Filosofía en español 
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La expedición izquierdista

Hoy hemos recibido las siguientes cartas de nuestros amigos y corresponsales:

Granada, 30 Octubre de 1884.

Señor director de LA IBERIA.

Muy señor mío y distinguido amigo: Con razón le decía en la que anteanoche la escribí que desconfiara de lo que le dijeran o viese publicado en cuanto a la recepción del general Sr. López Domínguez. Y, en efecto, ya dijo ayer un periódico de aquí, si no amigo del izquierdismo, amigo de alguno de sus jefes y de todo el mundo, dando cuenta de la entrada anteanoche de la comitiva, que eran 3.000 el número de izquierdistas que a los viajeros esperaban, cuando sólo estábamos en el andén unas 120 personas, y de ellas ni la mitad pertenecían al partido del sobrino del duque de la Torre. Lo mismo que el número de carruajes, que lo hacen subir a 100, cuando sólo llevaron 43, de ellos 22 departiculares, arrancados por compromiso (pues sólo un izquierdista tiene coche en Granada), 10 de la empresa de la Central del ferro-carril, y los restantes de los renteros de Consumos (que todo esto pagan), y peseteros de los de plaza.

Y no es esto extraño, pues el izquierdismo en Granada se ha formado de los desechos de todos los partidos, y merced a las continuas abjuraciones de anteriores ideas políticas, se ha creado aquí una sombra de Comité, girando todos los agrupados en torno de un poeta-filósofo (distinguido profesor, en verdad), pero desgraciado político en su anterior campaña posibilista, y de un joven de viva imaginación y de supremos recursos para todos los actos de su vida, pero que, como aquél, ni es de Granada ni es su tinte más característico la consecuencia ni la fijeza de ideas.

¡En verdad que uno ya por dos veces logró un acta, y el otro sueña con ella! Veremos lo que les reserva el destino.

Al lado de estos astros esplendorosos que refulgentes lucen casi siempre en el Casino,giran otros, entre ellos tres diputados provinciales, que han sido en política todo cuanto hay que ser, aunque uno de ellos ya es indefinido en su color… dos concejales, procedentes uno del posibilismo y otro de los centralistas y conservadores… y… después de estos, que pudiéramos llamar personajes oficiales, viene el relleno del partido, compuesto de gente cuyos nombres se desconocían hasta hoy los de muchos de ellos, y otros van a las filas, como antes formaron en los Comités carlistas, y mañana formarán con Pío con Zorrilla.

¿Qué extraño es que hayan ido trayendo gente de los pueblos, hasta de la provincia de Jaén, para el banquete dado ayer, donde los rurales abundaban y el elemento urbano casi estaba postergado? Y ya que hablo de banquete, diré a V. señor director, que éste ha tenido lugar en la sala de la Justicia del palacio de la Alhambra, merced a una orden recibida por el gobernador del Ministerio para que la comisión de monumentos concediese el permiso. Otra prueba más de la protección conservadora a los izquierdistas.

Pero vamos a lo ocurrido en el banquete.

Allí se hallaba presente todo el estado mayor del izquierdismo y multitud de curiosos de todos los partidos (menos del fusionista y posibilista), que aplaudían como por encargo, cual si se tratara de sus ideales políticos. Sin entrar en detalles sobre el arreglo y realización material al banquete, en que estuvo sumamente desgraciada la comisión organizadora, por el desorden que reinó, daré una ligera idea de los brindis y de su significación.

El Sr. Montilla, diputado por esta circunscripción por obra y gracia de la fuerza desplegada por los conservadores en contra de los legítimos representantes de Granada pertenecientes al fusionismo y al posibilismo, fue el primero que brindó, haciéndolo con poca fortuna, por Granada y por todos los jefes izquierdistas, prometiéndonos mucho para cuando la izquierda fuese poder y procurando herir sin lograrlo a nuestro ilustre jefe, sin duda por disculpar su conducta para con el hombre ilustre que sacándolo de la nada hizo diputado al desconocido auxiliar de esta delegación de Hacienda.

Aseguró que en Granada nadie ha seguido el movimiento de aproximación a Sagasta, de Moret y Sardoal, cuando la parte más sana de la izquierda pertenecía a estos jefes y a Beranger, y hace meses todos se separaron de la izquierda y engrosaron nuestras filas.

