Iglesia Hispano-Americana en honor de la Virgen Santísima de Guadalupe
Primera piedra: 15 agosto 1875
El fraile dominico español José Sadoc Alemany O.P. (Vich 1814-Valencia 1888), provincial en 1848 de la provincia dominicana de San José (ya erigida en 1805 en los Estados Unidos de Washington por esa organización católica), nombrado en 1850 Obispo de Monterrey, en la alta California, fue ascendido en 1853 por el papa Pío IX cuando le encomendó, como su primer Arzobispo, la recién creada Archidiócesis de San Francisco de California (que rigió más de treinta años, hasta que León XIII aceptó su renuncia en 1884; participó en el Concilio Vaticano, Roma 1869-1870).
Al presbítero español Andrés Garriga Pbr. (Vich 1843-San Luis Obispo, California, 1915), seminarista en Vich y juvenil poeta (que contagió en el verso a otro seminarista dos años más joven, Jacinto Verdaguer, el que fuera, antes de corromperse en lascivas relaciones, capellán y limosnero del gran Antonio López, a quien dedicó la Atlántida), ordenado en Dublín en 1868 antes de ser enviado a California, le encomendó su paisano el arzobispo Alemany la parroquia de San Francisco, con el encargo de levantar cuanto antes un nuevo templo católico hispano en la ciudad.
El ex ingeniero militar español y arquitecto Eusebio Molera Bros (Vich 1846-San Francisco 1932) –al que atribuyen algunos haber colaborado con Verdaguer en la redacción de la Atlántida–, recibió hacia 1873, mera solidaridad vigitana de sus paisanos Alemany y Garriga, como civil más joven y necesitado, la invitación a ir pensando en proyecto aún indefinido que ya había comenzado a dar sus primeros pasos, en el que implicó, como no podía ser de otra manera, a su compañero de aventura, Juan Cebrián Cervera, que desde 1873 se buscaba la vida por Santa Bárbara.
La Crónica
Los Ángeles, California, sábado 21 de agosto de 1875
La Nueva Iglesia Hispano-Americana en San Francisco
(Correspondencia especial de La Crónica.)
Interesante relación de la imponente y sagrada ceremonia de la dedicación.– Procesión pública compuesta de tres divisiones.– Empleados civiles y sociedades, clero y milicia en línea.– Galante tributo a las damas hispano-americanas.– Agradables incidentes de la ocasión.– Cinco mil personas presencian la dedicación.– Contraste entre el presente y el pasado.
San Francisco, Agosto 16, 1875.– Ayer celebraron los hispano-americanos de esta ciudad una imponente ceremonia sacra, con motivo de la colocación de la primera piedra de la Iglesia Hispano-Americana, en la esquina de las calles Broadway y Mason. Se organizó una procesión pública que a las 2 de la tarde partió de la Iglesia Vieja en la calle de Vallejo. La línea de marcha fue por la nueva avenida de Montgomery a la calle del mismo nombre, subiendo por la calle de California, donde la procesión se detuvo en la intersección de la calle de Kearney, y una delegación se dirigió a la residencia del Arzobispo para servirle de acompañamiento: apareció el Arzobispo Alemany con vestidura de pontifical y tomó su posición en la procesión. Entonces se puso en marcha nuevamente a lo largo de la calle de Kearney hacia Broadway y por esta calle arriba a la de Masón.
Las tres divisiones de la procesión
La primera División precedida de una magnífica banda, estaba compuesta de los empleados civiles relacionados con la construcción de la Iglesia, a saber: Don Camilo Martín, Cónsul Español, Presidente; Don Guillermo Andrade, Vice-Presidente; Mr. Henry Barroilhet, antes Cónsul Chileno, Secretario y Don Santiago Aínsa, Secretario interino. Después venían los miembros del Consejo Srs. Celedonio Ortiz, Gregorio Almados y Federico de la Fuente, Cónsul del Perú. Por razones diplomáticas no tomó parte en la procesión Don Miguel G. Pritchard, Cónsul Mexicano interino; la ley prohíbe en México las procesiones religiosas. El Sr. Pritchard, sin embargo, ha trabajado con actividad en la Junta Organizadora para agenciar suscriciones. Seguían los miembros de la Sociedad de Beneficencia de San José, la cual presentaba una apariencia hermosa, con su bonito estandarte llevado por cuatro jóvenes. Después venían las señoras de la Sociedad de Beneficencia de Santa María, de la que es Presidenta Doña Benita Erquiaga. Las señoras iban en carretelas descubiertas y lucían la vistosa regalía de la Sociedad. Siendo esta parte de la primera División compuesta enteramente de señoras hispanoamericanas, llamaba mucho la atención y sus miembros recibieron muchos halagüeños cumplimientos conforme recorrían la línea de marcha. Detrás venía la Sociedad de Beneficencia Mutua de San José, presidida por el Sr. Herrera.
