España, vanguardia de la nueva Europa
La reunión de los hombres de Estado europeos, recientemente celebrada en Berlín, ha venido a confirmar la presencia de España en el vértice de los afanes del Continente. Iniciamos en julio de 1936 una lucha y una política que, cinco años más tarde, reconocen las demás potencias europeas como la salvación de su cultura milenaria. Entonces nos lanzamos a la aventura solos, con el apoyo moral, al principio, y la ayuda material, después, de los dos grandes Imperios continentales: el alemán y el italiano. Y enfrente del contubernio monstruoso del comunismo ateo y de los adoradores del becerro de oro desencadenamos la primera gran ofensiva contra el viejo tinglado de las injusticias históricas. No hemos desertado del puesto de riesgo y, ahora como en 1936, defendemos en línea de combate a Europa contra las fuerzas de la judería internacional y del Soviet. El gran Reich de Adolfo Hitler ha reconocido, con la cordialidad dispensada a nuestro representante, que España forma en la primera línea del orden nuevo, y que su voz es oída con el respeto a que tiene derecho quien se adelantó cinco años en la batalla que hoy cuaja a Europa en férrea unidad moral. No somos comparsa de intereses ajenos, sino que pesamos con el irrebatible argumento de los pueblos con destino propio.
La Prensa alemana pone de relieve que entre los huéspedes ilustres de Berlín han destacado dos figuras: los representantes de España y de Italia. De este modo queda en el criterio general alemán emparejado el nombre de nuestra Patria al de otro pueblo que, formando eje con el Reich, ha de decidir el futuro orden del Continente. Y así tenía que ser en justicia, pues no en balde ostentamos el adelantazgo en el combate por una idea en aras de la cual sucumbieron las más nobles vidas de una generación.
En la conferencia de Berlín, que puede ya llamarse el primer Congreso de la Europa nueva, España ha hablado con dignidad, con capitanía, y de su sinceridad y franqueza han hecho exacto elogio los alemanes. Se ha dado el primer paso en la reorganización del futuro europeo y cábenos la satisfacción de que a la misma altura de las vanguardias marcha España.
Europa vuelve, al cabo de centurias de iniquidades, a emprender el rumbo de unidad moral que España quiso imponerle en otros tiempos con el argumento de sus doctrinas y la fuerza de sus Tercios. No nos habíamos equivocado. Si el triunfo de las democracias nos dejó al margen de la Europa por ellos creada, el tiempo se ha encargado de concedernos la razón. Y la conferencia de Berlín es un expreso reconocimiento de nuestra condición de pueblo guía.
“No estamos ausentes de los problemas del Mundo. No han prescrito nuestros derechos ni nuestras ambiciones”
FRANCISCO FRANCO (17-VII-1940)
Españoles en el Mundo
¡Un continente para nuestra sangre!
Lleva España más de un siglo abandonada por sus hijos para toda empresa exterior. Cuando en Ayacucho se acaba de perder un Continente, no se oye en el desierto político que es entonces nuestra Patria ni un ¡ay! ni una lamentación. Tal era el estado de anestesia de lo que fue, y no debió dejar nunca de ser, conciencia nacional. Desde entonces, hasta el desastre del 98, en que hacemos liberal almoneda de los restos de nuestro suelo ultramarino, no hay en España política exterior ni puede hallarse un político capaz de despertar la atención y el entusiasmo del pueblo para la ambición de tierras y mares, justa ambición que no representa más que la expresión afirmadora del bienestar colectivo. El siglo de nuestra incapacidad exterior es el siglo de la discordia civil, porque nuestros vencedores no cejan de lanzarnos a unos contra otros.
Tan recio era el dogal y tan honda la indiferencia popular para situar a nuestro Estado en su puesto en el Mundo, que hubo de ser necesario recurrir a la más dura violencia armada un 18 de julio de 1936 para despertar la conciencia nacional y lograr la libertad de España. Pero el sacrificio de la generación que se lanzó a ello sería estéril si este hondo sentido de subversión española contra una situación exterior establecida, que representa la victoria de Francisco Franco, no calase en la entraña chispera y popular y el hombre de la calle y del campo español no participasen ya siempre en lo que sin él saberlo es esencial a su propia vida: la conquista de su espacio vital.
La diplomacia, la armada, la aviación y la misma política internacional de un Estado no son nada o son pasatiempo liviano si no llevan en sí mismas el ardor de un pueblo que guarda memoria de su pasado y tiene conciencia de su porvenir y sus necesidades para alzarse tenazmente a la conquista de su pan, de su petróleo, de su madera y su carbón, de todo lo que significa esa expresión de “espacio vital”.
PUEBLO, en estas páginas, trata de servir ese empeño de sembrar sobre todos los surcos de la comunidad española el anhelo realizable de una mejora colectiva, el ímpetu por recobrar lo que nos pertenece porque lo han regado con su sangre y su sudor generaciones de españoles expatriados, y entre los más humildes la consciencia de que sus males tienen remedio. No pretendemos ser mentores de nadie y mucho menos definidores de una conducta exterior; pero sí divulgadores de lo que entendemos honradamente que es la verdad nacional: la vigencia total y permanente que nuestro Caudillo ha proclamado de nuestros derechos y nuestras ambiciones.
