Fernando Martínez Heredia
A cuarenta años de Pensamiento Crítico
Resumen. La revista cubana Pensamiento Crítico lanzó su primer número en febrero de 1967. Órgano del “grupo de la calle K” del Departamento de Filosofía y Letras (La Habana, Cuba) tuvo por principal objetivo aunar teoría y práctica en el análisis concreto de los problemas que enfrentaba la revolución cubana. En este escrito, Fernando Martínez Heredia selecciona un editorial del primer número de Pensamiento Crítico y un fragmento del discurso que ofreciera al recibir el Premio Nacional de Ciencias Sociales. Con esta síntesis, Martínez Heredia procura valorar la revista en aquello que juzga fue su principal aporte en el combate de las ideas para la revolución cubana. “Otro es su mundo y es ella misma”, sostiene Martínez Heredia. En su proceso contemporáneo, la revolución cubana relanzó su gran desafío anticapitalista una vez más en medio de una tremenda guerra cultural.
Fernando Martínez Heredia. Doctor en Derecho por la Universidad de La Habana. Profesor Titular Adjunto de la mencionada institución e investigador del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana “Juan Marinello”. Director de la revista teórica mensual Pensamiento Crítico (1967-1971) y miembro de los consejos editoriales de América Libre, Caminos, Debates Americanos y del Anuario de la Fondazione Che Guevara.
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El 22 de diciembre de 2007 se conmemoró en La Habana el 40º aniversario de la aparición de la revista cubana Pensamiento Crítico, en el Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello”. Durante casi cuatro horas, seis participantes de aquel empeño del pensamiento revolucionario de los años sesenta conversamos con más de cien personas, en su mayoría jóvenes deseosos de tomar posesión de toda la memoria del proceso cubano, para enfrentar con más posibilidades los desafíos del presente y del proyecto. A partir de la generosa iniciativa de Crítica y Emancipación, reproduzco aquí mi intervención inicial. Como puede comprenderse, no constituye un análisis general ni una valoración desde hoy de aquella revista y sus circunstancias, sino una información para abrir un intercambio, en una coyuntura cargada del interés y la emoción de un hecho largamente esperado.
Para brindarle al lector más elementos, agrego dos textos. Un documento de entonces, el breve editorial del primer número de Pensamiento Crítico, publicado en febrero de 1967, que expone claramente nuestra posición; y el fragmento referido a aquella publicación contenido en las palabras que leí al recibir el Premio Nacional de Ciencias Sociales{1}. En esas líneas valoro a la revista, lo que a mi juicio significó como parte de la sociedad cubana en revolución y su lugar en el combate de las ideas.
Marxismo y revolución{2}
Para mí no es nada fácil esta actividad, porque nunca hablo mucho de esto. Al inicio de 1966 fui uno de los fundadores del mensuario cultural El caimán barbudo, alianza fraternal entre el grupo al que pertenecía y algunos poetas, para tener un órgano de expresión propio. En 1996 me invitaron a una reunión con los fundadores, pero no me daban la palabra ᾰotros compañeros eran muy entusiastasᾰ, hasta que Guillermo Rodríguez Rivera dijo: “¿Por qué no dejan hablar a Fernando, que hasta ahora está callado?”. Entonces les dije: “Yo sé estar callado. Incluso he estado veinte años callado”. Lo cual no es una expresión poética, se corresponde con la realidad. Por eso les decía que no me es fácil.
No me haré el ingenuo diciendo que nosotros no sabíamos lo que estábamos haciendo. Sí sabíamos lo que hacíamos. Pero no creíamos que tuviera la importancia que tuvo. Cuando uno está metido en cuestiones de lucha, lo que hace es luchar. En enero pasado, con motivo del Premio Nacional de Ciencias Sociales, me preguntaron sobre la revista Pensamiento Crítico, y dije que no nos planteamos qué llegaría a ser, sino que la hacíamos.
