Filosofía en español 
Filosofía en español


Cornelius Krusé

Congreso Internacional en Haití

Es difícil exagerar el significado del Congreso Internacional de Filosofía que se celebró en Puerto Príncipe, Haití, del 24 al 30 de septiembre de 1944.

Nuestros lectores saben que por un número de años la Asociación Filosófica [Norte]americana ha intentado celebrar el Primer Congreso Inter-Americano de Filosofía en este país y lo habría hecho si no hubiera sido por Pearl Harbor y la subsiguiente brusca interferencia con sus planes, que provocaron la posposición indefinida del Congreso. También se recordará que, aprovechando la presencia en este país de un número considerable de estudiosos de América Latina, muchos con claros intereses filosóficos, se celebró en la Universidad de Yale la Primera Conferencia Inter-Americana de Filosofía, bajo la dirección del Profesor Charles W. Hendel, desde el 30 de abril al de mayo de 1943. El honor de haber convocado exitosamente el Primer Congreso Inter-Americano de Filosofía, recae ahora, sin embargo, en la Sociedad Haitiana de Estudio Científicos que, bajo el notablemente capaz y valiente liderazgo del Dr. Camille Lhérisson, rehusó atemorizarse ante las casi insuperables dificultades de celebrar este Congreso en tiempo de guerra. Naturalmente, no hubo tantos visitantes extranjeros como hubiera sido deseable, y como hubiera sido en tiempos normales, pero se alcanzó aun así una elevada presencia, como en el caso de la Asociación Filosófica [Norte]americana, de trabajos enviados al Congreso o leídos por un representante.

El que escribe ha tenido el privilegio de asistir a los últimos cuatro Congresos de Filosofía en Harvard, Oxford, Praga y París. Todos ellos se celebraron en entornos brillantes, pero ninguno más brillante que este Congreso celebrado en Puerto Príncipe. Durante el curso de la guerra, las reuniones filosóficas de cualquier tipo, internacionales o dentro de un mismo país, se han visto reducidas, sino omitidas del todo. Éste fue, según mi conocimiento, el primer Congreso Internacional celebrado en el mundo civilizado desde el Congreso Descartes en París en 1937. El coraje y la gran devoción a los temas intelectuales y del espíritu mostrados por organizadores y auxiliares del Congreso son muy alentadores. Durante toda la semana los desarrollos del Congreso fueron noticia de primera plana en los [30] principales periódicos de Puerto Príncipe. La participación en este Congreso por nuestra Asociación fue una gran preocupación de la División de Cooperación Cultural de nuestro Departamento de Estado. Sin el estímulo y la ayuda de esta División no hubiera habido representación de la Asociación en este Congreso. En Puerto Príncipe mismo, nuestro Embajador, el Honorable Orme Wilson, y el Attaché de Relaciones Culturales, Sr. Horace D. Ashton, habían dedicado mucho tiempo y atención a la preparación del Congreso y dieron, de forma continuada, asistencia valiosa durante su curso. Gran crédito por el apoyo a este Congreso corresponde no solo a nuestro Departamento de Estado, sus representantes in situ, y al Gobierno de Haití, sino también a los miembros de nuestra Asociación, quienes en tiempos extraordinariamente ocupados, dejaron todo para hacer de este Congreso, uno significativo. Una simple ojeada a los siguientes títulos y nombres de autores de los trabajos indicará cuan seriamente tomaron el Congreso los autores [Norte]americanos.

W. T. Stace, El problema de las creencias no-razonadas
John Wild, Realismo natural y epistemología contemporánea en Norteamérica
Cornelius Krusé, Conocimiento y valor
William Seifriz, Conocimiento y entendimiento
Paul Weiss, Nuestro conocimiento del bien y el mal
Wm. Pepperell Montague, El primer misterio de la conciencia
A. Cornelius Benjamin, Algunos principios del empirismo

Se notará que todos los trabajos trataban sobre problemas del conocimiento. Se debió esto a que a petición de los organizadores, todo el Congreso se dedicó a este tema. Un día enteró se dedicó a la presentación de los trabajos Norteamericanos, que fueron leídos por quien escribe y por el Dr. Lhérisson. La lectura fue radiada por onda corta a los Estados Unidos, y el Dr. Lhérisson avisó por cable de esto a cada participante Norteamericano.