Aspiramos a que cada español se sienta indisolublemente ligado al destino de España en el Mundo, y a que jamás pierda la conciencia de ello, y también a encauzar el ímpetu viril de nuestra sangre, tan desperdiciada en guerras civiles durante más de un siglo, hacia empresas totalizadoras del vigor nacional y redentoras de nuestra pobreza y nuestra pesadumbre. Sitio habrá para todos: para los braceros y los industriales, para los pobres y para los capitalistas. En el impulso se fundirán los esfuerzos individuales y se olvidarán las querellas, de clase o sentimiento, que tan pródigos fueron en sembrar y cultivar entre nosotros los extranjeros que nos dominaron durante el siglo de oprobio. Dondequiera que en el mundo se encuentre un trabajador español, allí estará presente la sombra y el afán de España, de igual modo que lo está donde el capital español trabaja y fructifica para él y para todos nosotros.
En el Mundo están dispersos miles de españoles. Queremos que estas páginas sirvan también de enlace caluroso y eficaz con ellos al mismo tiempo que recuerden a cada español que habita el suelo nacional su deber de solidaridad para con sus dolores y trabajos.
Demasiado duro es este tiempo en que vivimos para que caigamos en el vicio de reducir a estériles verbalismos o espirituales renuncias la justicia de nuestra causa. La divulgación entre los españoles de los fines de nuestra expansión de hoy y de mañana recaerá sobre temas concretos y tangibles desde un punto de vista material, sin que por ello vayamos a olvidar que el tañido de las campanas misionales fue siempre la marcha triunfal de nuestro imperialismo de cinco siglos.
A nuestros pies hay un Continente que el trabajo español ha fecundado ya dolorosamente y en el que Cisneros, Isabel II y Carlos de Europa pusieron su afán misionero y político. En esas tierras nos esperan a los españoles horas de esfuerzo y de gloria, de provecho y de expansión espiritual. La gran sangría que durante décadas fue para España la emigración, en adelante será dirigida hacia tierras afroespañolas, y así terminarán las pérdidas de nuestra sangre expatriada, lenta, pero inexorablemente realizada por pueblos infecundos y decadentes. Hagamos arma de nuestro orgullo nacional para recordar que la Historia de España no se escribió más que sobre continentes e inmensidades. Pues bien: aún hay tierras por colonizar y almas por redimir, tanto de la barbarie aborigen cuanto de la capitalista barbarie de este siglo. La tarea está ante nosotros clara y extensa; tome su parte cada uno, que el total será el cumplimiento del destino histórico de España.
Esta sangre nuestra, tan generosa y valiente, tan genialmente derramada en Brunete como en Smolensko, tiene mejores motivos para correr fecunda que el de la minúscula e interna disputa. Los españoles estamos en el Mundo. Seamos dignos de nuestra sangre y de nuestro tiempo.
¡¡NINGUN ESPAÑOL SIN PAN Y SIN TIERRA!!
Los españoles que trabajan en otras tierras no pueden perder ni su historia ni su condición. España necesita de ellos. Ellos necesitan de España
España se asoma al Mundo
Por José Cesar Banciella
El movimiento colonista nacional es hoy algo tangible, con pulso fuerte por arrancar su vigor de la propia Historia.
Sabe dónde va y a lo que aspira, porque en sus vanguardias figuran hombres no contaminados con el escepticismo que en materia internacional legó a nuestro siglo la tan cacareada “generación del 98”, pues cuando el testamento de sus negaciones campeaba, aún hasta anteayer, en todos los ámbitos del país, ellos, movidos por la fe en los destinos de España, silenciosamente estudiaban año tras año hasta cuajar una recia personalidad intelectual.
Por eso es conveniente repetir muy alto que este afán de horizontes exóticos no es el despertar alegre de una muchachada más o menos irresponsable. No; esta inquietud tiene entronque con la meditación ante el fruto logrado en las investigaciones sobre el pretérito.
Nuestra aspiración, serena y justa, de llegar a ser, ni en los tiempos duros y agrios para España que se abren el año 31 dejó de manifestarse en la calle aun en contra de la tesis oficial dominante; lo que quiere decir a ciertos extranjeros que se paran extrañados ante la voluntad de presencia nacional sobre tierras de coloniaje que este afán español no brota al calor del oportunismo, sino que es sólido y fuerte.
Si hoy su clamor traspasa las fronteras es porque el medio nacional le es propicio al rescatar España su espíritu extraviado entre consignas disolventes del concepto Patria.
La Sociedad de Estudios Internacionales y Coloniales, esa trinchera de sano nacionalismo, en la que desde hace muchos años vienen batiéndose por los fueros imperiales de España un puñado de inteligencias, dotadas de una férrea decisión, es la prueba categórica de que la llama de la fe se mantuvo viva, pues esa organización es una continuidad, en esencia, de aquellas otras que en los comienzos del siglo recogen las manifestaciones de idéntica naturaleza que en el decimonónico se rebelan contra las injusticias que en el exterior muerden los intereses territoriales de nuestro pueblo.
El colonismo español es una realidad madura y cuajada; la fecundidad bibliográfica de los últimos tiempos así lo acredita.
Arques, García Figueras, Hispanus, Cordero Torres, Miranda y otros son nombres que campean con solvencia en portadas de libros dedicados al estudio de los problemas coloniales.
