre malo no ay cosa más fácil que aconsejar y no le es cosa más difícil que el bien obrar. Caso que Periandro hizo diversas leyes para la república de los corinthos, de las muchas no contaré aquí sino muy pocas que son las siguientes:

Ordenamos que, si acaso alguno sobre palabras matare a otro, con tal que no sea por engaño que no muera por ello, sino que le hagan siervo perpetuo del hermano o pariente más propinco; porque menor pena es la muerte breve que no la servidumbre larga. [270]

Ordenamos que, si alguno fuere ladrón cossario no muera por ello, pero con fierros de hierro sea en la frente bien señalado, de manera que sea por tal conocido; porque en los hombres de vergüença mayor mal es la infamia larga que no la vida corta.

Ordenamos que el hombre o muger que en perjuyzio de otro dixere alguna mentira por espacio de un mes entero trayga una piedra en la boca; porque no es razón se suelte en el hablar el que es desenfrenado en el mentir.

Ordenamos que todo hombre o muger que en la república fuere reboltoso, con gran vituperio sea alançado del pueblo; porque impossible es ser ninguno amigo de los dioses siendo enemigo con sus vezinos.

Ordenamos que, si alguno en la república rescibiere algún beneficio de otro y después le provare que fue ingrato de tal beneficio, que en tal caso que muera por ello; porque el hombre ingrato del beneficio no merece bivir en el mundo.

Mira, pues, mi Pulión, esta antigüedad que te he contado, en cómo eran los corinthos tan piadosos con los homicianos, y piadosos con los ladrones cossarios, y por contrario sin más ocasión mandavan matar a los hombres ingratos. Y de verdad a mi parecer los corinthos tenían razón, porque a un hombre cuerdo no ay cosa que assí le haga desacordado como es ver a uno que le es ingrato del beneficio. Toda esta historia de Periandro te he querido contar no por más de que veas y conozcas, pues tanto afeo la ingratitud del beneficio, trabajaré no me noten de ingrato; porque no es virtuoso el que reprehende mucho los vicios, sino el que totalmente se aparta dellos. Ten de mí esta palabra, y sey cierto que no la digo fingida, y es que, aunque soy emperador romano, siempre te seré fiel amigo y presumiré de serte agradecido, ca no tengo por menor gloria conservar un amigo con la prudencia que aver alcançado el Imperio por la philosophía.

Una cosa pides por la letra que me embiaste, a la qual para responderte me veo no en pequeña congoxa, porque quisiera más abrir las arcas para embiarte dineros para tus necessidades [271] que no abrir los libros para responder a tus preguntas. Aunque es a mi costa, yo confiesso que tienes razón en esta demanda, y lóote por ello y tórnote mucho a loar; porque al fin al fin más vale procurar de saber un secreto de las antigüedades passadas que no athesorar thesoros para las necessidades advenideras. El philósopho como philósopho atesora sabiduría para passar la vida en paz y esperar la muerte con honra; el codicioso como cobdicioso athesora hazienda para tener la vida en guerra y acabar la muerte con infamia. En este caso, yo te juro que vale más un día que se emplea en la philosophía, que diez mil que se expenden en allegar hazienda; porque la vida de los hombres pacíficos no es sino una peregrinación no mucho enojosa, y la vida de los hombres bulliciosos no es sino una muerte prolixa. Pídesme, mi Pulión, que te escriva en qué todos los de los siglos passados pusieron su bienaventurança, conviene saber: qué fueron los fines tan diversos, en que unos aborrecieron la vida, otros la desseavan, otros alargaron la vida, otros acortavan la vida, otros teniendo plazeres buscavan trabajos, otros teniendo trabajos buscavan plazeres, la qual variedad no procedía sino de tener diversos fines; porque de ser los gustos diversos vienen los ombres a buscar manjares inauditos.

Por los dioses immortales te juro que me tiene espantada tu demanda, en ver que para responderte a ella no abasta mi filosofía, porque si lo preguntas por tentarme, motéjasme de presumptuoso; si lo preguntas de burla, motéjasme de liviano; si lo preguntas de veras, motéjasme de simple; si lo preguntas porque me lo quieres enseñar, sey cierto que estoy aparejado para lo deprender; si lo preguntas porque tú lo quieres saber, yo confiesso que no te lo sabré enseñar; si lo preguntas porque desta pregunta fueste preguntado, sey cierto que ninguno con mi respuesta será satisfecho; y, si acaso lo preguntas porque lo soñaste durmiendo, ya que estás despierto no te creas en el sueño, porque todo lo que ymagina de noche la fantasía, ha de pregonar la lengua luego a la mañana. ¡O!, mi Pulión, razón tengo de quexarme de ti, en que no miras por la auctoridad de mi persona, ni miras por el crédito de tu philosophía; porque he miedo que a ti juzguen de curioso en el demandar y a mí me juzguen de [272] simple en el responder. Esto no obstante, determínome responderte no como devo, sino como puedo, no según lo mucho que pides tú, sino según lo poco que sé yo, y esto hago lo uno por cumplir tu mandamiento y lo otro por satisfazer a mi desseo, y dende agora adevino que todos los que leyeren esta carta han de ser crudos verdugos de mi ignorancia.

