Filosofía en español 
Filosofía en español

El Municipio de Barcelona debe demostrar que está capacitado para la futura ordenación de la enseñanza primaria en su territorio. La disciplina colectiva que se ha demostrado en el ejercicio de las libertades públicas se ha de emplear ahora en recabar del Estado la amplitud de funciones necesaria para emprender vigorosamente la reforma total de las Escuelas y ponerlas de una vez al nivel alcanzado por las ciudades más cultas de Europa.

Cuando se anuncia la presentación de una ley general de enseñanza primaria, no es hora de perder el tiempo en discusiones ociosas ni de pararse a reñir batalla por minucias y detalles de organización, puesto que se trata de plantear el problema en su totalidad. El proyecto que se presenta a la deliberación del Ayuntamiento de Barcelona es fruto de madurado estudio y no puede rechazarse totalmente, sin incurrir en grave responsabilidad, por no hallarse conforme con alguno de sus extremos. Es la primera piedra para una reforma general que debe reflexionarse con calma y acometerse con decisión.

El fracaso del Estado en la organización de las Escuelas públicas de enseñanza primaria no puede ser más [94] evidente en Barcelona. Una notable Memoria presentada en 1903 por el Delegado Regio de 1.ª enseñanza, Excelentísimo Sr. D. Pedro G. Maristany contiene los siguientes datos que bastan para juzgar un sistema. En 1903 existían en esta ciudad 475 Escuelas particulares con 1.092 maestros y una matrícula de 34.853 alumnos, mientras que las Escuelas públicas se reducían a 93 con 193 maestros retribuidos, 22 ayas y 54 auxiliares gratuitos (!) y una matrícula total de 14.360 alumnos, incluyendo los 2.500 matriculados en las Escuelas de adultos.

Respecto a los procedimientos y medios pedagógicos las cifras no pueden ser más desconsoladoras. Por cada maestro particular correspondía una matrícula de 31 alumnos; por cada maestro público, incluyendo en la cuenta las ayas y auxiliares gratuitos, una matrícula de 53 alumnos. Entre las Escuelas particulares, 3 eran superiores y 123 graduadas; entre las Escuelas públicas había 2 escuelas superiores y otras 4 con rudimentos de graduación. Las Escuelas particulares estaban instaladas en 292 locales buenos, 152 regulares y 31 malos, mientras que las Escuelas públicas sólo contaban con 26 locales buenos, 48 regulares y 19 malos.

El Ayuntamiento de Barcelona no puede titubear en modo alguno acerca la naturaleza de su misión; en vista del fracaso del Estado debe recabar para sí la autónoma ordenación de la enseñanza primaria. Para ello no ha de resolver ningún punto de doctrina, acerca de si corresponde al Estado o al Municipio en general dicha función; le basta conocer la realidad de su situación para afirmar resueltamente que en su caso Barcelona organizaría [95] mejor por su cuenta las Escuelas públicas. Mas para demostrar su capacidad debe acudir a la fundación privada porque las leyes del Estado le incapacitan para reformar las que considera el Municipio sus propias Escuelas.

El Estado aceptaría probablemente que el Ayuntamiento de Barcelona construyese hermosos edificios para las Escuelas públicas, aumentase el sueldo de los maestros con gratificaciones, puesto que el haber legal no puede variarse, incluso admitiría dinero para dedicarlo a la compra de material, pero todo esto no resolvería el problema de la primera enseñanza y demostraría más bien la generosidad que la capacidad del Municipio. Por el contrario, con este proyecto se fija un ideal y se dispone de medios para empezar a realizarlo. Porque es posible que al devolverse a este Municipio la autónoma ordenación de la enseñanza primaria, no se generalizase en la forma propuesta el uso de la lengua escolar, pero en cuanto a lo demás el proyecto contiene los gérmenes pedagógicos de una organización más vasta, susceptible de extenderse hasta abarcar todas las Escuelas públicas.