Y si esto, sumado a la intensa labor que en tribuna y Prensa se viene desarrollando, fuese aún poco, la aparición de “Reivindicaciones de España”, debido a la pluma brillantísima de José María de Areilza y Fernando María Castiella, dos valores auténticos de la hora actual, tiene por sí solo fuerza sobrada para situar con rango y altura la inquietud nacionalista que vivimos.
“Reivindicaciones de España” presta al país el servicio valioso de dar forma concreta a nuestras mínimas aspiraciones en tierras de África, pasando a ser catecismo de la voluntad colonial en marcha.
Cualquier aspecto de esta razón honda que trate de analizarse nos presenta la recia contextura de su base ensanchada y fortalecida por el cruce de armas que en las lejanías del Este lleva a cabo la juventud que la Patria envió para cooperar a la defensa del destino universal de Occidente.
En esa selecta embajada española que con gloria lucha en los campos de Rusia tiene el colonismo nacional presencia máxima en la persona de su jefe, el catedrático Fernando María Castiella, que en el simple y honroso sayal de soldado ofrenda su preciosa existencia al esperanzado renacer de España.
Los que largos años llevamos militando en las filas de ese sentir nacional así lo reconocimos como capitán hace ya tiempo.
Recapitulando.
Esta voluntad de superación y engrandecimiento español que hoy se mueve dentro y fuera del área geográfica de nuestro suelo no es, repetimos, una cosa amorfa y sin sentido de realidades.
Todos los atropellos perpetrados con España, la rapacería sufrida por la Patria, historia viva y dolorosa de un nefasto pasado que, por las falsedades y coacciones con que fue escrita, no puede tener fuerza legal para un futuro, el ansia de verdad y de justicia es la piedra angular de la inquietud en sí.
De ese doliente siglo XIX una juventud estudiosa sacó a flote los imprescriptibles derechos nacionales a tierras más allá del Estrecho.
Esa fiebre elevada y noble que fue creciendo en el correr de los lustros coronó su aspiración con el hallazgo de irrebatibles fundamentos de derecho y los volcó en la nutrida bibliografía que hoy respalda con solvencia al movimiento colonial.
¡Verdad histórica irrebatible!
¡Vocación, inteligencia y trabajo constante al servicio de esa tesis!
¡Salidas brillantes a planos del Mundo con el problema nacional de las reivindicaciones!
¡Autoridad y trato cordial en la relación con organismos afines de otros países europeos!
¿Qué falta, entonces, al movimiento colonial español para cuajarse y madurar?
Nada, puesto que tiene ya la altura y vigor necesario para llevar al compatriota ausente de estas trincheras de honor y sacrificio la esperanza y el anhelo de que los caminos universales se abran de nuevo a nuestra vocación ecuménica; de que los atropellos, base liquidadora de la soberanía sobre espacios ganados en África por nuestros navegantes y geógrafos, sean rectificados como condición imprescindible de la concordia y armonía continental...
¡España se asoma al Mundo! Y en esa venturosa coyuntura lo hace sin improvisaciones. La justicia y la razón son sus armas dialécticas. Largas vigilias de esperanzado estudio son la promesa cierta de que cuando de nuevo el pendón morado de Castilla tremole a los vientos de africanos confines nuestro pueblo, ajustándose al tiempo, depositará otra vez en el surco de la madre tierra la semilla fecunda y eterna de la Hispanidad...
Presentación del Islam
Por Rodolfo Gil Benumeya
Nuestra España es el centro del Mundo. Abre sus horizontes a todos los Continentes. Está pegada a Europa. Pero su suelo es africano. Vive en América la mayoría de su raza y su lengua. La une el Mediterráneo al Asia. Puente inmenso y exagerado, tendido de Pirineos a Estrecho, es España país de paso y cruce. Lazo entre partes de la Tierra. Fusión de culturas selectas. Estrenadora de océanos y madre de naciones. Por todo esto tiene España muchos vecinos en el mapa y en el espíritu. El mayor vecino es el Islam. El llamado Mundo Musulmán. Enorme, compacto, numeroso, próximo. ¡Y casi desconocido!

Tánger español. Vista de la bellísima bahía de Tánger, la ciudad en donde un día se dieron cita las pasiones internacionales y que hoy vive su vida honestamente bajo el mando del Caudillo, como una ciudad más de España
Dice una vieja frase que los árboles tapan el bosque. No pueden existir perspectivas pegadas a los ojos. El Islam ha estado instalado en España durante nueve siglos. De 710 a 1610. Ha sido España uno de sus principales centros. La jerarquía, el Imperio del espíritu, la calidad y la hondura llevan en el Islam nombre español. El Islam ha dejado en España usos y costumbres que se han nacionalizado. El Islam ha promovido aquí guerras civiles y violentas pasiones. El Islam ciega y ofusca porque aún queda en el aire de la meseta, el Ebro, Levante y el Sur un eco lejano de su griterío.
Alemania, Italia, Inglaterra y Francia tienen obras magníficas sobre el Islam. Evocaciones espléndidas de literatos. Profundidades investigadoras de sabios. Exactas fidelidades. España, en cambio, tiene muy poco. Sólo en el Islam viejo produce con maestría y competencia el grupo inmejorable de don Miguel Asín. Pero en el Islam nuevo poco se produce. Sólo visiones deformadas por la poesía. Estampas de cuento. Fuentes de Granada. Asombros de Damasco. Sultanas cautivas. Filas de camellos.
