Filosofía en español 
Filosofía en español


Frai Gerundio.
 
Periódico
de León.



Dejó Fr. Gerundio los estudios
y se metió a periodista.


 

 

Año de 1837.

 
Imprenta de D. Cándido Paramio y Pascual,
calle de la Rúa número 36.

 

Advertencia.

Este periódico sale cada ocho días. Además da todos los correos a los suscritores una o dos cuartillas de noticias del teatro de la guerra, antes o al mismo tiempo que los de la Corte.

 
Se suscribe en las Administraciones de Correos: precio 18 rs. por trimestre franco de porte, y 16 para los exclaustrados.

cubierta

 

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Número que casi todo es prospecto o prospecto que hace a número. Más claro: Fr. GERUNDIO pensó anunciarse al público con el siguiente prospecto, pero le pareció largo; mudó de pensamiento, escribió otro, y empieza a dar ejemplo de economía (que es la cualidad que más honra en estos ruines tiempos) aprovechando el que ahora va a ser leído por el que le lea.
 
 

¿Quare inter tantos quos in España papeles
vemos cuotidie periódicos atque folletos,
ciencia, amenitate, noticiis, gratia atestatos,
non se lucebit Gerundius quidan in illa?
Salgat Gerundius, dixi botónibus meis…
et ecce salit, ecce in campaña Gerundium,
(Fratren Gerundium rigor vocare petebat,
sed non illius medida versus admisit)
qui veritates sic quasi puños dicebit,
etiamsi amarguent, quodam descaro frailesco.
Itaque cum illo nec Rex nec Roque securi
erunt, nec erit diablus del Carmen et ipse.

Sed si colorem suum politicum velles
examinare, solemnem chascum llevabis.
Jam Dominicarum piam colorem vestivit,
jam Franciscacum rucium gastabit colorem,
jam blancus erit ut nivis habitus ejus,
vel etiam niger, si in testa ponitur illi;
habiti nan sobrant omnis ordinisque clasisque.
Frailibus jam ipsis zurras permaguas pegabit,
jam advocatus paucorum erit quorundam,
qui sunt instructi, finique quasi corales:
et exclaustratis qui sunt preguntam ad cuartam
faciet ut cito realetes quinque paguentur.

Clasibus cum aliis ipse mismisimus erit;
illi gerundiabit ipsum del albæ lucerum,
si male se portan suo in destino empleoque.
Ille elogiabit, linguisque a malis defendet
parachos juiciosos, sueltosque clericos alios,
sunt qui Cristinæ, sunt qui Isabelis amantes,
es confitentur tan solum Carolum esse
pretendientillum regenere tristæ figuraæ.
Sive qui ad minus alias dejando bobadas,
rebañum suum celere regere curant,
et obedientiam, parcusque populo exortant.

Alvero guerram faciet Orizontibus illis,
qui confusionis et matachinis uniuntur,
et chafarotem manejant cuasi brigantes:
vel Jesuitarum gatam fingendo musinam,
ad revellionem quasi a la chita callanda
pobretes multos adque inocentes azuzant.

Juvabunt illum misiones facere suas
Frater Platiquillas, Currus Magister et ali
ac Circunloquius, cervicis valde robustæ,
si bene del claustro ollonas pingues estraña
Utqne non desit ista in funcione tarasca.
Legotem quendamn valde chistosum habebit,
qui dicen cosas, quasi diablus ipse discurret.

Lector, suscribe, amiciqne erimus ambo,
et ¿ubi melius posses gastare duretem?



Por si acaso, o lector, eres tan lego que ni este latín macarrónico entiendes, voy a traducírtelo a un castellano que ni tu ni nadie podrá menos de entender.

¿Por qué entre tantos como ahora bullen
periódicos, folletos, papeluchos
de chiste y gracia y de noticias llenos
no ha de haber en España algún Gerundio?
¿Por qué no le ha de haber? yo me decía.
¿Por qué no ha de salir? pues salga, futro:
y hete aquí ya a Gerundio en la palestra,
(debí en rigor llamarle Frai Gerundio;
mas el Frai en el verso no cabía;
y quitándole el Frai, vino más justo)
que con un desenfado así… frailesco
ha de decir verdades como puños;
si amargan, no hay remedio, hay que aguantarlas.
Y así nadie con él va a estar seguro,
ni rey ni roque; y si a atufarse llega,
el mismo Satanás sufrirá el pujo.

