Revista Cubana de Filosofía
La Habana, abril-mayo-junio de 1947
Vol. 1, número 2
páginas 25-34

Rafael García Bárcena

Estructura de la estructura

(esquema para la filosofía de la estructura)

I. El sentido de la concepción estructuralista

Toda investigación cautelosa de la realidad, en cualquiera de sus modalidades, impone como indispensable punto de partida el renonocimiento de ciertas categorías o determinaciones formales correspondientes a la realidad que se pretende conocer, al sujeto conocente y a la conjunción de ambos términos de la relación de conocimiento.

El hecho de constituir el hombre un ser histórico, un ente que transforma su conciencia según condicionamientos de orden temporal, da pábulo a que difiera más o menos ostensiblemente la serie de categorías con que el investigador, dentro de una concepción general del mundo, pretendió en cada momento consignar la realidad.

Nuestra época ha puesto en plena vigencia una nueva concepción –y un método consiguiente– en la interpretación de la realidad, concepción que lleva implícito un complejo categorial provisto de especial significación, por suponérsele capaz de ajustarse a la realidad investigada, al sujeto investigador y a la necesaria integración que supone la relación entre dichos dos polos del conocer. Tal es la concepción de la estructura, cuya utilización en gran escala en la investigación de la realidad, promete una fecundidad en los resultados tan notable, por lo menos, como la concepción matematicista, mecanicista o evolucionista, aun teniendo en cuenta los excesos e inadecuaciones en que hayan podido recaer estas últimas.

Es claro que nuestra época no ha sido la descubridora de la concepción estructuralista, aunque sí la que más profunda y extensamente la ha patrocinado, del mismo modo que las concepciones matematicistas, mecanicistas y evolucionistas no han sido descubiertas por el Renacimiento ni por el siglo XIX. En los Diálogos, de Platón, se da ya, en esbozo, una caracterización de los elementos fundamentales de la estructura. Aristóteles decía que «todas las partes son interdependientes y coordinan su actividad». Lo mismo postulaba la medicina hipocrática, y de tal idea hizo Boerhave el centro de una doctrina médica: «el organismo es una organización, no una simple suma».

En el siglo XIX la patrocinan naturalistas como Cuvier y Lamarck, y también Goethe y las concepciones organicistas del Romanticismo. En el campo de lo social, el organicismo llevado hasta límites pueriles por Spencer, Schaeffle y von Lilienfeld, constituye exponente de una visión estructuralista que por lo mismo que encuentra el patrón común en la vida y en la sociedad, se siente arrastrada irreflexivamente a convertir en orgánica, biológica, vegetativa, la estructura de lo social. Pero es nuestro siglo XX el que da una mayor amplitud y un más profundo sentido a la concepción estructuralista, configuracionista, holista, gestaltista. Por eso ha dicho Hartmann que hoy día todos somos más o menos «gestaltistas».

Al investigar el hombre la realidad mediante el tal complejo de categorías que la estructura implica, tiene que enriquecerse su conocimiento de la misma. Según el hombre del Renacimiento entendió que la naturaleza «estaba escrita en lenguaje matemático» y esta interpretación matemática enriqueció sobremanera su saber del mundo físico –no obstante las muchas limitaciones y restricciones que a la aprehensión de la realidad natural la misma le impusiera–, así también la concepción estructuralista está llamada a enriquecer inmensamente el conocimiento de la realidad en general, aun cuando la estructura no fuere ciertamente el molde en que se ha fraguado la existencia ni el lenguaje en que está escrito su texto.

En las cuatro zonas de la realidad que la ontología regional del hombre consigna a la naturaleza del mismo –lo físico, lo biológico, lo psíquico, lo espiritual– se ha intentado ya verificar la interpretación estructuralista. Köhler ha tratado de aplicar dicha concepción al mundo físico; von Uexkull, entre otros, ha abogado por una concepción estructural del mundo biológico; Wertheimer, Koffka y el mismo Köhler son los padres de la teoría de la estructura en el reino de lo psíquico; y Dilthey, más que cualquier otro, ha patrocinado la comprensión de la vida espiritual y del orbe de la cultura sobre los fundamentos de una concepción estructural.

Afirma Katz que «todo lo que aun puede decirse de la esencia de la psicología de la forma corresponde a la teoría del conocimiento y a la metafísica». La dificultad de reconocer los rasgos gnoseológicos y metafísicos de la psicología de la forma, hace decir al psicólogo norteamericano Weber que es muy difícil determinar si la teoría de la forma es un sistema racionalista o una ciencia empírica y que más bien guarda cierta semejanza con el idealismo absoluto. A nuestro juicio, lo que dota a la concepción estructuralista de cierta significación un tanto mística, parece residir, entre otras cosas, en el hecho de que la estructura implica por su propia esencia una integración de lo diverso sobre la base de un principio de unidad, [26] lo que supone la concreción de un esquema que ha aspirado a verificar sobre la realidad la metafísica y la religión de todos los tiempos.

La estructura es una clase especial de las totalidades integradas por elementos diversos. Para admitir la estructuridad de un todo será, pues, condición indispensable suponer a ese todo como compuesto de elementos diversos. El esquema estructuralista puede resultar así como un cartabón susceptible de aplicarse a cualquier tipo de realidad heterogénea, con vistas a determinar si puede catalogársele como simplemente diversa o como unitaria, funcionalmente, en su diversidad. La integración monista de lo plural a que siempre ha aspirado el espíritu filosófico, encuentra así un precioso instrumento conceptual de investigación en el esquema de la estructura. Allí donde se muestren cualidades esenciales de estructuridad, donde se ponga de manifiesto una totalidad cuyos elementos diversos se articulan entre sí y con respecto a la totalidad, la realidad puede considerarse funcionalmente como una, monista en su multiplicidad. En donde la realidad diversa se resiste al molde de la estructura, aun cuando algún tipo de unidad pudiera ser postulado, la unidad funcional no podrá ser admitida. Esto plantea la posibilidad de que determinadas zonas de lo real puedan ser dotadas de significación unitaria en su diversidad y otras permanezcan al margen de toda integración monista; mas también plantea la posibilidad de que, a la luz de la concepción estructuralista, toda la realidad cognoscible pueda ser caracterizada como constituida estructuralmente y, por tanto, integrable en unidad desde algún punto de vista o principio de ordenación.

