La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II
Comiença el segundo libro llamado Relox de príncipes, en el qual va encorporado otro muy famoso libro llamado Marco Aurelio. Es auctor del un libro y del otro el Reverendo Padre fray Antonio de Guevara, de la Orden de los frayles menores de observancia, predicador de la Capilla Real, y coronista de las Imperiales Corónicas del Emperador y Rey Nuestro Señor, don Carlos, Quinto deste nombre. Y tracta el auctor en el presente libro de la manera que los príncipes y grandes señores se han de aver con sus mugeres y de cómo han de criar a sus hijos.

Capítulo primero
De quánta excellencia es el matrimonio, y que si los hombres de la república se casan por voluntad, los príncipes se deven casar de necessidad.


Entre todas las amicicias y compañías desta vida no ay tan natural compañía como la del marido y de la muger que biven en una casa; porque todas las otras compañías se causan por voluntad, pero ésta se causa por voluntad y necessidad. No ay oy en el mundo león tan feroz, ni serpiente tan venenosa, ni víbora tan fiera, ni onça tan brava, ni animal tan esquivo, que por lo menos no se junten macho y hembra una vez en el año; porque los animales, aunque carezcan de razón para bivir, tienen un natural instinto para en uno se juntar y por la generación se conservar. En este caso tanto son de reprehender los hombres quanto son de loar los animales, entre los quales después que una vez las hembras se sienten preñadas no consienten que los machos más lleguen a ellas. Según la variedad de las naciones, así entre sí mismos son muy diferentes los hombres unos de otros, es a saber: que difieren en las caras, en los lenguajes, en las leyes, en las cerimonias; pero al fin en una cosa concuerdan todos: en que todos celebran el matrimonio de ser casados. Según lo que nos enseñan las divinas letras, después que fue el mundo criado, no ay cosa más antigua que es el sacramento del matrimonio; porque el día que fue el hombre criado, aquel día celebró bodas con su muger en el Paraýso. Los antiguos escriptores, assí griegos como latinos, muchas y muy grandes cosas escrivieron en alabança del matrimonio; pero, dexado lo superfluo y recogiéndose hombre a lo más necessario, podemos [352] dezir que siete bienes se siguen al hombre sabio de aver tomado sobre sí el yugo del matrimonio.

El primero beneficio del matrimonio es la memoria que queda en los fijos que susceden de los padres que murieron; porque, según dezía Pithágoras, quando un padre passa desta presente vida y dexa fijo eredero en su casa, no le pueden dezir que muere viejo sino que se remoçó en su fijo, pues el fijo eredó la carne, y la hazienda, y la memoria del padre. Proverbio muy usado era entre los antiguos que el olor de los olores es el pan, y el sabor de los sabores es la sal, y el amor de los amores son los fijos; porque (fablando la verdad) no ay otros tan naturales amores como son los amores que ay entre padres y fijos. Si acaso alguna vez vemos a los padres mostrar algún desamor a los fijos, no es a la verdad porque los tienen aborrecidos, sino que es tan grande el amor con que el padre ama a su fijo, que no puede sufrir en él algún caso siniestro. No sólo los hombres racionales y los animales brutos, mas aun las plantas verdes y los árboles silvestres y domésticos procuran en quanto pueden de perpetuar sus individuos, lo qual parece muy claro en que primero que se formen las frutas para comer, primero se crían los granos y pepitas para se perpetuar. Naturalmente dessean los hombres honra en la vida y memoria después de la muerte; pues digo yo que la honra se alcança con fechos heroycos y la memoria se ha de dexar en fijos virtuosos y legítimos; porque los fijos que de adulterio son nascidos en pecado se engendran y con cuydado se crían.

El segundo beneficio de matrimonio es que evitan el pecado del adulterio. Y no se tenga en poco evitar este vicio, ca los hombres adúlteros y amancebados no sólo en la religión christiana son tenidos por pecadores, mas aun entre muchos de los gentiles eran tenidos por infames. En las leyes que dio Solón Solonino a los athenienses so estrecho precepto les mandó que todos fuessen casados y evitassen los adulterios, so pena que el fijo que naciesse de adulterio fuesse del común de la ciudad esclavo. Los romanos, como hombres que en todas las cosas eran muy proveýdos, ordenaron y mandaron en las leyes de las diez tablas que los fijos adulterinos no fuessen de los bienes de sus padres erederos. Quando el orador [353] Eschines fue desterrado de Athenas y se vino para Rodas, en ninguna cosa tanto cargó la mano ni empleó su exercicio como fue en persuadir a los rodos a que fuessen casados y no amancebados; porque entre aquellos bárbaros no eran perpetuos los matrimonios, sino que solamente eran casados los que en la república tenían oficios. Dize Cicerón en una epístola familiar que, governando la república el gran romano Marco Porcio, jamás consintió que hiziessen maestro de los cavalleros a un tío suyo llamado Rufo, al qual oficio el Senado avía promovido, diziendo que lo que Rufo merecía por esforçado, desmerecía por amancebado; y que nunca sería en voto que a hombre que no tuviesse muger legítima le cometiessen cosa de la guerra. Diría, pues, yo agora que si los gentiles o paganos tuvieron en tanto los matrimonios y aborrescieron los adulterinos casos, mucho más los christianos deven ser en esto cautos y cuydadosos; porque los gentiles no tenían sino la infamia, pero los christianos han de tener la infamia y la pena. Pues el linaje humano de necessidad se ha de aumentar, y vemos que los hombres se dexan de la carne vencer, más vale que se casen y mantengan muger y casa, que no que gasten la hazienda y pierdan la conciencia con una concubina; porque muchas vezes acontesce que con lo que da y espende un cavallero con una muger errada sosternía muger y hijos en honra.

