Bergier (El abate Nicolás Silvestre)
Todos conocen el nombre de este sabio presbítero y sus numerosas obras, o a lo menos su Diccionario de la Teología que se ha hecho popular, y ha sido la fuente en donde muchos han ido a buscar abundante doctrina. Bergier nació en 1718 y murió un 1790. Fue primero párroco, luego profesor de Teología, y más tarde canónigo de la Metropolitana de París. En toda su larga vida se dedicó a defender con sus escritos la religión cristiana contra los ataques de los incrédulos e impíos, principalmente de su época. La primera obra que publicó fue El Deísmo refutado por sí mismo, en la cual refuta a J. J. Rousseau, atacándole con sus propias armas, y con sus mismas opiniones consignadas en varios pasajes de las obras de aquel incrédulo. A ella siguió La Certeza de las pruebas del cristianismo, en la cual combate e impugna el Exámen crítico de los apologistas de la religión cristiana falsamente atribuida a Freret. En esta obra, según dice Feller, pone en evidencia la pasión y mala fe que intenta disfrazarse con la máscara de moderación, y sin arredrarse por el conjunto enorme de razonamientos especiosos, los ataca en detalle y demuestra la ilusión de cada uno en particular, desmoronando todo el edificio En un solo año se hicieron tres ediciones de esta obra, y fue traducida en italiano y en español. En 1769 publicó su Apología de la religión cristiana contra El Cristianismo desenmascarado, por el Barón de Holbach, obra clara, sólida, instructiva y propia para convencer a cualquiera, siempre que de propósito no cierre los ojos a la luz de la verdad.
Hacia el año 1770 se imprimió la obra impía Sistema de la naturaleza, de la cual dijo Voltaire que era una filípica contra Dios. El abate Bergier, accediendo a los deseos de la Asamblea del clero francés, refutó dicha obra en su Examen del materialismo, que salió a luz en 1771, en dos volúmenes. En el primero de ellos rebate el materialismo, y en el segundo justifica la religión, y trata de la divinidad, de las pruebas de su existencia, de sus atributos y del modo con que influye en la felicidad de los hombres. Más tarde publicó su gran obra: Tratado histórico y dogmático de la verdadera religión, con la refutación de los errores que se le han opuesto en los diferentes siglos. Esta obra, según Feller, es en donde el autor agotó la riqueza de su talento en todos los géneros. “Historia, física, geografía, política, moral, filosofía, erudición sagrada, todo lo reúne la pluma del sabio, elocuente y juicioso autor, para formar un cuadro sencillo, respecto de su objeto principal, aunque infinitamente compuesto por la diversidad de relaciones, y la multitud de partes que concurren a formar este precioso conjunto.” Pasó algún tiempo, y en 1788 empezó la publicación de su gran Diccionario Teológico, en tres volúmenes, que formó parte de la Enciclopedia. Según Feller, se hallan en el Diccionario de Teología de Bergier la vasta erudición, lógica vigorosa, el estilo corriente, rápido y fácil de las demás producciones del mismo, pero en algunos puntos, se encuentran así como en el Tratado histórico y dogmático, demasiada indulgencia o complacencia respecto de los individuos pertenecientes a una secta que no desdeñaba su talento, una especie de tolerancia para con los errores acreditados, y de composición con algunas preocupaciones dominantes. A veces parece oírse la voz de la religión, que con tanto acierto ha defendido, decirle con un tono cariñoso y de queja: ¡Tu quoque Brute!
También es verdad que la colaboración de Bergier en la Enciclopedia contribuyó poderosamente a que se extendiera aquella obra perniciosa, vasto depósito de errores de todos géneros, a los que los lectores cristianos tenían la mayor aversión, y que desde el momento que salieron bajo la égida del nombre de un autor tan sabio y religioso, se la hizo un lugar en las bibliotecas más escrupulosamente selectas. Pero este paso imprudente, que dio engañado por su celo, no impedirá que sea considerado con justo título como uno de los más celosos apologistas modernos del cristianismo. El abate Gouset publicó este diccionario con muchas notas y correcciones. Migne hizo otra edición más completa en 1849, añadiendo muchos artículos nuevos; y últimamente, el abad Lenoir publicó en 1876 otra edición más completa en diez volúmenes. En España se publicó este diccionario con muchas adiciones, notas y artículos nuevos, bajo la dirección del Excmo. e Ilmo. señor Dr. D Antolín Monescillo, actual Cardenal Arzobispo de Valencia; y por último en 1857 se publicó un Suplemento al mismo de artículos nuevos, bajo la dirección del mismo sabio señor Monescillo, en un grueso volumen.