Del philósopho Epicurio

En la olimpiada ciii, siendo Serges rey de los persas, y siendo capitán de los peloponenses el crudo tirano Lisandro, diose una famosa batalla entre los athenienses y Lisandro a las riberas del gran río Egón, y fue vencedor della el tyrano Lisandro. Y a la verdad, si no nos engañan los historiadores, sintieron mucho en Athenas aquella rota, a causa que se perdió aquella batalla más por negligencia de sus capitanes que no por la sobrada potencia de los enemigos; porque en la verdad muchas vitorias se alcançan más por la covardía de los unos que no por el esfuerço de los otros. Florecía en aquellos tiempos el philósopho Epicurio, el qual era de mediana estatura, y tenía el ingenio bivo y la memoria prompta, y era medianamente docto en la philosophía, pero era de muy alta eloqüencia, y para animar y aconsejar los capitanes atenienses embiáronle a la guerra; porque los antiguos, quando emprendían guerras, primero elegían los sabios para aconsejar que no a los capitanes para pelear.

Entre los otros prisioneros fue preso el philósopho Epicurio, al qual y con el qual holgó y le hizo mucho honra el tyrano Lisandro. Y, después que fue preso, jamás le apartó de tener consigo, y hazía que le leyesse philosofía, y que le contasse historias de los tiempos passados y del esfuerço y virtudes de muchos griegos y troyanos, y desto holgava mucho Lisandro; porque a la verdad los tyranos huelgan mucho en oýr las proezas y virtudes de los passados y después siguen los vicios y maldades de los presentes. Tomado, pues, el triumpho por Lisandro, y teniendo todavía su flota por mar y mucha gente por tierra en las riberas del río Egón, Lisandro el tyrano y [273] todos los capitanes de su campo, olvidados los peligros de la guerra, afloxavan las riendas a la carne flaca, de manera que en gran perjuyzio de la república traýan una vida muy dissoluta; porque el fin de los príncipes tyranos es sacudir de sí los trabajos proprios y gozar de los sudores ajenos.

Avíase criado Epicurio en la muy corregida academia de Athenas, do los philósophos bivían en tan estrecha pobreza que durmían en la tierra desnudos y aun no se hartavan de agua fría; ninguno dellos tenía casa propria; aborrecían el dinero como pestilencia; trabajavan por poner paz do avía discordia; eran únicos defensores de la república; jamás fablavan palabra ociosa; era entre ellos sacrilegio dezir mentira; finalmente era inviolable ley entre ellos que al philósopho ocioso le desterrassen y al vicioso que le matassen. El malaventurado de Epicurio, olvidada la doctrina de sus maestros, y teniendo en poco la gravedad a que son obligados los sabios, dando lugar que se apoderassen dél los vicios parecióle bien aquella vida bestial y voluptuosa, y assí en dicho y en fecho puso su bienaventurança en ella; porque los hombres que de su natural no son virtuosos con pequeña ocasión dan consigo en los vicios. Fue el fin deste bestial philósopho poner su bienaventurança en que los perezosos tuviessen las camas blandas, los delicados no sintiessen calor ni frío, los carnales tuviessen hermosas mugeres, los borrachos sabrosos vinos y los golosos tuviessen dulces manjares. No me maravillo yo de Epicurio, pero maravíllome de la muchedumbre de discípulos que ha tenido, y tiene, y terná en el mundo; porque son muy pocos oy en Roma los que a su sensualidad van a la mano y son infinitos los que se van a sabor del mundo. Y, hablando contigo la verdad, mi Pulión, ni me maravillo que aya virtuosos, ni me espanto que aya viciosos; porque el virtuoso no es mucho que sea bueno, pues espera gozar y descansar con los dioses en el otro mundo, y el vicioso no es mucho que se entregue en los vicios desta vida, pues no espera gozar ni descansar con los dioses en la otra; porque a la verdad de no tener los hombres fe que ay otra vida después desta vida, do han de ser los malos castigados y los buenos remunerados, viene a que anden los viciosos tan aviciados en los vicios. [274]