La revista fue el órgano de uno de los grupos revolucionarios de aquellos años sesenta: “el grupo de la calle K”{3}. Saverio Tuttino, corresponsal de L’Unitá en La Habana, publicó un artículo en la principal revista cultural comunista del mundo de entonces, Rinascita, llamado “El caimán barbudo habla de filosofía”. Comenzaba así: “Muy cerca de los viejos muros de la Universidad de La Habana, pero convenientemente fuera de ellos, está el Departamento de Filosofía…”. Eso tampoco era una imagen. Formalmente éramos de la Universidad, pero realmente nuestra posición era independiente, porque era imprescindible. La revolución cubana no cabía, ni en sus realidades ni en sus necesidades, dentro de los marcos que existían para las revoluciones. Eso hacía que, en la práctica, fuera una herejía. Pero era necesario que fuera una herejía también en el pensamiento. Cuando ya funciona, el capitalismo siempre sigue funcionando; se autocorrige, incluso se alimenta de lo que un tiempo fueron rebeldías contra él, para renovar su hegemonía. El socialismo funciona de otra manera, específica; no es la continuación de una evolución del capitalismo. Eso lo tuvimos que aprender una y otra vez; después se nos ha olvidado, pero sigue siendo cierto. El socialismo parece monstruoso: es la pretensión de que la gente deje de regirse por el dinero, por el egoísmo, por el individualismo; pretende crear personas y relaciones sociales nuevas.
La revolución cubana realizaba unas prácticas extraordinarias, pero no tenía un pensamiento organizado, estructurado, que pudiera satisfacer aquella necesidad. La transición socialista ᾰque es como la llamo a esta época, porque el comunismo solo puede ser mundialᾰ no puede vivir si no es capaz de pensar lo que quiere hacer; planear, inclusive, algo de lo que quiere hacer, aun si después no le sale bien el planeamiento. Y sobre todo está obligada a inventar, crear, ser original: a no imitar. Eso era muy duro y difícil. El Che había emprendido una campaña muy radical en el Ministerio de Industrias y en el conjunto de su actividad, una conspiración dentro de la propia revolución. Su Sistema Presupuestario de Financiamiento era solo la punta de un iceberg. ¿Cómo hacer que el pensamiento de Cuba fuera idóneo para empujar a la revolución hacia adelante, para forzarla a revisarse ella misma, autocriticarse, renovarse, cambiarse, ser superior? Y a la vez, ¿cómo multiplicar las fuerzas con que contaba, que eran tan pequeñas comparadas con las fuerzas del imperialismo, o con las del capitalismo mundial y las capacidades que ejerce sobre cada persona?
De esas necesidades y desafíos nació Pensamiento Crítico. Es un punto nada más dentro de aquel momento. Afortunadamente, nos dimos cuenta de lo que debíamos hacer. Por eso dije al inicio que no éramos ingenuos. Muchos compañeros buenos no se dan cuenta de lo que tienen que hacer. Hacen lo que les dicen, lo que está por hacerse o lo que creen que es correcto. No está mal, pero así nunca se solucionan los problemas fundamentales. Al menos, nosotros comprendimos lo que era necesario y, como corresponde, tratamos de hacerlo. En alguna medida, no tan grande, lo logramos. Uno de los logros que precisábamos era el de multiplicar nuestra influencia y comunicación, porque esto no podía ser para un grupo. Me hace muy infeliz constatar cómo en la actualidad existen en Cuba elites formadas por personas profundas que saben mucho y abrigan buenas ideas e intuiciones, al mismo tiempo que existe una masa enorme de la población que consume productos culturales verdaderamente lamentables. Eso da lugar a una division profunda.
El primer paso que dimos no provino de nosotros, nos expandió súbitamente y nos marcó. A inicios de noviembre de 1965, Fidel Castro invito a nuestro grupo a acompañarlo en una subida de universitarios al Pico Turquino. La noche del 7 de diciembre visitó la calle K y nos habló de una tarea urgente, indispensable para el país: producir libros de calidad en Cuba, tomados de donde existieran, que sirvieran para el salto gigantesco que había que dar en educación y conocimiento. Fidel nos dio la tarea de materializar ese salto, y la asumimos con una enorme disposición y conciencia, que era casi lo único con que contábamos para hacerlo. El Departamento entero trabajo día y noche, sin dejar de realizar ninguna de las labores que ya hacíamos; en la propia casa de K 507 pusimos las “oficinas”, y el primer almacén. Así nació Edición Revolucionaria, que a inicios de septiembre de 1966 se convirtió en el Instituto del Libro de Cuba. En aquellos anos “fusilamos” los derechos de autor de un gran número de libros extranjeros que publicamos. Es decir, no les pagábamos nada. Ahora se estima que los derechos de autor son una de las cuestiones fundamentales del capitalismo actual, y numerosos especialistas estudian ese tema. Nosotros los fusilamos, sencillamente, y no pasó nada. Entre otras cosas, porque nadie tenía ninguna soberanía sobre nosotros. Algún provecho le sacamos a ser un pequeño país libre. Buscamos lo más reciente de las ciencias y lo publicamos en Cuba. Los alumnos y los profesores cubanos dieron un salto tremendo en sus posibilidades y conocimientos.
