Filosofía en español 
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La cuestión del cinematógrafo y la de la moral de la calle

Juan Palau Vera

Contestación al cuestionario sobre la moral del Cinematógrafo

I. Encuentro muy justificados los ataques que se dirigen al Cinematógrafo, en la forma que éste se ha establecido entre nosotros. A mi entender debiera fomentarse el apartamiento del Cinematógrafo, aunque dudo algo de que se encuentren las fuerzas capaces de contrarrestar la irresistible atracción que ejerce sobre nuestro pueblo impresionable y sentimental. Es un espectáculo que parece hecho expresamente para nosotros. No hay que pensar, es barato, hace reír y llorar, proporciona emociones superficiales y de orden inferior que vienen a sustituir la pobreza de nuestros recursos espirituales.

Un control resolvería la cuestión, pero no lo creo realizable en el ambiente en que vivimos, en que toda traba parece un crimen.

II. Lo que es difícil tratándose de adultos es muy realizable con los niños.

Creo que se debe trabajar para conseguir que los padres prohíban a sus hijos la asistencia al Cinematógrafo.

La ceguera de las familias en esta cuestión es desesperante. Los hay que mandan diariamente a sus hijos a contemplar aquella multitud de escenas de crímenes y violencias, con la agravante de que van en compañía de criadas que emiten naturalmente su juicio y sus preferencias y que ya puede suponerse cuales son.

En cuanto a los efectos que las películas producen en los niños, os aseguro que son desastrosos.

¡Llevadlos al campo, habladles de Naturaleza, de sentimientos delicados y nobles, de entretenimientos tranquilos y ordenados a esos niños que tienen la cabeza llena de escenas terribles o grotescas! ¡Dad agua pura por toda bebida al acostumbrado a licores fuertes!

Para esos pobres niños todo es aburrido, insulso, se les va envenenando el alma.

No hablemos del estudio. Forzosamente ha de debilitarse la atención y el gusto del trabajo después de tan fuertes emociones. Si viérais el afán vicioso con que los niños se juntan y se cuentan las películas vistas. Recuerdan los menores detalles, los saborean, y tened la seguridad que sólo se cuentan las escenas terribles, pues, son las que más gustan al pueblo y a los niños.

Los viajes y escenas instructivas, son pálidas al lado de lo otro.

III. Es difícil sustituir el Cinematógrafo. Si se pudiese fundar una sociedad por acciones de padres de familia podía montarse un Cinematógrafo para niños bajo la dirección de un pedagogo. Atinadas y cortas explicaciones podrían acompañar las películas y así se aprovecharía para instruir a los niños ese poderoso medio de información.

Debo añadir, que de ningún modo debieran los niños asistir al Cinematógrafo con la frecuencia que lo hacen hoy.

Los juegos al aire libre o tranquilos entretenimientos caseros deberían ocupar, más de lo que lo hacen las horas del día del niño. Nuestros niños no han aprendido a jugar, en general prefieren los juegos en que la violencia y la disputa forman el elemento principal, juegos que son la delicia de nuestras incultas criadas de montaña. Al citarlas no puedo contenerme de expresar la profunda antipatía con que veo la influencia grande de estas criadas en la educación de nuestros hijos.

IV. Poco puedo contestar a esta pregunta. Creo que sería deseable que el maestro pudiera influir de un modo eficaz en ese sentido.

V. Una Junta municipal pedagógico estético podría fomentar y guiar agrupaciones de padres de familia presididas por el maestro.

En esta forma se podría trabajar por la neutralización y si fuera posible por la moralización de la calle.

Juan Palau Vera
Director del Colegio Mont d'Or.

Tarrasa, 12 septiembre 1911