Al Islam de España le han llamado y nombrado: LOS MOROS. Sabios arabistas de casa y de fuera han demostrado que eso de LOS MOROS no fue una invasión extranjera, sino un partido político nacional propagado por un grupo de orientales; 32.500 soldados de Tariq y Muza en la primera ocupación militar; 20.000 sirios pocos años más tarde. Y nada más. Con sólo esta fuerza el Islam se hizo mayoría en pocos años. Siendo del Islam la gran masa de población al sur del Duero. Rápidamente. Vertiginosamente. Creada de pronto con españoles que se habían pasado a la nueva idea de moda. Siguiendo la norma que les daba el grupo musulmán de las columnas de ocupación. Grupo de soldados sin mujeres que se casaban con españolas. Sus hijos eran el 50 por 100 españoles. Sus nietos, el 25 por 100. En dos generaciones más españoles del todo. Y aquellos moros que morían por el Corán resultaban baturros, huertanos de Valencia o caballistas de las marismas sevillanas.
¿Qué era ese partido del Islam? Primero, una religión. Segundo, un derecho musulmán. Tercero, un sistema social. Cuarto, un folklore. Reinando Felipe III desaparecieron religión y derecho. Quedaron usos y costumbres. Acaso no fueran muchas. Pero bastantes para conseguir que el español viese en el musulmán exterior una especie de español imperfecto. A veces se empeñaba en bautizarle. Y decía el habla popular: “Moros y cristianos.” A nadie se le ocurría decir: “Españoles y árabes.” Quedaba aún el recuerdo del Islam partido, del Islam político.
Después quedó España puramente católica. Incluso la más esencialmente católica. Elevada en la mística. Perfecta en la disciplina religiosa. Amplia en lo jurídico. Santa Teresa, San Ignacio, Suárez y Vitoria. Y además el método frío del P. Mariana junto al entusiasmo teológico de los Autos Sacramentales. Pero el Islam seguía al Sur. Vecino, presente. E incluso español en los moriscos de Tetuán y Rabat. Allí sigue todavía. Como religión, cultura y demosofía. Pero ya no es partido, pues renunció al Norte y fijó su hito en el Estrecho. Roto el nexo con España, fue atraído el Islam vecino por el gran núcleo denso del Islam oriental, al cual se pegó. Ese bloque cristalizado es un núcleo de países contiguos. Unificados por el mismo paisaje de estepas y secanos. Sierras de Berbería; desiertos del Sáhara y Arabia; sábanas del Sudán; pedruscales de Egipto; inmensidades terrosas de Anatolia, el Irán y la Tartaria. Cielos luminosos. Horizontes de espejismo. Cultivos agrupados en regadíos. Intervalos vacíos atravesados a zancadas por el ganado motorizado de los camellos.
Es, en resumen, el Islam esencial la zona de mesetas y estepas de Sur y Este mediterráneos. Pero tiene prolongaciones hasta Filipinas. Alargándose así en toda la ruta Gibraltar, Suez, Singapur. Y alineando sus 270 millones de adeptos probados. Aunque cálculos numerosos les hacen subir a 300 millones.
Empieza el Islam con los tres millones de musulmanes europeos que hay en Croacia, Servia, Rumania, Bulgaria, Polonia. Luego, los 17.869.901 de Turquía, núcleo militar mecánico y fuerte. Y los 18 millones de turcos salpicados por toda Asia Central. Intercalados entre turcos los 12 millones de persas, 10 millones de afganes y dos de curdos. China, 20 millones de islámicos. Filipinas del Sur e Indias Holandesas, 49 millones; India Inglesa, 89.017.000 (por censo enero 1941).
Luego vienen los árabes y grupos afines, agrupados fuertemente alrededor de su idioma. El Protectorado español o Zona Jalifiana con Tánger, unos 800.000; Ifni y los trozos españoles de Sáhara, unos 200.000; Protectorado francés, 5.873.000; Argelia, 6.247.000; Sahara Central y Sudán francés, un millón de árabes y afines (blancos); Túnez, 2.335.000; Libia, 745.000; Egipto, 15.904.525; Sudán egipcio, 8.103.000; Palestina, 1.098.600; Siria, 2.758.945; Líbano, 1.119.680; Transjordania, 4.750.000; Arabia Saudita, 3.560.000; Irak, 2.300.000; Yemen, 1.375.000, repartidos entre Omán, Adén, Hadramant, Bahrein, Kuait, etcétera. Hasta aquí el Islam árabe. Queda el Islam negro, con 6.000.000 en África Occidental y 15.000.000 en África Oriental.
La lengua principal del mundo islámico es el urdu, hablado por casi todos los indios musulmanes y algún otro grupo no musulmán. Total, 80 millones. Luego viene el árabe, con 60 millones, pero en rápido desarrollo y expansión en muchas zonas (Sudán, Irak, Argelia, &c.). Luego el malayo o tagalo, con 50 millones. Después el turco, con 40 millones. Y el persa, el chino, el putchu, el kisuaili, el bengalí, el croata, &c.