Del philósopho Esquilo

Siendo Artabano sexto rey de los persas, y siendo el agricultor Quinto Cincinato, único ditador entre los romanos, en la provincia de Tarsia fue un philósopho llamado Esquilo, varón que fue feo en el rostro, disforme en el cuerpo, feroz en el aspeto y muy de rudo juyzio, aunque fue muy fortunado en el crédito; porque no menor crédito tuvo él entre los tarsos que tuvo Homero entre los griegos. Cuentan deste philósopho que, aunque fue de rudo juyzio, por otra parte tuvo un saber natural muy bueno, y era en los negocios arduos muy atinado, y con los que le injuriavan tenía gran sufrimiento, en las contrariedades y adversidades tenía sobrado ánimo, y de lo que más le tengo embidia es que en la conversación era muy dulce y en hablar era muy sabroso; porque sólo aquel hombre se puede llamar dichoso do todos loan su vida y ninguno reprehende su lengua.

Dizen los antiguos griegos en sus historias que este philósofo Esquilo fue el primero que inventó las tragedias y ganava de comer en representarlas, y, como era la invención nueva y sabrosa, no sólo le seguían doquiera que yva muchos populares, mas aun dávanle mucho de sus bienes. E no te maravilles dello, mi Pulión, que es tanta la liviandad de la gente menuda, que para ver cosas vanas yrán todos y para oýr la excellencia de las virtudes no yrá uno. Este philósopho Esquilo, después que uvo escripto muchos libros, en especial en su arte de tragedias, y después que uvo andado muchas y diversas tierras, paró y moró el residuo de la vida acerca de las yslas que están cabe la laguna Meothis; ca, según dize el divino Platón, los filósofos antiguos quando eran moços estudiavan, quando eran ya hombres peregrinavan y quando eran ya viejos se retraýan. A mi parecer, aquellos philósophos en hazer lo que fazían eran cuerdos, y no menos lo serían los hombres que quisiessen oy imitarlos; porque los padres de la prudencia son la sciencia y esperiencia, y en esto consiste la verdadera esperiencia, en que se retrayga el hombre algún día de los bullicios desta vida. Dime, Pulión, yo te ruego: ¿qué aprovecha que un hombre aya deprendido mucho, aya oýdo mucho, aya [275] visto mucho, aya conoscido mucho, aya peregrinado mucho, aya traýdo mucho, aya sufrido mucho, aya esperimentado mucho; si después de todo esto passado no se retrae a gozar un poco del reposo? Por cierto no se puede llamar sabio sino loco el ombre que de su voluntad se ofrece al trabajo y no tiene cordura para procurar el reposo; porque a mi parecer la vida inquieta no es sino una muerte prolixa. Siendo ya muy viejo este filósofo, acaso como estuviesse durmiendo acerca de la laguna Meothis, un caçador tenía una liebre metida en una jaula de barro para caçar otras liebres, y una águila abatióse y llevó en alto la jaula y la liebre; y, como no pudiesse comerla, soltóla y dióle al filósofo sobre la frente, y matóle.

Este filósofo Esquilo, como fuesse preguntado en qué consistía la bienaventurança desta vida, respondió que a su parecer y opinión consistía en dormir. La razón que dava para esto era que quando dormimos no nos estimulan los movimientos de la carne; no nos persiguen los enemigos, no nos importunan los amigos; no nos fatiga el invierno erizado, ni nos congoxa el verano prolixo; no tenemos embidia por lo que vemos, no tomamos passión por lo que no alcançamos; finalmente quando dormimos ni sentimos los dolores del cuerpo, ni las passiones del ánima. Para conseguir este fin, conviene a saber: para que en pronto quando estavan enojados o fatigados tomassen el sueño, enseñó a los de su tierra unos brevajos, por manera que assí como el hombre lo bevía, assí luego se dormía. Finalmente, todo el estudio que ponían los epicurios en comer y buscar manjares, esse mismo ponían éstos en dormir y tener buenas camas.

