Revista Económica
[ Eugenio Guillemot ]
Porvenir de la raza latina y de la Francia en el Nuevo Mundo
Introducción
La obra que comenzamos a publicar hoy en esta Revista, y que hará la materia de una serie de artículos, es la exposición de las ideas al estudio de las cuales hemos consagrado todos nuestros desvelos durante largos años. Es el fruto de atentas observaciones recogidas durante nuestra carrera diplomática, la expresión de profundas convicciones inspiradas por nuestra permanencia en el Nuevo Mundo, convicciones tanto más gratas a nuestro corazón, cuanto que satisfacen al mismo tiempo a nuestros instintos de progreso y de bienestar universal y al amor que tenemos a nuestra patria.
Estas ideas, cuyo análisis, discusión y coordinación es un sistema metódico y completo, tanto bajo el punto de vista de la economía social cuanto de la política, deben formar el objeto de una obra especial, –la que ofrecemos a nuestros lectores,– estas ideas, repetimos, aparecían ya en germen en más de un pasaje de nuestra correspondencia diplomática durante nuestra misión en el Brasil, correspondencia que hemos publicado, en parte por lo menos, hace algunos años. Recordaremos aquí algunos de estos pasajes que mostrarán de antemano con qué espíritu está concebido este trabajo, los cuales probarán al mismo tiempo que los sentimientos que nos lo dictan nos han animado siempre mientras que hemos permanecido en los negocios.
–«El descubrimiento de la América fue providencial, escribíamos el 24 de noviembre de 1839; Dios la ofreció a la Europa como un puerto de salvamento abierto al desborde de su población.
»La América fue dividida entonces entre las tres razas ibérica, francesa e inglesa. Las faltas sucesivas de administración, infieles a las tradiciones de Luis XIV y de Napoleón, nos han hecho perder lo que poseíamos allí; hoy las naciones de origen español se hallan amenazadas también de ser borradas poco a poco ante la raza usurpadora que, después de haber absorbido ya las Floridas, Tejas y una parte de Méjico, codicia abiertamente a Cuba y ambiciona aún otros puntos todavía. De este modo nos hallaríamos excluidos muy pronto de todo papel activo en la América, si no fuera presentida por nosotros esta unidad formidable que se prepara y si no la combatiéramos de antemano cuando puede serlo aún… Debemos defender con este objeto a todas las Repúblicas Sud-americanas existentes, afianzarlas cuanto podamos y abrirlas al aflujo de nuestra emigración.
»Los Estados Unidos, decíamos en otra parte en 1849, que han absorbido ya una parte del territorio mejicano, avanzan a grandes pasos sobre el resto de la América, y la presión sin cortapisas que ejercen en ella cada vez más, no conviene a ninguna nación… Los pueblos descendientes de los Españoles y de los Portugueses no ocupan sino por grupos diseminados de trecho en trecho el inmenso y fértil país de que ellos disponen. El espacio entre estos grupos está desierto, y la Francia puede enviar allí su población superabundante…
»…No tenemos ya colonias y es conveniente para nosotros buscar un equivalente para nuestra navegación y nuestro comercio en la asimilación a nuestro tipo, tan cercano y tan íntimo de algunos pueblos que se hallan ya en relación con nosotros por su gusto, su carácter y sus necesidades… Ningún punto puede tener más ventajas ni ofrecer más atractivos que la América del Sur, en donde, con las tierras más fértiles, bajo los climas más sanos, se halla una población que necesita de la industria extranjera, que consume mucho, que no rechaza, y que no se unirá jamás al enemigo exterior para destruir los establecimientos extranjeros formados en su seno…
»…Satisfacer una de las grandes necesidades vitales de la Francia (derrame de la población superabundante)… y contribuir a establecer en toda la América del Sur la vivificante fuerza de la colonización europea que debe formar, con su prosperidad, el bienestar común, sería una digna preocupación de la Francia en este momento.»
Estas reflexiones hechas por nosotros, bajo mil formas, por doquier, y sin cesar, pueden reasumirse en tres proposiciones exactamente verdaderas cuyo desarrollo formará el objeto de nuestra obra:
1.ª Necesidad de una coalición política de las razas latinas del Antiguo y del Nuevo Mundo, contra las formidables invasiones del elemento anglo-sajon en América.
2.ª Ventajas económicas de una fusión de este género por medio de una corriente regular y considerable de inmigración que vertería en las fértiles soledades de la América del Sur el derrame de la vieja Europa.
3.ª Ventajas especiales, tanto para el Nuevo Mundo como para nuestro país, de la intervención y de la inmigración francesa.
