Filosofía en español 
Filosofía en español


Mariano Soriano Fuertes

Contestación a la primera parte de la réplica de D. Rafael Hernando
sobre el Real Conservatorio de Música y Declamación

I

El Sr. Hernando, por sus antecedentes artísticos, así como también por la distinguida posición oficial que ocupa, tiene una importancia y una autoridad muy grande en la opinión pública, y si se dejaran pasar sin discusión los puntos de su escrito… valdría tanto como dar a suponer al público y a los artistas que todas las doctrinas del Sr. Hernando son incontrovertibles, o como si dijéramos, el credo del arte músico español.
(Francisco Asenjo Barbieri.)

Fuese un contrito penitente a confesar, y mientras el sacerdote absolvía a otro cristiano que a sus pies estaba, se arrodilló cerca del confesonario y principió a rezar. Cuando acabó el padre de almas su ocupación, nuestro penitente púsose delante de él, y después del acto de contrición, preguntóle el confesor: –Hijo mío, ¿habéis hecho examen de conciencia? –Sí, padre. ¿Habéis visto el rato que he estado arrodillado junto al confesonario? Pues he rezado una salve y un credo. –Muy bueno es eso, hijo mío; pero no es del caso.

Todo lo que nos ha dicho el Sr. Hernando en sus dos primeros artículos, que son la primera parte de la materia de su réplica, no tiene nada que ver con el asunto principal que los motiva. Serán muy buenos, sin duda; pero no son del caso.

Los dos artículos del Sr. Hernando, están reducidos a los siguientes párrafos:

1.º Que no habiendo nosotros propuesto un plan de práctico adelanto, no es posible hallar persona alguna que dé crédito a nuestras palabras, porque todos conocen el axioma, de quien todo lo niega, nada prueba.

2.º Que toda la supuesta mala marcha del Conservatorio, la achacamos con insistencia a un torpe proselitismo.

3.º Que por lo vapuleado que aparece el autor del proyecto-memoria, podríase tal vez dudar, si el dicho autor constituye el asunto principal de nuestros artículos.

4.º Que en el número 2.882 de La Correspondencia de España, edición de la noche, correspondiente al 22 de Diciembre último, lanzó un RETO, y que han llegado a suponer algunos, que ese RETO era el que motivó nuestros artículos. Y que, aun cuando no lo cree el Sr. Hernando, cree, sin embargo, que el dicho RETO está en toda su fuerza; y se aumenta su creencia al paso que va escribiendo, hasta decir embozadamente primero, y claramente después, que no nos hemos atrevido a ir derechos al RETO, y nos hemos escurrido por callejuelas para ir torcidamente a los artículos que han motivado su réplica.

5.º Que el RETO publicado en el número 2.882 de La Correspondencia de España, edición de la noche, correspondiente al 22 de Diciembre último, lo motivaba el estar pronto a sostener el Sr. Hernando, que la larga administración del último vice-protector y director del Conservatorio, D. Ventura de la Vega, había sido la más gloriosa para la escuela del arte músico español, &c., &c.

6.º Que por qué no comenzamos nuestros artículos por demostrar el estado actual del Conservatorio, haciéndonos cargo del RETO del Sr. Hernando publicado en el número 2.882 de La Correspondencia de España, &c. &c., ya que no le recogíamos!

7.º Que muchos otros artículos, tan declamatorios, de palabras tan ahuecadas, de frases de tanto relumbrón, y tan vacías de sana crítica, recordaba el señor Hernando haber leído en diversas ocasiones; PERO CON ASPIRACIÓN CONOCIDA Y FIN DETERMINADO: mas que nosotros no podíamos aspirar A NINGUNA DE LAS PLAZAS QUE FIGURAN EN EL ACTUAL PRESUPUESTO DEL CONSERVATORIO!!!!

8.º Que nuestra marcada tendencia, hasta ahora, parecía haber sido la de llegar a ocupar en el arte músico español, el envidiable puesto que desempeñan o han desempeñado en otros países Scudo, Castil-Blaze, de la Fage, y otros concienzudos críticos, con gran beneficio para el arte y los artistas, por la tan elevada como tangible tendencia de sus escritos, que revelan siempre verdaderos conocimientos artístico-científicos de la música, que es la sola manera de llegar a adquirir toda la importancia y autoridad crítica que a estos les fue acordada.

9.º Y que cuando nos hemos desentendido del RETO inserto en el número 2.882 de La Correspondencia de España, edición de la noche, correspondiente al 22 de Diciembre último, nuestras razones habremos tenido: por lo que le toca probar al Sr. Hernando, que nuestro trabajo ha sido tan estéril como superficial e inusitado!!

Perdónenos el Sr. Hernando; pero, o no ha leído bien nuestros artículos, o no entendemos bien los suyos. Tal vez sea esto último, atendidos su elevado talento y nuestros pequeños alcances. Alcances, que no alcanzan a ver otra cosa en la primera parte de la materia del plan del Sr. Hernando, que hacer más patente el proselitismo de que nos hemos lamentado: entrar en un terreno de personalidad poco noble en verdad para el que tiene en tanto su conciencia artística, y escurrirse por la tangente, poco convenientemente para contestar al verdadero fondo de nuestros artículos.

Suplicamos a nuestros ilustrados lectores lean con detención los nueve párrafos anteriores y los conserven en la memoria, para que con todo el conocimiento de causa necesario, sean imparciales jueces de la contestación que a cada párrafo daremos en el próximo número de la Gaceta; si no con el elevado estilo del Sr. Hernando, con la franqueza y verdad que nos es propia y con las más concisas palabras; pues tenemos presente lo dicho por nuestro buen amigo el distinguido maestro Sr. Barbieri en la contestación que dio al proyecto-memoria de que nos hemos ocupado, y refiriéndose a Boileau: todos los géneros son buenos, excepto el fastidioso.

Mariano Soriano Fuertes.

París 4 de Mayo de 1866.



Gaceta Musical de Madrid
Madrid, 19 de mayo de 1866
año segundo, número 33
páginas 131-132

Mariano Soriano Fuertes

Contestación a la primera parte de la réplica de D. Rafael Hernando
sobre el Real Conservatorio de Música y Declamación

II

Aquel, persona tercera.
Tú, segunda se notó:
Yo, primera se numera;
No hay quien no quiera ser YO.
Que es la persona primera.
(Oven.)

Sabemos que en la intolerancia de las costumbres sin principios fijos, una opinión nueva, o que disienta de las formadas ya, es insoportable para el proselitismo creado por dichas costumbres, y se le hace una guerra sin cuartel; pero también sabemos que si la opinión encierra una verdad, si avanza con planta firme y se difunde con claridad, se consolida, más por la persecución que sufre, que por la tolerancia que se le dispensa.

Esto dijimos en nuestro primer artículo sobre el Real Conservatorio de música y declamación, y nos lo viene a confirmar el Sr. Hernando en su Réplica, que no es otra cosa más que una intolerancia nacida de las costumbres, sin principios fijos, y del proselitismo creado por dichas costumbres.

En nuestros artículos, no hemos hecho otra cosa que trazar a grandes rasgos la historia del Conservatorio; hemos respetado siempre la enseñanza y a los dignos profesores que la daban; hemos probado que los reglamentos no se han cumplido, que hay una mala organización, y esto lo han dicho también otros profesores distinguidos, y hemos manifestado que de esto eran culpables los directores o viceprotectores, legos unos, descuidados otros, y todos ellos desconociendo o teniendo en poco la educación artística, diferente de la mecánica, las necesidades del profesorado en general, y el planteamiento de una verdadera escuela que constituya un género, y que este género se llame español, como el italiano, francés, alemán, y hasta el inglés y el ruso.

Este es, en pocas palabras, el noble y patriótico reto que el Sr. Hernando debió haber recogido, y no meterse en la primera parte de su materia, en un terreno poco envidiado del que posee una verdadera conciencia artística y tiene fe en los hechos que va a presentar para la defensa de un establecimiento como el Real Conservatorio de música y declamación.

