Actos de nuestro partido
Banquete en obsequio del excelentísimo señor don Víctor Balaguer,
celebrado en los salones del Círculo de la Izquierda liberal de Barcelona
Grandioso, imponente, lleno de poderosísima elocuencia fue el acto realizado anteanoche por nuestro partido, con ocasión de honrar al ilustre individuo del Directorio, el excelentísimo señor don Víctor Balaguer, nuestro queridísimo amigo.
Cuando al terminar la reseña que ayer hicimos de la sesión del Comité, presidida por el señor Balaguer, anunciábamos que la demostración que iba a seguir a aquel acto, revestiría grande y excepcional importancia, aun nos hallábamos distantes de concebir la realidad, de prever la magnitud de la demostración que se estaba preparando.
A las diez de la noche, hora señalada para dar principio al acto, el espacioso local donde está instalado el Círculo, se veía invadido de correligionarios nuestros de esta capital y de todas las poblaciones de las cuatro provincias catalanas. Pasaban de 1.500 los concurrentes que se apiñaban en todas las dependencias y piezas principales del Círculo, por las cuales era imposible dar un paso. Leíase en todos los rostros la satisfacción y el entusiasmo, y mirábanse mezcladas todas las clases, confundidos todos los elementos que en nuestra rica e industriosa Cataluña representan algo para nuestra grandeza y actividad.
Antes de dar comienzo al banquete, el señor Balaguer recibió a los Comités y particulares de fuera de Barcelona, que en tan gran número acudían a tomar parte en el acto. La recepción duró más de hora y media, y después de ella pasaron los concurrentes a ocupar sus sitios, dando principio el banquete.
En el gran salón del Círculo habíase dispuesto una lujosa mesa dividida en dos alas a todo lo largo de aquel y que permitía a los comensales sentarse a cuatro filas.
No era, con todo, bastante, ni de mucho, para el gran número de personas que asistían al acto, y se colocaron otras mesas en las tres grandes salas contiguas al salón principal; a pesar de esto fueron muchísimos los que hubieron de quedar en pie, agrupados alrededor de las mesas o esparcidos en grupos por las restantes piezas del Círculo.
Al empezarse el servicio del banquete la brillante banda del regimiento de Artillería, colocada bajo los balcones de la casa, comenzó a tocar, y a reunirse en la calle del Conde del Asalto, en toda la extensión que abraza desde la de Lancáster hasta la Rambla, una apiñadísima concurrencia que estuvo toda la noche renovándose y aumentándose, y cuyos aplausos se unían compactos a los que resonaban en el interior del Círculo. Con la banda de Artillería alternaba la sociedad coral La Catalana, que cantaba los más escogidos coros del popular repertorio de Clavé.
Al concluir la primera parte del concierto-serenata, empezaron los brindis en el salón principal del Círculo. Iniciolos nuestro querido y distinguido amigo el señor don Camilo Rauret, vicepresidente primero, y hoy presidente accidental del Comité de provincia, que se sentaba a la derecha del Sr. Balaguer. Brindó el señor Rauret, por la Izquierda liberal que tan elocuente y conmovedor espectáculo estaba dando, por la unión estrecha del partido, por el duque de la Torre, por el Directorio a quién ofreció en nombre de todos los correligionarios de la provincia adhesión firme y disciplina constante, y brindó finalmente por el ilustre huésped a quien se estaba festejando, encargándole que trasmitiera a sus eminentes compañeros de Madrid, el testimonio de la confianza que en ellos tiene el partido, puesto que por ellos espera ser guiado a la realización de los gloriosos principios que tiene escritos en su programa. Al terminar su discurso el señor Rauret declaró que no hablaba solamente en su nombre, sino también en el del presidente efectivo del Comité, nuestro estimadísimo amigo don Noberto Peñazco, ausente de Barcelona, pero que había escrito al señor Rauret autorizándole para que le asociase a todas sus manifestaciones.
Hablaron enseguida los señores Gusi, Baró, Feliu y Codina, Sarriera y finalmente el señor don Francisco Taulina, dignísimo presidente del Círculo, el cual dio las gracias en nombre de la Junta de éste y de la comisión a las personas que habían asistido al acto, especialmente a los comités y particulares de fuera de Barcelona: luego con expresiva y calurosa frase brindó por la libertad, en cuyo nombre viven y progresan los pueblos, no por aquella a cuya sombra se cometen crímenes y liberticidios; por el orden, inseparable elemento de la libertad, y por la virtud de los pueblos, única que puede hacerlas liberales. Terminó brindando por el Directorio y por el señor Balaguer, quien hará saber a nuestros jefes lo que es y lo que vale en Barcelona el partido de la Izquierda liberal.
