José Téllez Moreno
Sueño de amor
Es un dormitorio lujosísimo. Encima de la cabecera de la cama hay un cuadro bordado en seda con la inscripción “Amor a la libertad, a la Patria, a la República, a nuestros hijos y a nuestros padres.”
Una mariposita alumbra la estancia con luz muy opaca. En la cama duerme Teodoro, hombre de 42 años y de carácter afable y cariñoso. Hállase rendido por el cansancio y transido por el dolor que se experimenta al llorar la pérdida de un ser querido. Tres días antes muriósele su amada. En los tres días no pudo dormir. La muerte le había robado todas sus ilusiones y esperanzas. Presa de horrible insomnio, decía:
¡Lola del alma!… Aquéllos, tus ojos, que escudriñaron todas las reconditeces de mi corazón por espacio de muchos años, aquélla tu alma soñadora y tu busto escultural, ¿Dónde están? ¿Será posible que yo no vuelva a gozar de las singulares miradas de tus negros ojos, de la lozanía y hermosura de tu alma, del aticismo de tu cuerpo?… Sal de la tumba, clava en mi espíritu un dardo que abra profunda herida y deje correr manantial de sangre en que ahogue mis ilusiones, mis esperanzas y mi vida. ¡No me tengas sumido en el dolor intensísimo de los dolores! ¡Sal de la tumba, aspira de nuevo los placeres de la existencia, no me dejes solo en tan amargo vivir! ¡Ven, ven y recordaremos aquellos tiernos amores de nuestra plácida juventud! Deja el sepulcro y revivirán mis dulces alegrías y brillará de nuevo en nuestro hogar el sol esplendente de la felicidad. ¡Tu morada ennegrecida por un atristar abrumador, me enloquece y me tortura! ¡Alza el vuelo, ángel piadoso y ven aquí a leer de nuevo la inscripción, que juntos escribimos con sangre, de la cual bebimos con sed abrasadora de casto amor!… Nuestra hermosa María, el primer fruto de nuestra unión, está aquí. ¡Aquí la tienes! ¡Apropíncuate al calor de tu hija y de tu esposo y brota de esa gruta que aterra y horripila!
…
Sí. Ven, acércate más… ¿Cómo quieres, siendo tú mi primero y último amor que en tu muerte no te llame? ¡Mil veces que murieras, mil veces lloraría anegando en lágrimas mis recuerdos… ¡María! ¡Hija del alma!… Mira Lola adorada nuestra amada hija María. ¡Mira como corre con los brazos abiertos a estrechar y a estrecharme… Así… mi esposa, mi hija. ¡Los dos seres vivifican mi existencia, rodeando con sus brazos mi cuerpo, colmándome de besos y caricias! ¡No más placeres! ¡No más alegrías!
…
¡Qué horrible pesadilla! Tres meses ha que murió mi hija, y, no bastando los crueles dolores, que dejaron huella en mi corazón, hoy lloro la pérdida de un pedazo de mi alma. Tres días hace que mi bella Lola alejóse de mí para siempre. ¡Solo en el mundo, viendo a través de mis sueños vuestros virgíneos rostros que ríen y gozan recibiendo mis caricias! ¡Que vuestro espíritu oiga mis palabras para que sepáis que sólo vivo muriendo y que muero soñando con vosotras, plácido sueño de amor!
Almería 30 VI 09.