El clero forma la segunda división
Componían la segunda División varios carruajes que contenían el clero. Entre ellos se hallaba el Padre Garriga, el querido sacerdote que administra a las necesidades de los hispano-americanos de esta ciudad. Esta fue la División que dio vuelta en la esquina de las calles Kearny y California y subió ésta última hasta la residencia del Arzobispo, inmediata a la Catedral de St. Mary, para invitar a dicho dignatario a unírseles. Cuando bajó a incorporarse a la procesión acompañado del clero, reinaba un profundo silencio en la numerosa multitud que se había reunido para presenciar la fiesta religiosa. El Arzobispo, vestido de Pontifical y con su apariencia venerable, infundía respeto en todos los corazones.
La Sociedad Filarmónica Mexicana y compañías militares mexicanas
La tercera División la componían la Sociedad Filarmónica Mexicana con su excelente banda de música al cargo de Don Emigdio Medina: cerraban la procesión las Compañías militares Mexicanas de esta ciudad, la Guardia de Juárez, Capitán de la Torre, y la Guardia de Lerdo, Capitán Emilio Hernández. Ambas Compañías tenían completo su personal y tenían una magnífica apariencia. Creo que era la primera de estas compañías la que llevaba la “hija del Regimiento” en sus filas y jamás he visto una belleza en miniatura tan dulce y angélica.
Dedicación del sagrado edificio
Al llegar al lugar las Sociedades que componían la procesión formaron un cuadro sólido alrededor de los cimientos de la Iglesia. El Arzobispo con seis acólitos y los clérigos que oficiaban, se dirigió al lado Norte del edificio, donde era situado el altar y lo bendijo solemnemente conforme al ritual de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana. Después visitó la piedra que se iba a colocar y S. I. con una pequeña trulla o llana de plata, hecha expresamente para dicha ocasión, marcó el signo de la cruz en las cuatro caras de la piedra. Después salpicó con agua bendita los cimientos, recitando el clero oraciones y salmos del ritual. Volviendo a la piedra el Arzobispo tomó cemento en la trulla y con oraciones propias de la ocasión, la aplicó al extremo inferior de la misma. La bandera de la Sociedad de Señoras de Santa Mónica fue después bendecida y en seguida el Arzobispo pronunció un discurso en castellano. Dijo que los hispano-americanos de San Francisco habían hecho maravillas en la colección de fondos para erigir una iglesia en honor de Nuestra Señora de Guadalupe. Don Camilo Martin y la Señorita Ignacia Laveaga obraron como patrones o padrinos en la colocación de la primera piedra.
Estilo y costo de la Iglesia
El lote sobre el cual se está construyendo la Iglesia costó $10.865 y la Junta tiene ahora en el Tesoro $17.000. El costo total del edificio, exclusivo del lote, ser a poco más o menos $35.000. El primer movimiento para la construcción de esta Iglesia fue hecho el 2 de Agosto do 1871, hace cuatro años. La inspiración vino del Padre Garriga y fue calorosamente secundada por Don Camilo Martín, Mr. Barroilhet, Don Miguel G. Pritchard y otros caballeros distinguidos. Celosamente han trabajado cuantos han estado relacionados con esta muy necesaria empresa religiosa; pero a los infatigables esfuerzos del Padre Garriga es debido el honor del buen éxito de la empresa. El buen Padre ha trabajado día y noche para procurar suscriciones y excitar a sus feligreses a cumplir ese sagrado deber. Para él ha sido una obra de amor y cuando se llegue el día en que pueda celebrar misa en “La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe,” su corazón desbordará de felicidad y contento. Cinco años hace que se halla aquí el P. Garriga, es joven aún y natural de Cataluña, España. Es querido de sus feligreses y aun los de diferente fe a quienes honra con su amistad admiran en él al hombre y al caballero.
