[ Juan Martínez Villergas ]
Las circunstancias
¿Qué diré a ustedes?
No diré nada,
porque lo impiden
las circunstancias.
—
Todos decimos
que esto no marcha,
que están las cosas
muy rematadas.
Temiendo estamos
aunque sin causa
que nos envíen
en hora mala.
Y aun no podemos
¡oh suerte aciaga!
ni aun lamentarnos
de la desgracia;
Porque los ayes
que al viento lanzan
los que padecen,
tal vez amargan.
Y es necesario
sufrir con calma
porque lo exigen
las circunstancias.
—
Nuestros amigos,
y esto me pasma,
no están seguros
ni aun en sus casas.
Ellos lo dicen
y no me extraña
si abro la historia
de nuestra patria.
Teatro ha sido
desde el rey Wamba
de mil tragedias
la pobre España,
Y aunque la gente
noble y sensata
de trapisondas
no tenga gana,
Todos recelan,
y es cosa clara,
que les abrumen
las circunstancias.
—
La historia cuenta
cosas muy raras
que, francamente,
llegan al alma.
Siempre se quejan
con justa causa
los que obedecen
de los que mandan.
Y si esta ha sido
siempre la marcha
aun cuando había
paz octaviana,
Nadie se admire
de lo que hoy pasa,
las garantías
viendo anuladas.
El más pintado
se sobresalta
siendo tan tristes
las circunstancias.
—
Por más que busco
no encuentro nada
en el sentido
de las palabras.
¿No está el gobierno
mandando en calma
lleno de fuerzas
y de esperanzas?
¿No está tranquilo
como una estatua,
el pobre pueblo
que sufre y paga?
Esto es muy cierto,
esto no falla,
esto es seguro,
esto no marra;
Mas, sin embargo,
de dichas tantas,
son muy terribles
las circunstancias.
—
La prensa nuestra
ya mutilada,
triste camina
con mucha pausa.
No da motivo
digno de saña
ni en lo que dice
ni en lo que calla;
Y así el gobierno
sigue a sus anchas
sin cortapisas
ni zarandajas.
En su partido
todos le ensalzan;
en los contrarios
nadie le ataca.
Y a pesar de eso
se irrita y clama
que son fatales
las circunstancias.
—
¿Por qué se queja?
¿de qué se agravia?
¿por qué recelos
vanos le asaltan?
Esta materia
quiero tratarla
con el cuidado
que ella reclama.
Pero hoy no puedo,
porque en sustancia
mi cantinela
va siendo larga.
Quizá otro día
que por cien causas
no esté la musa
tan fatigada,
Podré deciros
cuatro palabras
si lo permiten
las circunstancias.
—
Adiós, amigos,
siento en el alma
no revelaros
lo que pensaba.
No es que la sangre
tenga quemada,
aunque hace tiempo
que ando sobre ascuas.
Es que va siendo
tal la borrasca
que la paciencia
casi me falta.
Y eso que siempre
dio pruebas claras
de hombre sensato
D. Circunstancias.