Francisco Navarro Villoslada
El catolicismo y la enseñanza universitaria
Con este mismo epígrafe publicó El Pensamiento Español una serie de artículos destinados a demostrar que algunas obras declaradas de texto por el Gobierno para la enseñanza de las Universidades, están plagadas de errores contra la fe y de proposiciones y máximas contrarias al espíritu católico. Aquellos artículos han recibido, hasta cierto punto, la aprobación del Episcopado español, pues que, con posterioridad a su publicación, la mayor parte de nuestros venerables Prelados han elevado su autorizada voz hasta las gradas del Trono, clamando respetuosa pero enérgicamente, contra la doctrina contenida en tales libros, y el abuso cometido por el Gobierno de entregarlos sin el debido examen al estudio de la juventud. Sin embargo de todo esto, lo hemos dicho y repelido mil veces, ni al publicar nosotros los mencionados artículos se tomó ningún periódico el trabajo de contradecirlos y refutarlos, ni al llegar las exposiciones de nuestros venerables Obispos, contra los libros de texto, y los textos vivos de las Universidades, hubo nadie que pusiese en duda el fundamento de tan lastimosas quejas.
Ha trascurrido cerca de un año desde que emprendimos aquella tarea, y más de seis meses desde que los Pastores de la Iglesia publicaron las representaciones a que aludimos; y cuando al parecer yacían en olvido, los periódicos liberales de todos matices se atreven a negar rotundamente la verdad que creíamos reconocida por el silencio de la prensa revolucionaria, y hasta por el Gobierno mismo; la triste verdad que con apostólico celo han hecho resonar los Obispos españoles bajo el solio de San Fernando.
Principiaron de consuno La Época y El Diario Español, diciéndonos que haríamos muy bien en señalar las obras de texto en que se atacaba al dogma, y en decir los errores que contienen y de que todos los días les hablamos. «Nosotros creemos, añadían estos diarios, que ni hay obra alguna entre las señaladas de texto que ataque al dogma, ni se ha hecho, ni ha podido hacerse, por lo tanto, contra ellas reclamación alguna: es más, dichas obras han sido señaladas a propuesta del Consejo supremo de instrucción pública, en el cual figuran el fiscal de la Rota y el Vicario eclesiástico de Madrid, dignos y piadosos Sacerdotes, que ciertamente no hubieran dejado pasar sin protesta obras que hubieran podido ser tildadas con justo motivo de heréticas o de impías.»
A estos periódicos han seguido otros varios: el descubrimiento de que el Vicario de Madrid y el fiscal de la Rota pertenecen al Consejo de instrucción pública, que propone al Gobierno las obras de texto, era harto precioso para que los revolucionarios dejasen de aprovecharlo. Las Novedades llamó sobre ello la atención días pasados, y La Discusión de hoy nos lo repite en dos diferentes artículos.
Dice en el primero:
«Lo cierto es que El Pensamiento, al atacar los libros de texto, ataca al Vicario de Madrid, que los aprueba en el Consejo de instrucción pública, y ataca correligionarios suyos que forman parte de este Consejo.»
Dice en el segundo:
«El Pensamiento Español dice que entre los libros de texto los hay que atacan el dogma.
Celebramos conocer la opinión del colega, porque esos libros han sido señalados a propuesta del Consejo de instrucción, del cual forman parte el fiscal del tribunal de la Rota y el Vicario eclesiástico de Madrid.
Ahora añadiremos que nos parece algo irreverente el cargo que a dichos señores dirige El Pensamiento.»
Acerca de tan delicado asunto, tenemos que decir muy pocas palabras, ignoramos absolutamente si las respetables personas a quien nominalmente se alude, han protestado o no contra la propuesta del Consejo de que forman parte; pero sabemos positivamente que el Consejo de instrucción pública se compone de treinta y tantos miembros, y que entre tan considerable número de personas legas que resuelven los asuntos propios de un instituto por mayoría de votos, poca importancia puede tener en este concepto el voto de aquellos dos respetabilísimos eclesiásticos. Quizás en fuerza de este mismo convencimiento, quizás, repetimos, no asistan al Consejo los dos mencionados Sacerdotes, los cuales, por otra parte, necesitan más tiempo tal vez del que pueden disponer para el desempeño de su elevado ministerio y de sus respectivos principales cargos.