Una prolongada salva de aplausos saludó al señor Balaguer en el momento en que se levantó para dirigir su elocuente y leal palabra a la Izquierda catalana, allí reunida. A los aplausos sucedió un silencio de ansiosa atención, y el ilustre patricio comenzó a hablar poseído de honda conmoción y animado de noble ardimiento. Nosotros procuramos recoger todas sus frases y conservar los rasgos, felicísimos todos, y principalmente inspirados en el sabio y prudente criterio del político experto, del jefe de partido, del hombre de Estado, cuyos propósitos se encierran en el bien de la patria por el cumplimiento de nobilísimos ideales.
He aquí el notable discurso que pronunció, el señor Balaguer, reproducido con la mayor fidelidad que nos ha sido posible.
«Señores:
Conmovido, profundamente conmovido me levanto para dirigiros la palabra desde este sitio, y esta conmoción que debilita mi aliento, no solo es debida a dolencias pertinaces que me han quebrantado, sino también a este espectáculo que estoy presenciando, este espectáculo imponente que hoy ofrece la Izquierda catalana, a la cual saludo con ferviente entusiasmo, esa Izquierda catalana que es parte importantísima y vital de la Izquierda española, el gran partido que, como Minerva, ha nacido armada de la cabeza de Júpiter. (Aplausos.)
Y el entusiasmo con que la saludo, es tanto más grande, es tanto más caluroso, es tanto más salido de lo íntimo de mi corazón, porque al miraros hoy reunidos, señores, formando una comunión tan fuerte y numerosa, celebrando un acto que ha de tener tanta resonancia en España, yo vuelvo mi recuerdo hacia aquellos días en que por vez primera pronunciaba en Cataluña el nombre de la Izquierda liberal; entonces decían que yo estaba solo. Pero yo bien sabía que no; bien sabía que a mi voz habían de responder otras veces. ¡Ah! que vengan ahora los que decían que yo estaba solo, que vengan los que afirmaban que en Cataluña no había liberales y vean como no me engañaba a mí el corazón cuando en él nacían la fe y la esperanza, cuando en él arraigaba la certeza de que al grito de libertad brotarían liberales hasta de entre las peñas, como en tiempos de nuestros abuelos, brotaban soldados al grito de patria. (Grandes y prolongados aplausos.)
Hoy que nuestros adversarios no pueden ya negar nuestro número y nuestra fuerza, se consagran a la tarea de descubrir disidencias entre nosotros. No hay disidencia alguna, (aplausos;) no hay disidencia alguna en el seno del Directorio, y pronto ha de verlo el país. Los que formamos el Directorio estamos llamados para reunimos en Madrid a últimos de Setiembre: yo voy allí, y al reunirnos mostraremos a la nación como no hay entre nosotros diferencia ninguna, como marchamos todos unidos persiguiendo un solo ideal, un solo y único ideal: la felicidad de este país.
Nadie en la Izquierda alimenta deseos bastardos, ni ambiciones personales; nadie experimenta otro deseo que el de resolver un problema de grande interés político, el de llenar un vacío que existe en la política española, formando un gran partido liberal que se presente a influir en los destinos de nuestra nación, sosteniendo lucha leal, honrada y digna con el partido conservador. El partido conservador, que ha cumplido con su misión, dedicándose a la llegada del Rey a España, a formar una derecha dinástica que representara la tendencia de estabilidad, así como la Izquierda liberal que nosotros hemos constituido, ha de responder a la tendencia de progreso y al principio de libertad. Porque era preciso que en España naciera ese partido liberal, serio, estableciendo un turno pacífico y legal para acabar con el caciquismo que nos roe y nos mata; era necesario que viniera ese partido liberal para colocarse enfrente del que acaudilla el señor Cánovas del Castillo, y se diera así la verdadera fórmula, la verdadera práctica del sistema constitucional en España.