Mas si quisieses indagar curioso
cuál es su profesión y el color suyo,
¡qué chasco has de llevar! porque unas veces
del color dominico ha de hacer uso;
otras se vestirá de franciscano,
y otras de blanco y otras de negruzco,
conforme se le ponga en la mollera,
conforme a su magín se asome el gusto,
que hábitos hay de sobra en los rincones
de clases, formas y colores muchos.

Verásle ya a sus mismos concolegas
lindas zurras cascar; pero de algunos
ser padrino también, que háiles entre ellos
finos como el coral, como el carbunclo;
y también clamará porque les paguen
esos cinco realetes, como es justo.

El mismo temple con las otras clases
ha de guardar; y como buen Gerundio,
al lucero del alba que se ofrezca
gerundiará también, si alumbra oscuro.
El sabrá vindicar de malas lenguas
los párrocos juiciosos, y aun algunos
eclesiásticos que aman y defienden
a nuestras Reinas y al gobierno suyo,
y confiesan de plano que don Carlos
es un miserablín pretendientuco,
o que si por desgracia a rey llegara,
fuera de mala muerte un reyezuco.
O que atienden tan solo a su rebaño
sin meterse en gobiernos ni dibujos,
y a la paz y obediencia al pueblo exortan.

Empero guerra eterna al zamacuco
indigno clerizonte le declara
que anda con la facción por esos mundos
armado de tizona y chafarote,
hecho un perdona-vidas furibundo.
O de jesuitas la musina haciendo
la guerra encienden a lo somormujo,
y atizan la discordia, y comprometen
a cuatro inocentones y sin mundo.

Habránle de ayudar en sus misiones
el padre Platiquillas y frai Curro,
y el reverendo maestro Circunloquio,
padre de Cerviguillo el más robusto,
si bien las gruesas ollas del convento
no deja de extrañar, y un lego tuno,
un lego marrullero también tiene,
pues función sin tarasca no está en uso:
que ocurrencias tendrá de mil demonios.

Suscríbete, o lector, yo te conjuro;
serás amigo mío eternamente,
y, ¿en qué mejor podrás gastar un duro?



Por qué Frai Gerundio conserva el Frai

Por muchas razones: la principal y más poderosa es porque le da la gana; y si alguno le replica, no entiende una jota de achaque de libertades patrias. La 2.ª, porque nadie se lo ha prohibido, que lo único que prohibió el señor Becerra fue andar haciendo el papón por las calles con la túnica y la mortaja; en lo demás no hay duda que nos dejó en la plenitud de nuestros derechos, hasta del derecho de morirse de hambre que tiene todo Español. 3.ª, porque el ante-nombre Frai, aunque no es muy retumbante, musical y sonoroso, pero es historial, rememorativo, y espedificante, y mejor diré, hasta individuante (rebus sic stantibus), porque toda la especie Frailesca viene a reasumirse en un individuo, que soy yo (servidor de v. m.), de modo que yo vengo a ser más de lo que parezco. Tan expresivo y tan demonio es el dictado de Frai, que lo mismo es oír o leer Frai Gerundio, no hay lector, por ruin y sarnoso que sea, que no repase allá en sus adentros la historia de lo que fuimos y de lo que somos (no digo de lo que seremos, porque ya no seremos nada; Amen). Sentado este principio, expondré la cuarta razón, y es: 4.ª Discurramos por los nombres que me pude haber puesto; el Padre Gerundio, siempre me incomodó que nos llamaran a los Frailes Padres, me parecía un insulto; así es que yo nunca permití que me lo llamaran mas que cuando había razón para ello. El reverendo o reverendísimo Gerundio era título que retraería a las elegantes de leerme, y hasta de tomarme en la mano, y no estoy yo todavía para darme de baja, que gracias a Dios me gustan más 18 que 56 (esto es hablando de años; si se trata de doblones, me sucede todo al contrario; vea V. qué rareza!). El maestro Gerundio me haría aparecer un poco vanidoso y fachendista, y eso daría mediana idea de mi importante persona, y que por otra parte tiempo me queda de lucirme (sea esto dicho con toda modestia y humildad). —Si me hubiera llamado el Gerundio a secas, no hubiera excitado la curiosidad general, que es justamente al punto capital que tuve a la vista al pensar en darme a luz, como el más adecuado para cazar algunos suscritores, que son peces que en estos tiempos más suelen caer por el cebo de la curiosidad maldita, que por el de la instrucción. Si me engaño, paciencia; pero por la claridad se me puede querer. —D. Gerundio… va… no era del todo malo, pero ¿para qué ponerse Don, cuando falta el din? Confieso que si tuviera din, no me contentaba con llamarme D. Gerundio, sino que para que todo constara me había de llamar din-don Gerundio, o por trasposición don Gerundio-din, como más gustara. —El hermano Gerundio parecería nombre de lego, y nadie supondría en mí la vasta y estrafalaria erudición que me adorna, hermosea y desfigura. —Y en fin, la 5.ª y última razón porque he querido nominarme Frai Gerundio, en porque con este nombre me di a conocer en el mundo hace cerca de un siglo, y como entonces no se podía escribir con travesura, aunque yo salí revestido de las licencias necesarias, la santísima y endemoniada inquisición tuvo la piedad de prohibir mi lectura bajo las más severas penas y demandarme recoger y quemar; y ya que he tenido la felicidad de reproducirme de aquellas mismas cenizas al cabo de Santas pascuas, siendo el fénix de los frailes, quiero conservar mi antiguo título y nombre; y si me repones que ya no hay frailes, y de consiguiente no es propio usar de un título sin ere, te aseguro que serás bien miserable: ¿son los estados de Flandes y Sicilia de los reyes de España? no por cierto; y sin embargo habrás observado que se titulan reyes de aquellos reinos solo por grandeza. Pues bien, por grandeza lo hago yo también, tonto. —Creo que me he explicado.



