[ Francisco Bilbao Barquín ]
La América y la República
Introducción
Columbia, Columbia, to glory arise
The queen of the world an the child of the skies;…
Thy reign is the last and the noblest of time;
Timothy Dwight.
América, América remonta a la gloria,
Tú, reina del mundo hija del cielo; …
Tu reino es el postrero y el más noble de los tiempos;
Sumario
Las civilizaciones tienen una idea fundamental.– India, Persia, Grecia, Roma.– Verdad relativa y verdad absoluta.– Cuál es la Idea fundamental del Nuevo Mundo.
El Nuevo Mundo.– Acción de la Europa en América.– Variedad de influencia Europea y de influencia Americana.– Necesidad de un iniciador.– Hecho capital de la Historia moderna.– Muerte de las naciones iniciadoras.– ¿Por qué?– Lo que es la Europa.– No puede ser el iniciador del Nuevo Mundo.– Los Estados Unidos.– Qué debemos tomar de los Estados Unidos.– Ideal incompleto de los Estados Unidos.– Roma. Lo que es. No puede ser la iniciadora.– El iniciador está en el Ideal. Debemos contar con nuestra propia iniciativa. ¿Por qué?– Progreso de la América del Sur.– Nueva Granada.– Adelante.– Principios.– Elementos de razas.– Plantación del Problema.– Máximas y fin definitivo.
I.
Es necesario posesionarse bien de la idea fundamental que forma la vida de las civilizaciones, para poder darle todo el desarrollo que contiene, para poder juzgarla, para fortificar el elemento verdadero que contenga, para eliminar lo falso o transitorio, y preparar con la suma de las verdades conquistadas y la penetración más intensa de la verdad absoluta, el destino futuro de los pueblos.
Esto supone el estudio de la historia, es decir, el conocimiento de los hechos y de las relaciones producidas por la organización de las razas, de los territorios, por la influencia de las ideas, creencias, instituciones, costumbres, combinación de las naciones, y a más el estudio y el acrecentamiento constante del Ideal, que es la ley suprema que perfecciona a la humanidad.
Ha habido ideas dominadoras, más o menos absolutas, más o menos desprendidas de la fatalidad de las influencias de raza, de clima, de conquista que han organizado naciones, y que han pretendido imponer una unidad despótica sobre el resto de los pueblos. – Esas ideas-madres, no han sido la síntesis completa o la harmonía de las ideas necesarias; – han personificado tan solo un elemento, no todos los que deben formar la verdad, el dogma y el principio universales que un día cobijará a todas las ideas y naciones.
Es así como en la India, el panteísmo constituido en teocracia, idea fundamental de su civilización, ha producido el sistema de las castas, que es Dios encarnado en jerarquías: la casta servil, el comerciante, el militar y el sacerdote, colocado en la cúspide para dominarlo todo. «Para la propagación de la raza humana, de su boca, de su brazo, de su muslo y de su pié, produjo al Bráhma, al Kchatriva, al Vaisya y al Soudra.» (Leyes de Manou, lib. i.)
Es así como la dualidad del bien y del mal, la división de la unidad eterna en los dos principios, de la antigua religión de los Persas, ha transmitido al catolicismo el dogma de la gracia y del pecado, o la fatalidad de los eternamente felices y de los eternamente condenados, base religiosa y dogmática de la feudalidad, que era una sociedad compuesta de dos elementos principales, el siervo y el señor, el poseído y el poseedor, el agraciado y el condenado; – división que correspondía, a la de los hijos de la Luz y de las tinieblas o descendientes de Ormuzd y de Ahriman.
Es así como la Grecia fundó la ciudad, la personalidad del ciudadano, emanada del politeísmo, multiplicidad de divinidades, y de la encarnación de éstas en el alma de las ciudades. La nación que era la ciudad, era divina. El ciudadano participando de la divinidad de la ciudad, fue soberano. Tal fue la civilización mas heroica y esplendente, en tres manifestaciones: la filosofía, la política y el arte.
Fue así, como Roma, creyéndose la hija del soberano de los Dioses, pretendió ser la soberana de la tierra. De ahí nació su arte para conquistarla, su industria para explotarla, su Coliseo para contemplarla humillada, su religión en el Panteón para abarcar a todas las divinidades vencidas, y la universalidad de su código para regirla.
Tales ideas, tales civilizaciones. Ninguna poseía la verdad, pero todas contenían elementos verdaderos oscurecidos por el símbolo o negados por la prepotencia de un elemento exclusivo. Todo es uno. Esto es la verdad del panteísmo; pero no todo es Dios, y este es su error. El panteísmo puede producir una fraternidad universal con las plantas y los animales divinizados, pero es una fraternidad fatal, sin justicia, sin medida, porque niega la libertad.
Hay bien y hay mal. Esta es la verdad del Zend-Avesta, distinción que es un progreso sobre la India. Pero el mal no es eterno. El mal es negación y toda negación tiene un fin. Este dualismo perpetúa la fatalidad bajo otro aspecto, perpetuando una separación eterna sin esperanza, negando la unidad de Dios y la redención por medio de la voluntad y de las obras.
La Grecia fundó la ciudad, pero encerró a la Divinidad dentro sus muros. Roma quiso para sí sola, lo que es de todos: la personalidad nacional. El mundo se convirtió en provincias, y las ideas, el genio de las razas, el espíritu de los naciones, todo pasaba bajo las horcas caudinas de los cónsules. Quiso ser lo que pretende la Rusia, lo que intentaron los Papas, lo que soñó Carlos V, lo que hacía Napoleón. Error y crimen.
Se ve pues que ha habido una idea dominante, con pretensiones de organizar la humanidad. Se ve que esa idea no ha sido la verdad absoluta, aunque conteniendo elementos de verdad.