Requiere, sin embargo, la mayor vigilancia el riesgo de caer en la ilusión de encontrar unidad funcional en realidades falsamente provistas –por obra del esfuerzo conceptual– de atributos estructurales. De ahí que sea indispensable un conocimiento rico, no sólo de las cualidades fundamentales de esa realidad, sino de los atributos esenciales de la estructura como tal, para que no se caiga en el autoengaño de descubrir cualidades de estructuridad en lo que está desprovisto de semejantes cualidades.

Para proceder a investigar las condiciones de estructuridad de una zona cualquiera de la realidad, habrá que tomar como punto de partida ciertos indicios mínimos presentes en la misma y reconocibles en el complejo categorial de la estructura. Siempre, por ejemplo, que en una totalidad diversa se dé una cualidad general capaz de afectarse por el hecho de que alguna de las partes de dicha totalidad sea afectada, puede suponerse condición estructural en esa totalidad diversa. Köhler nos suministra otro ejemplo, desde el punto de vista de la psicología de la Gestalt, de esto que podríamos llamar criterio de estructuridad: «Donde se distribuye y por sí mismo se ordena dinámicamente un accidente según la constelación de la condición dada para la totalidad de su campo, allí existe un caso que cae dentro del dominio de la psicología de la forma». El valor gnoseológico y metafísico de tal criterio de estructuridad no es menester encarecerlo, sobre la base de las anteriores consideraciones.

Lo primario, por tanto, para investigar las condiciones de estructuridad de una realidad determinada, es investigar las categorías y leyes propias de ese complejo que es la estructura como tal. Hay que tratar de desmontar, por abstracción, una a una las piezas que constituyen el esquema formal de la estructura y hay que intentar aprehender sus leyes esenciales, hasta donde sea posible. Ello nos permitirá aproximarnos a una determinación de lo que cabe designarse como estructura de la estructura.

Usamos el término estructura, y no forma, figura o configuración, aun teniendo en cuenta las atendibles razones de Boris Goldenberg en su documentada Nota Semántica sobre El Todo, la Conexión, la Gestalt y la Forma (publicada en el primer número de la Revista Cubana de Filosofía): «Si el término estructura no puede utilizarse por razones históricas (la escuela asociacionista de Titchener en los Estados Unidos y la psicología alemana de Spranger se llaman, ambas, «psicología de la estructura»), lo mejor sería emplear el término configuración, que a veces ya se empleó para traducir Gestalt». Preferimos, sin embargo, utilizar el término estructura, porque este vocablo nos parece expresar más fielmente en nuestro idioma el objeto que queremos significar.

II. Concepto sumario de la estructura

Antes de proceder con detalle a la determinación de los diferentes elementos que integran la noción de estructura, debemos contar con un concepto sumario de la misma.

Wertheimer ha definido así la estructura: «Formas son conjuntos cuya conducta no se determina por la conducta de sus elementos individuales, sino por la naturaleza interna del conjunto». Y von Uexkull: «la naturaleza de la estructura consiste en una determinada disposición de cada una de las partes, que no puede ser perturbada a voluntad sin que reciba daño el todo».

Por estructura debemos entender, pues, un todo con partes diferenciadas, las cuales no pueden ser segregadas de la totalidad de que forman parte sin que se descomponga esa totalidad. [27] Esto quiere decir que la estructura es un todo indivisible. La indivisibilidad, como cualidad más ostensible de la estructura, se expresa ya en el Teetetes, de Platón, con estas palabras: «Según lo que dices, Teetetes, la sílaba debe ser una especie de forma indivisible».

¿Por qué no pueden ser segregadas las partes integrantes de un todo estructural sin que se destruya el todo? ¿Por qué es la indivisibilidad la característica sobresaliente de una estructura? ¿De qué factores esenciales de la estructura depende esta particularidad?

III. La Totalidad, como integrante estructural

La primera notificación que puede hacerse de lo que conocemos con el término estructura, es la de constituir una totalidad. No puede haber estructura en donde no se presuponga un todo estructurado. Pero el término todo o totalidad puede ser aplicado propiamente a realidades que no se consideren estructuradas. Podemos hablar de la totalidad de la arena contenida en una playa o de la totalidad de una piedra, sin presuponer por ello que la totalidad de la arena o de la piedra estén constituidas estructuralmente.

En el Teetetes se pone ya de manifiesto esta circunstancia: «El todo y el total o suma son cosas diferentes». En este caso, el todo a que se refiere el Teetetes, según se hace patente por el desarrollo del diálogo, es el todo estructurado, y el total o suma equivale al todo no estructurado, meramente aditivo. Este todo sumativo, el cual constituye un agregado, es lo que trata de consignar Wertheimer con estas palabras: «Ajeno al sentido es, según la psicología de la forma, todo lo que no es forma, sino que únicamente puede ser pensado unido por una y». Husserl, en el Tomo III de sus Investigaciones Lógicas, al estudiar los todos y las partes, dice: «no a todos los todos pertenece necesariamente una forma propia». Y Katz enuncia con toda claridad este hecho de que el factor de totalidad no es atributo exclusivo de la estructura: «Todas las formas son totalidades; pero no todas las totalidades son formas, si se someten a una critica sistemática».