Del philósopho Píndaro

En el año ab urbe condita, que es desde que Roma se fundó, cclxii, siendo rey de Persia Darío, el segundo deste nombre, el qual fue hijo de Histapsi, y en la línea de los reyes fue quarto rey de Persia, y siendo en Roma cónsules Julio Bruto y Lucio Collatino, los quales fueron los primeros cónsules en Roma, en la gran Thebas de Egipto fue un philósopho por [276] nombre Píndaro, y era príncipe de todo aquel reyno. Deste philósopho Píndaro se dize que en la philosophía excedía a todos sus contemporáneos, pero que en la música y tañer instrumentos excedió a todos sus antepassados; porque afirman dél los thebanos que jamás tuvo ninguno tanta prontitud en la lengua para hablar como él tenía presteza en la mano para tañer. Fue este Píndaro gran philósopho moral y no fue muy estimado en la philosophía natural, ca él era hombre callado, retraýdo y muy virtuoso, por manera que sabía mejor obrar que no hablar; lo qual es oy contrario en nuestros sabios de Roma, porque saben poco y parlan mucho, y (lo que es peor) las palabras dízenlas compuestas y las obras buenas házenlas fingidas. El divino Platón, en el libro de sus Leyes, haze mención deste philósopho, y Junio Rústico en la Thebayda cuenta dél una cosa, y es que, estando en Thebas un embaxador de los lidos, como viesse que Píndaro era muy virtuoso en la vida y muy desgraciado en la habla, díxole estas palabras: «O, Píndaro, si tus rudas palabras fuessen tan limadas delante los hombres como son tus obras limpias delante los dioses, por essos mismos dioses inmortales te juro fuesses tan estimado en la vida como lo fue Prometeo y dexasses en la muerte de ti tanta memoria como dexó el gran Homero en toda la Grecia.»

Preguntado este philósopho Píndaro en qué consiste la bienaventurança, respondió estas palabras: «Es de saber que el ánima interior por la mayor parte en muchas cosas sigue al cuerpo exterior; y, presupuesto esto, digo que aquél se puede llamar bienaventurado que no tiene dolores en el cuerpo; porque a la verdad, estando la carne lastimada, no puede en el coraçón reynar alegría.» Siguiendo, pues, los thebanos el consejo de Píndaro, sobre todas las naciones fueron muy solícitos en apartar de dolores a sus cuerpos. Dize Annio Severo que se sangravan cada mes por la sangre demesiada, usavan cada semana vómitos por las repleciones, continuavan los baños por evitar opilaciones, traýan olores muy suaves contra los lugares immundos, finalmente no ponían en otra cosa estudio los thebanos sino en conservar y regalar sus cuerpos. [277]

Del philósopho Zenón

En la olimpiada cxxxiii, siendo cónsules en Roma Gneo Servilio y Gayo Brisio, los quales fueron destinados contra los áthicos luego el mes de enero que fueron electos, y en el xxix año que reynava Tholomeo Philadelpho, este gran Tholomeo a la costa de Alexandría edificó una torre a la qual puso por nombre Faro, por amor de una amiga suya que se llamava Faro de Dolovina. Estava esta torre edificada sobre quatro ingenios de vidrio, y era la torre ancha y alta, en quadra hecha, y eran las piedras de toda la torre trasparentes, a manera de vedrieras, de manera que siendo la torre de xx pies en ancho, si una candela ardía dentro veýan la luz los que estavan defuera. Hágote saber, mi Pulión, que los antiguos historiadores estimavan en tanto este edificio que lo mientan por uno de los siete edificios del mundo. En los tiempos que esto passava fue en Egypto un philósopho por nombre Zenón, por cuyo consejo y industria Tholomeo hizo aquella torre tan famosa, y aun por su consejo Tholomeo governava su tierra; porque antiguamente los príncipes que no se governavan por sabios en la vida, escrivíanlos en el registro de los locos en la muerte. Como era fuerte aquella torre y tenía consigo mucha alegría, lo más del tiempo el gran Tholomeo tenía allí a la su muy querida amiga, lo uno porque estuviesse guardada, lo otro porque estuviesse contenta. Y él tenía a sus mugeres en Alexandría, pero lo más del tiempo estava con Faro Lodovina; porque antiguamente los persas, siciomios y los caldeos no se casavan sino para tener hijos que eredassen sus bienes, que en lo demás con las amigas tenían sus vicios y plazeres.

Preciávanse mucho los egypcios (digo los hombres que no eran sabios) de ser grandes luchadores, y sobre este caso con los estrangeros hazían muchos desafíos. Y como los exercicios del luchar fuessen continuos, avía entre ellos notables maestros; porque a la verdad, freqüentándose muchas vezes una cosa, siempre el que la freqüenta saldrá maestro della. Fue el caso que como en aquella torre estuviessen muchos egypcios dados al oficio de luchar, entre otros avía uno al [278] qual ninguno le podía derrocar; y un día antojósele al philósopho Zenón de luchar, y de fecho luchó y derrocó en el suelo al gran luchador, el qual de ninguno hasta allí avía sido derrocado. Esto hecho tomóle a Zenón tanto contentamiento de su persona, que dixo con su lengua y escrivió con su péndola que no consiste en otra cosa la bienaventurança sino en tener fuerças y maña para derrocar y poner a sus pies a otra persona. El fundamento deste philósopho fue que derrocar a uno en tierra es mayor género de victoria que no vencer a muchos en la guerra, ca en la guerra injustamente lleva uno sólo la victoria, pues fueron muchos en alcançarla; mas en la lucha, como es suya sola la conquista, suya sola es la victoria, y por esso está en ella la bienaventurança, mayormente que desto más que de otra cosa queda el ánima más contenta; porque a la verdad aquélla diremos en este mundo bienaventurança do el coraçón está contento y el cuerpo no está resabiado.

