Filosofía en español 
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Mario Espinosa

Conversación con Julio Barrenechea


A su paso por París, adonde vino a un Congreso Internacional de Intelectuales que tenía por finalidad estudiar la situación de los judíos en la Unión Soviética, antes de pasar a Israel, tuvimos la ocasión de charlar un buen rato con Julio Barrenechea.

Julio Barrenechea es una de las personalidades más interesantes de Hispanoamérica. Nacido el 13 de marzo de 1910 en Santiago de Chile, comenzó a actuar en la vida pública de su país como presidente de la Federación de Estudiantes, siendo alumno de la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile (1928-1931). Entonces encabezó el movimiento universitario que determinó la caída del único gobierno que ha pretendido ser dictatorial en Chile. Después fue miembro del Parlamento (1937-1945). Al finalizar su actuación parlamentaria, se vio designado Embajador en Colombia; a este cargo renunció en 1952, por su actitud intransigente ante la necesidad del Derecho de Asilo, desconocido en ese momento por el Presidente de Chile. (Exigió éste al Embajador en Colombia que no concediera asilo al guerrillero Saúl Fajardo, lo que motivó la inmediata renuncia de Barrenechea y la muerte de Fajardo a manos de los secuaces de Laureano Gómez.) Más tarde fundó en su país el Partido Nacional, que unido con otras fuerzas constituye actualmente el Partido Democrático Nacional, de fuerte representación parlamentaria.

Como hombre de letras, Julio Barrenechea ha realizado una labor igualmente vasta. En 1930 publicó el libro de poemas titulado Mitin de las mariposas; en 1935, Espejo del sueño; en 1942, Rumor del mundo; en 1945, Mi ciudad; en 1946, El Libro del amor; en 1949, Vida del poeta; en 1954, Diario morir; y en 1957, Poesía Completa. A esta amplia labor habría que añadir numerosos artículos y conferencias en casi todos los países de Hispanoamérica.

Julio Barrenechea fue elegido miembro de la Academia Chilena de la Lengua (correspondiente de la Real Academia Española) en junio de 1959. Y en septiembre de 1960 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura de su país, como galardón a «una vida consagrada a la literatura».

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¿Como definiría usted, de la manera más simple, su personalidad de político y hombre de letras?

Para mí nunca han sido antagónicas ni contradictorias estas dos disciplinas. Estimo que la una como expresión íntima del ser y la otra como expresión pública del ciudadano, se conjugan y armonizan en el hombre contemporáneo, que tiene conciencia de su época y de su responsabilidad. La poesía me empujó hacia la oratoria lírica y ésta me situó en el terreno de la política, inicialmente dentro del campo universitario.

¿A quiénes llamaría «maestros» de la literatura hispanoamericana y por qué?

Dentro de mi especialización poética, en primer lugar, a Góngora; luego, a Darío. Y, entre los contemporáneos, vivos o muertos, a Juan Ramón Jiménez, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Lo digo esto último a pesar de que con Neruda somos enemigos íntimos. Los considero fundamentalmente los grandes renovadores del lenguaje, y el eco de todos ellos está destinado a escucharse a través de los siglos.

¿Cree usted que son útiles las Academias?

Vengo de un Congreso de Academias, celebrado en el mes de agosto último, en Bogotá. Y objetivamente, dicha reunión me demostró por sus resultados la utilidad de la existencia de estas corporaciones. La reunión de Bogotá excedió justamente lo que podríamos llamar «los límites lexicográficos». Determinó una convivencia, un mutuo conocimiento y un intercambio interesante de ideas imposibles de ser sustraídas a las urgencias de la hora actual. Allí se hizo una afirmación de paz a iniciativa del ex presidente de México, Sr. Alemán. Se acordó ir a la supresión en el Diccionario de la Real Academia de todos los términos peyorativos para pueblos como el israelita, y se acordó la creación del Premio Literario «Cervantes», que ha de significar para el mundo hispanoamericano la existencia de un Premio Nóbel propio.