Inventione! Inventione! Descubrimiento feliz.

Cuando hace dos siglos estaba la España enredada en las guerras con Flandes, se presentó en Madrid un arbitrista, o estadista, o como quien dice, un financiero, diciendo: “he descubierto un secreto para poner término a las guerras de Flandes con honra y gloria de las Castillas.” Se tomó en consideración, como era justo, el expediente: y formose junta de grandes y consejeros para oír el discurso del nuevo Apolo, que recopiló en breves palabras, diciendo a todos sin ningún empacho: “Señores, todos vemos, por desgracia demasiado, que nuestra España no adelanta más un día que otro sobre la Holanda, con quién nos hallamos en guerra hace tantos años: es evidente, y todos los conocemos, que nuestro poder es mayor que el suyo; de donde se infiere que su principal ventaja consiste en que sabe gobernarse con más acierto que nosotros; por lo cual soy de parecer que la majestad del rey Felipe mande sus consejeros a Flandes, y que vengan los consejeros de Flandes a España: estoy seguro que ejecutado esto, todo nos iría a nosotros viento en popa; la Holanda caería al momento, y se remediarían las pérdidas que nos han acarreado los malos consejeros”.= Señores, el que crea esto aplicable a la guerra actual, puede libremente apropiarlo. Frai Gerundio cree que no deja de haber puntos de contacto entre aquello y esto.



Aviso a los de las manos puercas.

Siendo la falta de pecunia la causa de todas nuestras camorras, inclusa la duración de la riña grande que anda allá por Navarra y Vizcaya, porque “o dinheiro he o nervo da guerra, e onde este falta, arriscase a vitoria”; y atribuyendo Frai Gerundio los apuros en que nos vemos, no precisamente a que falte dinero en España, si no a que no aprovecha por la mala administración y poca pureza en los que lo han manejado y manejan; más claro, a lo mucho que se ha robado y se roba, piensa cargar la mano sobre este particular, dando a conocer las muchas especies y clases de uñas que se clavan en el lacerado cuerpo de esta malhadada nación. Sobre esto gerundiará bastante desde los primeros números, valga por lo que valga. Conocida la enfermedad, dice Hipocrates, es fácil aplicar el remedio. Si conocidas las uñas, no hay quien las corte, paciencia, los gatos medrarán, y nosotros nos moriremos de hambre, pero Frai Gerundio tendrá el consuelo de haber cumplido con su deber.