Al entrar en este nuevo camino de reforma escolar lo hará sin duda el Ayuntamiento con una sincera y profunda amargura, porque con ello abandona momentáneamente a los maestros públicos, único elemento aprovechable de nuestras escuelas. Si se quiere introducir en éstas el complicado mecanismo de gimnasios, baños, talleres y demás obras complementarias aconsejadas por la pedagogía moderna, difícilmente podrá aprovecharse ni uno sólo de los locales en que se hallan instaladas hoy las escuelas públicas. Mucho más difícil todavía será que [96] se aproveche el material móvil que no responde a las exigencias de una enseñanza graduada, higiénica y de buen gusto artístico. En cambio, sin ofender el personal de las escuelas privadas, el Magisterio público está a una altura superior y merece que se le ayude en la lucha, tenaz en que desde hace largos años se distingue. La Ponencia espera que los Maestros públicos formarán la base principal de las nuevas escuelas; para conseguirlo propone que se recabe de la Superioridad la autorización necesaria sin pérdida de los derechos adquiridos y si fija un límite de edad para la entrada es con el manifiesto propósito de atraer a los que por la fuerza de su juventud estén en mejores condiciones para recibir con fruto la enseñanza supletoria en el extranjero y asegurar la excelencia de unas Escuelas-tipo para cuya primera organización se requirirán vidas nuevas y no cansadas.

Un Presupuesto escolar no es caro ni es barato en su totalidad, ni puede admitirse como crítica de un sistema la simple comparación de lo que importa por alumno en comparación con lo que se gasta en otras poblaciones.

Para saber si un sistema es caro o es económico es preciso fijarse en el coste de sus componentes: el local, el material, el maestro y el número de alumnos admitidos por maestro. Si estos elementos son caros también lo será el presupuesto total y por el contrario, no es posible reducir éste sin limitar la consignación de aquéllos. No se olvide nunca, por otra parte, que el valor en especies de una peseta es muy inferior al valor en especies de un franco en la mayoría de las poblaciones de Europa, aun descontando el tanto por 100 correspondiente [97] al premio que alcanzan los segundos, de donde se deduce que la verdadera equivalencia de 1.000 francos no consiste en 1.150 ptas. al cambio actual, pues a esto debe añadirse la parte proporcional representada por el mayor número de artículos de consumo que pueden adquirirse en París, por ejemplo, en comparación con los que podrían adquirirse en Barcelona, mediante el empleo de una misma suma en la misma moneda.

Para dar enseñanza a 1.600 alumnos empleará Barcelona la suma anual de 250.000 ptas. a cuya cantidad se ha de añadir la anualidad por intereses y amortización del capital empleado en la primera instalación de las escuelas. Sin embargo, si se quiere aplicar el nuevo sistema a todas las escuelas públicas de Barcelona será preciso no incluir como gasto de primera enseñanza lo que se dedica ahora a la formación de los Maestros. Que las Escuelas normales no están organizadas en España con tal amplitud de medios que puedan producir maestros dotados de los conocimientos, prácticas y experiencias pedagógicas suministrados por los mejores centros similares del extranjero lo reconoce todo el mundo. Y si el Ayuntamiento se ve ahora precisado a gastar en estudios complementarios del Magisterio para remediar en lo posible tal deficiencia la cantidad de 218.500 ptas. no es esta razón suficiente para que se incluya dicha suma entre los gastos de instalación de las futuras escuelas, siendo propiamente gastos destinados a complementar la obra de las escuelas normales.

En realidad los gastos de primera instalación se reducirán a la adquisición de terrenos, construcción de edificios, [98] coste de los proyectos y adquisición de material. Cuatro Escuelas, con un término medio de 50.000 palmos de terreno para cada una, a razón de 5 pesetas el palmo cuadrado, requerirían para adquisición de solares un millón de pesetas. Aunque el Ayuntamiento levante los edificios en terrenos propios, no por esto dejará de consumir el valor que obtendría si los dedicase a la venta. Se ha reservado para la construcción de los 4 edificios la cantidad de 1.200.000 pesetas, y la formación de los proyectos se subvenciona con la cantidad de 20.000 pesetas. Finalmente, los demás gastos de primera instalación incluidos en el primer presupuesto extraordinario, se calculan en 200.000 pesetas. Sumadas todas estas cifras importan 2.420.000 pesetas, que al 4 y medio por 100 anual, más la cantidad dedicada a su amortización, exigirán una anualidad de 113.600 pesetas, dividida entre 1.600 alumnos, a razón de 71 pesetas anuales por alumno.