Del philósopho Anatharso

En los tiempos que reynava entre los medos Heritace, vii rey que fue dellos, y en el tiempo que reynava en Roma Tarquino Prisco, quinto rey de romanos, fue en las partes de Scithia un philósopho por nombre Anatharso, natural de una ciudad llamada Epiménides. Nuestro Cicerón loa mucho la doctrina deste philósopho y dize que no sabe quál fue mayor en él destas dos cosas, conviene a saber: la muy profunda sciencia que le dieron los dioses, o la muy cruda malicia con que le persiguieron sus émulos; porque a la verdad, según dize Pitágoras, los más privados y regalados de los dioses, aquéllos son los más perseguidos y malquistos de los hombres. Siendo, pues, como era este Anatharso de nación scitha, la qual entre los romanos es tenida por muy bárbara, acontesció que un romano malicioso quiso lastimar con palabras a este philósopho, y hízolo de hecho, y a la verdad movióse más con malicia que no con simpleza; porque las palabras maliciosas pregonan estar las entrañas dañadas. Díxole, pues, aquel romano a este [279] buen philósopho: «No es possible, Anatharso, que tú seas de la nación scitha, porque hombre de tanta eloqüencia no se sufre ser de tierra tan bárbara.» Respondióle Anatarso: «Muy bien has dicho, y en este caso consiento en tus palabras, aunque no acepto tu intención, porque tú con razón me puedes vituperar de mala tierra y loarme de buena vida, y yo con muy mayor razón te puedo acusar de mala vida y loarte de buena tierra. En este caso sey tú juez solo: entre ambos, ¿quál de nosotros terná más gloria en los siglos advenideros, tú que naciste romano y vives como bárbaro, o yo que nací bárbaro y vivo como romano; que al fin al fin en la huerta desta vida más quiero ser mançano verde y llevar fruta que no ser líbano seco derramado por tierra?»

Passados grandes tiempos en que Anatharso avía estado en Roma y en Grecia, siendo como era ya viejo, con el amor de la patria acordó que ya deviera tornarse a Scithia, y era a la sazón rey de Scithia un hermano suyo por nombre Cabdino, el qual tenía el nombre de rey y los hechos de tyrano. El buen philósopho, como vio a su hermano hecho tyrano y vio el reyno tan dissoluto, acordó con buenos consejos corregir a su hermano; y con buenas leyes dar orden en el pueblo; lo qual visto por los bárbaros, como a hombre que inventava nuevos ritos de vivir en el mundo, en conformidad de todos públicamente fue muerto; porque te hago saber, mi Pulión, que no ay mayor señal que una república está llena de vicios que quando mata o destierra de sí a los buenos. Llevando, pues, como le llevavan a este philósopho a matar, mostró sentir mucho la muerte y que le pesava de coraçón dexar la vida, por cuya ocasión díxole uno esta palabra: «Di, Anatharso, siendo tú hombre tan virtuoso, y siendo tú gran sabio, y siendo ya tan anciano, no me parece devrías tomar pesar por dexar este mísero mundo; porque el hombre virtuoso deve dessear compañía de virtuosos, de los quales carece este mundo; y el hombre sabio deve procurar tratar con otros sabios, de los quales carece este mundo; y el hombre anciano deve tener en poco perder la vida, pues sabe con quántos trabajos se passa la vida; porque a la verdad especie es de loco el que ha passado una muy prolixa y aun muy peligrosa jornada y llora [280] y le pesa porque se vee al fin della.» Respondióle Anatharso: «Muy buenas palabras dizes, amigo, y oxalá sea tal tu vida quales son tus consejos; pero pésame que en este tan gran conflito ni tengo juyzio para gustarlo, ni tengo tiempo para agradecértelo; porque te hago saber que no ay lengua humana que pueda explicar lo que un hombre siente quando se quiere morir. Yo muero y, como tú vees, solamente me matan porque soy virtuoso, y ninguna cosa tanto siento como no me poder vengar de mi hermano Cabdino, porque a mi parecer en esto consiste toda la bienaventurança, conviene a saber: la injuria que a sin razón es hecha vengarla antes que pierda hombre la vida. Loable cosa es que el philósopho perdone las injurias, assí como suelen hazer los buenos y virtuosos philósophos, pero tanbién sería justo que las injurias que perdonamos los hombres injuriados que tomassen cargo de vengarlas los dioses justos; porque muy dura cosa es ver que un tyrano quita la vida a un bueno, y que de aquel tyrano jamás sus amigos vean castigo.» Paréceme a mí, Pulión, que este philósopho en vengar un agravio puso toda la felicidad deste mundo.

