Tomo segundo ❦ Carta XIX
Sobre el nuevo arte del beneficio de la plata
1. Muy señor mío: Recibí con mucho gusto, y leí con mucho más, el impreso intitulado: Arte del nuevo beneficio de la plata, hallado por Don Lorenzo Felipe de la Torre Barrio y Lima, dueño de Minas en el Asiento de San Juan de Lucanas, en el Reino del Perú, que Vmd. me hizo el honor de remitir. ¿Y qué Español no sentirá igual complacencia a la que yo siento, al ver estampada la noticia de un Invento tan portentosamente útil a toda España? ¿Ni quién rehusará amar, y venerar al Inventor, como uno de los más gloriosos, y magníficos bienhechores, que en toda la serie de los siglos produjo el Cielo a esta Monarquía?
2. Dice Plinio, que los Antiguos colocaron en el número de las Deidades a algunos Inventores de cosas útiles a la vida humana: Singula quosdam Inventa Deorum numero addidere (in Proemio, lib. 25). Y aunque en todo deliró la Idolatría, creo que este fue su menos culpable error. Con alguna apariencia se puede decir, que los Inventores son unos seguros criadores de los entes. La creación da la existencia a las cosas, la invención el uso; y sin el conocimiento del uso quedaría en muchas, por la mayor parte, inútil la existencia. A título, pues, de una aparente segunda creación parece que atribuyó el Gentilísimo a los Inventores una especie de Divinidad.
3. Si la Religión nos impide atribuir a los Inventores el grado de Deidades, nos permite colocarlos en una [258] clase superior a los demás hombres; y esto que la Religión permite, la razón lo persuade.
4. Guillelmo Bulkeldio fue un Flamenco, que no tuvo por dónde distinguirse entre sus Compatriotas, más que por haber inventado el modo de preparar los Arenques, pececillo humilde, pero muy útil, para que pueda conservarse mucho tiempo. Pero esto fue un capítulo de distinción tan ilustre, que le hizo merecedor de un magnífico sepulcro; y lo que es más que su sepulcro fuese muy de intento visitado por el Emperador Carlos V, y por su hermana la Reina de Hungría, haciendo este honor a las cenizas del Descubridor de aquel secreto, que no se dignaron de hacer a las de tantos Héroes, cuyos sepulcros brillan en muchas partes de Europa.
5. Y con mucha razón. Yo miro esos, que el mundo llama Héroes, denominación que ya se hizo propia de todos los que tienen la cualidad de Guerreros insignes, como unas llamas elementales, que abrasan otro tanto como brillan. Y al contrario los Inventores de cosas útiles, como lumbreras de superior esfera, Astros benéficos, que influyen, y alumbran, pero no queman.
6. Esas mismas Minas de la América, que dieron materia a la gloria de Inventor, que logró nuestro Don Lorenzo, nos ofrecen el justo paralelo, que debemos hacer entre esas dos clases de hombres famosos. Esas mismas Minas de la América, digo, que dieron materia a la gloria de Inventor, que adquirió nuestro Don Lorenzo, esas mismas fueron objeto, y asunto de las proezas con que varios Españoles adquirieron en el mundo el glorioso atributo de Héroes. No tiene duda que estos llenaron a España de riquezas, pero después de inundar la América de Sangre, no sólo de los Bárbaros Indios mas de los mismos Españoles. ¡Qué Teatro tan lleno de lástimas ofrece a la consideración aquel gran trozo del mundo en las Historias de aquellos tiempos! Con más propiedad se aplicaría a las Guerras de Indios, y Españoles aquel profético entusiasmo de la Sibila Cumea, bella, [259] horrida bella, que en el vaticinio, que pronunció al Héroe Troyano. Batallaban los Españoles con los Indios, y con los Españoles batallaban los Indios, y los elementos; y con igual furor que los elementos, y los Indios, unos Españoles con otros. No desoló tantas Provincias la ambición en Europa, Asia, y Africa en el largo espacio de veinte siglos, como la codicia en la América en uno sólo. Siendo tanto el estrago de los vencidos, no padecieron menos los vencedores. Ninguna gente sufrió tantas, ni tan duras calamidades como aquellos Conquistadores. El menor daño, que recibieron, fue el de las flechas enemigas. Mucho mayor destrozo hicieron en ellos el frío, la hambre, la sed, y la fatiga. ¡ Cuánta multitud se quedó helada en los tránsitos por aquellas altísimas nevadas cumbres! ¡Cuánta, después de devorar los propios caballos, se hizo pasto de hierbas venenosas, y de las más inmundas sabandijas! ¡Cuántas, aun faltando éstas, y por consiguiente todo alimento, se quedó exánime por los páramos a ser pasto de aves, y fieras! No sé si fue aun más lastimoso que todo esto el que en varias ocasiones unos Españoles fueron pasto de otros. Así como algunos iban muriendo de hambre, con sus descarnados cadáveres daban alimento a los que restaban vivos. Pero lo que causa el mayor horror es ver ensangrentados como feroces bestias unos Españoles en otros. Cuántas calumnias, perfidias, crueldades pueden inspirar la envidia, el odio, el furor, tantas se vieron reciprocar frecuentemente entre los Conquistadores de la América; llegando más de una vez la enemiga rabia al extremo de prohibir la administración del Sacramento de la Penitencia a los que muy de pensado, y sobre seguro se condenaba a muerte.