Hoy, ¿cuál es la idea que contiene todos los elementos de la verdad, la unidad sin conquista, la centralización sin despotismo, la libertad sin anarquía, la Divinidad sin encarnaciones y sin castas, el bien para los buenos, la regeneración para los malos, la educación para los ignorantes, la iniciación para los barbaros, la fraternidad en la igualdad, la ciudad sin fronteras, la iglesia sin pontífice, la incógnita sublime que despejan la ciencia y la experiencia, y que se desprende de los cielos como forma definitiva de la humanidad?
es la república.
¡Y su teatro es el continente Americano! – ¡El Nuevo Mundo, el realizador de la idea!
Comprendamos pues la importancia histórica del momento Americano. Sepamos cuál es ese testamento de los dolores y de las esperanzas que salvamos de los cataclismos del globo. –Esta es la afirmación sagrada que sustenta al universo. Este es el pedestal, desde cuya altura columbramos al porvenir; esta la trípode que sacude a la Pitonisa profetizando la más bella de las causas.
II
El Nuevo Mundo.
Al dirigir una palabra al Nuevo Mundo, o al organizar la manifestación de una palabra que pueda representar las aspiraciones legítimas, la necesidad imperiosa del momento, los trabajos fecundos y las esperanzas fundadas de la América en el itinerario tempestuoso que describe, para acercarse al fin señalado por la Providencia, comprendemos esa emoción que debía agitar a Colón, cuando engolfado en el Océano, y devorando la inmensidad solitaria, sin oír ya el murmullo de los continentes ahuyentados a su espalda, solo podía invocar al cielo por la luz de sus estrellas, y a su alma por los latidos precursores de ese mundo, que palpitaba en su mente.
Débil es nuestra nave, y también es ilimitado nuestro Océano, pero vive en nosotros esa fe que hace marchar sobre las aguas.
Porque nos alienta la convicción de que esa palabra destinada al nuevo mundo, no viene de un hombre, sino DEL HOMBRE; de la savia perpetua que recorre las arterias del universo; de la ley que sostiene a las estrellas en la confederación de sus sistemas; porque viene de esa luz que se llama filosofía, de ese fuego que se llama caridad, de esa fuerza que se llama libertad, emanación o reflejo de ese sol que alumbrando los últimos momentos de Sócrates, aparece en su manifestación más sublime, para abrir sus brazos a la tierra, desde las alturas del Calvario.
¿Y por qué ocultarlo? – Al hablar al nuevo mundo, nos agita la emoción de los descubridores. Creemos sentir la proximidad de un paraíso, como desterrados que después de atravesar el Valle de Lágrimas, divisaren los horizontes innatos de la patria prometida. Y esa patria es la República. En ella respiramos los aromas de la vegetación del Edén; en ella veremos las cimas giganteas con los perfiles abruptos del heroísmo primitivo; en ella se anidan las pampas Oceánicas pobladas, los ríos continentales libertados, y la epopeya futura del trabajo.
La humanidad ha atravesado los círculos inferiores, y nos evita recorrer los ensayos dolorosos del pasado. Desde la tribu hasta la teocracia, desde el absolutismo hasta la República, ¡cuántas pirámides de mudas osamentas, cuántos dolores inenarrables, no señalan ese surco de la historia abierto en nuestras entrañas, regado con la sangre y las lágrimas de lo más bello de las generaciones inmoladas, para hacer llegar, al nuevo mundo el testamento y el apocalipsis de la libertad!
Nos inclinamos ante esos mártires. Su iniciación y sacrificios, no han sido perdidos, ni olvidados en la travesía del Atlántico. Como esos gérmenes vegetales arrebatados a remotas regiones por los vientos, para aparecer como selvas transportadas, así la voz de esos manes recorre la América provocando la realización de todo lo bello que pensasteis.
III
Acción de la Europa en América.
Todas las corrientes de vida de la historia, han afluido a la América, envueltas en todas las razas, para vivir en todo clima. He ahí lo que da un carácter universal al porvenir Americano.
Roma, la España, la Francia y la Inglaterra han traído su contingente. Roma el cosmopolitismo, la España la centralización, la Francia la revolución, la Inglaterra el individualismo y el movimiento.
Roma ha sido para nosotros la decapitación de la personalidad, la España la absorción de la nacionalidad, la Francia la iniciativa del derecho, la Inglaterra la industria, el comercio, el individualismo.
La España nos ha dado el espíritu de obediencia ciega, el hábito de abdicar la iniciativa personal en el gobierno y el trabajo, para esperarlo todo de la autoridad. Y Roma asentaba ese dominio en las almas, con su dogma, con su Iglesia, con su predicación, con su enseñanza y con el confesonario.
La Francia ha influido como patria de la revolución, como representante del derecho abstracto. Después de la Revolución, el germen unitario y pontifical de la Francia se ha sobrepuesto y ha sepultado a la tradición de 1793, por no asentar la libertad en la región eterna que es el dogma, consagrando religiosamente la libertad del pensamiento.
La Inglaterra ha influido, y su influencia aumenta cada día, por su fidelidad religiosa a la libertad individual, por su espíritu de iniciativa personal en todas las esferas de la vida, que son el gobierno, el trabajo, la religión y el comercio.
En cada una de las nuevas naciones, impera más o menos el espíritu de aquellas, según el fondo primitivo que encontraron en las razas americanas, y en las condiciones geográficas.
Así el Perú comunismo en la base y teocracia en la cima; – México, monarquía sacerdotal y sangrienta; – Colombia habitada por tribus independientes en cordilleras y llanuras; las pampas del Plata golpeadas incesantemente por el Patagón, el Huiliche y el Pehuenche, y Chile cordillera y Océano con la aristocracia heroica de sus Caciques; – todas ellas han combinado su fondo con los elementos de la conquista.