De los sármatas

El monte Cáucaso, según dizen los cosmógraphos, parte por medio a la gran Asia, el qual comiença en la India y fenece en Scithia, y, según la variedad de las gentes que habitan en sus aldeas, assí aquel monte tiene diversos nombres, y las vertientes que corren a la India tienen en sí gran variedad de gentes, porque quanto más las tierras son montuosas, tanto se crían en ellas gentes más bárbaras. Entre las otras tierras que están a la sombra de aquel monte son los sármatas, y riega aquella tierra de Sarmacia el río Thanays, y en esta provincia a causa de las grandes frialdades no se cría vino, como sea verdad que en todo el Oriente no ay nación tan amiga dello; porque la privación de una cosa pone mayor apetito a dessearla. Esta gente de Sarmacia es gente bellicosa, aunque a la verdad es desarmada, y danse muy poco por comer manjares delicados y mucho menos por vestir preciosos vestidos, [281] porque toda su felicidad en este mundo no consiste sino en hartarse de vino.

En el año de la fundación de Roma de cccxviii, nuestros antiguos padres destinaron contra los sármatas y otras naciones bárbaras a Lucio Pío cónsul. Y, como fuesse entre ellos varia la fortuna, después que andava encendida la guerra, finalmente vinieron a treguas, y todos los capitanes de los sármatas con sus tierras se hizieron subjetos al Imperio Romano sólo porque el cónsul Lucio Pío en un combite los hartó de vino. Passada la guerra y subjeta a Roma toda la tierra de Sarmacia, el cónsul Lucio Pío vínose a Roma y en remuneración de su trabajo pidió que le diessen el acostumbrado triumpho, el qual no sólo le fue negado, pero aun en pena de su maleficio fue públicamente degollado, y en torno de su sepulcro fue puesto este epitaphio por sentencia y voluntad del Sacro Senado.

Aquí yaze Lucio Pío cónsul, el qual venció a los sármatas, y fue esta infame conquista en el año cccxviii desde la fundación de Roma.
Venciólos no como vencen romanos, sino como suelen engañar los tyranos.
Venciólos no en la guerra con armas, sino en la mesa con manjares.
Venciólos no peleando con peligro, sino comiendo de reposo.
Venciólos no con lanças en el campo, sino emborrachándolos de vino.
El día que Lucio Pío pidió el triumpho, aquel día fue degollado.

Puso el Sacro Senado este epitaphio para que los capitanes romanos en él tomen exemplo; porque la magestad de los romanos no consiste en vencer a los enemigos con vicios y regalos, sino con armas o con ruegos. Sintieron mucho los romanos el atrevimiento que hizo Lucio Pío cónsul; y, no contentos con averle al triste degollado y, sobre todo, puéstole en la sepultura aquel infame título, luego se pregonó en Roma cómo todo lo que avía hecho Lucio Pío el Sacro Senado [282] lo dava por ninguno; porque era ley muy antigua que quando alguno degollavan por justicia también le quitavan toda la autoridad que avía tenido en Roma. No contentos con esto, el Sacro Senado escrivió a los sármatas en que les alçavan el pleyto omenaje que avían hecho de estar subjectos a Roma, y que de nuevo los tornavan a poner en su libertad, y esto hazían porque no era costumbre entre los generosos romanos ganar imperios emborrachando a los enemigos con vino, sino derramando su sangre propria en el campo. Esto he dicho, mi Pulión, porque a mi parescer el cónsul Lucio Pío vio que los sármatas ponían toda su felicidad en hartarse de vino.

Del philósopho Chilón

En la xv debastía de los lacedemonios, siendo rey de los medos Deodeo, y siendo rey de los lidos Gigión, y siendo rey de los caldeos Merrea, y siendo rey entre los macedonios Argeo, y siendo rey de los romanos Tullio Hostilio, en la olimpiada cxxvii, fue en Athenas un philósopho natural de Grecia por nombre Chilón, el qual es uno de los siete sabios que tienen los griegos entre sus thesoros. Andavan en aquellos tiempos entre los dos reynos de Athenas y Corintho muy travadas guerras, según colegimos los que las historias griegas leemos. Después que Troya fue destruyda jamás uvo paz en los reynos de Grecia, porque no fue tan grande la guerra que hizieron los griegos a los troyanos, quanta después fue la que se hizieron los unos a los otros. Los griegos, pues, como eran prudentes, repartían los oficios de la república según la abilidad que tenía cada persona, conviene saber: que a los esforçados cometían las guerras, a los pacíficos las governaciones, a los sabios encomendavan las embaxadas de tierras estrañas, y a esta causa los de Athenas embiaron a los de Corintho al philósopho Chilón para tratar de la paz.

