Sentido permanente y actual de la comunidad hispánica
El 12 de octubre es el símbolo de la proyección española en lo universal; veinte naciones diseminadas al otro lado del Atlántico muestran la plenitud de la obra realizada por España. A nosotros nos obliga mucho este vivir de los pueblos hispánicos de América, porque su historia, que es la nuestra, es una clave esencial de la actitud española hacia todos los problemas de orden internacional que se puedan presentar en un instante cualquiera de la historia; la hermandad con los países hispanoamericanos es, pues, un imperativo ineludible y permanente de la política exterior española. Es indudable que con los pueblos de la hispanidad nos unen lazos que no podrían nunca conseguirse por el simple conducto de la diplomacia o del mutuo interés circunstancial; queramos o no queramos, quieran o no quieran los pueblos sudamericanos entender esta verdad, lo cierto es que la amistad de España con los Estados hispánicos tiene un carácter fraterno y sentimental que no posee ninguna otra alianza diplomática del universo, y, por el contrario, la enemistad o guerra entre dos pueblos de nuestra raza ha de ser considerada siempre como una contienda civil. El sólo hecho de que exista una comunidad de pueblos no enlazados por una identidad de poder estatal, pero vinculados tan entrañablemente que hasta sus más profundas y esenciales razones de existencia son comunes, indica la fortaleza de la obra realizada por España, y que comenzó aquel 12 de octubre de 1492.
En el azar histórico del presente conflicto mundial, España ha mantenido ante el mundo una actitud de paz y de neutralidad, que responde también a la postura mantenida por los grandes pueblos hermanos de América del Sur; de ahí que una de las facetas más importantes de la neutralidad española sea esta exigencia histórica del servicio a la idea de la hispanidad. De otro lado, consideramos como nuestros los problemas afectivos del mundo hispánico, y así, no hemos vacilado en proclamar nuestra preocupación ante la amenaza japonesa sobre la cultura, la religión y la raza de nuestra estirpe en las aguas del Pacífico. España, como cabeza de la hispanidad, en este 12 de octubre, envía su saludo a las Islas Filipinas, sometidas hoy al poderío extraño del Japón, el cual, para nosotros, es tan sólo la expresión de un intento de dominio oriental del mundo, basado en la alianza, indudable y efectiva hoy por hoy, entre Rusia y el Imperio nipón. Nos encontramos situados sentimentalmente junto a los pueblos de América que se defienden contra la amenaza amarilla, porque estimamos que es justa su lucha en defensa de unos valores históricos cuya siembra y cultivo realizó, con amor y trabajo, España durante varios siglos.
Nos encontramos hoy ante una nueva era en las relaciones hispánicas. Francisco Franco encarna, como ningún otro jefe del Estado Español, las virtudes de la raza y la ambición universal de nuestro pueblo. El régimen de Franco siente la efectiva hermandad con los pueblos de América y está decidido a que sea una realidad, en el orden cultural y en el económico, la unidad hispánica. Nuestro Estado ha aceptado, y de ello hay muestras públicas suficientes, la constante histórica del destino hispánico. En este 12 de octubre de 1944 toda España, con sus pueblos y sus tierras, con sus juventudes y sus generaciones maduras, proclama ante el mundo esta verdad.