Este cálculo no se puede admitir como base para todas las Escuelas de Barcelona. El conjunto de instituciones complementarias, que se ha denominado Universidad Popular, podrá extenderse en lo porvenir hasta una Escuela para cada distrito y por lo tanto limitarse a un máximo de 4.000 alumnos (a saber: 10 Escuelas de distrito a 400 alumnos cada una); pero es casi seguro que no se aplicaría en las demás Escuelas. Podría prescindirse de las 20.000 pesetas que se dedican para la instalación de cada biblioteca, rebajar el gasto de las salas de conferencias y reducir la masa de obra en los edificios por lo menos en una cuarta parte. Esto sin contar con [99] que la cifra de 300.000 pesetas para la construcción de cada edificio representa una cantidad máxima que probablemente no se gastará. Así el importe total de la primera instalación no pasa de 2.140.000 pesetas; la anualidad, por interés y amortización, se reduce a 100.000 pesetas, y el coste por alumno no excede de 62 pesetas, durante los primeros 80 años, pasados los cuales se amortiza.

En la subvención anual que se consigna para el sostenimiento de la Institución de Cultura Popular, se incluyen 8.000 pesetas para las bibliotecas populares, 10.000 pesetas para conferencias y 14.000 pesetas para personal superior y material de la Junta. Además de los 32 maestros para otras tantas clases y de los cuatro auxiliares suplentes, necesarios unos y otros en todas las Escuelas que se creen en lo sucesivo, se añaden ocho maestros más, lo cual supone un régimen de Escuelas-tipo que, según se ha dicho, podría ampliarse hasta una Escuela por cada uno de los 10 distritos, sin que en ningún caso se generalizase. Por lo tanto, lo más prudente será calcular el suplemento de gasto que sobre el ordinario ocasionarían estas Escuelas-tipos y añadir su importe a la cuota anual que resulte por alumno.

Al efecto se doblará la consignación para el personal de la Comisión y material de la Junta a fin de atender a los mayores gastos de oficina y personal subalterno que ocasionaría un sistema municipal de Inspección aplicado a todas las Escuelas de Barcelona, sin contar con que el Estado, aun concediendo la mayor autonomía, no es probable que renunciase al sostenimiento [100] de una Inspección propia. El total presupuesto supletorio sería entonces como sigue:

Junta y Comisaría …28.000 ptas.
Diez bibliotecas a 2.000 pesetas una …20.000   »  
Conferencias y otras obras complementarias a 2.500 pesetas por Escuela …25.000   »  
Dos maestros más para cada Escuela … 80.000   »  
 153.000 ptas.

Cuya cantidad se habría de repartir entre toda la población escolar que recibiese enseñanza pública.

Queda dentro del sistema propuesto en las Escuelas ordinarias de 400 alumnos un gasto anual por conservación, material y limpieza de 10.500 pesetas, que resulta a razón de 26'25 pesetas por alumno. El personal consistiría en 8 maestros y un auxiliar para cada Escuela ordinaria, con un gasto anual, incluyendo el aumento de 2.000 pesetas para el que fuese a la vez Director de la Escuela, de 36.000 pesetas, o sea a razón de 90 pesetas por alumno.

Dése ahora por supuesto que el Ayuntamiento de Barcelona tratase de reorganizar la enseñanza pública primaria y adoptase en general el sistema propuesto. Dése por aceptado también que en vez de disponer la enseñanza para 15.000 alumnos como ahora, se acumulase elementos para 45.000 alumnos. Hé aquí un resumen del presupuesto general que habrá de cubrirse para ello: [101]

1.º Terrenos, construcción de Escuelas y primera instalación para 45.000 alumnos, a razón de 62 pesetas anuales por alumno …2.790.000 ptas.
2.º Conservación, material y limpieza, a 26'25 pesetas por alumno …1.201.250   »  
3.º Personal ordinario de enseñanza, a 90 pesetas por alumno …4.050.000   »  
4.º Presupuesto supletorio para las 10 Escuelas-tipo …  153.000   »  
  8.194.250 ptas.