IV. La Particidad, como integrante estructural

Puesto que no basta la existencia de un todo para constituir una estructura, hay que suponer algún otro elemento o atributo caracterizándolo y dando lugar a la estructura. Podemos suponer que tal atributo consista en la particidad, en el hecho de que sean determinables partes en la totalidad. «Por todo entendemos un conjunto de contenidos que están envueltos en una fundamentación y sin auxilio de otros contenidos. Los contenidos de semejante conjunto se llaman partes». (Husserl)

Mas el concepto de parte, tomado en un sentido amplio, abarca los elementos sumativos integrantes de un agregado cualquiera. Así, si de un montículo de arena sustraemos una porción, podemos decir que hemos tomado parte de la arena total contenida en el montículo. En general, cuando de una cantidad total segregamos una cantidad menor, podemos decir que segregamos una parte de la cantidad total, sin presuponer condición estructural en dicha totalidad.

En principio, cualquier realidad determinable cuantitativamente puede ser dividida en cantidades menores, en porciones, por lo cual en toda realidad son posibles en este sentido todo y partes. «En todo lo que resulta de los números, entendemos lo mismo por el total que por todas sus partes». (Teetetes). Pero en esas totalidades cuantitativas, la segregación de cantidades menores puede hacerse sin menoscabo de la condición de totalidad, aunque sí pueda siempre distinguirse una diferencia cuantitativa entre todos constituidos por un mayor o menor número de unidades, entre el todo que consta de mil unidades y el que consta de cien; y en este sentido, incluso la misma porción segregada puede ser considerada también como todo con respecto a las unidades contenidas en ella, las cuales se consideran como partes, cuantitativamente, de ese nuevo todo. En un todo estructurado, sin embargo, las partes no pueden ser segregadas del todo sin que el todo altere su condición, porque estas partes guardan con la totalidad una relación tal que su eliminación deja incompleto al todo. En un todo estructurado, la parte depende del todo y el todo de la parte. «En la relación del agregado de una forma, se determinan el todo y sus partes recíprocamente: las partes se hallan unidas en forma totalmente dependientes unas de otras; imprimen al todo su estructura». (Matthaei) . «En el huevo en desarrollo, cada parte es un efecto del conjunto; de igual manera que el conjunto es un efecto de las partes» (Rabaud). Dürken, siguiendo a Smuts, llama holística a la actividad total, y merística a la particular; contrapone la biología del todo a la biología de las partes, y sostiene que el criterio merístico ha sido definitivamente superado por el criterio holístico (en el sentido de todo estructural).

En un organismo viviente, no podemos segregar impunemente un órgano de vital importancia sin que el organismo sucumba, sin que deje de ser el todo, la estructura orgánica que antes era. Pero en un todo cuantitativo tal como una cantidad determinada de arena, podemos segregar cualquier cantidad, sin que por ello dejemos de asignar a la cantidad restante, y aún a la segregada, la condición de totalidad de una cantidad de arena. Es claro que ningún todo es meramente cuantitativo, [28] sin determinación cualitativa de algún género. En un agregado cuantitativo de arena, se trata cualitativamente de un agregado de arena, no de un agregado de piedra o de hierro. Incluso en una magnitud matemática pura, se trata de una magnitud pura, ideal, categorizada ontológicamente, es decir, cualificada en algún sentido. Pero en un todo que determinamos como no meramente cuantitativo, la cualidad no reside exclusivamente en el todo, a la manera como podemos llamar totalidad de arena lo mismo a un agregado de mil que de cien unidades –sin que se pierda la cualidad del agregado porque sean segregadas partes–; sino que reside también en las partes, las cuales poseen algo que no posee el todo, y de ahí que si alguna de ellas es suprimida, el todo pierde algún atributo que sólo poseía en cuanto estaba dotado de esa parte.

En un todo estructurado distinguimos, pues, además de la cualidad inherente a cualquier todo, que sirve para designarlo como totalidad de arena o de hierro o como todo vital, una cualidad inherente a cada una de las partes, algo que permite distinguir funcionalmente a una de la otra y de la cualidad del todo. En un vertebrado distinguimos la parte que interviene en la respiración de la parte que interviene en la circulación, aun admitiendo que ambas están dotadas del atributo vital que es común a la totalidad del organismo. La diferencia entre todo y partes en un agregado es, pues, una diferencia meramente cuantitativa; la diferencia entre todo y partes en una estructura es, además, una diferencia cualitativa, porque la parte, aunque posee cualidades inherentes a la totalidad, posee también atributos que le son propios. «La parte es parte del total, a más de ser parte del todo» (Platón, Teetetes). La estructura no es meramente un conjunto de partes, pues en este caso sería lo mismo que un agregado cualquiera. «El todo no es compuesto de partes, porque si fuera el conjunto de las partes seria un total»(Teetetes).

V. La Unidad, como integrante estructural

Si en sentido lato, puede haber todo y partes sin que aún haya estructura propiamente, debemos suponer la presencia de algún otro ingrediente capaz de dotar de la significación estructural a una totalidad susceptible de ser dividida en partes. ¿Será este ingrediente la unidad, la conexión entre todo y partes?

¿Por qué en un todo meramente cuantitativo pueden ser segregadas partes, porciones, sin que se altere la cualidad del todo, sin que una cantidad total de arena deje de seguir siendo una totalidad de arena –aunque esa cantidad no sea la misma– y por qué en un todo estructurado no puede darse tal segregación?

Porque, como hemos visto, en el agregado no se da más que una cualidad, la del todo, por lo que puede decirse que la cualidad es homogénea en todas las partes del agregado. Sin embargo, en una totalidad estructurada, esa totalidad queda destruida al ser segregada alguna parte esencial, porque en dicha parte reside una cualidad distinta a la del todo, una cualidad heterogénea con respecto a la cualidad del todo y que hace posible que dicho todo estructurado se mantenga como tal. En el primer caso, la relación que liga a una parte con su agregado total es una relación entre cualidades homogéneas; en el segundo, la relación es entre cualidades heterogéneas.

