¡España!
UNA
A unidad geográfica, a pura expresión material, a palabra que anhela un sentido, a materia que espera una forma..., a eso ha venido reduciéndose poco a poco el nombre de ESPAÑA. La diplomacia ochocentista se complace en la fórmula de mera expresión geográfica para denominar esas unidades espirituales que nacen ya con gestos de gigante en el último tercio del pasado siglo: Alemania e Italia. La revolución liberal vino a florificar en los pueblos de Goethe y del Dante lo que en España enmustecía poco a poco, la flor de la nacionalidad. Pueblos de alumbramiento gigantino que una vez resuelto el magno y secular problema NACIONAL, se lanzan a la solución del SOCIAL, ofreciendo nuevos horízontes a la cultura europea, que parecía condenada a la muerte en las fauces del monstruo mecanicista.
España iba convirtiéndose en magno osario de la historia y la leyenda, y aun ambas a dos estaban amenazadas de muerte al paso del vendaval asiático bolchevista, cargado con el sentido disgregador del liberalismo: de España no iba a quedar ni aun el recuerdo.
¿A quién importaba la unidad nacional de España? ¿A las izquierdas, factoras del Pacto de San Sebastián? ¿A las derechas, cuyos idearios todos propugnaban huecos regionalismos o trasnochados federalismos? ¿A los marxistas, partido, esencialmente partido por ser de clase y dispuesto a renunciar a toda empresa nacional en alas de quiméricos internacionalismos?
Y cuando los vejámenes a la Patria española llegaban al límite y al Ejército español se le ponía en trance de preferir la disciplina de la unidad de España a la legalidad del Gobierno, se le conminaba a que permaneciese mudo, sordo y manco. Y cuando la F. E. de las J. O. N. S. consignaba en su ideario: TODO SEPARATISMO ES UN CRIMEN QUE NO PERDONAREMOS; LA CONSTITUCIÓN VIGENTE, en CUANTO INCITA A LAS DISGREGACIONES, ATENTA CONTRA LA UNIDAD DE DESTINO DE ESPAÑA; POR ESO EXIGIMOS SU ANULACION FULMINANTE, hubo juez que procesó y encarceló a sus dirigentes y fiscal que hizo base de sus alegatos lo que debió ser obligación primordial de todos los españoles: la defensa de la unidad española.
ESPAÑA SERÁ UNA y para ello acabaremos con los últimos restos de las banderías y partidos políticos y borraremos los separatismos de la periferia peninsular, así como también cualquier regionalismo disgregador y egoísta.
ESPAÑA SERÁ UNA y para ello destruiremos todo germen marxista, con su internacionalismo y lucha de clases.
ESPAÑA SERÁ UNA, porque la unidad es producto del amor, y el amor, en lo social, se concreta en un nombre, que es el de MADRE PATRIA.
GRANDE
No grandeza o magnitud geográfica el espíritu invisible e inextenso agita la mole de por sí inerte. Rusia, inmenso manchón en la Geografía, ¿qué representa sino un punto apenas perceptible en el mapa cultural?
El magno experimento a que el sucio judío bolchevista la tiene sujeta, no ha sido grande sino en la destrucción, en la salvaje carnicería, medio para llegar a un inmenso rebaño de esclavos.
España es aún grande en cierta sentida, PORQUE FUE GRANDE. Su magnitud espiritual del hoy reposa, está condensada, en el ayer; es un muerto ilustre que pugna por seguir viviendo: Lázaro que espera el «sal fuera» para continuar su carrera de gigante.
Y fue su grandeza el superar las hazañas del Hércules legendario quitando el non plus ultra del estrecho de Calpe, extendiendo así los contornos antropográficos del orbe y averando las hazañas de los libros de caballería en la magna gesta del descubrimiento y españolización de América. Paralelamente con esta dominación del Nuevo Mundo y hegemonía en el viejo, los españoles con sus teólogos, filósofos, místicos y literatos, se apoderan culturalmente de Europa y la influencia de España en la cultura occidental es decisiva. ¿Quién hablaría hoy de España, a no ser por un tan glorioso e incomparable pasado?
