La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo XXI
Do el auctor pone otras tres condiciones que han de tener las amas que crían, conviene a saber: que no bevan vino, que sean honestas y, sobre todo, bien acondicionadas.


Por este exemplo pueden conoscer las princesas y grandes señoras quánto les va en que las mugeres de Thracia con no comer sino leche y hortigas criavan hombres feroces y las mugeres de nuestra edad con comer de muchas cosas crían a los hombres enfermos.

Lo quinto, deven las señoras poner gran diligencia en que las mugeres que crían a sus hijos sean no sólo regladas en el comer, pero aun sean muy templadas en el bever vino, el qual antiguamente no se llamava vino sino veneno. La razón de todo esto está muy clara, ca si vedamos el manjar, el qual, por ser gruesso, se para en el estómago; mucha más razón ay de vedarse el vino, el qual, por ser tan líquido, en beviéndolo se derrama luego por todas las venas del cuerpo. E digo más, que como el niño no toma otro mantenimiento sino la leche, y la leche se haga de la sangre, y la sangre esté bañada en vino, y el vino naturalmente sea cálido; de primo ad ultimum no es otra cosa bever vino la muger que cría sino para cozer poca leche poner mucho fuego a la caldera, do la caldera se quema y la leche se assura.

No quiero negar en que alguna vez no puede acontescer ser el niño de complexión rezia y ser la ama que le cría de complexión flaca, y la criatura querría la leche un poco más sustanciosa y la ama dásela muy delicada. Y en tal caso (aunque con otras cosas la leche se pueda esforçar) concédesele a [475] la muger bever un poco de vino; pero ha de ser tan poco y tan aguado, que ha de ser más para quitar la crueldad del agua que no para dar sabor a la lengua. No lo digo esto sin causa, porque muchas vezes, so color que está el ama flaca y desmayada y que la leche no está sustanciosa, házenla comer más de lo necessario y bever el vino algo sustancioso, por manera que, pensando dar triaca a la ama, dan rejalgar con que matan a la criatura.

Aquellas excelentes y antiguas romanas, si fueran en mi tiempo o yo meresciera ser en el suyo, aunque por ser yo christiano es mejor este tiempo, ellas me quitaran deste trabajo, las quales fueron tan templadas en el comer y tan sobrias en el bever el vino, que no sólo se abstenían de beverlo, pero aun de olerlo; porque mayor infamia era a una señora romana bever vino que no descasarse de su marido. Dionisio Alicarnaseo, libro De legibus romanorum, dize que Rómulo, primero fundador que fue de Roma, más se ocupó en hazer edificios para ampliar a Roma que no en componer leyes para governar a la república, pero entre quinze leyes que hizo (y no más), la setena ley fue que ninguna muger romana osasse bever vino dentro de Roma so pena que perdiesse por ello la vida. El mismo historiador dize que por ocasión desta ley quedó de costumbre en Roma que, quando alguna señora romana quería bever vino y hazer alguna solenne cena, salíasse fuera de Roma do tenía cada una su alcaria; porque dentro de los muros de Roma aun oler el vino no osara una matrona romana.

Si Plinio no nos engaña en el xiiii de su Natural Historia, era costumbre muy antigua en Roma que todas las vezes que se topava un pariente con su parienta se dava el uno al otro paz en la cara, y no por otra cosa esta cerimonia tomó principio sino por ver si la muger olía a vino. Y, si acaso olía a vino, el censor podía desterrarla de Roma; y, si el pariente la tomava fuera de Roma, libremente podía matarla; porque dentro de los muros de Roma a ningún romano podían matar por justicia. Como dicho es, Rómulo fue el que ordenó la pena de las borrachas, y Ruptilio ordenó la pena de las adúlteras, y entre Rómulo y Ruptilio passaron cccxxv años, por manera [476] que en Roma grandes tiempos antes fueron puestas penas a las mugeres borrachas que no a las mugeres adúlteras. Ser la muger adúltera o ser la muger borracha son dos tan grandes males, que yo no sabría dezir quál sería el menor dellos; porque por el adulterio pierde la muger la fama, y por ser borracha pierde ella la fama y el marido la hazienda. Pues si las mugeres sólo por la honestidad de sus personas son obligadas en el comer y bever ser muy corrigidas, quánto más lo deve ser la muger que cría, en la qual concurre no sólo la gravedad de su persona, pero aun la salud y vida de la criatura que cría; porque muy justo es la muger totalmente sea privada del vino, pues la honra y la vida por beverlo passan peligro.