Mas no siempre que se da una cualidad de todo y cualidades diferenciales de parte y un momento de unidad entre uno y otra puede decirse que la unidad es de tipo estructural. Cuando en un conjunto de cristales de diversos colores establecemos la unidad entre los diferentes cristales sobre la base de que todos poseen una cualidad común: la de ser cristales, esa unidad de lo diverso por vía de sus semejanzas no constituye una unidad estructural, sino un tipo especial de conjunto dotado simultáneamente de contenidos semejantes en algún aspecto y desemejantes en otro, dentro del cual tipo cae el conjunto del ejemplo anterior, en donde las cualidades individuales se unifican con la cualidad de la especie a que pertenecen. Esta clase de unidad de lo diverso a través de sus semejanzas es de índole lógica. Pero la unidad de la estructura entre el todo y sus partes no es de índole lógica, fundamentada en las semejanzas, sino de índole funcional. La unidad de la estructura es, pues, una unidad funcional. Esto es cierto para toda clase de estructura, pero es particularmente ostensible en las estructuras biológicas, donde lo funcional es máximamente explicito.. Así, dice von Uexkull: «La unidad que resulta de esta manera» («una determinada disposición de las diferentes partes de un objeto que hacen de él una unidad») «es siempre funcional, pues lo que se enlaza en una unidad no es la forma, sino la función de las diferentes partes». Las partes pasan a coordinarse, a articularse, a constituir unidad, en cuanto hay función. «Tan pronto como interviene la función, se acaba la independencia del órgano originado en los territorios germinales. Cierto que siguen creciendo los órganos hasta que alcanzan su magnitud normal, pero son completamente dependientes unos de otros en su crecimiento» (Von Uexkull) . La unidad funcional en las estructuras animales más diferenciales reside en los órganos endocrinos y en el sistema nervioso. «Existen dos medios de relacionar las diferentes partes del organismo: el lazo nervioso y la influencia humoral». «De estos dos medios, el segundo en aparecer [29] en el perfeccionamiento filogenético, fue el nervioso. Y fue precisamente el que se estudió en primer término por los fisiólogos debido a lo evidente de sus efectos». «La simple conducción por los nervios motores y sensitivos es ya un caso de correlación funcional: se excita una parte del organismo y el efecto se produce a distancia. Esto se ve más claramente en los simples reflejos (...) y más todavía en las complejas funciones del sistema nervioso central». «El conocimiento de la influencia unificadora del sistema nervioso, no sólo respecto de los fenómenos de la vida en relación, sino también respecto de la vida vegetativa y el trofismo, nos va conduciendo poco a poco a entrever los medios de realizar la unidad funcional... (Pi Suñer, La Unidad Funcional) El juicio de Tschermak de que el sistema nervioso es el capitán vigilante que en todo momento dirige y sostiene la actividad animal, al mismo tiempo que confirma el aserto de que la unidad funcional de la estructura animal más diferenciada reside en el sistema nervioso, sirve de orientador para determinar la unidad funcional en la estructura de la vida social. El Estado, a nuestro juicio, puede también concebirse como el capitán vigilante que en todo momento dirige y sostiene la actividad social, como la fuerza coordinadora de las diferentes funciones sociales.

Si el término unidad, que hemos señalado como tercer integrante de la estructura, es aplicable también a la simple unión entre las partes de un conjunto, homogéneo o diverso, tenemos que asumir que entre los todos y las partes existe siempre unidad, conexión, fundamentación –que diría Husserl–, pues de lo contrario, no podrían atribuirse tales partes a tal todo.

Pero en un conjunto debe darse algún ingrediente adicional a los de todo, partes y unidad para que pueda decirse propiamente que constituye una estructura, habida cuenta de que estos tres ingredientes pueden ser admitidos, con un significado lato, en la integración de un agregado homogéneo. Así como tienen distinto carácter las partes y el todo en una totalidad estructural y en un mero agregado sumativo, así también ocurre con el integrante de unidad con respecto a estas dos clases de conjuntos.

VI. El principio configurante, como integrante fundamental de la estructura

Con un término harto insuficiente: principio configurante, designamos –por llamarlo de alguna manera– aquello que constituye el casi misterioso integrante que da lugar a que un conjunto en el que puedan determinarse todo, partes y unidad sea efectivamente un conjunto estructural. Si hay algo de misterio, de enigma en la estructura, ese algo parece residir fundamentalmente en este integrante que hemos denominado principio configurante. Es este integrante el aludido por Platón cuando dice: «Quizás sería preciso suponer que la sílaba no consiste en los elementos, sino en un no sé qué, resultado de ellos, y que tiene su forma particular, que es diferente de los elementos». Es este misterioso no sé qué el que da el carácter principal al núcleo de problemas que presenta la estructura al investigador y acaso el que hace decir a Francisco Romero: «La noción de estructura, clara por algunos costados, participa aún por otros de esa desesperante ambigüedad, de esa vaguedad de contorno, de esa oscuridad espesa». «No hay noción más preñada de porvenir, más repleta de posibilidades, de dificultades, de problemas. A cada paso se nos presenta ahora, y siempre se nos muestra enigmática, casi inasible».

Este principio configurante encarna, por su propia esencia, un determinante concreto de ordenación u organización que está presente en cada estructura y que es lo que le suministra sentido a la misma y la hace tal. Dice Katz: «Según la psicología de la forma, sentido quiere decir orden interno de la forma»; y comenta que «la organización es diametralmente opuesta a la distribución ocasional». Y Koffka: «El proceso que conduce a la forma es organización». Debemos, pues, presuponer en toda estructura un principio configurante cuyo resultado concreto, como proceso y como producto, es la organización de la misma. Si el todo se hace estructurado, si la parte resulta diferenciada, si la unidad se produce como función articuladora entre cualidades heterogéneas, es porque el factor organizante les ha dado el carácter de tales. Lo esencial de la estructura, lo que ella posee que no tiene ninguna otra clase de totalidad, es este principio organizante. Cuando en un conjunto se da este principio, la unidad, las partes y el todo quedan dotados de un peculiar carácter que hace posible que pueda hablarse propiamente de estructura. Lo cual quiere decir que este ingrediente fundamental no determina la estructura por el hecho de sumarse a un todo con sus partes en unidad, sino que da lugar a un nuevo tipo de todo, de partes y de unidad».