La teocracia y el comunismo peruanos, transmitieron su docilidad y mansedumbre a la conquista; la monarquía mexicana, su servilismo terrífico. En esas dos naciones es donde más impera el genio de la conquista. En Colombia brotó el heroísmo federal, y la independencia de las tribus, las separaciones y diferencias del terreno han formado tres naciones que se federalizan. En las Provincias del Plata, subsiste el genio nómada del Indio, reproducido por el descendiente español, de modo que se puede decir que el genio del lugar transformó al conquistador.
En Chile, el Araucano ha trasmitido el genio de los Andes, la contemplación inmóvil, la independencia aristocrática de los Caciques a la constitución del Estado.
Entran pues en la composición de la América todos los elementos, todas las influencias, todas las razas. ¿Es el caos? –No, hay unidad, pero necesitamos un iniciador.
¿De dónde vendrá ese iniciador, que haga vivir y marchar a la unidad complexa de la América, precursora de la síntesis definitiva?
¿Será de Europa? –NO.
IV.
Muerte de las naciones iniciadoras, de las antiguas capitales, de las reyecías nacionales.
El nuevo desarrollo que recibe hoy la independencia del hombre y de los pueblos, y que es una conquista de la historia, no solo para la América, sino para todas las naciones, es el siguiente: la abdicación y muerte de las naciones iniciadoras, la desaparición de las reyecías nacionales, que la pobreza moral de los pueblos, elevaba a la altura de modernos Capitolios. La Grecia y Roma fueron a su vez la cabeza del mundo. La Grecia fue el “self-government” de la antigüedad y nacionalizaba al eterno. Pallas es el alma de la ciudad, es decir la sabiduría, el logos, el pensamiento de Júpiter. La Francia también fue durante un tiempo la Minerva de la humanidad moderna. El hacha de la Revolución partió el cráneo del Jehová de la edad-media. Después esa fe, esa hacha, el altar del porvenir, todo rodó a los abismos.
Ved hoy el estado de la Europa. Ved los restos del naufragio flotando en el mar rojo; – ved hoy, toda esa escoria que arrojan las entrañas del pasado. La conquista existe en Europa. Hay siervos, hay feudalidad, hay monarquías, hay imperios, hay teocracias, iglesias infalibles y gobiernos omnipotentes. Odios profundos vigilan en las fronteras mancilladas por invasiones aplaudidas. No hay nación, sin ejércitos; no hay derecho sin bayonetas. La guerra es permanente. La cuchilla suspendida sobre la soberanía del ciudadano y sobre la independencia de las nacionalidades. – La Alemania, una, como raza y como lengua, dispersa y repartida entre príncipes lacayos de reyes, y entre reyes lacayos de emperadores; es el país de sabios: el más infecundo para la libertad política, fría con su luz y su egoísmo nebuloso. – El Austria que es el imperio del jesuitismo rapaz y asesino, hunde sus garras en la Italia, en la Hungría, en la Bohemia y en una parte de la antigua Polonia.
La Prusia saborea la parte del robo de la Rusia y del Austria; monarquía de soldados y de sabios sin personalidad, patria del doctrinarismo. La Rusia con su emperador-pontífice, enseñando en las escuelas el culto del emperador, es la blasfemia encarnada que absorbe la vida de 60 millones de siervos de la tierra, y ostenta en su frente el homicidio incesante de la Polonia.
La Francia muda, solo con voz para aplaudir al perjuro; esa patria de la Revolución pisoteada por las botas imperiales, sostiene con sus soldados el trono bamboleante de los papas para impedir la regeneración de la Italia y que desaparezca el hechizo de los pueblos católicos. – Es en Europa donde hay una ciencia de saqueo en grande, que se llama diplomacia; – una doctrina practicada de ignominia que se llama el éxito; es allá donde la humanidad sufre hambre y frío, en medio de la concentración más estupenda de riquezas.
Sin palabra en el continente, sin asociación libre, sin sufragio, sin gobiernos legítimos en esas grandes masas, con hambre y odio, con rivalidades y con sangre, llenando prisiones y destierros, es así como viven los gobiernos de las naciones más ilustradas del mundo. – ¿Es ese el destino, es ese el equilibrio buscado? – ¿Son esos los resultados de la ciencia y diplomacia – Sin religión, sin Cristo, sin evangelio; – pero sí con iglesias, con monarcas, con cañones? Pero no es eso el destino. El fuego circula, la amenaza es permanente. Vive la protesta. La Inglaterra es el asilo libre. El Ideal tiene representantes y la República mártires.
No volvamos pues nuestras miradas a la Europa para recibir la iniciativa. El hecho más transcendental de la historia moderna, es a juicio mío, la abdicación o suicidio de las naciones que han pretendido ser las capitales de la humanidad.
Recorred el horizonte. Han sido aplanadas las colinas, colmados los valles. El desierto sin fin se presenta sin columna de fuego que guíe a los pueblos en su peregrinación. Los antiguos legisladores y pastores de las sociedades han desaparecido en la tempestad de la montaña. No hay Oriente, ni Occidente, Septentrión ni Mediodía. Roma es hoy la catacumba de las iniquidades, la Alemania el sofisma, la Rusia la barbarie, la Francia la contradicción y la Inglaterra la riqueza y la libertad con egoísmo. Temblorosa la conciencia, mudo el derecho, el silencio de las antiguas voces, se extiende por el mundo, como tinieblas precursoras que van a cobijar la iniciativa personal de todo pueblo. – Ya no miraremos a ningún punto del espacio para divisar la luz. En la nueva navegación, ya no tomaremos la altura del sol de la libertad, según el meridiano de París. – Ya no hay otro meridiano inmutable, sino el de la conciencia pura; y no hay más ancla, sino el sentido común en la tormenta. Ya cayó la servidumbre moral que nos imponía la caducidad de esas capitales. Después de abolida la monarquía, nos quedaba por abolir la reyecía moral de las naciones. Este es el hecho de la nueva faz histórica que empieza.