Hace falta distinguir con cuidado lo árabe y lo musulmán. El Islam apareció en el pueblo árabe. Después se extendió a otras razas, a muchas razas. Hay musulmanes europeos de raza balcánica y eslava. Los hubo españoles e italianos. Hay turcos y persos. Hay amarillos y negros. Y hay, en cambio, dentro del núcleo árabe inicial, dos millones de árabes cristianos. Con sacerdotes, obispos, franciscanos, jesuitas y hasta un cardenal.
También hay que distinguir entre lo musulmán y la civilización oriental. Hay muchos millones de gentes de aspecto musulmán que no son musulmanes. Por ejemplo: los indios brahmanistas y los coptos de Egipto. Gentes de turbantes y ropones, pero no gente de Islam. O sea que lo árabe es cosa de raza y lengua. Lo musulmán, cosa de religión, vida social y derecho. Lo oriental, cosa de costumbres impuestas por el clima. La más viviente de las tres es lo musulmán. Es asombroso el nexo que une a todos sus seguidores. Negros de Tumbuctú y chinos de Yunnan, andaluces de Fez e indios de Delhi se sienten miembros de una misma familia. El musulmán de un país que llega a otro país de Islam se asimila en pocas semanas. Hay una creencia tenaz en una especie de superpatria sobre fronteras. Este sentimiento de mutua simpatía lo refuerzan instituciones muy características. La principal es la peregrinación a la Meca, que junta una vez al año gentes de toda raza y toda posición social en un mismo impulso místico. La identidad en la vida privada es otra unión fuerte. Herencias, contratos, comidas, fiestas típicas y suntuosas bodas.
Compacto. Coherente. Superior a fronteras. Con una fuerza de resistencia pasiva. Al Islam nadie le mueve, nadie le modifica, nada le cambia. No hay fuerza exterior que pueda mover hoy a los grandes núcleos musulmanes. El comunismo ha pasado sin dejar huella sobre los musulmanes del Cáucaso y Turquestán. Los cientos diez años de Argelia francesa han dejado al pueblo argelino radicalmente separado del francés. Es posible ocupar hoy muchos países de Islam. Pero es absolutamente imposible desclavarles del suelo. Están apretando con toda su fuerza para no moverse. Para existir. Para durar. Para dejar pasar la tormenta. Para ver si el siglo que viene puede ser suyo, el suyo. Es notable observar cómo la política de turcos, egipcios, gentes de la Meca, afganes y marroquíes consiste en no desgastarse, en ahorrar la personalidad para mejores días.
Esta tenacidad testaruda atrae hacia el Islam la atención de las potencias. Preocupa a todas su continuidad y el número de sus componentes. Crean centros de estudios, revistas, academias. Regalos en honores y material. Biografías elogiosas de sus jefes. Construcción de mezquitas. Alemania, Italia, Japón, Francia, Estados Unidos, Inglaterra, &c.
España no hace esto. Pero, en realidad, tampoco hace falta que lo haga. Pues el Islam es poco sensible a propagandas. Países de cuentos y leyendas no pueden oír nada que ellos no hayan dicho ya y comentado hasta el delirio de lo comentable. Prefieren lo sencillo, lo tangible. Conservación de que en España hay de Oriente. Patios sevillanos, cármenes granadinos, paredes blancas, peinetas. Lo jondo del cante, la amabilidad hospitalaria. Y a la vez continuidad en la hermandad de España y Marruecos, llevada al apogeo por el Caudillo. Que nunca se interpongan sombras extrañas en el Estrecho. Que el marroquí sea siempre como es ahora: carne y sangre de raza de España. Y el Islam, en su marcha lenta, pero continua, será siempre amigo callado que nunca pedirá nada. Más que esto, que para el Islam es muy grave y muy serio:
QUE ESPAÑA SEA EN ÁFRICA SIEMPRE ESPAÑOLA.
Español: Vives mal porque tu tierra es pobre y olvidaste el camino para traer el pan de fuera. Tu bienestar y el de tus hijos depende de tu memoria y de tu coraje para exigir lo que es tuyo
Manuel de Terán
El español Cornelio Balbo
Primer explorador del Sahara
Si Numancia y las duras campañas de la Celtiberia fueron seguro testimonio del recio espíritu de independencia que animaba a los hispanos, la romanización intensa y profunda de la Península acreditó, de otro lado, su capacidad para incorporarse a una empresa de aliento y sentido universal, aportando al concierto de la vida y cultura del Imperio romano la nota de su personalidad original y señera. España, provincia “frumentaria”, abundosa de frutos, aceite, vinos, lanas y minerales, celebrada en los “laudes Hispaniae”, dio al Imperio algo más que la madurez dorada de sus cosechas, el hierro de que se forjó el “gladius hispaniensis” o la plata que sirvió para acuñar los denarios. España dio a Roma cónsules, emperadores, poetas, geógrafos, pensadores, y aún hay más: España, brazo diestro de la Roma imperial, como luego lo fue de la Roma católica, tuvo para el Imperio una virtud que la urbe imperial supo estimar en todo su valor: la lealtad, la “fides celtibérica”, celebrada como uno de los rasgos morales definidores del alma hispánica.
