Fin de curso
La comida anual de Acción Española
Grupo de concurrentes a la comida de Acción Española
Obra de patriotismo
Cada día adquiere mayor relieve la obra admirable de Acción Española, que no sólo ha conseguido reunir un núcleo importantísimo de intelectuales, figuras cumbres en las distintas ramas del saber, sino que va atrayéndose a una juventud desperanzadora e infiltrándose ya en las masas populares, con un fuerte sentido españolista, por medio de sus conferencias y de sus publicaciones.
Esta gran obra, que contrasta con la perniciosa de otras entidades de tipo político sectario en las que tiene cabida y difusión todo lo antiespañol y anticristiano, está proporcionado a España, además, en el extranjero un gran prestigio. Por eso cuanto representa ayuda a la empresa que con tan alto desinterés, tan recios ideales y tan claras orientaciones ha emprendido Acción Española, es un tributo que se rinde a la Patria y un esfuerzo que se hace en aras de su porvenir.
El curso de conferencias de este año en Acción Española ha sido brillantísimo. Todas ellas están registradas en las columnas de LA NACIÓN, donde puede comprobarse que los nombres más preclaros de la Ciencia, de la Literatura y del Arte, han desfilado por la ya gloriosa tribuna de esta magnífica Institución.
El curso ha terminado y para celebrar el éxito del mismo, anoche, como es costumbre anual, se reunieron a comer en la espléndida terraza de Fuentelarreyna la mayoría de los conferenciantes y aquellas personas que de algún modo han contribuido a la realización de la obra.
Los comensales
Ocuparon las presidencias los señores don Antonio Goicoechea y don Ramiro de Maeztu, teniendo a sus lados al glorioso inventor del autogiro don Juan de la Cierva, ex ministros don Eduardo Aunós y don José Yanguas Messia y los señores don Enrique Suñer, marqués de Valdeiglesias, don Ricardo de la Cierva, marqués de la Vega de Anzo, don Julio Palacios, marqués de la Eliseda, don Juan Antonio Ansaldo, marqués de Quintanar, don Luis Araujo Costa, don Félix Llanos y Torriglia, marqués de Lozoya, don Jorge Vigón, don Joaquín Arrarás, don Manuel Delgado Barreto, don Eugenio Vegas Latapié, don Alfredo Marquerie, don Emiliano Aguado, don Jesús Marañón, don Rafael Burgos Romero, don Luis Vázquez Dodero, don Antonio Quintana, don Fernando Bertrán, D. Luis Vela, don Lorenzo Villalonga y don Fernando Jiménez Placer.
Resumen de trabajo
Al terminar la comida, que fue exquisita, el organizador del acto, don Eugenio Vegas Latapié, que por su actividad y por sus aciertos es insustituible en su cargo, pronunció en tono familiar unas palabras muy felices para dar cuenta en primer término de que, por distintas causas, no habían podido asistir los señores Calvo Sotelo, García Sanchiz, don Emilio Herrera, Marquina, Cort, Pradera, Giménez Caballero, Pemán, Luca de Tena, Eugenio Montes, Pemartín y algunos otros.
Dedicó un cariñoso recuerdo a los sabios sacerdotes que habían tomado parte en las conferencias y que, aun tratándose de una comida íntima, no asistían a ella por su carácter eclesiástico, e hizo a continuación una enumeración muy completa de los conferenciantes y de los temas, realzando el resultado magnífico de este curso e invitando a todos los presentes, quienes quisieran hacerlo, en tono familiar y sin levantarse siquiera, para que ofreciesen ideas e iniciativas que mejoraran la labor de Acción Española.
Charlas breves
Correspondiendo a la invitación, el culto catedrático don Pedro Sainz Rodríguez, hizo una disertación sobre la máxima eficacia que tendría Acción Española llevando a las juventudes a contribuir a la formación de un pensamiento nacional, incorporándolas así a un movimiento de tradición española. Habló con extraordinaria competencia de lo que significa para las derechas la cultura y de por qué combaten lo que a veces tiene visos de cultural y no es otra cosa que una acción perversa de tipo sectario y totalmente opuesto al sentido nacional. Aconsejó que no se desistiera de este intento de crear trabajos de tipo de seminario y que se fomentaran las publicaciones populares al alcance de las inteligencias más modestas.
A continuación el maques de Lozoya disertó acerca de la obra de Acción Católica, de las publicaciones que edita, del curso de verano en Santander y del sentido patriótico y cristiano que quieren imprimir a sus actuaciones culturales.
Don Antonio Goicoechea, aun en el tono de conversación íntima que dio a sus palabras, hizo un bellísimo discurso dedicado a la significación filosófica, social y hasta política de las conquistas del glorioso ingeniero don Juan de la Cierva en la aviación. Empezó recordando cual es el camino andado en la conquista del pensamiento español desde 1932 a 1934. Hizo después una hermosa descripción del lugar subalterno que ocupa la política en la humanidad y el por qué, sin embargo, es lo primero en ella, y después celebró el éxito del inventor del autogiro, porque es un éxito de ideal auténticamente español que representa una obra internacional con pensamiento nacional, terminando con un bello período en el cual comparó a Juan de la Cierva con nuestros idealistas del siglo diecisiete.
El señor La Cierva dijo después con palabra sencilla, cuánto era su temor, aunque acostumbraba a remontarse hasta las nubes, de tener que caminar a ras de tierra después de las cosas bellísimas que había escuchado. Refirió la anécdota de un inglés que le decía que el filósofo era el hombre que no sabe nada sobre todo, y el científico el que lo sabe todo sobre nada, y contó después algunas otras de mucha substancia y gracejo, terminando por una en la que dijo que cuando él empezaba sus trabajos de aviación se presentó en el aeródromo un personaje que estaba pidiendo explicaciones de los aparatos y al fin se sintió tan entusiasmado que pidió volar. Le colocaron en el asiento. El piloto hizo la maniobra correspondiente, pero sin despegar, y como el pasajero creía que ya estaba volando, porque había cerrado los ojos para resistir la primera impresión y no le pareció mal, exclamó: “Teniente, siga así, volando así, bajito y despacio”. Y terminó Cierva diciendo. He aquí la sugerencia para mi autogiro; que se pueda volar despacio y bajito, tan bajo como he pronunciado estas palabras.
Puso remate a las breves charlas Ramiro de Maeztu, con una admirable y profunda disertación sobre preocupaciones del terreno que fata por andar. Hizo un magnífico estudio de los libros que cada día aparecen en el mercado mundial en los cuales se habla de España destruyendo las negras leyendas, mientras aquí hay quien no se atreve a pronunciar el nombre de España. En períodos verdaderamente admirables dijo lo que representaba el espíritu español, los caminos para llegar a un glorioso porvenir y el sacrificio que todos teníamos que realizar para lograrlo valiéndonos de esa chispa de divinidad que todos los hombres llevamos en el fondo de nuestra alma, sacrificios de los cuales el menor es la muerte, si nos libra de una oprobiosa vida. Todos los oradores fueron estruendosamente aplaudidos y al final recibieron felicitaciones por la organización del admirable acto, que difícilmente podrá ser olvidado, los señores Vigón y Vegas Latapié.