Era necesario terminar con esos ídolos que la imaginación se forjaba como naciones ideales; hemos visto a la tradición y al suicidio cooperando para ello. ¡Naciones-ídolos – y ninguna realiza la justicia! Despreciemos esa fascinación que producen los Atilas más o menos teatrales. No más confianzas exteriores. Se trata de tener la confianza en nosotros mismos, de hacer vivir la afirmación sagrada en nuestros actos y constituciones, de obedecer al espíritu de creación, de forzar la historia, de anticiparse a los acontecimientos, de crear los días del porvenir que esperan la iniciativa de los héroes. ¡Cuánto no se nos ha dicho, sobre lo extemporáneo de la independencia! Y si no hubiese sido creada por “la razón y la fuerza”, hasta hoy, hubiéramos abrazado la conquista, porque según el pensamiento de los doctrinarios, siempre debemos ser esclavizados para ser un día libertados. Un adiós al pasado, un hosanna al porvenir, y confianza en el presente. Ni Jerusalén, ni Roma en cuanto al dogma, ni París en cuanto a la política. Jerusalén es un recuerdo, Roma es una ruina, París es un escándalo.{1} Poseemos lo bello de Jerusalén en una cruz; lo grande de Roma en la ciudad universal que preparamos sin conquistas; lo heroico de París en la soberanía del pueblo, sin la volubilidad, sin el terror y sin la utopía; y lo poderoso de Londres en la asociación y la libertad futura del trabajo.
Nos debemos pues la iniciativa. La verdadera enseñanza es la práctica de la soberanía, el ejercicio de la soberanía en todas sus esferas: en la esfera individual, municipal, provincial y nacional. Poseemos la herencia de Lutero y de la revolución. Vaga por los aires el espíritu divino buscando pueblos, pidiendo un hogar en las nuevas naciones, un templo en las almas libres y purificadas, que preparen la unidad de las provincias y la confederación americana.
V.
Una consecuencia.
No hay pues que esperar la iniciativa de la Europa. Que sea para nosotros el museo de la historia, la enseñanza del arte, una biblioteca inagotable, un almacén de todas las máquinas, el semillero de la inmigración. Vengan sus hijos a enseñarnos la ciencia, el arte, la industria, la agricultura, las costumbres de la economía y del trabajo, pero nada de la acción social del viejo mundo. Compréndase bien la distinción.
Todos los progresos morales de la Europa se reasumieron en la revolución francesa. Vencida la revolución, ese mundo atónito, herido del vértigo, sin fe en el pasado, sin fe en el porvenir, sin fe en su mismo sufragio universal, pues lo ha empleado para suicidarse, hoy resucita los ídolos. Ese genio soberbio, después de tanta ciencia y sacrificio, se prosterna ante el éxito y el crimen triunfante. No contenta con la degradación de sus actos, ha pretendido enloquecer a la conciencia, justificando el perjurio, aplaudiendo al imperio y sometiendo hasta el pensamiento mismo para evitar la posibilidad de la protesta.
Ese espectáculo es un amago al porvenir. ¡Atrás! Solo en los desgraciados, en los oprimidos, en los desterrados, vive la esperanza del viejo mundo. Lo bello que posee la Europa, es la protesta. Y lo que es protesta en Europa es en América la afirmación americana, el continente republicano.
VI.
Los Estados Unidos.
¿Vendrá la iniciación de los Estados Unidos?
Desde que el mundo es mundo, jamás ha aparecido un astro más grandioso proyectado en la historia, por la fuerza de la libertad. Sol con manchas, es verdad, y es la mancha negra de la falta de caridad, la esclavitud de nuestros hermanos los negros. Contemplemos ese sol.
El zapador americano prolonga sus líneas de ataque para envolver al continente y asimilarse el mundo Latino-Americano. Apoyando sus plantas en Nueva-York y San Francisco, y tocando a ambos Océanos, se levanta ese coloso, extendiendo sus brazos al Asia y a la Europa, para avanzar hacia el Sur, pulverizando a Méjico y asentar su vanguardia en Panamá, esa futura Constantinopla de la América. Ya vemos ese nuevo Titán, como genio desencadenado del planeta, que se apodera de las selvas, de las costas, del curso y desembocadura de los grandes ríos, que salva las montañas, y do quiera, en masa, en dispersión, con zapadores o filibusteros, con su iniciativa individual o social, conquista territorios, y aglomera estados como las piedras de un monumento de Cíclopes.
¡Vedlo en su furor volcánico! domina al tiempo, devora la vida, sacrifica sin dolor las existencias, y venciendo todo obstáculo, despierta al mundo con el grito heroico del trabajo: “go a head, go a head.”
Es la fiebre juvenil de un mundo nuevo; el entusiasmo en el análisis, la unidad más compacta en medio de la federación más libre, la centralización poderosa del espíritu, en medio de la independencia de las localidades y de la multiplicidad de razas, de religiones, de sectas y partidos. – ¿Qué es el paneslavismo, ese teoría de unidad para todos los eslavos; la autocracia de los zares, el cosmopolitismo cosaco, el servilismo Ruso, esos 60 millones de autómatas, al lado del pandemonio americano y del martilleo en la fragua del incontrastable Yankee? – ¿Qué son las formulas vacías e infecundas del pálido cielo de Teutonia, comparados al espíritu práctico, al genio libre del protestantismo sin pontífice? – ¿Qué son las formas políticas, las santas alianzas de los déspotas, las capas históricas de los crímenes sociales superpuestos, que cubren la superficie de la Europa, al frente de esa sociedad que derriba las selvas, esa tradición de la tierra, y los recuerdos del viejo mundo, esa tradición de la caída? Ved esa fe, esa perseverancia, esa marcha, esa autoridad de la razón en medio de todas las manifestaciones del pensamiento, que por la libertad se encamina sin temor a la libertad, arrostrando con una confianza olímpica todas las tempestades posibles.