Si se quiere comparar este gasto de 182 pesetas anuales por alumno con el coste de la instrucción primaria en otros países, habrá de tenerse en cuenta dos consideraciones: 1.ª Que en la mayor parte de los casos no se incluye en el coste anual los intereses y amortización del capital empleado en la construcción del edificio y en las primeras instalaciones, con lo que en nuestro caso se reduciría la anualidad por alumno a 120 pesetas; 2.ª Que en este presupuesto de Barcelona se incluye el gasto de sostenimiento de bibliotecas, obras complementarias y Escuelas-tipo generalmente consideradas aparte.

Si del estudio comparativo que se haga resulta la anualidad por alumno superior a lo que se considera económica y pedagógicamente necesario no se ataque el presupuesto en general, porque esto no significaría nada. Véase cuál elemento es el dotado con exceso y [102] propóngase razonadamente su enmienda. En cuanto a locales, por ejemplo, puede hacerse notable economía suprimiendo el patio o reduciendo su extensión. Cada mil palmos de terreno representarán una economía de 5.000 pesetas, una rebaja por intereses y amortización de 225 pesetas y una reducción de 0'56 pesetas en la cuota anual por alumno. En este sentido se puede llegar a tales términos de economía que las actuales Escuelas públicas de Barcelona no gasten en locales ni 20 ptas. al año por alumno.

Todavía cabe hacer una economía mayor en el gasto de personal. Reduciendo en una tercera parte el sueldo de los maestros todavía ganarían más que un maestro albañil y la cuota anual por alumno se mermaría en 30 pesetas. Si el sueldo de los maestros se reducía a una tercera parte de lo que se determina en el proyecto, es posible que no pereciesen de hambre y la economía en la cuota anual habría llegado a 60 pesetas por alumno. Y si se aceptaba el sistema odioso de los auxiliares gratuitos la Escuela, o lo que fuese, no gastaría más de 15 pesetas al año por alumno en el sostenimiento de su fantástico personal.

Aumentando el número de alumnos por unidad escolar, podría reducirse extraordinariamente el presupuesto de las Escuelas. Para una matrícula de 45.000 alumnos, a razón de 50 alumnos por clase, se necesitarán 900 maestros y añadiendo a este contingente un auxiliar para cada 8 clases y dos maestros más para cada una de las 10 Escuelas-tipo, o sea, 112 auxiliares y 20 maestros, el magisterio se compondrá de 1.032 personas, que cobrando los sueldos asignados en el proyecto, [103] consumirán al año 4.128.000 pesetas. Ahora bien, si se hacinan en cada clase 100 alumnos en vez de 50, en vez de 900 maestros se necesitarán 450 y en vez de 112 auxiliares bastarán 56, con lo que el gasto total quedará reducido a 2.104.000 pesetas.

Sería altamente lamentable que se introdujese en este presupuesto de cultura semejantes economías. Porque ya es hora de pensar, después de las hermosas experiencias llevadas a cabo en otros países y de la persistencia del analfabetismo en el nuestro, si puede considerarse económica una enseñanza que no llene su objetivo fundamental por no responder a las exigencias de la pedagogía. Una rebaja insignificante, puede disminuir de tal modo la eficacia del sistema que produzca de hecho una pérdida mucho mayor que la economía proporcionada por ella. Sería entonces insensato derrochar el dinero de la ciudad en un equipo y un personal que no estuviesen en condiciones de llevar a cabo la obra que se les confiara, y una verdadera traición al pueblo privarle del auxilio espiritual de unas Escuelas a que le dan derecho la cultura y la riqueza de Barcelona.