Emperadores españoles fueron: Trajano, “óptimus principium”, el más grande de los emperadores romanos, quien, con gentes de España e Italia, ensanchó el Imperio más allá del Danubio, por tierras de la actual Rumania, sometiendo la Dacia; Adriano, que consagró sus desvelos a las provincias, elevando su condición y preparando la unidad moral de los pueblos del mundo antiguo; Teodosio, el último de los grandes emperadores, que contuvo la decadencia del Imperio, y de origen español, si no de nacimiento, es también Marco Aurelio, el filósofo estoico.
Los primeros cónsules provinciales fueron también españoles. Son dos hombres de Cádiz, la Gádir fenicia, en cuyas playas reposaban aún los trirremes púnicos. Lucio y Cornelio Balbo fueron cónsules, respectivamente, en los años 40 y 32 a. d. J. C.
El primero acompañó a César en su viaje a las Galias; el segundo, sobrino de aquél, obtuvo en el año 19 a. d. J. C. los honores del triunfo por haber conducido a las legiones romanas victoriosas hasta el corazón del desierto líbico.
Destruida Cartago en el año 146 a. d. J. C., todo el Norte de África quedó convertido en provincia romana. Hacia el año 42, la soberanía de Roma se extendía desde la costa atlántica de Marruecos hasta las orillas del mar Rojo. Por el Sur, el desierto no constituyó un límite infranqueable para las armas romanas, que penetraron hasta el Níger y el África negra. Sólo la introducción del camello y la transformación que produjo en el sistema de vida del desierto, dueños de un nuevo medio de transporte más rápido y eficaz, obligó al retroceso hacia una línea de posiciones más seguras.
El amplio golfo que se extiende entre la península Cirenaica y Túnez, en donde el desierto moja sus arenas en el Mediterráneo, constituye una zona señalada naturalmente como cabecera de varios itinerarios posibles hacia el corazón del Sáhara, pues es el segmento litoral más próximo al Sudán. El país que se extiende al Sur, el Fezzán, une a esta circunstancia la abundancia de sus oasis, y es, como consecuencia, la más importante de las vías naturales del desierto. Aquí los oasis han atraído en todo tiempo una abundante población sedentaria, que hace su vida a la sombra de las palmeras.
Fue ésta una de las direcciones en que más avanzó la penetración romana, y fue un español el hombre que caminó por ella al frente de las legiones romanas. Plinio el Viejo nos lo cuenta en una página de su “Historia Naturalis”, y los Fastos Capitolinos fijaron su fecha. Era en el año 19 a. d. J. C., bajo el gobierno de Augusto; Cornelio Balbo, el cónsul gaditano, desde las costas de Trípoli, se internó en el Fezzán o Phazania, sometiendo las ciudades de “Alele” y “Cillaba”, cuya identificación es muy problemática, y la de “Cidamus”, que parece ser el oasis de Ghadamés. A partir de aquí encontraron una montaña orientada de Este a Oeste, el “Monte Negro”, así llamada por el tono de sus rocas, que parecen “calcinadas por los rayos del sol”. Se trata del macizo llamado Tassili de los Adjer, cuyas negras areniscas, de formas extrañas, producen la impresión de las ruinas de una ciudad incendiada. Encontraron también, dice Plinio, una fuente cuyas aguas hasta la media noche eran cálidas y hasta el mediodía frías. La fuente ha sido identificada; pero su única propiedad, nada maravillosa, es la elevada temperatura de sus aguas. La expedición llegó hasta “Garama”, actual Jerma, en el Fezzán, capital de los “garamantes”, población de color oscuro y raza tibú. El itinerario parece coincidir con el seguido en 1850 por el alemán Barth, quien encontró en el corazón del Fezzán las huellas de una cultura, cuyos primeros elementos fueron aportados por Cornelio Balbo.
La hazaña de Balbo fue premiada con los honores del triunfo. Balbo, como nos dice Plinio, fue el único general de origen no romano a quien éstos se otorgaron.
Si un español nacido en Itálica conquistó para Roma la Dacia, otro español, de Cádiz, fue el primero de los exploradores del Sáhara. Desde las playas de Cádiz sintió el atractivo irresistible del misterioso Continente, y fue intérprete de esa vocación fatal e ineludible del pueblo hispánico que a lo largo de los siglos le impulsa hacia las tierras africanas.
Noticiario hispánico
Mundo islámico
La llegada del Gran Mufti de Jerusalén a Italia casi ha coincidido con el asesinato en Jerusalén del propagandista árabe de la Gran Bretaña, Nasabaichi. Respuesta, un poco bárbara, a cómo siente el pueblo árabe los proyectos ingleses de crear, bajo el disfraz del emir de Transjordania, un Estado sseudoárabe, protegido británico, agrupando a Irak, Siria y Palestina.
Al mismo tiempo crecen las dificultades políticas y financieras en el Irak, habiendo estallado revueltas en Diyala y Suleimaniye. El Gobierno Nurisaid, completamente impopular, se encuentra abocado a una crisis.
La protesta de los musulmanes marroquíes y argelinos por el encarecimiento de la vida que provocan los judíos y refugiados llegados de Francia aumenta de día en día. Weygand ha suspendido toda deliberación del Colegio Musulmán en el anterior Consejo de Gobierno del Imperio Xerifiano, y del mismo modo las de las Delegaciones financieras argelinas.
Mundo colonial
Las democracias acaparadoras de la tierra fuerzan a las poblaciones indígenas a participar en una lucha a miles de kilómetros para satisfacer el imperialismo angloyanqui.