Este último integrante se muestra como lo más sobresaliente y lo fundamental en una estructura, por lo mismo que de él depende la cualidad significativa, la finalidad, el sentido peculiar de esa estructura. Es, por lo mismo, el máximo condicionante de la estructura. La unidad funcional se da en toda estructura, pero la cualidad estructural del principio configurante varía según la estructura de que se trate. Un paisaje puede ser estructurado desde un punto de vista lógico, estético, utilitario, según el sentido de que vaya provisto el sujeto percipiente, [30] que en este caso –por lo mismo de que se trata de una estructura perceptual– porta en su espíritu el principio organizante. «Para los hambrientos –dice Katz–el mismo campo de percepción se ordena de distinto modo que para los hartos; el paisaje, de distinto modo para el soldado que busca protección que para el esteta; para el misántropo puede ser la soledad del paisaje un paraíso, que torna melancólico al filántropo, en busca del prójimo para protegerle». «Ninguna forma es posible sin el que hace la forma» –ha expresado W. Stern–; y esto nos plantea la interesante cuestión de si la estructura presupondrá necesariamente la organicidad esencial de la vida otorgándole a un conjunto de elementos determinados este o aquel sentido desde el punto de vista de la percepción o de la acción creadora. Pero este punto sume nuestro tema en un océano de metafísica dentro del cual no quisiéramos anegarlo en este momento.

Cuando contemplamos una estructura lógica o estética, toda ella se nos muestra lógica o estética en cada uno de sus momentos. En cada momento de la construcción de una estructura, desde su inicio hasta su término, la cualidad que se impone a la estructura es aquella que es inherente al principio configurante. Este principio se nos muestra como algo, si no equivalente a lo que en estricto sentido puede designarse como una fuerza dotada de un sentido o dirección determinada, al menos semejante a ella. De aquí que desde el primer momento, cualquier construcción estructural pueda ser caracterizada teóricamente como el resultado de una pugna dialéctica entre una original dinámica configurante y un material pasivo, inerte, resistente, que lastra la configuración. [A]

Para von Uexkull, el «plan funcional o plan de estructura» del organismo es «el plan según el cual las diversas funciones de las partes concurren a la función de conjunto del todo»; el plan no es ninguna propiedad de la materia, sino que gobierna de un modo tan limitado el material de células existente como el plan de la casa los ladrillos». Si trazamos una circunferencia sobre una hoja de papel, provistos de un compás y un lápiz, podemos decir que aún antes de trazar la circunferencia, ésta va hasta cierto punto presupuesta en el hecho de que nuestra mano se halla en disposición de manipular el compás en un sentido determinado, venciendo la resistencia que oponen a esa manipulación el compás, el lápiz y el papel. Desde el comienzo del trazado, se pondrá de manifiesto una actividad proyectada en un sentido determinado y una serie de elementos resistentes a la misma, de cuya pugna dialéctica brotará la figura geométrica caracterizada como circunferencia.

Lo primero que salta a la vista en lo que llamamos principio configurante es ese factor dinámico, esa especie de actividad, que no es una actividad al acaso, sino proyectada en una determinada dirección o sentido. Esta dirección o sentido puede considerarse como la cualidad propia de esa actividad, que da origen a la organización interna del conjunto. «Forma, estructura, organización, términos que tanto pertenecen al lenguaje biológico como al psíquico. Tal forma, en biología como en psicología, vendrá de una actividad formatriz original, propia de la manera de ser del individuo que vive». «El modo de acción de las harmozonas es comparable a la supuesta influencia material plasmática que se manifiesta por una acción de gobierno, de dirección, de equilibración de los mecanismos, de los que resultan las formas» (Pi Suñer). «La actuación de una gena provoca a la gena inmediata a una intervención mecánica, no según la ley de causa y efecto, sino conforme a plan, como un tono evoca al otro según el constreñimiento de la melodía»; «la Naturaleza ha introducido los llamados estímulos formativos. Son éstos unos estímulos, en general, de carácter químico, que producidos por determinadas células, actúan sobre las restantes, dándoles dirección». «La nueva biología vuelve a acentuar principalmente que todo organismo es una producción en la cual las diversas partes se encuentran reunidas según un plan permanente, y que no representa un informe y fermentante montón de elementos que sólo obedezca a las leyes físicas y químicas». «Así, pues, para la actual biología cada especie nueva está caracterizada por un nuevo plan, y los individuos de especies diversas son organismos cuyas diversas partes están constituidas y ordenadas según planes diversos» (von Uexkull).

Estas referencias concretas a estructuras de orden biológico –como las que pudieran hacerse a las físicas, psíquicas y espirituales– no significan que se pretenda asimilar toda clase de estructura a las que son de orden existencial, devinientes, temporales. Sólo se traen aquí como ejemplos relevantes de lo que significa el principio configurante de la estructura cuando se presenta en las estructuras biológicas. Otros ejempos podrían llevarse también al terreno de la cultura. Así, dice Cassirer en su Antropología Filosófica: «la visión estructural de la cultura debe preceder a la visión meramente histórica. La misma historia se perdería en la masa informe de hechos dispersos si no poseyera un esquema estructural general en cuya virtud poder clasificar, ordenar y organizar estos hechos». Y Dilthey: «La cultura es antes que nada, un tramado de nexos finales. Cada uno de ellos, lenguaje, derecho, mito y religiosidad, poesía y filosofía, posee una legalidad interna que condiciona su estructura y ésta determina su desarrollo». Como muy acertadamente dijera Aristóteles, [31] la tragedia y la comedia se escriben con las mismas letras, y tienen sin embargo, sentidos muy diversos.