En su trabajo, el Profesor Stace trató el problema de las fuentes y validez de creencias «no-razonadas» (incluyendo las así llamadas «creencias instintivas», «creencias de sentido común», «intuiciones» morales y científicas, «corazonadas» en negocios), que constituyen tan grande e importante parte de las creencias humanas, en la vida diaria al igual que en la filosofía y la ciencia, y cuya aceptación sin crítica acarrea con frecuencia consecuencias desastrosas en la teoría y en la práctica. El Profesor Stace indicó que el propósito principal de su trabajo era doble: protestar contra los filósofos que reclaman la obviedad para creencias cuyas bases han sido incapaces de explicar; [31] y sugerir soluciones tentativas que esperaba indujeran a filósofos a abordar este problema, hasta ahora desatendido. Las creencias no-razonadas, propuso, son el resultado de pensamiento asociacionista y de razonamiento no-explícito aplicados a la experiencia humana, individual y social. Este razonamiento no-explícito puede hacerse explícito y debe ponerse a prueba según los cánones del razonamiento lógico, si alguna confianza ha de depositarse en él. «Las intuiciones –concluyó- son normalmente nada realmente tan confiables como sus dueños las creen».

El Profesor Weiss, en su trabajo «Nuestro conocimiento del bien y el mal», abordó el estudio de la naturaleza y las fuentes de autoridad de las normas o estándares éticos, a los que se apela tácita o explícitamente, en nuestros juicios éticos. Sin la aceptación de estándares universalmente válidos, sostuvo, la ética no sería posible, ni podría el hombre actuar de forma ética, solo podría react (re-actuar, reaccionar). Sucesivamente examinó, y rechazó, la contención de que las normas éticas tengan su origen en la religión o en la sociedad en la que nacen los hombres. El bien es el bien porque es el bien, no porque Dios o la propia sociedad lo declaren ser. Los nihilistas éticos ora re-instalan a escondidas un dogmatismo auto-descalificante o por su propia lógica se limitan a «hacer preguntas y evitar respuestas». Entre la posición de los convencionalistas de que la bondad o maldad de una acción es sencillamente una función de unas coordenadas sociales de referencia dadas, y la negativa de los absolutistas a conceder que el lugar y el momento afectan a los juicios éticos, el Profesor Weiss toma un camino intermedio, manteniendo que algunos actos son malos en cualquier lugar en todo momento. Por ejemplo, ningún código ético en sitio alguno condonó nunca la muerte deliberada y gratuita de un amigo. Es cierto que los hombres están más de acuerdo y más claros en lo que no se debe hacer que en lo que se debe hacer. Los hombres no tienen un conocimiento innato del estándar que invocan, pero saben en que dirección deben buscarlo. Este estándar, señalado antes de que se conozca, no es nada menos que la perfección; porque conocer las cosas como imperfectas necesariamente implica referencia a un estándar de de perfección.

En su trabajo, el Professor Benjamin se impuso la tarea de clarificar el término «empirismo», el cual por común acuerdo es un término muy necesitado de definición en la filosofía pasada y en la presente. El empirismo es a veces definido como la teoría epistemológica de que todo el conocimiento deriva de y se refiere a la experiencia. Esta definición crea más problemas que los que resuelve; porque «deriva de», «se refiere a», y por encima de todas el término «experiencia», son expresiones llenas de ambigüedad. «empirismo» es frecuentemente usado en un sentido tan amplio que al final todo el mundo resulta ser un empiricista. En el ámbito de la «experiencia» se incluyen, además de los datos actuales de los sentidos, [32] objetos físicos, «hechos» pasados y futuros, Dios, el propio yo, sociedades, Gestalten espaciales y temporales, valores, y aun «hechos negativos» (Russell). Ahora bien, o se eliminan entes innecesarios del ámbito de la experiencia, o se encuentra algún principio por el que tales entes empíricos se puedan organizar de acuerdo a tipos. El principio de claridad referencial sería de mucha ayuda. Éste insiste en que la claridad de símbolos está determinada por la accesibilidad y rápida referencia a lo que se designa. El Profesor Benjamin propuso cuatro principios necesarios para tal claridad referencial, que –-mantuvo—representan al menos el tipo de principios que todos los empiricistas aceptan consciente o inconscientemente:

(1) El principio de clarificación ostensible, por el que el símbolo se clarifica señalando lo que simboliza.

