José Cabrujas y Planas
La Fiesta del Libro español
El Comité Oficial del Libro Español está tratando de lograr que el día 7 de octubre, aniversario del nacimiento de Don Miguel de Cervantes, se celebre cada año “la fiesta del libro”.
Acaso algún lector que se haya mantenido por varios meses al margen de los acontecimientos de índole espiritual relacionados con el gran problema de España y sus hijas de América, pregunte asombrado cuál es la finalidad que se persigue con la creación de “un día del libro”, pues hasta ahora ese privilegio parecía reservado a las personas.
“Tenemos, –pensarán ellos,– el día de las madres, el de los Policías, el de las enfermeras, el de los niños, &c.”, todos con el fin de rendir homenaje a nuestros semejantes; pero ¿a quién se le ocurre organizar nada menos que “el día del libro”?…
Por fortuna, esa idea tan poco optimista queda desvirtuada al punto por otra, que nace al reflexionar un poco acerca del asunto…
“El día del libro” no es, como parece, uno dedicado a recaudar fondos para organizar bibliotecas; sino más bien una fecha fija, en la cual se celebren exposiciones de volúmenes, ya antiguos, ya nuevos, con el fin de estimular la afición a la buena lectura por parte del público y el esmero en la composición por parte de los editores españoles.
¿Se trata de crear en España nuevas industrias y nuevas necesidades?
Ni lo uno, ni lo otro…
La industria española del libro no es de nueva creación, ni se debe al afán de lucro de algunos editores; pues siendo aquél uno de los países del mundo que mayores glorias ha dado a la Literatura, natural resulta pensar que siempre ha habido en él editores amantes del arte que pusieron especial empeño en presentar los libros con elegancia y pulcritud.
Por otra parte, son los pueblos de habla castellana aficionados a la lectura y lo serían más si se les ofreciesen libros bien escritos y bien editados, con tal de que no les fuese preciso pagar por ellos sumas fabulosas.
¿Cómo se remediaba hasta el presente esa necesidad?…
Salvo raras excepciones, los editores españoles no podían ofrecer libros de esa clase, porque, a pesar del gran campo que les brindaba la América Hispana, no habían podido introducir en ella sus ejemplares, a causa de que la reducida demanda obligaba a presentarlos a precios exorbitantes.
Pero, como no por ello debían los lectores de este Continente quedarse sin lecturas amenas y baratas, los editores extranjeros se encargaban de ofrecérselas, sirviéndoles, como es natural, con preferencia obras traducidas al castellano, con lo cual perdían, de una parte el idioma y de otra los industriales de la península, que arrastraban una vida lánguida mientras sus colegas de otros países se enriquecían fabulosamente.
Los franceses y los alemanes son los que principalmente se aprovechan de esa orfandad intelectual, llegándonos sus revistas de propaganda comercial repletas de anuncios de libros en castellano y de recomendaciones acerca de cómo deben estar presentados los libros que el lector hispanoamericano ha de preferir.
Los norteamericanos comienzan también a editar obras en castellano para disputar el mercado a los europeos.
A pesar de hallarse las librerías bien abastecidas de libros en castellano, los verdaderos amantes del idioma y aun aquellas personas más distantes del diletantismo literario, no se sentían satisfechos, pues el de Cervantes, hermoso y elegante cuando se emplea como original, pierde totalmente su gracia cuando se usa para traducir giros de otras lenguas; sobre todo, pensando que estas traducciones rara vez son hechas por personas competentes en su manejo.
Con el sin fin de libros traducidos que tienen a su alcance los que en América tratan de consagrarse a las labores literarias ¿cuál ha de ser el fruto, si no esa mezcolanza de sintaxis que se conoce por literatura hispanoamericana?…
Escuchando los clamores que lo mismo de España que de América salen constantemente, pidiendo buenos libros, bien escritos en castellano original y presentados con arte, a la vez que con cierta economía, se ha constituido en España el Comité Oficial del Libro, cuya finalidad es, estimular a los editores para que se decidan a competir con los extranjeros en la preparación de buenos libros en castellano, y a la vez, obtener que el público, interesado por la bella presentación y agradable lectura, se aficione a los libros, lo cual equivaldrá a obtener la difusión de la cultura de un modo definitivo.
Ese Comité está preparando una “exposición del libro español en Buenos Aires”, según nos anuncia el cable; y tiene en estudio designar el día 7 de octubre, fecha del nacimiento de Cervantes, para dedicarlo en España al libro, práctica que ojalá se extienda pronto a los países americanos de habla castellana; pues sólo dando un gran impulso a la difusión de la lengua española, podremos evitar que llegue el temido momento de no saber si escribimos en castellano o ruso.