Filosofía en español 
Filosofía en español


Francisco Bilbao

El partido del Nuevo Mundo

Los artículos titulados Una Voz del Plata, Paz perpetua en América, como otros que verán más tarde la luz pública, son manifestaciones de la gran alma de la América, que empieza a tener una palabra precursora de su organización. En Nueva-Granada, en el Perú; en Chile, en la República Argentina, se despierta la idea americana, y es necesario que haya un órgano que le sirva de intérprete, vínculo moral e intelectual preparatorio de una causa que puede llegar a ser el acontecimiento de este siglo. La Revista del Nuevo Mundo aspira a llenar en parte esa necesidad.

El individuo que abraza una causa generosa se ennoblece. Lo mismo las naciones que ensanchan su horizonte y traspasan las fronteras para tocar la mano del hermano, sentir los latidos sociales de los pueblos y formar las alianzas de la paz, del trabajo y de la libertad. Tal elevación moral en los individuos y en las naciones, facilita además la solución de las dificultades interiores y disminuye la acritud de los partidos, por la influencia de ese ideal superior que se proclama. Ese nuevo partido que se forma en todas las Repúblicas y que llamaremos el partido del Nuevo Mundo, está destinado, a nuestro juicio, no solo para salvar la independencia del territorio americano, sino también para resolver las cuestiones interiores que sacuden a nuestros pueblos, por medio del principio más universal y más fecundo que proclama, por el corazón más grandioso que presenta, por el ideal que levanta como una columna de fuego para guiar a las jóvenes naciones.

La República Argentina, brillante iniciadora en la época de la independencia, no debe abdicar esa tradición gloriosa, en la época de la organización. Bien sé lo empeñada que se encuentra en su trabajo de purificación y reconstrucción, pero creemos que la consideración sola de volver a la iniciativa, y de tomar su puesto en la línea de operaciones del Nuevo Mundo, para acudir a la llamada general que se toca en los campamentos del Sur, esa consideración primero, el interés después, y deber en seguida, la predispondría admirablemente para su obra de unificación.

La voz del Plata, ese grito de amor y de esperanza, responde al llamamiento para decir: No se dirá que en la República Argentina, esa voz de la Providencia que circula para despertar y poner en movimiento a las legiones del porvenir americano, ha permanecido sin eco, ni esa palabra sin interpretes, ni esa llama sin corazones que la vivifiquen.

Francisco Bilbao.




Una voz del Plata

 

Post nubila…

 

La América ha dado al mundo el espectáculo más grandioso de la historia. Los proscriptos sedientos de justicia, que abandonaron la patria para buscar en desconocidas regiones del nuevo mundo un asilo a la libertad; los peregrinos que con la biblia en la mano plantaron el árbol fecundo que cubre hoy con su sombra las vastas regiones del Norte de América, abrieron a la humanidad un sendero desconocido. El grito de libertad, el reinado de la igualdad, conmueven los seculares cimientos de los tronos. Esa palabra divina, atraviesa los mares, tras diez y ocho siglos de servil mutismo; sacude las fibras de la Europa que despertada a esa voz, se derrama con las legiones de la Francia sobre el viejo continente. Una nueva savia fecunda la vida y el pensamiento de la humanidad.

¡Buenos Aires, patria mía! ¡tu escuchastes esa palabra! iniciadora de ese pensamiento, la América española saluda a los Argentinos que inspirándose en el limpio azul de su cielo, y en la grandiosidad de los Andes, clavan su bandera triunfante sobre todo el continente, y el sol de los Incas disipa las tristes memorias del prolongado martirio de sus hijos.

Profundas fueron sin embargo las diferencias que caracterizaron las condiciones de ambos hemisferios.

