Filosofía en español 
Filosofía en español


Pensábamos poder hoy dar nuestro número entero, y realizar las ventajosas mejoras en el PATRIOTA y en el HABLADOR, que tenemos anunciadas a nuestros suscritores; pero la traslación de las dos imprentas ha ofrecido tales entorpecimientos, que no ha sido absolutamente posible vencer los obstáculos que se opusieron a nuestros deseos. Nos vemos por lo tanto en la necesidad de publicar hoy, esta hoja volante, y contando con la indulgencia de los que nos favorecen, podemos asegurarles que quedarán en lo sucesivo indemnizados.

El Hablador.

Diálogo entre el señor Presidente de la Tablilla, su mono, y el nunca bien ponderado don Kikiriki.

Mientras el Sr. Presidente de la Tablilla daba la última mano a su toilette (advertiremos de paso que solo para ponerse la peluca había empleado cinco cuartos de hora, tres minutos y cuatro segundos y medio), su Mono, qué es algo decidor, trabó conversación con don Kikiriki, que había ido a visitar a S. E. con el plausible motivo de que le indicase un traje por el que se diferenciase de los demás hombres, alegando para apoyar tamaño disparate, que la suprema inteligencia no debía vestir frac, ni levita. Del diálogo que los dos tuvieron, trasladamos cuanto ha podido conservar en la memoria un testigo de vista y de tímpano.

Mono.– (Haciendo un pajarito con un número del Porvenir.) Dígame V. don Kikiriki…

Kik.– (Con énfasis.) ¿Qué quieres, habitante del peñón de Gibraltar?

Mono.– (Haciendo un mohín –1. Véase la traducción de Nuestra Señora de París–). Que me saque V. de la confusión en que me ha metido la lectura de este periódico, que, para bien de los cerebros bien organizados, no se publica ya.

Kik.– (Estremeciéndose.) ¿Qué han visto en él tus flamígeros y lúbricos ojos, ¡oh Mono! que no sea digno de la mi bien cortada pluma?

Mono.– (Rascándose la oreja.) Se lo diré a V… Este maldito artículo de fondo, que de todo tiene trazas menos de artículo de periódico… Qué se yo… Me parece una charada de alguna palabra hebrea o caldea… o de bodega… (Acercándosele con precipitación y mucho interés.) ¿Se la ha dictado a V. el papá Antonio?…

Kik.– (Furioso.) ¡Me la ha dictado el de las tinieblas príncipe!… Si tú, animal inmundo, comprender pudieras, cual mi elevada misión es en aquesta de maldición tierra; si tú comprender pudieras, que de la sin par inteligencia, genio sublime soy!!!!!!!!!!!!

Mono.– (Saboreándose) ¿Esa señora es cosa de comer?… La inteligencia… ¿Es fruta, verdura o…

Kik.– (Interrumpiéndole) Calla, el silencio guarda, profano; o te juro por la Hamiltoniana, que presentaré un de ley proyecto, para que los todos de tu raza expulsada sea del ibérico suelo romántico.

Mono.– (Con sorna). Y si se aprobase bien podrían tomar las de Villadiego; y mi amo también, el señor Tablilla de las botas.

Kik.– (Furioso). Socorro, socorro! oh! el de Robleda, moderado fiscal inteligente; a este denuncia Mono, a la obediencia por incitador.

Pre.– ¿Qué está V. diciendo, hombre de los demonios? ¿Quiere V., don Kikiriki de mi alma, que nos busquen todavía más el ridículo?… ¿No está V. cansado de oír verdades?… Por Dios, no me maltrate V. a mi Mono; tengo con él mil consideraciones, y cuando V. sepa por qué, convendrá V. conmigo. (Al oído a don Kikiriki.) Ese bicho que es invulnerable, de lo contrario hubiera ya dado cuenta de él, está aconchado con los anarquistas, y les ha dicho que yo gasto peluca, corsé, que me tiño las patillas, que llevo dentro del sombrero un espejo para mirar a cada minuto si se me descompone la corbata, que me viste la modista, que he empleado la mitad de mi capital en esencias, y la que es más negra, que me llaman Za… Lamelé; pero como todo esto cierto, no hay más remedio, que paciencia y barajar.

Kik.– (Llorando a moco tendido). Tiene mil V. razones.

Pre.– (Al Mono, dándole un pastelillo). Ven acá, Monito mío, toma, toma un pastelillo.

Mono.– ¿Es de la pastelería de Rosita?

Pre.– ¿Por ventura se comen otros en casa?

Mono.– En este caso puede V. E. guardarlo; estoy muy bien con mi estómago, y no quiero morir de indigestión.