Mientras que el viejo mundo tembloroso, solo calcula en el equilibrio de sus errores y en la perpetuación o aumento de sus conquistas, el coloso Yankee golpea a la China y al Japón, y por sobre el ruido del bombardeo de Sebastopol, hace resonar el tremendo go-ahead, que derriba los castillos, que traspasa los mares para plantear el pabellón de las estrellas sobre las ruinas de civilizaciones decrépitas y en medio de los desiertos que puebla. –No es la luz tranquila y majestuosa de la hija de Minerva; –no es la barbarie legal de la sangrienta Roma; –es un estoicismo electrizado que pretende la supremacía en el mundo, desencadenando la religión del individualismo y la locomoción perpetua: Es un Saturno rejuvenecido.
¿De dónde viene esa fuerza?
De la libertad en el pensamiento, en la religión, en la política, en la industria; –de las garantías de la libertad que da la educación, la prensa, la vida municipal; –de la solidaridad en el espíritu y en las instituciones, que forma una harmonía y un principio común defendido por todos, porque es de todos, y que es el respeto de la libertad recíproca; –en el aumento de población, consecuencia de las garantías morales y materiales; –en la infusión del movimiento, en el desprecio de los sistemas exclusivos, en la ausencia del miedo, en la audacia del espíritu de empresa. ¿Quien al ver ese espectáculo, tan real, tan positivo, no creería que toda la América estuviera amenazada de una metempsicosis sajona?{2}
La amenaza existe.
¿Es pues el iniciador, esa República?{3} ¿Es ese, el Mesías de la América?
No. –¿Por qué?
Porque no es el Ideal, porque no comprende en su esfera todos lo resplandores de la Idea; – porque hay manchas en ese sol; porque creemos poder presentar un Ideal más elevado.
Más libre y más humana que la antigua Roma, la República del Norte, se forma un corazón concéntrico y egoísta que hiere o extingue a las razas, que falsea la justicia, que niega el alma de la grande humanidad, que desprecia el fondo divino del amor o de la caridad. Han cedido a la tentación que da la fuerza y la posesión de la potencia. Nuevos titanes, poco les importa el gemido del débil, el derecho de los negros, la independencia de los otros pueblos. La moral es eclipsada por el egoísmo. Esa República presenta el Ideal y las maravillas de individualismo. Ese Ideal y esas maravillas, no llenan el alma de la América del Sur. Los destinos del corazón, de la caridad, de la solidaridad absoluta; LA RELIGIÓN DEL DEBER POR EL DEBER, y la tradición, la herencia de las cosas supra-sensibles que forman una riqueza superior a la del oro, he ahí los elementos del Ideal que olvida el Norte y que deben entrar en el Ideal de la América del Sur, como mundo precursor de la humanidad y la justicia.
VII.
Roma.
Ni la Europa, ni los Estados Unidos pueden ser el iniciador. Esto supone que debemos apoderarnos de todo lo bello que contengan. La América del Norte, debe brillar siempre ante nosotros, como el self-government. ¡De la Europa recibir los elementos aislados, los instrumentos que necesitemos!
¿Será Roma el iniciador? – Hacemos esta pregunta, porque todavía hay en América quienes vuelven sus miradas, no al Capitolio, sino al Vaticano; no, a la antigua República, sino a la teocracia papal.
NO.–
¿Por qué?
¡Ved a Roma! – ¿Qué más razón?
No es la Italia, no es nación, no es independiente, no es libre. Ignorancia, pobreza, despotismo. La triple corona representa las tres plagas humanas.
Las bayonetas extranjeras la sostienen. Hablamos con hechos, porque no queremos profundizar.
No volvamos las miradas a lo que ha hecho en América, y a lo que promete hacer, si su poder aumentare. Hoy solo se ven salir de Roma excomuniones, y las Repúblicas sud-americanas acaban de recibir una reprobación general de parte de Pío IX, que es el mejor signo exterior que podemos recibir de nuestros progresos.
VIII.
Progresos de la América del Sur.
Si a pesar de lo bueno que podemos tomar de los otros pueblos o civilizaciones, ninguno de ellos es el iniciador, debemos elevar nuestra mirada a la razón pura, al Ideal supremo, a la ley soberana.
Veamos cuales son los bienes conquistados, para que tomemos confianza en nuestra propia iniciativa.
¿Sabéis Americanos, cual es la República que marcha a la vanguardia? Es la Nueva-Granada.
Parece providencial ese hecho. La América del Norte después de devorar a México y a Centro América, se encontrará con el espíritu más avanzado de la América del Sur, como un centinela de nuestra propia iniciativa para decirle: ¡alto ahí! –¿Qué queréis? –¿Reformas? –Las tenemos. –¿Riqueza? –La adquirimos. –¿Libertad? –No sois más libres que nosotros. –¿Fraternidad? –Tenéis esclavos a pesar de vuestra riqueza; y nosotros no los tenemos. –¿Población? –La llamamos.
¿Qué queréis pues?
Los Estados Unidos no tienen otra contestación que dar, quitándose la máscara y desnudándose de sofismas, que decir: Queremos el territorio.
La Nueva Granada sabrá contestar como un solo hombre, y tendrá a toda la América del Sur que llevará su contingente a la frontera.
¿Qué es lo que ha hecho la Nueva Granada para merecer el honor de estar a la vanguardia de la América?