La Iglesia será construida en estilo sólido y la fachada se asemejará mucho a la de la Catedral de Panamá, Sud-América. En él frontispicio llevará esta característica cuanto bella inscripción: “Dios te salve María, llena eres de gracia.”
Incidentes en la procesión y dedicación
Desde el momento que la procesión salió de la Iglesia de San Francisco en la calle de Vallejo hasta su llegada a los cimientos de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, reinó el mayor orden. Hay cierto respeto a sí mismos y dignidad en una procesión de hispano-americanos que parecen imponer al público y hacerlo contemplarla con iguales sentimientos. A lo largo de toda la línea de marcha de la procesión fue esta recibida con la más cortés atención por las multitudes de espectadores que llenaban las aceras. No se oyó una sola observación desagradable sino que, por el contrario, todos decían que las señoras y caballeros que componían la reunión tenían un aire altamente respetable. Las señoras por sus actitudes modestas, sus facciones dulces y bellas, modificadas por la santa influencia de la religión, sus trajes sencillos pero ricos a la vez, todo combinado prestaba un encanto inexplicable a su presencia. En la dedicación había no menos de 5.000 personas presentes, de las cuales gran número acudieron de partes distantes de la ciudad a presenciar las ceremonias en tan solemne ocasión. Muchos de estos eran católicos irlandeses y protestantes americanos. A pesar de la multitud que asistía, todo lo que tuvo relación con la dedicación pasó con éxito completo y de un modo en extremo agradable.
El pasado y el presente
Hace cien años poco más o menos que lo que ahora se conoce por “la Vieja Iglesia de la Misión” fue construida en el lugar que ahora está en el corazón de la ciudad. San Francisco era entonces un erial y los nobles Padres españoles que fundaron la Iglesia sólo contaban con indios salvajes por feligreses. Ahora circulan los tranvías por los terrenos donde no había más que veredas de indios: ferro-carriles también cruzan las veredas de hace cien años y magníficos vapores y soberbios barcos de vela surcan las aguas donde sólo flotaban frágiles canoas. Mientras se ha estado verificando este cambio, es singular que no se haya fundado en esta ciudad una Iglesia puramente española hasta ayer, día Domingo 15 de Agosto de 1875. ¡Pensad solamente, cien años! La población hispano-americana ha cumplido con sus deberes religiosos en la Iglesia de St. Francis en su mayor parte y algunos en la Catedral de St. Mary. Pero gracias a la energía del Padre Garriga los hispano-americanos tendrán pronto un espléndido templo erigido por su propia liberalidad. Aunque no han construido antes una Iglesia, han crecido mucho en número y riquezas. Como uno de los elementos que componen la población cosmopolitana de esta ciudad están tan altos como cualquiera otro por sobriedad, industria e inteligencia.
Copia del pergamino colocado dentro de la primera piedra del Templo Hispano-Americano.
(De El Tecolote.)
El día 15 de Agosto de 1875, siendo papa Pío IX, en el año trigésimo de su pontificado; siendo Arzobispo de la primera iglesia metropolitana de la América del Norte el Exmo. y Rvmo. Dr. Don Jaime Roosevelt Bailey, Arzobispo de Baltimore; siendo primer cardenal creado en América el Exmo. y Rvmo. Dr. Don Juan McCloskey, Arzobispo de Nueva York; siendo Arzobispo de San Francisco el Exmo. y Rvmo. Dr. Don José S. Alemany, en el año vigésimo quinto de su consagración.
Presidente de los Estados Unidos de la América del Norte, el C. Ulises S. Grant, y Gobernador del Estado de California el C. Romualdo Pacheco.
Nosotros, los hispano-americanos de San Francisco, California, bajo la dirección del Rev. P. Andrés Garriga, cura, con esta piedra bendita por nuestro Sr. Arzobispo y apadrinada por el Sr. Don Camilo Martín y la Señorita Ignacia de Laveaga, y bajo la inspección de los arquitectos españoles Sr. D. Eusebio Molera y Sr. D. Juan Cebrián comenzamos a edificar esta iglesia para mayor gloria de Dios, honor de la Virgen Stma. de Guadalupe y servicio espiritual de la raza hispano-americana.
La población de los Estados Unidos se calcula hoy en cincuenta millones; la de San Francisco en doscientos treinta mil, de los cuales tres mil son de raza hispano-americana. Estos están organizados del modo siguiente:
Una Sociedad de Beneficencia General Mexicana; Presidente, Sr. D. Guillermo Andrade.