Lo sexto, deven las princesas y grandes señoras mirar y estar muy recatadas en que no se hagan preñadas las amas que crían a sus criaturas, y la razón desto es que, como en el tiempo que la muger está preñada se le alce su purgación continua, la sangre mestruada (como está retenida) mézclase con la sangre limpia, de la qual se haze la leche de la criatura; y desta manera, pensando criar al niño con leche, mátanle con ponçoña; y no puede ser cosa más injusta que poner en peligro al niño nascido por aquél que aún está por nascer. Cosa es maravillosa de ver al que curiosamente lo quiere mirar: ver a los brutos animales cómo en el tiempo que crían hijos la hembra no consiente al macho, ni el macho persigue a la hembra; y (lo que más es) ver lo que passa entre las aves, en que las páxaras no sólo no se dexan tomar de los páxaros, pero aun hasta que son grandes y buelan los primeros hijos no les verán poner huevos para otros.

Plutharco, en el séptimo de su Regimiento de príncipes, dize que Gneo Fulvio, primos hijos de hermanos que fueron él y Pompeyo, siendo cónsul en Roma, enamoróse de una donzella huérfana de Capua, do él estava huydo de una pestilencia, y llamávanla a ella Sabina; y, como se hiziesse preñada del cónsul, parió una hija, la qual después llamaron Drusia la hermosa, y a la verdad fue loada más de hermosa que de honesta; porque muchas vezes acontesce que las mugeres hermosas y desonestas dexan a sus hijos tan bien criados, que [477] eredan de sus madres poca hazienda y mucha desvergüença. Estando, pues, esta Sabina parida, según que era costumbre en Roma, criava a los pechos a la niña, su hija, y hízose preñada de un cavallero criado del cónsul que la tenía en guarda; lo qual como lo supo el cónsul (conviene a saber: que estava preñada y que, esto no obstante, dava de mamar a la criatura), a él mandó degollar y a ella mandó empozar. Venido, pues, el día en que de ambos querían hazer pública justicia, la triste Sabina embió a rogar al cónsul tuviesse por bien antes que le quitassen la vida la oyesse una sola palabra, el qual venido en presencia de todos, díxole ella: «¡O!, Gneo Fulvio, hágote saber que no te embié a llamar para que me otorgasses la vida, sino por no morir con lástima de no aver visto tu cara, aunque devrías acordarte que era muger y flaca; y que, como tropecé contigo en Capua, podía caer como caý con otro en Roma; porque somos las mugeres tan flacas en esta flaqueza, que durante el tiempo desta mísera vida, ninguna se puede tener por segura. Tú huelgas que yo muera; pues hágote saber que a mí no me pesa en que tú vivas; porque soy cierta que en la hora que los dioses te dieren la muerte, a ti te pesará de averme quitado la vida.» Respondió a estas palabras el cónsul Gneo Fulvio: «A los dioses immortales pongo por testigos, ¡o!, Sabina, quánto de coraçón a mi coraçón le pesa en que mi pública justicia sea pregonera de tu culpa secreta; porque más honesto es a los hombres encubrir vuestras flaquezas que no ser verdugos de vuestras culpas. Pero ¿qué quieres que haga, aviendo hecho lo que tú heziste? Por los dioses inmortales te juro y te torno a jurar quisiera muy mucho más que a mi persona procuraras una muerte secreta, que no en mi casa pusieras tan gran infamia; porque ya sabes tú lo que dize el proverbio de Roma: que más vale morir con honra que no vivir desonrado. Y no pienses que te mandé matar porque, olvidada la fidelidad que devías a mi persona, te echaste con el que tenía cargo de tu servicio y guarda; que, pues no eras mi muger, la libertad que tuviste de venirte comigo de Capua a Roma, essa mesma tenías para yrte con otro desde Roma a Capua; porque muy mal parece a los hombres viciosos querer castigar en otros las culpas en que están ellos [478] mismos caýdos. La causa porque yo te mando matar fue acordándome de la ley muy antigua en que mandava que ninguna muger que criasse fuesse osada, so pena de muerte, hazerse preñada. Y a la verdad la ley es muy justa; porque no se sufre en honestidad de mugeres, criando un hijo a los pechos, absconder otro en las entrañas.» Esto fue lo que passó el cónsul Gneo Fulvio y su amiga Sabina la capuana, y, según dize allí Plutarco, uvo el cónsul compassión della, y perdonóla, y desterróla, con condición que jamás tornasse a Roma.

Cinna Catulo, en el iiii libro De los xx cónsules, dize que Gayo Fabricio fue un cónsul de los notables que uvo en Roma y tuvo algunas peligrosas enfermedades en su vida no por más de por aver mamado quatro meses de leche estando su madre preñada; y, con temor desto, luego como dava a criar la hija, a la ama y a ella encerrava en el templo con las vírgines vestales, do por espacio de tres años estavan allí retraýdas. Preguntado el cónsul por qué no criava a sus hijos en casa, respondió: «Criándose los niños en casa puede aver ocasión en que la muger que los cría se haga preñada, y desta manera ellas matarán los niños con la leche corrompida y darán a mí ocasión a que haga dellas justicia; teniéndolas assí encerradas, quitamos las ocasiones a que ellas no pierdan las vidas y nosotros no pongamos en peligro a los hijos.»

