Una poderosa fuerza secreta. La Institución Libre de Enseñanza Editorial Española. San Sebastián 1940

La Institución Libre y la Enseñanza. II. Los instrumentos oficiales

Más organismos creados por la República

Romualdo de Toledo

Director general de Primera enseñanza

Autoridades científicas en diversas ramas del saber humano y plumas autorizadas por la responsabilidad de sus firmas, han estudiado con gran acierto la nefasta influencia de la Institución Libre de Enseñanza, «alma mater» de la revolución española, en los más importantes organismos docentes y Centros de investigación científica establecidos en nuestra Patria.

La Institución Libre de Enseñanza, cuyo daño en la obra de la educación nacional sólo podrá ser reparado después de muchos años, a través de una perseverante contraposición de ideas, doctrinas, procedimientos y personas, necesitó, desde su nacimiento, no tan sólo la creación de organismos extrauniversitarios y autónomos con respecto al Departamento ministerial, sino que persiguió con tenacidad constante, desde su creación, la captación de personas de fácil asimilación en lo doctrinal y de fácil manejo en el orden político, para poder continuar su omnímoda influencia en la vida pública, a través de la formación enteca, materialista y atea de la juventud española.

Así vemos, cómo en sus albores, halagando el liberalismo malsano del ministro Alba, logra la creación sin pretensiones de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas que, iniciada su labor con sello espectacularmente científico, va creciendo y desarrollándose hasta lograr, con el favor ministerial, asfixiar, con su floración de autobombo didáctico, [214] todo brote de especulación científica que no quiere someterse a su férreo dominio, consiguiendo no tan sólo desviar a su antojo de su verdadero cauce la formación integral en nuestras tradiciones patrias a los jóvenes universitarios, sino llegar a erigirse en la única aduana de exportación e importación científicas, escogiendo y exportando al exterior de nuestra Patria a aquellos falsos valores que, con su barniz cultural, ocultaban siempre el odio a lo más puro y sublime de nuestra raza, asiento de la más grandiosa de las civilizaciones mundiales.

Y cuando este organismo envejece y las dificultades presupuestarias aumentan y el desprestigio en su organización interna llega al máximo por los descontentos, que, a través de su polarizada actuación, va creando, la Institución Libre de Enseñanza idea y logra la constitución de otro organismo pomposo, que por lo nuevo no ha de suscitar recelos en su actuación y ha de encontrar toda clase de facilidad en su dotación económica. Me refiero a la Junta de Relaciones Culturales, dirigida y controlada por las mismas personas que constituyen la Junta para Ampliación de Estudios y que con sus 800.000 pesetas de presupuesto, administrado con plena autonomía y nula intervención administrativa ha servido, desde su creación, para humedecer, con prebendas y pensiones, las secas bocas y voraces fauces de nuestros pseudo intelectuales, amamantados por las ubres del presupuesto español a cambio de su postración de hinojos ante el señor Cossío, heredero de todas las taras intelectuales de Giner de los Ríos, pomposamente nombrado ciudadano de honor de la segunda y trágica República española, a propuesta del masónico ministro y aprovechado funcionario de la Sociedad de Naciones, señor Madariaga.

Y es el Patronato creado para la expedición al Amazonas, con fines de exploración científica, dotado con [215] 600.000 pesetas en el presupuesto español, que después de haber servido para repartir a voleo 300.000 pesetas y montar una lujosa oficina burocrática, sólo ha logrado la edición de un libro mediocre, donde con claridad puede leerse lo disparatado de la empresa en el orden geográfico, y la carestía de una expedición que cualquier agencia inglesa puede, por unas libras, proporcionar al curioso turista, sin que en el aspecto magnético tenga el interés que el señor De los Ríos quiso hacer resaltar en las Cortes, donde hube de demostrarle la ignorancia científica a que la osadía, en la defensa de los créditos para este organismo institucionista, le había llevado.

Y es el Centro Superior de Investigaciones Científicas, cuya Secretaría era desempeñada últimamente por el antiguo secretario de la Junta y mantenedor tenaz, desde el Extranjero, a través de la Prensa roja, de un descabellado proyecto de mediación para dar término a nuestra gloriosa Cruzada Nacional, con la esperanza de que de tal forma podría algún día seguir siendo el instrumento indispensable de la Institución maldita, origen y nervio de la revolución española.

Y el Patronato de Misiones Pedagógicas, presidido por Cossío y controlado por el subsecretario de la Presidencia con Largo Caballero, introductor en España de la escuela soviética, organismo de propaganda al servicio del marxismo internacional, cuya desaparición total no pudo conseguirse en las Cortes del bienio cedolerrouxista.

Y el teatro ambulante –«La Barraca»–, despensa de nutrición de la FUE y altavoz espléndidamente remunerado para las herejías y extravagancias de García Lorca.

Y el patrimonio del Museo de Ciencias Naturales, coto cerrado de toda una dinastía de naturalistas; el del Museo del Prado; el del Museo de Arte Moderno, [216] los recientemente creados para las Escuelas Sociales de Trabajo e Instituto de Reeducación de Inválidos, y, en fin, tantos y tantos organismos, Juntas y Corporaciones, todos ellos regidos por idénticas personas, controlados por la misma organización e inspirados en la misma idea disolvente de desintegración nacional y racionalización de nuestra cultura fundamentalmente espiritualista.

Una observación detenida de esta floración espléndida de organismos obedientes todos a una sola voz y un detenido estudio de la administración de los fondos presupuestarios, con plena autonomía o fórmulas rituales en la rendición de sus inversiones, nos lleva a la conclusión de que la Institución Libre de Enseñanza, a quien sirven, ha de ser francamente descentralizadora en lo pedagógico y ardiente defensora de la autonomía plena en el orden administrativo.

Y sin embargo, cuantas veces desde las alturas del Poder se ha intentado aplicar este criterio a la defensa docente en su expresión más elevada; en cuantas ocasiones se ha querido iniciar una descentralización pedagógica a través de una tímida autonomía universitaria, o aplicando el claro concepto de libertad de enseñanza que estimula, y, ennobleciendo la función docente, eleva, el nivel científico de los pueblos, ha sido, precisamente, la Institución Libre de Enseñanza quien, más o menos en secreto, y moviendo sus formidables resortes, hizo fracasar todo intento y malograr las más halagadoras esperanzas.

El señor Silió en el año 1921 y el señor Callejo en 1929 pueden dar fe, con sus intentadas reformas de autonomía universitaria y descentralización pedagógica, de estas afirmaciones.

La razón de esta contradicción aparente se encuentra en la política doctrinal que a la Institución libre de Enseñanza caracteriza. No interesa, no puede interesar, al racionalismo, que es duda y vacilación, el resplandor de la Verdad Eterna a que fatalmente conducen las verdades científicas que en nuestras Universidades autónomas, sin proyecciones centralistas ni sujeciones burocráticas en su funcionamiento y desarrollo, pudieran constituir el foco de luz inextinguible para alumbrar el camino que nos había de llevar al espléndido oasis de nuestra cultura tradicional y netamente española.

Y en el orden político no podía consentir la Institución Libre de Enseñanza que, con la capacitación plena de nuestras Universidades a través de la más amplia autonomía universitaria, peligrase el monopolio que prácticamente ejercía en la selección del profesorado universitario, donde apoyaba sus venenosos tentáculos caciquiles y forjaba, a su capricho, una generación irredenta que entregaba a la voracidad del materialismo moscovita.

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  Una poderosa fuerza secreta
San Sebastián 1940, páginas 213-217