Una Sociedad de Beneficencia Mútua entre caballeros, bajo el patrocinio de San José.
Una Sociedad de Beneficencia Mútua entre señoras, bajo el patrocinio de Santa Mónica; Presidenta, Sra. Doña Benita de Erquiaga.
Una compañía de milicia urbana llamada “Guardia de Juárez;” Presidente, Sr. Dr. D. Domingo Valencia.
Otra compañía militar urbana llamada “Guardia Lerdo;” Presidente, Sr. D. Tomás M. Jewett.
Se publican actualmente en el Estado de California cuatro periódicos en lengua castellana. En San Francisco, La Voz del Nuevo Mundo, La Sociedad y El Tecolote; en Los Ángeles, La Crónica.
Componían la comisión de arreglos para edificar esta iglesia los siguientes caballeros.
Presidente, Sr. D. Camilo Martín; Vice-Presidente, Sr. D. G. Andrade; Tesorero, Sr. D. Enrique Barroilhet; Secretario, Sr. D. Miguel Pritchard; Pro-Secretario, Sr. D. Santiago Ainza; Vocales, Señores Celedonio Ortiz, Gregorio Almada, Juan M. Aguirre y Federico de la Fuente.
El terreno y adjuntos para sitio de la iglesia ha costado $10.865. El edificio por sí sólo, se calcula que costará en todo unos treinta mil pesos. Total, hasta hoy, veinte y ocho mil pesos, que, con la excepción de $250, han sido colectados todos de manos de hispano-americanos. (Firmado en forma.)
(La Crónica, Los Ángeles, 4 septiembre 1875, p. 2.)
La Ilustración Española y Americana
Madrid, 22 de enero de 1879
Manuel Bosch
Iglesia española en San Francisco de California

Cuenta hoy San Francisco con trece iglesias y algunas capillas católicas, setenta y tres templos protestantes, de catorce sectas; un templo griego-cismático, cinco chinos y cinco sinagogas. Hay un cementerio católico, cuatro protestantes, uno chino y dos hebreos.
La población católica pasa de 40.000 almas, en su mayoría irlandeses; pero el arzobispo de San Francisco (Ilmo. Sr. D. José S. Alemany) y los tres obispos sufragáneos que hay en el Estado son hoy españoles.
La iglesia española de San Francisco estaba hasta hace poco incorporada a una de las irlandesas; pero en 1870 el señor cura de los españoles, D. Andrés Garriga, se propuso edificar una iglesia hispano-americana, que fuera levantada y sostenida por la colonia de raza española residente en San Francisco.
Bien acogida su idea, como era natural, se empezó por celebrar, según la costumbre del país, funciones teatrales, ferias, rifas, &c., para aplicar sus productos a los fondos de la iglesia, y unidos éstos a los cuantiosos donativos de los habitantes españoles, a pesar de ser pocos los acomodados, no se tardó mucho en reunir más de 30.000 duros para los primeros gastos. Se compró un solar adecuado, de 25 metros de fondo por 40 de ancho, que costó 11.000 duros, y se hizo el proyecto del edificio por los ingenieros constructores D. Juan C. Cebrián y D. Eusebio Molera, reputados ya en aquel país y procedentes de nuestro Cuerpo de ingenieros militares.
En Agosto de 1875 se comenzaron los trabajos por el arreglo del solar, y al finalizar aquel año estaba ya terminada la parte inferior del edificio, que es de piedra y ladrillo, así como la casa parroquial, prosiguiéndose después las obras con menos actividad, hasta que en 1877 se suspendieron por falta de fondos, mientras se solicitan y reúnen los suficientes para continuarlas y levantar el piso superior del edificio, que será de madera y constituirá la iglesia propiamente dicha.
Sin embargo, se ha conseguido ya en gran parte el objeto deseado, pues dicha parte inferior o basamento del edificio, cuyo destino ulterior ha de ser para escuela, se ha habilitado provisionalmente para iglesia, y está abierta al público, habiéndose adquirido previamente todos los objetos indispensables para el culto que en aquélla se celebra, en provecho de la colonia hispano-americana.
El grabado que ofrecemos en la página 56 representa la fachada de la iglesia, tal como ha de quedar al terminarse, y da una idea del partido que se ha sacado del desnivel del terreno para adaptar el edificio a los objetos que debe llenar.
