Caos (confusión)
Según las más antiguas cosmogonías, se llama caos aquel estado revuelto y confuso en que se encontraban todas las cosas antes de hallarse organizada la creación, como suponiendo un abismo insondable, en el cual se agitaba la materia informe. De aquí provienen aquellas opiniones absurdas de los filósofos que atribuían la creación al acaso, diciendo que había en los espacios una infinidad de átomos que revoloteaban sin orden ni concierto en todas direcciones, pero que uniéndose entre sí en grandes masas, se formó el cielo y la tierra y todas las admirables cosas que hay en ellas. Tan absurda hipótesis ya fue refutada por Cicerón, diciendo que aquellos filósofos debieron admitir que arrojando al acaso innumerables caracteres de letra, podrían resultar escritos en tierra los Anales de Ennio; y que si el concurso fortuito de los átomos pudo formar el cielo y la tierra, más fácilmente podría formar templos, casas y ciudades. Otros filósofos abusaban de esta idea del caos, para establecer sus teorías panteístas, que refutaremos en su lugar correspondiente.
Los filósofos cristianos admiten en cierto sentido el caos primitivo, suponiendo que significa el estado de confusión de la materia cuando salió de la nada por la virtud omnipotente del Criador, antes de ordenar el mundo en siete días o períodos, según se refiere en el Génesis. Añaden que este caos fue expresado por Moisés con las palabras, Tohu, Bohu, תֹ֙הוּ֙ וָבֹ֔הוּ (Gen. 1-2), que los LXX traducen por invisible y en desorden o sin adorno, y Symmaco, una masa sin movimiento y en desorden, y Aquila y Theodotion, un vacío y una nada, que la Vulgata traduce: Terra erat inanis et vacua, porque carecía entonces de plantas, árboles y otros adornos. Advierte el Padre Scio, que “algunos intérpretes trasladan la palabra hebrea tohu, un caos, como si dijéramos un agregado de semillas de las cosas que después debían de ser mezcladas todas sin distinción ni orden, y sin ninguna de las cualidades de que las vemos ahora vestidas.” En otros lugares de la Sagrada Escritura, la palabra caos se toma por un abismo o espacio impenetrable, como en San Lucas, XVI, 26: Intervos et nos chaos magnum firmatum est.
Los poetas latinos describen el origen del universo del caos: entre otros Ovidio (Metamophosis, lib. 1.º):
Unus erat toto naturæ vultus in orbe
Quem dixere chaos rudis indigestaque moles...
Hanc Deus et melior litem natura diremit.
Pero no todos los antiguos tenían ideas fijas sobre este punto. Unos confundían el caos con la noche, el Erebo y las tinieblas infernales; otros suponían que era independiente de la divinidad, y que existía fuera de Dios; otros, por último, hacían al mismo caos una divinidad, la más antigua de todas, y de aquí vinieron las opiniones panteístas a que arriba hemos aludido. Todas las antiguas cosmogonías ponen al caos como principio primero de las cosas: lo cual, sin duda alguna, es una reminiscencia de la relación Mosaica. De otro modo no se concibe que todos los pueblos hayan tenido creencias tan uniformes sobre el estado primitivo de la creación. (Véase Cosmogonía).