Filosofía en español 
Filosofía en español

Antonio María García Blanco 1800-1889 Pbro

retrato

Presbítero católico español ordenado en 1828; diputado por Sevilla en las Cortes Constituyentes de 1836-37; catedrático de hebreo desde 1841 en la Facultad de Teología de la Universidad Literaria de Madrid, y de Lengua hebrea de 1845 a 1877 en la Universidad de Madrid; decano de su Facultad de Filosofía y Letras tras la revolución de 1868; consejero de instrucción pública de 1874 a 1879, &c., su independencia económica y personal, de joven gracias a su entorno familiar y después como catedrático universitario, favoreció que pudiera irse alejando de las estructuras clericales y sus condicionantes, y poder así vivir “a lo laico, aunque no llegó a apostatar”. En su testamento doctrinal (que dispuso se publicase póstumo: Oración de un muerto en el día de su entierro, Osuna 1889) expone sin tapujos sus posiciones ante la religión, la política y la filosofía.

«Nacido en la villa de Osuna, el 24 de Setiembre del año de 1800, hijo del Dr. D. Antonio García y García y de Doña Juana Blanco y Gutiérrez, su legítima esposa, no hubiera ciertamente salido jamás de aquella villa ni de la medianía en que la fortuna constituyera desde su principio aquel feliz matrimonio, si la revolución del siglo, tres veces incoada y otras tantas reprimida, no me hubiese ya directa ya indirectamente arrastrado hasta dejarme, cual despojo de recia tempestad, al borde mismo del precipicio en que pudiera haberse consumado mi ruina. Era mi padre catedrático de Filosofía, y después de Medicina, en la Universidad fundada por los condes de Ureña, y médico de gran concepto en la villa de Osuna, con alguna poca hacienda, casa propia, y larga parentela en ella y en los pueblos de la comarca; circunstancias todas que dificultaban su salida de aquella villa o la traslación de la familia, y alejaban la necesidad de tener yo que salir a parte alguna para completar mis estudios ni para lograr una decente colocación. Bajo tan tranquilos y felices auspicios pude hacer, juntamente con mis dos hermanos Francisco de Borja y Juan Nepomuceno, los estudios de primeras letras, lengua latina y filosofía sin mayor dispendio ni necesidad de separarnos de nuestros padres: a su lado también hicieron ellos la carrera de Medicina y yo la de Teología, con buenas notas siempre y suma puntualidad, aprovechándonos todos de los buenos conocimientos y continuado estudio de nuestro ilustrado padre, que suplía de este modo y con su gran talento cuanto faltaba a nuestros maestros respectivos para satisfacer sus deseos y llenar las miras que se proponía en nuestra educación y carreras respectivas.» (Biografía de D. Antonio María García Blanco, escrita por sí mismo, o sea Historia compendiada de los conocimientos hebreos en España, Madrid 1869.)

en proceso

Fue diputado por Sevilla en las Cortes Constituyentes de 1836-37: el Diario de Sesiones, sesión del martes 25 de octubre de 1836 (7:36), recoge que pasaron a la comisión de Poderes los presentados por D. Antonio García Manco (errata por Blanco), por Sevilla. «La comision era de dictámen se aprobasen los poderes del Sr. D. Antonio García Blanco, Diputado por la provincia de Sevilla, añadiendo que habiendo acompañado el acta original de las elecciones, se devolviese ésta al jefe político de dicha provincia para que remitiese la copia según estaba prevenido. Así se acordó.» (26 octubre 1836, 8:40). Doscientos veintinueve días después figura entre los firmantes de la nueva Constitución (11 junio 1837, 223:4022), que jura con toda solemnidad en la Sesión Regia celebrada el domingo 18 de junio de 1837 (228:4125). Causó baja como diputado el 4 de noviembre. No pasó desapercibido en el Congreso, y su notable actividad la confirman los índices del Diario de Sesiones de esas Cortes Constituyentes:

«GARCÍA BLANCO (Sr. D. Antonio). Electo por Sevilla. Presenta sus poderes (Errata de imprenta: Don Antonio García Manco, en lugar de García Blanco), 36.– Se aprueban con observaciones de la comisión, 40.– Firma la Constitución, 4022.– La jura, 4125. Comisiones: Etiqueta para presentar a S. M. la contestación al discurso de la Corona, 59.– Tribunal de Cortes, 70.– Presupuesto de Gracia y Justicia, 786.– Etiqueta de felicitación a S. M. por el día de Reyes y por el levantamiento del sitio de Bilbao, 891.– Para presentar a la Real sanción varios proyectos de ley, 5275, 5931, 6340, 6808, 7020.– Secretario para el mes de Agosto, 5070. Discursos: Voto sobre la proposición confirmando el título a S. M. la Reina Gobernadora, 45.– Trámites de la reforma constitucional, 48.– Acta del Sr. Álvarez (D. Francisco de Paula), 50.– Suspensión de una discusión, 51.– Elección del tribunal de Cortes, 59.– Empleo de la Milicia Nacional, 100.– Concesión de gracias a la misma, al ejército y armada, 102.– Medidas para terminar la guerra civil, 154, 226.– Extinción de la conservaduría de montes, 284, 287.– Confirmación del título de Reina Gobernadora, 319.– Reforma del clero, 508.– Arresto de delincuentes, 516, 530.– Su proposición sobre matrimonios, 580.– Renovación de Ayuntamientos, 725.– Plan de educación de S. M. Doña Isabel II, 749.– Reforma constitucional, 767, 768, 2272, 2275, 2452, 2454, 2552, 2794, 2797, 3322, 3327, 3345, 3348, 3359, 3379, 3488.– Exposición de varios estudiantes de Sevilla, 778.– Diputaciones provinciales, 882, 885, 1019.– Defensores de Bilbao, 958, 960.– Ley de señoríos, 977, 1026, 3677.– Prestaciones de dinero a Roma, 985.– Arreglo del clero, 1032, 1153, 1156, 1174, 1316, 1317, 4870, 4982, 4983, 4986, 4991, 4992, 5022 a 5024, 5114, 5115, 5130 a 5132, 5134, 5438, 5468, 5487, 5488, 5490, 5544, 5546, 5586, 5589, 5603, 5605, 5624, 5650, 5654, 5657, 5697, 5765, 5826, 5868, 5872, 5898, 6237, 6382, 6383, 6396, 6403.– Exposición de D. Miguel Pérez, 1052.– Uso de la palabra, 1099.– Letras y géneros de Cataluña, 1100.– Expedientes instruidos por la Junta de armamento y defensa de Valencia, 1116.– Milicia Nacional, 1196, 1197.– Ordenanza de las escuadras de Cataluña, 1260.– Exposición de la Junta de armamento y defensa de Sevilla sobre varias medidas referentes al modo de redimir la suerte de soldado, 1427, 1428.– Modo de hacer los pagos a los compradores de bienes nacionales, 1458.– Capacidad de los sacerdotes seculares para ser nombrados ecónomos de los curatos vacantes, 1507.– Requisa de caballos, 1525, 1526, 1571.– Exposición de D. José Llanos y otros, 1561.– Proposición para que en los bautizos se use agua templada, 1791, 1792.– Arbitrios propuestos por la Diputación provincial de Madrid para organizar una fuerza de 200 caballos, 2012.– Bienes de capellanías, 2125.– Exposición de la Diputación provincial de Sevilla sobre la supresión de ciertos arbitrios, 1537.– Proposición del Sr. Bertrán de Lis sobre las causas que producen las devastaciones cometidas por los facciosos de Valencia, 1676.– Régimen de las provincias ultramarinas, 2058.– Exposición del cura de Albaladejo, 2149.– Licencias a los señores Diputados, 3184.– Comunidades religiosas suprimidas, 3531, 3706, 3737, 3775, 3779, 3780, 3782, 3809, 3871, 3872, 3877, 3879, 4767, 4768, 4821, 4822, 4871, 4873, 4877, 4878, 4881, 4882.– Exposición del Cabildo de Toledo, 3638 a 3641, 4277.– Ley electoral, 3975, 4017 a 4019, 4037, 4041, 4165, 4167, 4168, 4462, 4464, 4498, 4527, 4531, 4532, 4552 a 4554.– Impresión del Acta y discursos de la sesión Regia, 4130.– Supresión de diezmos, 4267, 4368, 4305, 4446, 4711 a 4713, 4728, 4303, 4904.– Mensaje de felicitación a S. M. por la jura de la Constitución, 4329, 4330.– Orden de los discursos por sorteo cuando pidan la palabra a la vez varios Sres. Diputados, 4344.– Orden de la discusión, 4757.– Exención del servicio de la Milicia a los concejales y alcaldes de barrio, 4427.– Cobranza del diezmo por el presente año, 4645 a 4647, 4694 a 4696, 4598, 4699, 4724 a 4726, 4728.– Acta del 14 de Julio, 4742.– Requisa de caballos y mulas en Sevilla, 4801 a 4803.– Sesiones los domingos, 4905.– Contribución extraordinaria de guerra, 5219, 5397, 5418, 5420.– Exposición de los bachilleres en leyes de la Universidad de Salamanca contra la Dirección general de estudios por infracción del artículo 4.º de la Constitución, 5580.– De la Diputación provincial de Toledo proponiendo medidas para concluir la guerra civil, 5582.– Observaciones sobre la solicitud de D. Cristóbal Rodríguez Solano en queja contra el Sr. Ministro de la Gobernación, 5599, 5600.– Incidente promovido a causa del voto de los Sres. Heros y Arana acerca del dictamen sobre la Exposición de varios ciudadanos de Vitoria para que se declare nula la elección de la Diputación provincial de Álava, 5754.– Sobre el curso que debe darse a la proposición del Sr. Hompanera de Cos para que el Gobierno remita nota de los empleos, grados y honores concedidos a los Diputados, 5777.– Sobre la proposición del Sr. Suances pidiendo se exija la responsabilidad al Secretario del Despacho de la Gobernación, 5789, 5826.– Sobre el curso que se debe dar a la Exposición del alcalde de Caramiñal en queja contra la Diputación provincial de la Coruña, 5863.– Ídem a la comunicación del Sr. Ministro de la Guerra participando el nombramiento de los Sres. Saravia y Ortega para oficiales de dicho Ministerio, 6030.– Voto contrario al dictamen sobre las representaciones del Ayuntamiento de Orihuela contra las medidas adoptadas por el jefe político de la provincia, 6044.– Su proposición para que el dictamen sobre la Real orden de 2 de Setiembre que acompaña a la Memoria relativa al estado de la Hacienda pase a una comisión especial, 6126, 6127, 6129, 6131.– Contestación a las observaciones hechas con motivo de unas palabras pronunciadas en el anterior debate, 6139.– Real orden de 2 de Setiembre de 1837 sobre suspensión de pago de créditos, 6272, 6301.– Contribución impuesta por la Diputación provincial de Almería, 6394.– Contrato con Guadamino, 6414, 6415.– Ley de vinculaciones 6459, 6460.– Exposición de Don José María Rubio y D. Francisco Ramon Criado, 6682.– Reemplazos del ejército, 6694, 6712, 6737, 6807.– Pensión a Doña Narcisa de Hormaechea, 6770.– Voto de confianza a Mendizábal, 6900.– Memoria de Hacienda, 6988, 6989.– Exposición de Sr. D. Miguel Herrero López, 7051, 7067.– Recompensas nacionales, 7074.– Resolución tomada en la sesión secreta del 3 de Noviembre, 7088.– Exposición de Francisca Mir, 7082.»

Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes, dieron principio el 17 de octubre de 1836 y terminaron el 4 de noviembre de 1837, Madrid 1877, Tomo X, comprende el índice de esta legislatura, páginas 133-134.


1836 «Madrid 12 de Octubre. Continua la lista de los Diputados para las próximas Cortes. […] Sevilla. General D. Antonio Seoane. D. Miguel Gorbacho Valdés. D. Antonio García Blanco, presbítero. D. Pedro Urquinaona. D. Mateo Ayllón. D. Félix Buch. D. Juan Escalante Ruiz Dávalos.» (Boletín Oficial de la Provincia de Segovia, sábado 15 de octubre de 1836, pág. 4.)

«Igualmente se aprueba sin discusión el dictámen de la comisión de instrucción pública relativo a la proposición del Sr. García Blanco, que proponía se pidiese al Gobierno el plan de enseñanza que está rigiendo para la educación de nuestra inocente Reina Doña Isabel. La comisión opinaba se remitiese por el Gobierno a la mayor brevedad el plan a que la proposición hace referencia.» (Boletín Oficial de Zamora, 6 diciembre 1836, pág. 3.)

