Colaboración
Un éxito editorial de un libro del P. Getino
5.000 ejemplares vendidos en pocos días.
La obra se titula Del gran número de los que se salvan y de la mitigación de las penas eternas
Un éxito editorial. 5.000 ejemplares de una obra vendidos en muy pocos días. ¿Y de qué trata? Nada de temas políticos de actualidad palpitante, nada de cuestiones candentes de última jornada. Es sencillamente una obra de Teología, una exposición breve y jugosa de una cuestión de actualidad... de todos los tiempos. Su título lo aclarará todo: Del gran número de los que se salvan y de la mitigación de las penas eternas.
–¿Es posible que en tan poco tiempo se haya agotado obra de esta índole? preguntamos a su autor, el P. Getino.
–Y tan posible, puesto que he vendido toda la edición sin apenas enviar un ejemplar a las librerías. Y en poco tiempo.
Nos encontramos en la celda del ilustre dominico. No hay más que libros por todas partes; en los estantes, encima de las sillas, de la mesa y hasta en el suelo. Libros cosmopolitas por su origen, algunos venerables por su antigüedad y todos los de las más variadas doctrinas. El P. Getino nos va a contar algo acerca de su última producción.
–¿Está Vd. satisfecho por el éxito?
–En efecto, aunque a decir verdad preveía eso que Vd. llama éxito. Lo que hoy forma un libro lo fui publicando en artículos en dos revistas, Rosas y Espinas y Contemporáneos. Multitud de cartas de España y del extranjero me rogaban coleccionara aquellos artículos. Algunos buenos amigos como Ramiro de Maeztu, Armando Palacio Valdés y Juan D. Berrueta insistían, en el mismo sentido.
–¿Que impresión le produce la venta tan rápida de su libro?
–Pues la impresión de que no todo está perdido. En estos tiempos no es lo más frecuente. Lo ordinario es quedarse con más de la mitad de los libros en casa, pero me consuela, y compensa un tanto mis trabajos, no por el éxito editorial sino por lo que esto significa. Hay sed de verdad y sobre todo de consuelo, de esperanza, de misericordia divina.
El P. Getino hace una pausa. En su faz parece resplandecer toda esa esperanza que él invoca para la humanidad. Luego continúa:
–Se acostumbra a presentar aun entre autores católicos a un Dios demasiado justiciero, casi a un Dios vengador...
Aprovechamos la oportunidad para preguntarle sobre las características del libro que tanto entusiasmo ha despertado.
–A mí, dice el P. Getino, siempre me he resistido a la concepción de un Dios terrible, vengador de sus pobres criaturas. No es que le niegue su Justicia. No, ante todo el dogma. No me separo de él ni un ápice en la exposición de mi tesis. Pero siento mayor consuelo considerando su Misericordia, de la que ya dijo el Salmista, no tiene número.
–Habla Vd. en su libro sobre el gran número de los que se salvan ¿Es mayor este, o el de los que se condenan?
–Aun cuando solo a Dios está reservado este conocimiento, sí podemos afirmar una verdad fundamental en la que, en parte, se basa la obra.
–¿Y es?
–Desconocemos en absoluto el número de los condenados y, en particular no sabemos de nadie que esté sufriendo tan espantoso castigo, como el del infierno, en cambio conocemos multitud de personas que hoy gozan de Dios.
La Iglesia canoniza a tantos y hay muchísimos que no alcanzan tan grandes honores, pero de los cuales podemos tener una certeza moral de su salvación. Además, continua, por las estadísticas sabemos que media humanidad muere niña. Esos van al limbo. En cuanto a los adultos, ¿cómo afirman la condenación de un individuo?
–¿Pero no es de fe, argüimos, que todos los que mueren en pecado mortal se condenan? Y, aparte de eso, tantos que viven en el más completo abandono respecto de sus deberes religiosos o quizá fueron asesinos, ladrones, &c.