VII. Cualidad inmanente y cualidad trascendente de la estructura

Hemos señalado el principio configurante como lo distintivo de toda estructura con respecto a cualquier otra totalidad no estructurada. En un agregado homogéneo, como hemos visto, hablar de todo, partes y unidad significa hablar de diferenciaciones meramente cuantitativas, pues sólo existe una cualidad, la del todo homogéneo. Cualquier elemento de ese todo puede considerarse parte homogéneamente unida a la totalidad. No hay, pues, cualidad de parte ni tampoco cualidad de principio configurante. Pero desde el momento en que se supone presente en una totalidad un principio configurante, la relación entre todo, partes y unidad asume un carácter enteramente distinto.

La nota primera que caracteriza al elemento de totalidad que es indispensable en toda estructura es la homogeneidad. En el todo, hay que suponer una cualidad propia que se distribuye homogéneamente por todos los elementos de la totalidad. Si el factor de totalidad se caracteriza por la homogeneidad de su calidad específica, ello debe significar que las diferencias que se establezcan en los grados de esta cualidad han de ser diferencias de cantidad.

Otra nota del complejo cualitativo del todo puede caracterizarse como pasividad. El todo es configurado por el principio organizante y opone cierta resistencia a esa organización. En cuanto esa resistencia o inercia puede interpretarse como respondiendo a la acción de una fuerza determinada, podría en cierto sentido admitirse como actividad, aunque no sea propia del todo tal atribución. Podría decirse paradójicamente que la forma de actividad del todo era la pasividad, a la manera como explicamos la pasividad inerte de un cuerpo físico en reposo como el resultado de la acción de la fuerza gravitacional. La cualidad propia del todo es aquella que lo define como tal, incluso en una estructura, lo que permite distinguir una estructura física de una biológica o psíquica o espiritual. La pasividad de lo físico es distinta de la pasividad de lo orgánico: la pasividad de lo lógico es distinta de la pasividad de lo estético, por cuanto los mismos elementos del conjunto dado tienen que ser movidos con un sentido distinto. Tal todo es lo que puede llamarse genéricamente materia –física, orgánica, psíquica, espiritual. La cualidad de cada materia, de cada totalidad, hace valer su ley cualitativa en la configuración y por eso ésta ha de verificarse en armonía con la cualidad específica de cada estructura y como en transacción con ella, aunque siempre quede supeditada al principio configurante.

Lo primero que diferencia el todo de un agregado homogéneo del todo de una estructura, es decir, del todo sobre que actúa un principio configurante, es que en este último todo se altera la homogeneidad que es característica de las otras clases de todos. Desde el momento en que actúa el principio configurante sobre un material dado –traigamos a la mente, por vía de ilustración, un material orgánico, embriológico–, empiezan a perfilarse partes, diferenciaciones, y ya no puede hablarse de un agregado homogéneo. Puede decirse, por lo tanto, que el primer efecto de la acción de un principio configurante sobre el material de una totalidad homogénea consiste en determinar la formación de partes, o lo que es lo mismo, la manifestación de cualidades diferentes a la del agregado, aunque dentro de la cualidad del agregado (los diferentes órganos dentro del territorio germinal siguen siendo materia orgánica aunque se distingan entre sí desde el punto de vista de sus respectivas cualidades diferenciales). La cualidad homogénea de la totalidad tenderá a estar presente, de una u otra manera, en todos los momentos y lugares de la estructura; pero por la acción del principio configurante surgirán junto a ella cualidades que implicarán heterogeneidad. Las diferencias entonces no serán ya meramente cuantitativas dentro del conjunto, sino también cualitativas. Dentro de esas diferencias cualitativas, ocupa un lugar de primer orden la cualidad del principio configurante.

Toda estructura consta, pues, de tres cualidades esenciales: 1ª una cualidad de totalidad que pertenece al conjunto como tal, a la materia propia de la estructura (psíquica, orgánica, espiritual), la cual puede considerarse como homogénea en el sentido de que está presente en todas partes de la estructura, dentro de la cual sólo se diferencia cuantitativamente (en dos procesos psíquicos diversos hay más materia psíquica que en uno solo de ellos). Esta cualidad inherente al todo, puede decirse que es una cualidad inmanente dentro de la estructura; 2ª una cualidad de particidad que permite diferenciar cada parte dentro de una misma estructura y que resulta heterogénea respecto a la cualidad general (distinguimos la cualidad de la respiración de la que corresponde a la circulación; el pensamiento, de la voluntad, etc.) y respecto a las propias cualidades de cada una de las partes. En cada parte se da, pues, una cualidad singular que puede considerarse también como cualidad inmanente, propia de la parte, dentro de la estructura, y una cualidad específica en cuanto pertenece a un todo determinado; 3ª una cualidad del principio configurante, que da finalidad o sentido a la estructura [32] y a cuya realización plena funcionan unitariamente todo y partes. De esta tercera cualidad cabe decirse que es trascendente a cada uno de los integrantes de la estructura, en cuanto todo, partes y unidad trascienden hacia dicha cualidad, coincidiendo funcionalmente en la misma por lo cual podemos decir que constituye una cualidad transcendente de la propia estructura. [B]

¿Cómo se verifica la unidad funcional de esas tres cualidades? Si tomamos como ejemplo el conjunto estructural que constituye una Orquesta, reconocemos la cualidad específica de ser un conjunto sinfónico –no vocal ni coreográfico–, y las cualidades diferenciales de los diversos instrumentos, además de la peculiaridad de la composición musical que se ejecuta en cada caso y que constituye la cualidad del principio configurante. La intencionalidad del conjunto musical trasciende hacia la composición a ejecutar: cada uno de los instrumentos ajusta su cualidad al contenido de la composición, trascendiendo también hacia la misma; la indispensable unidad de cada uno de los instrumentos con respecto a la calidad sinfónica del conjunto y con respecto a la calidad diferencial de los instrumentos tiene que verificarse también trascendiendo a la cualidad distintiva que la propia composición implica. Lo que llamamos el principio configurante queda representado aquí por el director de la orquesta conjuntamente con la composición que dirige, así como en una sociedad quedaría encarnado en el Estado conjuntamente con el complejo de valores que él patrocina[C]. La unidad funcional en la orquesta, en la sociedad o en cualquier otra clase de estructura, aunque dimana del principio configurante, no se identifica con el mismo en ninguno de sus componentes. La unidad parece, pues, constituir una función relacionante que figura como centro de tres cualidades diferentes: de la totalidad, de la particidad y del principio configurante.