Ocasión sería esta asaz oportuna para lamentar la viciosa organización del Consejo de instrucción pública y de otras muchas juntas y comisiones en que se da alguna participación al Clero, sin darle la debida preponderancia, resultando de aquí una cosa muy dolorosa, a saber: que el Clero asiste a esas reuniones para presenciar su derrota, y para cargar, como sucede en el presente caso, con la responsabilidad de lo que él no ha hecho. A reserva de tocar este punto otro día, hoy no podemos distraernos del principal objeto de estas líneas.
El Diario Español de esta mañana no quiere quedarse a la zaga, y nos dedica el siguiente párrafo:
«El Pensamiento consagra anoche un artículo a la invitación que le hicimos para que designase las obras de texto en que nos ha dicho repetidas veces se ataca al dogma. Como era de esperar, el diario ultramontano no encuentra libro alguno que citar, y todas sus declamaciones se reducen a darnos la noticia de que hay en la Universidad central un catedrático que explica el racionalismo de Krausse.
No merecía tanto ruido y aparato esta advertencia, hecha más de una vez por los diarios de la comunión de El Pensamiento. El profesor a que el colega se refiere, tiene el deber de explicar ese sistema como todos los demás que constituyen la filosofía, y ni hay razón para impedírselo, ni nadie, que no sea nuestro colega, puede creer que su explicación de los tristes resultados que se complace en pronosticar.»
La España misma, que se halla en distinto caso y de cuyos antecedentes no es posible dudar que ha de ayudarnos en nuestro noble empeño, no puede excusarse de hacer coro con los periódicos liberales en las siguientes líneas que se refieren a El Pensamiento:
«Por lo que hace a su declaración, debemos decir que nosotros esperábamos que publicara la lista de las obras de texto contrarias al dogma, porque para el objeto era más eficaz esto que referirse a artículos de hace seis meses, que, por mucho que sea su mérito, habrán corrido probablemente la suerte que corren todos los trabajos periodísticos. El asunto lo merece, y hay cosas sobre las que es preciso estar insistiendo todos los días.
En esta ocasión es tanto más importante, cuanto que los Prelados, al advertir y condenar la mala doctrina que se enseña en algunas cátedras, no han nombrado en sus sabias exposiciones ninguna obra de texto, al paso que El Diario Español asegura que esas obras son señaladas a propuesta del Consejo supremo, en el que figuran el fiscal de la Rota y el vicario eclesiástico de Madrid.»
Además de esta excitación, se nos hace otra, ya indicada en el último párrafo que hemos copiado de El Diario Espanol. Presentad, se nos dice, no sólo los libros de texto que contienen errores contra la fe y contra el espíritu católico, sino la prueba de que existen esos textos vivos de que hablaba el muy reverendo señor Obispo de Tarragona; citadnos los nombres de esos catedráticos a quienes aludíais en vuestro artículo de ayer.
Norabuena; vamos a complaceros, vamos a responder categóricamente a vuestras dos excitaciones, o provocaciones, que es su verdadero nombre. Para contestar al primer punto, reproduciremos uno por uno los diez y nueve artículos que hemos publicado contra algunos libros de texto aprobados de Real orden, este año y el pasado: para contestar al segundo punto, vamos a escribir otros nuevos artículos, citando los nombres de catedráticos que públicamente han sustentado errores contra la doctrina de la Iglesia, y presentando las pruebas de esta verdad; porque en materias tan graves, ni queremos, ni debemos ser creídos bajo nuestra palabra.