La fachada principal tiene 18 metros y 30 centímetros de extensión y la lateral 31,70, sin contar el espacio ocupado por la escalinata: por esta fachada tiene la entrada el local que ha de servir para escuela y ahora es provisionalmente iglesia.
La altura del piso inferior o basamento es de 4,25 metros. La iglesia o piso superior tendrá tres naves; la central, con 6,70 metros de ancho y 12,50 de altura, y las laterales con 4,26 y 11 respectivamente; la cúpula tendrá por la parte interior 22 metros de altura sobre el piso de la iglesia, y por el exterior la punta de la cruz se elevará 29,10 metros sobre el citado nivel, y 34 sobre el más inferior de la calle.
No dudamos que nuestros lectores leerán con gusto estas noticias de una construcción importante, llevada a cabo en tan lejano país por españoles, y para que en ella tributen culto a Dios los individuos de nuestra raza que allí habitan.
1879 «XI. Finalmente, por iniciativa de D. Andrés Garriga, cura de los españoles residentes en San Francisco de California; y con los recursos de estos, se proyectó en 1870 y principió en 1875 una iglesia hispano-americana; que de lamentar era su falta en un país en que hasta el arzobispo y sus tres obispos sufragáneos son españoles. Aún no está terminado el edificio cuya planta baja será escuela.» (Fermín H. Iglesias, “Beneficencia internacional”, La Voz de la Caridad, Madrid, 1º de octubre de 1879, nº 230, pág. 223.)
El 12 de diciembre de 1887, festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, pudo actuar brillantemente en esta iglesia Ricardo Casanova y Estrada (1844-1913), Arzobispo de Guatemala recién expulsado de su país por el gobierno antipapista del general Manuel Lisandro Barillas (por los días en los que “el Secretario de Estado en el Despacho de Instrucción Pública [Ángel María Arroyo (1838-1893), el otrora Padre Arroyo presbítero católico, plenipotenciario de la Santa Sede en Guatemala y redactor del Concordato de 1884, que ya para entonces había renegado del papado y colgado los hábitos…] había mandado reimprimir el detestable libro titulado Cartas a Eugenia [del impío barón de Holbach, ya impreso en Guatemala en 1882 atribuido al supuesto Mr. Freret] y lo había impuesto como texto de lectura en las escuelas públicas”) que andaba exiliado por California: «Invitado por el Sr. Don Andrés Garriga, cura de la parroquia española, vino el Ilmo. Sr. Casanova a la ciudad de San Francisco a predicar el sermón de Nuestra Señora de Guadalupe, en la fiesta titular de la misma. Todo el auditorio admiró las relevantes dotes oratorias que adornan al eminente Prelado centro-americano.» (José María Ramírez Colom [1852-1922], Reseña biográfica del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo de Santiago de Guatemala don Ricardo Casanova y Estrada, Guatemala 1913, pág. 23.)
(Daily Alta California, San Francisco, martes 13 de diciembre de 1887, página 6)
Our Lady of Guadalupe
Celebration of the Mexican National Religious Festival
The Spanish church crowded
Sermon by His Grace, the Archbishop of Guatemala
Beautiful Floral Decorations and Music
The Spanish church on Broadway was crowded yesterday morning by all the leading Spanish-American residents of the city, the occasion being the festival of Our Lady of Guadalupe. The high altar was beautifully decorated with flowers of every hue, among which over 1.200 wax candles and torches lit up the sanctuary by their starlike radiance. The picture of Our Lady of Guadalupe, which hangs over the altar, was completely surrounded by floral decorations, among which innumerable candles were dispersed in each a manner as to form a perfect design in tiny tongues of flame. The altar of the crucifixion, endowed some years ago by the Ainsa family, was tastefully adorned with festoons of white roses and was fairly ablaze with candles and colored lamps. The altars of the Sacred Heart of Jesus, of Our Lady of Sorrows, of St. Anthony and St. Joseph, were all similarly adorned. The nave of the church was hung with the flags of Spain, the Spanish colonies and the Central and South American Republics, while two large flags, those of Mexico and the United States, waved on either side of the high altar.
