Obras de Aristóteles Metafísica 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 Patricio de Azcárate

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Metafísica · libro tercero · Β · 995b-1003a

VI
¿Por qué el filósofo debe estudiar otros seres además de los seres sensibles? Los elementos, ¿existen en potencia o en acto? Los principios, ¿son universales o particulares?

Una cuestión que es absolutamente preciso plantear es la de saber por qué, fuera de los seres sensibles y de los seres intermedios, es imprescindible ir en busca de otros objetos, por ejemplo, los que se llaman ideas{141}. El motivo es, según se dice, que si los seres matemáticos difieren por cualquier otro concepto de los objetos de este mundo, de ninguna manera [117] difieren en este, pues que un gran número de estos objetos son de especie semejante. De suerte que sus principios no quedarán limitados a la unidad numérica. Sucederá como con los principios de las palabras de que nos servimos, que se distinguen, no numéricamente, sino genéricamente; a menos, sin embargo, de que se los cuente en tal sílaba, en tal palabra determinada, porque en este caso tiene también la unidad numérica{142}. Los seres intermedios se encuentran en este caso. En ellos igualmente las semejanzas de especies son infinitas en número. De modo que si fuera de los seres sensibles y de los seres matemáticos, no hay otros seres que los que algunos filósofos llaman ideas, en este caso no hay sustancia, una en número y en género; y entonces los principios de los seres no son principios que se cuenten numéricamente, y sólo tienen la unidad genérica. Y si esta consecuencia es necesaria, es preciso que haya ideas. En efecto, aunque los que admiten su existencia no formulan bien su pensamiento, he aquí lo que quieren decir y que es consecuencia necesaria de sus principios. Cada idea es una sustancia; ninguna es accidente. Por otra parte, si se afirma que las ideas existen, y que los principios son numéricos y no genéricos, ya hemos dicho más arriba las dificultades imposibles de resolver que de esto tienen que resultar necesariamente.

Una indagación difícil se relaciona con las cuestiones precedentes. ¿Los elementos existen en potencia o de alguna otra manera? Si de alguna otra manera, ¿cómo habrá cosa anterior a los principios?, (porque la potencia es anterior a tal causa determinada, y no es necesario que la causa que existe en potencia pase a acto.) Pero si los elementos no existen más que en potencia, es posible que ningún ser exista. Poder existir es no existir aún; puesto que lo que deviene o llega a ser es lo que no era o existía, y que nada deviene o llega a ser si no tiene la potencia de ser.

Tales son las dificultades que es preciso proponerse relativamente a los principios. Debe aún preguntarse si los principios son universales o si son elementos particulares{143}. Si son [118] universales no son esencias, porque lo que es común a muchos seres indica, que un ser es de tal manera, y no que es propiamente tal ser. Porque la esencia es propiamente lo que constituye un ser. Y si lo universal es un ser determinado, si el atributo común a los seres puede ser afirmado como esencia, habrá en el mismo ser muchos animales, Sócrates, el hombre, el animal; puesto que, en esta suposición, cada uno de los atributos de Sócrates indica la existencia propia y la unidad de un ser. Si los principios son universales, esto es lo que se deduce. Si no son universales, son como elementos particulares que no pueden ser objeto de la ciencia, recayendo como recae toda ciencia sobre lo universal. De suerte que deberá haber aquí otros principios anteriores a ellos, y señalados con el carácter de la universalidad, para que pueda tener lugar la ciencia de los principios{144}.

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{141} Aristóteles desenvolvió ya más arriba, cap. II, esta dificultad. Se concibe que vuelva a ella al fin del libro. Para él es ésta la más interesante de todas las cuestiones, la toca continuamente, y por dos veces hace una refutación completa, demasiado completa quizá, de la teoría de Platón.

{142} Véase más arriba.

{143} Esta cuestión que Aristóteles coloca aquí a continuación de todas las demás, y que es como resumen de algunas de ellas, no ocupa el mismo lugar de la enumeración. Véanse para la solución el lib. XIII, cap. X, lib. VII, cap. XIII.

{144} Siriano, al final de su comentario sobre estas objeciones, añade: «Aristóteles ha propuesto dieciséis problemas como ejercicio dialéctico. Examinará algunas en el libro tercero, otra en el sexto, séptimo, octavo y noveno, y la mayor parte en el undécimo, y todas las que se refieren a los números y a las ideas en los dos últimos libros, doce y trece». Michelet de Berlín, Examen crítico, pág. 142.
Debemos repetir aquí lo que ya hemos dicho; que los más de estos problemas tienen entre sí una intima relación, que las soluciones no son siempre muy distintas las unas de las otras, y que Aristóteles, en el desenvolvimiento de las soluciones, no ha seguido un orden riguroso, por lo menos en apariencia.


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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1875, tomo 10, páginas 116-118