Quedan pues admitidos uno y otro reto: y porque se vea que no queremos aplazar por un solo instante el combate, principiamos hoy con la inserción del artículo que va al pie de estas líneas.
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«Los periódicos que como El Pensamiento de anoche se quejan de que entre las obras señaladas de texto por Real orden emanada del ministerio de Fomento, hay algunas que atacan al dogma, y contra las cuales han reclamado los Prelados, harían muy bien en señalar las obras a que se refieren, y en decirnos los errores de que hablan todos los días. Nosotros creemos que ni hay obra alguna entre las señaladas de texto que ataque al dogma, ni se ha hecho, ni ha podido hacerse, por lo tanto, contra ellas reclamación alguna. Es más: dichas obras han sido señaladas a propuesta del Consejo supremo de instrucción pública, en el cual figuran el fiscal de la Rota y el Vicario eclesiástico de Madrid, dignos y piadosos Sacerdotes, que ciertamente no hubieran dejado pasar sin protesta obras que hubieran podido ser tildadas con justo motivo de heréticas o de impías.»
(Diario Español del 20 de Setiembre de 1862.)
El catolicismo y la enseñanza universitaria
Artículo I.
«La Gaceta ha publicado recientemente los libros designados por el Consejo de instrucción pública para la enseñanza universitaria en sus diferentes facultades. Aquí tenemos, pues, un documento oficial que comprende de un modo categórico las doctrinas que el Gobierno impone al profesorado español, y a los alumnos que siguen sus lecciones, y que refleja clarísimamente el espíritu y las tendencias de la instrucción pública, tal como se van formulando, bajo el influjo del liberalismo, en nuestras escuelas. Interesante es sobremanera dirigir una mirada atenta sobre ese cuadro oficial de libros destinados a la enseñanza, para ver si confirman o disipan las dudas harto graves indicadas más de una vez por El Pensamiento Español acerca de la pureza de la enseñanza, considerada en sus relaciones con la verdad católica que el Gobierno debe ser el primero en respetar, mayormente en las nobles y cándidas inteligencias de los jóvenes formados por sus planes y sus doctrinas.
»Una advertencia debemos hacer antes de emprender el examen; y es, que si por ventura resultase de él, como tenemos motivos para creer, un juicio formal e irrefragable en orden al mal espíritu o dañadas doctrinas de los libros señalados como texto por el Gobierno, de acuerdo con el Real Consejo de instrucción pública, de ningún modo es nuestro ánimo atribuir a este cuerpo el inconcebible propósito de debilitar, ni mucho menos de extinguir en el ánimo de los jóvenes escolares, por medio de doctrinas heterodoxas; la luz purísima de la fe.
»Un hecho sólo bastaría para dejar en el buen lugar que corresponde a las intenciones del Consejo: como hubiese un catedrático celoso de la sana doctrina anotado en un periódico algunas de las muchas herejías e impiedades contenidas en la historia universal del alemán Weber (obra por más señas traducida y anotada por el catedrático de la central D. Julián Sanz del Río), el Consejo de instrucción pública, que la había incluido desgraciadamente entre los libros de texto para la asignatura del mismo título, luego al punto que advirtió su lamentable error, trató de repararlo, en cuanto fuese ya posible, expulsándola para siempre de la lista oficial. Pero si bien creemos que la intención es recta, en cambio resulta como un hecho positivo que desde las reformas hechas en los estudios sobre la base nunca bastante execrada de la secularización de la enseñanza, el espíritu de la doctrina, en sus regiones superiores, de donde va descendiendo a todo su organismo; el espíritu que conserva y amplifica sus tristes conquistas, el que anima a muchos de sus profesores, el que dicta y señala sus textos y programas, es el espíritu liberal; con lo que dejamos declarado para todo lector experto y advertido, cuán de temer es que bajo el predominio indisputable de ese enemigo encubierto del Catolicismo, alcancen los errores más perniciosos, aún sin advertencia ni malicia de los encargados de prevenirlos, un puesto oficial en la enseñanza pública.