7. Tan trágica fue la conquista de la América, que hicieron nuestras Armas. A tanta costa se descubrieron sus Minas. No hay vena de oro, o plata en ellas, que no haya hecho verter arroyos de sangre de humanas venas. El careo del hallazgo de las preciosidades de la América, que hizo la fuerza de las Armas, con el descubrimiento [260], que en orden a esas mismas preciosidades debemos hoy a nuestro Don Lorenzo Felipe de la Torre, pone visible lo que dije arriba; que la gloria de los Inventores es sin comparación mayor que la de los Conquistadores; que aquéllos son unos Astros de luz pura, destinados por la Providencia a esparcir beneficios influjos sobre la tierra; estos fuegos elementales, que cebándose en Provincias, y Reinos, como en propios combustibles, a costa de ruinas granjean sus esplendores.
8. Dentro de las mismas Minas descubre otras Minas el ingenio de D. Lorenzo, mostrando el modo de aumentar la utilidad del Mineral. Digo que a su ingenio debemos este precioso descubrimiento; pues aunque él con una rarísima modestia nos insinúa, al parecer, que su invención fue como efecto de la casualidad; en el mismo rebozo, de que usa su modestia, veo con bastante claridad, que el descubrimiento fue parto de su peregrina penetración. La rebeldía que experimentó en un trozo de Mineral, resistiéndose éste al beneficio, por más arbitrios, que discurrió para reducirle, le ocasionó el recurso a la Colpa (especie de Mineral, cuya exacta descripción nos da, y en cuyo uso halló, no sólo lo que deseaba para aquel caso, mas para aumentar la cantidad, y mejorar de la ley toda la plata que ministran las Minas). Oigamos cómo se explica sobre esta última tentativa, después de experimentar inútiles toda las antecedentes.
9. Cuando el pensamiento (dice) se va a fondo, suele valerse de cualquiera tabla; y así, ofreciéndoseme el de echar mano del material de la COLPA, por parecerme, que podría ser de algún provecho, hice con él ensayos por menor, y desde luego reconocí su actividad. Estas expresiones suenan, que el Autor casi enteramente debió a la fortuna, sin intervención del discurso, este feliz encuentro: que fue un presente, que la casualidad hizo a la idea: una ocurrencia no precedida de meditación alguna seria que la mereciese: un arrojo de la imaginativa, más que esfuerzo de la razón. Esto suenan las [261] expresiones, porque el Autor quiso servirse de expresiones, que sólo esto sonasen. Mas a poca reflexión, que se haga, se hallará, que este descubrimiento es una de aquellas producciones, que sólo se logran a influjo de los más sublimes Ingenios.
10. Vese por el contexto de la relación, que el Autor, después de experimentar varios para su intento cuantos medios le sugirió su consumada pericia en el Arte del beneficio de las Minas, sin vaguear tentativamente por otros innumerables materiales, que pudieron presentarse a su imaginación, únicamente echó mano de la Colpa. Esta fue una elección de medio, la cual necesariamente supone conocimiento de su conducencia para el fin; y tal conocimiento en tal materia, aun cuando sólo le supongamos probable, o conjetural, no siendo hijo de la experiencia, como aquí no lo fue, sin duda dimana de una especialísima penetración filosófica: especialísima digo, porque cuando la experiencia no previene con alguna luz, envuelta en densísimas tinieblas está la actividad de las causas, y la recíproca proporción de los agentes con los pasos.
11. En efecto, en todo el discurso de su Escrito muestra Don Lorenzo, que es un excelente Filósofo. Con mucho gozo, y con no poca admiración, he visto cómo reduce a un clarísimo mecanismo todas las acciones, y efectos de los agentes, que intervienen en la purificación de los metales: materia tan ignorada de infinitos, que obtienen en el mundo el nombre de Filósofos, que no pueden hablar en ella sino las voces no significantes de simpatía, y antipatía. ¿Quién podría esperar de un Sobrestante de Minas aquel conocimiento de la Filosofía Corpuscular, y de la Espargírica, que brilla en todo su Escrito, y que sólo logran los que única, y enteramente se dedican a estas especulaciones en la laboriosa tarea de las Academias? Ni es menos admirable que esto, que quien está aplicado a un ministerio, donde la esperanza de la utilidad suele arrastrar hacia ella toda la [262] atención, se halle dotado de todas aquellas cualidades, que constituyen un noble Escritor, como son un bello método, una explicación clara, una dicción pura, una frase elegante. Ciertamente es Don Lorenzo uno de aquellos pocos hombres, a quienes Dios hizo, si no para todo, por lo menos para mucho.
12. Mas al fin, hombres doctos, discretos, agudos, y elocuentes siempre los tuvo España, y siempre los tendrá. Por esta parte no es Don Lorenzo más que uno de tantos: es una de muchas Aguilas; mas por su peregrino Invento es singular, y único Fénix. Un Inventor célebre basta por sí solo para ennoblecer una Nación entera. Pero Don Lorenzo es un Inventor, que ennoblece, y juntamente enriquece a la nuestra. Y para cúmulo de su gloria hace uno, y otro con tan generoso desinterés, que no sólo no pide a la Corona, o a la Patria premio alguno por el gran servicio, que le hace, más positivamente renuncia el derecho que tiene para pretenderle. Mas esto mismo le hace más merecedor de él. Con mucho menor motivo han conseguido otros de sus Patrias Estatuas de bronce, y mármol; y de mi dictamen, Plata debía erigírsela España a Don Lorenzo, para que sirva en la posteridad para su gloria la misma materia, que dio asunto a su mérito.
Nuestro Señor guarde a Vmd. &c.