Bibliografía
Antonio María García Blanco
Filología
Hace poco que han visto la luz pública dos libros, el uno salido de las oficinas de nuestra Imprenta nacional y el otro de las acreditadas prensas del Sr. Rivadeneira: ambos pertenecientes a Filología y ambas producciones de dos distinguidos literatos. Mas a decir verdad, ni el Sr. Rivadeneira podrá con el suyo añadir una hoja siquiera de laurel a los que tan merecidamente alcanzó en otros trabajos tipográficos, ni el autor del libro podrá jamás alegar su obra como un monumento de sus adelantos literarios. No así el del Sr. Baralt que ha sabido hermanar la belleza tipográfica del establecimiento que dirige, con la copia de conocimientos y con la inmensa erudición que posee. El Diccionario de Galicismos que acaba de publicarse, es un libro a toda luz útil, erudito y bien acabado: el Diccionario etimológico de la lengua castellana (Ensayo) dista tanto, en nuestro concepto, de merecer aquellos tres epítetos que deploramos la hora en que su autor determinó publicarlo; porque rebaja mucho el mérito del autor y la opinión que el actual estado de nuestra literatura pudiera reclamar de nacionales y extranjeros. La carencia de conocimientos hebraicos y orientales en un etimologista es insubsanable ni aun por la más vasta lectura, ni por los filantrópicos deseos de un hombre el más dócil, el más humilde, el más ilustrado. Orígenes del habla castellana sin latín, griego, vascuence, lemosín, árabe, caldeo, fenicio, hebreo, copto, o egipcio y demás idiomas semíticos, orientales y de la India, son una quimera, conjeturas arbitrarias, y ocasión de mil errores imperdonables en quien se propone desentrañar la etimología de una lengua que participa casi en igual proporción de todos aquellos elementos: por eso el libro del Sr. Monlau será siempre un aborto del buen deseo y de las primeras concepciones de un filólogo incipiente; mientras que los galicismos tachados o criticados por el Sr. Baralt harán perpetuamente honor a su autor y al habla de Cervantes, o Granada, y al siglo y época en que han visto la luz pública.
Sirva esto de preámbulo para una serie de artículos que vamos a dedicar al análisis del Ensayo etimológico del doctor Monlau, en desagravio siquiera de nuestra literatura y del estado actual de conocimientos filológicos en España. Amicus Plato, sed magis amica veritas.
La Revista Universitaria
Madrid, 22 de octubre de 1856
Bibliografía
Dislates del Doctor Monlau, por meterse a etimologista sin conocimientos de lenguas orientales
Prólogo
Triste cosa es en verdad tener que criticar una obra que me ha sido regalada, que fue acogida favorablemente por el vulgo de los literatos, y que hubo de haber costado a su autor días y vigilias incalculables; pero por lo mismo, ni es justo dejar de ilustrar a aquel sobre puntos que le interesan, ni caridad que disimularle a este los defectos que ha cometido por carecer de los conocimientos necesarios para una empresa gigantesca: al público se le debe la mayor copia posible de doctrina; a los autores la mayor ingenuidad: y esto es lo que me propongo al acometer este trabajo, que respetarán aquel y estos, siquiera por la leal franqueza con que procedo.
En medio de la penuria de buenos libros con que luchamos en España y al lado de un diccionario defectuosísimo, como es el que la Real Academia de la lengua ha publicado y reimpreso hasta diez veces, cada una de ellas con más desgracia; cuando estamos pendientes de la oferta de un diccionario matriz de la lengua castellana que tanta falta nos hace; y cuando tan descuidados están entre nosotros los estudios filológicos, sale el doctor Monlau, no sé si reivindicándonos de esta mala nota, si suministrando materiales para el Diccionario matriz, si subsanando en lo posible el atraso y la indolencia de la real corporación; sale, digo, un hombre desconocido en la filología, con su Diccionario etimológico (ensayo), que quiere que sea, y dice que es el complemento de los estudios elementales de la Gramática y de la Retorica; que puede agregarse como apéndice a todas las Gramáticas, así castellanas como latinas, que sirven en las escuelas; que es una preparación para el estudio de la Gramática general; y que debe considerarse, por fin, como complemento de todos los diccionarios. Así recomienda modestamente el autor su obra en la misma portada, que no faltará quien compare con el epígrafe del pintor Ojeda, o el Este es gallo más pintado que se ha escrito: lo cual unido a lo de Rudimentos de Etimología, de que dice allí mismo va precedido su ensayo, con el scrutabitur mille præceptor acer atque subtilis origines nominum de Quintiliano lib. 1, cap. 4, forma todo ello el frontispicio más gracioso, variado y relleno que pudo inventar el gramático más entendido latino, español, griego, turco o chino. Portada estupenda que sobrecoge a cualquiera, pues unas veces y por un lado parece que anuncia gran casa y gran cosa Diccionario etimológico; otras y por otro se ve entre celajes, entre paréntesis, como simple (ensayo), primera y defectuosa prueba que se hace de aquella cosa tan grave y ardua: por una parte promete escudriñar los mil orígenes de los nombres, o los orígenes de mil nombres, obedeciendo al precepto de Quintiliano, (que como todos los preceptistas latinos, ni se sabe si quiso decir lo uno o lo otro, si fue solo para el preceptor agrio y sutil, o para el agudo y perspicaz; a para el fuerte y docto, o para el pronto e ingenioso; para el vehemente y discreto o para el diligente e intrincado; pues que todo esto y mucho más significan los epítetos acer et subtilis del gramático romano): por un sí, son solo rudimentos de Etimología; por otro el complemento de todos los diccionarios, y de los estudios elementales de gramática y retórica, apéndice de todas las gramáticas latinas y castellanas que sirven en las escuelas: por esta circunstancia parece libro para muchachos; por lo demás del frontispicio y por el texto de Quintiliano es para preceptores agudos y perspicaces o diligentes e ingeniosos: quién vería en la portada del doctor Monlau un cartel de teatro, o de toros con la lista de los personajes que lidian o representan; quién un anuncio de esquina con su competente recomendación al pie; quien, en fin, ve la obra de un médico polifármaco, politécnico, polimático, polígloto, polígrafo, polidoro, político, poliedro, polisofo, que así explica la literatura e historia, como Psicología y lógica, así compone planes de estudios, como reglamentos de sanidad y lazaretos de desinfección, así cura como enseña, así habla como escribe, y así escribe periódicos como libros de escuela o instituto.
Sirva todo esto de introducción solamente y exordio de mi obra; proposición anticipada cuyo desenvolvimiento, amplificaciones y pruebas voy a ir articulando como pueda; cuyo objeto es solo ensayar yo mi propósito de no sufrir en silencio nada que oiga, lea o sienta contrario a razón y verdad; cuyo fin o epílogo será una solemne protesta contra todo lo que y todos los que se elevan a mayores, sorprenden la luz pública, se constituyen en autoridad, a la sombra de la ignorancia general que por desgracia domina, en literatura, en filología y gramática. Sea todo ello una voz de alerta a la juventud y generación actual; al gobierno español y a los sabios extranjeros, a los siglos, sabios y gobiernos futuros, a los incautos, a los que aprenden, a los que saben y a los que no saben, para que no se dejen ofuscar ni preocupar con escritos deslumbradores, con promesas al cumplir, con reputaciones no justificadas, con esas enciclopedias metódicas e inmetódicas, ambulantes, parlantes, escribientes que empañan nuestra literatura y el honor nacional de la patria de los Herreras, Marianas y Quevedos, de los Brocenses, Nebrijas y Montanos. Sit in pace.