Creíamos aprender mucho en la Réplica del Sr. Hernando, y estábamos contentos por ello; pero en la primera parte, sólo hemos visto confirmado el dicho de: a pobreza de instrumental, riqueza de bombo; o lo que es lo mismo, a falta de razones, gran cosecha de personalidades. Bien es verdad que ya lo confiesa el Sr. Hernando en el primer párrafo de su tan repetido RETO.

A nadie creemos haber ofendido en nuestros artículos; ningún nombre propio ha salido de nuestra pluma sino para alabarlo; ninguna cuestión personal hemos tocado; y, sin embargo, el Sr. Hernando, no solamente trata de herirnos con armas impropias de una noble liza, sino también a dignos profesores que han compuesto y componen el claustro artístico del Conservatorio.

Tal modo de obrar en un secretario que ha sido muchos años, y catedrático que aún es del dicho establecimiento, causa pesar y disgusto al que en todos sus escritos ha respetado para que le respeten; ha defendido el arte y a los que con honor le profesan; ha hecho sacrificios de alguna consideración, y jamás ha aspirado a otra recompensa que a la de gozar con su entusiasmo y su estudio, con la amistad de los verdaderos artistas, y con el nombre y lugar que la posteridad quiera designarle.

Huiremos todo cuanto podamos del terreno cenagoso en que nos quiere meter el Sr. Hernando en la primera parte de su Réplica; pero hay cosas demasiado personales que es imposible dejar de contestar por decoro propio; puesto que de no hacerlo así, en la intolerancia de las costumbres, sin principios fijos, se tendría el silencio por ignorancia, y la prudencia por miedo.

Esperamos que nuestros amables lectores nos dispensen si bajamos un momento, y por una sola vez, a ese terreno, seguros, sin embargo, de que, ni traspasaremos los límites que nos marca nuestra educación, ni el decoro que debemos al arte.

A nueve párrafos, insertos en nuestro número anterior, hemos reducido la primera parte de la Réplica del Sr. Hernando para reasumir las principales materias de que trata, y ser más breves en su contestación.

Contestación al primer párrafo:

No ha sido nuestro ánimo, como habrán conocido los ilustrados lectores de la Gaceta Musical, el proponer en nuestros artículos un plan de práctico adelanto, puesto que hemos respetado y elogiado la enseñanza práctica del Conservatorio. Esto, no sólo echa por tierra el axioma presentado por el ex-secretario de dicho establecimiento, de: Quien todo lo niega, nada prueba, sino también lo de que no hallaríamos persona alguna que diera crédito a nuestras palabras; porque distinguidos maestros de Madrid, y aun catedráticos respetables del Conservatorio, nos han felicitado por nuestros artículos.

El objeto principal de estos no ha querido sin duda entenderlo el señor Hernando, y por consiguiente, queda triunfante en la primera parte de su materia.

Contestación al párrafo segundo:

El Sr. Hernando, por lo que hasta el presente lleva escrito, parece reducir la defensa del Conservatorio al tiempo en que fue secretario, y viceprotector el Excmo. Sr. D. Ventura de la Vega. Viceprotector, como todo el mundo sabe, que, agobiado por la penosa y cruel enfermedad que más tarde había de arrebatar a España uno de los más hermosos florones de su corona literaria, estaba casi completamente retraído de todo trabajo; por lo cual, el Sr. Hernando defiende sólo el tiempo de su reinado con la pantalla de un doliente. Causa, sin duda, de que nadie se haya hecho cargo de su tan repetido RETO.

Basta leer el dicho RETO del ex-secretario Sr. Hernando, para conocer el proselitismo de su época, puesto que a ella solo se refiere.

En la primera proposición del tal RETO, no solo está marcado el proselitismo, sino la ingratitud para los que dirigieron los primeros estudios del Sr. Hernando; ingratitud que, refiriéndose a otro asunto, hace patente el distinguido maestro Sr. Barbieri en la contestación que dio al Proyecto-Memoria.

El Sr. Hernando hizo sus primeros estudios en el Conservatorio de Madrid, y si no estamos mal informados, en el año de 1843 fue a continuarlos al Conservatorio de París hasta el año de 1846, dándose a conocer en la corte de España, a su regreso, con la zarzuela El Duende.

Anterior a la época de la en que fue secretario el Sr. Hernando, se aprendía la composición en el Conservatorio de Madrid por la Geneuphonia del Excmo. Sr. D. Joaquín de Virués y Spínola, obra reputada en toda Europa, y la explicaba y enseñaba el ilustre y distinguido maestro D. Ramón Carnicer, que, según la antigua Gaceta musical, dirigida por D. Hilarión Eslava y perteneciente al 25 de Marzo de 1855, desempeñó la cátedra de composición veinticuatro años, y muchos de los profesores que gozaban de reputación en la corte fueron discípulos suyos. Ahora el Sr. Hernando, profesor de armonía del Conservatorio, dice que los escolares de su época se hallan dispuestos a la lidia artística en materia de armonía, de contrapunto y fuga, y de composición musical en los tres géneros, dramático, religioso y puramente instrumental, con cualquiera de los compositores de épocas y escuelas anteriores, sin haber tenido presente el capítulo 10, verso 24 de San Mateo: Non est discipulus super magistrum.

Tales RETOS, a más de lo intempestivos, producen mal efecto en el público y entre los distinguidos maestros españoles; con ellos se da alas a los jóvenes escolares para engreírse antes de tiempo, y tal vez para que alguno más atrevido no respete las canas de los que por muchos años han desempeñado con dignidad sus puestos, y se hace aparecer en los labios de los extranjeros la sonrisa del desdén, al ver que tanto humo no ha dado todavía al Conservatorio la llama que lo hiciera resplandecer: la ópera nacional.

Obras son amores y no buenas razones. A las palabras del Sr. Hernando contestaremos con las siguientes del Sr. Barbieri, insertas en la contestación que dio al Proyecto-Memoria... «Vemos todos los años salir discípulos brillantes (del Conservatorio) llenos de la ciencia que les inculcan sus maestros; sin embargo, a estos discípulos, culpa de la organización del Conservatorio, les falta una condición importante a un arte esencialmente práctico como la música. Sabido es que para poderse llamar compositor no basta conocer perfectamente las reglas y ejercitarse en ellas en la pizarra; es necesario además ser muy filósofo y oírse y estudiarse en el efecto de las propias obras; en suma, es necesario practicar mucho. El célebre compositor Glück solía decir estas notables palabras: cuando me pongo a componer una ópera, me olvido enteramente de que sé la música, con las cuales significaba la diferencia con que debe mirarse el asunto filosófico sobre los detalles de la armonía y el contrapunto.»

No somos nosotros solos quien critica la organización del Conservatorio; eslo también el Sr. Barbieri en una contestación dada al Sr. Hernando. ¿Por qué este señor no recogió las palabras de aquel antes de formular el RETO de que tanto nos habla? Porque este reto no es más que de circunstancias y de interés particular, y aquellas no pueden ser contestadas victoriosamente por el Sr. Hernando.

La primera proposición del tal RETO nos recuerda otro, inserto en la antigua Gaceta musical, de Madrid, el 17 de Febrero de 1856: «Nosotros sostenemos que en el Conservatorio de Madrid se enseña la composición musical mejor que en el de Milán; y para probarlo invitamos al Sr. Artagnan a un examen público de oposición entre él y un joven compositor alumno de nuestro Conservatorio nacional, &c.» ¡Siempre lo mismo! ¿Y las obras? ¿Y esa ópera nacional? ¿A qué tanto alarde de nosotros somos los buenos, nosotros ni más ni menos, si no vemos los resultados que dan vida y crédito a un Conservatorio nacional? ¿Qué importa que tengamos buena letra si no sabemos expresar conceptos? ¿Qué importa que las clases de composición tengan sobresalientes discípulos, si el público y la nación no conocen sus buenas obras? Por esta razón es por la que queremos más nacionalidad en el Conservatorio: para que esos buenos discípulos luzcan sus obras, y conozcan las naciones extranjeras, que nos niegan los conocimientos en el arte, que tenemos genios y género, que no somos hijos rutinarios de ellas, y que en España hay maestros que sepan enseñar sin tener que ir los discípulos a estudiar a sus Conservatorios.