Frai Gerundio y un curioso

Dígame V., Frai Gerundio, en amistad, ya sabe V. que jamás abuso de una confianza, ¿V. es fusionista, o radical?

—Francamente, amigo, yo soy Frai Gerundio,

—Quiero decir, si es V. Mendizabalista, Isturizista, o Rosista?

—Le digo a V. con ingenuidad que soy Frai Gerundio.

—Mas claro; ¿es V. de los moderados, o de los exaltados?

—Confieso a V. con toda claridad que yo soy Frai Gerundio.

—¿Es posible que no he de saber de qué partido es V.?

—Sí, señor, sí: antes era del partido de Valencia de Don Juan, porque Campazas (mi lugar) es de aquel partido; pero en la actualidad soy del de León.

—Señor, no es eso: quiero significar ¿cuál es el color político de V.?

—Ya ve V. que soy un poquito trigueño, como generalmente todos los de tierra de Campos.

—Y su profesión política?

—La de exclaustrado.

—Por último, amigo, y no canso más, ¿no me dirá V. cuál es su sistema en política?

—Con mucho gusto; sí señor, mi sistema es gerundiar.

—Ya, ya lo veo; confieso que es V. el Gerundio más Gerundio que ha salido de Castilla la Vieja, incluso Tordesillas y la Mota de Toro.



Dios y el diablo en un costal.

Es de saber que tengo yo un doguito muy hermoso por lo feo que es, y de un genio propiamente perruño, como que apenas hay un chico en el barrio a quien no haya hecho algún siete en el pantalón: y además tengo un gatazo, gordo como el P. Circunloquio (todos estos apuntes son interesantes para la historia que tiene que escribirse del siglo XIX), pero tan gafo también, y tan anti-perrista, que jamás he podido conseguir verles un momento juntos en paz. Agréguese a esto que el perrito es un liberal exaltado, y el gato es carlista (que el gato le cogí yo ya grande, y con la carrera concluida), con que échese V. a discurrir las migas que partirán estos dos animalitos domésticos de mi propiedad: como que no pasa día en que no haya arañazos y mordiladas en casa; yo no sé cómo medran. Hace dos noches era tal la trapisonda que traían en el cuarto inmediato a mi dormitorio, tales los aullidos, ladridos y maúllos, que no era posible conciliar el sueño; me levanto, y me dirijo en camisón (qué interesante estaba yo entonces!) con ánimo de abrirles la puerta de aquel cuarto, cuando me encuentro con la novedad de que estaba cerrado con llave, y la llave faltaba: Tirabequeeee, Tirabequeeee… (este es el nombre de mi lego) –Señor. –Levántate con mil demonios, que se están matando estos animales. –No lo crea V. señor. –Maldito tú seas; ¿cómo no lo he de creer si lo estoy oyendo? –Señor, perdóneme V., que no puede ser. –Levántate, condenado, y trae esa llave, que me voy a quedar sin perro. –No tenga V. aprensión, señor, ¿cómo se dice? Si es una fusión que he querido yo hacer esta noche. –Ah, hijo de Satanás, ¿y con eso me sales ahora? –En fin, se levantó; fuimos, se abrió la puerta… ¡qué espectáculo! el perrito acababa de ser víctima del furor del tigre doméstico, y este le estaba lamiendo la sangre.



¿Cuántos Gerundios ha de haber?

Se empeña en que me han de dar materia para gerundiar, y se saldrán con la suya. Sr Regente, deje V. ese original que hay compuesto para otro número, que quiero que sepan mis lectores como es un juicio de jurado en León. El domingo se ha celebrado el primero para calificar un escrito; y bien se conocía que era el primero. Vaya un juicio, Señores! parecido a cualquier cosa menos a lo que era; un juicio que no fue juicio, porque nada se falló, y que nos hubo de volver el juicio a todos. Se empezó (supuesto el juramento, que no se cumplió, porque juraron los jueces calificar, y no calificaron) por la lectura de la denuncia, de cuyo escrito nadie pudo entender más que fue muy largo; unos decían que no se sacaba sustancia, porque no estaba bien leído, otros que era imposible leer bien aquello, y yo creo que el Secretario podía haber dicho de sí mismo:

¿Entiendes, Fabio, lo que voy leyendo?