Nuevas leyes han sido ordenadas en Fidoji, las islas Salomón y Tonga, los Establecimientos de los Estrechos, Filipinas, Borneo, las Guayanas y Tanganica. En esta última, colonia alemana hasta 1918, los Indígenas de Usambura se han manifestado al grito de: “¡Que vuelvan los alemanes!”
El “leader” negro Johnson, de Sierra Leona, ha declarado que los negros no quieren cambiar el yugo británico por el norteamericano, pues con ello nada ganarían.
Vida cultural
Además, la contribución colonial a los gastos de guerra ingleses irá a motivar déficits en los presupuestos de Nigeria y Rhodesia; aquí la falta de brazos se ha suplido con la población civil italiana evacuada de Etiopía.
Ha reanudado sus actividades en este curso la Sociedad de Estudios Internacionales y Coloniales, prestigiosa entidad que mantiene viva la tradición africanista española.
En junta solemne ha sido elegido rector don Fernando María Castiella, autor de “Reivindicaciones de España”, hoy en el frente ruso como soldado de la División Azul. Y como socios de honor los generales Asensio y Orgaz.
En el rectorado figuran los señores Lissarrague (rector adjunto), Luna, Gascón, Valdecasas, Armada, Rafols, Terán, Magariños, Reyes, Iglesias, Argente, Valdepares, Vázquez, Nájera, Tato, Banciella y Cordero. La Sociedad ha celebrado ya una conferencia, a cargo de don Juan Vidal, sobre “Autarquía europea”, y el sábado celebrará otra, a cargo de don José Gascón y Marín, sobre “Transformaciones del Derecho de guerra”.
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En el curso de conferencias sobre “España y el mar” organizado por la Vicesecretaría de Educación Popular el subsecretario de la Presidencia y capitán de fragata don Luis Carrero disertó sobre “Los buques”.
Estudió detenidamente la controversia entre los partidarios del acorazado como unidad orgánica de escuadra y los partidarios de la preponderancia del torpedero, del submarino y actualmente del avión. Opina que no hay escuadra posible sin el acorazado como unidad fundamental. El submarino puede atacar a enemigos superiormente armados, pero no imponer su presencia ni triunfar de manera resolutiva, por lo que es incapaz de cumplir la función máxima encomendada a la Marina de guerra, es decir, la de asegurar las rutas de abastecimiento.
Analiza las razones que influyeron en la potencia naval de los países europeos, partiendo de 1905, y hace un estudio de la guerra de 1914 y de sus consecuencias en la actual, en cuyo desarrollo Alemania se comporta como nación típicamente continental.
Ocupándose del aspecto español del problema, el señor Carrero recuerda que durante la guerra de liberación España tuvo un carácter insular, ya que todos los elementos de combate nos llegaron por la vía marítima, y sin que los rojos pudieran capturar ni un solo buque nacional. Termina propugnando un plan lógico de construcciones navales, a base de una flota de acorazados que aseguren para España el camino del mar, complemento necesario para conseguir el pleno rendimiento del Ejército de tierra.
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En la inauguración de curso de la Asociación Hispano-Germana, el doctor Colin Ross se ocupó del tema “Europa en un nuevo orden mundial”.
Puso de relieve la amistad existente entre alemanes y españoles, hecho lógico si se recuerda el paralelismo histórico de ambos países, cuya misión común ha sido la defensa de Europa; España, barrera del Islam, y Alemania centinela de la frontera asiática. Carlos V centra esta doble tarea, y la unión de las dos naciones en su persona señala el apogeo de su poderío en el mundo. Después, al separarse, sobreviene la decadencia hispanoalemana, y al mismo tiempo, la de Europa.
Hoy se repite la situación del siglo XVI; pero el panorama extraeuropeo ha cambiado. La Tierra es pequeña, estrecha y repleta. Por primera vez la Historia tiene que contar con la totalidad del mundo. El concepto geográfico de Europa es insuficiente, y hay que arrojar por la borda la idea de una Europa continental.
Denuncia las ambiciones imperialistas de los Estados Unidos, mal ocultas bajo los tópicos democráticos. A Washington no le importa entregar a Europa al comunismo; pero el esfuerzo alemán sabrá imponerse, contando con la formación de un frente común europeo contra Norteamérica.
Considera como una de sus mejores fortunas la de haber asistido al esfuerzo heroico de España, que hoy es, como entonces, el más fuerte escudo de Europa y ocupará el relevante puesto que le corresponde dentro del nuevo orden mundial que se inicia.

Jardines de Fernando Poo. Jardines de Santa Isabel, en la isla de Fernando Poo, residencia del gobernador general de la Guinea española. Santa Isabel, ciudad moderna, en donde la sanidad ha conseguido con sus rigurosas medidas higiénicas el que pueda aclimatarse sin peligro de enfermedad el hombre europeo. (Foto Cifra.)
Mundo islámico
La llegada del Gran Mufti de Jerusalén a Italia casi ha coincidido con el asesinato en Jerusalén del propagandista árabe de la Gran Bretaña, Nasabaichi. Respuesta, un poco bárbara, a cómo siente el pueblo árabe los proyectos ingleses de crear, bajo el disfraz del emir de Transjordania, un Estado sseudoárabe, protegido británico, agrupando a Irak, Siria y Palestina.
