La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XXII
Cómo Dios desde el principio del mundo siempre contra los malos puso justicia, especial contra los príncipes que se atreven a su Yglesia, y que todos los malos christianos no son sino parrochianos de los infiernos.


Quando aquel Opífice eterno, el qual todas las cosas mide con su omnipotencia y las pesa con su sabiduría, en el ser efectivo crió todas las cosas assí celestes como terrestres, visibles como invisibles, corpóreas y incorpóreas, no sólo prometió a los buenos que le sirviessen premio, pero juntamente amenazó a los que se le atreviessen con castigo; porque la justicia y misericordia de Dios siempre andan juntas y jamás combida la una a los buenos sin que amenaze la otra a los malos. Parece esto ser verdad, porque no aviendo más de un Dios; y aquel Dios no criando más de un mundo; y en todo el mundo no aviendo más de un huerto; y en aquel huerto no aviendo más de una fuente; y cabe aquella fuente no aviendo más de un hombre; y cabe aquel hombre estava sola una muger; y cabe aquella muger sola estava una serpiente; y cabe la serpiente estava solo un árbol vedado; cosa maravillosa de dezir y no menos espantosa fue de ver que el día que el mundo acabó de ser criado, aquel día puso Dios en el Paraýso Terrenal horca y cuchillo: la horca fue el árbol vedado de do comieron, por el qual fueron justiciados nuestros primeros padres, y el cuchillo fue la pena con que somos degollados hasta oy nosotros, sus míseros hijos, porque en la verdad ellos comieron el agraz de la culpa y nosotros tenemos la dentera de la pena.

No quiero dezir cómo nuestro Dios con su potencia levanta lo que está abatido, con su sabiduría encamina lo mal guiado, [165] con su voluntad dissimula mucho de lo mal hecho, con su clemencia perdona lo a él ofendido, con su luz alumbra lo que está obscuro, con su rectitud endereça lo que está quebrado, con su largueza paga más de lo merecido; pero quiero aquí dezir y muy por estenso declarar cómo nuestro supremo Dios con su justa justicia castiga a todos los que no están en su gracia. ¡O!, quán seguros han de estar los tus fieles servidores, Señor, en que por sus pocos servicios han de llevar de ti muchos y muy copiosos gualardones; y ¡o!, quán sospechosos han de bivir siempre los malos, en que por sus muchos males les has de dar agros y horrendos castigos. Caso que nuestro Dios con su bondad no dexe servicio sin gualardón, ni con su justicia no dexe culpa sin pena, pero es de saber que sobre todo y más que todo aquello más gravemente castiga, la ofensa de lo qual toca en desacato de la Santa Fe Cathólica; porque Christo por tan injuriado se siente de los que persiguen a su Yglesia como de los que pusieron las manos en su persona.

En los tiempos passados leemos aver hecho Dios en muy altos príncipes y en muy famosos hombres muchos y muy señalados castigos, pero en ninguna cosa su rigor aplomó tanto las manos como en aquéllos que adoravan los infames ýdolos y violavan los templos sacros; porque acerca de Dios ésta es la suprema culpa, conviene a saber: dexar su Santa Fe Cathólica en la vida y desesperar de su misericordia en la muerte. Pluguiesse a la divina clemencia que tanto conocimiento tuviéssemos nosotros de nuestras culpas como Dios tiene razón de darnos castigo por ellas; porque si esto assí fuesse, nosotros haríamos la emienda en lo advenidero y Dios haría perdón general de todo lo passado.

Veo una cosa, y pienso que no me engaño en ella, y es que en cometer flaquezas y miserias nos contamos por naturales, y en la satisfación y emienda dellas dezimos ser estrangeros, de manera que admitimos la culpa y condenamos la pena que merecemos por ella. Los secretos juyzios de Dios permitiéndolo y sus pecados mereciéndolo, yo no niego sino que los malos poder podrán tener y posseer esta vida a su plazer; pero yo les juro que, quando no cataren, ellos la pierdan a su [166] despesar; porque son tan inconstantes los plazeres de esta vida que apenas començamos a gustarlos quando desaparecen delante de nuestros ojos. Regla es infalible, y de buenos y malos experimentada, que todos naturalmente dessean antes que les sobre que no que les falte; y todo lo que mucho se dessea, con mucha diligencia se busca; y lo que con diligencia se busca, con trabajo se alcança; y lo que con trabajo se alcança, con amor se possee; y lo que con amor se possee, con dolor se pierde; y lo que con dolor se pierde, para siempre se llora; que al fin al fin no podemos negar sino que de los coraçones lastimados sus pregoneros son los ojos llorosos. En los juyzios bivos y en los coraçones temidos lástima es que siempre lastima, pena es que no descansa, gusano es que siempre roe, acordarse un hombre que ha de perder la vida regalada que tanto ama y que ha de gustar la muerte espantosa que tanto aborrece.

Viniendo, pues, al propósito de lo que quiero provar en este caso, es razón que sepan todos los príncipes si no lo saben, que assí como la divina Providencia los sublimó en altos estados (y esto sin ver en ellos méritos), assí su rigurosa justicia los abatirá si fueren a sus beneficios ingratos; porque la ingratitud de los beneficios recebidos haze inábile al hombre para rescebir otros. Quanto más uno fuere con beneficios privilejado, tanto si mal usare dellos será gravemente punido. Todos los hombres prudentes, si paran mientes en ello, hallarán que muchas vezes en aquellos pecados comiença Dios el castigo los quales tenemos nosotros más en olvido; porque delante la justicia de Dios siempre están corriendo sangre nuestras culpas secretas, para que hagan de nosotros justicias públicas. E digo más, que en este caso no veo ser más esento al príncipe que bive en la cumbre de la felicidad humana que al pobre labrador que bive en una estrecha y muy pobre aldea, y aun las más vezes veemos por experiencia que los repentinos y espantosos rayos dexan los edificios baxos y derruecan en un momento los omenajes superbos.

Quiere Dios, y es su determinada voluntad, que quanto sublimó a un hombre más que a todos los otros hombres, tanto más le reconozca por señor que todos los otros hombres; [167] porque no crió Dios los altos estados y señoríos para cometer grandes delictos, sino que con ellos tengan los príncipes ocasión de fazerle muchos y mayores servicios. Todo príncipe que no fuere buen christiano y de la Sancta Fe Católica zeloso, y a los templos de Dios fuere atrevido, y en el culto divino no fuere muy cuydadoso; téngase por dicho que en este mundo perderá la fama y en el otro terná en peligro el ánima, porque todos los malos christianos no son sino parrochianos del infierno. [168]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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