Cuando concebimos una totalidad heterogénea cualquiera en unidad, lo diferencial tiene que ser desdeñado para que pueda verificarse esa unidad. Existe en ese caso una subordinación completa de las partes al todo. Pero si surgiera una tercera cualidad en que las partes pudieran coincidir funcionalmente con el todo, entonces quedaría reivindicada la cualidad de la parte, pues no tendría que ser anulada o desconocida por la cualidad del todo con vistas a la unión. En este caso se trata no ya de salvar una condición común que tienen las diferentes partes, con el fin de garantizar la unidad –teniendo que renunciar a una cara esencia específica o singular para salvar la esencia genérica común–, sino de salvar también la esencia específica o singular buscando un punto de coincidencia compatible con la diferenciación y con la cualidad genérica. Es claro que la cualidad singular o específica puede salvarse prescindiendo de la cualidad genérica, anárquicamente; pero en ese caso desaparece la unidad de lo singular y lo especifico con lo genérico al desaparecer la cualidad de todo. La otra solución para alcanzar la unidad en una totalidad heterogénea consiste, como hemos visto, en subordinarse las partes al todo, renunciando a lo singular o a lo específico, pasando por alto su propia cualidad diferencial. Ninguna de las dos son soluciones cuando se reconoce que son dadas cualidades de todo y de partes, genéricas y específicas, que deben ser mantenidas. Como las cualidades específicas no pueden coincidir lógicamente con las genéricas, por lo mismo que son diferentes, y no hay manera de salvar una si no es anulando la otra, la coincidencia de ambas habrá que buscarla en una tercera cualidad que salve a las dos. Si esa cualidad es dada, podrá contarse con la reivindicación de partes en el todo y con que ninguna de las dos cualidades sea anulada por la otra. La unidad podrá verificarse así subordinando funcionalmente las cualidades de todo y de partes a esa tercera cualidad que corresponde al principio configurante.

VIII. Diversas clases de estructuras

Pueden enumerarse diversas clases de estructuras: reales e ideales; estáticas y dinámicas; teoréticas, estéticas, éticas y religiosas; lógicas, axiológicas, pragmatológicas y teleológicas; temporales e intemporales; espaciales e inespaciales.

Cuando queremos representarnos una estructura, tendemos generalmente a representárnosla espacialmente, y por lo menos en un espacio de dos dimensiones, en una superficie. El concepto de estructura, sin embargo, no significa necesariamente una forma espacial, pues tal concepto surgió justamente de la psicología, en donde es reconocido que lo espacial carece de sentido.

¿No se da estructura en un espacio unidimensional, en una parábola, en una línea cualquiera, con tal de que se le ordene según un principio de organización? Podemos trazar una línea quebrada en que se distingan dimensiones proporcionales, de modo que la segunda línea sea el doble de la primera, y la tercera el doble de la segunda. ¿No reconoceremos integración estructural en esos tres elementos lineales situados en una sola dimensión? En el ejemplo expuesto, no podemos eliminar la segunda línea sin alterar la totalidad de la línea en su significación de doble proporción sucesiva. En una línea recta o curva en que estén marcados diferentes puntos, podemos hablar de toda la línea y de partes de esa totalidad y de unidad entre todo y partes. La cualidad configurante sería la de la propiedad geométrica que caracteriza a esa línea. [33]

Una línea puede también ser dividida en cuatro partes iguales, y no poder eliminarse una de las partes sin eliminar el todo, del mismo modo que un cuadrado dividido en cuatro pequeños cuadrados iguales perdería su forma si se le amputara uno de los cuadrados, los cuales, aún siendo iguales, se diferencian por su orden de colocación dentro del cuadrado máximo. Así en una línea dividida en cuatro partes iguales, cada parte ocupa un lugar diferente en la línea, por lo que si se elimina una de las partes de la línea, ya no se tratará de una línea dotada de cuatro partes, pues la igualdad cuantitativa no obsta la desigualdad de colocación, que permite distinguir la primera porción de la segunda, y la tercera de la cuarta. En el caso del cuadrado advertimos fácilmente la forma o figura, en tanto que en la línea nos es más difícil aplicar el concepto de forma o configuración; pero si en una línea cualquiera podemos distinguir todo, partes, unidad o articulación y un principio de organización, hay algo de común, desde el punto de vista estructural, entre esa línea dividida en partes y cualquier clase de estructura. Es claro que cuanto más simple sea la dimensión en que se apliquen las categorías estructurales y cuanto menos diferentes sean las partes, menos ostensible será la condición estructural de dicho todo.

Lo espacial suele ser homogenizado matemáticamente pero en rigor, lo determinado espacialmente es heterogéneo, pues cada punto del espacio supone un punto diferente de colocación dentro de la totalidad del espacio. Puede suponerse una línea completamente irregular proyectada en el espacio. En este caso, podemos hablar de toda la línea y de partes de la línea determinadas espacialmente: pero siempre habrá, para hacer de esa línea una estructura, que suponer un principio configurante en virtud del cual dividimos la línea irregular en estas partes y no en tales otras, pues ya sabemos que lo que dota de forma a un todo es el principio de ordenación, de donde surge el orden de colocación o de sucesión.

IX. Las leyes de la estructura

Basándonos en todo lo antes expuesto, proponemos algunas leyes estructurales:

1ª Ley de indivisibilidad: El todo estructural es un todo indivisible.

Lo más característico de la estructura es su indivisibilidad, el hecho de que no puedan separarse las partes del todo sin afectar a éste. Esta característica,[D] que diferencia esencialmente a una estructura de cualquier otra totalidad, homogénea o heterogénea, depende de un factor especifico, que es el principio configurante.

