La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XLVII
En el qual Marco Aurelio concluye su carta y pone la causa y el tiempo que la primera vez fueron admitidos los truhanes y juglares en Roma, y de muchos dellos que fueron muy ricos.


Después que essos maestros de farsas y truhanes uvieren tomado tierra en essa ysla, dexarles has andar libres, y no les tomarás cosa de su hazienda, y (junto con esto) ternás cuydado de avisarlos a que no sean osados de exercitar sus oficios; porque, si intentassen de hazer lo contrario, las vidas que acá les perdonamos en Roma, tú se las podrás quitar allá en la ysla. Una cosa te encomiendo, y ruégote no la pongas en olvido, conviene a saber: que los constriñas a los trabajos, y por ninguna manera los consientas andar ociosos; porque la ociosidad es madre de todos los vicios que ay en una persona y de todos los escándalos que se levantan en la república. Pues nosotros no sabemos sino trabajar, y los truhanes no saben sino holgar, diría yo que con más razón podían ellos dezir que nosotros no somos cuerdos, que no dezirles a ellos que son locos; porque injustamente se pueden llamar locos los que se dan maña en comer de sudores agenos.

Visto lo poco en que a los truhanes tenemos, y considerando lo mucho que nosotros presumimos, a ley de bueno te juro, Lamberto, que con más razón burlen ellos de nuestras obras que nosotros nos riamos de sus palabras; porque mejor se aprovechan de nuestra hazienda que nos aprovechamos nosotros de su locura. En el año de dozientos y deziséys de la fundación de Roma, vino en Italia una cruda pestilencia, la qual después de passada acordaron de contar no los millares de [880] hombres que eran muertos, sino los pocos que quedaron vivos. Estando, pues, Roma tan sola y Italia tan assolada, no por más de por dar a la gente alegría y que la ciudad no quedasse tan despoblada, fueron los primeros theatros inventados y la primera vez que fueron los truhanes admitidos; porque hasta aquellos tiempos no sabían otra cosa los romanos sino ofrecer a los dioses sacrificios en los templos y pelear contra sus enemigos en los campos.

¡O!, cosa lastimosa de oýr, en que duró aquella pestilencia inguinaria solos dos años y ha durado la rabia y locura de los pantomimos y truhanes más de quatrocientos. Pluguiera a los immortales dioses que los pocos que quedaron los acabara aquella pestilencia, y no que tan mala gente y tan abominables costumbres se introduxeran en Roma; porque muy mejor le era a nuestra madre Roma que le faltassen los vezinos que no le sobrassen los truhanes y pantomimos. Bien sé, Lamberto, que essos prisioneros van de mí muy quexosos, y las quexas que acá tuvieron principio, allá no ternán fin; pero a mí se me da muy poco dello, porque no son otra cosa las querellas de los malos sino aprovar las justicias que en ellos hizieron los buenos. Los príncipes en lo que mandan, y los juezes en lo que executan, muy poco se han de dar de todas las quexas que dellos pueden tener, con tal que la causa esté justificada y (so color de justicia) a ninguno hagan sinjusticia. En las alabanças que nos dizen para tomar dellas gloria, y en los vituperios con que nos improperan para tomar dellos pena, mucho han de mirar los hombres prudentes quién es el que lo dize, y si es verdad lo que dize, y qué crédito tiene para lo dezir; porque si se tiene por afrenta ser uno vituperado del bueno, también es no poca infamia ser loado del malo.