Proposición del diputado Antonio García Blanco a las Cortes Constituyentes para que en los bautizos se use agua templada

(Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes, sesión del domingo 26 de febrero de 1837, 126:1791-1792.)

Se leyó por segunda vez la proposición presentada por el Sr. García Blanco en la sesión de ayer, diciendo en su apoyo

El Sr. GARCÍA BLANCO: Muchos días hace que debía haber hecho esta proposición si hubiera de haber seguido los impulsos de mi natural compasión y las inspiraciones de una persona, la más respetable para mí en este mundo; pero asuntos de otra naturaleza y consideraciones del momento me lo han impedido hasta ahora. Ayer, con motivo de leer la relación de ese gran banquete que se ha dado por algunos Sres. Diputados al oficial inglés que trajo la carta de gracias del comodoro Hay, he visto que una de las cosas que se presentaron al señor embajador inglés y al capitán, fue un cieguecito, haciendo varias y extraordinarias habilidades, el cual nació con vista (dice el Eco del Comercio en su relación), y la perdió por habérsele bautizado con agua fría.

Esto, que ya mucho tiempo antes había entrado en mi cálculo proponer a las Cortes para su oportuno remedio, porque he tocado bien de cerca los perjuicios que pueden irrogarse a la salud y a la vida de los infantes con bautizarlos de la manera que se hace generalmente en España, me ha obligado a presentar la proposición que las Cortes acaban de oír. No creo que se tendrá por cosa de poco momento este asunto por las Cortes, principalmente si se hace comparación entre él y el que no ha muchos días ocupó al Congreso, el restablecimiento de aquel decreto de las Cortes del año de 11 sobre azotes a los niños en las escuelas.

No me parece de menos importancia el objeto de mi proposición, que si se le ha de dar o no al niño azotes por delitos o defectos que comete. Al fin aquello, por más decoroso que fuera, por más irregular en nuestras actuales instituciones, era una pena más o menos graduada que se imponía a un muchacho que había cometido un delito; pero, Señor, el inocente que viene a bautizarse, ¿qué delito ha cometido para que se le clave un puñal como el que realmente se le clava derramando una concha de agua fría sobre su cabeza? ¿Por qué se pone a tanta prueba el delicado cerebro de un infante, sus facultades intelectuales y acaso su vida?

Aunque no se hubiera dado más caso que ese infeliz de que he hecho mérito, que está en la casa de sordomudos, ¿no sería muy propio de las Cortes poner el oportuno remedio para que no se repita ese mal? Un niño que nació con su vista y se ve privado de ella en el acto más tierno, ¿qué no exige de nosotros? ¡Cuando se le da la vida espiritual quitarle la vista corporal, el principal sentido de que dependerá su fortuna y felicidad futura!

Señores, dos escrúpulos pueden oponerse en esta materia, que me creo en la necesidad de desvanecer; uno por parte de los nimiamente católicos, y otro por parte de los que no lo sean tanto. Los más celosos de la validez del bautismo, tal vez creerán que se va a alterar la esencia del Sacramento con que se caliente el agua; pero me parece se podrá convencer aun el más estólido, sabiendo que hasta el Padre Lárraga es uno de los que sientan que sea fría o caliente el agua, siempre que sea natural, esto es, de la fuente, río o lluvia, hay Sacramento.

Se dirá por estos que en tantos siglos como se está bautizando no ha habido nadie que ponga este reparo, que todos nos hemos bautizado con agua fría. Permítanme las Cortes que diga que este no es argumento. Si porque siempre se ha hecho una cosa no se ha de tocar a ella, no toquemos a ninguno de los abusos que estamos reformando hoy: no toquemos a los señoríos, porque todos hemos nacido vasallos y criados bajo el vasallaje de algún señor; nos llamábamos vasallos del Duque de Osuna, del Duque de Híjar, &c.

Que es cosa que pertenece propiamente a la potestad eclesiástica. Lo niego. La potestad eclesiástica solo tiene que intervenir en lo que pueda alterar la esencia del Sacramento; en los ritos, para su administración; pero la materia accidental del Sacramento, la vida temporal de los que se acercan a recibirle, el buen uso de sus facultades y sentidos, todo esto es de la potestad temporal; a esta toca mirar por las salud de los desgraciados infantes.

Ahora, esta potestad temporal se divide en Poder legislativo y en poder ejecutivo; y yo no insistiré en si esto pertenece al uno o al otro. Yo veo que en la facultad vigésimatercera de las Cortes se dice que les toca aprobar los reglamentos generales de policía y sanidad del Reino; y yo entiendo que no estaría fuera de su lugar que las Cortes mandasen pasar mi proposición a la comisión de Salud pública, para que lo tuviera presente cuando tratara de los reglamentos de sanidad y policía del Reino.

Y con esto me parece que contesto a esa otra segunda clase de personas de que hablé, que miran esta medida como que no merece ocupar la atención de las Cortes. Señores, a mi entender lo merece, y que merece todo el tiempo que queramos gastar en ella. Es asunto de la mayor importancia el defender la vida, el mejorar las facultades intelectuales de casi todos los españoles.

Y haciendo ahora una declaración que no me parece fuera del caso, no negaré yo que haya tenido gran parte en la prolongación de esta mala costumbre el empeño que ha habido en adormecer a los españoles, en entontecer a los hombres para que no se hagan cargo ni lleguen nunca a comprender la extensión de sus derechos. Por esto me parece que debemos dar una mirada sobre esos infelices, que con un golpe de agua, acabados de salir del útero materno, se les deja ciegos, sordo-mudos o tontos para toda su vida.

Por estas razones me he determinado a hacer presente a las Cortes la necesidad, que yo mismo he tocado, de evitar ese mal, para que tengan a bien mandar pasar esta proposición a la comisión de Salud pública para que se establezca una medida general, y no se deje a la discreción de los curas, que unos son prudentes y otros no: unos tienen empeño en que la naturaleza humana toque el último punto de la perfección, y otros le tienen en adormecerla: unos querrán mirar por sus semejantes y otros seguirán siendo crueles con ellos y por eso quisiera yo que quedasen responsables de la ejecución de esta medida.»

Admitida a discusión la proposición, y preguntándose si pasaría a las comisiones Eclesiástica y de Salud pública, dijo

El Sr. SOSA: Yo aplaudo el celo del Sr. García Blanco y estoy animado de los mismos sentimientos que S. S.; pero yo creo esto algo ridículo para que sea asunto que deba ocupar a las Cortes, y en este concepto si a alguna parte debe pasar es al Gobierno.

El Sr. MADOZ: Se ha padecido una equivocación que creo necesario rectificar: se bien que no todos tienen obligación de entender en materias canónicas; pero ha cometido un error clásico el Sr. García Blanco cuando ha dicho que no se ha acostumbrado a usar de agua tibia. (El Sr. Presidente dijo que no se trataba ahora de oír a cosa sino a qué comisión debía pasar.) Por consiguiente, existiendo sobre esta materia disposiciones conciliares, que S. S. puede ver en el Devoti, donde se dice: igne dulcissimo temperata, debe pasar al Gobierno, para que disponga que los Obispos adopten las medidas que crean conducentes. Por lo demás, meternos en si ha de ser el agua tibia o no ha de ser tibia, es hasta ridículo en un Congreso Constituyente y en las circunstancias en que nos hallamos.

El Sr. GARCÍA BLANCO: Me brinda el Sr. Madoz a que lea el Devoti, que sería el mayor sacrificio que podría hacer yo. En él dice S. S. que encontraría las disposiciones que hay sobre la materia: yo lo sé, pero quiero que estas disposiciones se pongan en práctica, y sobre todo deseo haya una medida general para toda España.»

Hízose de nuevo la pregunta de si pasaría a las comisiones Eclesiástica y de Legislación, publicándose que no pasaría, sobre lo cual manifestaron duda varios señores.




1837 «Ministerio de Gracia y Justicia. Reales órdenes. […] Los Sres. Secretarios de las Cortes con fecha 1.º del actual me dicen lo siguiente: Las Cortes, atendidos los perjuicios que resultan del uso del agua fría en la administración del bautismo, han tenido a bien acordar que se generalice la saludable práctica de bautizar con agua templada, con arreglo a lo que previene el Ritual romano. De acuerdo de las mismas lo decimos a V. E. a fin de que poniéndolo en conocimiento de S. M. tenga a bien disponer se expidan las órdenes oportunas al efecto. Y de Real orden lo traslado a V. S. para su inteligencia y efectos consiguientes a su cumplimiento. Dios guarde a V. S. muchos años. Madrid 7 de Junio de 1837.= Landero.» (Gaceta de Madrid, jueves 15 de junio de 1837, nº 925, página 1.)

1813 «ley. La Asamblea General declara: que habiendo conocido con dolor y perjuicio de la población, que la multitud de infantes que perecen luego de nacidos, del mal vulgarmente llamado de los siete días, es originado de un espasmo, que entre otras cosas lo ocasiona el agua fría con que son bautizados; y habiendo al efecto oído a los profesores ilustrados en la materia: no se bautice en pueblo alguno de los comprendidos en el territorio de las Provincias Unidas sinó con agua templada, en cualquiera de las estaciones del año: y a efecto de ocurrir por todos los medios posibles a reparar los males consiguientes a la ignorancia con que son tratados los infantes al nacer, y luego de nacidos por las primeras manos a que deben su socorro, se reencarga muy particularmente al Supremo Poder Ejecutivo la vigilancia en el cumplimiento de la Ley primera, título 16, libro 3º de Castilla por parte de los protomédicos y sus lugares-tenientes en toda la extensión de las Provincias, sin embargo de la ley segunda del mismo título y libro. Ramón Anchoris, Presidente. Hipolito Vieytes, Diputado Secretario.» (Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Buenos Aires, sesión del 4 de agosto de 1813; en Trabajos legislativos, Buenos Aires 1882, tomo 1, pág. 65.)

1805 «Pero éste es un vano temor, por el que no debe diferírsele una cosa tan necesaria para la vida eterna; y más cuando se puede administrar con agua templada.» (“De la materia, y forma del Bautismo”, Compendio moral salmaticense, Pamplona 1805, tomo 2, páginas 18-23.)

«En la sesión del 27 el señor García Blanco, siguiendo como él dice el impulso de su natural compasión, propone que las cortes manden bautizar los niños con agua caliente, porque interesa en ello el bien de la sociedad. Y luego añade, que los Reyes de España han tenido empeño en entontecer a los españoles, y que esto se conseguía bautizándoles con agua fría. Si el Bautismo con agua fría entontece, con agua muy fría fue bautizado el Sr. García Blanco. El bufón de las cortes, el Sr. Sosa, quiere que este negocio pase al ministerio de Marina, por la circunstancia de girar sobre agua. En fin, con motivo de la proposición del ingenioso Blanco se dijeron mil sandeces que quisieron parecer gracias, y solo fueron otras tantas frialdades.» (Gaceta Oficial, Madrid 21 marzo 1837, pág. 4.)

«Las sesiones de Cortes que hemos recibido son algo retrasadas, y no hay cosa que llame la atención. La Diputación provincial de Madrid desea crear un cuerpo de doscientos caballos para cubrir la Capital, y como le faltan recursos pide se le concedan las campanas que restan, aunque sean propiedad de las parroquias, y aunque se haya sentado como un principio que toda propiedad es sagrada e inviolable. El Sr. García Blanco, que ha hecho juramento de que no se le ha de apolillar la lengua, pero que la menea habitualmente tan sin concierto dice, que no debe quedar una campana para reliquia; porque si Don Carlos entra en Madrid serán instrumentos de algazara y de martirio. ¡Verdaderamente es original el Sr. García Blanco!» (Gaceta Oficial, Madrid 31 marzo 1837, pág. 3.)

El martes 4 de abril de 1837 se difundía por León el primer número de Frai Gerundio (Modesto Lafuente era seis años más joven que García Blanco), y tres días después se discutía en las Cortes Constituyentes sobre cómo definir la mismas cortes, el senado y el congreso, respondiendo Salustiano Olózaga (cinco años más joven) a los escrúpulos de Antonio García Blanco: véanse ‘Dos versiones de una discusión sobre las “Cortes” el 7 de abril de 1837’ (la versión del Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes y la versión del Diario Constitucional de Palma de Mallorca.)

«El señor García Blanco también pide que en el proemio de la constitución y en su título 1.º se diga, se repita, y se inculque mil veces: que el pueblo es el soberano: que la soberanía nace solamente de la nación. Hasta de la corona de la Virgen de su capilla quieren quitar el per me Reges regnant, sustituyéndole con una inscripción que diga: no hay mas soberano que el pueblo. ¡Cada vez nos va pareciendo mas travieso y feliz el señor García Blanco!» (Gaceta Oficial, Madrid 11 abril 1837, pág. 3.)