(2) El principio de diversificación de símbolos, i.e., las formas diversas en que los símbolos pueden referirse a los datos, aunque los últimos puedan concebirse como muy diversos o no.

(3) El principio de reducción. Este importante principio está presente en todas las escuelas de empirismo: lo que no pueda señalarse directamente debe reducirse a algo que pueda señalarse.

(4) El principio de la clarificación de símbolos de operaciones. El énfasis aquí cae en las operaciones de los procesos congnicitivos. De acuerdo a este principio, el empirismo estaría obligado a un realismo radical que incluye las relaciones además de los datos relacionados.

En «El primer misterio de la conciencia», el Profesor Montague ha vuelto a su interesante y sutil teoría de la naturaleza de la conciencia, con especial referencia al problema de la epistemología: ¿Cómo está relacionada la conciencia con los objetos y eventos que ella revela? Esta relación, que implica auto-trascendencia y un rapport peculiar e inmediato entre el sujeto y el objeto, parece extremadamente singular. Sin embargo, parece posible, mantuvo el Profesor Montague, explicar y en cierto sentido superar esa singularidad, relacionándola, «aunque de una forma curiosa», con lo que impregna todo en la naturaleza y es bien comprendida por la razón, a saber, la causalidad. La conciencia, se sugirió, es lo inverso de la causalidad, o una «potencialidad al revés». «La referencia intrínseca de un efecto a su causa es ... la conciencia». De esta conclusión siguen tres corolarios:

(1) El realismo epistemológico es no solamente verdadero, sino evidentemente verdadero; porque todo lo que podemos conocer en introspección, «extrospección», y prospección, implica referencia retrospectiva [33] a lo que ha ocurrido antes. De acuerdo a esto, la conciencia no puede alterar aquello de lo que es consciente. Tal realismo axiomático, sin embargo, no declara a la conciencia ociosa o epifenoménica, porque lo que revela afecta profundamente el comportamiento del agente que posee la conciencia y sus actos acerca de lo que se ha revelado.

(2) El error, ya sea de la percepción o conceptual, es posible porque los efectos producidos en el individuo consciente no revelan necesariamente las causas últimas e indirectas, sino solo las causas inmediatas y directas. De acuerdo a esto, las últimas pueden, o no, coincidir en contenidos, lugar o momento con las anteriores. Corregimos los errores de percepción o de concepción adquiriendo una familiaridad más amplia con un sistema mayor de efectos.

(3) Esta teoría epistemológica de la relación de la conciencia con sus objetos, «el primer misterio de la conciencia», es totalmente independiente de cualquier teoría psico-física de la relación de la conciencia con el organismo, «el segundo y mayor misterio», y es compatible con todas las teorías tales.

En su trabajo «Realismo natural y epistemología contemporánea en Norteamérica», el Profesor John Wild emprende la defensa del «realismo natural» tal como fue avanzado primero por Aristóteles y luego desarrollado por sus sucesores, notablemente por Santo Tomás Aquino. De acuerdo al realismo natural, los conceptos o ideas racionales alcanzan una inmediata, y naturalmente infalible, aprehensión de la realidad trans-subjetiva tal cual es en ella misma. El realismo natural rechaza: (1) que las ideas sean innatas (Cartesianismo, presente en Norteamérica en la época colonial); (2) que ellas sean construidas y creadas por la mente (kantismo e idealismo post-kantiano alemán, muy difundido en los Estados Unidos en el siglo XIX); (3) que sean recibidas pasivamente (realismo ingenuo y neo-realismo del temprano siglo XX); y (4) que ellas solo sean representaciones similares a los objetos fuera de la mente (realismo crítico, pragmatismo conceptualista, y movimientos epistemológicos similares que siguieron al pragmatismo y el neo-realismo en los Estados Unidos).