Yo creí que el señor Sagasta formaría ese partido liberal, formaría la Izquierda; pero el señor Sagasta no lo hizo, y al verle que se apartaba ciega y tenazmente de la senda que tan marcada tenía, yo fui de los primeros en separarme de él, porque yo aceptaba por jefe mío político al que todos creíamos que llenaría en el poder las promesas hechas en la oposición; pero no podía seguir reconociéndole desde el momento en que esas promesas eran quebrantadas. Separeme, pues, del señor Sagasta y al hacerlo entendí realizar un acto de decoro político impuesto por mi procedencia y por mi historia, porque los que procedemos de aquellos antiguos partidos, de aquellos honrados partidos progresista y democrático, no podemos obrar de otra manera.
Nosotros no vamos en pos del poder para dar satisfacción a torpes apetitos; por eso cuando el ilustre duque de la Torre escribió en Biarritz el programa del nuevo partido, todos los verdaderos liberales que pertenecíamos al partido constitucional, aceptamos por jefe a aquel insigne patricio, a quien por otra parte el mismo señor Sagasta tenía reconocido y acatado por tal jefe. Los demócratas, al escuchar que una voz autorizada proclamaba el cumplimiento de lo ofrecido en la oposición, se unieron también a nosotros, y desde entonces no hay más que un solo partido, que olvidado de antiguas procedencias camina rectamente hacia el logro de su ideal.
No hay procedencias, digo, porque no hay más que una sola idea y unos solos principios; no hay ni debe haber antiguos calificativos; no hay ni debe haber Martistas, Moretistas ni tampoco Balagueristas (grandes y prolongados aplausos). No hay ni puede haber más que un partido compacto, fuerte, inteligente, guiado por hombres ilustres, tan ilustres como el duque de la Torre, siempre caballero, siempre leal, siempre honrado; como el general López Domínguez, esperanza de nuestro ejército; como el señor Montero Ríos, sabio y eminente hombre de Estado; como el señor Moret, que en los primeros albores de la idea Liberal Dinástica hizo nacer todo un partido, joven y enérgico al influjo de su sola iniciativa; como el señor Becerra, mi amigo en la emigración, siempre consagrado a la causa de la libertad, y como el señor Martos, gloria legítima de la tribuna española, cuya poderosa palabra es un verdadero ariete. Yo, el más humilde de todos ellos, yo con mis escasos méritos he merecido la honra de figurar al lado de estos patricios eminentes, y a su lado estoy sin ambición, sin deseos personales, porque yo, señores que me encuentro ya en los últimos años de mi vida; yo que he visto desaparecer a los seres más queridos de mi corazón, yo que me he quedado sin familia, ya no tengo en el mundo más que a mi patria y la libertad.
Yo he pasado mi vida rindiendo culto idólatra a la libertad, y hoy cuando ya me encamino al término de mis días, que quizás sean ya pocos, no aspiro sino a que después de mi muerte puedan decir: «fue un hombre honrado, fue un patricio leal.»
Por eso consagro todo mi aliento a la formación del partido de la Izquierda y a la resolución del problema que os he anunciado, porque es indispensable que en nuestro país empiece una nueva era, que se acaben los apetitos desordenados, que se haga una administración honrada y liberal (aplausos estrepitosos); es preciso que se reconozcan y consignen todas las libertades porque ya ha llegado la hora de que se den al pueblo todos sus derechos, exigiéndole también todos sus deberes; es preciso, en una palabra, que aseguremos el orden en la patria y en la familia, acabando con los motines y con las perturbaciones de todas clases, escribiendo en nuestra bandera el principio de que sin orden no puede haber libertad.
Así, pues, vosotros, amigos míos, queridos amigos míos, poned vuestra confianza entera en el Directorio, formado por los hombres ilustres que os he nombrado, avezados al rigor de las luchas políticas. Ellos nos guiarán a todos al logro de nuestros ideales; y yo que jamás produje disidencias en mi partido, yo os declaro que en el seno del Directorio a cuyas deliberaciones soy llamado, sostendré mi criterio respecto a la conducta que a mi entender debe seguir la Izquierda en estos momentos, pero que me someteré a lo que el Directorio acuerde, que siempre ha de ser digno y encaminado a la salvación del orden y de la libertad. Tened, pues, os lo repito, tened confianza en los hombres que están al frente del partido; os lo dice con sinceridad catalana un hombre honrado que aquí, en Cataluña, como fuera de ella, ha sido siempre catalán y ha blasonado de serlo; que yo cuando digo catalán entiendo decir español y aspiro a que la bandera bicolor ondee libre y gloriosa sobre los campos de la tierra catalana.