* * *

En el curso 1840-1841, Antonio María García Blanco, que habita en Ancha de San Bernardo, 31 principal, figura inscrito como catedrático de hebreo en la Facultad de Teología de la Universidad Literaria de Madrid, con fecha del grado de doctor en 10 de enero de 1841 (“Universidad literaria de Madrid, Doctores inscritos para el curso académico 1841-1842”, Boletín Oficial de Instrucción Pública, Madrid, 15 de enero de 1842).

Véase su “Programa y cuaderno razonado que para la enseñanza de la lengua hebrea presenta el doctor don Antonio M. García Blanco, catedrático en propiedad nombrado por S. M. en 22 de octubre de 1837 para la Universidad Literaria de Madrid”, para el curso 1844-1845.

Nombrado catedrático de Lengua Hebrea de la Universidad de Madrid con fecha 28 de septiembre de 1845 (Proyecto de escalafón de 1846). Número 179 en el Escalafón de 1849 (de entrada). Número 127 en el Escalafón de 1855 (de ascenso). Número 102 en el Escalafón de 1858. Número 100 en el Escalafón de 1859. Número 95 en el Escalafón de 1860. Número 79 en el Escalafón de 1862. Número 72 en el Escalafón de 1863. Número 67 en el Escalafón de 1864 (de ascenso). Número 24 en el Escalafón de 1876 (de término). Jubilado el 9 de abril de 1877 tras servir 39 años, 5 meses y 26 días en la Universidad Central.

1856 «También dejamos dicho en el número anterior, que parecía haberse prorrogado hasta el mes de abril las oposiciones a las cátedras de Locis theologicis de las Universidades de Madrid, Santiago, Sevilla y Zaragoza. Hoy sabemos que los opositores han sido llamados para el día 26 del que rige, y que el tribunal de censura ha quedado definitivamente formado por los señores D. Ramón Durán, capellán de honor de S. M., presidente; D. Antonio García Blanco, catedrático de Lengua hebrea, D. Francisco Escudero y Azara, ídem de Historia eclesiástica; D José de la Parra Montesinos, D. Fernando Álvarez del Río, curas párrocos, aquel de San Millán, y este de San Nicolás; Don Fernando de Castro, capellán de honor de S. M. y catedrático de Historia universal; y D. Antonio Casaous, cura de Palacio.» (“Oposiciones a cátedras”, La Revista Universitaria, Madrid, domingo 23 de marzo de 1856.)

Activo colaborador de la La Revista Universitaria (Madrid 1856), donde reproduce, en su quinta entrega, la “Traducción de las Lamentaciones de Jeremías, tomada del original hebreo”, que ya había publicado en 1851 como opúsculo, va ofreciendo en ella una serie de artículos de pedagógicas recomendaciones sobre manuales de educación e instrucción que debieran disponerse para mejor alcanzar eficacia adoctrinadora, la que correspondía al catedrático civil que le permitía ser presbítero católico con cierta independencia:

«Y he aquí tenemos insensiblemente entrado el muchacho en los estudios de colegio o instituto, habituado a pensar, sin predominio de la imaginación o de la memoria, atento, dócil y benévolo: he aquí el exordio de la educación e instrucción científicas que va a empezar: he aquí unas propiedades y unos conocimientos que le harán apreciable todo el discurso de sus estudios, y de su vida, aunque no siga carrera de estudios. Un niño que piensa, atiende y compara, es un hombre hecho y derecho; es un estudiante no un loro; es capaz de cualquier instrucción moral o religiosa; este es el verdaderamente piadoso, no hipócrita o fanático despreciable; este es el que ya puede formar idea de Dios y del deber; reconocer en aquel suma grandeza y majestad universal, y en este su felicidad y bienestar: ya puede empezar a saber quién es Dios; ya lo empieza a reconocer en sus obras; ya analiza esta palabra y siente la necesidad de conocerlo más y más, adorarlo y bendecirlo. Por la idea que ya tiene de su padre, lo llamará PADRE a boca llena; por la de números que conoce le dirá UNO, por la de cielos y tierra que ya admira y por la de su propio cuerpo, cuyas partes y relaciones denomina, dirá CRIADOR del cielo y de la tierra; como sabe que él es hijo, concebirá fácilmente que en Dios también hay un HIJO, único, Dios verdadero también; en fin, por los mismos conocimientos o ideas que ya tiene puede conducírsele hasta las verdades más sublimes de la RELIGIÓN y del CULTO. He aquí la materia de los artes o libros de segunda enseñanza.» (“Artes de segunda educación”, La Revista Universitaria, Madrid, 1 junio 1856, 11:3-4.)

1862 «Gayangos ha renovado en España los estudios árabes, lo mismo que su colega García Blanco, digno discípulo de Orchell, ha sido el renovador poderoso de los estudios hebraicos.» (José Miguel Guardia, “Sobre Gustave Dugat y Almakkari”, Revista Ibérica, Madrid, 15 de enero de 1862.)

1868 «Obligada esta Junta Revolucionaria a desempeñar durante un día más la misión que el Pueblo soberano la ha confiado: Teniendo en cuenta que las separaciones, vacantes y comisiones acordadas a los Ilustres Catedráticos de la Universidad Central, D. Antonio María García Blanco, D. Emilio Castelar, D. Julián Sanz del Río, D. Nicolás Salmerón y Alonso, D. Fernando de Castro, D. Manuel María del Valle y D. Francisco Giner de los Ríos, constituyen un brutal atentado a los fueros de la ciencia y a la dignidad del Profesorado español; la Junta Revolucionaria, como justa reparación a la causa de la honra universitaria, les restablece en las Cátedras que desempeñaban en la Universidad Central, con todos los honores inherentes a su cargo. Madrid 30 de Setiembre de 1868.– Amable Escalante.– Nicolás María Rivero.– Antonio Valles.– Facundo de los Ríos y Portilla.– Manuel García y García.– Mariano Azara.– Miguel Morayta.– Francisco Jiménez de Guinea.– Mariano Vallejo.– José María Carrascón.» (Gaceta de Madrid, jueves 1º de octubre de 1868, nº 275, pág. 2).

1869 «Sin contar los proyectos que sobre enseñanza de adultos y otras igualmente interesantes se atribuyen a nuestras corporaciones populares, no menos que a la Asociación recientemente creada para este fin, el respetable profesor de hebreo y decano de la Facultad de Filosofía de Letras de Madrid, señor García Blanco, ha abierto en la Universidad una clase gratuita donde enseña a leer, escribir y contar en veinte lecciones a un corto número de adultos, que una vez instruidos en estos primeros rudimentos, serán reemplazados por otros nuevos discípulos.» «A más de las lecciones sobre interpretación de los Salmos que el señor García Blanco explica gratuitamente todos los domingos, hay ya concedida autorización a un profesor de filosofía moral y a otro de sánscrito, a los cuales se anuncia acompañarán dentro de poco, otro de Psicología y quizá alguno de conocimientos pertenecientes a las ciencias físicas y naturales.» (Francisco Giner de los Ríos, “Nuevos progresos de nuestra cultura intelectual”, El Museo Universal, Madrid, 21 de febrero de 1869.)

cub cub cub

«No extrañéis tampoco que yo lea en vez de improvisar, y que haga alusiones a ciertos resabios, y use cierta actitud distinta de la que mis predecesores han tenido; ellos, como jóvenes y robustos hablaron y estuvieron, como les pareció más propio para conciliarse vuestra benevolencia; yo, viejo y enfermo, estoy sentado, y leo, y voy a daros razón de todo ello. Todo el que sube a una cátedra, Señoras, viene a enseñar, no a lucir; y vosotras mismas venís, o debéis venir, a estas Conferencias, no a lucir, no a matar el tiempo, como suele decirse, sino a aprender. ¿Qué actitud, pues, debe ser la de unos y otros? La de maestros y discípulos; la de superiores e inferiores; la de quien sabe y quien necesita y quiere saber; la del Criador y la criatura. ¿Qué extraño, pues, que me siente? Aparte de mi edad y mis padecimientos, ¿no vengo a enseñar? ¿No es cátedra ésta? Pues, si es cátedra, es alto asiento, que eso, y no más, es lo que dice el nombre griego cátedra; y una cátedra, Señoras, no es una tribuna; no es el puesto de un defensor o custodio de la ley; no es un palenque periodístico; no es el trípode de un artista; no es ni siquiera un púlpito: el que sube a un púlpito habla a nombre de la Religión, y explica el Evangelio, y tiene por auditorio a una Iglesia: aquél, pues, está bien y debe estar de pie, como debieran estarlo todos los que le oyen, como es de rúbrica que lo estén los fieles mientras se canta o lee el Evangelio: el tribuno que habla en Cortes, en una asamblea, en un club, debe hablar también de pie, por respeto a la nación, pueblo o partido a que se dirige. Lo mismo uno que otro y que el abogado que informa en estrados, deben hablar, y no leer, como que hablan, éste a nombre de un reo acaso, esotro en nombre de un derecho desatendido, el fiscal en nombre de la ley, el relator en nombre de la verdad histórica, y todos como de menor a mayor; pero el maestro, el que enseña la ciencia en pie, y quien la aprende sentado ¡qué contrasentido! No extrañéis, pues, que yo haga mi Conferencia sentado, y que la lea, y no la improvise: la materia de que voy a tratar es sumamente delicada y peligrosa; y una expresión, una palabra inconveniente, pudiera manchar, o empañar al menos, todo el brillo de la institución más santa que hay sobre la tierra. Mi edad, además, no es para muchas improvisaciones, ni para relatar trozos propios ni ajenos; ya la razón mía necesita funcionar despacio, la imaginación ayuda poco, la memoria es mala, y a cada paso me enredaría, y no sé si la lengua podría seguir al pensamiento. Por todo ello, si perdonable es, y merece serlo, perdonadme; si no, desistiré de mi empeño; estoy fuera de todo compromiso; pero, creedme, estad seguras que quiero vuestra instrucción, que detesto la ignorancia, y que no sé ni fingir ni callar cuando me preguntan o me escuchan.» (Educación conyugal de la mujer, 16 mayo 1869.)

 

1874 «Parte no oficial. Universidad Central. Todos los dias lectivos, de una a dos y media de la tarde, explica el Sr. D. José de Caso y Blanco, Auxiliar de la Facultad de Filosofía y Letras, un curso de Lengua hebrea, independiente del que tiene a su cargo el Catedrático propietario y Decano de dicha Facultad el Sr. D. Antonio María García Blanco. Dichas explicaciones tienen por objeto el que asistan los alumnos que por haberse matriculado tarde, o por otra circunstancia, no hubiesen comenzado el 2 de Octubre próximo pasado.» (Gaceta de Madrid, 5 de febrero de 1874, 36:308.)

«Parte no oficial. Facultad de Filosofía y Letras. El domingo 15 del corriente y sucesivos, de una a dos de la tarde, continuará el Doctor D. Antonio María García Blanco, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, sus conferencias de Exégesis bíblica, comenzando por la explicación de los pasajes difíciles del Pentatéuco mediante el original hebreo, y la de los de este por las versiones griegas, latinas y modernas.» (Gaceta de Madrid, 14 de febrero de 1874, 45:392.)

«Ministerio de Fomento. Decretos. Vengo en nombrar Consejeros de Instrucción pública a: […] D. Antonio García Blanco, Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras con la antigüedad que prescribe el artículo 3.º, párrafo cuarto del decreto orgánico del Consejo. […] FRANCISCO SERRANO. El Ministro de Fomento, Eduardo Alonso y Colmenares.» (Gaceta de Madrid, 13 de junio de 1874, 164:694.)

1876 «Continuando la discusión del Proyecto de bases para la Ley propuso el Sr. García Blanco que en la primera de ellas se preceptuase la creación de escuelas de Madres, pero habiendo replicado el Sr. Director general que idea tan plausible debía venir de la iniciativa particular, no insistió en su proposición.» «Discurriendo después acerca de la utilidad y necesidad de otras enseñanzas, el Sr. Arrieta propuso que se adicionase el programa con la de música vocal, el Sr. Alonso con los estudios de griego y el Sr. García Blanco con las dos expresadas materias y lenguas antiguas, pues su proyecto comprendía la gimnasia, la música, latín y griego y lenguas orientales. El Sr. Magaz, haciendo uso de la palabra para defender la base, aceptó la música vocal, pero la considera comprendida en el segundo párrafo de la primera base, con lo cual se da por satisfecho el Sr. Arrieta. Considera también muy útiles los estudios de griego, pero es de opinión que no siendo posible todo lo útil ni aun lo necesario, debe darse preferencia a lo más fácil, más cómodo y más provechoso, como las lenguas vivas. El Sr. Alonso insistió en que las nociones de griego en la segunda enseñanza son indispensables. El Sr. Moreno Nieto expone asimismo la necesidad del griego, pero no acepta el árabe y el hebreo. Replicó por fin el Sr. Magaz y puesta a votación la enmienda sobre el griego no fue estimada.» (Consejo de Instrucción Pública de España, Sesión del día 12 de diciembre de 1876.)