–Si mueren en pecado, sí, pero, ¿cómo asegurarlo? Y mientras se vive se está en el reino de la esperanza. Los últimos llamamientos de la gracia suelen estar secretos a los hombres. En el postrer instante, donde la Iglesia no llega más que con sus preces, llega Dios con iluminaciones súbitas y llegan los clamores de la sangre de Cristo. Mientras uno no muera está situado en el área de la misericordia, que es estado de salvación, puesto que la misericordia es para salvar.
–Y los herejes, los infieles, los protestantes, ¿se salvarán?
–Si cumplen de buena fe los dictados de su conciencia, si son buenos dentro de sus leyes, ¡qué duda cabe! Ellos no son culpables y por lo tanto irresponsables.
–Esto es conocido, aunque no en la forma divulgada por usted. Permítame que le pregunte algo acerca de lo que pudiéramos llamar, en el argot del día, sensacional y sorprendente de su libro.
El P. Getino arquea ligeramente el entrecejo y, a su vez, nos pregunta:
–¿Sensacional y sorprendente? No sé... pero, en fin, usted dirá.
–No sé si serán esos los calificativos más apropiados, pero en cuanto a mí he de decirle qué es lo que más me ha intrigadode su obra. ¿Dice usted en ella que «la ortodoxia permite defender que algunos salen del infierno»? ¿Es sorprendente o no?
–Nada de eso. Escuche. La irremisibilidad de las penas siempre será una regla moral, y las reglas morales admiten excepciones. Santo Tomás y con él otros muchos teólogos admiten la liberación de Trajano de las penas del infierno por virtud de las oraciones de San Gregorio Magno, que vivió varios siglos después. Al Abad Macario se le atribuye la resurrección de un gentil, condenado, que hizo penitencia en la nueva vida. Los casos de resurrección (y de ellos hay varios en el Evangelio) suelen entenderse de personas condenadas, pues a las que estaban ya seguras, parece que se les hace agravio en volverlas a la incertidumbre de abusar de la libertad... Ahora bien, yo me figuro que el poder intercesor de estos santos será sensiblemente igual al de otros, ya que en ellos no se abrevió el brazo del Señor. Y, por consiguiente, que admitiendo estos casos, se podrán admitir otros por el estilo. Santo Tomás de Aquino, al dar por bueno el de la liberación de Trajano, solo exige que se admita, por vía de excepción, y esa excepción se salva aunque otros santos hubieran logrado el mismo privilegio para las almas que se encuentran en análogas circunstancias.
Utilizando una lógica elemental, si los santos, por vía de excepción, pudieron obtener esa indulgencia, a la Iglesia no le vamos a negar esa suerte y no negándosela, por excepcional que ella sea, siendo tan importante, no haya miedo de que tan compasiva madre la suelte de sus manos y deje de pedir a Dios cuantas excepciones quedan en ese difícil pleito de indulto de Viernes Santo...
Así es que puede darse liberación de un condenado a las penas eternas.
–¿Y en cuanto a la mitigación?
–Con tanta mayor razón. Si admitimos aquella posibilidad, ¿cómo no admitir esta otra? Los que se encuentran en el infierno no están libres del influjo del bien; porque estando allí y todo, pueden recibir el premio de sus buenas obras practicadas porque les sirven para mitigación de la pena. Recordemos aquella sentencia del P. Faber. En alguna manera ha de decirse que hasta el infierno se ha extendido la eficacia de la preciosa Sangre.
–En resumen –termina diciéndonos el P. Getino– he querido hacer un libro que lleve el consuelo y la paz a tantas almas que andan inquietas. Que amen a Dios y se entreguen confiadamente a su Misericordia. Que es grande, muy grande el número de los que se salvan; que Dios no es el eterno verdugo e implacable vengador de sus pobres criaturas. Si lo consigo doy por bien empleados todos mis trabajos.
(Prohibida la reproducción.)