Con El caimán barbudo tuvimos la rotativa de un diario para salir una vez al mes, con tiradas grandes. Pero Pensamiento Crítico fue un paso decisivo. Lo que nos planteamos entonces fue: “Vamos a hacer una revista ‘seria’, más grandota, que influya de otro modo”. A fines de 1966 organizamos y comenzamos aquel trabajo. El primer título que pensamos era muy desabrido: Revista de Revistas ᾰpor suerte no se llamó así. Respondía a la idea de una revista para publicar lo más interesante que encontráramos por ahí, propósito que fue superado muy rápidamente. Discutíamos mucho. Pensamiento Crítico fue un nombre mucho más feliz, porque atañía a las cuestiones fundamentales: al pensamiento y la crítica. No es que fuéramos brillantes. Nos alivió tener al fin un título porque sucede que después la gente se acostumbra a ver el logo…; sin embargo, lo que dio fuerza a ese título fue lo que se hizo.
Del primer número se editaron cuatro mil ejemplares. A partir del segundo pasamos a seis mil, y desde el número cinco a diez mil. Rápidamente subimos a quince mil ejemplares mensuales, que no es poco, y en esa cifra nos mantuvimos hasta el final. A la librería “Lalo Carrasco”, del Hotel Habana Libre, le enviábamos una gran cantidad, y se acababa en 24 horas. Nuestra tirada se agotaba. Hoy nadie tira esas cantidades; Temas y Casa de las Américas tenían un tiraje de tres mil, Casa igual. Asumimos directamente la mayor parte de la distribución para lograr que esta fuera eficiente; aunque el sistema de distribución de entonces, con muy pocos trabajadores, era más eficaz que el que vino después. Cuando creamos Edición Revolucionaria se llevaban a cabo esas tareas con solo cuatro personas. No los abrumaré con el sistema de distribución de la revista, por lugares, en librerías, por suscripciones. Teníamos también distribución legal e ilegal en América Latina. Por ejemplo, en Colombia era legal, a pesar de la guerrilla y la represión; en Uruguay era ilegal, porque aunque era una democracia la quemaban en la propia Casilla del Correo Central. En Cuba se vendía al público en La Habana y en varios puntos seleccionados del país, como las universidades de Oriente y Las Villas y algunas ciudades; en el resto de Cuba no la vendíamos, para evitar perder ejemplares por mecanicismos en la distribución. Pero aceptábamos toda solicitud de suscripción que no fuera de La Habana, lo que les permitía suscribirse a las cubanas y cubanos “del interior”.
Con Pensamiento Crítico nuestro grupo hizo realidad su propósito de comunicarse muy ampliamente. ¿Qué comunicábamos? Nuestra idea era presentar los principales problemas del pensamiento en relación con los de la práctica. Por ello, el tema de los movimientos revolucionarios fue una línea principal de la revista. Los tres primeros números se dedicaron a los movimientos revolucionarios de América Latina, África y Asia. Esa línea se mantuvo siempre. Por cierto, el diseño gráfico de la revista ᾰen portadas e interioresᾰ fue de vanguardia y desempeñó papeles sumamente importantes; valdría la pena dedicarle un intercambio a ese aspecto. Aquí estamos proyectando al menos un grupo de portadas, para dar una idea; la última que vimos expresaba, en su lenguaje pop, la identidad y decisión de combatir de un guerrillero palestino.