1877 «Ministerio de Fomento. Reales órdenes. Ilmo. Sr.: Vacantes en la Facultad de Filosofía y Letras dos categorías de término, una por fallecimiento de D. José Fernandez Espino en 18 de Mayo de 1875, y la otra por jubilación de D. Antonio María García Blanco en 9 de Abril último, S. M. el Rey (Q. D. G.) ha tenido a bien disponer que se anuncien a concurso entre los Catedráticos de la misma Facultad que a la fecha de las vacantes reúnan cinco años de antigüedad en la categoría de ascenso. De Real órden lo digo a V. I. para su conocimiento y efectos correspondientes. Dios guarde a V. I. muchos años. Madrid 17 de Mayo de 1877. C. TORENO. Sr. Director general de Instrucción pública.» (Gaceta de Madrid, 25 de mayo de 1877, 145:590.)

1878 «Ministerio de Hacienda. Junta de Pensiones civiles. Relación de las declaraciones de derechos pasivos hechas por esta Junta durante la segunda quincena del mes de Diciembre de 1877. […] D. Antonio María García Blanco, clasificado en concepto de jubilado con el haber anual de 6.000 pesetas, cuatro quintas partes del sueldo de 7.600 que le sirve de regulador, por reunir 47 años, 5 meses y 26 días de servicios. Extracto de los mismos: Catedrático numerario de ascenso y de término de la Universidad Central 39 años, 5 meses y 26 días, y se le abonan por razón de carrera 8 años.» (Gaceta de Madrid, 18 de marzo de 1878, 77:648.)

1879 «Ministerio de Fomento. Reales decretos. Habiendo manifestado D. Antonio García Blanco que no le es posible seguir ocupando la plaza de Consejero de Instrucción pública, Vengo en relevarle del cargo de Vocal del Consejo de Instrucción pública; quedando satisfecho del celo e inteligencia con que lo ha desempeñado. Dado en Palacio a diez de Octubre de mil ochocientos setenta y nueve. ALFONSO. El Ministro de Fomento, C. Francisco Queipo de Llano.» (Gaceta de Madrid, sábado 11 de octubre de 1879.)

1889 «El Sr. García Blanco. Sr. Director de La Unión Católica, Osuna 15 de Mayo de 1889. Mi querido amigo: Acabo de asistir a un acto verdaderamente conmovedor: el acto de administrarse los últimos Sacramentos al Excmo. señor D. Antonio María García Blanco, distinguido catedrático de Hebreo y decano de la Facultad de Filosofía y Letras, que ha sido de esa Universidad Central. El Viático ha sido llevado por el Sr. Arcipreste D. Román Clavero y han acompañado la mayor parte del Clero, los directores de los dos periódicos locales y muchas otras personas de distinción. Desde que, hace ocho o diez años, se estableció en esta villa, su país natal, el Sr. García Blanco, ha venido dando pruebas inequívocas de un corazón noble y cristiano. Todos los días de fiesta que ha podido, se le ha visto asistir al Santo Sacrificio de la Misa y todos los años ha cumplido con el precepto pascual. Nunca se ha acudido a él en vano, y se cuentan rasgos de generosidad para con las personas que le rodean. Inmediatamente que llegó a este pueblo, abrió en su casa una Academia gratuita para la juventud, enseñando en ella el latín y el castellano, el griego y el hebreo. Ha escrito artículos muy notables en el Centinela de Osuna y ha compuesto un Diccionario de la lengua hebrea que no ha publicado por falta de recursos. Si alguna vez se ha podido dudar, con más o menos fundamento, de la ortodoxia de doctrinas del Sr. García Blanco, sépase que muere como el hijo más sumiso y obediente de la Iglesia. Que todos los católicos españoles pidan a Dios por la salud de dicho señor, que indudablemente, es una gloria de nuestra querida patria. Se repite de V. afectísimo amigo y seguro servidor q. b. s. m.– Antonio Silgado.» (La Unión Católica, Madrid, miércoles 22 mayo 1889, pág. 2.)

Veinte años antes de recibir los últimos sacramentos reconocía tener ya dispuesto su testamento doctrinal, para ser publicado mortis causa:

«Últimamente, tengo escrito y cerrado Mi Testamento, que con este título, y el de Oración fúnebre de un muerto por sí mismo en el día de su entierro, dejo encomendado a mis hermanos, para que lo lean o hagan leer sobre mi tumba y lo repartan a los circunstantes. En este verdadero documento o enseñamiento, después de la crítica de los mal llamados Testamentos, porque nada testifican, hago yo la historia de mi vida, testifico o doy testimonio público, claro, sincero, de cuanto he hecho en el discurso de ella, de cuanto he visto, de cuanto alcanzo sobre la vida y la muerte. Consigno solemnemente mis ideas sobre ello y sobre la Sociedad, y la Religión, y las Ciencias, y la Humanidad, y la Eternidad, sin anfibologías ni reticencias; porque en aquel trance ya no hay para qué usarlas; porque creo obligación de todo hombre el hacerlo así, para que la vida individual pueda servir de lección a las generaciones siguientes, en bien de la Humanidad y de la Ciencia. Esta es la sucinta historia de mi vida profesional: si Dios quiere concedérmela aún más larga, daré un apéndice, añadiendo lo que me falta, y subsanando lo que en este trabajo echará cualquiera de menos.» (Biografía de D. Antonio María García Blanco, escrita por sí mismo, o sea Historia compendiada de los conocimientos hebreos en España, Madrid 1869, págs. 42-43.)

anuncioAntonio María García Blanco murió en Osuna el miércoles 22 de mayo de 1889, y recibió un entierro católico convencional sin mayores incidencias. No hay constancia de que se llegara a leer sobre su tumba la Oración fúnebre que había dejado dispuesta con tanta antelación, ni que se repartiera impresa entre los circunstantes en el momento del entierro. Pero unas semanas después sí que se publicó ese interesante documento, en opúsculo de 63 páginas firmado por la imprenta de su amigo Manuel Ledesma Vidal (Evandro 20, Osuna), que tenía capacidad para reproducir tipográficamente tres palabras en hebreo que aparecen en el texto. Por el formato y las signaturas que figuran en el opúsculo (“Osuna al día 2” a “Osuna al día 16”) cabe suponer que se publicó inicialmente como folletín de ese periódico, en entregas de cuatro páginas, y tirada aparte o formación de ejemplares. El Motín reprodujo unos párrafos que títuló “La voz de la verdad” (Madrid 21 noviembre 1889, pág. 2), y lo anunció el no menos anticlerical Las Dominicales del Libre Pensamiento (Madrid, 30 noviembre 1889, página 4): «Oración de un muerto en el día de su entierro. Obra póstuma del Excmo. Sr. Don Antonio M.ª García Blanco. Se acaba de poner a la venta, al precio de dos pesetas, este importante folleto, que no necesita más recomendación que el nombre de su autor. Diríjanse los pedidos a la Imprenta de Osuna al día. No se han tirado más que 100 ejemplares.»

En marzo de 2025, 136 años después, Filosofía en español publicó de nuevo el texto de esta Oración de un muerto en el día de su entierro:

«Yo, Antonio María García Blanco, que nací en Osuna el día 24 de Setiembre del año de 1800, hijo legítimo del Dr. D. Antonio García y D.ª Juana Blanco; que seguí la carrera literaria, estudié Teología, fui eclesiástico, Cura párroco de Valdelarco y de Sta. Cruz en la ciudad de Écija, Magistral de la Sta. y Real Capilla de S. Fernando de Sevilla, diputado por aquella provincia en las Cortes Constituyentes de 1836 y 37 y Catedrático de Lengua Hebrea en la Universidad Central; Doctor en Filosofía y Teología por la misma; que obtuve otros varios cargos y comisiones honoríficas en el discurso de mi vida; que fallecí ayer, y soy sepultado hoy… Doy primeramente infinitas gracias al Dios que me crió, por haberme destinado a criatura racional y hecho hombre y no mujer, como celebran y bendicen diariamente los hebreos, de un cuerpo sano y un espíritu fuerte, íntegro y de mediano talento, de voluntad libre, de buena memoria y de sensibilidad suficiente para percibir lo bello en lo físico, lo verdadero en lo inteligible y lo bueno en lo moral, gozándome en todo ello y recreándome a cada momento en que el mundo físico, intelectual, moral y social, me proporcionaba alguno de aquellos fenómenos, realzados más y más con la alternativa de placer y dolor, de dudas y evidencias, de goces y necesidades, de salud y achaques físicos o morales, de bien y mal que en el discurso de mi dichosa vida experimenté y de que soy deudor a Dios criador, próvido y misericordioso.…» (Oración de un muerto en el día de su entierro, Obra póstuma, del Excmo. Señor D. Antonio Mª García Blanco, Doctor en Teología y Filosofía y Letras, Catedrático jubilado de Lengua y Literatura Hebreas en la Universidad Central, Decano que fue de la facultad de Filosofía y Letras, Ex-Consejero de Instrucción Pública, Diputado a Cortes por Sevilla en las Constituyentes de 1836-87 y Secretario de las mismas, Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica y Comendador de la de Carlos III, &c., &c. Osuna 1889, 63 páginas.)

«El miércoles falleció en Osuna el doctor don Antonio María García Blanco, catedrático jubilado de lengua y literatura hebreas de la Universidad Central, decano que fué de la facultad de Filosofía y Letras, y uno de los mejores humanistas de España.» (La Publicidad, Madrid, sábado 25 mayo 1889, pág. 3.)

