Juan Bosch
Países pobres del mundo…
Europa está recuperando a pasos de gigante la posición que mantuvo durante siglos y que fue perdiendo por grados en el transcurso de este siglo. Pero al ocupar de nuevo el lugar que había perdido, Europa arrastra consigo a un Continente subdesarrollado, el último de los continentes colonizados por los europeos es decir, África. Y esto significa algo no previsto para América Latina.
Nosotros, los latinoamericanos, fuimos desde el primer día de la Colonia, que fue el siguiente al postrero de la Conquista, un mundo de proveedores de materias primas y productos tropicales. Pero fuimos –y somos– además un mundo de malgastadores, de manirrotos, de «parvenus». Todo lo que pudimos acumular como proveedores de materias primas para Europa, primero, y para los Estados Unidos después, lo derrochamos de una manera lastimosa. Desde hace algunos años hemos agregado al derroche la sustracción más descarada y criminal de los ahorros de nuestros pueblos, el robo más despiadado del capital líquido, el capital de trabajo de nuestros pueblos; y miles de latinoamericanos se llevan a los bancos suizos ese dinero robado.
Así, los ahorros de veinte países, que debieron servir para nuestra industrialización, sirven ahora a la expansión industrial europea. Y esa expansión está haciéndose, cada vez más, con materias primas procedentes de África; y el comercio de los frutos tropicales que hace Europa está haciéndose también, coda vez más, con África.
África, pues, aparece hoy como la competidora, en Europa, de América Latina, a pesar de que si América Latina hubiera desarrollado sus economías nacionales con los ahorros que se derrocharon o le fueron sustraídos, nuestro Nuevo Mundo tendría mercado suficiente para su propia producción e incluso para una parte de la producción africana.
No sucedió así, sin embargo, y ahora nos hallamos de golpe y porrazo frente a la amenaza de una Europa expandiéndose económicamente y al mismo tiempo limitándose, en cuanto a necesidades de materias primas y de frutos tropicales, al mercado africano; y por tanto abandonando con alarmante rapidez sus compras en América Latina. El Mercado Común Europeo significa, en realidad, un aislamiento de Europa en su Continente como metrópoli económica y en África como territorio abastecedor.
Pero a la vez significa esto otro: significa que América Latina se ve en el caso de limitar también su comercio con otra metrópoli económica, que serían los Estados Unidos, y por tanto desvalida por falta de competencia en la oferta por su producción; y esta perspectiva no es buena para América Latina, no es buena para los Estados Unidos ni es buena para Europa.
Pues Europa, Estados Unidos y América Latina tienen una unidad moral, cultural y en cierto sentido, una unidad política. El hecho de que Europa y los Estados Unidos estén más desarrollados en todos los sentidos que América Latina, no significa que esa unidad no exista, aunque superficialmente no lo parezca. Somos una unidad en tanto los tres factores mencionados se consideran en marcha hacia soluciones políticas, económicas y sociales por la vía democrática; o si se prefiere, manteniendo las libertades públicas. Somos una unidad porque respondemos en medidas similares a los conceptos básicos de la cultura occidental.
Lo que significa para esa unidad la pérdida del mercado comprador europeo en América Latina, es fácil de prever: revoluciones profundas a corto plazo en todos los países americanos de origen ibérico. Y como resultado de esas revoluciones, la incorporación de muchos de esos países a la órbita soviética o la órbita china.
Yo creo que una perspectiva de esa naturaleza debe llevar a los latinoamericanos a actuar de prisa; a fijarse en Europa y negociar con ella; a fijarse en África y negociar con ella. Porque si nos dejamos conducir a la falsa posición de ver en los países africanos nuestros competidores, y por tanto nos enfrentamos a ellos en lucha por el mercado europeo, cometeremos el error de dividir al mundo subdesarrollado. Y no debemos dividirnos. África, limitada a vender y a comprar en Europa, resultaría tan perjudicada como América Latina limitada a vender y a comprar en los Estados Unidos.
Como gobernante latinoamericano que no puede ver los problemas del tamaño que tiene la República Dominicana, sino del tamaño que tiene nuestra América, soy partidario de cambiar el lema que utilizó Marx. Y en vez de «Proletarios de todos los países, uníos», propongo el de «Países pobres del mundo, uníos para defenderos».