El primer número se iniciaba con un texto de sociología de Camilo Torres Restrepo{4}: “La violencia y los cambios sociales”. El segundo artículo, “La revolución verdadera, la violencia y el fatalismo geopolítico”, era del venezolano Fabricio Ojeda{5}, comandante guerrillero del frente Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, asesinado en julio de 1966. El tercer autor firmó con un seudónimo, Américo Pumaruna. En realidad, era el peruano Ricardo Letts Colmenares, de la dirección de Vanguardia Revolucionaria, un compañero que aún vive, que analizaba los movimientos insurreccionales recientes de su país. Lo precedía una Nota de la Redacción muy dura, contra su posición, argumentos y criterios generales sobre la lucha armada, a los que nos oponíamos. Pero lo publicamos, y ocupa la tercera parte del número. Porque si nada más existe lo que pensamos nosotros, estamos perdidos. Entre otras cosas, porque es mentira que siempre se tenga toda la razón. El cuarto era un análisis de gran calidad, del guatemalteco comunista Julio del Valle ᾰno era su nombre verdadero, lo mataron despuésᾰ, acerca de la tendencia conservadora de su partido, contra la vía armada y socialista de la revolución guatemalteca.
Dedique algún detalle a este número en particular porque fue nuestro primer número. De inmediato comenzamos con otro género que también era fundamental: la teoría. Especialmente, el pensamiento social, aunque no solamente. En el segundo número, dos autores debatían acerca de si el arte es o no una forma de conocimiento. Y en un tercer artículo se explicaba quién era Antonio Gramsci. Sin ser una revista teórica ᾰcalificativo que se le ha aplicadoᾰ, Pensamiento Crítico publicó un gran número de textos teóricos; varias veces ocuparon y fueron el tema de la sección principal, pero en la mayoría de los números apareció alguno. Siempre fueron seleccionados con el ánimo de cubrir los campos de pensamiento y ciencias sociales desde una concepción crítica, ayudar al desarrollo del marxismo y satisfacer la necesidad de formación teórica que era tan sentida entonces.
Otra dirección que consideramos imprescindible eran las investigaciones acerca de las estructuras, el sistema de dominación, las clases sociales y otros temas importantes de América Latina. El continente se estaba pensando a sí mismo, y la revista participó de lleno en esa aventura intelectual. Si revisan la colección encontrarán una multitud de textos de los más disímiles asuntos y especialidades, desde diferentes perspectivas. Cierto número de las tesis principales que se manejaron en aquella época llegaron a un público amplio a través de Pensamiento Crítico. Junto a los contingentes de luchadores que conocimos ᾰcon varios de ellos entablamos relaciones entrañablesᾰ, teníamos muy activas y cálidas relaciones con los estudiosos que estaban produciendo un salto en el conocimiento del continente y en los instrumentos de ciencia social desde América Latina y mantenían un compromiso real con la causa revolucionaria.
Le dedicamos un gran espacio a la historia del pensamiento cubano, desde una posición forzosamente hereje. En “el grupo de la calle K” nos planteamos que era ineludible abordar y comprender la historia de Cuba según las luchas de clases. No fue porque estuviéramos empachados de “marxismo-leninismo”. No hay nada más lejano a ese supuesto marxismo-leninismo que las luchas de clases. Durante los casi cinco años que duró la revista, publicamos gran número de textos de pensadores cubanos revolucionarios, documentos, fragmentos de entrevistas, presentaciones y editoriales de la revista y trabajos de investigadores. Uno de estos podría haber impulsado una línea de trabajo de historia: “La revolución pospuesta” de Ramón de Armas. Una de sus tesis debió esperar casi treinta años por un segundo libro que la continuara y profundizara{6}. La tesis de Ramón era que mientras los cubanos iban ganando aquella guerra, iban perdiendo su revolución. El Centro de Estudios Martianos honró esa obra hace algunos años con una nueva edición del texto original que apareció en Pensamiento Crítico. El número más extenso de la revista ᾰel 39, con 432 páginasᾰ, dedicado íntegramente a la Revolución del ‘30, fue fruto de un trabajo descomunal que aportó mucho acerca de la menos conocida de las revoluciones cubanas; su carácter polémico acarreó consecuencias trascendentes.