Sin que esto lo haga patente el Conservatorio, se creerá, tanto por nacionales como por extranjeros, que todas esas alharacas no son más que hijas de un proselitismo creado en la intolerancia de las costumbres, sin principios fijos. Basta por ahora.

Y como se ha prolongado mucho este artículo, y aún nos falta no poco que decir, dejamos su terminación para el inmediato número.

Mariano Soriano Fuertes.

París 8 de Mayo de 1866.



Gaceta Musical de Madrid
Madrid, 26 de mayo de 1866
año segundo, número 34
páginas 135-136

Mariano Soriano Fuertes

Contestación a la primera parte de la réplica de D. Rafael Hernando
sobre el Real Conservatorio de Música y Declamación

III

Terminemos el artículo que tuvimos que dejar pendiente a causa de sus muchas dimensiones.

Contestación al párrafo tercero de la Réplica del Sr. Hernando.

Tenemos presentes los versos de Oven, que dicen:

Al cronista a quien le mueva
o la lisonja o el odio,
En cualquier folio que escriba
Dice mentiras de a folio.

Y por darle a nuestros escritos todo el grado de veracidad e imparcialidad posibles, acostumbramos a revestirlos con documentos y autoridades reconocidas; pues más bien queremos se nos aplique por algunos la fábula del Grajo, y otros llamen a tal modo de obrar ajenos auxilios, que no que se nos recuerden los versos:

Al cronista de pluma bien cortada.
No mentir le bastó en la edad pasada;
Pero hoy al revés, en la presente,
Lo que
basta es mentir bastantemente.

Para no mentir, pues, en lo posible, y queriendo seguir también en lo posible a los cronistas de la edad pasada, creímos que para dar más fuerza a lo que decíamos, hablando del Conservatorio, debíamos copiar y comentar algunos párrafos del Proyecto-Memoria, sin acordarnos para nada de la respetabilísima personalidad del Sr. Hernando. Ante los hechos, ante las ideas, ¿qué son las personas? Se debaten las ideas, se critican o aplauden los hechos y se respetan las personas, Sr. Hernando; y esto es lo que nosotros hacemos.

Contestación al párrafo cuarto:

Podemos asegurar al Sr. Hernando, bajo palabra de caballeros, que no sabíamos que tal RETO existiese hasta que lo hemos visto en la Gaceta Musical, como no sabíamos esas pobres polémicas a que dio lugar la vacante de la dirección del Conservatorio, ¡suscitadas sobre los aún calientes restos del Excmo. Sr. D. Ventura de la Vega!! Pero no crea, porque fácil es creerlo al que ciertos pensamientos tiene, que al decir no hemos leído su RETO, es una excusa que inventamos. Aunque lo hubiéramos leído, no hubiésemos contestado a un RETO que más tiene de personal que de artístico; mucho menos no habiendo negado nunca la buena enseñanza que se ha dado en el Conservatorio; no ahora exclusivamente como trata de probar el Sr. Hernando, sino siempre. En el día hay más número de maestros, es verdad, pero los pocos que había antiguamente, y de los que aún quedan algunos, ni tienen nada que envidiar a los modernos, ni sus discípulos son peores ni menos numerosos que los del presente, sin haber hecho tanto alarde de ciencia y de saber.

Contestación al párrafo quinto:

Cuando nos pruebe el Sr. Hernando lo que en este párrafo por él se asienta, contestaremos. Conste, sin embargo, que en nuestros artículos no hemos mentado para nada al Excmo. Sr. D. Ventura de la Vega, ni el objeto de ellos ha sido el hablar de ninguna administración en particular.

Contestación al párrafo sexto:

Hemos manifestado ya los motivos por los cuales no hemos contestado al RETO del Sr. Hernando, RETO que, si para dicho señor puede ser de grande importancia, para el arte en general y para nosotros en particular, no tiene ninguna.

Contestación al párrafo sétimo:

Sabido es que los Sres. D. Francisco de Asís Gil, D. Eduardo Velaz de Medrano y D. Emilio Arrieta, escribieron algunos artículos en los periódicos de Madrid sobre el Conservatorio; y salido es también que dichos tres señores fueron después nombrados por el gobierno de S. M. catedráticos del establecimiento que nos ocupa. Pues bien, el Sr. Hernando no tuvo por conveniente entonces contestar a los artículos de los señores mencionados, y para contestar a los nuestros, sin duda guiado por su conciencia artística, y sin tener presente que de los dichos tres señores, dos de ellos, por desgracia, han dejado ya de existir, lanza a la arena las palabras que creemos volver a reproducir: «Muchos otros (artículos) tan declamatorios, de palabras tan ahuecadas, de frases de tanto relumbrón, y tan vacías de sana crítica como de verdadera doctrina artística, recordamos haber leído en diversas ocasiones; pero con aspiración conocida y fin determinado: mas el Sr. Soriano Fuertes no podía aspirar a ninguna de las plazas que figuran en el actual presupuesto del Conservatorio.» Nuestra pluma se resiste a comentar tan poco premeditado párrafo. ¡Conque para el Sr. Hernando no hay más conciencia artística que la que lleva un fin interesado!! ¡Conque no se pueden manifestar las ideas, criticar lo censurable, llamar la atención del público y del gobierno sobre la mala organización de un establecimiento, sino con la pobre idea de obtener un destino en él!! ¡Con que la conciencia artística para el Sr. Hernando no es más que un anzuelo para pescar destinos!! Si tal es su creencia, guárdesela y no la publique, por honor al arte en general y al Conservatorio en particular. ¿No ve el Sr. Hernando, que los extranjeros pueden creer por sus palabras, que en España no hay otra mira noble en el arte que el interés personal? ¿No ve que si se creyesen sus palabras, se creería también que el Conservatorio tenía mucho que tapar cuando hay tal modo de acallar a los que lo critican? ¿A que todavía vamos a tener que defender el Conservatorio en contra del Sr. Hernando?

Nosotros creemos, que los Sres. Gil, Velaz de Medrano y Arrieta, no tuvieron al escribir sobre el Conservatorio la pobre idea de pedir un destino, sino la noble y digna de que se mejorase la organización del único establecimiento que el arte tiene y la nación española paga.

En cuanto a lo concerniente a nosotros, a pesar de la atrevida licencia de lo que está vedado hablar por inmiscuirse en la conciencia particular de uno, diremos que jamás hemos aspirado a nada que pueda siquiera tener el más pequeño viso de interés mezquino; que nuestra misión hoy, no la creemos al alcance del Sr. Hernando, y que si sus palabras llevan envuelta alguna otra idea, no hacemos caso de ella, por tenernos en mucho para bajar al vulgar terreno de: más eres tú.

Cuando terminemos lo que creemos de grande importancia para el arte músico español, sin tener por esto ni aun aspiraciones a la plaza de secretario del Conservatorio, tal vez, frente a frente, le recordemos que estamos cerca para lo que guste mandar.

Perro ladrador no es buen mordedor, y el mayor talento del hombre consiste en saber esperar.

Contestación al párrafo octavo:

No poseyendo el talento general del Sr. Hernando, pues muchos son los llamados y pocos los elegidos, nos hemos dedicado únicamente a la crítica e historia del arte, sin aspirar a parecemos a Scudo, ni a los que fueron nuestros buenos amigos Castil-Blaze y de la Fage, de quienes aprendimos mucho. Queremos sólo parecemos a nosotros mismos y ser juzgados por nuestros escritos y acciones; y en el terreno de la crítica y de la historia, cuando el Sr. Hernando u otras personas deseen medir sus fuerzas, arrojado está el guante, recójalo quien quiera, sin que por esto nos creamos únicos e infalibles.

Contestación al párrafo noveno:

Primero antes de la lengua
Dientes y muelas están;
Y lo que se ha de decir,
Primero se ha de mascar.

Cinco años hemos sido director y redactores únicos de la Gaceta musical barcelonesa. En ese tiempo hemos insertado en dicho periódico brillantes artículos de los distinguidos maestros Sres. Saldoni, Barbieri y otros, y a ellos hemos contestado; y tanto unos como otros, si hemos disentido en opiniones, nunca hemos descendido al terreno de las personalidades, ni nuestra buena amistad se ha entibiado en lo más mínimo. El Sr. Hernando sabía que existía la Gaceta musical barcelonesa, puesto que el Conservatorio hacía el honor a esta publicación de ser su suscritor, y debió merecerle alguna consideración a dicho señor, cuando mandó a quien la dirigía un ejemplar de su Proyecto-Memoria, con una dedicatoria y una carta altamente lisonjeras para el que suscribe estos artículos.