He aquí:
Sin insistir en lo trascendental de sus reformas y sin darles todo el significado que merecen, lo principal que se ha constituido, que es ley y autoridad, sancionado por la opinión y los actos de los pueblos, es lo siguiente:
El sufragio universal. Todo derecho del hombre consignado y garantido por la libertad absoluta de la prensa, por la libertad de asociación, por la frecuencia de las elecciones, por la aplicación de la elección a todos los poderes. Es la primera República Americana que se ha separado de la Iglesia. Ha relegado los términos intermediarios, ha sido lógica: Ni presupuesto para las religiones, ni derechos de patronato, ni legaciones a Roma. La elección es directa. El juicio por jurados a todas las esferas de la vida. Las provincias con la mayor independencia municipal posible, nombrando directamente sus magistrados. Sin nacionalismo estrecho. Ha abolido todo fuero, el eclesiastico y el militar. Unidad en la representación nacional. Abolición casi completa del ejército. Guardia nacional organizada en todo el territorio. Disminución constante de derechos de aduana. Aumento de producción: explotación de nuevos ramos. Construcción de caminos, navegación a vapor del Magdalena, educación por medio de la soberanía en ejercicio, en las municipalidades emancipadas, en las funciones del ciudadano; por medio de la prensa más elevada y racional de Sur-América; por medio de los clubs y la multiplicación de las escuelas.
Y no se crea que todo está tan solamente escrito. Esto vive y ha recibido la consagración solemne, cuando la revolución de Obando, que siendo presidente y no pudiendo ser dictador por la previsión de la ley, se sirvió de todos los elementos atacados, el clero y el ejército, para derribar la constitución jurada. La nación se levantó entonces a la voz de sus representantes, y armada en número de 20.000 hombres, contingente voluntario de todos los pueblos, ahogó a la reacción en su centro, en la misma ciudad de Bogotá. Esta victoria del pueblo y de la ley, juzgó a los vencidos, conforme a las leyes, sin ninguna medida extra-ordinaria. La ley, las reformas conquistadas, siguen su camino.
Este es pues el más bello ejemplo que presenta la América del Sur por lo que hace a la moralidad. Nueva Granada es a Venezuela lo que los Estados Unidos son a Méjico. En el Perú, la nueva organización del Estado, ha abolido la esclavatura y el tributo de los indígenas, últimos restos que la conquista había dejado en pié en las instituciones. Ha abolido el fuero militar y eclesiástico, Ha abolido la pena de muerte. Organiza la guardia nacional, y ha establecido las municipalidades. Esta reforma acaba de recibir su confirmación con la victoria del gobierno legal, sobre los rebelados a nombre del clero.
El Ecuador ha expulsado a los jesuitas, ha abolido la esclavitud, inicia nuevas reformas y el jury está establecido en materias criminales.
Chile es la paz, la centralización y la riqueza. Es el país más tímido para las reformas. La tolerancia religiosa existe a fuerza de costumbre y por el peso social de la Europa. No es el país de la iniciativa; es la reserva de la América. La Confederación Argentina, a pesar de su estado transitorio que será el objeto de trabajos ulteriores y especiales, presenta en su totalidad un progreso en todas las esferas de la vida. La libertad se consolida: afluyen las riquezas y la inmigración. Solo se espera la unidad de toda la República para que despliegue sus grandes alas al soplo del porvenir. Reasumiendo, he aquí lo que se ve y lo que resulta:
Toda la América es Republicana. El Brasil es la excepción. Así; en todo el continente, en el Norte sajón, en el Sur latino e indígena, todo marcha a la República; inclusive el mismo Brasil por la lógica de sus instituciones liberales y el espíritu de muchas de sus provincias.
En los Estados-Unidos, se ve una unidad de espíritu y de política asombrosa, a pesar de su federalismo en los estados y del protestantismo en las creencias.
En los Estados Des-Unidos, la vida presenta un combate sostenido entre la libertad, y el fondo tradicional inoculado por la Europa, mas la acción del desierto.
Esta dualidad forma el drama del desarrollo americano bajo distintos nombres: Rojos y conservadores en Colombia; causa de la moralidad y de la corrupción en el Perú; civismo y militarismo en Bolivia; jesuitismo, incomunicación, despotismo y libertad en el Paraguay; pelucones y liberales en Chile; unitarios o federales en las provincias del Plata.
Obsérvese que la esclavitud solo existe en un Imperio en Sud-América.
La Iglesia se circunscribe. Los cultos libres, los matrimonios mixtos, la educación en manos de los gobiernos, la tolerancia, la libertad de la palabra. El negro libre. El indio incorporado en Colombia, en el Perú, en Bolivia. Los pasaportes abolidos en Chile, en el Perú, en Nueva Granada. Los caciques ahuyentados, las instituciones aproximadas, los ejércitos disminuidos, el sable desprestigiado. Conversión de conventos en escuelas. Fueros abolidos. La soberanía del pueblo en la guardia nacional, en el sufragio, en el municipio, en el estado, en la justicia. Nada de castas. Desaparición de los privilegios. Ni lacayos, ni príncipes. Aumento de inmigración, de colonización y de riqueza. Tratados internacionales preparando la unidad Americana. Descentralización administrativa progresando. Idea de nobleza en el trabajo. Progreso de las asociaciones y del espíritu de empresa. Crédito creciente.
En las costumbres, en los hábitos sociales, en las opiniones asentadas, en la consecuencia de la dignidad personal, el progreso es innegable y solo se le aprecia cuando se contempla desde Europa. – ¿Quién piensa en monarquías en América? Miramos con compasión las ridiculeces monárquicas, las cortes, las aristocracias. En todas las repúblicas se eliminan los términos medios. Los ignorantes y los instruidos se convencen de que no hay sino dos políticas: el absolutismo o la república.
IX.
Adelante.
Tal ha sido la obra de la purificación. Una es la causa que nos ha elevado. Es una la idea de la América; es uno el ideal de la tierra. Y esa causa es la libertad, esa idea es la república, ese ideal es la fraternidad de los hombres y de los pueblos libres, desplegando las potencias de su ser, en el seno de la creación, para vivir más y más del Ser que es la personalidad infinita.