La mente es activa en el conocer, pero no transforma lo que conoce; porque de otra manera ningún conocimiento sería posible. Esta actividad, sin embargo, no es transitiva sino inmanente. El neo-realismo [norte]americano e inglés reciente, negando esta distinción, en su afán de evitar subjetividad epistemológica, cayó en el error de negar toda actividad a la mente pensante, de tal modo que hasta entes universales inmateriales tenían que considerarse como recibidos pasivamente, desde un mundo externo a la mente. Pero este pan-objetivismo no puede sostenerse. El conocimiento puede terminar in una relación externa; [34] pero tienen que usarse procesos activos, inmanentes, lógicos, para llegar a la verdad. El realismo crítico que siguió al neo-realismo hizo bien en reconocer la actividad mental en el conocer, pero fracasó en explicar, aun con su doctrina de las esencias, como se llega con éxito a la realidad trans-subjetiva. Al final, éste y movimientos similares como el conceptualismo pragmático resultan ser «solo formas disfrazadas del idealismo».

Ahora bien, la teoría del realismo natural mantiene que los conceptos y operaciones lógicas por las cuales conocemos son universales e inmateriales, pero las cosas que conocemos son, al menos en su mayor parte, materiales e individuales. El conocimiento es el resultado del aprendizaje; la mente que conoce está dotada de una «razón posible», que inicialmente es indeterminada y en realidad no conoce nada, «pero tiene capacidad para conocer todas las cosas». «La razón activa», o intelecto, la causa primaria eficiente del conocimiento ilumina cualquier objeto dentro de su rango e imprime «la especie inteligible» en la «razón posible», actualizando así esta facultad con una forma definida. Los sentidos, y especialmente la imaginación, son las causas instrumentales eficientes en el proceso de aprendizaje, y proveen a la razón actuante con objetos a iluminar. La razón activa abstrae, de la imaginación compleja que se le presenta, la forma de la sustancia oculta a los sentidos y la imaginación. De esta manera la estructura de la cosa misma, la causa formal extrínseca, la especie impressa se alcanza. Pero esta misma especie existe también como causa formal intrínseca en la mente que entiende, aunque bajo otro modo de existencia: en la cosa, existe material e individualmente; en la mente, inmaterial y universalmente. Cuando la especie impressa se desarrolla y clarifica completamente en el intelecto posible por reflexión, se convierte en el concepto articulado, o especie expressa, por la cual el objeto significado es conocido. Así, el verdadero conocimiento es posible a través de la identidad formal, una relación que es peculiar a la mente. El conocimiento no tiene una causa material. ¿Cuál es su causa final? La causa final próxima es el conocer el ser lo más completamente posible. La causa final remota del conocimiento es lograr la felicidad humana por el dominio de la materia por la forma, o del hombre y su mundo por la razón práctica.

En su trabajo «Conocimiento y valor», quien escribe este informe intentó demostrar que la brusca separación entre conocimiento y valor, todavía muy común al menos en discusiones teóricas de epistemología y axiología, y de acuerdo a la cual el conocimiento es objetivo y la valoración subjetiva, es cuestionable en teoría y desastrosa en la práctica. Mucha confusión ha derivado de borrar distinciones necesarias en el proceso de valoración, el cual, como el conocimiento, tiene ambos aspectos subjetivos y objetivos. [35] No se puede razonablemente esperar que se establezca un mundo mejor, de entendimiento mutuo y cooperación cercana entre los pueblos, si no hay unos valores objetivamente válidos que comanden justificadamente la lealtad común de todos los hombres de recto pensamiento y de buena voluntad. El hombre es la más débil de las cañas, pero no es solo una caña pensante, es también una caña que se atreve a inclinarse ante valores que lo trascienden y así lo unen con todos los hombres.