Nuestra obra se halla concebida sobre todo bajo este último punto de vista, como lo indica su título; la razón de esto es muy sencilla; siendo diplomático francés, ponemos en relación con la Francia todos nuestros proyectos y dedicamos a nuestra patria el fruto de nuestra experiencia y de nuestras reflexiones. Pero lejos de nosotros ese espíritu mezquino de egoísmo nacional, tan desarrollado en los Yankees, quienes no piensan más que en su dominación, disfrazada y artera conquista, cuya política no tiene por mira más que absorber siempre y a pesar de todo; lejos de nosotros ese espíritu de invasión que no respeta nada. La Francia, más noble y más desinteresada en sus relaciones internacionales (ahí se halla la historia para probarlo), jamás ha tenido por principio, a ejemplo de tantas otras potencias, el sacrificar sin piedad los intereses de los pueblos a los suyos propios; por doquier, y sobre todo en el Nuevo Mundo, bien acogida y respetada, ella usa con reconocimiento y no abusa falazmente de la hospitalidad ofrecida a sus nacionales en un suelo extranjero; le cabe la mayor felicidad cuando se le presenta la ocasión de pagar con útiles servicios las simpatías que ella sabe apreciar. Animados con tales intenciones, testigos de los peligros que han corrido las naciones latinas de la América del Sur, sensibles a las buenas disposiciones de nuestros hermanos del Nuevo Mundo para con nuestros compatriotas, hemos soñado para estos dos elementos, emanados de un mismo origen y unidos por cierta comunidad de ideas, a pesar de los obstáculos físicos y la distancia que los separan (obstáculos que por lo demás tienden a desvanecerse cada día ante las maravillosas invenciones de la ciencia moderna, la electricidad y el vapor), hemos soñado, repetimos, un porvenir de prosperidad y de fuerza producida por una estrecha unión.
«La América del Sur, escribíamos también en 1849, se halla ocupada casi en totalidad por naciones de procedencia ibérica. Un germen fecundo de nuestra nacionalidad debe ser depositado entre ellas; y si algún día pretenden los anglo-americanos atravesar a Panamá y bajar hacia el cabo de Hornos, es conveniente que encuentren en su tránsito un pueblo que sirva de cabeza de columna a los otros pueblos, por decirlo así, del mismo sistema y que se hallan en relación con nosotros por su origen, costumbres, lengua y religión. Debemos introducir nuestra población en la América del Sur por el mayor número posible de puntos, y multiplicar sus relaciones con nosotros, disminuir las distancias por la navegación de vapor. Debemos esparcir allí, predicando con el ejemplo, las doctrinas liberales bajo todos conceptos, comercio, industria y colonización y apresurarnos a poner nuestras artes y nuestras ciencias a disposición de la causa de un progreso bien ordenado.»
Sí, a la Francia toca la noble tarea de unirse a los Americanos del Sur, desde luego para oponer una barrera a los invasores del Norte y también para combatir las tendencias estacionarias y retrógradas que, en cierto modo, retardan los progresos de la civilización y del bienestar en aquellos países bendecidos por la Providencia y reservados por ella a grandes destinos, para hacer triunfar el elemento latino, y las fuerzas inteligentes traídas por la Europa, en provecho de la común prosperidad.
Es esta una cruzada humanitaria que hemos resuelto emprender y a la cual hemos jurado consagrarnos enteramente. Sabemos muy bien que la doctrina que predicamos encontrará en el Nuevo-Mundo vivas simpatías; así, se trata de convertir más bien a nuestros conciudadanos a nuestras vastas ideas. He aquí porqué hemos escrito, bajo el punto de vista esencialmente francés, el resumen de los principios por medio del cual esperamos interesar a nuestros compatriotas y a nuestro gobierno por la causa sud-americana.
El trabajo que publicamos en esta Revista va a ser esparcido aquí al mismo tiempo entre todos aquellos a quienes puede interesar una cuestión tan alta, –y son estos numerosos,– desde el jefe mismo del Estado hasta el humilde artesano que debe dirigir sus miradas hacia la joven América.
En este trabajo que está destinado a persuadir a la Francia de que ha llegado el momento de ofrecer al Nuevo Mundo el apoyo de su política influyente y desinteresada, de que debe dirigir hacia aquel lado su actividad intelectual, comercial e industrial, expondremos sucesivamente la oportunidad de la emigración francesa hacia la América latina, los medios de ejecución propios para asegurar los resultados de esta grande empresa, las felices consecuencias de una comunicación establecida de este modo en una vasta escala; y esperamos encontrar en la convicción que nos anima los recursos necesarios para adquirir numerosos prosélitos de esta causa que nos es tan cara. Con el objeto pues de instruir a nuestros hermanos del Nuevo Mundo, de los esfuerzos que intentamos en su favor, publicamos una obra destinada a formar las bases de una prosperidad enteramente nueva. No deseamos por recompensa de esta grande empresa más que alguna gratitud por parte de aquellos a quienes servimos con tanto ardor; y, si Dios lo permite, los sucesos harán triunfar los proyectos que hemos concebido.