The ceremonies commenced at 10 o'clock in the morning with a solemn high mass, at which the following clergy officiated: Celebrant, Rev. Carlo Franchi, rector of the Italian church; archpriest, Rev. Antonio Santandreu; deacon, Rev. Antonio Benedet; subdeacon, Rev. Salvador Arzu; masters of ceremonies, Rev. Andrés Garriga, rector of the church, and Rev. F. Guverno. The ceremonies throughout the service were most imposing, the regularity and precision with which the twelve acolytes discharged their respective functions being especially noteworthy. The clergy were attired in vestments of white watered silk heavily embroidered with gold, which were recently imported from Spain for this occasion.
After the gospel had been chanted, His Grace, Most Rev. Dr. Ricardo Casanova y Estrada, the recently exiled archbishop of Guatemala, ascended the pulpit and delivered a most interesting sermon on the nature of the festival and the benefit to be gained from a consideration of the ancient tradition, to which it owes its institution. Among other things the eminent prelate referred to the lasting effect which the apparition of the Virgin of Guadalupe seems to have had upon the Mexican character. The appearance of the mother of God to a poor despised Indian at a time when the aboriginal races were treated with the greatest contempt and hardship by their conquerors seems to have called forth all the gratitude of the Mexican heart. The event is said to have occurred early in the sixteenth century, and it is an undeniable fact that at about that time the Mexicans, who had hitherto obstinately refused to renounce their false gods, commenced to embrace Christianity with an ardor worthy of the first ages of faith. But of what avail is it that the Aztec idols have been hurled from their blood-stained altars, if pride and avarice reign in their stead? What good will it do to renounce the abominations of idolatry and superstition, if the worship of the true God and a conscientious exemplification of the divine teachings of the gospel of Jesus Christ have not taken their place? It is only by carefully meditating on the law of God and following its precepts that the soul can be made fit for the divine presence. The chief means for attaining this end are, first, the regular reception of the holy sacraments, not only once a year as the church commands, but as much oftener as possible; second, to follow the example of the Blessed Virgin in her humility and love of God; and lastly to bring the holy precepts of the gospel into our daily life. Then we may, when the last sleep comes, close our eyes in the peace of God, and at our awakening be received by the Eternal Father into the blessed mansions of Paradise.
The Archbishop has a powerful delivery and a most expressive countenance, and his earnestness produced a visible effect upon many of his large auditory. Before leaving the pulpit he imparted to all present his pontifical benediction.
The following musical programme was rendered during the service: “Kyrie” and “Gloria,” from Master's Mass; “Credo,” from Lambellotte's “Missa Pascale;” Offertorium Owen's “Ave Maria;” “Sanctus” and “Agnus Dei,” Roeckel. The principal singers were soprano, Miss Marie Ponton de Arce; contralto, Mme. E. Ponton de Arce; tenor, Charles Morel; bass, G. Rodriguez, assisted by a large chorus and the “Sociedad Coral de Santa Rosa” connected with the church.
In the evening the day's celebration was concluded by a solemn vesper service, a magnificent procession and the benediction of the holy sacrament.
Nuestra Señora de Guadalupe
Celebración de la Fiesta Religiosa Nacional de México
La iglesia española abarrotada
Sermón de Su Excelencia el Arzobispo de Guatemala
Hermosas decoraciones florales y música
La iglesia española de Broadway estaba ayer por la mañana abarrotada por los principales hispano-americanos residentes de la ciudad, para celebrar la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe. El altar mayor estaba bellamente decorado con flores de todos los colores, entrecruzadas por más de 1.200 velas de cera y lamparillas que iluminaban el santuario con estelar resplandor. La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, que cuelga sobre el altar, rodeada de adornos florales e innumerables velas dispersas, formando un diseño perfecto de diminutas lenguas de fuego. El altar de la crucifixión, donado hace algunos años por la familia Ainsa, había sido adornado con buen gusto festoneado de rosas blancas y bien iluminado con velas y lámparas de colores. Y adornados de manera similar los altares del Sagrado Corazón de Jesús, de Nuestra Señora de los Dolores, de San Antonio y de San José. En la nave colgadas las banderas de España, colonias españolas y Repúblicas de Centro y Sudamérica, mientras, a ambos lados del altar mayor, ondeaban dos grandes banderas, la de México y la de Estados Unidos.