Llegando este philósopho a la ciudad de Corintho (por ventura aquel día devía ser en ella fiesta), hallólos a todos jugando, en que los moços jugavan a la bola por los campos, los viejos jugavan a los dados por las plaças, las mugeres jugavan al alquerque en las huertas, los sacerdotes jugavan a la ballesta [283] cabe los templos, los senadores jugavan a las tablas en los consistorios, los gladiatores jugavan de esgrima en los theatros, los niños jugavan por las calles con los huessos; finalmente a todos los corinthos falló ocupados en juegos. Visto esto por aquel virtuoso filósofo, sin hablar palabra ni decender de la cavalgadura tornóse a su patria sin querer explicar la embaxada, y, como los corinthos fuessen en pos dél y le preguntassen por qué no dezía a lo que venía, respondióles: «Amigos, yo vine de Athenas a Corintho no con poco trabajo, y agora torno de Corintho a Athenas no poco escandalizado, y podéyslo ver en que no he querido hablar palabra a persona de quantos estávades en Corintho; porque yo no traygo autoridad para hazer pazes con jugadores perdidos, sino con governadores sabios. No me mandaron a mí en Athenas hazer liga con los que tienen las manos ocupadas en los dados, sino con los que tienen los cuerpos quebrantados en las guerras y los ojos quemados en los libros; porque los hombres que tienen guerra con los dados, es impossible tener paz con los vezinos.» Dichas por Chilón estas y otras semejantes palabras, tornóse para Athenas.

Hágote saber, mi Pulión, que tienen por summa felicidad los corinthos ocupar días y noches en juegos, y no lo tomes a burla, que a mí me dixo un griego, estando yo en Antiochía, que más felicidad tenía un corintho en ganar un juego que un capitán romano en ganar un triumpho. En todas las cosas según dizen fueron los corinthos hombres cuerdos y templados, si no fue en los juegos en que además fueron viciosos. Paréceme, mi Pulión, que respondo más largo de lo que demandava tu demanda, y aun de lo que quería mi salud, que es poca, de manera que tú ternás allá fastidio en leer y yo terné acá trabajo en escrevirlo. Quiero en breve hazerte una summa de todos los otros que se me ofrecen a la memoria, los quales en varias y diversas cosas pusieron su bienaventurança.

De Crathes philósopho

Crathes el philósopho puso la felicidad en próspera navegación, diziendo que el que navega impossible es que tenga [284] perfecta alegría, imaginando cómo entre la muerte y la vida no está más de una tabla, por cuya causa jamás el coraçón se siente tan bienaventurado como después de aver passado algún mar bravo y mira a la mar desde el puerto.

De Estilphón el philósopho

Estilphón el philósopho puso la felicidad en tener gran poderío, diziendo que el hombre que puede poco, vale poco y tiene poco, injusticia le hazen los dioses en que viva mucho; porque aquél sólo es bienaventurado que tiene poderío para repremir a sus enemigos y tiene con qué socorrer y remunerar a sus amigos.

De Seménides philósopho

Seménides el philósopho puso la felicidad en ser el hombre bienquisto en su pueblo, diziendo que los hombres austeros y que son mal acondicionados a las montañas los avían de embiar a morar con los brutos; porque no ay igual felicidad en esta vida con que un hombre vea que todos le aman en su república.

De Arquita philósopho

Arquita el philósopho puso la felicidad en vencer batallas, diziendo que naturalmente el hombre es tan amigo de sí y de salir con su apetito, que aun en muy pequeñas cosas y burlando no querría ser vencido; porque a la verdad liberalmente el coraçón humano sufre todos los trabajos desta vida sólo con pensar que algún día alcançará victoria.

De Gorgias philósopho

Gorgias el philósopho puso la felicidad en oýr cosas que aplazen, diziendo que no siente tanto la carne una grave [285] herida quanto siente el ánima una mala palabra; porque a la verdad no ay música tan dulce a las orejas como son sabrosas al coraçón las buenas palabras.

De Crisipo philósopho

Crisipo el philósopho puso la felicidad en hazer grandes edificios, diziendo que los hombres que no dexan de sí alguna memoria, su vivir y morir no ha sido más que de una bestia; porque los famosos y superbos edificios no son sino inmortales pregones de coraçones generosos.

De Antístenes philósopho

Antístenes philósopho puso la felicidad en tener fama después de la muerte, diziendo que con verdad no se puede llamar pérdida sino aquélla do se pierde la fama; porque el hombre cuerdo en muy poco ha de tener la muerte si por virtudes y hazañas dexa la fama viva.

