Filosofía en español 
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Estética y Filosofía del arte

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Arte y Religión primaria: pintura y música

Las religiones primarias [351] han mantenido unas relaciones preferenciales con la pintura y con la música, pero no con la arquitectura o con la escultura, ni con la poesía.

La razón de esta discriminación es obvia: el cuerpo del animal numinoso es una realidad percibida (cuando nos atenemos a la percepción estética) desde un enfoque visual, apotético y, por tanto, representable pictóricamente, también escultóricamente si la técnica hubiera estado suficientemente desarrollada. Una representatividad con un grado de mímesis casi fotográfica, es decir, tal que la apariencia del cuerpo del animal pueda confundirse con su realidad (a la manera como las uvas de Zeuxis pudieron ser confundidas por los pájaros como uvas reales).

Las pinturas rupestres, si representan al animal divino (si esencializan, fijan y delimitan su figura), constituyen un ejemplo eminente de arte religioso, por la materia y por la forma, aunque ellas mismas no posean la “sustancia numinosa” del animal real, porque más bien contienen su “esencia”. Sin embargo, por su contenido pictórico artístico, identificado con el animal sagrado, establecen un nexo interno entre los valores religiosos y los valores estéticos; o si se prefiere, los valores estéticos de las pinturas rupestres están subordinados enteramente a los valores religiosos.

Sin perjuicio de sus utilidades chamánicas (hipótesis en la que ha insistido Jean Clottes) o mágicas (magia simpatética, en el sentido de Frazer) que estas figuras rupestres pudieran tener. No porque ellas por sí mismas proporcionen (por magia homeopática –“ley de semejanza”, decía Frazer desde su perspectiva emic– y menos aún por magia contaminante, “ley de contacto”) el dominio del animal, sino porque (desde una perspectiva etic) [237] podrían ser de utilidad a los cazadores del magdaleniense como descripción anatómica de la pieza deseada, y como intento de control, si no del animal, sí de las operaciones de sus cazadores (y, a través de ellas, de su propio “ánimo cazador”).

Los animales pintados en las cavernas constituirían un caso de arte servil [671] (pragmático) más que religioso, cuando se las interpreta como pinturas mágicas; pero serían arte sustantivo cuando se las interpreta como pinturas religiosas.

Pero los animales numinosos también mugen, o aúllan, o rugen, o graznan, o silban, o barritan (como los rinocerontes o los elefantes), es decir, producen sonidos imitables onomatopéyicamente por la música más primitiva, cuya fuente, por supuesto, no mana únicamente de la imitación animal (como ya sugirió Demócrito), puesto que también los hombres, como primates que son, aúllan o gritan, y muy pronto, sin duda, susurran en coro o cantan. Se considera en los últimos años entre los paleontólogos, la posibilidad (fundada en estudios de acústica de los lugares en los que se encuentran las pinturas dentro de las cuevas) de que en algunas cavernas paleolíticas (que se suponen relacionadas entre sí, al modo como las iglesias sufragáneas se relacionan con la catedral) resonasen los cánticos de los hombres. Dice Jean Clottes: “En la caverna de Niaux, el ‘salón negro’ goza de una acústica excepcional. No es casualidad, sin duda. ¿Fue lugar de grandes ceremonias con cantos, danzas, ritos colectivos, curación de enfermos?” Desde esta hipótesis cabría hablar de música religiosa, como arte vinculado directamente a las religiones primarias, bien fuera directamente (como modo de identificación mimética con el animal numinoso), bien fuera indirectamente (como modo de relación entre los “fieles” adoradores del animal divino).

Constatamos, al menos entre los paleontólogos o prehistoriadores de años anteriores, una especie de resistencia o bloqueo al reconocimiento del arte de las cavernas como arte vinculado, en virtud de sus mismos contenidos, a la religión. De hecho, todavía se sugieren interpretaciones de las pinturas paleolíticas como si fuesen “obras de arte” (De Altamira a Picasso es el título de una historia de la Pintura). Esto supuesto, la conexión entre el arte paleolítico y la religión tendría que ser entendida como conexión extrínseca.

Concluimos: solo desde una concepción materialista de la religión y del arte es posible reconocer plenamente la involucración interna entre la religión y el arte originarios. Pero desde la perspectiva materialista el problema de la conexión entre el arte paleolítico y la religión primaria (conexión impuesta “empíricamente” por los hechos) desaparece, en la medida en la cual el arte pictórico o musical ha de ser considerado él mismo como religioso. Por así decirlo, lo que habría que explicar no sería tanto la conexión o involucración original entre el arte y la religión, cuanto su disociación o separación ulterior entre las figuras religiosas y sus contenidos estéticos “puros”.

{LFA 287-289}

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