No seguiré detallando porque haría muy larga esta exposición. Lo cierto es que emprendimos una tarea tremenda. Un tiempo atrás encontré uno de esos escritos en que de manera sintética alguien da cuenta de lo que se está haciendo; era acerca de la revista, y me impresiono. Pensamiento Crítico se convirtió pronto en un complejo de actividades. La básica era sacar una revista mensual de 224 páginas, velando por la buena selección y la calidad de los trabajos. Los problemas de fabricarla llegaban a ser angustiosos. Entonces todo era en impresión directa, lo que quiere decir con plomos, galeras, planas, grabados sobre madera. Para ustedes lo anticuado es el offset. Yo tuve que aprender inclusive que un operario puede componer en plomos en doce minutos una galera de medida 20 ᾰes esta que ven aquíᾰ, que equivale a dos páginas y media de la revista. Esto era para evitar que los compañeros de la fábrica me engañaran al fijar los días que necesitaban para producirla, algo que ellos intentaban para cubrirse respecto a los problemas que confrontaban por falta de papel, de tinta, apagones, roturas de las maquinas, que eran muy viejas. Recuerdo que había linotipos de 1916. La gran escasez de material y la inexperiencia eran casi nuestro distintivo.
Otro aspecto era crear y mantener la infraestructura. Nos donaron enseres y materiales. Incluso algunos compañeros revolucionarios sustrajeron equipos de sus centros de trabajos para que pudiéramos tenerlos en la revista. Es decir, hicieron algo feo, pero por una buena causa. Hacíamos acuerdos de traducción con los mejores traductores que encontrábamos, tratando de pagarles lo menos posible. Con trabajo voluntario se hizo prácticamente todo. Solo había dos o tres trabajadores pagados: una secretaria, el diseñador, y por tiempos, un auxiliar. Todas las demás tareas y responsabilidades eran voluntarias, no pagadas. Del pequeño equipo del Consejo de la revista, José Bell Lara, Aurelio Alonso y yo somos los sobrevivientes de los que estuvimos desde el principio hasta el final. Nunca olvidaremos a Mireya Crespo, de “el grupo de la calle K”, infatigable trabajadora entregada a las tareas de la revista, que formó parte del Consejo en los diez últimos números. Jacinto Valdés Dapena trabajó en la revista unos tres años. También miembro de “el grupo de la calle K”, Jacinto fue muy laborioso y responsable y sigue teniendo una vida muy activa como investigador muy distinguido. Entre otras tareas, Jacinto llevaba el canje con 92 publicaciones extranjeras, creo recordar que al final eran 103. Esto ampliaba nuestra influencia, nos daba acceso a una gran masa de información y servía de varias maneras a la calidad de la publicación.
La búsqueda, lectura, discusión y selección de artículos involucraba una masa inmensa de textos, de la que sólo una fracción se publicaría. La fatigosa revisión de las galeras y planas, y cualquier otra tarea ᾰy eran de muchos tiposᾰ, todo se hacía con trabajo voluntario. La mayoría del trabajo lo hicieron compañeras y compañeros del Departamento de Filosofía, como Delia Luisa López y Marta Núñez. Pero mejor es no mencionar nombres, para no olvidar a tantos que trabajaron tanto. Claro que a todos beneficiaba leer y valorar aquella masa de trabajo intelectual, conversar con visitantes o escucharlos, tener vivencias más allá de los libros, pero todo era en tiempo extra respecto al cumulo de labores y exigencias del Departamento, las dificultades cotidianas y las demandas que la vida les hacía a aquel grupo de jóvenes. En cuanto a derechos, en cinco años sólo le pagamos a un autor, un amigo latino escaso de fondos.
Hacer de Pensamiento Crítico un centro de trabajo que participara en la actividad internacional de la revolución fue una tarea muy grande. Atendimos a centenares de extranjeros, uno a uno y de manera organizada, por una vez o dándole continuidad a la relación, y al hacerlo combinamos nuestros intereses intelectuales con objetivos de órganos estatales o partidarios cubanos. En coordinación unas veces con el Departamento de Filosofía, pero la mayor parte como actividad de la revista. La mayoría de esos extranjeros eran intelectuales, otros se dedicaban a otras tareas. Mantuvimos relaciones con personas e instituciones cuyo trabajo era destacado e influyente, como New Left Review, del Reino Unido, Monthly Review, de Estados Unidos, los comunistas italianos ᾰque tenían varias publicaciones de buena calidadᾰ, Les Temps Modernes, de Francia, un número enorme de publicaciones latinoamericanas, desde Punto Final de Chile hasta muchas que eran pequeñas y muy poco conocidas. Confeccionamos un amplio fichero de publicaciones extranjeras, y otro de personalidades, realmente más pobre.