Diodoro Sículo, en su Bibliotheca, y muy mejor Sexto Cheronense en la Vida de Marco, dizen que en las islas Baleares tenían en costumbre que las mugeres que criavan niños, hora fuessen suyos proprios, hora fuessen fijos ajenos, por espacio de dos años estavan apartadas de sus maridos; y la muger que en aquel tiempo (aunque fuesse de su marido) se hazía preñada, aunque no la castigavan como adúltera, ponían todos en ella la lengua. En el tiempo que passavan aquellos dos años, a causa que el marido no tomasse otra muger, mandava la ley que tomasse una manceba o comprasse una esclava, de la qual él se aprovechasse como de su muger propria; porque entre aquellos bárbaros, aquél se tenía por más honrado que tenía dos mugeres, la una parida, la otra preñada. Por los exemplos sobredichos podrán ver las princesas y grandes señoras quánta guarda y vigilancia han de tener sobre sus amas [479] para que sean honestas, pues dellas depende no sólo la salud de sus muy queridos hijos, pero aun la honra de sus generosas casas.

Lo séptimo, deven las princesas y grandes señoras trabajar que las mugeres que tomaren por amas sean bien acondicionadas, por manera que no sean embidiosas, sobervias, deslenguadas, dobladas y maliciosas; porque menos ponçoña tiene la bívora que no la muger mal acondicionada. Poco aprovecha que a una muger le quiten el vino, le rueguen que coma poco, la aparten de con el marido, si ella de su propria naturaleza es terrible y mal acondicionada; porque no es tanto peligro para el niño que su ama sea bevedora y glotona como que sea embidiosa y maliciosa. La muger que cría, si acaso sale mal acondicionada, por cierto que tiene gran trabajo ella, y aun la casa donde mora; porque la tal al señor es importuna, a la señora enojosa, al niño que cría es peligrosa, de la familia con quien trata aborrecida y, sobre todo, siempre de sí misma está descontenta; finalmente, los padres muchas vezes por ahorrar de la ama no les pesa avérseles muerto la criatura.

Entre todos los que yo he leýdo, digo de los príncipes romanos antiguos, nunca de tan buen padre como fue Drusio Germánico salió tan mal fijo como fue Calígula, quarto Emperador de Roma, ca no se hartan los historiadores de encarecer las excellencias del padre, ni jamás acaban de afear las torpedades del hijo; y todo esto dizen que le vino no de la madre que le parió, sino de una ama que lo crió; porque muchas vezes acontece que el árbol está verde y bueno quando nasce, y después está seco y peresce do se traspone. Dize Dión el griego, en el segundo libro De Cesaribus, que a este malaventurado le crió una maldita muger de Campania por nombre Prescilla, la qual contra toda naturaleza tenía tanto vello en los pechos como los hombres en las barbas, y, allende desto, en correr un cavallo, tirar una lança, jugar a la ballesta, pocos moços se le ygualavan en Roma. Acontesció una vez que, estando para dar a mamar a Calígula, por un enojo que uvo despernó y desmembró a una muchacha y, sobre todo, con la sangre de la moça untó el peçón de la teta, y assí hizo mamar leche y sangre a la criatura. Dize el mismo Dión, en la [480] Vida deste Emperador Calígula, que tenían en costumbre las mugeres de Campania, de do era natural esta Prescilla, que quando querían dar a mamar a los niños primero untavan los peçones de las tetas con sangre de herizos, y esto porque fuessen más feroces sus hijos. Y assí fue este Calígula, ca no se contentava con quitar a uno la vida, sino que la sangre del puñal o de la espada lamía con la lengua.

El excellentíssimo poeta Homero, queriendo encarescer las crueldades de Pirro, dixo en su Odisea dél estas palabras: «Nasció en Grecia, crióse en Archadia y mamó la leche de tigres, que es una muy truculenta bestia.» Como si más claro dixera: «Pirro por nacer en Grecia fue sabio, por averse criado en Archadia fue esforçado y por aver mamado tal leche fue indómito y crudelíssimo.» Puédese de aquí inferir que al gran griego Pirro por mamar leche mala careció de la condición buena. Este mismo historiador Dión dize en la Vida de Thiberio que fue muy gran borracho, y la causa desto fue que la muger que lo crió no sólo bevía vino, pero aun destetó al niño con sopas en vino, y sin duda aquella maldita muger fuera menos mala si en lugar de leche diera al niño ponçoña, que no avezarle a bever vino con que después perdió la fama; porque a la verdad el Imperio Romano perdiera muy poco en que muriera quando niño Thiberio, y Thiberio ganara mucho si nunca supiera beverlo. Todo esto se ha dicho a causa de avisar a las princesas y grandes señoras que, pues en no querer criar a sus hijos se mostraron crueles, a lo menos en buscarles buenas amas se muestren piadosas; porque los hijos muchas vezes siguen más la condición de la leche que mamaron, que no la condición de la madre de do nascieron. [481]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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