Quienes desorientados por una Prensa aparentemente bien informada abominan de la limpieza racista tudesca, que recuerden la grandeza española fecundada en medio de una doble depuración, la judaica y la morisca. Ultimo episodio de la guerra de liberación actual habrá de ser necesariamente la purificación hasta el ápice de los elementos antiespañoles que hoy se agrupan bajo las banderas rojas o yacen agazapados en las regiones ya liberadas. Contra la pravedad marxista habrá que establecer una inquisición de españolismo, inexorable y eficaz como la de antaño.
Libre así España de sus enemigos interiores, podrá lanzarse en pos de empresas culturales, alegando su condición de eje espiritual del mundo hispánico, como título de preeminencia en las empresas universales. Allende el Océano existen numerosos territorios regados por la sangre de nuestros conquistadores y misioneros, que esperan una reconquista espiritual, una reafirmación de los valores hispánicos, hoy mixtificados o aminorados por influencias extrañas.
ESPAÑA SERÁ ASI GRANDE, no en extensión de territorio, sino con intensidad de cultura de vuelos universales; no abriéndose a influencias extrañas, sino afirmando su propia personalidad; no interrumpiendo su historia, sino salvando la laguna de los últimos siglos, para continuar la grandeza espiritual de otros tiempos.
LIBRE
Quien tenga de la libertad un concepto puramente individualista, que se marche a una selva tropical o a una estepa nórdica, donde su libertad se reducirá a ser esclavo del medio ambiente geográfico. Para NOSOTROS SÓLO DE VERAS ES LIBRE QUIEN FORMA PARTE DE UNA NACIÓN FUERTE Y LIBRE.
Los valores de sociabilidad, de convivencia, son esenciales en lo humano, so pena de perder le categoría de tal: emplear la libertad contra tales valores, aparte de constituir un contrasentido, en el concepto puro de lo libre, es convertir la libertad en instrumento de ruina y destrucción.
La sociabilidad ha creado esos grandes valores concretos, denominados NACIÓN y PATRIA, que hasta ahora se han presentado en la historia de la humanidad como los medios únicos portadores y propulsores de toda cultura: ir contra lo nacional, contra lo patrio, es dar un salto a la barbarie, desentendiéndose de la cultura ya adquirida y renegando del único medio eficaz para acrecentarla.
Consagrando esta manera de razonar, sienta el Ideario de la Falange: A nadie le será licito usar su libertad contra la unión, la fortaleza y la libertad de la Patria.
La libertad plena de la Patria exige unos adarmes de sacrificio de la libertad individual que, sin límites, es egoísmo y barbarie.
Huyendo del escollo individualista, puede una nación dejar de ser libre por caer en las garras de la quimera internacional en sus dos aspectos de CAPITALISMO y MARXISMO. Los dos representan algo cuantitativo, matemático, y, por tanto, que niega lo cualitativo, lo nacional, lo típicamente humano.
El capitalismo con su base, el metal amarillo, no tiene patria ni reconoce fronteras: es internacional en el riguroso sentido del vocablo. Para esclavizar a naciones pequeñas o para impedir el engrandecimiento de las nacientes, utiliza esos artilugios que, empezando por las sociedades anónimas, terminan por las jugadas de la Banca internacional, todo ello tutelado por el pueblo deicida y para siempre maldito.
El marxismo no supera, sino que empeora el sentido del trabajo como pura mercancía, anejo a la economía capitalista, llevando al extremo la lucha por la existencia, sintetizada en la frase el hombre, lobo para el hombre; tal vemos sucede en el paraíso marxista ruso. Todos los males anejos a la economía capitalista, en vez de aminorarse o desaparecer, se llevan a extremos de inhumanidad y salvajismo con la implantación de las doctrinas del judío Marx.
LIBERTAREMOS a España acabando en ella con las últimas raíces del capitalismo, esclavizador del obrero y de la nación, y persiguiendo la intriga marxista, internacionalismo, en la apariencia libertario, pero realmente paliativo de la tiranía judaica.