Yo te saludo, América, tú que eres la juventud con experiencia. Abre tus riveras a todos los hombres, tu corazón a todos los proscriptos, tu nacionalidad a todo el que la pida.
Pero no olvidemos aquella palabra: “mientras quede algo por hacer, nada se ha hecho.”
Es mucho lo que hay que hacer bajo dos puntos de vista:
Como purificación.
Como iniciación.
La obra de purificación es el trabajo crítico.
La obra de iniciación es el trabajo creador.
Negación de todo lo malo que subsiste en las costumbres, en las instituciones, en las creencias.
Y afirmación de todos los resplandores crecientes del Ideal.
La raza negra espera su iniciación en toda la América y su libertad en el Brasil y en los Estados Unidos. El mayor número ignora, cual sea el elemento humano, la sílaba que nos trae esa raza para la gran palabra de la humanidad. Dios ha particularizado en esa raza el elemento femenino, la pasión, la volubilidad, la ternura entrañable. Despreciar o mutilar esa raza, es eliminar una nota sagrada en la sinfonía de los pueblos.
El Tlascalteca, el Quichua, el Aymará, el Guaraní, el Puelche, el Huiliche y el Araucano, esperan al iniciador por el órgano de un pueblo cristiano. Tan hijos de Dios como nosotros, es de nuestro deber revelar el fondo divino que contienen y abrazar en nuestra organización social, los recuerdos, las intuiciones del hombre primitivo. Ellos nos conservan una imagen, oscurecida es verdad, de la integridad del hombre, de la unidad primitiva, de la indivisible personalidad, dividida y mutilada por las civilizaciones Europeas. El Indio por más atrasado que aparezca, es el hombre. No es un elemento de hombre, rueda de una máquina, brazo del trabajo como el proletario, o cerebro aislado como el sabio. He ahí una lección. Sepamos desarrollarla y comprenderla.
Es así, como además de todas las Ideas que forman los radios de la Idea, que son la razón independiente, la personalidad, libre de Iglesias infalibles, de cacicazgos o monarquías; respetando las diferencias nacionales y las exigencias locales; asociando lo que debe ser independiente; sin más monarca, sin más teocracia, que la soberanía del pueblo limitada por el derecho imprescriptible de la misma soberanía universal e inmanente que constituye el derecho del hombre, negándole el derecho de abdicarla; asociando las razas, unificando provincias confederando naciones; – es así como se desprenderá la palabra del Nuevo Mundo, que será la síntesis de la humanidad, la harmonía buscada, la profecía realizada, ¡que debe ser la religión, la educación y la política, de los hombres y de las naciones, de los magistrados y maestros!
Constituyamos la personalidad, aun no constituida, para constituir a la nación.
Constituyamos la nación, para constituir la personalidad, porque ambos elementos se corresponden.
El ciudadano con todos sus derechos y funciones, garantizados por la nación, con la unidad de su ley en todas las atribuciones y funciones de las divisiones naturales y legales, formará la aspiración y la inspiración de la misma alma, recorriendo todas las partes y los elementos del organismo social.
Trabajo de libertad sumando las individualidades libres y subiendo a la formación de la unidad.
Trabajo de libertad, comunicando la unidad social a las partes o descendiendo de la síntesis a los individuos.
Formación de la unidad por la multiplicidad.
Elevación de la multiplicidad a la unidad.
Y penetración recíproca del alma social en el alma individual, de la síntesis en el análisis, de la unidad en las partes.
Tal es la planteación del problema.
Tenemos que apoyarnos en los bienes conquistados. La República debe ser nuestra tradición y nuestro fin. Tenemos que cooperar con los gobiernos, borrar la separación de pueblo y de gobierno, ser gobierno. No esperar la iniciación de afuera o de la autoridad, o del acaso, que es un signo de los pueblos decrépitos o de las personalidades que flaquean. Debemos comprender la responsabilidad del hombre libre; – porque somos responsables de nuestros gobiernos. No aceptar o no participar de la responsabilidad, es propio de los que abdican. Hay solidaridad de gloria y de vergüenza en las Repúblicas.
Las manchas de los gobiernos manchan la frente de los ciudadanos. La vigilancia del honor social, es deber personal. Estos son los principios severos que impone la soberanía.
Aprendamos a respetarnos, respetando la ley, respetando al magistrado, porque la ley, y el magistrado son en las Repúblicas nuestra sangre y nuestra carne. Jamás transijamos con las violaciones del derecho. Confiemos en la palabra, en la enseñanza de los actos, en el ejemplo de la vida recta, idéntica en palabras y en acciones. Tengamos fe en la educación progresiva del sufragio lealmente practicado por todos los partidos. Sepamos ser los vencidos de hoy por la causa de todos, sin coaliciones de un día, sin transacciones con la verdad, para que el sufragio respetado por los vencidos, sea con la iluminación progresiva la expresión de la verdad, el vínculo de unión, la base de toda solución, el criterio de las dudas, y la abolición de la guerra.
Basta de personalismo. Algo más de personalidad. Deber, amor, perseverancia.
Solo debe haber impaciencia cuando se vive en la deshonra.
La impaciencia que desespera supone poca fe, y es madre de la violencia.
La impaciencia supone egoísmo, porque parece que queremos la victoria por buenos o malos medios, para nuestro goce presente. No puede haber impaciencia ni odio, cuando se tiene la religión de la libertad y se sabe vivir en el alma de las generaciones futuras y en el seno de la caridad universal. No perdamos ni por un momento la distinción de lo justo y de lo injusto; ni envolvamos en la misma simpatía a los buenos y a los malos; porque esas son fusiones de cobardía o de impotencia.