En la medida en que nos era posible, colaborábamos con actividades nacionales desde nuestra especificidad. Como Pensamiento Crítico se hizo tan conocida, teníamos acceso más fácil a eventos y otros acontecimientos intelectuales, y ello ampliaba nuestra esfera de influencia ideológica y cultural en Cuba. También fue así en medida apreciable en América Latina, y en menor medida en otros lugares.
Pensamiento Crítico tenía una política editorial. Ella estaba lejos de ser perfecta, pero siempre sabíamos lo que queríamos. Discutíamos a fondo y de manera organizada cada tema principal de un número y la mayor parte de los artículos, y debatíamos y llegábamos a acuerdo sobre los problemas que, a nuestro juicio, lo merecían. Igual sucedía con el diseño y la ejecución de las tareas tan diversas de la publicación. Teníamos normas y reglas para las operaciones, hacíamos planes y tratábamos de cumplirlos.
En aquellos cinco años, Pensamiento Crítico fue una dedicación principal de mi vida, aunque de ningún modo la única. Me acostumbre a dormir poco y a ser sistemático. Aunque casi no lo expresaba, viví esa etapa con tanta entrega y pasión que no me es difícil rememorarla.
Pensamiento Crítico{7}
Hoy todas las fuerzas sociales de nuestro país están en tensión creadora; lo exige la profundización y la magnitud de las metas de la revolución. Contribuir a la incorporación plena de la investigación científica de los problemas sociales a esa revolución es el propósito de esta publicación.
Nuestro punto de partida: por una parte, que las teorías surgen o se desarrollan en el análisis de las situaciones concretas; por otra, que la formación teórica es indispensable a los investigadores. De acuerdo a ello, intentaremos informar sobre las problemáticas actuales y las opiniones que sobre ellas existen, a través de artículos inéditos de cubanos y extranjeros, y de la reproducción de artículos seleccionados de las ms diversas publicaciones del mundo.
En este primer número presentamos, en su aspecto latinoamericano, el problema crucial de nuestro tiempo: la lucha tricontinental antiimperialista, que se propone, en Vietnam, Guinea o Venezuela, conquistar para los pueblos la dignidad humana, sin la cual el propio oficio intelectual no tendría posibilidad ni sentido. Los nombres de algunos autores ᾰCamilo Torres, Fabricio Ojedaᾰ nos recuerdan que no es la crítica la gran transformadora, sino la revolución.
Opinamos que el intelectual revolucionario es, ante todo, un revolucionario a secas, por su posición ante la vida; después, aquel que crea o divulga según su pasión y su comprensión de la especificidad y el poder transformador de la función intelectual. Si la primera condición existe, le será fácil coincidir con la necesidad social. Con arreglo a esta opinión trabajaremos.
Los jóvenes de la calle K{8}
El grupo de jóvenes al que pertenecía, “el grupo de la calle K”, tomó muy en serio la tarea intelectual que emprendió. El presidente de la república, Osvaldo Dorticós, nos había reclamado en 1964 que incendiáramos el océano, aunque, decía, no se sepa cómo hacerlo. Enseguida aprendimos que para esos menesteres hay que andar con fuego. Recordaré solamente a la revista Pensamiento Crítico, porque en estos mismos días se cumplen cuarenta años de la aparición de su primer número.
Nosotros la hacíamos, no nos preguntábamos qué era. Recuerdo con cariño a todos los que trabajaron en la revista, a los que colaboraron con ella, a tanta gente tan valiosa de América Latina para las cuales Pensamiento Crítico fue un arma en aquel tiempo de armas, a compañeros de Estados Unidos y otros lugares del mundo. Pero como aquella publicación trascendió, y no ha sido olvidada, me permito leer algo de lo que le dije a Julio César Guanche cuando me preguntó, a nombre de mi entrañable La Jiribilla, acerca de Pensamiento Crítico:
Una de las ventajas de la revista fue la de deberse a la revolución, pero sin convertirse en una oficina determinada de una instancia específica. Eso le daba la posibilidad de expresarse como revolucionaria, pero sin otra sujeción que la del compromiso libre y abiertamente asumido con la revolución. Opino hasta hoy que sin esa condición el pensamiento revolucionario no logra aportar, y no puede satisfacer por tanto la necesidad inexorable de pensamiento que tiene la política revolucionaria. La revista era polémica, y más de una vez sumamente polémica. De no ser así, no hubiera valido la pena.