2ª Ley de unitrinidad:[E] En toda estructura se dan tres factores integrantes con sus respectivas cualidades, los cuales se coordinan en una unidad funcional.

3ª Ley de la doble diferencia: La diferencia entre todo y partes en una estructura es una diferencia cuantitativa y cualitativa a la vez.

4ª Ley de implicabilidad: Cada uno de los integrantes de la estructura contiene a todos los demás.

Esto se advierte con más claridad en una estructura germinal. «En las células primitivas –los organismos rudimentarios y los elementos embrionarios– hállase capacidad funcional para todo». «Es solo más tarde que se produce la polarización de las actividades en uno solo o en varios sentidos: diferenciación funcional, con su correspondiente diferenciación de la estructura» (Pi Suñer). En los momentos iniciales de una estructura biológica, aunque hay indiferenciación relativa, también hay diferenciación, y está presente toda la estructura y sus funciones. A su vez, en cada parte de la estructura, están representadas las cualidades del todo y del principio configurante.

5ª Ley de condicionamiento recíproco: Cada uno de los factores condicionantes de la estructura condiciona a los demás y es a su vez condicionado por ellos.

6ª Ley de jerarquía intraestructural: En toda estructura, el todo, las partes y la unidad quedan subordinados al principio configurante como condicionante supremo de la misma.

La estructura es tal estructura en la medida en que el principio configurante se manifieste con más plenitud. Dentro de cada estructura puede establecerse un criterio axiológico dimanante de las relaciones ontológicas. Al supeditarse todas las funciones a la finalidad y sentido de la estructura, puede hacerse surgir un concepto de deber ser originado en el ser ideal de la estructura.

7ª Ley de integración sucesiva: Cuando una estructura cualquiera pasa a integrar un todo estructural de más amplitud, dicha estructura queda integrada en esa nueva totalidad en condición de parte de la misma, su cualidad trascendente pasa a constituir la cualidad inmanente que como nueva parte le corresponde dentro de la nueva estructura y la cualidad trascendente de esa nueva estructura pasa a ser su propia cualidad trascendente. [34]

La familia dentro de la nación; la nación dentro de la sociedad humana universal organizada políticamente, constituyen buenos ejemplos de esta ley[F]. La finalidad de la estructura mayor pasa a ser también finalidad de la estructura menor, sin que por ello en ésta desaparezca su finalidad inmanente e intrínseca. En una integración creciente de estructuras cada vez más amplias, puede considerarse medio –aunque también posea un fin para sí– la que se subordina a la finalidad trascendente de la estructura más amplia. Siguiendo las leyes ideales de la estructura, puede llegar a concebirse una estructura definitiva y una finalidad ultérrima a la cual quede supeditada toda otra finalidad en cualquier tipo de realidad dotada de condición estructural.
 

[Añadido del Proyecto Filosofía en español (2006). En los artículos publicados por el autor en el nº 3 (enero-diciembre 1948), «¿A dónde va el universo físico?», y en el nº 4 de Revista Cubana de Filosofía (enero-junio 1949), «¿A dónde va el mundo orgánico?», se cita este artículo del nº 2, y se advierte que «con algunas ediciones» fue también publicado en Cursos y Conferencias, nº 193-194, Abril-Mayo 1948, Buenos Aires. Esta nueva versión fue reimpresa por la Imprenta de la Universidad de la Habana en un folleto de 22 páginas, sin fecha (que probablemente se repartió con el nº 3 de RCF, pues en nuestro ejemplar figuraba en su interior), donde se añade la presentación del autor que en la edición de Buenos Aires dispuso Francisco Romero. Para comodidad del lector, ofrecemos los añadidos y sustituciones de frases que diferencian el texto publicado en ese folleto respecto del artículo original aquí reproducido.]

[A] [cambiado de lugar] Si trazamos una circunferencia sobre una hoja de papel, provistos de un compás y un lápiz, podemos decir que aun antes de trazar la circunferencia, ésta va hasta cierto punto presupuesta en el hecho de que nuestra mano se halla en disposición de manipular el compás en un sentido determinado, venciendo la resistencia que oponen a esa manipulación el compás, el lápiz y el papel. Desde el comienzo del trazado, se pondrá de manifiesto una actividad proyectada en un sentido determinado y una serie de elementos resistentes a la misma, de cuya pugna dialéctica brotará la figura geométrica carazterizada como circunferencia.

[B] [añadido] Francisco Romero, en su Programa de una Filosofía, ha expuesto con toda claridad este poder de trascenderse que muestran los elementos de la estructura: «la estructura agrega algo que no estaba patente en las partes, pero que tiene su fundamento o raíz en las partes. Pero si no estaba patente debía estar latente, ya que sólo aparece mediante la conjunción de las partes: estaba, pues, en ellas como potencia, capacidad o posibilidad, como un don existente de antemano en las partes de contribuir a la aparición de esa novedad que brota en la estructura. Tal potencia o posibilidad admitida en las partes no funciona sino en la estructura; esto es, las partes trascienden en cierto modo al componer estructura. El reconocimiento de las estructuras arrastra consigo la aceptación de este poder de trascenderse en los elementos que las constituyen.»

[C] [frase sustituida por la siguiente:] Lo que llamamos cualidad configurante queda representado aquí por la composición musical que ejecuta el director de orquesta conjuntamente con los músicos acompañantes, así como en una sociedad quedaría encarnada dicha cualidad en el complejo de valores que el Estado patrocina.

[D] [sustituido por:] Tal característica

[E] [sustituido por:] 2ª Ley de unidad funcional:

[F] [inicio del párrafo sustituido por:] La amplitud de una estructura no se basa en su extensión espacial o temporal, sino en las zonas que pueden quedar gobernadas por su principio configurante. Así, la estructura orgánica puede ser mayor que la física, y la espiritual, mayor que todas las demás.

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