De Euríspides philósopho

Euríspides el philósopho puso la felicidad en tener muger hermosa, diziendo que el descontentamiento que tiene el que tiene muger fea, antes le faltará tiempo que no qué dezir a la lengua; porque a la verdad el que alcança muger virtuosa y hermosa, de razón no tiene más que dessear en la vida umana.

De Sófocles philósofo

Sófocles el philósopho puso la felicidad en tener hijos que sucedan al padre, diziendo que el daño que tiene el que carece de hijos es el más supremo sobre todos los trabajos; porque [286] la mayor felicidad es tener honra y hazienda en esta vida, y después de muy gozada tener hijos que sucedan en la erencia.

De Palemón philósopho

Palemón el philósopho puso la felicidad en ser él hombre eloqüente, diziendo y jurando que el hombre que no sabe hablar en todas las cosas, no es tan pariente de los hombres como es de las bestias; porque al parecer de muchos no ay igual bienaventurança en esta triste vida con ser hombre de dulce lengua y honesta vida.

De Temístocles philósopho

Temístocles el philósopho puso la felicidad en descender de hombres generosos, diziendo que el hombre que es de linaje obscuro no parece que tiene obligación a hazerse hombre famoso; porque a la verdad las virtudes y proezas de los passados no son sino un despertador que despierta para grandes cosas de los presentes.

De Arístides el philósopho

Arístides el philósopho puso la felicidad en tener mucho de los bienes temporales, diziendo que el hombre que no tiene aun para comer y sustentar la vida humana, mejor consejo le sería de su voluntad yrse a la sepultura; porque sólo aquél se puede llamar en este mundo bienaventurado que no tiene necessidad de entrar por las puertas de su vezino.

De Heráclito philósopho

Heráclito puso la felicidad en tener tesoros, diziendo que el hombre pródigo y desperdiciado por mucho que tenga [287] siempre será a todos importuno; porque a la verdad respectos tiene de hombre cuerdo el que para las necessidades futuras guarda algún secreto thesoro.

Ya avrás sabido, mi Pulión, cómo ha siete meses que estoy quartanario, y por los dioses inmortales te juro que en el passo que estoy escriviendo esto, me tiembla la mano, y es señal que me quiere tomar el frío, por cuya ocasión avré de dar fin a tu mandamiento, aunque no a mi desseo; porque entre los verdaderos amigos, aunque cessen las obras con que se sirven, no por esso se han de resfriar las entrañas con que se aman. Si me preguntas, amigo mío Pulión, de todo lo sobredicho qué es lo que siento, y a quál de las sobredichas opiniones más me allego, a esto respondo que yo en este mundo no confiesso alguno poder ser bienaventurado; y si alguno ay, allá le tienen los dioses consigo, porque escogiendo de una parte el camino llano, enxuto y sin lodo, y de la otra el camino bravo y lodoso y pedregoso, más llamaremos a esta vida despeñadero de malos que no seguridad de buenos. Sólo quiero dezir una palabra, y mira bien lo que quiero dezir por ella, y es si entre los infortunios de la fortuna osamos dezir aver en este mundo bienaventurança, aquél sólo llamaremos bienaventurado al qual de la íntima adversidad le levantó su prudencia y después en la cumbre de la felicidad se sostuvo con cordura. No quiero (y aunque quiero, no puedo) más alargar, sino que los immortales dioses sean en tu guarda, y a ti y a mí nos aparten de la siniestra fortuna.

Como estás allá tan apartado en Bithinia, bien sé que querrías te escriviesse nuevas de Roma, y al presente no ay cosa nueva, sino que los carpentanos y lusitanos en España andan muy rebueltos. De Illírico recebí letras cómo están los bárbaros asossegados, aunque la hueste que allí está en guarda está algo temerosa, a causa que en la frontera toda ha andado pestilencia. Perdóname, mi Pulión, que estoy tan dessabrido, que aun de mí mismo no me acuerdo; porque es tan crudo mal la quartana que el hombre quartanario de ninguna cosa toma contento. Aý te embío dos cavallos de los mejores que [288] me traxeron de la Ulterior España; y también te embío dos copas de oro de las más ricas que me presentaron de Alexandría; y a ley de bueno te juro quisiera embiarte dos o tres oras de las que me atormenta mi quartana, de doze que me dura quando me toma. Mi Faustina te saluda, y de su parte y de la mía a Cassia, tu madre anciana y noble biuda, nos recomienda. Marco, Emperador romano, te escrive de su propria mano, y de nuevo te torna a saludar a ti, Pulión, su amigo antiguo. [289]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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