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Nódulo: entorno, dintorno, contorno (de un)
Estas distinciones, tal como las utilizamos, constituyen una generalización de las distinciones, habitualmente referidas (entre pintores, principalmente) a figuras planas (dos dimensiones espaciales), no tanto a figuras tridimensionales (a sólidos) cuanto a configuraciones corpóreas tetradimensionales (espacio temporales), aunque consideradas, no ya en tanto son regiones del espacio-tiempo, sino en tanto son ámbito de interacciones (causales) de sus componentes, tales que pueda probarse que existe una diferencia o gradiente significativo entre el nivel de esas interacciones (no siempre recíprocas) y el de las interacciones mantenidas con terceras entidades corpóreas. Llamamos “nódulos” a las configuraciones activas de referencia, teniendo en cuenta que la “pequeñez” asociada (etimológicamente) a este concepto puede extenderse (relativizarse) tomando como término de comparación las dimensiones del universo físico. De este modo, diremos que una molécula de calcio es un nódulo, pero también que un caelospherium (agregado de células dispuestas en una esfera hueca), un planeta o una galaxia, son nódulos. Se trata de habilitar un término capaz de designar un concepto generalísimo (de la misma “grosera generalidad” que corresponde a los conceptos de “cosa” o “bulto”) que pueda ser aplicado, en principio, tanto a agregados como a organismos, tanto a configuraciones “compactas”, fuertemente cohexionadas y duraderas, como a configuraciones tan efímeras (una per accidens) como pueda serlo una nube estival, tanto a configuraciones “individualizadas” y estables, dotadas de límites precisos y con “solución de continuidad”, como a configuraciones de límites borrosos (como los que puedan corresponder al campo gravitatorio asociado a un cuerpo “masivo”). En general supondremos que una configuración reconocida como tal, aun desde una perspectiva estática o pasiva –por ejemplo, un guijarro o un montón de guijarros– es un nódulo, es decir, mantiene un nivel objetivo de interacción diferencial que permite considerar su unidad perceptual molar (de mole) o bulto (de vultus, faz) desde una determinada unidad objetiva y no meramente subjetiva.
El dintorno de un nódulo es el conjunto de las entidades que están en él englobadas. El entorno es el conjunto de todas las entidades que, no perteneciendo al nódulo, mantienen sin embargo con él interacciones constitutivas (acaso moleculares más que molares) y, en cada caso, significativas. El entorno, según esto, no es solamente el “envolvente exterior” o lugar (en el sentido aristotélico) de un nódulo, ni siquiera espacialmente, puesto que el entorno también puede “atravesar” o traspasar al nódulo (como el campo gravitatorio terrestre traspasa al cuerpo de un ave o al de un pez). El contorno es la frontera entre el entorno y el dintorno, lo que corrobora que el concepto de contorno no se reduce a la “superficie envolvente” del cuerpo (o lugar del cuerpo), no sólo porque el contorno de muchas morfologías biológicas puede formularse en términos de formas de superficie de catástrofe (utilizando conceptos de R. Thom), sino también porque hay que hablar del contorno refiriéndonos a las fronteras espaciales internas (el “medio interno” de un organismo, por ejemplo la invaginación gastrular o el recinto interno vacío de un volvox; o la superficie que separa el aire que ha entrado en los pulmones en tanto ha entrado en ellos como una fase más del aire atmosférico) y a las fronteras temporales (a las líneas divisorias que se establecen entre un embrión en el momento de desprenderse de la placenta; no cabe hablar de contorno temporal en cambio entre el pollo salido del cascarón y el huevo, o entre la crisálida y la mariposa).
La dificultad principal implícita del concepto de entorno tiene que ver con la compatibilidad de la “continuidad activa” (constitutiva, en muchos aspectos) que mantiene con el dintorno del nódulo y con la discontinuidad con él, establecida por el contorno. Un entorno –o parte de un entorno– puede ser nodular, es decir, estar constituido por nódulos del mismo orden que el de referencia (el enjambre es entorno nodular de la abeja) o puede ser indeterminado.
Un nódulo tiene siempre un entorno: luego no cabe hablar de entornos vacíos, en sentido absoluto (un vacío de nitrógeno no es un vacío de helio, y un vacío de helio no es un vacío gravitatorio). Teniendo presente el principio de la symploké [54] habrá que dudar de la posibilidad de que el entorno de un nódulo dado pueda estar constituido por todos los demás nódulos existentes en el universo. Además, el universo (el mundo) no tiene entorno, no es un nódulo. El entorno de un sistema termodinámico es su medio; el entorno de un animal no se reduce al medio (paratético [183]) puesto que tiene la estructura de un entorno apotético (que corresponde a lo que suele llamarse precisamente “mundo entorno”). El entorno de cada persona (en la medida en que sea diferenciable de un sujeto meramente etológico) es el mundo, en general (pero no como “conjunto de todos los nódulos”). El concepto orteguiano de “circunstancia” (que constituye en gran medida un calco del término alemán Um-welt) podría redefinirse como el “entorno de un yo”, es decir, el entorno de un “sujeto egoiforme” asociable, acaso siempre, a la persona.
{TCC 1410-1412}