La obra de las Escuelas primarias es la base fundamental del Presupuesto de Cultura que se somete a la deliberación del Ayuntamiento de Barcelona y constituye la tentativa más poderosa que se ha hecho en las ciudades españolas para intervenir en la formación intelectual de sus ciudadanos. Hace seis años solamente asistían a nuestras escuelas públicas menos de 9.000 niños (censo escolar de 1902) entregados a la acción de un magisterio inteligente que lucha con la falta de medios en [104] locales impropios e indignos de la prosperidad barcelonesa. Ahora, de una sola vez, se arbitran medios para proporcionar a 1.600 niños una educación que responda a las exigencias de la pedagogía moderna. Pero esta obra de las escuelas primarias, con sus bibliotecas populares y con sus salas de conferencias, no puede ofrecer más allá de un término medio de cultura y tiene un interés urgentísimo para la ciudad el fomento de los altos estudios que han de iluminarnos el camino en nuestra lucha por un contenido espiritual de la vida.

El edificio de la antigua Audiencia estará en disposición de albergar dentro de poco tiempo una gran Biblioteca nacional. El «Institut d'Estudis Catalans» iniciador del magno proyecto, ha empezado ya a adquirir fondos importantes de libros con recursos de la Diputación provincial y ésta se dispone a ceder una gran parte del histórico edificio restaurado y arreglado al efecto para un laboratorio de nuestra selecta juventud. En la antigua fábrica de los hermanos Batlló se está organizando la Escuela Industrial que necesita nuestra metrópoli para la inaplazable formación de sus capacidades técnicas. Ambas instituciones exigen el amparo del Municipio y éste debe dárselo sin tardanza.

La ciudad no habría empezado todavía porque se hubiesen abierto anchurosas vías, construido su red de alcantarillado, adoquinado sus calles y terminado sus mercados y conducciones de agua. Es muy conveniente que se hagan estas cosas, que, sobre facilitar el tránsito y poner a salvo la salud del cuerpo, contribuyen poderosamente a aumentar el valor del suelo edificable. [105] Pero hay algo más importante que todo esto en el concepto de la ciudad. Un pueblo que lo limitase a tan groseros elementos no sería digno de influir en los destinos de la especie humana.

Las ciudades que no tienen una alma colectiva no son tales ciudades, como no puede llamarse bosque a cualquier montón de maderas. Y para que nazca y vibre y cunda en noble grandeza esta alma colectiva hemos de hacer escuelas y completarlas con bibliotecas, universidades industriales y museos, y alentar todo lo que signifique mayor riqueza moral, porque además de conquistar con ello los goces más elevados trabajamos en pro de nuestro negocio. Porque nuestro verdadero negocio, como ciudadanos de Barcelona, está en aumentar la fortaleza de nuestro espíritu.

Es preciso reaccionar valerosamente contra una cierta opinión sórdida y vergonzosa que se insinúa a pesar nuestro en el ánimo de muchos barceloneses. Se habla de una crisis constitucional, de cierta corriente emigratoria, de que la ciudad no aumenta como antes, de que el comercio no prospera en ella y de que la industria la abandona. Y con vagas angustias que se basan en fenómenos sociales no comprobados, con afirmaciones temerarias desmentidas elocuentemente por la estadística y con falsas alarmas que una mano criminal difunde en periódicos extranjeros, se crea una atmósfera pesada y deprimente en que se agosta la flor de las energías futuras y se entibia la fe en los grandes destinos de Barcelona.

Ha de combatirse enérgicamente esta injustificada debilidad y acudir si necesario fuese con el cauterio, [106] como si se tratase de una llaga de nuestra carne. Si no hay otro obstáculo contra el Presupuesto de cultura debe pasarse por encima de éste resuelta y patrióticamente. La Comisión escuchará toda suerte de críticas, contestará razonadamente a cuantos acudan a discutir su proyecto y aceptará las enmiendas que tiendan realmente a mejorarlo. Pero en ningún caso contemporizará ni admitirá contienda con los que pongan por premisa de sus conclusiones algo que envuelva la más leve duda en el progreso imperturbable de Barcelona.

Casas Consistoriales de la Ciudad
a los 25 de Febrero de 1908.

Francisco Puig Alfonso. – Francisco Layret.
Francisco Magriñá. – Pedro Rahola.