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Creacionismo o artificialismo estético
Segunda versión del objetivismo estético [657]. La segunda versión del objetivismo que consideraremos es la del creacionismo o, si se quiere, la del artificialismo. Según ella, lo bello, lo elegante, etc., son valores que se circunscriben originariamente al terreno de las obras culturales de los hombres. La aplicación de calificativos estéticos a la Naturaleza sería sólo una proyección antropomórfica. “Lo bello natural es sólo un reflejo del Espíritu y ha de entenderse como un modo embrionario del Espíritu”, decía Hegel en la Introducción a su Estética. En las posiciones más radicales del romanticismo –Novalis, Wagner– la vida natural aparece como grosera, terrible, fea, finita; sólo en el arte encuentra el Espíritu la auténtica infinitud estética. La Naturaleza adquiriría sus cualidades estéticas en la medida en que en ella puedan verse esbozos del Espíritu: esto ocurriría sobre todo en algunas obras de los animales, en la cultura animal. Pero lo bello o lo sublime tiene su patria en el Espíritu creador, en la obra que se aleja de la Naturaleza, que por sí misma, no significa nada (“¡Oh Sol, qué sería de ti si no existiera el ojo de aquél a quien alumbras!”). Conviene tener en cuenta que el creacionismo no se confunde, por sí mismo, con el subjetivismo, porque lo que entendemos por subjetivismo se mantiene en el ámbito de las categorías psicológicas, como psicologismo. Si se quiere, el subjetivismo estético [654] es una reducción psicológica del creacionismo espiritualista [417].
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