Fue un hecho intelectual protagonizado por jóvenes de la nueva revolución, que tenía como contenido los problemas principales de su tiempo, desde una militancia revolucionaria del trabajo intelectual. Combatió con ideas, con la elección de sus temas y con la presentación de hechos, problemas e interrogantes que las estructuras de dominación suelen ocultar o deformar, sin temor a la crítica de las ideas y del propio movimiento al que entregábamos nuestras vidas, en busca de la creación de un futuro de liberaciones y bienandanzas. Pensó por ser militante, no a pesar de serlo, y fue una de las escuelas de ese ejercicio indeclinable. Contribuyó a la formación de numerosos revolucionarios y su práctica significó un pequeño paso hacia adelante en la difícil construcción de una nueva cultura. Creo que hizo reales contribuciones al pensamiento y las ciencias sociales cubanos, en varias direcciones y sentidos, pero me parece mejor que sean otros los que entren a valorarlas. En aquellos tiempos, entre todos los involucrados conseguimos hacer retroceder la colonización mental. Pensamiento Crítico fue uno más entre los escenarios de aquel combate de ideas.
Participar en esa aventura del pensamiento fue un gran premio. Es cierto que no ganamos, que terminamos mal, pero no fuimos derrotados. Por dos razones. Si uno no se rinde nunca, si no se amarga ni se torna una pieza de museo, conserva intacta su humanidad y puede servir más. Eso he tratado de hacer en todos estos años, tanto en Cuba como en mi patria grande, América Latina, en tareas intelectuales y en otras prácticas. Sin embargo, la segunda razón es la decisiva. La revolución cubana no se secó, como otros procesos que encontraron sus límites y se enredaron trágicamente en ellos. Sobre estas décadas de su proceso contemporáneo he escrito cientos de páginas y he hablado muchas horas, no intentaré repetirme aquí. Viva en sus contradicciones, la revolución relanzó el gran desafío en 1985-1992, y demostró su justicia y su fuerza en el peor escenario de crisis económica e internacional posible. Otro es su mundo y es ella misma, a la vez, en estos últimos años en que reafirma su carácter anticapitalista después de importantes cambios y en medio de una tremenda guerra cultural.
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{1} El Premio Nacional de Ciencias Sociales le fue otorgado a Fernando Martínez Heredia en el marco de la Feria del Libro de la Habana (La Cabaña, 10 de febrero de 2007).
{2} Intervención en la Mesa de Debate “Marxismo y revolución a 40 años de la fundación de la revista Pensamiento Crítico”. Actividad convocada por el Instituto “Juan Marinello”, la Catedra “Antonio Gramsci”, la Casa de las Américas, la revista Temas y el Taller “Revolución Bolchevique, historia de la URSS y Cuba. Análisis crítico socialista desde el siglo XXI”.
{3} El “grupo de la calle K” del Departamento de Filosofía estaba en la calle K 507, en El Vedado.
{4} Camilo Torres Restrepo (1929-1966) fue un sacerdote católico colombiano, predecesor de la Teología de la Liberación y miembro del grupo guerrillero Ejército de Liberación Nacional (ELN).
{5} Fabricio Ojeda (1929-1966) fue político y periodista venezolano. Reportero del periódico El Nacional desde los tiempos del régimen de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958). Fue jefe de la “Junta Patriótica” en la clandestinidad, organización que derrocó la dictadura perezjimenista, el 23 de enero de 1958.
{6} En referencia al texto de Ibrahim Hidalgo de Paz, Cuba 1895-1898. Contradicciones y disoluciones.
{7} Editorial del primer número de la revista, febrero de 1967.
{8} Fragmento del discurso pronunciado por Fernando Martínez Heredia al recibir el Premio Nacional de Ciencias Sociales, La Habana, 2007.