Lolardos
Se dio este nombre a unos sectarios que se levantaron en Alemania a principios del siglo decimocuarto y tenían por corifeo a Gualtero Lolardo, de quien se llamaron así. Renovaron en parte las herejías de los albigenses y enseñaban que Lucifer y los otros demonios habían sido arrojados injustamente del cielo y que serían repuestos algún día, y por el contrario los ángeles culpables de esta injusticia serían condenados eternamente con todos los hombres que no fuesen de la secta. Despreciaban el bautismo, la Eucaristía y todos los sacramentos, y se mofaban de todas las ceremonias y leyes de la iglesia, de las bendiciones, fiestas, censuras, ayunos y abstinencia, culto de los santos y sus reliquias, autoridad del papa y de los prelados y en general de todas las practicas de la religión. Comían carne aun el viernes santo y trabajaban en los días de más solemne festividad. Tenían doce jefes que se titulaban apóstoles, y recorrían todos los años la Alemania para afirmar a los que habían sido seducidos. Entre estos doce había dos viejos llamados ministros, que fingían entrar todos los años en el cielo, donde recibían la potestad de perdonar los pecados, y la comunicaban a otros muchos en cada ciudad o lugar. Estos herejes llamaban al matrimonio una prostitución jurada y se reunían en lugares subterráneos, donde cometían todo género de torpezas sin ninguna consideración al más próximo parentesco. Su número era considerable, y confesó uno de sus corifeos quemado en Viena que había más de ocho mil en Bohemia, Austria y países comarcanos sin contar los del resto de Alemania y de Italia. Los religiosos de santo Domingo que tenían a su cargo la inquisición, descubrieron muchos que fueron condenados a la hoguera, particularmente en la diócesis de Passau. Mas estos sectarios perseveraron en su pertinacia y fueron todos al suplicio sin dar ninguna señal de arrepentimiento. Siete años adelante fue preso Gualtero y quemado en Colonia, y no se le pudo obligar ni con promesas, ni con los más horribles tormentos a descubrir a los cómplices de su herejía.
En Inglaterra fueron llamados lolardos los secuaces de Wiclef, porque estas dos sectas se reunieron a causa de la conformidad de sus opiniones. Unos y otros fueron condenados por el arzobispo de Cantorbery Tomás Arundel en los concilios de Londres (año 1396) y de Oxford (1408). Se ha hecho con razón la observación de que los wiclefitas de Inglaterra prepararon los ánimos para el cisma de Enrique VIII, y los lolardos de Bohemia despejaron el camino para la introducción de los errores de Juan de Huss.