«Don Antonio García Blanco. El gran maestro ha dejado de existir. Desde que el peso de los años quebrantó su increíble energía y lo decidió a realizar uno de sus mayores sacrificios poniendo término a sus lecciones, se retiró a la villa de Osuna, donde vio la luz el primer año del siglo, y donde ha bajado al sepulcro el día 21 del actual. Muchas veces había expresado el deseo de morir en el mismo lugar que le vio nacer, en la escena a que se asociaban tantos recuerdos de su infancia y juventud. Se han cumplido los deseos del venerable anciano. Cerca de noventa años ha vivido, y más de cincuenta ha consagrado a la enseñanza; porque aún después de solicitar su jubilación, no pudo resignarse a interrumpir en absoluto sus lecciones, y las continuó privadamente en el tranquilo retiro de su vejez. Su vida podría titularse Historia de una vocación. Mozo de dieciséis años, había concluido sus estudios de filosofía en la Universidad fundada en Osuna por los condes de Ureña, teniendo la dicha de ser discípulo de su propio padre, catedrático en aquella Universidad y constante director de la educación de sus hijos, que por favores de la suerte no se vieron obligados a salir de la atmósfera moral de la familia para seguir sus estudios. Se consagraba al sacerdocio, y su padre le inculcaba constantemente la conveniencia de conocer el hebreo para la inteligencia de la Escritura, y le animaba a aprovechar la primera ocasión que se le presentase para llenar ese vacío de su educación eclesiástica. Deparósela la llegada a Osuna del doctor mejicano D. Pablo de la Llave y Ávila, nombrado canónigo dignidad de aquella colegiata, después de haber sufrido persecuciones y prisión como vocal de la Junta suprema de censura a la vuelta de Fernando VII. El doctor quiso dulcificar su honorífico destierro, como él llamaba a su residencia en Osuna, difundiendo gratuitamente sus conocimientos entre los jóvenes que quisieran utilizarlos. No respondieron al llamamiento generoso más que D. Antonio García Blanco y sus dos hermanos. Don Pablo de la Llave sabía hebreo; y de los continuos registros a que fueron sometidos sus libros y papeles durante sus persecuciones, había logrado salvar un tomo de la Biblia hebrea de Simonis, un librito de Salmos, una gramática y un pésimo Diccionario. Con esos materiales inició en la lengua santa al alumno da teología, que seguía con vivo interés y verdadero deleite aquellas lecciones familiares, exentas del aparato pedantesco y abrumador de las tediosas clases académicas, y más tarde las recordaba en su larga carrera con noble simpatía y acendrada gratitud. Tal fue el punto de partida de sus estudios hebraicos, tan fecundos después en la enseñanza pública. Jurada la Constitución por el rey deseado, D. Pablo de la Llave volvió a Madrid, y el alumno entusiasta se quedó sin maestro y sin libros. Fue para él una amarga contrariedad. Pero no duró mucho. Su padre fue nombrado diputado a Cortes por la provincia de Sevilla, y a poco de su venida a Madrid llamó a su hijo que, apenas puso el pie en la corte, corrió a visitar a su maestro y amigo D. Pablo de la Llave. D. Pablo le habló de Orchell, el insigne profesor de lengua hebrea en los reales estadios de San Isidro. Oírlo, volar a su clase, presentarse al orientalista valenciano y quedar prendado del hombre y del maestro, todo fue uno. Desde aquel día Orchell fue su imán; más que eso: un ídolo, a quien consagró una veneración religiosa. Ya anciano García Blanco, no podía hablar de él sin una sonrisa tras la cual se adivinaban las lágrimas. Había otra vez maestro. Pero ¡qué apuros para hacerse con Biblia y Diccionario en una época en que apenas se encontraba en Madrid un libro de esa clase! Se encargaron, no obstante, como un señalado favor por un librero de la Carrera de San Jerónimo, y su dueño, al recibirlos, los cogió como una reliquia veneranda, y los trasladó a su casa palpitante de júbilo. La lectura de esos libros y los que Orchell continuamente le prestaba: la enseñanza asidua del maestro dentro y fuera de la clase; y, en fin, el claro talento y las extraordinarias aficiones del alumno, dieron por resultante tales progresos, que, a instancias del mismo Orchell solicitó la sustitución de la cátedra de hebreo de la Universidad de Granada. Obtuvo el nombramiento, pero inútilmente, porque en aquella coyuntura sobrevino la reacción del 23, y la familia del aspirante a profesor, como tantas otras de iguales antecedentes políticos, se vio envuelta en una proscripción impía, y reducida al extremo de abandonar su casa por la hospitalaria y más segura de un amigo. Tras las jornadas de desenfreno, de abyección soez, de embriagueces, torpezas, inhumanidades y escándalos inauditos de que fue escena mancillada la villa de Osuna, como innumerables pedazos de la patria, no nació en el espíritu del estudiante animoso un pesimismo pusilánime. Refugiado en una pequeña hacienda que su familia poseía en el partido de Osuna, dividió sus días de semivoluntario, semiforzoso destierro, entre los trabajos rurales y sus aficiones favoritas, llegando a vivir –escribe él mismo– “no sólo conforme, sino contento y entusiasmado con aquella soledad. ¡Con cuánto gusto recorría yo mis libros, que llegaron a impregnarse del humo de una casa rústica y de los aromas de aquel campo!… ¡Cuántas vueltas dí a la Biblia hebrea en cuatro años!” No sin conmoverse abandonó aquel retiro solitario para encerrarse en un pueblecillo de sierra de doscientos vecinos (Valdelarco), cuyo curato obtuvo, y donde trabajó infatigablemente para elevar la cultura y transformar las costumbres de sus humildes feligreses, haciendo un ensayo fecundo y dando ejemplo instructivo de lo que pueda hacer un sacerdote de aldea en beneficio de su grey. Pero allí mismo, todas las horas del día que le dejaban libres sus funciones las consagraba al cultivo fervoroso de su afición a hebraizar, cada vez más arraigada. De Valdelarco pasó a Écija, y de Écija a Sevilla como magistral de la capilla de San Fernando. Cuando llegó a la capital andaluza, estaba vacante en la Universidad la cátedra de hebreo. Solicitó la sustitución, y le fue concedida. Aquel día vio abiertas las puertas de su destino. Llegó el año 36; la provincia lo nombró, sin pretenderlo, diputado a Cortes, y emprendió su viaje a Madrid, accidentado por mil peripecias y sembrado de constantes peligros, que salvó, trayendo oculta en el cuello su acta de diputado. Fue un viaje admirado por sus colegas, no bien conocido. Pero a pesar de consagrarse a sus nuevos deberes con la pasión que en todo ponía, a pesar de sus funciones absorbentes de secretario de aquellas Cortes, no olvidaba su hebreo. Se hallaba vacante la cátedra de San Isidro, y pidió su traslación, que le fue concedida, no a ese centro, sino a la Universidad, donde se creyó que correspondía mejor la enseñanza de la lengua hebrea como parte de los estudios eclesiásticos. “No quiso Dios otra cosa –dice el preclaro maestro en su autobiografía– y yo me alegré, porque me parecía un desacato el haberme sentado en la misma silla de mi maestro.” Desde aquí en adelante es imposible escribir nada que no sepan cuantos han frecuentado la Universidad de Madrid; porque ¿quién que haya pasado por sus aulas no ha entrado en la clase del renombrado profesor o no ha oído a los asistentes hacerse lenguas de su competencia excepcional y de sus raras dotes didácticas? Su fama era tan grande y tan justa, que los hombres más extraños a los estudios lingüísticos –muchos de ellos profesores ilustres y de larga carrera– acudían a oírlo. ¡Se aprendía tan grata y fácilmente con él! Poseía el arte peregrino de enseñar cuando menos parecía que lo intentaba. Su clase era una plática familiar y animadísima, salpicada de anécdotas con que entrecortaba tan diestra como ingeniosamente la exposición de las leyes primordiales del idioma que ensenaba y los rasgos más salientes de la literatura bíblica. ¿Quién impide decir la verdad riendo? Tal era su lema. Testimonio de su arte pedagógico es el ensayo que hizo de enseñar a escribir, leer y contar en menos de un mes a un grupo de alumnos compuesto de soldados y cocheros de plaza. Su secreto era enseñar simultáneamente la escritura y la lectura, y haciendo escribir y leer desde el primer día, cuando apenas había nadie en nuestro país que soñase en este que hoy tiende a convertirse en dogma de la pedagogía contemporánea. Consignó sus lecciones en un opúsculo titulado Arte de enseñar a leer, escribir y contar en veinte lecciones. Otro testimonio de su intuición pedagógica: profesaba el principio de que la enseñanza de la historia debía tener por punto de partida la época contemporánea y proceder retrospectivamente. Pero ¿qué testimonio más brillante de sus aptitudes didácticas que el primer tomo de su Diqduq o Análisis filosófico de la lengua hebrea, consagrado a la gramática del idioma? ¿Y qué prueba más acabada de su laboriosa vida que la multitud de obras que deja: unas publicadas, como la traducción española de los Salmos; otras, las más, inéditas, como el Diccionario hebreo castellano, fruto de una ímproba labor? Con pena debemos acabar; pero no sin decir que el insigne hebraizante, gloria de la Universidad, ha muerto sin ocupar ningún sillón en la Academia de la Lengua.» (La Justicia, diario republicano, Madrid, domingo 26 mayo 1889, págs. 1-2.)

«Don Antonio García Blanco, presbítero, catedrático de la universidad de Madrid y ex diputado, ha fallecido. Como D. Fernando de Castro y otros ilustrados sacerdotes, sintió García Blanco una repugnancia invencible hacia las ritualidades católicas, que consideraba como atentatorias a la verdadera piedad cristiana. Recientemente había escrito un artículo donde, so color de combatir el fanatismo, fustigaba sin piedad todo el aparato de la religión católica. Triste estrella, la del catolicismo. Apenas cuenta un hombre en su seno que se distinga por su ciencia, ya tiene en él un seguro adversario. Quedará al cabo demostrado, como ser debe, que el catolicismo es la religión de los tontos.» (Las Dominicales del Libre Pensamiento, Madrid, sábado 8 junio 1889, pág. 3.)

«[…] No hagamos por hoy más que meditar ante la tumba del sabio, cerrada apenas. Cerrada apenas, cuando ya tenemos que llorar la huida de otro gran espíritu liberal de las letras: de D. Antonio García Blanco, el maestro de hebreo. ¡Alegraos romancistas: pronto, pronto os quedaréis solos, dueños del campo!» (Clarín, “Camus (conclusión)”, La Ilustración Ibérica, Barcelona, 22 junio 1889, págs. 6-7.)

«Recientemente falleció en Osuna el que fue Catedrático de la Universidad Central, D. Antonio García Blanco, presbítero, que tuvo la desgracia de secularizarse y vivir a lo laico, aunque no llegó a apostatar. Los periódicos sectarios dieron cuenta de su muerte, y con tal motivo han pretendido hacer ver que todas las personas ilustradas, como el Sr. García Blanco, se separan del Catolicismo. Pues bien; esto es una mentira más, o una farsa más de la prensa impía. El Sr. García Blanco ha muerto como mueren los buenos cristianos, arrepentido de sus faltas; con los sentimientos del más fervoroso católico, según con gran satisfacción hemos leído en los periódicos de Jerez de la Frontera. ¿Qué tal? ¿Qué se infiere una vez más de la conducta de la prensa impía? Ahora de seguro que no llamará ilustrado al Sr. García Blanco: que los elogios y las censuras de los laicínicos ya se sabe lo que significan. Por lo demás, la muerte cristiana de Camús; la muerte cristiana de García Blanco, y la de tantos y tantos de que hay diaria noticia, bastarían por sí solas para demostrar la falsedad de las negaciones libre-pensadoras que, si alguna vez llegan a dominar a los entendimientos elevados, éstos las dejan en el terrible trance, como fardo perjudicial e inútil y que sólo sirve para acongojar la conciencia humana que suspira por la inmortalidad.» (La Hormiga de Oro, Barcelona, 10 agosto 1889, pág. 15.)

Necrológica de Marcelino Menéndez Pelayo sobre Antonio García Blanco

(En el discurso leído en la Universidad Central en la solemne inauguración del curso académico de 1889 a 1890)

«Aún no se había cerrado la tumba del doctor Camús, cuando se abrió, bajo el sol de Andalucía, al cual había ido a pedir calor en sus postreros avanzadísimos años, la tumba del maestro de los orientalistas españoles, el inolvidable Dr. García Blanco, una de las más claras e indisputables glorias de esta Facultad y de esta casa. Mi testimonio no es sospechoso: me separaban de él hondas diferencias de criterio en puntos muy esenciales, pero ¿cómo no respetar y amar a quien solo, o casi solo, mantuvo en España, durante más de medio siglo, la tradición de los estudios hebraicos, y no permitió que se apagase un solo día la luz que en otras edades encendieron los Quimjis y Montanos? Siendo españolisimo el carácter de Camús, tenía, sin embargo, mucho de humanista cosmopolita; su universal curiosidad, su primera educación francesa, por muy singularmente que en él apareciese transformada, le daban cierto parentesco con los antiguos profesores de la Sorbona y del Colegio de Francia, que él en sus mocedades había oído. Tenía más arranque, más nervio, más amplitud oratoria que Boissonade, pero se le parecía mucho en sus predilecciones, en sus gustos, en sus malicias; si bien era el gusto de Camús más franco, más primitivo, más sano y robusto, menos sutil y refinado, por lo cual sus preferencias le llevaban a las cumbres del arte antiguo, como Homero y Aristófanes, y no a los arroyuelos de la decadencia alejandrina o bizantina; no a las ingeniosas puerilidades de las epístolas galantes de Alciphrón y Aristeneto, o a los madrigales de la Antología, en todo lo cual empleaba deliciosamente Boissonade lo que él llamaba, con su mimosa afición a los diminutivos, ingeniolum meum tenue. Pero, en suma, Camús hubiera podido ser un excelente profesor francés, como fue un singular profesor español. Por el contrario, García Blanco era español de pies a cabeza, y ni sus métodos ni sus opiniones, ni sus hábitos, se comprenden más que en España. Era un fruto propio y espontáneo de nuestra tierra, como lo es en el campo de la filología helénica otro gran varón, gloria de nuestras aulas, que ojalá continúe ennobleciendo por muchos años con su precisa y severa doctrina. Era García Blanco, por lo tocante al hebreo, la antigua escuela española hecha hombre, con plena conciencia de sí misma y de su desarrollo histórico, con desdén visible y poco justificado a cuanto fuera de ella hubiese nacido. Él se remontaba a Orchell, Orchell a Pérez Bayer, Pérez Bayer a Castillo y a Trilles, Trilles a la heroica pléyade del siglo XVI, a los Cantalapiedras, Montanos y Leones, a los Zamoras y Coroneles, por donde la tradición cristiana venía a soldarse con la gran tradición rabínico-española de los siglos medios; y de este modo, sin solución de continuidad, sin que ningún anillo faltase a la cadena, venía a encontrarse García Blanco, y él realmente se consideraba, como heredero directo de aquellos grandes y famosos gramáticos españoles de los siglos X, XI y XII, (discípulos casi inmediatos de Saadía y de los Karaitas), cuyos trabajos de crítica lexicográfica no han sido superados, según confesión de Renán {1}, hasta el advenimiento de la novísima filología: de aquel Menahem-ben-Saruk de Tortosa, que formó el primer diccionario de raíces; de aquel Judá-ben-David, que por primera vez dio base científica y sólida al estudio del hebreo, estableciendo la doctrina de las raíces trilíteras y de la vocalización de ciertas consonantes; de Abul Gualil Meruan-ben-Ganah, el cordobés, creador del estudio de la sintaxis, y finalmente, de las dos gloriosas dinastías de los Ben-Ezras y de los Quimjis, que tanto influyeron en los primeros pasos de la filología hebraico-cristiana, la cual ya aparece formada y adulta en el Pugio Fidei, del glorioso hebraizante catalán Fr. Ramón Martí.