El Profesor William Seifriz de la Universidad de Pennsylvania, en su trabajo sobre «Conocimiento y entendimiento», hizo un ruego elocuente por una mejor comprensión de, y una cooperación más cercana entre ciencia y religión, tan necesaria para una nueva sociedad, en que los prejuicios de raza, credo y color deben dejar camino a la tolerancia, respeto universal al hombre, y un nuevo y comunitario sentimiento de humana solidaridad. Porque ambos ciencia y religión, tan ricos en potencia, han ido por caminos separados y han concebido de forma estrecha sus tareas, han fracasado hasta ahora en dar la medida total de su posible contribución al bienestar material y espiritual del hombre. La verdad, la bondad y la belleza son en realidad una, y ambas iglesias y universidades deben juntas tratar de contribuir a su desarrollo y autoridad en la vida humana. Una iglesia que resiste el avance científico y una ciencia que desdeña los valores de la religión empobrecen la vida, cada una a su propia manera. Una religión que está iluminada por la ciencia y una ciencia que realmente conduce al entendimiento nos darán una nueva cultura y el nuevo mundo al que aspiramos.

El Congreso tuvo la fortuna de contar con la participación activa de Jacques Maritain a lo largo de todo el Congreso, a pesar de que estaba previsto que pronto saliera para París después de una ausencia de largos años. Junto con el Secretario de Asuntos Extranjeros haitiano, fue uno de los Presidentes de Honor del Congreso. Su sencillez, encanto personal, y pensamiento profundo hubieran en cualquier caso cautivado a su público, pero en un país francófono y culturalmente orientado hacia Francia, cuyos intelectuales habían aparentemente leído y re-leído sus libros, su presencia real durante todo el Congreso fue para los haitianos un evento de primera importancia. En cierto sentido, el era para ellos un símbolo de la Francia liberada; cuando hablaba, hablaba en nombre de Francia. Sus discursos en la apertura y la clausura del Congreso, así como su principal trabajo congresual, recibieron la máxima atención y causaron siempre una honda impresión en la audiencia.

La lengua francesa con todos sus recursos de sutileza y gracia sencilla se convierte en las manos de Jacques Maritain en un instrumento perfecto de expresión. En su discurso de apertura, oyentes norteamericanos habrían estado sin duda muy interesados y agradecidos por su generoso tributo a los intereses culturales y logros [36] del pueblo de los Estados Unidos, y especialmente a la ardiente seriedad de la juventud norteamericana al entrar en contacto con ella durante su prolongada estancia en este país. Entre otras cosas, dijo,

Nunca olvidaremos lo que los Estados Unidos e Inglaterra han hecho en un milagro de energía moral y física en la lucha común ... Todas las naciones de la tierra se han hecho conscientes de su solidaridad unas con otras... La gran cuestión para el pueblo, más fundamental y más grave que las cuestiones políticas y económicas mismas, será el adquirir una real inteligencia, una gran comprensión de los demás, comprender y respetar la psicología de esos otros pueblos con los que, juntos, forman una comunidad civilizada ... Estoy persuadido que los europeos que viajan a [Norte]américa y reportan sus impresiones en un libro nos dan una imagen muy falsa de la civilización [norte]americana. Mi amigo, Duhamel, escribió un libro absurdo y deplorable sobre esta cuestión. Los Estados Unidos es una cosa enteramente distinta que este país de maquinaria y tecnología, que la gente toma placer en describirnos. Los problemas humanos se manifiestan allí en toda su fuerza. En el campo de la educación, en particular, el gran debate sobre una educación liberal para todos y la restauración de las artes liberales, que se está llevando a cabo en universidades [norte]americanas con tanto fervor intelectual, me parece que es de un significado crucial para el futuro de la civilización occidental.

Su distinción entre tecnocracia y tecnología, rechazando la primera como tiránica, pero aceptando la segunda como necesaria para aligerar las cargas materiales del hombre, fue recibida con gran entusiasmo por un país que necesita la tecnología pero que rehúsa renunciar a su devoción a los asuntos del espíritu dentro del proceso de desarrollo industrial.