Hacemos nuestra educación. Comprendamos que hay poco hecho, porque tenemos que hacer vivir al Cristo en el hombre y en la ley, de donde debe nacer la transfiguración de la humanidad, libre de cadenas, libre del hambre, libre del odio, realizando el GOBIERNO DIRECTO DEL PUEBLO, que será la última de las constituciones; el sacerdocio de la razón, que será el último de los sacerdocios; y la comunión de las naciones, que será la última de las Iglesias, bajo el Pontificado del Eterno.
X.
Tales son los colores de la gran bandera Americana que podemos desplegar al soplo de todos los vientos. Tal es la columna de fuego que prende la centella omnipotente en la frente juvenil del Mundo Nuevo. – Elevemos nuestras miradas a la mansión de la justicia, porque de ella se desprende el maná para los peregrinos, el agua para los sedientos de verdad, el pan para los hambrientos de amor y de infinito.
Oigamos la llamada del deber y de la ciencia. Recibamos el impulso del corazón sublimado y de la conveniencia propia en la solidaridad del bien común. Formemos una patria sin fronteras para los delirios del poeta, para las especulaciones del filósofo, para los gritos del alma, para las exhalaciones del corazón humano apuñaleado por las tiranías, por el egoísmo infecundo, por la indolencia ignorante y la indiferencia sin entrañas. Resuenen en nosotros las heridas hechas al derecho de todo ser humano. Respiremos el genio de los pueblos, palpitemos con el corazón de todos los dolores, y recojamos la sangre de las nacionalidades conquistadas, y de los pueblos despotizados, para estigmatizar el fratricidio.
Adelante, aurora del Nuevo Mundo. Ilumina el presente, tú, sol del porvenir, que resplandeces en la razón soberana.
Buenos Aires, Julio de 1857.
Primera nota (página 21).
París es un escándalo.
Por carta de París últimamente recibida, vemos una confirmación más de lo que afirmamos. Hablando de la llegada del Príncipe Constantino a París, se nos dice:
“Se le recibe con la amistad más tierna. Las casas están cubiertas de banderas rusas, en los boulevards, no se ve sino águilas con dos cabezas.” Cobardía y miseria: he ahí a lo que ha llegado la gran nación.
Esto es más extraordinario en Francia que en ninguna otra parte. Desde Luis Felipe, la Francia ha protestado constantemente por medio de sus órganos legales y de la opinión, contra la esclavitud de la Polonia. Y hoy después que 100.000 franceses perecieron en la guerra de Oriente, se recibe con homenajes públicos al representante de ese imperio, que representa lo que hay de más cruel, de más rapaz y de más falso en el mundo, sin exceptuar al Austria. Pero el imperio francés es lógico. La alianza de los imperios es lógica también. ¡Qué importa dar la mano a un asesino, si en él se ve un vínculo de unión, y un aumento de fuerza!
Segunda nota (página 20).
¿Quién no creería toda la América estuviere amenazada de una metempsicosis sajona?
Pág. 20. Y asentar su vanguardia en Panamá…
Las últimas noticias nos anuncian la ruptura entre los Estados-Unidos y la Nueva Granada.
Los Estados-Unidos exigen la posesión del Istmo y de las Islas del golfo de Panamá.– La Nueva Granada ha rechazado esas proposiciones. Estas noticias arrojan una luz sobre estas palabras de nuestro artículo:
¿Qué queréis pues? –No tienen otra contestación que dar, quitándose la máscara y desnudándose de sofismas, que decir: QUEREMOS EL TERRITORIO.
Tercera nota (página 21).
¿Es pues el iniciador, esa República? –No. –Porque hay manchas en ese sol. Y es la mancha negra. La moral eclipsada por el egoísmo. (pág. 21).
En el discurso original del presidente Buchanan, se ve lo siguiente:
«El congreso no debe decretar la esclavitud en ningún territorio o estado, NI TAMPOCO EXCLUIRLA DE ELLOS, sino dejar a su población en perfecta y eficaz libertad para fijar y organizar según su albedrío sus instituciones domesticas, con tal que estos, no se hallen en pugna con la constitución de los Estados-Unidos.»
Se ve pues que no solo se acepta la esclavitud, sino que se la autoriza en los Estados que quieran sostenerla o instituirla. Y tal autorización no puede ser limitada o negada por la Unión, o por la Constitución federal. Por otra parte creer que las instituciones domésticas que establecen la esclavitud, no estén en pugna con la declaración de los derechos del hombre, es dar a los Estados particulares una atribución general, federal, en oposición con el espíritu de la federación y con la conciencia universal. Desde que a un Estado, le es permitido, o se le reconoce la facultad de estatuir sobre los derechos del hombre, hay una violación de las atribuciones federales que solo pertenecen a la Unión. –Este es el lado ilógico y falso de la Constitución federal, y es también la revelación de la falta de unidad, que es una falta de justicia, que hace que aquel sistema incompleto, no merezca ser presentado como ideal.
Este defecto de la Constitución federal, es revelado por estas palabras del discurso:
«La constitución federal es una gran concesión de los Estados al congreso de ciertos poderes especiales…»
De lo que se deduce que la Unión es concesión de las partes, y que la unión no es unidad. No hay pues unidad propiamente dicha, en la federación de los Estados-Unidos, hay unión formada por ciertas atribuciones delegadas.
La unión es resultado de la multiplicidad, no es resultado de la unidad. No es la idea, no es el todo sintético el que imprime su sello a las partes, por el contrario, es la parte que concede algo para formar una entidad, un ser de razón.
La unión de provincias o de estados que nosotros concebimos, debe ser el resultado de la síntesis comprendiendo las necesidades particulares, limitando las atribuciones locales e imponiendo la identidad del principio de la libertad a toda parte en que se subdivida o se quiera subdividir a una nación. La síntesis no es ni puede ser una concesión. La síntesis puede hacer concesiones, pero las concesiones no pueden jamás crear una síntesis. La síntesis es como la luz, que encierra en sí todos las colores; pero la luz no nace de las concesiones que pueden hacer los colores.