Al mismo tiempo crecen las dificultades políticas y financieras en el Irak, habiendo estallado revueltas en Diyala y Suleimaniye. El Gobierno Nurisaid, completamente impopular, se encuentra abocado a una crisis.
La protesta de los musulmanes marroquíes y argelinos por el encarecimiento de la vida que provocan los judíos y refugiados llegados de Francia aumenta de día en día. Weygand ha suspendido toda deliberación del Colegio Musulmán en el anterior Consejo de Gobierno del Imperio Xerifiano, y del mismo modo las de las Delegaciones financieras argelinas.
Mundo colonial
Las democracias acaparadoras de la tierra fuerzan a las poblaciones indígenas a participar en una lucha a miles de kilómetros para satisfacer el imperialismo angloyanqui.
Nuevas leyes han sido ordenadas en Fidoji, las islas Salomón y Tonga, los Establecimientos de los Estrechos, Filipinas, Borneo, las Guayanas y Tanganica. En esta última, colonia alemana hasta 1918, los Indígenas de Usambura se han manifestado al grito de: “¡Que vuelvan los alemanes!”
El “leader” negro Johnson, de Sierra Leona, ha declarado que los negros no quieren cambiar el yugo británico por el norteamericano, pues con ello nada ganarían.
Vida cultural
Además, la contribución colonial a los gastos de guerra ingleses irá a motivar déficits en los presupuestos de Nigeria y Rhodesia; aquí la falta de brazos se ha suplido con la población civil italiana evacuada de Etiopía.
Ha reanudado sus actividades en este curso la Sociedad de Estudios Internacionales y Coloniales, prestigiosa entidad que mantiene viva la tradición africanista española.
En junta solemne ha sido elegido rector don Fernando María Castiella, autor de “Reivindicaciones de España”, hoy en el frente ruso como soldado de la División Azul. Y como socios de honor los generales Asensio y Orgaz.
En el rectorado figuran los señores Lissarrague (rector adjunto), Luna, Gascón, Valdecasas, Armada, Rafols, Terán, Magariños, Reyes, Iglesias, Argente, Valdepares, Vázquez, Nájera, Tato, Banciella y Cordero. La Sociedad ha celebrado ya una conferencia, a cargo de don Juan Vidal, sobre “Autarquía europea”, y el sábado celebrará otra, a cargo de don José Gascón y Marín, sobre “Transformaciones del Derecho de guerra”.
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En el curso de conferencias sobre “España y el mar” organizado por la Vicesecretaría de Educación Popular el subsecretario de la Presidencia y capitán de fragata don Luis Carrero disertó sobre “Los buques”.
Estudió detenidamente la controversia entre los partidarios del acorazado como unidad orgánica de escuadra y los partidarios de la preponderancia del torpedero, del submarino y actualmente del avión. Opina que no hay escuadra posible sin el acorazado como unidad fundamental. El submarino puede atacar a enemigos superiormente armados, pero no imponer su presencia ni triunfar de manera resolutiva, por lo que es incapaz de cumplir la función máxima encomendada a la Marina de guerra, es decir, la de asegurar las rutas de abastecimiento.
Analiza las razones que influyeron en la potencia naval de los países europeos, partiendo de 1905, y hace un estudio de la guerra de 1914 y de sus consecuencias en la actual, en cuyo desarrollo Alemania se comporta como nación típicamente continental.
Ocupándose del aspecto español del problema, el señor Carrero recuerda que durante la guerra de liberación España tuvo un carácter insular, ya que todos los elementos de combate nos llegaron por la vía marítima, y sin que los rojos pudieran capturar ni un solo buque nacional. Termina propugnando un plan lógico de construcciones navales, a base de una flota de acorazados que aseguren para España el camino del mar, complemento necesario para conseguir el pleno rendimiento del Ejército de tierra.
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En la inauguración de curso de la Asociación Hispano-Germana, el doctor Colin Ross se ocupó del tema “Europa en un nuevo orden mundial”.
Puso de relieve la amistad existente entre alemanes y españoles, hecho lógico si se recuerda el paralelismo histórico de ambos países, cuya misión común ha sido la defensa de Europa; España, barrera del Islam, y Alemania centinela de la frontera asiática. Carlos V centra esta doble tarea, y la unión de las dos naciones en su persona señala el apogeo de su poderío en el mundo. Después, al separarse, sobreviene la decadencia hispanoalemana, y al mismo tiempo, la de Europa.
Hoy se repite la situación del siglo XVI; pero el panorama extraeuropeo ha cambiado. La Tierra es pequeña, estrecha y repleta. Por primera vez la Historia tiene que contar con la totalidad del mundo. El concepto geográfico de Europa es insuficiente, y hay que arrojar por la borda la idea de una Europa continental.
Denuncia las ambiciones imperialistas de los Estados Unidos, mal ocultas bajo los tópicos democráticos. A Washington no le importa entregar a Europa al comunismo; pero el esfuerzo alemán sabrá imponerse, contando con la formación de un frente común europeo contra Norteamérica.
Considera como una de sus mejores fortunas la de haber asistido al esfuerzo heroico de España, que hoy es, como entonces, el más fuerte escudo de Europa y ocupará el relevante puesto que le corresponde dentro del nuevo orden mundial que se inicia.