En su trabajo principal ante el Congreso, Jacques Maritain abordó el problema del conocimiento humano, resolviéndolo en los términos de su bien conocido análisis neotomista del conocimiento como exhibiendo los tres grados o etapas de la ciencia, la metafísica y la teología. El reino imperialista del positivismo, que comenzó con Descartes, quien negó la categoría de ciencia a la filosofía, y que continuó con Kant, quien negó a la metafísica el derecho a llamarse conocimiento, puede decirse que ahora ha terminado, gracias en gran parte a filósofos como Bergson, estudiantes del método científico con Meyerson, y científicos como Jeans, Eddington y Arthur Compton. La escuela del empirismo lógico ha contribuido notablemente, según Jacques Maritain, a la emancipación del hombre moderno de la tiranía del materialismo mecanicista y determinista, al resolver la ciencia en una cuidadosamente elaborada gramática de símbolos inter-relacionados, aunque erró en mantener que lo que no tiene sentido para el científico no tiene ningún sentido. Emile Meyerson vio, como no hizo la escuela de Viena, que la empresa misma de la ciencia no se puede tratar al modo positivista. Hay dos formas distintas de conocer el mundo: una, empírica, que conoce solo los fenómenos; [37] la otra, ontológica, en la que el conocimiento se une a la sabiduría y el ser es conocido en su misma esencia. La filosofía tiene su propio instrumento de conocimiento, a saber, la intuición abstraedora del intelecto. Ciertamente, no hay nada en el intelecto que no estuvo previamente en la experiencia de los sentidos, pero es la función y privilegio del intelecto el ver a través de una intuición intelectual que escapa a los sentidos. Hay todavía, por supuesto, un tercer nivel de conocimiento, a saber, la teología, cuyos datos vienen dados por la fe y que encuentra en la analogía su propio instrumento de conocimiento. Yerran pues los que se niegan a reconocer esta jerarquía de grados de conocimiento. Debemos poner fin al imperialismo metafísico, teológico o científico, y reconocer que la teología, la metafísica y la ciencia tienen cada una su propia esfera de autoridad, con fronteras que no deben ser infringidas.

En la última parte de su trabajo, Jacques Maritain presentó una exposición más directa de la teoría del conocimiento de Santo Tomás, mostrando, en mucho como hizo John Wild en su trabajo, como evitaba la subjetividad del idealismo y la pasividad de ciertas formas de realismo. En conocer somos pasivos o receptivos con respecto al objeto conocido, pero activos con respecto al proceso de llegar a conocer. Podemos llegar a conocer el objeto convirtiéndonos en él, no materialmente, pero inmaterialmente. El concepto que se forma en la mente humana no es la esencia, sino los medios de conocer, es decir, los medios para la identificación inmaterial del intelecto con lo inteligible. En conclusión, Jacques Maritain rechazó la idea, para él desastrosa en la historia de la humanidad, de que el conocimiento es poder. El conocimiento más bien apunta a la verdad, y es la verdad la que libera al hombre, y la devoción a ella en todos sus grados y el respeto a su sacralidad esencial, lo que traerá un renacimiento de la sociedad.

Limitaciones de espacio prohíben dar cuenta detallada de todos los excelentes trabajos que se ofrecieron en el curso de la semana. Algunas de las reuniones vespertinas, celebradas en el mayor teatro de Puerto Príncipe, frente a audiencias de alrededor de tres mil personas, fueron especialmente memorables, como, por ejemplo, la noche cuando Alfred Métraux del Instituto Smithsoniano habló sobre «Etnología y conocimiento», y cuando el distinguido joven poeta de Martinique, Aimé Césaire, graduado de la celebrada Ecole Normale Superieure francesa, presentó su concepción de la relación entre conocimiento y poesía. El Dr. Métraux demostró, contrario a la famosa tesis de Lévy-Bruhl, que la mentalidad de los pueblos primitivos no tiene una lógica peculiar, sino que comparte procesos lógicos con los pueblos más civilizados, diferenciándose solo en experiencia y en premisas fundamentales. El discurso de Aimé Césaire fue uno de los más brillantes del Congreso, [38] caracterizándose por ambos una elocuencia impetuosa y un agudo análisis de la contribuciones que la poesía puede hacer hoy en día a la felicidad y dignidad del hombre.

En una reunión vespertina similar, el Dr. Lhérison, dinámico organizador del Congreso, habló con gran fuerza y mucha documentación de su experiencia como médico de la relación entre la biología y el conocimiento, poniendo énfasis particular en la necesidad práctica de superar la malnutrición si el aprendizaje en las escuelas haitianas ha de tener éxito.