Pues bien; en la Gaceta musical barcelonesa, y en diferentes ocasiones, hemos hablado del Real Conservatorio de música y declamación, firmando los artículos; hemos manifestado su mala organización, y hasta hemos estampado algunas ideas para que esta organización se mejorase; y el Sr. Hernando, entonces secretario del Instituto que nos ocupa, no ha contestado ni una sola palabra.

Ahora a nuestra vez, cambiando la oración por pasiva, le decimos al señor Hernando con casi sus mismas palabras, ya que tanto saca a plaza su RETO: «En fin, cuando el Sr. Hernando se ha desentendido por completo de los artículos que trataban del mismo asunto con diverso rumbo, sus razones habrá tenido: a nosotros toca ya el probar que su trabajo (hasta ahora) ha sido tan estéril como superficial e inusitado, y para ello, fuerza es marchar por el camino que él ha seguido

Mariano Soriano Fuertes.

París 8 de Mayo de 1866.


Tenemos en nuestro poder el quinto artículo del Sr. Hernando, en contestación a los del Sr. Soriano Fuertes. Las muchas dimensiones de este escrito, y la necesidad de terminar el del Sr. Soriano, que dejamos pendiente en nuestro número anterior, nos hacen aplazar para el inmediato la publicación del indicado artículo del Sr. Hernando.



Gaceta Musical de Madrid
Madrid, 10 de junio de 1866
año segundo, número 36
páginas 145-146

Comunicado

La señorita doña Rosario Zapater nos ha dirigido el siguiente:
 

Sr. Director de la Gaceta Musical de Madrid.

Muy señor mío: Creyendo que los artículos que han visto la luz pública en su periódico con el título de Real Conservatorio de música y declamación, y la réplica que a ellos se dedica, tratarían tan sólo de apreciar el plan de enseñanza, demostrando los resultados que esta diere en ese centro musical, había diferido su lectura hasta la completa terminación de la polémica.

Advertida hoy, empero, de que en el núm. 25, correspondiente al 24 de Marzo último, se encontraba un párrafo alusivo a la traducción que yo hice al italiano de la romanza Appelez-moi toujours ma sœur, me creo en el deber de defender mi conducta como traductora, de la más remota y ligera sospecha de pequeños móviles que de algún modo pudiera deducirse de la crítica publicada.

Nadie pondrá en duda que, como española que soy, merece todo mi justificado entusiasmo la hermosa lengua de Cervantes, con preferencia a la del Dante y Petrarca. Quede este punto fuera de toda discusión, y admítalo quien pretenda hacer justicia a mis intenciones.

La traducción de la citada romanza, que ha merecido llamar la atención del ilustrado crítico, la hice a ruegos e instancias de su editor y propietario en España, sin detenerme un momento a ponderar sus fines, que habrán sido tan legítimos como yo supongo, y cuidando nada más de darle una muestra regular y ordinaria de amistad desinteresada.

Al mismo tiempo, y una vez que he tomado la pluma, no estará de más que declare con la lealtad que a mi dignidad cumple, que la aserción que el autor de las Réplicas hace cuando asegura «que el criterio artístico estará siempre supeditado al comercial,» será una opinión respetable; pero por mi parte, me apresuro a rechazar cuanto algún espíritu caviloso y atrevido pudiera ver en ella de contrario al desinterés y nobleza de mis intenciones.

Ni este trabajo, ni otro alguno que ha salido de mi mano, ha llevado nunca más móvil ni carácter que el de complacer a mis amigos, que me han honrado frecuentemente, con sus ruegos unas veces, otras con su buena acogida, siempre con su cortesía y atenciones.

Contestando a la crítica de los dos ilustrados autores, creo haber puesto a salvo mi sentimiento nacional, y explicado claramente que el solo mérito de mis pobres trabajos, está en la buena intención y el desinterés con que mi posición me permite hacerlos.

Espero de V., señor director, me dispensará el obsequio de dar cabida a estas líneas en el próximo número de su apreciable periódico, quedando S. S. Q. B. S M.

Rosario Zapater.

Madrid 6 de Junio de 1866.



Gaceta Musical de Madrid
Madrid, 4 de julio de 1866
año segundo, número 38
página 153

Comunicado

El Sr. D. Mariano Soriano Fuertes nos ha remitido el siguiente, contestando al de la señorita doña Rosario Zapater, publicado por nosotros en uno de los anteriores números:

Sr. Director de la Gaceta Musical de Madrid.

Muy señor mío y amigo: He leído el comunicado de la señorita doña Rosario Zapater, inserto en el número 36 de su ilustrado semanario, perteneciente al día 10 del actual, y puedo asegurarle que he tenido un gran sentimiento al ver que tan distinguida poetisa se crea aludida por mí en algún párrafo de los artículos sobre el Conservatorio.

Nada más lejos de mi imaginación que el querer inferir ofensa a persona alguna. No tengo más idea al escribir sobre música, que el brillo del arte en España, y que este brillo lo adquiera en la parte vocal con nuestro hermoso y rico idioma.

Un rasgo de caridad cristiana de la emperatriz de los franceses, se ha elogiado en Francia en una linda romanza titulada Appelez-moi toujours ma sœur: esta romanza se ha grabado en España: ¿qué cosa más natural que la letra se tradujese en idioma castellano para que se popularizase tan sublime abnegación de una regia y española dama?

Tal creí, y creo, y tal manifesté en mis artículos, pareciéndome un dato para justificar mis asertos, sin recordar en el momento ni a la elegante traductora a quien admiro, ni al distinguido editor con cuya amistad me honro.

Debo hacer una aclaración, que creo justa, aunque rubor me cause siendo español. Si el editor de la romanza que nos ocupa, pidió a la señorita Zapater la traducción de la letra francesa al idioma italiano, sin duda fue teniendo presente lo poco afectos que son nuestros llamados dilettanti a cantar en lengua castellana, gracias a nuestra educación artística y social.

Aquí recordaremos a nuestro ilustre poeta Equílaz: es una verdad amarga, pero es una gran verdad.

Pido excusa, sin embargo de lo expuesto, a la señorita de Zapater, y si alguna palabra de las por mi escritas, todavía merece su desaprobación, queda desde luego retirada.

Soy siempre su afectísimo

Q. S. M. B.
Mariano Soriano Fuertes.

París 14 de Junio de 1866.



Gaceta Musical de Madrid
Madrid, 8 de julio de 1866
año segundo, número 39
páginas 155-156

Mariano Soriano Fuertes

Contestación a la segunda parte de la réplica de don Rafael Hernando,
sobre el Real Conservatorio de Música y Declamación

I

Que era negra la nieve,
Anaxágoras dijo, autor no leve;
¡oh, cuántos hoy nos muestra
Anaxágoras de estos la edad nuestra!
Oven.

En nuestra crítica del Conservatorio, aunque nada bueno hayamos dicho para el Sr. Hernando, al menos le hemos dado materia para escribir largo y tendido; pero en la segunda parte de su Réplica tenemos el sentimiento de no podernos desquitar, puesto que no existe casi materia, y la poca que se encuentra, después de haber leído muchas palabras combinadas, no destruye lo por nosotros presentado.

Fácil le hubiera sido al Sr. Hernando contestar a nuestros artículos con más claridad y menos palabras, si hubiera podido encontrar hechos y razones; pero como ni unos ni otras tenía, se metió por las sinuosidades de un intrincado laberinto, buscó cuanto pudo la oscuridad, y parapetado en un mal recodo, procuró escapar por la tangente, haciéndonos, o más bien, queriéndonos hacer alguna contusión leve.

No le seguiremos. ¿Para qué? Fatigar a nuestros lectores y fatigarnos, nos parece inútil, cuando las huellas seguidas por dicho señor están sembradas de despojos que manifiestan bien claramente su derrota y nuestra victoria.