¡Tradición ciertamente magnífica, y a cuya eficacia se debe el que pocos o muchos, oscuros o claros, trabajando por lo común en la soledad y en el apartamiento, los hebraizantes españoles de estas tres últimas centurias hayan vivido casi exclusivamente del fondo nacional, constituyendo verdadera escuela, con procedimientos de enseñanza gramatical no mendigados del extranjero, sino engendrados y crecidos dentro de casa! Estos procedimientos claros, sencillos, filosóficos, fueron fijados por Orchell y expuestos, desarrollados y defendidos por García Blanco, a quien debe la mayor parte de su póstuma gloria el ilustre arcediano de Tortosa. La enseñanza clara, perspicua y filosófica de Orchell, superior en mucho a las absurdas teorías de gramática general que imperaban en su tiempo: la sencillez y evidencia inmediata de sus doctrinas fonéticas: la elegancia con que simplificó el hasta entonces hórrido capítulo de la mutación de los puntos vocales, verdadera crux ingeniorum en las gramáticas antiguas; la luz que derramó en el estudio de los verbos imperfectos (defectivos o quiescentes), y en otros muchos puntos que aquí no se mencionan para no entrar en menudencias técnicas, son el antecedente indispensable del monumento gramatical que ha hecho imperecedero en nuestras escuelas el nombre del Dr. García Blanco: Análisis filosófico de la escritura y lengua hebrea, publicado en tres volúmenes desde 1846 a 1848, y más conocido entre nuestros alumnos por el título hebreo de diqduq o trituración, que su autor le dio siguiendo a otros gramáticos masoretas. Podrán discutirse los méritos de García Blanco como etimologista y exégeta: podrán ponerse graves reparos, de muy varia índole, a la parte que de la Biblia dejó traducida; pero los menos favorables al intérprete de los Salmos y de las Lamentaciones, y al modo y sistema general de aquellas versiones, que pretenden ser supersticiosamente literales, y a veces son literales de la letra más que del espíritu; los mismos que censuren la novedad excéntrica y a ratos temeraria, y la afectada dureza del estilo, (que tiene en ocasiones singular energía y extraño y poético sabor), tendrán que reconocer y ponderar justamente los méritos del profesor y del gramático. Parece imposible exponer la teoría de cualquier lengua viva o muerta, con la facilidad luminosa, con el análisis severo, con la amenidad y el artificio que García Blanco ostentaba al declarar los arcanos de la lengua de los Profetas, ya en el libro, ya en la cátedra. El estudio más árido y repugnante quizá de todos los estudios humanos, el estudio de las palabras, que a la larga llega a ser insoportable a todo el que siente la noble ambición de las cosas, perdía toda su aridez al pasar por los labios o por la pluma de García Blanco. Y no consistía en otra cosa el secreto de esto, sino en que García Blanco, que además de hebraizante era hombre de ardientes afectos y de pródiga fantasía, amaba el hebreo sobre toda otra cosa en la tierra, le amaba con pasión, con fanatismo, hasta el punto de sentir verdadera impaciencia cuando las obligaciones de su estado traían delante de sus ojos los versículos de la Escritura en lengua diversa de la original; y esta pasión y este fanatismo suyo, inflamando su mente y coloreando su lenguaje, le hacían irresistible y elocuente hablando de hebreo, y le hacían, además, discurrir mil ingeniosos medios para empeñar la atención del más distraído, para hacer insensible el estudio de las reglas, para procurar al alumno su posesión antes que él mismo cayese en la cuenta, para ponerle desde los primeros días en intimidad con el libro sagrado, para allanar todas las cuestas, o a lo menos para ocultar de tal modo la pendiente, que cuando empezásemos a sentir la fatiga, nos encontrásemos ya en la cumbre, austera y varonilmente recreados durante todo el camino por el arte prodigioso de aquel hombre: arte profundamente didáctico, que no parecía, ni una vez sola, arte independiente y divorciado de la enseñanza, arte literario puro, como en Camús acontecía; sino que formaba un cuerpo mismo con la doctrina, en términos tales, que hasta las raras anécdotas y los excéntricos rasgos de traducción adquirían desusado valor como medio mnemotécnico. Era tan único en su género de explicación, como Camús en el suyo; uno y otro daban larga rienda al elemento cómico, pero el chiste de Camús jugueteaba entre rosas y parecía volar inter pocula; el de García Blanco solía ser más incisivo y profundo, más acre y despiadado, más amargo en el fondo y de más vigorosa intención. La serenidad dominaba en el ánimo de Camús, al paso que por la mente de García Blanco cruzaban a menudo amagos de tempestad. Había en su espiritu cierta contradicción y lucha que tenía algo de trágica; y contribuían a darle misterioso prestigio a nuestros ojos juveniles, aquella debilidad que tuvo siempre por el simbolismo gramatical, aquella tendencia a ver en las letras arcanos y sentidos quiméricos, aquella especie de cábala etimológica en que tanto pecaban los hebraizantes antiguos, pero que contribuía (no hay que dudarlo) a envolver en una atmósfera poética su enseñanza. El viento de la lingüística moderna ha ido talando todas esas selvas que la fantasía juvenil de los antiguos filólogos poblaba de extraños monstruos y de raíces de portentosa virtud; pero a quien no mire las cosas con los ojos severos de la ciencia positiva, no ha de serle difícil encontrar disculpa para los gramáticos que, como García Blanco, quemaron demasiado incienso en aras de la imaginación, reina y señora de su casa. Si para García Blanco las letras hebreas, aun materialmente consideradas, no hubiesen sido un mundo jeroglífico que contenía en cifra la última razón de lo humano y lo divino: si, abandonando la anticuada e insostenible teoría del hebraísmo primitivo, hubiese penetrado más en el estudio comparado de las restantes lenguas semíticas, hubiéramos tenido un filólogo muy superior, y España, sin perder nada de las riquezas de su tradición, hubiese entrado de lleno en la corriente moderna; pero García Blanco, perdiendo en originalidad, quizá no hubiese sido aquel profesor de hebreo, y sólo de hebreo, aquel masoreta redivivo, aquella especie de mago de la gramática, que con la varita de su diqduq nos abría las peñas de Sión y los vergeles del Carmelo. Nuestra Universidad conservará con respeto la memoria del tal hombre, y para darla todavía un fundamento más sólido e inquebrantable, me atrevo a proponer que, honrándose a sí misma, interponga su poderosa mediación para que salga pronto de la oscuridad el primer Diccionario Hebreo-Español, que García Blanco dejó terminado después de largos años de labor, por encargo y comisión expresa del Gobierno.»

{1} Histoire genérale et Système comparé des langues sémitiques, París 1863, pág. 173.

(Marcelino Menéndez Pelayo, en “De las vicisitudes de la filosofía platónica en España” [1889], Ensayos de crítica filosófica, Madrid 1918, págs. 16-21.)





El pansevillanista Mario Méndez Bejarano le dedica escueta entrada, poco precisa además en la relación de sus obras, pues mezcla títulos anunciados, inéditos y publicados, retrasando además un año su fallecimiento (el error de fijar 1890 como fecha de su muerte lo hereda la enciclopedia Espasa, que cita a Bejarano como fuente; lo mantiene Gonzalo Díaz Díaz en 1988, que reconoce seguir la Espasa y a Bejarano aunque incorpora nuevas referencias bibliográficas; y aún persiste a principios de 2025 en los catálogos de la Biblioteca Nacional de España).

1922 «962.– García Blanco (Antonio). Juzgo innecesaria prolija nota biográfica de este sabio, como de todos aquellos cuyas biografías se hallan en cualquier diccionario, y más aún de nuestro D. Antonio, porque él mismo escribió extensa y detallada relación de su vida en el Diq-Duq. Nacido en Osuna el 24 de Septiembre de 1800, hijo del catedrático de Medicina D. Antonio García y García, se graduó en Teología el 1821. Elegido su padre Diputado a Cortes, la familia se trasladó a Madrid, donde completó D. Antonio sus estudios de lengua hebrea. Después de mil azares; de haber desempeñado el curato de Valdelarco, ganado por oposición; la Magistralía de la Capilla Real de San Fernando en Sevilla, y obtenido cátedra de Hebreo en la Universidad de la misma capital, el voto popular lo envió a las Cortes en 1836. Trasladado a la Universidad de Madrid, enseñó hebreo hasta que la edad lo obligó a retirarse a Sevilla, donde explicó interesantísimas conferencias, que aún recuerdo con deleite, en el Ateneo Hispalense, sito en la calle de la Cuna, y al fin a su pueblo natal. Allí le cogió la muerte el 22 de Marzo de 1890. Este genial intérprete de la filosofía de la lengua hebrea dejó las siguientes obras: Análisis filosófico de la escritura y lengua hebrea, obra premiada en Madrid y distribuida en tres tomos, publicados de 1846 a 1851; Exposición del libro de Job; Memorias de un ochentón natural de Osuna; Nuevo Salterio de David (Madrid, 1869); Lamentaciones de Jeremías, y Lecciones de Moral fisiológica doméstica, civil y religiosa para cortesanos.» (Mario Méndez Bejarano, Diccionario de escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia, Sevilla 1922, tomo I, págs. 225-226.)

1924 «García Blanco (Antonio). Biografía. Orientalista español, nacido y muerto en Osuna (Sevilla) (1800-1890). Hijo del catedrático de medicina Antonio García y García, se graduó en teología en 1821. Elegido diputado a Cortes el cabeza de familia, ésta se trasladó a Madrid y con ella García Blanco, que terminó sus estudios de la lengua hebrea. Desempeñó los siguientes cargos: párroco de Valdelarco, ganado por oposición; magistralía de la Capilla Real de San Fernando en Sevilla y la cátedra de hebreo en la Universidad de esta capital; por votación popular fue llevado a las Cortes en 1836. Fue trasladado a la Universidad de Madrid y en ella permaneció hasta que la edad le obligó a retirarse a Sevilla, donde dio interesantes conferencias en el Ateneo Hispalense. Fruto de su trabajo son las siguientes obras: Análisis filosófico de la escritura y lengua hebrea, publicada (1846 a 1851); Exposición del libro de Job; Memorias de un ochentón natural de Osuna; Nuevo Salterio de David (Madrid, 1869); Lamentaciones de Jeremías, y Lecciones de moral fisiológica doméstica, civil y religiosa para cortesanos. Dejó sin terminar un Diccionario hebreo-español.– Bibliogr. Méndez Bejarano, Diccionario de maestros, escritores y oradores naturales de Sevilla.» (Enciclopedia Universal Ilustrada, Espasa, 1924, 25:774.)