Voy a concluir, señores, saludándoos en nombre del Directorio, para el cual os he pedido vuestra confianza; voy a concluir saludando en su nombre a la Izquierda liberal de Cataluña. Unámonos todos para dar días de gloria a la patria, ofreciendo a la monarquía de don Alfonso XII los dos partidos que ella necesita para ser monárquica constitucional: el partido liberal y el partido conservador, sin que entre los dos existan partidas sueltas, grupos y caciquismos que se opongan a la marcha regular de las instituciones, a la práctica de la moralidad administrativa y a la observancia de la honradez política. (Grandes aplausos y aclamaciones.)
Brindo, pues, en mi nombre y en el del Directorio, por los hombres del partido izquierdista de Barcelona, que vinisteis a agruparos en torno de nuestra bandera cuando el poder estaba lejano, cuando nos organizábamos en el ostracismo. ¡Honor y gloria a vosotros, izquierdistas de la víspera, no izquierdistas del día siguiente! Hoy, que las circunstancias políticas parecen acercar a la Izquierda a la consecución del poder, ya veréis como de todas partes le nacerán amigos y dirán que sus ideas eran las nuestras, pero esos amigos que han de salimos habrán guardado el secreto de su adhesión en el silencio del rincón más íntimo de su hogar y a ellos no alcanza, no alcanzará nunca el saludo cordial que yo en este momento os dirijo.
Os he dicho que a mi juicio el poder puede venir próximamente a nosotros; pero si esto sucede, hemos de ir a él, alta la frente, y entera la fe en nuestros ideales; que no queremos el poder si hubiere de costarnos una sola humillación. (Aplausos entusiastas.)
Yo diré a mis compañeros de Directorio lo que vosotros aquí me habéis enseñado; yo les referiré el espectáculo magnífico de este acto memorable; yo les diré que con hombres como vosotros, tan entusiastas y tan unidos, el triunfo es seguro.
Yo no sé lo que haya de ocurrir; yo le pido a Dios que envíe su inspiración a nuestro joven monarca en los momentos críticos que se acercan. Porque este es el momento solemne en que se formen los dos partidos de la monarquía. El respetable jefe del partido conservador, el señor Cánovas del Castillo, ha dicho ya, con una honradez y lealtad que yo reconozco lo que pensaba en los momentos actuales acerca de nuestra política.
Yo pienso que no hay más que un dilema; o el partido conservador, con sus medidas restrictivas, o el partido liberal, con sus amplias doctrinas, que venga a dejar a los partidos revolucionarios sin pretexto y sin programa. (Prolongados y extraordinarios aplausos.)
Y concluyo brindando por Cataluña, que es mi madre; por la nación española, que es mi patria: por la prensa de todos los partidos, hasta por aquella que nos hostiliza y nos niega representación y prestigio; por el duque de la Torre, caudillo de las libertades patrias, a quien si vosotros me autorizáis, dirigiré ahora mismo un telegrama dándole cuenta de la solemnidad de esta noche. Brindo también por los individuos del Directorio; y brindo, señores, por nuestro joven monarca, don Alfonso XII, de quien espera el país la consecución y el goce de su libertad entera, de esa libertad cuyo nombre despierta en todas nuestras almas aspiraciones de honradez política, afán de orden y esfuerzo vivo para trabajar por el bien de nuestra madre España, por la gloria y el progreso de nuestra querida España. (Grandes y extraordinarios aplausos; el orador es felicitado y abrazado por los concurrentes con caluroso entusiasmo. Danse vivas al rey, al duque de la torre, al Directorio y al Sr. Balaguer.)
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Era la una de la madrugada cuando terminó el elocuente e importante discurso del señor Balaguer, con el cual se dio por concluido el acto.
Al salir nuestro queridísimo amigo del local del Círculo, para dirigirse a su casa, acompañado de los señores Rauret, Taulina y otros, fue saludado con aplausos y vivas por la gran muchedumbre que se había reunido delante de la casa donde el Círculo se encuentra establecido; muestras de consideración y afectó que acompañaron al señor Balaguer durante una gran parte de su camino.
El acto que anteanoche celebro la Izquierda liberal de Cataluña, ha de tener indudable trascendencia a los ojos de todo el país.
Ya está demostrado que la Izquierda es un partido fuerte, organizado, numeroso y dotado de todos los elementos que dan a partidos consideración y derecho a influir en los destinos de un país.
Digan lo que quieran nuestros enemigos; la Izquierda ha dado fe de su existencia y de su poder.