Sin embargo, justos, francos e independientes, debemos hacer algunas rectificaciones, aclarar algunos puntos y manifestar los nuevos errores que comete el autor de la Réplica, fatigado sin duda por su tan larga peregrinación y su tan copiosa combinación de letras.

Empezaremos por el articulo III, y primero de la segunda parte de la Réplica que nos ocupa, inserto en el número 31 de la Gaceta Musical, perteneciente al 5 de Mayo del presente año.

En el tercer párrafo de dicho artículo, buscando correcciones, por no encontrar razones, dice el Sr. Hernando, haciendo referencia a las fechas de los reglamentos: «Del vigente y provisional de 14 de Diciembre del mismo año (1857), y no de 1858.» –El Reglamento orgánico provisional del Real Conservatorio de Música y Declamación, fue aprobado por S. M. por real decreto de 14 de Diciembre de 1857, firmándolo el ministro Salaverría, y la impresión de dicho reglamento se hizo en la Imprenta nacional de Madrid en 1858. Nosotros dijimos en el número 20 de la Gaceta, perteneciente al 15 de Febrero último, lo siguiente: «Otro reglamento orgánico provisional apareció al principio del año de 1858.» –¿Hemos cometido alguna falta? Creemos que no; pues si el reglamento se aprobó en 14 de Diciembre de 1857, nosotros no hemos hablado de su aprobación, sino de su publicación, y esta se hizo en 1858.

La pobre censura del Sr. Hernando, no solamente está demás, sino que manifiesta que quien de tal modo obra, ni tiene buenos medios para su defensa, ni obedece a otro móvil que a la intolerancia nacida de las costumbres sin principios fijos, y del proselitismo creado por dichas costumbres.

Efectivamente, padecimos una equivocación de fechas, poniendo el año de 1856 en lugar del de 1855, con respecto a lo propuesto por el Excmo. señor marqués de Tabuérniga, para que se celebrasen exámenes generales de todas las clases del Conservatorio. Este error de fechas, todo el que lo lea, comprenderá que ha sido involuntario, pues hacemos referencia al mismo tiempo a un artículo publicado en dicho año. Mas, sin embargo, es un error, y debemos confesarlo. Empero las consecuencias que deduce de este error el Sr. Hernando, son falsas, puesto que en nada alteran los hechos, y poniendo un 5 en vez de un 6 al hablar del año, lo dicho queda dicho, y el ex-secretario no lo ha destruido.

El Excmo. señor marqués de Tabuérniga dio nueva vida al Conservatorio, y si, cuando se publicó la real orden que citamos, era vice-protector el Excmo. Sr. D. Joaquín María Ferrer, las gracias de la real orden van dirigidas a los resultados que daban las reformas hechas por el señor marqués de Tabuérniga en los segundos exámenes celebrados en el Conservatorio bajo las bases establecidas ya anteriormente.

Vea el Sr. Hernando cómo somos verídicos historiadores, apoyándonos siempre en hechos y nunca en dichos de interés personal.

Si nosotros hemos librado en parte del anatema general, como dice el Sr. Hernando, al señor marqués de Tabuérniga, es porque este vice-protector principió a hacer en el Conservatorio lo que ningún otro había hecho hasta su tiempo, y estamos seguros de que si hubiera seguido al frente del establecimiento que nos ocupa, no sería tan censurable como hoy lo es, por culpa del proselitismo que el Sr. Hernando nos está manifestando en cada párrafo de sus escritos.

Mucho le duele al autor de la Réplica el que rindamos al señor marqués de Tabuérniga el justo homenaje debido a un adelanto grande en el Conservatorio. No preguntamos el por qué: quizá nos lo diga, entre otras cosas que callamos, el párrafo siguiente.

Dice el Sr. Hernando que el Excmo. Sr. D. Joaquín María Ferrer, enterado de que existía paralizado un proyecto de reglamento orgánico, pidiolo y lo presentó a la junta con otro proyecto de régimen interior: que ambos proyectos eran obra del dicho Sr. Hernando, y que el planteamiento de ambos, en calidad de ensayos, fue autorizado por Real orden de 1.º de Marzo de 1856.

Esto que ignorábamos, nos parece oportuno que conste en la historia del Conservatorio, sin los comentarios a que se presta, así como que dicho reglamento provisional fue aprobado por S. M. en 14 de Diciembre de 1857. Pero al lado de todo esto, y para mayor claridad de la historia y de lo por nosotros expuesto, deben constar también las palabras estampadas por el mismo autor del reglamento que hoy rige en el Conservatorio, en la página 39 del Proyecto-memoria dado a luz en 1864; es decir, ocho años después de haberse puesto en ensayo y luego aprobado el antedicho reglamento. Las tales palabras dicen así:

«El Conservatorio de Madrid está regido por un reglamento DEFECTUOSÍSIMO.»

A confesión de partes, relevación de pruebas. Cuando el Sr. Hernando, autor del reglamento que hoy rige en el Conservatorio, y secretario que fue del mismo, dice que es superlativamente defectuoso, estudiado lo tendrá: a nosotros toca sólo hacer las siguientes observaciones.

Si un Conservatorio de música, a los treinta y tantos años de existencia, tiene un reglamento provisional, y este reglamento es defectuosísimo, según su autor, ¿qué puede esperarse de su actual organización? ¿Cómo se atreve a defenderla quien tan claramente la censura? ¿Cómo no hemos de tener razón en todo lo dicho sobre el Conservatorio cuando hay hechos tan infalibles?

Si el criterio del Sr. Hernando fuera el de una verdadera conciencia artística, sostendría sus públicos escritos, y no inferiría agravios de trascendencia a los que escriben la historia por el bien del arte en general y no por miras estrechas e interesadas. Por lo demás, la historia, y no nosotros, juzgará las palabras del Sr. Hernando, su conducta y sus obras, como juzgará nuestro imparcial y recto modo de obrar, mal que le pese al Sr. Hernando y a los que como el Sr. Hernando piensen.

Los reglamentos que ha tenido el Conservatorio no se han cumplido: esto hemos dicho, y esta es una verdad no desmentida por el Sr. Hernando. El reglamento provisional que hoy rige es defectuosísimo: esto no lo hemos dicho nosotros, que lo ha dicho el Sr. Hernando.

Si el señor marqués de Tabuérniga tuvo paralizado el reglamento que nos ocupa, como quiere suponer el Sr. Hernando, tuvo también razón para ello, como dicho Sr. Hernando se ha visto precisado a confesar a los ocho años de estar rigiendo, llamándolo defectuosísimo. Puede conocer el público que si dicho señor marqués hubiera seguido al frente del establecimiento que nos ocupa, hubiera corregido muchos defectos y hubiese evitado muchos males.

Debo hacer presente, por lo que pudiera creer la conciencia artística de algunos, que no he tenido el honor de conocer, ni aun de vista, al Excmo. señor marqués de Tabuérniga.

Terminada queda la contestación al artículo III y primero de la segunda parte de la Réplica del Sr. Hernando.

M. Soriano Fuertes.

París 22 de Junio de 1866.



Gaceta Musical de Madrid
Madrid, 15 de julio de 1866
año segundo, número 40
páginas 159-160

Mariano Soriano Fuertes

Contestación a la segunda parte de la réplica de don Rafael Hernando,
sobre el Real Conservatorio de Música y Declamación

II

Abre la fama oportuna
Cien bocas vanas y locas.
Y en su tarea importuna,
Aire hay para cien bocas,
Sustancia, ni para una.
(Juan Oven.)

Esconde tu vida, decían los sabios de la antigüedad para manifestar que no todo podía decirse en público; Napoleón I solía decir, que la ropa sucia debía lavarse en familia.

Teniendo todo esto presente, y no queriendo perjudicar a nadie en particular, hemos manifestado los defectos de que adolecía el Conservatorio con su actual organización, y hecho patente el incumplimiento de sus reglamentos; cosas que no ha refutado el Sr. Hernando, y que por consiguiente quedan en toda su fuerza y valor. Empero el ex-secretario del Conservatorio, en vez de atacar de frente nuestros argumentos, toma pie de lo poco que hemos dicho sobre la enseñanza, por las razones ya expuestas, y dividiendo en dos fases nuestros artículos, defiende al Conservatorio como escuela en el cuarto escrito de su réplica, escrito del que nos vamos a ocupar hoy.