Habló después el Sr. Acuña, gobernador que ha sido de esta provincia, y con la misma desgracia que el anterior trató de iniciar para el porvenir procedimientos de fuerza, si no eran llamados al poder; esto, al parecer, disgustó a todos, y más que a nadie a López Domínguez, que después le dio su merecido; pero más tarde se dijo que era convenido entre ambos, para que el general pudiese hacer declaraciones y crearse popularidad entre los avanzados republicanos que le escuchaban.

Los jóvenes Sánchez Mendo y López Fernández Cabezas brindaron con brioso entusiasmo, pero de buena fe; y después los apóstoles del posibilismo y del fusionismo, los Sres. Eudérica y García Valenzuela quisieron demostrar que eran oradores. ¿Lo lograron? Ciertamente que no; pero en cambio demostraron que la pasión les hizo desertar de sus antiguas filas, y que la ambición les retiene en la izquierda.

Tocó en turno al diputado provincial Sr. Jiménez Caballero, y en su brindis, que pretendió ser intencionado, se ocupó sólo del caciquismo de Motril, aludiendo al que allí ejerce el Sr. Moreu, su mortal enemigo. Con recordar que este señor es pariente del duque de la Torre y que el Sr. López Domínguez después, como de pasada, se ocupó de este asunto, se verá que allí a todos les guiaba la ambición, aunque para satisfacerla tuviesen que sacrificar hasta la misma familia del patriarca de la izquierda española. ¡Buena prueba de la unión de miras del partido y de su solidaridad!

Habló más tarde el jefe de la izquierda de Granada, Sr. López Muños, y en su discurso sumamente florido, perfectamente académico, bello en extremo por su forma, pero no político en absoluto, como debía de ser, procuró demostrar que la izquierda en Granada era un partido serio, y que en su día labraría la felicidad de esta hermosa tierra. Creyó como poeta, se ilusionó como soñador filosófico, que su discurso-brindis había hecho efecto y dado resultado.

Hasta ahora no ha dado alguno más que halagar su amor propio por los plácemes que recibiera de sus amigos: atracción entre los demás partidos no ha logrado ninguna, y esta es la hora en que el partido fusionista y posibilista no han tenido sino una sola excepción, y las filas de los izquierdistas no aumentan como creyeron.

La verdad es que el discurso del Sr. López Muños es sumamente doctrinario, casi conservador, y obedece a la lucha que por la primacía del partido en Granada tiene con el Sr. Montilla.

Brindan después los Sres. Bermúdez Reina y Dávila como en todas partes; si bien este último con menos ridículas pretensiones que en Córdoba; y después el Sr. Linares Rivas, sin exageraciones de ningún género, brindó ante todo por Granada y después por los ideales y jefes de su partido.

Reasumió, por último, todo lo dicho el general López Domínguez, y volviendo sobre el tema obligado, de los puntos cardinales, de los brindis anunciados, trató sin violencia a los partidos todos de Granada, y tuvo ocasión de hacer una confesión, que a todos extrañó, pues aseguró que jamás sacaría su espada sino en defensa de la integridad de la patria, ni aun siquiera para el mantenimiento del orden público, o lo que es lo mismo, que permanecería tranquilo hasta con las sublevaciones carlistas y de Zorrilla.

Si no repletos de manjares, al menos hartos de discursos, bajaron los 79 comensales de la Alhambra, y cuatro horas más tarde hubo un conato de serenata a los viajeros por la orquesta del teatro, que a no ser por la inmensa cantidad de pólvora que durante ella se quemó, y la intervención activa de la policía, hubiera habido un conflicto, pues hubo corridas, sustos, &c., y todo debido a las simpatías que la izquierda tiene en Granada.

Sin embargo, hoy un periódico oficioso trae la lista de los asistentes ayer al banquete, donde los señala por cientos, poniendo muchísimos que algunos ni están en Granada, y en cambio no mencionando ocho o diez empleados, y que como otros de los distritos rurales han venido por orden expresa de los diputados a Cortes conservadores.