El tercero beneficio de matrimonio es la loable y amigable compañía que ay entre los casados. Los antiguos philósophos, difiniendo qué cosa era hombre, dezían que el hombre era un animal que de su propria naturaleza era comunicable, sociable y risible, de do se sigue que el hombre encogido y solitario no puede en su condición sino ser enojoso. La inclinación buena y la condición mansa en los hombres la desseamos y en los animales la loamos; porque el animal rixoso y el hombre cosquilloso aun lo que comen damos por mal empleado. Un hombre triste, un hombre solo, un hombre sacudido y apartado, yo no sé qué provecho puede él fazer en el pueblo; porque si cada uno se encierra a estar solo en su casa, en breve tiempo perescerá la república. Es mi intención de hablar contra los hombres solteros y vagabundos que sin tomar [354] estado se les han passado quarenta y cincuenta años, los quales no quieren ser casados por andarse toda su vida viciosos. Afrenta y vergüença y conciencia es de muchos hombres que jamás acaban en determinarse a elegir estado de ser casados, o continentes, o seculares, o ecclesiásticos, sino que como un corcho sobre agua se van en pos de la sensualidad do los lleva. Una de las más loables y sanctas compañías que ay en esta vida es la compañía del varón con su muger, en especial si la muger con que se casó es virtuosa; porque la generosa y virtuosa muger aparta a su marido de los enojos que le dan pena y házele servicios con que descansa. Quando la muger es virtuosa y el marido es cuerdo, es de creer que entre los dos está el amor verdadero; porque, no estando el uno del otro sospechoso y teniendo de por medio los fijos, es impossible sino que vivan muy concertados. Por lo que he leýdo y por lo que he visto, diría yo que do el marido y la muger viven bien avenidos no sólo se pueden llamar buenos casados, mas aun llamarse hombres sanctos; porque (hablando la verdad) son tantas las cargas del matrimonio, a que no se pueden cumplir sin mucho merescimiento. Lo contrario se deve y se puede dezir de los que son malcasados, a los quales los llamaremos no compañía de sanctos, sino casa de demonios; ca la muger que tiene mal marido faga cuenta que tiene en su casa el demonio, y el marido que tiene alguna muger mala faga cuenta que tiene el infierno en su casa. Y digo que las mugeres malas son peores que las infernales furias porque en el infierno no atormentan sino a los malos, pero las mugeres indómitas atormentan a malos y buenos. Resolviendo lo que tengo dicho, digo y afirmo que entre el marido y muger que son bien casados entre ellos están los verdaderos amores, y ellos y no otros se pueden llamar perfectos y perpetuos amigos. En los otros amigos y parientes, si nos aman agora, aborrécennos después; si nos aman en presencia, aborrécennos en absencia; si nos dizen buenas palabras, házennos malas obras; finalmente en la prosperidad nos aman y en la adversidad se descuydan. No es assí entre los virtuosos y generosos casados, ca ámanse en casa y fuera de casa, en prosperidad y adversidad, estando ricos y estando pobres, en absencia y en [355] presencia, viéndose alegres y sintiéndose tristes; y si no lo fazen, dévenlo por cierto assí de hazer; porque el marido a la muger y la muger al marido, quando dolieren los calcañares duros al uno, lo ha de sentir en las entrañas tiernas el otro.

El quarto beneficio del matrimonio es que las mugeres y hombres casados tienen más autoridad y gravedad que no los mancebos. Muchas y muy varias fueron las leyes que se hizieron en el tiempo antiguo en favor del matrimonio. Ca Phoroneo, en las leyes que dio a los egyptios, mandó y ordenó so graves penas que el hombre que no fuesse casado no pudiesse en la governación tener oficio; porque, según dezía él, el que no ha aprendido a regir su casa mal podrá governar la república. Solón Solonino, en las leyes que dio a los de Athenas, a todos los de la república persuadió que se casassen por su voluntad, pero a los capitanes que governavan la guerra mandólos casar por fuerça, diziendo que a los hombres efeminados pocas vezes los hazían los dioses victoriosos. Ligurgo, famoso governador y dador de leyes que fue entre los lacedemonios, mandó que los capitanes de los exércitos y los sacerdotes de los templos fuessen casados; porque dezía él que los sacrificios de los casados eran a los dioses más aceptos que otros. Según dize Plinio en una epístola que escrive a Falconio, su amigo, reprehendiéndole porque no era casado, los antiguos romanos tenían por ley que el dictator, y el prector, y el censor, y el qüestor y el maestro de los cavalleros, todos los destos cinco oficios de necessidad fuessen casados, ca dezían ellos que los oficios de cuya governación dependen los pueblos no deven estar en poder de mancebos no casados; porque el hombre que no tiene muger y hijos en casa no puede tener mucha auctoridad en la república. Plutharco, en el libro que hizo De las alabanças del matrimonio, dize que los sacerdotes romanos no consentían a los mancebos por casar assentarse en los templos, sino que las moças por casar oravan defuera delante las puertas, y los moços y biudos oravan de rodillas; solos los hombres casados estavan arrimados o assentados. Plinio, en una epístola que escrive a su suegro Fábato, dize que el Emperador Augusto tenía en costumbre que jamás mandava dar silla al mancebo por casar, ni dexava [356] negociar en pie al hombre casado. Plutharco, en el libro que fizo De las alabanças de las mugeres, dize que, como en el reyno de Corintho oviesse más amancebados que casados, ordenaron entre sí que el hombre o muger que no oviesse sido casado y mantenido fijos y casa no le diessen después de muerto sepultura. [357]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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