En exceso impresionante, igualmente, fue el brillante trabajo orado más que leído por el sabio haitiano, Lucien Hibbert, sobre «Conocimiento y Matemáticas». Un trabajo valioso sobre «Intuición y conocimiento matemático» fue presentado por el clérigo y científico haitiano, Dr. Hector Paultre. La ciencia, en general, estuvo afortunada en el número y calidad de los trabajos ofrecidos. Maestros franceses como el Profesor Jacques Hadamard del Colegio de Francia y el Profesor Lecomte du Noüy, aunque no presentes, prepararon y enviaron trabajos importantes.

Canadá estuvo bien representada por trabajos y comparecencias personales. De hecho, un día entero estuvo dedicado a la presentación y consideración de trabajos preparados por filósofos y científicos canadienses. La Universidad Católica de Laval en Montreal sola envió a dos representantes, presentes en persona, el Abad Dionne y el Abbad Parente, y contribuyó con cuatro trabajos en total.

Todas las sesiones fueron plenarias. Esto pronto estableció un esprit de corps entre los participantes que hubiera sido difícil de conseguir en un congreso mayor, donde por necesidad cuatro o más reuniones de sección ocurren al mismo tiempo. Requirió, sin embargo, una utilización cuidadosa del tiempo disponible durante el Congreso para leer todos los trabajos que se habían enviado. Las tardes se ocuparon con recepciones en la residencia del Ministro de Relaciones Exteriores y en el palacio episcopal del Arzobispo de Puerto Príncipe, y en varias embajadas, incluidas la nuestra, la británica y la francesa. Durante el día las reuniones tuvieron lugar en el Instituto Haitiano-Norteamericano, un centro cultural del tipo establecido y mantenido en todas las capitales de Latinoamérica, en parte por iniciativa local y en parte con la ayuda de la División de Cooperación Cultural de nuestro Departamento de Estado. Pronto se hizo evidente, sin embargo, que las reuniones vespertinas tenían que celebrarse en un auditorio mucho mayor y de acuerdo a esto se seleccionó el mayor teatro para este propósito. 

Se debe hacer referencia también a la excelente muestra de libros de filosofía publicados recientemente en los Estados Unidos y en Inglaterra. El autor tuvo el privilegio de inspeccionar muchas colecciones [39] de libros filosóficos en prácticamente todos los países de Latinoamérica tal como se encuentran en nuestros Institutos de Relaciones Culturales y en bibliotecas universitarias. En lo que respecta a filosofía reciente, la colección exhibida en el Instituto Haitiano-Norteamericano en Puerto Príncipe, preparada por la División de Cooperación Cultural del Departamento de Estado y presentada por nuestro embajador, Mr. Orme Wilson, fue con mucho la mejor que haya visto el autor hasta ahora. Crédito por la excelente selección de los libros exhibidos debe ir también al Comité de Bibliografía de nuestra Asociación, el cual preside el Profesor Ducasse, por haber preparado una cuidadosamente gradada lista de libros filosóficos recientes a petición de la Asociación [Norte]americana de Bibliotecas, de manera que los libros filosóficos enviados a Latinoamérica y otros sitios por nuestro gobierno y agencias privadas puedan ser más representativos de los mejores libros filosóficos recientes.

Al final de este significativo Congreso, tan admirablemente planificado pro el Dr. Camille Lhérison y sus asociados de la Sociedad Haitiana de Estudios Científicos, se votó unánimemente convocar el próximo Congreso Inter-americano en los Estados Unidos bajo los auspicios del la Asociación Filosófica [Norte]americana.

El Congreso llegó a su cierre con un brillante banquete, al que asistió el Presidente de la República Haitiana, y otros miembros importantes del gobierno haitiano, y los máximos representantes del cuerpo diplomático. El Presidente de la República, al agradecer en nombre del gobierno su participación a los delegados extranjeros, expresó el deseo de que Haití pueda ser capaz de contribuir a las Américas una cultura esencialmente haitiana, formada por la mezcla de elementos tomados de las culturas latina, anglo-sajona y, particularmente, la americana.

Cornelius Krusé
Wesleyan University

[ Traducido por Remigio Fernández Martín, octubre 2006 ]