Las ceremonias comenzaron a las 10 de la mañana con una solemne misa mayor, oficiada por el siguiente clero: Celebrante, Rev. Carlo Franchi, rector de la iglesia italiana; arcipreste, Rev. Antonio Santandreu; diácono, Rev. Antonio Benedet; subdiácono, Rev. Salvador Arzu; maestros de ceremonias, Rev. Andrés Garriga, rector de la iglesia, y Rev. F. Guverno. Durante todo el servicio el ceremonial fue imponente, llamando la atención la regularidad y precisión con la que desempeñaron sus respectivas funciones los doce acólitos. El clero estaba ataviado con vestimentas de seda blanca aguada con abundantes bordados de oro, recién importados de España para la ocasión.
Después de cantar el evangelio, Su Excelencia, el Reverendísimo Dr. Ricardo Casanova y Estrada, arzobispo de Guatemala recientemente exiliado, subió al púlpito y pronunció un interesante sermón sobre la naturaleza de la festividad y lo beneficioso de respetar la antigua tradición, a la que debe su institución. Entre otras cosas se refirió el eminente prelado al efecto duradero que la aparición de la Virgen de Guadalupe parece haber impreso en el carácter mexicano. Que la Madre de Dios se apareciese a un indio pobre y despreciado en una época en la que las razas aborígenes eran tratadas con el mayor desprecio y penuria por parte de sus conquistadores, parece haber llenado de gratitud el corazón mexicano. Se dice que tal acontecimiento sucedió a principios del siglo XVI, y es un hecho innegable que por esa época los mexicanos, que se venían negando obstinadamente a renunciar a sus falsos dioses, comenzaron a abrazar el cristianismo con un ardor digno de las primeras edades de la fe. Pero ¿de qué sirve haber arrojado los ídolos aztecas de sus altares manchados de sangre, si reinan en su lugar el orgullo y la avaricia? ¿De qué servirá renunciar a las abominaciones de la idolatría y la superstición, si no se acepta la adoración del Dios verdadero y se sigue el divino ejemplo de las enseñanzas del evangelio de Jesucristo? Sólo meditando con cuidado en la ley de Dios y siguiendo sus preceptos queda el alma preparada para la presencia divina. Los medios principales para lograr este fin son, primero, la recepción frecuente de los santos sacramentos, no sólo anualmente como manda la Iglesia, sino con la mayor frecuencia posible; segundo, seguir el ejemplo de la Santísima Virgen en su humildad y amor a Dios; y por último ajustar a nuestra vida diaria los santos preceptos del evangelio. Podremos entonces, cuando llegue el último sueño, cerrar los ojos en la paz de Dios y, al despertar, ser recibidos por el Padre Eterno en las benditas mansiones del Paraíso.
El Arzobispo tiene expresión poderosa y semblante muy expresivo, y su seriedad produjo un efecto visible sobre muchos de su numeroso auditorio. Antes de abandonar el púlpito impartió a todos los presentes su bendición pontificia.
Durante la ceremonia se ofreció el siguiente programa musical: “Kyrie” y “Gloria”, de Master's Mass; “Credo”, de la “Missa Pascale” de Lambellotte; “Ave María” del Offertorium de Owen; “Sanctus” y “Agnus Dei”, Roeckel. Los cantantes principales fueron la soprano señorita María Pontón de Arce; contralto, señora E. Pontón de Arce; el tenor Charles Morel; el bajo, G. Rodríguez, asistidos por un gran coro y la “Sociedad Coral de Santa Rosa” vinculada a la iglesia.
Concluyó la celebración del día por la tarde, con un solemne servicio de vísperas, una magnífica procesión y la bendición del santo sacramento.
La Iglesia española de San Francisco de California, diseñada por los arquitectos españoles Eusebio Molera y Juan Cebrián, prestó servicio durante casi treinta años en la esquina de las calles Broadway y Mason, hasta que la Divina Providencia quiso que la ciudad de San Francisco gozase purificador terremoto el día 18 de abril de 1906, con la consiguiente ekpirosis, quedando la iglesia, como el resto de la ciudad, destruida por los efectos del sismo y del fuego. (A la izquierda, foto de 1906 antes del 18 de abril; abajo, en 1906, después.)
2009 Un sujeto vagamundos de los que cría Bilbao, que diría el escudero Marcos de Obregón, nublado su entendimiento por la pasión, escribe al público ánglico que esta iglesia es tenida, ni más ni menos, por la primera iglesia vasca en San Francisco: «The church was completed by Father Andrés Garriga, and it is considered the first Basque church in San Francisco.» (Gardeners of identity, Vitoria 2009, pág. 123.)