—Y cómo que lo entiendo.= Mientes, Fabio, que soy yo quien lo leo, y no lo entiendo.

Y es de advertir que el denunciante es el Juez de primera instancia de esta capital, y ex-diputado a cortes. Se acabó la lectura de aquella pasion secundum Matheum, porque todas las cosas se acaban con el tiempo, y empezó la del escrito denunciado, que fue otra pasión secundum Lucam. Sea Dios loado, dije yo, ¿si nos leerán hoy todos los santos evangelios? Pero después entró de repente el alivio, omitiendo enterar al jurado y al público de cuanto hubiese precedido a aquel acto, pues ni una palabra de que hubiese mediado el primer fallo de haber lugar a formación de causa, ni de conciliación, ni de sorteo de jueces, ni de recusación, ni de 2.º sorteo, ni de citación, ni nada de nada.

En seguida se levantó uno diciendo que quería ser Fiscal, y declarado no haber lugar a su querencia, mudó de oficio, y se hizo padrino-defensor del ex-diputado-Juez-letrado-denunciante. Se concedió a este la palabra, por ser el que menos la necesitaba, y la usó principalmente para contarnos la historia de un pleito que él había fallado, larga y fastidiosa como las historias de todos los pleitos largos; después dijo, dijo, dijo… yo anduve buscando un taquígrafo, y tuve la desgracia de no hallarle, por lo que me veo precisado a privar a mis lectores de un discurso, en que gerundió de firme… a la parte contraria. Tuvo la mala suerte de ser interrumpido muchas veces, ya por el presidente, ya por el abogado contrario, ya por algún juez, ya por las galerías, ya también por sí mismo. La oración parecía improvisada, aunque no lo fuera, sin que por eso perdiese nada su mérito. Se suscitaron después más cuestiones que se hallan en la suma de santo Tomás, y ocurrieron tantas dudas, que parecía aquello un tribunal de pirrónicos: en parte no es extraño, porque según nos aseguró allí mismo un letrado, no ha ocurrido hasta ahora un caso semejante ni en España, ni en toda Europa, y se reduce a que un particular denuncia al público abusos de un juez en la administración de justicia, y este se queja del escrito ante el jurado. Después de mil debates, en que se gerundió a competencia, se retiró el jurado a deliberar si al denunciado Luna se le había de admitir la prueba de sus asertos o no. Al cabo de hora y media se nos comunicó su fallo, que se declaró por la afirmativa, señalándole por término hasta el domingo próximo, en que se volverá a reunir el tribunal para la calificación. Aconsejo a mis lectores que no se dejen morir antes de ese día, porque habrá que oír. De aquel debate público sacó Fr. Gerundio una lección de humildad, y es que creyendo ser singular y único en su clase, halló que hay por el mundo muchos Gerundios, aunque sin Frai.



Pepitoria.

Dijo un sabio (si mal no me acuerdo, fue Plutarco, pero sería igual que lo dijese el tío Antón Terrones) que las naciones no serían felices hasta que los reyes fuesen filósofos, o los filósofos fuesen reyes. A imitación suya dice Frai Gerundio que la España no experimentará economías hasta que algún ex-fraile (por ejemplo nos Frai Gerundio) llegue a ser ministro de Hacienda.

—Se ha declarado la gripe por los periódicos, de cuyas resultas han perdido algunos el habla, pero con esperanzas de recobrar la salud a beneficio de un específico titulado: 40.000 rs. Los que por su pobrera no pueden proporcionarse tan eficaz medicina, mueren atacados del cólera-morbo, como ha sucedido al Zurriago, al Constitucional y al Indagador murciano. Tres enemigos menos, y tres raciones más, dice Frai Gerundio. Siempre fue mucha la caridad que profesamos los frailes a nuestros hermanos.

Bolsa.

La de Mendizábal es aristotélica: la de Frai Gerundio neutoniana. Exposición: en la de Mendizábal se niega el vacío: la de Frai Gerundio es una prueba perenne de él.

—Si como soy fraile fuera mujer, y me pretendiera cualquiera de los actuales ministros, le admitía a cierra ojos; y no es por el sobrescrito de ministros, sino por lo bien acreditada que tienen la paciencia para maridos. En conciencia debían ser todos casados.