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Pensamiento Alicia como pensamiento de mala fe
¿Hay que quitar importancia práctica a los pensamientos Alicia tal como los hemos definido y presentado? ¿Podríamos atribuirles una cierta importancia especulativa, como ejercicios de un pensamiento libre e inofensivo (“el pensamiento no delinque”) que, en cualquier caso, habría que respetar en nombre de la “libertad de pensamiento”? No es este el caso. Los pensamientos Alicia tienen, sin duda, un interés teórico indudable, en cuanto alternativas sistemáticas y doxográficas (una gran parte de los contenidos de las llamadas Historias del Pensamiento son pensamientos Alicia) a las diversas cuestiones que plantean. Pero lo importante es constatar que estos pensamientos Alicia pueden también ser muy peligrosos en el terreno práctico. Y entonces habrá que afirmar que su carácter inofensivo es aparente. Precisamente por su simplismo y por su gran capacidad para ser entendidos por todos, cuando son defendidos por gentes que tienen asignadas responsabilidades prácticas concretas en la dirección y gobierno de la sociedad política, pueden transformarse en pensamientos falsos, hipócritas y de mala fe. De mala fe si a quien los defiende le atribuimos una mínima “mancha de inteligencia” que le obligase a advertir su simplismo. Y el simplismo de su decisión de asumirlo como algo evidente, y por ello expresarlo “con una permanente sonrisa [714] en los labios”.
En efecto, el simplismo de los pensamientos Alicia puede llegar a ser no otra cosa, sino encubrimientos de la realidad, intentos para disimularla arrojando sobre ella velos legales (propios de legistas) destinados a tranquilizar a los electores y consumidores. Pensamientos que son valores impregnados de perfumes que huelen a opio del pueblo.
Quien, por ejemplo, insiste en el proyecto vacío de una Alianza de Civilizaciones, ¿qué otra cosa puede pretender que ofrecer un plan armónico cuya ejecución ofrezca a miles de personas (políticos, funcionarios, ONG) la ilusión de que todo es cuestión de buena voluntad, de diálogo y compresión mutua? Obviamente, estos proyectos armónicos tendrán que ofrecerse entre sonrisas, que pretenden expresar la evidencia, la tranquilidad y la paz perpetua. Los “inocentes pensamientos” sobre “realidades nacionales” españolas, por ejemplo, incompatibles con la Nación española, pueden dejar de ser meros pensamientos adolescentes o de mala fe, para convertirse muy pronto en discursos que encubren la traición.
Quienes han podido poner en ejecución planes y programas [238] Alicia en el terreno político se verán naturalmente obligados a debatir con quienes, desde la prudencia y el sentido de la realidad, levantan objeciones específicas, incoherencias y dificultades graves. Y entonces, como los pensadores Alicia no pueden responder dialécticamente a estas objeciones específicas, ni rectificar sus incoherencias, ni resolver las dificultades que les señalan, asumirán la única vía que les queda abierta: reiterar una y otra vez sus planes y programas, y responder no dialécticamente, sino por vía retórica y sofística, tratando simplemente de no perder el favor de los electores-Alicia. Es así como el pensamiento Alicia, cuando se ejerce desde el poder político, se convierte en pura demagogia. Un ejemplo de esta diversidad de argumentaciones (retóricas y dialécticas en el sentido de Aristóteles), nos lo ofrecen los debates parlamentarios que tuvieron lugar en los meses de mayo y junio de 2006 con motivo del llamado “proceso de pacificación del País Vasco”.
Los principios del Pensamiento Alicia, cuando canalizan por vía retórica o sofística, se convierten, obviamente, en pensamientos de mala fe. Un tipo de pensamiento que, apoyándose en semejanzas indudables, pero despreciando las diferencias esenciales, llama personas humanas a los simios [816]; llama progenitores A y B a los miembros de las parejas homosexuales a los que se ha concedido en adopción un niño o una niña, llama fascistas a quienes vencieron en la Guerra Civil española, y víctimas del holocausto a los que fueron represaliados; llama Alianza de Civilizaciones a los acuerdos diplomáticos y coyunturales entre países distanciados; llama solidarios, con intención ponderativa, a los miembros de una banda terrorista o a los cuarenta ladrones; llama “representación democrática del pueblo español” a una asamblea parlamentaria en la que los partidos antagónicos se han “solidarizado” a fin de dejar aislado al partido que representa a la mitad de ese pueblo; llama “memoria histórica” a lo que son recuerdos psicológicos canalizados por una ideología parcialista, revanchista y sectaria, etc.
Con esto no se quiere decir que una nave cuyo timón está dirigida por un pensador Alicia está destinada a fracasar necesariamente; la nave tiene sus propias leyes de navegación, que están impuestas por su medio, por la tripulación, por la marinería, por la relación con otras naves, y no por su piloto. El mundo (el mundo de la economía, el de la ciencia, el de las costumbres), una vez en marcha, “va por sí mismo”, hasta cierto punto, al margen de los gobiernos. Pero hasta cierto límite. A partir de límites determinados, un gobierno simplista, inspirado por Alicia, puede dar lugar a que la nave se encalle o se estrelle contra otras naves que, en el mundo, navegan en su entorno.
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