¿En qué circunstancias y por qué le dieron –según su visión de las instituciones de su país– el Premio Nacional de Literatura?

Lo único que puedo decir es que, en esta ocasión, los comunistas hicieron del Premio Nacional una cuestión política y realizaron ellos y sus instrumentos una acción enconada con la finalidad de impedir de todas maneras que fuera yo el agraciado con esta importante recompensa. Vi con satisfacción que el Jurado no se dejó influir por esta campaña tendenciosa y que prevaleció en él un juicio literario con el cual sólo me corresponde alegrarme y estar extraordinariamente reconocido. Estimo, además, que el Premio Nacional de Literatura no es propiamente un concurso, sino la selección de un nombre entre varios que tienen la calidad suficiente para obtenerlo. La elección del mío no es sino una cuestión de «turno».

¿Le inquieta el porvenir político de Chile y de Hispanoamérica en general? ¿Cómo y por qué?

No hay duda de que me inquieta, lo cual no quiere decir que me atemorice. Por el contrario, soy absolutamente optimista con respecto a dicho porvenir, que de ninguna manera puede ser desligado del futuro del mundo. Soy un creyente de la paz y creo que América Latina entra en un capítulo de vigoroso desarrollo de sus posibilidades potenciales, que, de acuerdo con ello, constituye una extraordinaria reserva para ser una abundante despensa o bodega de la humanidad contemporánea. Además, los adjetivos problemas limítrofes subsistentes tienden honradamente hacia una solución pacífica, la democracia se consolida y se perfecciona avanzando en su contenido económico y hay demostraciones evidentes de una orientación hacia un real y efectivo desarme.

En Hispanoamérica, ¿el nacionalismo es una virtud o un defecto?

Puede ser lo uno y lo otro, según como se maneje y según qué intereses sirva. El nacionalismo explotado por la Unión Soviética o por la China roja en contra de los Estados Unidos es un defecto. Pero el nacionalismo destinado a afianzar legítimamente el carácter de un país y su independencia económica en un trato decoroso y de entendimiento equitativo con el vecino del norte es una virtud.

Si usted tuviera influencia en Washington, ¿qué consejo daría al Departamento de Estado en relación con la América morena?

Hacer en el menor tiempo posible todo lo que ha dejado de hacer en mucho tiempo. O sea, definir una política de cooperación económica en que se comprenda que América Latina es un socio que debe fortalecerse y no un subalterno que debe vivir en la debilidad.

¿Cree posible la unidad cultural, económica y política de América Latina?

La unidad cultural la considero, más que posible, necesaria, y justamente lucho por esa integración. La unidad económica es el tema de mayor actualidad y creo que afortunadamente está en un desarrollo positivo hacia felices resultados. En cuanto a la unidad política, me parece la más difícil, aunque es necesario mantener este ideal como un motor que anime nuestros pasos. Pero para este último objetivo hay que considerar que nuestros países han llegado a crear realidades muy diferentes que, incluso, los hacen vivir en épocas distintas.

¿Cuál ha sido el norteamericano que mejor ha comprendido Hispanoamérica?

A mi juicio ha sido el ex embajador en Chile y en España Mr. Claude G. Bowers quien, a pesar de no haber hablado jamás el castellano –por lo menos en público–, penetró profundamente en el alma hispanoamericana y fue un anticipado e irrestricto partidario de la cooperación económica de Norteamérica para el desarrollo de estos países. Siempre debemos agradecer al señor Bowers el libro que escribió sobre Chile, que pasa los límites del estudio frío y objetivo para llegar incluso a la exaltación y al elogio.

¿Cuáles han sido las tres más grandes aberraciones políticas de la América situada al sur del Río Grande?

