Filosofía en español 
Filosofía en español


Materialismo, Materialista

Nombre de secta y de sistema. Los antiguos Padres llamaban materialistas a todos los que sostenían que ninguna cosa se había hecho de la nada, que es imposible la creación rigorosamente tomada, y que hay una materia eterna, en la cual trabajó Dios para la formación del Universo. Tal era el sentir de todos los antiguos filósofos, y no se conoce ninguno que admitiese clara y distintamente la creación de la materia.

Tertuliano en su tratarlo contra Hermógenes refuta con solidez el error de estos materialistas. Hace ver que si la materia es eterna y necesaria, no puede tener ninguna imperfección ni estar sujeta a ninguna mutación: que el mismo Dios no podría variar la disposición de la materia, ni podría tener ninguna potestad sobre un ser que le era coeterno. Este es el argumento de Clarke, quien le desenvolvió largamente en nuestros días. De lo dicho infiere Tertuliano que la materia principió a ser; y no pudo principiar sino por la creación. San Justino en su exortación a los gentiles, número 23, y Orígenes en su comentario sobre el Génesis, y sobre San Juan, tomo 1, núm. 18, prueban también que si la materia fuese eterna, no tendría Dios sobre ella ninguna potestad.

Hermógenes, por no hacer a Dios responsable de los males del mundo, les atribuía, como la mayor parte de los filósofos, a la imperfección esencial de la materia. Tertuliano sostiene, que en este caso debería Dios abstenerse de criar [273] el mundo, si no podía remediar los defectos de la materia, y que este efugio nada serviría para disculparle: que sería un desatino atribuir los males, y no los bienes del Universo a una materia eterna. Hace ver que Hermógenes se contradice en el hecho de suponer la materia tan pronto buena como mala, poniéndola infinita, y al mismo tiempo sujeta al Criador. La materia, dice Tertuliano, se incluye en el espacio; luego es limitada, y es Dios quien le puso límites.

No creemos que los metafísicos modernos tengan mejores pruebas para combatir la eternidad de la materia: conviene siempre hacer ver que los Padres de la Iglesia no eran tan malos lógicos como pretenden ciertos críticos modernos. Véase Hermogenianos.

También se llaman hoy materialistas los que no admiten mas sustancia que la materia, y sostienen que son puras quimeras los espíritus o sustancias espirituales: que en el hombre el cuerpo solo es el único principio: por consiguiente no admiten un Dios, o lo miran como una alma universal desparramada por todos los cuerpos, de la cual provienen sus movimientos y sus diferentes variaciones. Ambos sistemas suponen siempre la materia eterna e increada, y por consiguiente están ya refutados por los argumentos que usaron los Padres contra los antiguos materialistas.

Debemos dejar a los filósofos el cuidado de demostrar que la materia es por esencia incapaz de una acción espiritual, como el pensamiento; esta es una operación simple e indivisible, que no puede tener por sujeto ni por principio una sustancia divisible como la materia. Aun cuando se admitiese un átomo indivisible de materia, no se le podría atribuir más cualidad esencial que la inercia o la incapacidad de producir ninguna acción. Además, los materialistas suponen que la materia no se hace capaz de pensar sino por la organización, y ésta exige la reunión y orden de muchas partes de la materia. [274]

Muchos críticos modernos pretenden que los antiguos Padres no creían que el alma y los ángeles fuesen sustancias puramente inmateriales, y que las concibieron a manera de cuerpos sutiles y muy delicados, y que se debe poner a estos Padres en el número de los materialistas. De este defecto acusan particularmente a San Ireneo, a Orígenes, a Tertuliano, a San Hilario y a San Ambrosio. Ya hemos refutado esta acusación en el art. inmaterial inmaterialismo, y justificamos también la doctrina de los Padres en su art. particular. Es extraño que unos escritores católicos, por otra parte muy ilustrados, adoptasen con tanta ligereza una sospecha tan injusta.

No debemos dejar de observar que los materialistas no tienen ninguna prueba directa de su sistema; solo se contentan con poner dificultades contra la hipótesis de la espiritualidad. No se puede, dicen, formar idea de la naturaleza de un ser espiritual, ni de sus operaciones, ni de cómo se encierra en un cuerpo, y causa en él el movimiento y la vida. Pero ¿se concibe mejor una materia eterna, necesaria, increada, y al mismo tiempo limitada, cuyos atributos no son eternos, ni necesarios, dado que están sujetos a variaciones? ¿ Se concibe un ser puramente pasivo, indiferente al movimiento y al reposo, y que al mismo tiempo es principio del movimiento, un ser compuesto y divisible, que está al mismo tiempo sujeto a modificaciones indivisibles? Estos no solamente son misterios inconcebibles, sino también claras contradicciones. Nos parece que es menos absurdo el admitir misterios incomprehensibles que contradicciones groseras; y que es una demencia el querer sofocar el sentimiento interior, que nos asegura que nosotros somos algo mas que la materia, y superiores a todos los seres materiales.

En cuanto al sistema de los filósofos que tuvieron a Dios por el alma del mundos, véase Alma del Mundo.