Sabino Alonso Fueyo
Juicio crítico del recital poético del padre Eusebio Rey
El jueves propugnaba por la necesidad de una revolución literaria para eliminar todos los falsos valores que, en la confusión de unos años de guerra, han adquirido una cierta categoría entre el público simple o ignaro. Apuntábamos, como medio para ir a ella, la vuelta a nuestros clásicos (¿quién va a negar que Lope de Vega no fue un revolucionario?), a las obras de mérito intrínseco, que perduran por encima de todas las agitaciones sociales.
Y es que el Arte no es amaneramiento, ni ficción. Huye de lo falso, porque es la verdad. Aborrece lo feo, porque es la Belleza, y lo malo, porque es el Bien. El Arte, señores, está en lo sincero, en lo natural. Y se hace comprender por todos. Mejor dicho: sentir de todos. En prosa y en verso ha de haber corazón, cosa que no pocos tratan de ocultar cuidadosamente.
Ayer hemos asistido a una sesión de Arte poético, durante la cual hasta lo mínimo adquiría categoría de poesía.
¿No habéis experimentado alguna vez la emoción de lo sencillo realzado por la inspiración del artista?
Difícil cosa es lograr efecto semejante, porque se necesita romper los linderos de la realidad para remontarse a las esferas de lo ideal, con virtualidad creadora. Se necesita reflejar los principios y leyes de un hecho individual visible y formar de ellos creencias y sentimientos generales. Se necesita, en fin, ser capaz de contemplar, sentir, concebir y cantar la Belleza… Es decir, ser poeta.
Y SE ESTÁ EN POETA lo mismo que se está en gracia o en pecado.
Hay quien se considera poeta por haber publicado versos cursis y sentimentaloides en serie. Contra estos representantes de lo rosa y marchito nos hemos declarado en guerra nosotros, Y necesitamos, para barrerlos definitivamente, sesiones de Arte como la de ayer en el Colegio de San José.
El P. Eusebio Rey es un bardo de selección, que no quiere saber nada del artificio literario, de lo feminoide del verso. No quiere saber nada de cuanto simboliza vencimiento, pues atraviesa momentos muy difíciles nuestra cultura para dejarse arrastrar por cualquier snob funesto.
¿No es la Poesía un arte sustantivo, universal?
¿No se comunica directamente con el alma?
¿A qué, entonces, ese juego de palabras absurdos, de imágenes absurdas: esas figuras que suponen artificio lógico, gramatical o retórico, y que son propias del que razona con frialdad y calma?
Me dirijo a esos llamados poetas a lo Alberti, que han creído descubrir un nuevo modo de cantar y rimar lo bello, cuando, en realidad, no han hecho más que VERSOS DESALMADOS.
Sí, VERSOS DESALMADOS, que llamaba Jáuregui a los que en una forma ostensible y brillante no encubrían idea alguna de importancia.
Pero hoy queremos que la Poesía tenga alma y que no la llegue a perder jamás. Para ello necesitamos destruir y edificar después. Destrúyase sin compasión lo estéril, los arcos de rosas.
Y levantemos arcos de hierro, de bronce... Levantemos una educación poética, recia y viril, que empiece en los clásicos y termine en los clásicos.
Una educación poética que tenga un nombre: HISPANIDAD.
Y que no le falte nunca un impulso generoso y gallardo: el de la Juventud.
El P. Rey nos recordó ayer el estilo que hace falta.
Bien es cierto que a veces se abandona un tanto en la forma y emplea palabras prosaicas, se agarra con exceso a lo concreto, sin dar vuelo a la imaginación. Pero hay en él cantera poética, y formación, y rebeldía.
El P. Eusebio ESTÁ EN POETA, como he dicho al comienzo de esta crítica.
Y ya es bastante.