»También es digno de ser notado que si bien la expresada obra condenada por el Consejo, y otra del traductor, del mismo origen alemán, que lleva al frente el nombre de Krause, uno de los corifeos del racionalismo panteísta que va filtrándose en nuestras escuelas, merced a la incalificable tolerancia del Gobierno, aunque no se encuentran, a Dios gracias, en la lista oficial de libros de texto, andan, sin embargo, en manos de los alumnos por encargo y recomendación de los profesores formados por esas funestas ideas, o culpables de connivencia en la obra ya algo más que iniciada de la completa descatolización de la enseñanza. El ánimo se resiste a creer en la realidad de tamaño abuso, pero ante la evidencia de los hechos la duda no le es permitida: ese malhadado libro de historia con su texto protestante y sus notas racionalistas, recomendado está en alguna Universidad por el profesor respectivo. Ahora, si, como todo induce a creer, el catedrático que tal libro recomienda, explica una doctrina conforme con él, y la desenvuelve y amplifica con la autoridad propia del magisterio, ¿no será forzosa consecuencia de estos hechos la perversión moral de muchos alumnos que, llenos de candor y sin escudo alguno para resistir el ascendiente de los errores académicamente autorizados, beban sin reserva en las mismas fuentes de donde parten para difundirse en los tiernos ánimos de la juventud?
»A fin de que sea más clara y ordenada la sencilla exposición de los hechos que conviene dejar consignados para dar testimonio a la verdad, seguiremos un método trazado por el mismo orden de las facultades a que corresponden, según la lista oficial, los libros de textos señalados por el Gobierno. De este modo verán, si no todos, porque no es posible en breve plazo fijar su número con perfecta exactitud, a lo menos algunos errores capitales contra la doctrina católica y la sana moral que de ella mana como de fuente purísima: así podrán ver de antemano los jóvenes en las carreras que respectivamente se propongan seguir los escollos por donde ha de pasar la fe recibida en el seno de la Iglesia y sostenida durante el primer periodo de la vida por la vigilancia y el amor de unos padres cristianos. Y verán todos los que importa que vean y remedien el mal, si es que tienen ojos para ver y llorar la creciente perversión de los ánimos, y corazón católico para poner la segur a la raíz del árbol de la ciencia racionalista moderna, a cuya sombra se oscurece y enfría y aún se extingue para muchos la luz de la fe, recibida de nuestros mayores; verán, decimos, qué de errores y de atrevidos pensamientos contra lo más puro de la verdad moral y cristiana, se encierran en algunos de los libros elementales que forzosamente se ponen en manos de los jóvenes estudiosos. ¡Y luego se querrá que las generaciones formadas por tales libros y maestros adelanten en perfección a las que, con paso más o menos lento, pero siempre seguro, marchaban unidas y acordes con los ojos y el corazón puestos en el faro de las verdades católicas!
»Para completar nuestro cuadro y acabar la demostración que vamos a ensayar de que la enseñanza universitaria se halla envenenada en sus mismas fuentes, o sea en algunos de los libros de texto que estudia la juventud en España, y en las explicaciones de algunos de sus profesores, nos proponemos, en concluyendo la presente tarea, dar a conocer con perfecta sinceridad el espíritu que anima su enseñanza, examinando aquellos de entre sus libros o discursos que revelen claramente su doctrina. De este modo será conocido de todos el mal que está hiriendo las fibras más delicadas de la vida moral e intelectual de nuestra nobilísima nación, que son los jóvenes consagrados al estudio; y una de dos, o el Gobierno le aplica, luego de conocido el mal, el oportuno remedio, sin consideración ni miramiento a nada del mundo, o queda demostrado para siempre lo que ya sabemos largos años atrás, lo que a mayor abundamiento nos ha dicho el oráculo infalible de la verdad: que el liberalismo es incompatible con la Religión, que debemos esperar días más felices, si al fin ha de triunfar en esta nación católica el patriotismo y la fe.