Hasta mañana, en que tenga el gusto de narrarle lo ocurrido en elfin de fiesta (vulgo meeting), y dar por terminada mi tarea de cronista desapasionado de esta excursión político-atractiva de los jefes de la izquierda.

Siempre es suyo atento amigo seguro servidor Q. B. S. M.

El corresponsal.»

«Málaga, 31 de Octubre de 1884.

Señor director de LA IBERIA.

Muy señor mío: A la una ha llegado el general López Domínguez, acompañado de los Sres. Montilla, Dávila, Linares Rivas, Bermúdez Reina y las comisiones que de esta ciudad y de los pueblos se les han agregado. En la estación habría esperando como unos sesenta izquierdistas amigos de D. Bernabé y unos cien vocales de los Comités rurales y muchos curiosos que han acudido, como sucede siempre en estos casos, sin faltar el elemento joven del pueblo, que agarrados al carruaje venían en la travesía dando vivas como hicieron con Mazzantini. El día no ha querido favorecer a los iniciadores de esta fiesta, que se han empeñado en resucitar a la izquierda, precisamente en la provincia que más desacreditada está, y en una población en la que han extremado los abusos y desaciertos más escandalosos.

Las nubes que cubren su administración se han extendido por la atmósfera, y no han dejado ver el hermoso sol de este país, porque el sol se eclipsa para los hombres de la izquierda, y porque en el siglo de la publicidad y del progreso son imposibles las maniobras políticas que se empeñan en representar media docena de hombres sin historia política y sin merecimientos, encumbrados únicamente por los azares de la política.

El recibimiento no ha tenido solemnidad alguna.

Se han repartido panes y bonos a los pobres y se han quemado cohetes en la estación. En el paseo de la Alameda se ha levantado un arco de triunfo adornado con banderas y escudos de la corporación municipal; en fin, se ha procurado un recibimiento que en ruido y gastos iguale al que pudiera hacerse a un general de vuelta de una campaña memorable oa un monarca ilustre.

No han podido pasar por otra disyuntiva. Para borrar sus actos públicos, para contrabalancear el desprecio de la opinión pública no ha habido más remedio que acudir a hacer gastos importantes; se calculan en unos cinco mil duros, de los cuales cuatro se los gasta Dávila. La izquierda, agradecida, debe concederle para cuando sea Gobierno al menos el Ministerio de Ultramar.

En la estación habrá habido unos sesenta individuos, amigos de D. Bernabé y de D. Antonio López Domínguez, los cuales no son conocidos en la política más que como los suizos de Dávila. De entre estos señores compone las corporaciones populares, no tiene nunca otros en juego, porque huye de los caracteres y no quiere variar para no exponerse a que se le haga la más pequeña oposición, a que no está acostumbrado.

Omito darle nombres de los que han acudido a la estación, porque, como le llevo dicho, no merecen este honor; creo que los hombres políticos deben tener condiciones de independencia, y como no hallo entre todos ellos uno solo de esta condición, es la razón por lo que los suprimo.

El elemento oficial también ayuda a los festejos. Sólo el director de El Correo de Andalucía desaprueba tan extraña conducta. Para que no se dude de su actitud, en uno de los últimos cabildos se ha acordado por el Ayuntamiento ponerle a una placeta el nombre de López Domínguez. El general se ha hospedado en casa de su hermano D. Antonio. El Sr. Linares Rivas en la de su subsecretario y el Sr. Montilla en casa del joven España, presunto diputado por Campillos en la primera ocasión favorable. El 3, día en que celebra la Iglesia la fiesta de difuntos, se obsequia al general con una gran comida en la fonda de la Alameda. Desde, luego podría anticiparle el nombre de los comensales, pero lo omito porque en la política no figura ninguno de ellos. Excluyendo a los recién venidos, no hay entre todos más que amigos y compadres del Sr. Dávila. Y por lo tanto, acudirán al banquete sus municipios y sus diputados provinciales, de quienes es señor de horca y cuchillo.

En resumen, el acto que hoy ha realizado el general López Domínguez ha sido poco importante.

Los amigos que tiene en ésta lo desautorizan.

¡Qué amiguitos los del general!

Lo saluda y se repite su afectísimo seguro servidor,

Antonio Fernández