Pobre ha estado el Sr. Hernando en la defensa; y llamamos la atención de nuestros lectores sobre los párrafos marcados por dicho señor y las palabras que a ello dedica, seguros de que si la imparcialidad los guía y conocen el estado actual del Conservatorio, nuestras apreciaciones quedarán incólumes.

Ni una sola palabra de las por nosotros dichas retiramos; antes por el contrario añadiremos, puesto que así lo quiere el señor ex-secretario, que hemos encontrado también defectuosísimas las instrucciones para el buen desempeño de las enseñanzas, hasta en su portada; que no lo habíamos dicho por tener presente el primer párrafo de este artículo, y que, considerando al Conservatorio como escuela, a más de vulgar, la encontramos también defectuosa por algunos de los métodos de enseñanza que tiene aprobados: de todo lo cual nos ocuparemos detenidamente tan pronto como nos dejen tiempo suficiente otras obligaciones más perentorias, puesto que de ellas dependemos.

Téngase presente que no era nuestro ánimo entrar en tales detalles; pero al ser calificados por el Sr. Hernando de ampulosos y doctrinalmente erróneos algunos párrafos de nuestros artículos, creemos necesario hacerle ver que el charlatanismo está muy lejos de nosotros, y que cuando escribimos, sabemos lo que decimos.

Tenemos un gran sentimiento, ya que tanta materia podría prestar para un graciosísimo folleto lo por nosotros dicho sobre mantener nuestro decoro y antigua gloria, y conservar nuestro género de música, en que el Sr. Hernando no nos divierta algún rato, dando a luz tan estupendo y ya por él celebrado escrito. Y lo sentimos, porque aun cuando no nos adornan las gracias de dicho señor, tal vez las pudiéramos poner más en relieve para que nuestros lectores supieran mejor apreciarlas.

El artículo cuarto de la réplica del Sr. Hernando no presta materia para más larga contestación; pero en él quiere dirigirnos tres preguntas, y nosotros debemos darle tres respuestas, terminando con ellas el dicho artículo de la segunda parte de su réplica y primero de las dos fases en que ha subdividido nuestra crítica sobre el Real Conservatorio de Música y Declamación.

Primera pregunta del Sr. Hernando.

«¿Qué reglas deberán preceptuarse para escribir EN género nacional los tres esenciales de la composición musical, religioso, dramático e instrumental?»

Esto deberíamos preguntarle al Conservatorio, puesto que hay género nacional en los tres esenciales de la composición musical, particularmente en los dos primeros; pero dichas reglas son, por la pregunta del Sr. Hernando, las que hasta el presente no ha sabido explicar dicho establecimiento, pagado y sostenido por la nación española. La tal pregunta, hecha por un profesor del Conservatorio de Madrid, que se atreve a decir que la enseñanza de este establecimiento es mejor que las de todos los demás de su clase, no dejará de llamar la atención de los profesores de todos los Conservatorios extranjeros.

Ante todo, por si lo ignora el Sr. Hernando, hay género español tanto en la música sagrada como en la dramática; y no hablamos en la instrumental, porque habiéndolo en las de primeros estilos, el tercero sigue las huellas de sus anteriores.

Hay género español en la música sagrada, porque lo dicen varios autores nacionales y extranjeros; y entre ellos el maestro y licenciado D. Francisco Valls, en su Mapa armónico práctico, se explica en estos términos: «Diferimos los españoles de las demás naciones en el estilo de componer, obrando nosotros más atados a los preceptos del arte que los extranjeros, en las composiciones que pasen de dos voces naturales; lo que es según las reglas que hallamos practicadas en los autores antiguos italianos, franceses, españoles y alemanes; aunque hoy con la unión de los ultramontanos, no se observan ya con la pureza que nuestros maestros nos las enseñaron, cuyo defecto nace de querer que las composiciones solamente deleiten al oído; pues como se consiga esto, se logra el aplauso que es el único fin de sus autores, y también porque no cuesta tanto trabajo, por cuya razón hay tanta plaga de compositores, &c., &c.»

En otro lugar dice el mismo autor: «En música eclesiástica de pocas voces, tiene nuestra española alguna semejanza con la francesa; pero ni los italianos ni franceses en sus composiciones eclesiásticas tienen lo que las españolas de científicas y sólidas; esto es, tomar un paso o tema y muchas veces sólo para una obra larga, como una misa; proseguirlo con valentía, añadirle una o más intenciones, introducirlo ahora en canon, fugas, trocados, jugando los bajos en los coros armónicos, unas veces imitándose unos a otros, otras remedándose, acompañándoles las demás voces, dejando la composición perfectísima y llena con ocho, diez y doce voces, y todas ordenadas con grande artificio y gran limpieza de todo lo que prohíbe el arte acá en España: estas circunstancias no se hallan en las composiciones extranjeras, pues raras veces pasan de cuatro o cinco voces, y estas se duplican en los que llaman ripienos, que sirven como de un coro de capilla, que también se halla practicado por muchos maestros españoles, porque no cuesta trabajo. Y por último, lo que han procurado los españoles es que su música sea agradable al oído y deleite el entendimiento del que es científico en ella.»

Vea el Sr. Hernando el género español en la música eclesiástica, y cómo el Conservatorio no ha MANTENIDO nuestro decoro y antigua gloria, ni ha conservado nuestro género de música, cuando se atreve a preguntar su ex-secretario y autor del reglamento que rige y las instrucciones que regentan, las reglas para escribir EN género nacional, habiéndolas poseído los antiguos maestros españoles. Vea el Sr. Hernando, por la pequeña muestra que le presentamos, los buenos ratos que daríamos al arte con la contestación a su ideado y de antemano chistosísimo folleto. Vea el Sr. Hernando por qué el proselitismo del Conservatorio no ha querido que se ilustre a los discípulos de las cátedras en la historia de su arte. Vea el Sr. Hernando cómo hoy puede decirse de ciertas sabidurías, que en la tierra de los ciegos el tuerto es el rey; y vea, en fin, el Sr. Hernando cómo las palabras ampuloso y doctrinalmente erróneo las ha estampado, por lo menos, sin premeditación.

Que hay género de música dramático español, diferente del género italiano, francés, alemán, &c., lo dicen varios autores y el sentido común.

El maestro de capilla de la catedral de Barcelona y licenciado D. Francisco Vails, en el año de 1742, refiriéndose al modo cómo se han de explicar y vestir los afectos que expresa la letra en la composición música, dice lo siguiente: «Esta materia es la más importante para el buen compositor, pues sin ella será como un pintor que sabe bien dibujar, pero ignora el arte de aplicar los colores a la imagen; importa poco que el músico sepa todas las habilidades que hasta aquí se le han manifestado, si no sabe el cómo ha de vestir la letra que tiene a su cargo; circunstancia sin la cual, aunque la composición tenga todos los pormenores musicales, esta sola falta, siendo tan grave, le deslucirá todo su trabajo. —Consiste esta gran circunstancia en entender bien el sentido de la letra, así de latín como de romance, no en lo material de la palabra, sino en lo formal del concepto y buen estilo de la música, según la lengua en que se escriba.»{1}

El género dramático, según el P. Atanasio Kircher, «no sólo ha de seguir las leyes del metro, sino que ha de expresar los mismos afectos en la música, puesto que es una declamación armónica, donde en la forma no debe diferenciarse de lo que declama, y siendo así, el género de música ha de estar en perfecta armonía con el idioma en que se cante.»

En el tomo IV de la Historia de la música española, página 260, hemos dicho, y repetiremos siempre, que: «La música constituida en arte, sus proporciones armónicas son universales e invariables para los hombres de todas los climas; pero las melodías, aunque inteligibles para todos, la naturaleza les ha fijado diferencias muy notables de un país a otro, para expresar sus sentimientos y pasiones. Si la música es un lenguaje natural al hombre, y las condiciones del lenguaje son las de ordenar y trasmitirse unos a otros sus pensamientos y afectos con claridad y sencillez, es evidente que la música, como todos los idiomas, tendrá combinaciones de sonidos diferentes, que formadas sobre el carácter y genio de sus creadores, expresarán con más energía entre ellos los afectos, que entre otros de diferente clima y costumbres, aunque a estos les halague y les divierta.»