Después que los hados en este mundo me pusieron, no he visto cosa menos útile a la república, ni mayor liviandad de livianos, ni peor invención de vagabundos, ni más fría recreación de mortales, que es la que se toma con pantomimos y juglares. ¿Qué cosa más monstruosa puede ser que baste la liviandad de un liviano a desplomar el seso de muchos cuerdos? ¿Qué mayor ludibrio puede ser que se tengan todos por dicho que el dicho de un frío loco se ha de festejar con risas de [881] muchos cuerdos? ¿Qué mayor escándalo puede ser que en las casas de los generosos romanos estén siempre las puertas abiertas para los locos y los hombres prudentes las hallen siempre cerradas? ¿Qué crueldad puede ser mayor en Roma que los senadores y ombres ricos den más a un juglar o truhán por una gracia que le dixeron, que dan a los criados por los servicios que les hizeron? ¿Qué mayor robo puede ser que a las guarniciones que están en el Illírico falte y a los truhanes de Roma sobre? ¿Qué igual afrenta puede recebir Roma, que en los tiempos passados mayores estados y memorias dexaron en Italia los pantomimos y truhanes ganados con rodajas y sonitos, que no dexaron muchos capitanes con sus triunfos y armas?

Mira, pues, Lamberto qué diferencia ay de los capitanes a los truhanes, que quando los unos andavan por Roma sembrando sus liviandades de puerta en puerta, los otros yvan de reyno en reyno consumiendo sus haziendas, aventurando sus vidas, peleando con gentes bárbaras y derramando sus sangres proprias. En la Ulterior España, como los celtiberios tuviessen guerra con los gaditanos, acontesció que a los de Celtiberia les faltó al mejor tiempo la moneda, y dos pantomimos se ofrecieron a sustentar por dos años toda la guerra con su hazienda propria, por manera que con las riquezas de dos locos fueron vencidos muchos cuerdos. Quando las amazonas enseñoreavan la Asia, entonces edificaron ellas el gran templo de Diana y, según dizen las historias, sólo con lo que ellas tomaron a un pantomimo se construyó aquel generosíssimo templo. Si las historias de los egypcios no nos engañan, el rey Cadino, que con cien puertas a la gran Thebas edificó, para edificio tan monstruoso no le dieron tanto todos sus amigos y vassallos, quanto le dieron solos dos pantomimos. Quando el buen Emperador Augusto reedificó los muros de Roma (los quales eran de ladrillo, y los hizo él de piedra), para tan costoso y prolixo edificio, más eredó de dos truhanes que se ahogaron en el río, que no le socorrieron del erario, ni le dieron de todo el pueblo. Estando yo en la ciudad de Corintho, vi un sepulchro antiguo, el qual dezían los corinthos estar allí sepultado el su rey primero, y deste rey dizen los historiadores [882] que fue un luchador, otros dizen que fue un hostalero, otros dizen que fue un juglar. Sea lo que fuere, que él tenía oficio de burla y ganóse un reyno de veras. Mira, pues, Lamberto, quánto son los descuydos de los dioses, y quán varios son los casos de la fortuna, y en quán poco se han de tener los bienes desta vida, pues assí se hazen unos memorables por locos, como otros por cuerdos. Una sola cosa de los truhanes me ha caýdo en gracia, es a saber: que en presencia hazen reýr a todos con las locuras que dizen, y de que se van queda cada uno triste por las ropas y dineros que llevan. Por cierto es muy justa sentencia de los dioses los que tomaron vano plazer juntos, lloren la pérdida después apartados.

No quiero más escrevirte al presente, sino que esta letra te embío en griego escripta porque la puedas leer a todos en toda la ysla. Despacharás luego las naos, porque han de llevar provisiones al Illírico. Paz sea contigo, Lamberto; salud y mansa fortuna sea comigo, Marco. El Senado te saluda y la prorrogación de la governación por otro año te enbía. En las calendas de Jano dirás el gaude felix acostumbrado. Mi Faustina te saluda; aý te embía para tu hija una cinta muy rica. En pago de los oficios embíote dos joyeles ricos, y dos cavallos ligeros, y una librança de quatro mil sextercios. Marco del monte Celio te escrive de su propria mano. [883]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

<<< Capítulo 46 / Capítulo 48 >>>


Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
© 1999 Fundación Gustavo Bueno (España)
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org