Tras décadas de un olvido cada vez más profundo tuvo la figura de Antonio María García Blanco la suerte de que otro profesor de hebreo, que además no era clérigo, sino destacado político falangista, se encontrase con su obra inédita, supiese apreciarla y darla a conocer:

cubierta

Pascual Pascual Recuero (1920-1988), combatiente en la División Azul de voluntarios falangistas (en abril de 1943 pudo volver a su Guadalajara natal, tras larga estancia en el frente ruso), alumno de la Academia Nacional de Mandos “José Antonio”, en Madrid –el falangsterio–, donde se formó como Oficial Instructor (condecorado el primero de abril de 1956 con la Medalla de la Orden Imperial del Yugo y las Flechas), licenciado y doctor (1960) por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, de la que fue profesor de hebreo durante treinta años –que compartió con su actividad y destinos políticos: Secretario provincial en Granada de la Organización Juvenil del Frente de Juventudes, Medalla de plata del Frente de Juventudes en diciembre de 1962, Delegado provincial de Juventudes de Granada en 1966, Director de la Academia Nacional de Mandos “José Antonio” (1968-1971), Concejal del Ayuntamiento de Granada (1971-1974) y diputado provincial, Vicepresidente de la Diputación Provincial de Granada (1974, y presidente en funciones en 1977-1979), Consejero de la Caja de Ahorros Provincial (1974-1979, y presidente de su Consejo desde 1977), &c.–: profesor adjunto de “Lengua Hebrea y Literatura Rabínica” (1957-62), profesor adjunto de “Lengua y Literatura Hebreas” (1962-1985, numerario desde 1973) y profesor titular desde 1985 hasta su jubilación el 30 de septiembre de 1987 –falleció el 21 de julio de 1988–. La casualidad quiso que encontrase en Loja (a cincuenta kilómetros de Granada), en la rica biblioteca particular del abogado Juan María Santaella Godoy, alcalde de esa ciudad, el manuscrito de “Antídoto contra la muerte”, texto inédito de 188 folios numerados, fechado en Madrid el día 13 de abril de 1854 por Antonio María García Blanco –entonces semi olvidado–; manuscrito que le prestó su propietario, quien también le facilitó un ejemplar de la Biografía que su autor publicó de sí mismo en 1869: Pascual Pascual Romero apreció el descubrimiento que acababa de hacer, y durante más de diez años se dedicó a estudiar la vida y la obra de García Blanco, de quien logró localizar buena parte de los inéditos y documentos del presbítero hebraísta sevillano, dispersados tras su muerte (“…el Dr. Gonzalo Maeso y yo recibiríamos una de las mayores satisfacciones de nuestro oficio, al encontrar en la misma ciudad de Granada, en abril del año pasado [1971], el núcleo más considerable de las obras inéditas de García Blanco –medio centenar de títulos–, entre los cuales, como ya hemos divulgado también, se encontraba el discutido y desconocido manuscrito completo del Primer diccionario Hebreo-Español”, dijo en la conferencia pronunciada en el Salón de Actos del Instituto Nacional de Enseñanza Media de Osuna, Sevilla, el día 20 de mayo de 1972, víspera del 83.º aniversario del fallecimiento de Antonio M.ª García Blanco: “Un ilustre ursaonense…”, Miscelánea, 1972, 21:88); hasta dejar dispuesta una contundente biografía (511 folios, fechados en Granada el 9 de septiembre de 1977) que pudo ver publicada en 1986 en forma de libro magnífico: Antonio María García Blanco y el Hebraísmo español durante el siglo XIX (Universidad de Granada, Granada 1986, 553 páginas). Están disponibles libremente, en el sitio de la universidad granadina, sus estudios y ediciones de García Blanco en Miscelánea de Estudios Árabes y Hebráicos: “Antídoto contra la muerte, obra filosófica inédita del hebraísta Antonio M.ª García Blanco” (1967-68, 16-17:115-137), “El Primer Diccionario Hebreo-Español, de García Blanco” (1969-70 [fechas confusionarias por la secular indolencia de las revistas académicas españolas, pues ahí se publica, con esa fecha, una comunicación preparada tras los descubrimientos de 1971, que luego pronunció en Rosario, Argentina], 18-19:67-88), “Un ilustre ursaonense: El Dr. García Blanco” (1972, 21:87-122), Elenco de obras del hebraísta Antonio M.ª García Blanco (1973, 145 págs.), &c.

Índice general del libro de Pascual Pascual Recuero,
Antonio María García Blanco y el Hebraísmo español durante el siglo XIX.
Universidad de Granada, Granada 1986, 553 páginas.

Abreviaturas, 9

Introducción, 13

I. Un escolar de Osuna (1800-1823), 19.

1. Familia feliz, 20

2. Contacto con la historia, 24

3. Panorama político y social, 28

4. La Universidad de Osuna, 31

5. Llega un canónigo a la Colegiata, 34

6. Preparación específica, 37

7. Encuentro con Orchell, 40

8. Estudios bien aprovechados, 44

9. Avatares nacionales y familiares, 48

II. Juventud reprimida (1824-1828), 51

1. Dispersión de los García Blanco, 52

2. Profesión para el futuro, 55

3. Dificultades entre frailes y curas, 57

III. Perfiles de un prototipo (1829-1837), 63

1. Párroco estudioso, 65

2. A Sevilla, por todo, 68

3. Los estudios hebraicos a comienzos de siglo, 72

4. Pautas y criterios básicos, 76

5. Los hechos del momento, 81

6. Lanzado a la política, 84

7. Las Cortes de 1836-37, 88

8. Vivir sin vivir, 95

9. Salida airosa para un clérigo, 99

IV. Catedrático en Madrid (1838-1851), 105

1. La Universidad Central, 106

2. El nacimiento de una escuela, 110

3. El “Instituto Español”, 114

4. Divulgación del hebraísmo, 119

5. Discurso de apertura en 1842, 122

6. Vivir y esperar, 126

7. Proyecto definitivo, 131

8. Fortuna del “Diqdúq”, 135

9. Traducciones bíblicas, 141

10. El hebraísmo español hacia 1850, 145

V. Crisis en la madurez (1852-1858), 149

1. Efectos de un Concordato, 150

2. Preocupación religiosa, 153

3. “Antídoto contra la muerte”, 157

4. El bienio de “los suyos”, 161

5. Segundas cátedras en Madrid, 164

6. Una versión del “Pentateuco”, 167

7. Disgustos universitarios, 173

8. Severo Catalina, 176

9. Licencia indefinida y comisión de servicio, 180

VI. Semi-destierro (1859-1868), 187

1. La convalecencia, 188

2. Plan orgánico para el “Diccionario”, 191

3. Ni impaciencia ni descanso, 195

4. Otros catedráticos de Hebreo, 199

5. “Nuestro Salterio de David”, 204

6. Escándalo en la Universidad Central, 209

7. El prepotente discípulo, 214

8. Caos político, 219

9. El compromiso del pasado, 223

VII. Otra etapa docente (1869-1877), 229

1. Repercusiones de la política, 231

2. Labor social de la Universidad, 233

3. Publicaciones de 1869, 240

4. Un ausente, 244

5. Incidentes universitarios, 249

6. Otra vez la revolución del siglo, 254

7. “Sempe cribendo”, 259

8. Compensaciones honoríficas, 263

9. Antiguos y nuevos discípulos, 267

10. Jubilación en la cátedra, 271

VIII. Fecunda vejez (1878-1886), 277

1. “Verdades” de clérigo progresista, 278

2. El tirón de la sangre, 283

3. Renacer en Sevilla, 287

4. Un “Diqdúq” abreviado, 292

5. El retorno a Osuna, 297

6. “Prodigio de la Providencia”, 302

7. “Diccionario Hebreo-Español”, 306

8. Silencio creador, 312

9. “El Centinela de Osuna”, 317

IX. Hacia la preterición (1887-1904), 325

1. “Resumen de un siglo”, 327

2. Desde la penumbra, 334

3. Muerte y “Oración fúnebre”, 340

4. Evocación en la Universidad Central, 345

5. Los estudios hebraicos a finales del siglo, 350

6. Cuarentena indefinida, 359

7. Dispersión de obras y pertenencias, 364

Conclusión, 371

Textos y documentos

1. Expediente académico de Antonio María García Blanco, presentado para optar a la Licenciatura en Teología por la Universidad Hispalense, 385

2. Copia literal del título de Licenciado en Filosofía (Maestro en Artes) por la Universidad de Osuna, 386

3. Carta de Francisco Orchell, que informa sobre la repercusión que tuvieron para él los hechos del año 1823, 387

4. Carta y pliego de descargos sobre su conducta política en tiempo de Constitución, 388

5. Carta de Francisco Orchell, manifestando la satisfacción que le produjeron los proyectos del discípulo, 390

6. Certificación de los servicios prestados como Sustituto de la cátedra de Lengua Hebrea en la Universidad de Sevilla, 391

7. Última carta escrita por Francisco Orchell a su discípulo, encomendándole un encargo particular, 391

8. Relato de la sesión de Cortes del día 19 de noviembre de 1836, en la que María Cristina de Borbón fue elegida Regente de España por menor edad de su hija, futura Isabel II, 392

9. Traslado desde la cátedra de Hebreo de la Universidad de Sevilla, a la misma cátedra de la Universidad de Madrid, 396

10. Resultados obtenidos en la enseñanza de la Lengua Hebrea con adultos de cultura superior y bien dispuestos para el aprendizaje, 396

11. Nombramiento de catedrático de Hebreo en el Instituto Español, de Madrid, 398

12. Nombramiento de Director para la Escuela de Madres de Familia, en el Instituto Español, 398

13. Oficio del Rector, designándole para pronunciar el discurso de apertura del curso académico 1842-43, 399

14. Hoja de servicios formalizada para servir en la calificación de catedráticos de Universidad, 399

15. Reclamación de atrasos, para dedicarlos a publicar algunos trabajos inéditos, y especialmente una Gramática Hebrea, 402

16. Dificultades para imprimir un texto hebreo durante el siglo XIX, con ejemplo en el “Diqdûq”, 408

17. Concurso para premiar a los autores de obras originales útiles para servir de texto en la enseñanza pública, 411

18. El Diqdûq participa en el concurso público de obras originales propias para la enseñanza, 414

19. Prólogo a la Traducción de las Lamentaciones de Jeremías, 418

20. Concesión de la Cruz de Caballero de la Real Orden de Carlos Tercero, 419

21. Obtención de los títulos facultativos, 420

22. Síntesis del programa de Lengua Hebrea y desarrollo de la enseñanza en la Universidad Literaria de Madrid, 421

23. Para justificar el permiso de verano, alega un padecimiento de gastritis crónica, en 1850, 422

24. Promoción a la categoría de catedrático de Ascenso, 423

25. Primera solicitud para aspirar a la categoría de catedrático de Término, 424

26. Gestión para una segunda cátedra de Lengua Hebrea en la Universidad Central, 425

27. Certificación de Servicios presentada ante el Ministerio de Gracia y Justicia, para aspirar a la categoría de catedrático de Término, vacante en la Universidad Central, 428

28. Petición de vacaciones durante la primavera de 1857 por razones de enfermedad crónica, adjuntando historial clínico, 432

29. Presentación de un candidato al Claustro de la Universidad Central, para obtener el grado de Doctor en Jurisprudencia, 435

30. Petición de licencia indefinida por motivos de salud, con el ofrecimiento de elaborar un Diccionario Hebreo-Español, 441

31. Reajuste de cátedras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, 444

32. Respuesta ante la notificación de haber sido propuesto como Individuo Correspondiente de la Real Academia de la Historia, 444

33. Orden de la Junta Revolucionaria, reponiendo en sus plazas a los catedráticos de la Universidad Central separados durante los años previos, 446

34. Orden de reincorporación a la cátedra, 446

35. Carta del Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, fecha 19 de octubre de 1868, 447

36. Toma posesión nuevamente de la cátedra en la Universidad Central, 448

37. Carta del catedrático de Hebreo de la Universidad de Barcelona

38. Solicitud de jubilación, alegando motivos de edad y de enfermedad crónica, 449

39. Concesión de la Gran Cruz de la Orden Americana de Isabel la Católica, 450

40. Recrudecimiento de su enfermedad y petición de licencia, 451

41. Definitivo intento para conseguir la categoría de catedrático de Término, 452

42. Título de catedrático de Término en la Facultad de Filosofía y Letras, 453

43. Esquela de defunción de un ilustre discípulo, 454

44. Licencia para asistir como Jurado español a la Exposición Internacional de Viena, 455

45. Diálogo con el Emperador de Austria, en la recepción del día 20 de junio de 1873, en Viena, 456

46. Ascenso en el escalafón de catedráticos de Universidad, 457

47. Título de ascenso al n.° 30 en el escalafón de catedráticos de Universidad, 457

48. Prólogo de El Dodecálogo de la Ley Natural, 458

49. Trámite de la jubilación en la cátedra sin compromiso ni condiciones especiales, 461

50. Prólogo de Las mil y una verdades incontestables, 464 51. Índice autógrafo de Conversaciones históricas..., sacadas de la Biblia original, 466

52. Aficiones de los García Blanco por la práctica del “magnetismo animal”, 467

53. Acuerdo del Ayuntamiento de Osuna para denominar a una calle con los apellidos de García Blanco, 469

54. Gestiones para conseguir fondos con que publicar el Diccionario Hebreo-Español, 469

55. Resumen de un año de docencia de Hebreo, en Osuna, 470

56. Una exposición del Dr. García Blanco, solicitando del Ministro de Fomento los medios para publicar el Diccionario Hebreo-Español, 472

57. Una carta del Dr. García Blanco, que informa sobre algunas obras impresas que faltaban en el catálogo de Rodríguez Marín, 475