Si el Sr. Hernando hubiese reflexionado un poco, no hubiera hecho la pregunta que nos ocupa, puesto que con ella manifiesta los ningunos adelantos que ha hecho el Conservatorio para la creación de la ópera nacional, después de treinta y tantos años que lleva de existencia y de lo que en su reglamento primitivo se decía, y lo vulgar de su enseñanza. Otras naciones han sabido preceptuarse las reglas posibles para escribir EN género nacional; bien es verdad que no eran sólo mecánicos los que estudiaron para plantearlas, y no tomaron como género de burla su nacionalidad, conociendo la influencia de la música patria en las costumbres y civilización de los pueblos, puesto que, siendo inseparable la música de la poesía y el idioma, han creído, como creemos con el sabio D. Agustín Durán, que son el depósito donde se contiene y elabora la originalidad de las formas especiales que simpatizan con cada pueblo, poniéndolas en armonía con sus sentimientos y al alcance de su inteligencia, y pudiendo los productos del ingenio excitar el entusiasmo entre las masas de hombres, unidas con lazos de una sociedad formada por una educación común.

Basta por ahora.

Segunda pregunta del Sr. Hernando.

«¿En qué se fundará y qué significará lo de enseñanza vulgar, y en qué escuela musical estará basada la enseñanza en principios más fijos y más determinados que en nuestro Conservatorio?»

Cuando se hace una pregunta como la primera del Sr. Hernando, creemos excusado contestar a la segunda. Lo ya dicho por nosotros basta para probar lo vulgar de la enseñanza y los principios más fijos y determinados que existen en otros Conservatorios.

En el Prospecto de una Escuela lírico-dramática que hemos leído, publicado en Madrid por dos profesores, se dice lo siguiente{2}:

«Cierto es que la nación costea una escuela de canto en el Real Conservatorio, y que tiene encargada su enseñanza a profesores que consideramos dignos; pero también lo es, que el estado actual del espectáculo lirico-dramático y su tendencia cada vez más pronunciada hacia el interés de acción y verdad dramática, exigen al que emprenda esta carrera otros estudios, que no se hacen hoy en dicho establecimiento.»

Esto, sin necesidad de comentarios, unido a la no existencia de la cátedra de la Historia del arte, base en que se apoyan los estudios generales del Conservatorio, según su actual reglamento, y la primera pregunta del señor Hernando, a la que hemos contestado lo que creíamos conveniente, hacen ver bien a las claras que la enseñanza de dicho Instituto es vulgar o mecánica, dejándola imperfecta, y por consiguiente, sin los principios fijos y determinados que existen en otros Conservatorios.

Tercera pregunta del Sr. Hernando.

El tan repetido y variadamente adjetivado proselitismo que se ha sobrepuesto a todo y a todos, ¿en qué estará fundado, a qué particulares fines habrá servido, y su censura a quién alcanzará, a sus propagadores o a los catequizados?

El proselitismo que ha existido y existe en el Conservatorio, aunque ahora no tanto como antes, está fundado en el amor propio de que hablamos en nuestro segundo artículo: los particulares para que ha servido, los sabe el Sr. Hernando mejor que nosotros; y como el proselitismo de que hablamos no ha podido hacer muchos catequizados, aunque sí muchos resignados a sufrir y callar sin ser necios, no creemos necesario dar mayores explicaciones para que se conozca a quién alcanza su censura, aunque en los artículos sucesivos tendremos ocasión de aclarar un poco más este punto.

M. Soriano Fuertes.

Napoleón Saint-Leu, 4 de Julio de 1866.

——

{1} De los seis tratados que contiene el libro español del siglo XVI, tantas veces citado por nosotros, en el titulado De Compostura, que es el cuarto, hallamos las siguientes ideas, que no creemos se emitieron antes por ningún otro de los escritores de cosas concernientes a la música:

«Para ser buena compostura, ha de tener las partes siguientes: buena consonancia, buen aire, diversidad de pasos, imitación bien puesta, que cada voz cante bien, pasos sabrosos, y la parte más esencial hacer lo que la letra pide, alegre o triste, grave o ligera, lejos o cerca, humilde o levantada. De suerte que haga el efecto que la letra pretende para levantar a consideración los ánimos de los oyentes.» (N. de la R.)

{2} Es el prospecto publicado por los Sres. Cordero y Giménez, repartido con uno de nuestros anteriores números, y en que se desenvuelve el proyecto de que hablamos en el núm. 34 de la Gaceta.



Gaceta Musical de Madrid
Madrid, 29 de julio de 1866
año segundo, número 42
páginas 167-168

Mariano Soriano Fuertes

Contestación a la segunda parte de la réplica de don Rafael Hernando,
sobre el Real Conservatorio de Música y Declamación

III y último

La corrupción práctica de la música cristiana,
es el mayor enemigo de la religión
(Lammenais.)

Concluyendo estábamos la contestación a la segunda parte de los artículos del Sr. Hernando, cuando llegó a nuestras manos el número 38 de la Gaceta Musical, perteneciente al 4 del presente Julio; y al leer el artículo primero sobre los concursos del año de 1866 en el Real Conservatorio de Música y Declamación, el comunicado sobre la cuestión de presidencia en los exámenes y después el resultado de estos, creímos prudente suspender el trabajo y dar por terminada nuestra contestación, para no cansar más a los amables lectores de la Gaceta Musical, y no dar lugar a que se nos aplicase el refrán de:

El gaitero de Bujalance:
Un maravedí por que empiece
Y dos por que acabe.

¿Qué podríamos añadir a lo que se desprende de tales escritos? En ellos se prueban defectos de que adolece aún el Conservatorio y el proselitismo que ha detenido sus progresos. Esto nos basta, quedando terminada ya esta polémica algún tanto pesada.

Sin embargo, creemos deber contestar a algunas frases del Sr. Hernando y lo hacemos con brevedad, dejando olvidadas otras por ser de poca importancia, pues aun cuando ha alterado en ellas lo dicho por nosotros, no ha podido destruir los hechos expuestos.

Al hablar de la enseñanza vulgar que se da en el Conservatorio, no hemos tratado de zaherir al profesorado; bien lo conoce tan respetable cuerpo. Lo que hemos querido atacar ha sido la dirección rutinaria que ha dominado en este establecimiento, reducido solamente a una escuela de primera enseñanza; es decir, de leer, escribir y contar. Los profesores del Conservatorio han sufrido con resignación el proselitismo, no por ser una reunión de necios, como parece ha querido suponer el Sr. Hernando, sino por ser una corporación de prudentes y dignos profesores que en nada han querido mezclarse, cumpliendo fielmente con lo que su obligación les imponía.

Sentimos decirle al Sr. Hernando, pero a ello nos obliga, que la persona que ha entrado a formar parte del claustro profesoral por las puertas de una secretaría, no debiera sacar a plaza las públicas oposiciones, y mucho menos manifestar, infiriendo agravio a la memoria de un compañero ya difunto, que el Conservatorio no se vería privado de la cátedra de historia y literatura del arte dramático y de la música, si para el nombramiento de profesores hubiera regido el sistema de pública oposición. Palabras hay que lastiman más al que las pronuncia que a quien van dirigidas.

El tan cacareado RETO que vuelve a sacar a la palestra el Sr. Hernando hemos dicho que tenía poca significación, aunque lo hubiésemos conocido antes de ahora, para ocuparnos en contestarlo. Empero ahora vale mucho defender la memoria del Excmo. Sr. D. Ventura de la Vega contra las palabras del Sr. Hernando, en que resulta una contumaz egocracia. Este señor, no teniendo por conveniente defender por sí y ante sí lo por él hecho, pone de pantalla al entonces ilustre doliente, manifestando al mismo tiempo que todo se le debe al secretario, como puede verse bien claramente en sus escritos.

