Filosofía en español 
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Cuestiones preambulares

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Conceptos genérico-sustancialistas (fisicalistas, fenomenológicos, empíricos) / Conceptos abstracto-funcionales (ontológicos, esenciales, estructurales)

1. El concepto de redondel (para aprovechar un ejemplo conocido de Poincaré) [es] genérico-sustancialista; el concepto de circunferencia, como lugar geométrico (y, más aún, como especie de cónica) es abstracto-funcional.

Muy brevemente podríamos declarar la diferencia lógica entre estos dos niveles de conceptuación de este modo: los conceptos genéricos son conceptos de una clase distributiva [24], cuya intensión no aparece construida de suerte que, a partir de ella, pueda iniciarse un desarrollo extensional –por ello, los términos de la extensión aparecen como independientes unos de otros (como “sustancias” lógicas). Opuesto es el comportamiento de los conceptos funcionales (según la longitud del radio, así las circunferencias. Las circunferencias de igual radio se discriminan por las coordenadas diversas de sus centros).

Grosso modo puede decirse que los conceptos genéricos son oscuros [791] por respecto a los conceptos abstracto-funcionales correspondientes, y si aquellos son fenoménicos, estos pueden exponer mejor una esencia o estructura enmascarada en la “apariencia fenoménica” (aun cuando la idea de esencia o estructura [56] sea aquí pensada en un sentido relativo a un fenómeno, no como entidad en-sí). Para quien desconfíe del sabor metafísico-platónico que pueda tener la distinción entre fenómeno y estructura (distinción, por otra parte, indisociable del pensamiento dialéctico) [96-107] me apresuro a ofrecer un paradigma que nadie llamará, me parece, metafísico; la distinción entre una función primitiva y la derivada de esa función, en ciertas circunstancias: supongamos una función primitiva y=f(x) que evoluciona del siguiente modo: crece hasta un cierto punto, alcanza un máximo y comienza a decrecer. Fenoménicamente, esta curva puede representar un proceso de variación irregular, que solo por causas externas podría ser explicado (“¿por qué la curva sube y, en un punto dado, comienza a bajar?”). Pero acaso la derivada de esta función, y’=f’(x), nos depara un “ritmo” regular de “aceleración” decreciente, ligado a la estructura profunda, y, por así decir, interna, del proceso. Un orteguiano podría ilustrar lo que digo de este modo: fenoménicamente la curva política y económica de España crece en el siglo XV y XVI y comienza a decrecer a continuación; estructuralmente, la Historia de España es la historia de una continua decadencia (el ejemplo de Ortega lo aduzco, naturalmente, salva veritate).

En cualquier caso, los conceptos funcionales no suplantan a los conceptos genéricos. Podemos formarnos un concepto del espacio físico clásico pensándolo como la clase de todos los puntos (átomos), pero también podemos pensarlo como un espacio cartesiano en el que cada punto consta como intersección de tres rectas. Ambas conceptuaciones organizan un mismo “material”: pero la organización es opuesta, aunque con conexiones muy precisas, “duales”. El concepto genérico de espacio, pone en primer plano los puntos (átomos) y después, sobreañade relaciones entre ellos; el concepto abstracto-funcional, pasa a primer término las líneas y, como intersección, introduce los puntos.

Un concepto genérico (y fenoménico) de “Ciudad” es un concepto clase, cuya intensión variará según las definiciones (para algunos sociólogos, la ciudad es un asentamiento de por lo menos 50.000 personas dispuesto de suerte que pueda ser atravesado en 60 minutos) pero cuyo esquema lógico de construcción es el mismo: las diversas ciudades (Babilonia, Tokio, París…), es decir, los términos de la extensión del concepto, son conceptuados como puntos geográficos. Estos puntos geográficos tienen una estructura empírica, sin duda, pero, a su vez, esta estructura es pensada en términos distributivos (por ejemplo, la vieja teoría de Burguess sobre la disposición zonal de las ciudades en círculos concéntricos). Y, por supuesto, entre las notas intensionales del concepto fenoménico de ciudad contamos, no solamente notas fisicalistas (ecológicas, sociológicas, geográficas), sino también notas fenomenológicas (por ejemplo, la autodefinición jurídica de las ciudades como municipios, con respecto a los cuales la población se agrupa en clases disyuntas).

Un concepto abstracto-funcional de “Ciudad” destaca, ante todo, la complejidad de la estructura interna de toda ciudad en tanto que solo es concebible plenamente en un tejido de relaciones en el cual cada ciudad fenoménica está envuelta. Cada ciudad es ahora un “nudo” del entramado social (un “ganglio”, para usar una imagen zoológica) de un entramado “abierto” y, virtualmente al menos, universal. La “universalidad” se refiere a la de aquella clase de animales que históricamente han logrado oponerse a todas las restantes clases de animales (al menos es este un criterio más preciso que el concepto de “emancipación de la Naturaleza”). Desde una perspectiva materialista es absurdo pensar en la posibilidad de que ciertos animales “se emancipen” de la Naturaleza. Si por Naturaleza se entiende, no un concepto metafísico, sino el conjunto de vertebrados, salvo los “homínidas”, entonces el concepto de “emancipación” puede tener una significación operacional, que comienza con la caza y la domesticación y termina con el enjaulamiento de las fieras más terribles en el parque zoológico de la ciudad [816]. Este control debe ser efectivo, no meramente intencional: y la efectividad de tal “dominio sobre la Naturaleza” supone la ciudad, en cuanto nudo de una red universal de ciudades y de zonas rurales, o salvajes. Es cierto que solo en época muy reciente (en la Época Moderna) podemos hablar de una efectividad universal en este sentido, una efectividad en la cual el concepto abstracto-funcional se hace a su vez visible, fenoménico, en cuanto se realiza en la red de carreteras, hilos telefónicos o señales de televisión, que enlazan constantemente los puntos más alejados del “continuo social”. Pero esta visibilidad es siempre parcial: los contenidos del concepto abstracto de ciudad son siempre invisibles en su conjunto, precisamente porque este concepto está destinado a totalizar componentes pretéritos, invisibles, o distantes de la fenoménica y visible realidad de la ciudad, ecológicamente considerada. Por este motivo, el concepto abstracto funcional de ciudad es utilizable para pensar las ciudades de un pasado en el que todavía no podía considerarse efectivamente realizada la “Sociedad universal”. Solo en la medida en que determinadas agrupaciones empíricas (Sidón, Babilonia, Mohenjo-Daro) pueden ser interpretadas como nudos de una red social de la Historia Universal, podremos llamar ciudades a estas agrupaciones empíricas, ciudades en sentido abstracto-funcional. Evidentemente, lo que estamos haciendo al introducir la Idea de una “Sociedad universal” efectiva es privilegiar la perspectiva de nuestro presente universal. Cuando retiramos esta perspectiva, entonces la “ciudad” es solo una continuación de la “aldea” neolítica, un hábitat presidido por leyes zoológicas generales.

2. La sustantivización de los conceptos funcionales suele entrañar efectos indeseables, embrollos, pseudoproposiciones o confusiones. [Así ocurre, por ejemplo, con los términos ciudadanía, solidaridad [4], corrupción [749], etc.]

{E&U 75-79 / FD 39 / → E&U 75-91 / → FD 25-79}

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