58. Testamento del Excmo. Señor Don Antonio María García Blanco y de Doña Gregoria García Blanco, 476

59. Definitivo testamento de los hermanos García Blanco, 481

60. Carta de Francisco Mateos-Gago, que alude a ciertos hechos importantes en la biografía de García Blanco, 484

61. Prospecto anunciando la Gramática Hebrea de los Padres Escolapios, 485

62. Copia literal del acta de defunción de Antonio María García Blanco, 486

63. Copia literal del acta de defunción de Gregoria García Blanco, 487

64. Carta de Marcelino Menéndez Pelayo, que informa sobre algunos detalles de las últimas obras de García Blanco, 488

Procedencia de los textos y documentos, 489

Gráficos

I. Docencia de Lengua Hebrea en las universidades españolas del siglo XIX, 491

II. Catedráticos de Hebreo en las universidades españoles del siglo XIX, 492

Índices

I. Obras de Antonio M.ª García Blanco, 495

II. Bibliografía, 507

III. Índice onomástico, 517

IV. Índice geográfico, 538

V. Revistas y periódicos, 545

Índice general, 547


Sorprende la anacrónica entrada, llena de errores, que Gonzalo Díaz Díaz, investigador científico del C.S.I.C., dedica en 1988 a García Blanco:

1988 «García Blanco, Antonio. Conocido orientalista, nació en Osuna (Sevilla) el 24 de septiembre de 1800, hijo del catedrático de medicina Don Antonio García y García. Estudió en Sevilla teología, en cuya disciplina se graduó en 1821; mas habiéndose trasladado la familia a Madrid por haber sido el padre elegido diputado a Cortes, nuestro autor completó en la Universidad Central sus estudios de lengua hebrea. Ordenado ya por entonces de sacerdote, fue por algún tiempo párroco de Valdelarco (Huelva), y más tarde magistral de la capilla real de San Fernando de Sevilla, hasta obtener la cátedra de hebreo en la Universidad hispalense, si bien no la desempeñó por mucho tiempo, pues elegido diputado a Cortes, se trasladó a Madrid, en cuya Universidad explicó la lengua hebrea hasta su jubilación. Vuelto a Sevilla prosiguió su labor científica y literaria, retirándose más tarde a Osuna, donde falleció el 22 de marzo de 1890. Obras: 7028. Lecciones de moral fisiológica, doméstica, civil y religiosa para cortesanos. 7029. Lamentaciones de Jeremías. 7030. Memorias de un ochentón natural de Osuna. 7031. Exposición del libro de Job. 7032. Diccionario hebreo-español. Incompleto. 7033. Análisis filosófico de la Escritura y Lengua hebreas. Madrid, 1846-48, 3 vols. 7034. Ídem. arreglado por D. Francisco Mateos Gago. Sevilla, 1852. 6 partes. 7035. El análisis filosófico de la Escritura y Lengua hebreas... arreglado para uso de Seminarios y Universidades del Reino, por Francisco Mateos Gago. Sevilla, A. Izquierdo y Sobrinos, 1882, 2 volúmenes. 7036. Arte de escribir, leer y contar medianamente. El Vapor o nuevo método... Madrid, Imprenta y Librería de los Hijos de Vázquez, 1869, 43 р. 7037. Biografía de Don... escrita por sí mismo, o sea Historia compendiada de los conocimientos hebreos en España. Madrid, Impr. de Tomás Rey y Cia., 1869, 43 р. 7038. Nuevo Salterio de David o traducción de los Salmos según la verdad hebraica con notas por... Madrid, Impr. de Tomás Rey y Cia., 1869, 619 p. 7039. Simbolismo del Símbolo de los Apóstoles, o sea extracto de una obra intitulada Símbolo Universal, para reunir en una Santa Iglesia Católica a todas las Iglesias y a todos los hombres. Madrid, 1870, 39 р. 7040. Códices y obras que presenta en la Exposición Internacional de Viena. (Madrid, 1873), 14 р. 7041. Primera educación del hombre. Boletín del Instituto Español, 2 (1841), páginas 1-4. 7042. Educación social. Ídem, 4 (1841), p. 1-4. 7043. Verdad. Educación político-moral. Ídem, 12 (1842), р. 1-4. 7044. Educación religiosa. Ídem, 13 (1842), p. 1-3. 7045. Introducción a la segunda educación del hombre. Ídem, 15 (1842), p. 1-4. 7046. A Sanz del Río. El criterio espiritista, 1 (1869), p. 390-392. 7047. Discurso pronunciado al inaugurar la enseñanza libre de Exégesis bíblica en la Universidad Central el 1 de noviembre de 1868. Boletín-Revista de la Universidad de Madrid, 1 (1869), p. 355-361. 7048. A Sanz del Río. Ídem, 2 (1870), páginas 110-113. 7049. Tetraleteia o cuatro verdades a la muerte de un filósofo (q.d.e.p.). Escrito el mismo día que acompañó en su entierro a Sanz del Río. Revista mensual de Filosofía, 5 (1873), p. 179-187. Estudios: Espasa, s. v. MÉNDEZ BEJARANO, M.: Diccionario... Vol. I, p. 225 y s.» (Gonzalo Díaz Díaz, Hombres y documentos de la filosofía española, CSIC, Madrid 1988, volumen III, págs. 392-393.)


Selección bibliográfica de Antonio María García Blanco

1835 Oración fúnebre que en la solemnes exequias del Illmo. Sr. D. Vicente de Román y Linares, Obispo de Dan-Sara… dijo el Lic. … el día 11 de abril de este año en la Iglesia Parroquial del Sagrario, Sevilla 1835, 25 páginas.

1837 Oración fúnebre por la víctimas del Dos de Mayo de 1808, pronunciada en la iglersia de S. Isidro en la Función Nacional de 1837, Madrid 1837, 32 páginas.

1842 Oración inaugural pronunciada el 1.º de noviembre de 1842 en la Universidad Literaria de esta corte, Madrid 1842, 37 páginas.

1846 דִּקְדּוּק Análisis filosófico de la escritura y lengua hebrea. Primera parte, Madrid 1846, xvi+284+64 páginas.

1848 דִּקְדּוּק Análisis filosófico de la escritura y lengua hebrea. Segunda parte, Madrid 1848, 470 páginas.

1851 דִּקְדּוּק Análisis filosófico de la escritura y lengua hebrea. Tercera parte, Madrid 1851, 612 páginas.

Traducción de las Lamentaciones de Jeremías, tomada del original hebreo, Madrid 1851, 30 páginas.

1856 “Traducción de las Lamentaciones de Jeremías, tomada del original hebreo” (La Revista Universitaria, Madrid, 15 abril 1856, 5:2-6.)

Manuales de Educación e Instrucción primarias” (La Revista Universitaria, Madrid, 8 mayo 1856, 8:1-2.)

Manuales de primera enseñanza” (La Revista Universitaria, Madrid, 15 mayo 1856, 9:1-3.)

Artes de segunda educación” (La Revista Universitaria, Madrid, 22 mayo 1856, 10:1-3.)

Artes de segunda educación” (La Revista Universitaria, Madrid, 1 junio 1856, 11:3-4.)

Artes de Gramática” (La Revista Universitaria, Madrid, 9 junio 1856, 12:1-3.)

Libros de texto” (La Revista Universitaria, Madrid, 16 junio 1856, 13:1-3.)

Bibliografía. Filología” (La Revista Universitaria, Madrid, 15 octubre 1856, s2:29.)

Dislates del Doctor Monlau, por meterse a etimologista sin conocimientos de lenguas orientales” (La Revista Universitaria, Madrid, 22 octubre 1856, s3:44-45.)

1869 Lamentos de Jeremías, Madrid 1869, 16 páginas. (Conferencias dominicales sobre la educación de la mujer)

Escuela de madres de familia, Madrid 1869, 20 páginas. (Conferencias dominicales sobre la educación de la mujer)

Educación conyugal de la mujer, Madrid 1869, 24 páginas. (Conferencias dominicales sobre la educación de la mujer)

Nuevo salterio de David, o traducción de los Salmos de David según la verdad hebraica, Madrid 1869, 616+6 páginas.

Biografía de D. Antonio María García Blanco, escrita por sí mismo, o sea Historia compendiada de los conocimientos hebreos en España, Madrid 1869, 43 páginas.

Arte de leer, escribir y contar medianamente al vapor, o nuevo método de enseñar a leer, escribir y contar en veinte lecciones, practicado con buen éxito en el Instituto Español de Madrid el año 1842, Madrid 1869, 48 páginas.

1882 דִּקְדּוּק El análisis filosófico de la escritura y lengua hebreas del Excmo. Sr. Dr. D. Antonio María García Blanco, Presbítero, Catedrático jubilado de la Universidad Central, arreglado para uso de los seminarios y universidades del reino por el doctor D. Francisco Mateos Gago, Pbro., Catedrático de esta asignatura en la Universidad literaria de Sevilla. Con censura y licencia de la autoridad eclesiástica. Sevilla 1882, 316 páginas. (Colofón: “Comenzó la impresión de este libro en Agosto de 1882, e interrumpida durante siete meses por enfermedad del autor, no terminó hasta Febrero de 1884.”)

1887 Historia compendiada de una larga vida. resumen de un siglo. קהלת = Coeleth = Colección.– Mischlé = Miscelánea = משלי. personas, cosas y sucesos que han pasado y yo he visto en el siglo xix (desde 1800, en que nací, hasta 1900, en que habré acabado ya). Anécdotas, paradojas, cuentos, sucedidos, vicisitudes, leyes y costumbres religiosas, políticas, familiares, sociales, públicas y privadas, naturales y preter o sobrenaturales, maravillas (mirabilia), profecías dignas de saberse y llegar a noticia de todos los españoles. A. M.ª G. B. faciebat. Imprenta de M. Ledesma Vidal, Evandro 13, Osuna 1887, 264 páginas.

1889 Oración de un muerto en el día de su entierro. Obra póstuma, Imprenta de M. Ledesma Vidal, Evandro 20, Osuna 1889, 63 páginas.


Textos de Antonio María García Blanco en Filosofía en español

1842 “Sobre la necesidad de cultivar el hebreo y las lenguas antiguas”, Oración inaugural que en la solemne apertura de la Universidad Literaria de Madrid dijo el día 1.º de Noviembre de 1842 el Dr. D. Antonio M. García Blanco, Catedrático de lengua Hebrea de la misma. Imprenta y Fundición de D. Eusebio Aguado, Madrid 1842, 37 páginas.

1844 “Programa y cuaderno razonado que para la enseñanza de la lengua hebrea presenta el doctor don Antonio M. García Blanco, catedrático en propiedad nombrado por S. M. en 22 de octubre de 1837 para la Universidad Literaria de Madrid.” (en Oración inaugural pronunciada en la solemne apertura de la Universidad Literaria de Madrid, el día 1.º de Noviembre de 1844, páginas 62-66.)

1851 Traducción de las Lamentaciones de Jeremías, tomada del original hebreo, Madrid 1851, 30 páginas.

1856 “Traducción de las Lamentaciones de Jeremías, tomada del original hebreo” (La Revista Universitaria, Madrid, 15 abril 1856, 5:2-6.)

Manuales de Educación e Instrucción primarias” (La Revista Universitaria, Madrid, 8 mayo 1856, 8:1-2.)

Manuales de primera enseñanza” (La Revista Universitaria, Madrid, 15 mayo 1856, 9:1-3.)

Artes de segunda educación” (La Revista Universitaria, Madrid, 22 mayo 1856, 10:1-3.)

Artes de segunda educación” (La Revista Universitaria, Madrid, 1 junio 1856, 11:3-4.)

Artes de Gramática” (La Revista Universitaria, Madrid, 9 junio 1856, 12:1-3.)

Libros de texto” (La Revista Universitaria, Madrid, 16 junio 1856, 13:1-3.)

Bibliografía. Filología” (La Revista Universitaria, Madrid, 15 octubre 1856, s2:29.)

Dislates del Doctor Monlau, por meterse a etimologista sin conocimientos de lenguas orientales” (La Revista Universitaria, Madrid, 22 octubre 1856, s3:44-45.)

1869 Lamentos de Jeremías, Madrid 1869, 16 páginas. (Conferencias dominicales sobre la educación de la mujer)

Escuela de madres de familia, Madrid 1869, 20 páginas. (Conferencias dominicales sobre la educación de la mujer)

Educación conyugal de la mujer, Madrid 1869, 24 páginas. (Conferencias dominicales sobre la educación de la mujer)

Biografía de D. Antonio María García Blanco, escrita por sí mismo, o sea Historia compendiada de los conocimientos hebreos en España, Madrid 1869, 43 páginas.

1889 Oración de un muerto en el día de su entierro. Obra póstuma, Osuna 1889, 63 páginas.

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