Sabido es, y dicho lo habemos, que la enfermedad que aquejaba a don Ventura de la Vega le privó por mucho tiempo de ocuparse en atender al Conservatorio; y aun se pasaron meses y años sin poder presidir la junta de profesores. Por estas causas creemos que la peor época del Conservatorio es la que tanto aplaude el Sr. Hernando, como lo prueban bien claramente el artículo y remitido a que nos referimos, y el resultado de los exámenes y concursos de este año.

Si el Excmo. Sr. D. Ventura de la Vega no hubiese estado enfermo, ¿cómo hubiera sido posible que hubiese quedado sin curso una solicitud hecha a S. M. por los profesores del Conservatorio pidiendo se les concediera el sueldo marcado en la ley de Instrucción pública, habiendo sido apoyada por dicho señor? ¿Cómo hubiera sido posible que aún estuviera sin resolver el expediente sobre la compra de las obras de música del célebre maestro don Ramón Carnicer, que deberían enriquecer la biblioteca del Conservatorio? ¿Cómo hubiera sido posible que el género lírico dramático español estuviera tan abandonado en dicho establecimiento? ¿Cómo hubiera sido posible que ciertas escenas acaecidas durante las explicaciones del nuevo sistema de enseñanza, por D. José Gil Navarro, no hubiesen tenido su correctivo? ¿Y cómo hubieran sido posibles otras y otras muchas cosas?

El Sr. Hernando, conforme ha tenido valor para hacer por sí lo que ha hecho, ha debido tenerlo para defenderse del mismo modo, y no tener presente aquello de

Haremos entre los dos
Una comedia, Gaspar:
Si sale bien, la hice yo,
Y tú, si saliera mal.

Para obsequiar al célebre maestro Verdi, se ejecutó el cuarto acto del Trovador, en italiano, dice el Sr. Hernando. Prescindiendo de que mejor hubiera sido el obsequio ejecutando a la perfección un acto de zarzuela, género español, y que tiene el Conservatorio la obligación de enseñar, puesto que para enseñar a cantar en italiano, están los Conservatorios de Italia, como para enseñar a cantar en francés están los de Francia, ¿quiere decirnos el Sr. Hernando a quién se obsequió el día 23 de Noviembre de 1863, cantando en italiano los alumnos del Conservatorio español el tercer acto de Giulietta é Romeo, el dúo del Assedio di Calais y el dúo del Belisario? ¿Quiere decirnos el Sr. Hernando en qué concursos se ha cantado alguna pieza de zarzuela? ¿Cree que en las zarzuelas no hay trozo alguno que sea digno de servir para dichos exámenes? Si lo cree, ¿por qué saca a plaza los adelantos de la zarzuela? Si no lo cree, ¿por qué no se han ejecutado escenas de estas obras españolas, como se ha hecho con las italianas? ¡Cuánto pudiéramos decir sobre esto y sobre las obras que dice el Sr. Hernando se cantan en español en el Conservatorio!!!

No contestamos al señor ex-secretario sobre lo que dice del canto italiano y canto español, porque los absurdos están contestados por sí mismos. Para el Sr. Hernando parece que no hay más que siete notas de música que combinar con la letra, según Dios dé a entender a cada prójimo, y los géneros nacionales y su base para formarlos están demás, como lo está el idioma castellano con respecto a la música dramática en un Conservatorio español.

Si fuésemos tan oradores como se precia de serlo el Sr. Hernando, le diríamos, en plena Asamblea, lo que ahora le diremos por escrito careciendo de tan brillantes dotes y estando a una distancia bastante respetable para hacernos oír verbalmente.- El Sr. Hernando debería estudiar un poco más la historia general del arte, y no fiarse solo de su talento, tan puesto en relieve por él mismo. De este modo, no tendría por extravagante y peregrina la idea nuestra de que, entre los catedráticos del Conservatorio, maestros honorarios y adictos facultativos, se discutiese y pusiese en práctica el corte, giro y carácter de nuestra ópera española. Conocería él cómo se han formado una escuela particular las naciones que hoy la tienen. Sabría que las reuniones que se celebraron en Madrid para la creación de la ópera nacional, no fueron formales en la época que anota, sino en el año de 1855, en cuyas reuniones no figuró el Sr. Hernando, y cuyos resultados no fueron satisfactorios por motivos que no es del caso referir, aunque sí decir que la iniciativa debió salir del Conservatorio. Sabría que la moderna zarzuela no empezó en el año de 1849, sino antes de que el Sr. Hernando fuese a estudiar al Conservatorio de París; y que si no se formó entonces la ópera nacional, fue porque no encontró apoyo en la profesión, ni convenia a ciertas personas el que por entonces se formase. Confesaría que el Conservatorio español no ha iniciado, según el Sr. Hernando, más ideas útiles al arte que la de abrir un concurso público para escribir un himno nacional, y haber enseñado a los estudiantes ese himno que cantaron cuando entraron en Madrid las tropas vencedoras en África; himno tan popular, que no ha podido traspasar los muros de la corte, y que, aunque escrito para un tan patriótico y glorioso objeto, yace relegado al más profundo olvido. Tendría presente que las fechas se impugnan con fechas, y que debió publicar la de la concesión dada al Sr. D. Nemesio Pombo, empresario del teatro de la Cruz, al decir que estaba mal la por nosotros puesta en la Historia. Hubiera conocido que si al Duende le hemos dado el nombre de comedia en música, es porque tal debía llamarse la pieza dramática que obtuvo su buen éxito por lo chistoso de su argumento y la sobresaliente ejecución de los actores que la desempeñaron{1}. Comprendería que si hemos hablado del Tío Caniyitas en la Historia de la música española, no ha sido para elogiarlo, sino para decir cuál fue el objeto que sus autores se propusieron al escribirlo, ya que su popularidad y sus defectos, que reconocemos y hemos reconocido en dicha Historia, dieron lugar a críticas diferentes.

Contestado el Sr. Hernando a las varias frases que hemos creído convenientes, concluiremos esta polémica preguntando:

¿Qué pensamiento grande ha iniciado el Conservatorio para honor del arte y cumplimiento de lo expresado en su reglamento de fundación?

¿La creación de nuestro teatro lírico? No.

¿El presentar a la música como arte de utilidad pública y de saludable influencia para la moralización de los pueblos? No.

¿La creación de las sociedades corales? No.

¿La creación de los conciertos de música clásica? No.

¿La conservación de nuestra música religiosa? No.

¿La generalización de la enseñanza de música en los institutos de primera educación? No.

¿La enseñanza de la música entre los pobres ciegos? No.

¿El pedir pensiones para que los discípulos sobresalientes, al concluir su educación artística, fueran por dos o tres años a perfeccionarse en el extranjero, como se hace con los pintores, escultores, &c.? No.

¿La protección decidida a todas las clases que abraza el arte? No.

Se ha reducido el Conservatorio a una enseñanza vulgar o mecánica, por falta de conocimientos en su dirección, no porque tal fuera el objeto de su fundación.

Esto hemos dicho y esto repetimos, sin haber sido destruido por el señor Hernando, a pesar de su tan copiosa combinación de palabras. Tal vez con sus dotes oratorias, en las que tanto confía, pudiera convencernos o alucinarnos; pero lo dudamos, porque cuando hay hechos tan claros y tan patentes, los más brillantes discursos no pueden oscurecer la nítida blancura de la verdad.

M. Soriano Fuertes.

Napoleón Saint-Leu 20 de Julio de 1866.

——

{1} Sentimos el error cometido, habiéndole quitado al Sr. Hernando la gloria de ser el autor de Palo de ciego, gloria que creemos cederá con gusto el Sr. Oudrid. Mas si cometimos este yerro, fue por haberlo cometido antes un periódico de quien lo tomamos, cuyo nombre no recordamos; y no podemos buscar dicho periódico, que conservamos, por encontrarnos accidentalmente en el campo.



• Mariano Soriano, “Real Conservatorio de Música y Declamación” (11 enero a 24 de marzo de 1866)
• Rafael Hernando, “Réplica a los artículos de Mariano Soriano Fuertes a propósito del Real Conservatorio” (14 abril a 3 de junio de 1866)
• Mariano Soriano, “Contestación a la réplica de Rafael Hernando sobre el Real Conservatorio” (12 de mayo al 29 de julio de 1866)