El del Norte educado en la práctica de los derechos del hombre, practicando la doctrina filosófica del Cristo. El del Sud, atado moral y materialmente al carro de sus sombríos amos, educado en el miedo, aterrado por las hogueras de Torquemada, sin levantar su frente agobiada en busca del oro; se revela instintivamente, rompe su durísima cadena, pero los resabios del régimen colonial la esclavizan todavía después de medio siglo de independencia. La intolerancia, la anarquía, he ahí el cáncer que estrecha día a día, hora por hora, los límites materiales y morales que ligar debieran a los pueblos, a las familias, a las razas. Unión de fuerzas, y de esfuerzos, inmensas ruinas cubren nuestro suelo, vuelta atrás la mirada de las sociedades, necesita ensanchar sus horizontes, nuevas generaciones se debaten cuestiones de viejos errores, la inteligencia se ejercita en polémicas estériles, y entre tanto ni un paso más marca una conquista sobre los errores y preocupaciones del pasado. Y mientras las creencias se debilitan, el idioma, las costumbres, la gloria y el dolor, todo es de todos los seres que pueblan estas regiones a donde tan pródigo mostró sus dones la Providencia. Estudiemos los hechos, las necesidades, los verdaderos intereses de esta gran familia. ¡Discutamos menos, hagamos alguna cosa! La libertad se ve estrechada, ¡por qué no buscarle un asilo a donde no alcance el poder brutal de la tiranía! La América no tiene que luchar con las preocupaciones seculares, con esa ley tremenda de los hechos, que dificulta sin terribles sacudimientos la regeneración Europea. Virgen del mundo, de la libertad, ¿por qué no imprime a sus generaciones un impulso vigoroso, aleccionada en la experiencia del antiguo continente, y en la suya propia? Inspirándose en la idea grandiosa que la presentó al Congreso de los pueblos proclamando la igualdad ante la ley, la libertad de todos, el reinado eterno de la razón sobre la autoridad, la autoridad de la razón. América aguarda la forma que le dan sus elementos nuevos, a falta de un Washington del Sur, la gran familia de pueblos libres, ejercerá sin delegación su soberanía purificada en el martirio.

El diez y ocho Brumario suicidó la República europea. ¿Del gran coloso de dos siglos, qué queda a la Francia? Cadáveres, deudas, escepticismo político, germen de dictaduras, el triunfo del absolutismo reaccionario, la autoridad fundada, no en el nombre del Dios de la libertad, de la razón, y del derecho, única divinidad del poder, en nombre de la Santa Alianza de los tiranos. ¡La gloria! ¿Qué fruto ha obtenido la América de su gloriosa victoria sobre el trono de Felipe II? Y es tiempo de sacar fruto de esa gloria. Día a día la gran República Argentina estrecha su frontera, divide sus intereses, encona a sus hermanos. Absorta la mente en las glorias que fueron, escucha el canto del bardo por reposar su tregua del combate fratricida. ¡Arriba pueblos! La humanidad necesita llenar una misión que no tiene término, el progreso no tiene barreras. La República Argentina no se sabe casi a donde está, a donde se dirige, qué ha hecho del testamento de sus héroes. ¡Un arroyuelo que atraviesa un niño la divide en dos naciones extranjeras, el Paraguay y Bolivia, le cierran su paso, amenaza el Brasil la salida de sus ricos productos, el grito del Yankee atruena el istmo, alerta pueblos! ¡Pensad en la Polonia!

Y el tiempo corre, y la educación moral y el espíritu de familia, y la ley del deber faltan... Cuando Colón en medio de su amotinada tripulación, cree escapársele el mundo que alcanza su profética mente, confía aún, confía siempre. Escucha la palabra tierra en el silencio de la noche, ¡de rodillas grita a su vez a la absorta muchedumbre! Al sentir la brisa perfumada de ese nuevo universo, mundo de libertad, tierra de promisión para los que sufren de rodillas, repite, y clavando la cruz del Salvador del Mundo, planta la primera bandera de la libertad del mundo del Sur.

La discusión de los Doctores de Salamanca importa menos para nosotros, que la fe, que la unión, que el trabajo. Acerquemos los pueblos a los pueblos por vías fáciles de comunicación, los hombres a los hombres por la discusión templada, y la instrucción previa, y llevando cada uno su grano de arena al edificio cuyos cimientos es necesario consolidar, saludaremos a la gran Confederación Americana, como el ejército Cruzado.

Ecco apparir Gerusalem si vede
Ecco additar Gerusalem si scorge;
Ecco dà mille voce unitamente
Gerusalemme salutar si sente.