El gobierno de Pérez Jiménez en Venezuela; el gobierno de Trujillo en la República Dominicana y el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán en Colombia. Creo que, afortunadamente, la situación que producía hechos tan lamentables se encuentra en franca vía de superación. ¡Qué diferente ha sido asistir al encuentro de dos mentalidades claras, libérrimas y democráticas como son Alberto Lleras y Rómulo Betancourt poco tiempo después del encuentro de los dos galoneados dictadores que fueron Rojas Pinilla y Pérez Jiménez! La última conferencia de Cancilleres de la OEA de Costa Rica, expulsando a Trujillo, afianza la democracia política continental, y la reciente reunión de los 21, en Bogotá, es un paso firme hacia el desarrollo y la complementación económica continental.

¿Considera posible o conveniente una reforma agraria en Chile? ¿Por qué y cómo?

La considero absolutamente indispensable, pero de ninguna manera con el sentido catastrófico que la propaganda demagógica ha tratado de introducir en la conciencia de las masas. No se trata de realizar una usurpación de tierras para verificar una redistribución antieconómica, sino de definir una aplicación de la técnica al agro considerando y armonizando los factores de la producción en forma tal que la tierra pueda entregar su mejor rendimiento y, por lo tanto, la posibilidad real y necesaria de la humanización de la vida de los trabajadores del campo y con ello la estabilización social que este mejoramiento significa. En el caso de Chile, no hay necesidad de quitarle ni una sola pulgada de tierra a nadie, pero sí hay urgencia de hacer producir toda la tierra cultivable; y en cuanto a la necesidad de radicar nuevos propietarios agrícolas, el país dispone de territorios fiscales más que suficientes para satisfacer las necesidades de tierras de una población todavía mucho mayor que la actual. A propósito: en estos mismos momentos ha comenzado a funcionar en Colombia una ejemplarizadora Comisión Nacional de Reforma Agraria a la cual concurren nombrados por decreto los más dispares elementos. De allí surgirá necesariamente una solución de conjunto que, no hay duda, rendirá provechosos frutos para la producción organizada de ese país en potencia tan económicamente fuerte. El gobierno de Rómulo Betancourt, en Venezuela, realiza también, y sin demagogia, una estimable y positiva reforma de esta naturaleza. Y en cuanto a la reforma agraria, con un simple sentido de reparto, bástenos recordar el caso de México, en que circunstancias determinantes muy explicables en el momento histórico de ese país condujeron a una reforma violenta y antitécnica. Actualmente se ha llegado a una situación en que el propio latifundio ha reaparecido en la realidad, cuando ha sido económicamente necesario para cierto tipo de producción. El simple reparto inorgánico, sin los elementos de trabajo ni el avío del año agrícola, ni el plan concertado de producción sólo significan entregar a seres desamparados el derecho para arañar una tierra que creen propia.

¿Cree usted que Hispanoamérica se caracteriza por su neutralidad ante la guerra fría?

Creo que, si no se caracteriza, debiera caracterizarse. La tensión mundial de ninguna manera la resuelve en estos momentos América Latina, pero tampoco puede cometerse la aberración de creer que servir a la neutralidad debe significar servir el interés de la Unión Soviética. Y tampoco la neutralidad frente a la guerra fría puede significar la confianza absoluta de los Estados Unidos en que estos países deban acompañar de todas maneras sus movimientos en calidad de simples y desconsiderados satélites. El peligro de aprender a ser satélite es que, en cualquier momento, se puede ser satélite de cualquier cosa. Y qué grave es, para los propios Estados Unidos, que un país al cual ha contribuido a educar como satélite se le vuelque sobre la órbita de su principal contendiente mundial.

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La conversación se prolongó aún sobre diferentes temas. Pero creemos haber ofrecido a nuestros lectores lo más interesante de las diversas opiniones vertidas por ese gran poeta que es Julio Barrenechea, quien jamás eludió ninguna de nuestras preguntas, contestando a todas lisa y claramente, como corresponde a un espíritu tan alerta y esclarecido cual es el suyo.

Mario Espinosa

 
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Mario Espinosa es un joven periodista chileno, colaborador de diversos diarios sudamericanos, que en la actualidad reside en París. [43:127]